Santiago Aparicio
El nuevo libro del doctor Carlos X. Blanco (lo de docto no es más que un reconocimiento en este mundo de “expertos” cuñadistas que de todo hablan y de nada saben) tiene un título irreverente “El Marxismo no es de izquierdas” (Editorial EAS). El ensayo, o mejor dicho el encadenamiento de pensamientos mascullados en el tiempo y puestos negro sobre blanco, pretende quitar las “sucias manos” de la izquierda de un pensamiento decimonónico que sirvió, entre otras cosas, para transformar en cierto modo el mundo.
Blanco es un conocido splengeriano (sus obras anteriores contienen ese espíritu de la decadencia civilizatoria y a no mucho tardar habrá entrevista sobre ello) y un fusarista (por Diego Fusaro) de primera hornada. También ha tenido sus querencias buenistas (por Gustavo Bueno), pero queriendo al maestro se ha ido alejando para recorrer otros caminos que él entiende como más prolíficos para cumplir con la undécima tesis de Marx, transformar el mundo, no sólo pensarlo. No es un tema nuevo para él pues, ya ha escrito sobre el tema en la revista Nómadas (fundada por mi querido profesor y colega Román Reyes).
La irreverencia del título se vislumbra en la redacción de las páginas de las disquisiciones libres del autor. Todo un tratado contra la izquierda fucsia (PSOE-Podemos) a la que se acusa de haber abandonado al pueblo a su triste destino. Una izquierda que ha abandonado no sólo la lucha principal contra el capitalismo sino que se ha convertido en el sujetavelas del capitalismo. Enfrascada en luchas diversas que le permiten huir de la realidad. Han abandonado el marxismo o lo han convertido en algo que no es marxismo en sí. “La izquierda contemporánea occidental se ha enredado en sus teorías y se ha vuelto agnóstica y hasta nihilista con respecto a la realidad. No existe el hombre, no existe la realidad, no existe la sociedad, todo son construcciones, estructuras, relatos” (p. 46).
Marxismo como ontología del ser
Normal que, según lo ve el autor, autores tan dispares como Fusaro, Constanzo Preve o Alain de Benoist recuperen a Karl Marx para sus críticas contra el sistema establecido. Lo primero que hay que hacer es “desfatalizar lo existente”, o lo que es lo mismo “devolver a las masas populares su capacidad de resistirse al Horror. Devolviendo a la conciencia colectiva de la sociedad de ser sujetos dotados de poder práxico” (p. 35). Todo ello desemboca en una lucha de clases, por un lado, y una lucha de Estados, por el otro. Y en la recuperación del ser humano como ser social y espiritual. Por ello Marx pasa a ser el teórico de la Comunidad y el Ser Social, en el ontólogo mayor.
Blanco entiende que al marxismo hay que pulirle del materialismo para volver al idealismo (de matriz hegeliana) para hacer de él una Ontología del Ser. Digámoslo con Fusaro: “La validez universal se determina a través de momentos genéticos particulares, mediante figuras concretas espacial y temporalmente connotadas. Lo verdadero se vuelve tal temporalmente: no se agota en la historia, sino que la hace posible como lugar donde ésta se manifiesta” (Idealismo o barbarie. Por una filosofía de la acción. Trotta. Pág. 152). El marxismo como materialismo histórico carece de sentido para el autor porque se está “ofreciendo la versión más domesticada y manejable posible de un nuevo determinismo que bloquee al ser humano sus posibilidades de hacerse realidad” (p. 54).
Construcción de un bando nacional-popular
Gracias a Marx, un Marx que ya no es de izquierdas recuérdese, será posible tener una filosofía fundante de un “bando nacional-popular: un Estado que vela por la justicia social, que defiende al débil, que protege la propiedad, que trabaja por la estabilidad del empleo y la garantía en el ahorro, por las pensiones, la educación rigurosa y de calidad, la asistencia sanitaria gratuita y avanzada” (p. 68). Frente a un capital completamente globalizado no queda otra que emancipar a los pueblos gracias a “a) recuperar para sí al Estado-nacional […]; b) crear un nuevo bloque contrahegemónico, esto es, una alianza de clases actualmente perdedoras […]; c) emprender nuevas alianzas y alineamientos geoestratégicos en la arena mundial” (p. 41).
Hay que recuperar al pueblo, un pueblo que la izquierda desconoce completamente lo que es, porque “si no hay pueblo, no hay nación” para luchar contra las grandes empresas transnacionales, el sistema financiero y los intereses geoestratégicos de las élites mundiales. La izquierda española, a decir de Blanco, se ha entregado al postmodernismo y a perder todo sentido de la nación española vendiéndose al independentismo. Marx pasa a ser pensador de nuevas vías de transformación de la sociedad.
