Javier Chanis Díaz
El lenguaje es como las matemáticas: cada palabra es una variante dentro de una fórmula cuya finalidad es transmitir una idea de un extremo (emisor) a otro (receptor); es lo que se encuentra en medio de ambos puntos y dominarlo no solo facilita exponer y compartir un pensamiento sino también su defensa en un debate de opiniones. Sin embargo, hay que considerar que un lenguaje limitado no necesariamente significa estar equivocado como tampoco la elocuencia concede ipso facto la razón. Recordemos que los charlatanes y los manipuladores poseen, sin duda alguna, el don de la palabra.
Esta reflexión ha surgido como resultado al presenciar un encuentro de opiniones entre terceros a raíz de un post controversial en una red social (y en donde cada cual está convencido de tener la razón y parecer inteligente es una tendencia que acapara nuevos seguidores) y en el que cada parte sustentaba su postura con argumentos, si bien opuestos, válidos. Pero las alarmas no se harían sonar sino cuando una de las dos partes implicadas, quizás para dar fin al debate, expresaría su respeto por la opinión ajena incluso sin compartirla y la otra le contestaría que eso era aún peor. ¿Peor? Cuando lo leí no pude evitar recordar las declaraciones en 2001 del que entonces era presidente de los Estados Unidos de América, George Bush, antes de iniciar la campaña militar en medio Oriente y Asia central contra el terrorismo: Quien no está con nosotros está contra nosotros.
Aquel enunciado que se hiciera dos décadas atrás con el que se le exigiría al mundo tomar posición de aliado o enemigo sin ninguna otra opción, pareciera ser hoy la piedra angular del pensamiento ordinario en algunos sectores de la sociedad civil occidental, donde no solo se exige el respeto a la opinión propia sino que además se otorgue la razón sin cuestionamiento alguno o de lo contrario podría acabarse convertido en blanco de intimidación y persecusión.
Parece curioso que sea en estas sociedades donde se ondea la bandera de la democracia y de las libertades fundamentales (en este caso, libertad de pensamiento, de conciencia, de religión y de expresión) precisamente donde se persiga a alguien por opinar diferente a la tendencia (la que no necesariamente es compartida por la mayoría pero curiosamente apoyada por los medios) y en donde el ser asertivo se convierte en una postura cada vez menos eficaz, cuando la respuesta a un respetamos su opinión pero no la compartimos es un sencillamente peor, una postura intolerante probablementne disfrazada de opinión argumentada científicamente
En una realidad donde el individuo apela cada vez menos al pensamiento crítico, o dicho con mayor certeza, se le priva del derecho de emitir juicios propios encausándosele hacia el tutelaje y a los juicios ajenos generalmente procedentes de personas supuestamente acreditadas en el tema, el sistema basado en el Estado de derecho y presunción de inocencia sustentado en la afirmación que el Hombre es bueno por naturaleza y por lo tanto presumiblemente inocente hasta demostrarse lo contrario mediante un proceso institucionalizado legalmente, pierde cada día más relevancia dando mas lugar a juicios subjetivos sumarios (precisamente privados de pensamiento crítico) similares a ajusticiamientos callejeros y cuyas consecuencias son exacerbadas oportunamente por los medios digitales.
En cuanto el Arte, al que nuestras ejemplares democracias han convertido en un mero instrumento para el cumplimiento de sus agendas, en la película Dzien swira (Día de un loco -2002-) del director polaco Marek Koterski, Adas, personaje principal de la trama dice algo fundamental: Son los poetas los que inician revoluciones, no al revés. Recordemos que durante la época soviética se acusaba al imperio comunista de utilizar las artes como herramienta política (conocido hoy como Arte Soviético), mientras que actualmente por ejemplo, Hollywood y algunas plataformas de entretenimiento visual aplican un criterio de selección de guiones de películas (al que dicen considerar el Séptimo arte) basándose más en si promueven los valores occidentales que en su propuesta artística. Mientras, no son pocos los que revestidos con la toga de artista fomentan movimientos y formas de pensamiento cuyo origen está en cualquier parte menos en el Arte. Que quede claro que el Arte es una forma de expresión personal del individuo con el don de la estética y que por lo tanto lo hace estéticamente subversivo. El artista es rebelde no por ser artista sino por la virtud de ver más allá del paradigma a través de la belleza.
En su novela El libro de la risa y el olvido Kundera hace referencia a la pérdida de la identidad y la memoria de las pequeñas naciones mediante la reescritura de su cultura y su Historia por naciones más grandes con una cultura más dominante. Cuando a principio de los 90's tras décadas de ocupación la Unión Soviética desocupa los países de Europa del este, resultó que los checos seguían siendo checos, los húngaros seguían siendo húngaros y los polacos seguían siendo polacos. Hoy, en esos países el idioma más hablado después del autóctono no es el ruso ni la fecha más celebrada tras el Día de Independencia es el 25 de octubre, sino el idioma y las celebraciones del más promientte defensor de la democracia, o dicho de otra forma, del país que junto a sus defensores promueve la libertades fundamentales, siempre y cuando estas libertades se ajusten a sus definiciones, mientras acusan de populistas, terroristas, totalitaristas, intolerantes, ignorantes o simplemente de incivilizados a todo aquel que no se ajuste a ellas. Ya lo resume la célebre frase de Henry Ford, el fundador de la Ford Motor Company: Un cliente puede tener su auto en el color que desee siempre y cuando sea en negro. Precisamente un claro ejemplo de cómo el don de la palabra puede ocultar una imposición.