La crítica
El libro posee la fuerza del malestar propio de quien está asustado ante el estado del mundo actual. Un susto provocado por la carencia absoluta de luchas emancipadoras del gran mal que no acecha, el capitalismo y su ideología dominante (por cierto, concepto que no trata el autor en el libro). Es un ensayo muy fusarista, por lo que gustará a los seguidores del italiano, pero también es uno de sus talones de Aquiles. No deja títere con cabeza (de Unidas Podemos dice lo siguiente: “Desde el principio han sido un obstáculo para una verdadera alianza de clases y para una conformación del bloque contra-hegemónico nacional-popular” p. 72) algo que gustará a los críticos con y en la izquierda. Pero…
¿Ha sido el marxismo de izquierdas? Desde luego la izquierda se ha visto influida por el marxismo, pero como método de análisis o filosofía alternativa no es de ninguna parte del sistema político. Es como si se dijese que el racionalismo es de derechas; el positivismo de centro; o la fenomenología de izquierdas. La realidad es que la izquierda desde hace mucho tiempo ha dejado de ser marxista o tener el marxismo como un fundamento para el análisis de la realidad. Utilizan el nombre de Marx en falso con sus cuestiones culturales, con sus recuerdos de esta o aquella frase… en términos generales para el postureo propio de la época en la que estamos.
Respecto a la idea de dejar el marxismo sin materialismo no hay mucha novedad. Entiende que debe quedar como una ontología sin más. Lo que supone enviar a Marx a su juventud. A los escritos de 1844 con sus conceptos de esencia, alienación o trabajo alienado. En 1845 (La ideología alemana) Marx ya previno de quedarse en el simple idealismo; en 1847 (Miseria de la filosofía) se sentí cómodo con el materialismo de los imaginario de Spinoza y esa verdad que se inicia a sí misma como producto. Dejar a Marx sin materialismo es situarle en una taberna de Berlín tomando cervezas con sus amigos los nuevos hegelianos. Porque lo que hizo Marx, y así reconoció en los Gründisse y en El capital, es que había dado la vuelta a Hegel. El planteamiento del autor sería volver a dar la vuelta a Marx.
¿Qué dice el marxismo de verdad?
Con ironía, ya que el autor le critica por medio de E. P. Thompson, nada mejor que utilizar a Louis Althusser para ver que ya los autores marxistas coherentes rechazaban cualquier determinismo histórico en Marx. Dice en su libro-entrevista con Fernanda Navarro (Filosofía y marxismo, Siglo XXI): “no cabe hablar de leyes de la dialéctica, de la misma manera que no cabe hablar de leyes de la historia. Ambas expresiones resultan igualmente absurdas. Una verdadera concepción materialista de la historia implica el abandono de la idea de que la historia está regida y dominada por leyes que basta conocer y respetar para triunfar sobre la anti-Historia” (p. 18).
Hace mucho tiempo que los marxistas, los que lo eran y en cierto modo lo siguen siendo, abandonaron el tanto el materialismo histórico (en su versión determinista) como en el materialismo dialéctico. También comprendieron que el sujeto de transformación no existe, como entendió Marx, de forma dada sino que se modula a lo largo del tiempo. ¿Por qué triunfan unas revoluciones (o cambios sociales) y otras no? Por un proceso en cierto modo aleatorio. Son las circunstancias la que acaban propiciando la aparición de un sujeto de transformación, de ahí que el bloque nacional-popular que postula Blanco podría tener su momento, su encuentro (término muy utilizado por Alain Badiou), o no.
Lo que no cabe es abandonar la lucha de las ideas. En esto están de acuerdo los marxistas que quedan y los que fueron. Althusser con su filosofía “en última instancia, como lucha de clases en la teoría” (Elementos de auto-crítica, editorial Laia, p. 59). Sin materialismo todo esto no es posible porque, al final y en última instancia, “lo que importa [dice Althusser] en el modo de producción, más que tal o cual hecho, es el modo de dominación de la estructura sobre sus elementos” (Para un materialismo aleatorio, Arena Libros, p. 71).
Sin duda tiene razón el autor al pedir mirar más la parte más ontológica (nada que ver con el humanismo, elemento de la ideología dominante para desincentivar las transformaciones del sistema). El concepto de alienación, incluso en su versión más moderna en Guy Debord, sigue siendo fundamental para comprender cómo funcionan las cosas hoy. Pero sin esa mirada materialista ¿cómo entender y comprender los procesos de reproducción?, ¿cómo vislumbrar los elementos ideológicos que acaban actuando como elementos de dominación social?, ¿cómo entender los cambios estructurales en el sistema y que acaban teniendo una influencia en última instancia en lo cultural, lo ideológico, lo social-material? No se puede quitar lo materialista a Marx porque es quitarle el alma.
El capitalismo está lleno de contradicciones y ello posibilita que hoy Marx pueda ser utilizado por grupos, no esencialmente de izquierdas, para un cambio nacional-popular. El libro de Blanco es de sumo interés por este motivo. Cuando la clase dominante española (en todas sus fracciones) se ha lanzado contra eso que se ha dado en llamar neorrancismo o rojipardismo, destellos de esto existen en el libro, es porque el encuentro de clases es posible. Hay elementos de unión del presente-pasado (por decirlo en términos tomistas); hay elementos materiales; hay elementos geopolíticos; hay elementos de mera supervivencia…
Blanco lleva años luchando por este tipo de unión de los de abajo (el sujeto Siervo o Precariado de Fusaro) desde el mundo de la ideas. Una lucha para este tiempo de agotamiento civilizatorio y de esperanza hacia un futuro distinto y mejor. La unión de lo mejor de la tradición, lo mejor de la modernidad y lo mejor de lo espiritual contra un enemigo común: el capitalismo y su ideología dominante postmoderna. Esperamos poder ofrecer una entrevista en profundidad con el autor (culpa del articulista) para explicar todos estos detalles.
Compren el libro (lo agradecerán) y entren al debate.
Fuente: Diario 16