Alexander Markovics
"La historia comenzó con los humanos inventando dioses y terminará con los humanos convirtiéndose en dioses". - Lo que parece la declaración de un megalómano es la opinión de uno de los pensadores más influyentes del mundo. Con más de 35 millones de libros vendidos y traducidos a 65 idiomas, el historiador israelí Yuval Noah Harari (*1976), que enseña en la Universidad Hebrea de Jerusalén, es uno de los pensadores más influyentes de nuestro tiempo. (Ex) políticos como Barack Obama y Angela Merkel se encuentran entre sus partidarios, el gobierno de Biden ha incluido sus pensamientos en su "Declaración de Derechos para la Inteligencia Artificial" y el FEM de Davos también escucha con entusiasmo sus pensamientos. Pero, ¿cómo es posible que un "profeta retrógrado" (Friedich von Schlegel) tenga tanta influencia?
La visión del futuro de Harari: un mundo sin personas
El propio Harari señala que la historia no sólo se ocupa del pasado, sino también del futuro. Y es precisamente el futuro de los humanos el que, según el transhumanista convencido, cambiará radicalmente: En el futuro, el mundo apenas estará poblado por seres biológicos. Los humanos podrán conectar sus cerebros directamente a Internet, véase el proyecto Neuralink de Elon Musk. El Homo Sapiens será sustituido por el Homo Deus, que estará total o parcialmente liberado de las limitaciones del cuerpo humano, es decir, un robot. Pero, ¿cómo es posible recrear o mejorar un ser tan complejo como el hombre? Según el historiador israelí, la clave es la evolución según Charles Darwin: los organismos no son más que algoritmos. En cuanto los sensores bioquímicos estén lo suficientemente avanzados -mucha gente utiliza hoy en día relojes de fitness para medir sus latidos y su presión arterial, por ejemplo-, será posible convertir los procesos bioquímicos del cuerpo y del cerebro en señales electrónicas que el ordenador pueda analizar. Como resultado, el algoritmo podría conocernos mejor que nosotros mismos, y dictar nuestra elección de profesión, estudios, pareja o incluso sexualidad.
El hombre 2.0: La dictadura del algoritmo
En este contexto, a Harari le gusta citar la negación de su propia homosexualidad, a la que sólo renunció a los 21 años. Al fin y al cabo, este proceso de "hackear" a los humanos también permite reconstruirlos y mejorarlos antes o después. El objetivo de esta revolución científica es la inmortalidad humana. Según el historiador israelí, el hackeo de los seres humanos no será posible en dos años, sino en 10 ó 20 años, por lo que establece el mismo plazo para la llegada de la Singularidad que el jefe de desarrollo técnico de Google, Raymond Kurzweil. Pero, curiosamente, Harari ve el mayor peligro no en Silicon Valley y la NSA -la Stasi del siglo XXI-, en EEUU y en el FEM que promueven esta agenda transhumanista, sino en "estados regresivos" como Rusia que han desarrollado una nostalgia por el pasado. En consecuencia, Harari advierte contra el hecho de que Rusia o Corea del Norte pongan sus manos en estas tecnologías y ofrece un oído comprensivo a los oligarcas de la tecnología en Occidente, como Bill Gates y Marc Zuckerberg, porque llegarían a tener "miedo de su propio poder". Sin embargo, dada la forma en que los gobiernos occidentales han mentido y manipulado a sus ciudadanos tras la lucha de COVID-19, esto parece muy dudoso para las personas con mentalidad patriótica. ¿Realmente queremos dar a los autoproclamados demócratas el control de nuestros cerebros?
El ser humano transparente - a través de la entrega voluntaria de datos a la dictadura
La argumentación de Harai parece aún más dudosa cuando no critica el desarrollo hacia el transhumanismo y la Revolución Industrial 4.0 en sí, que hará superfluos a millones de personas, sino que sólo quiere poner de su parte para que sea lo más "suave" posible. En consecuencia, explica perfectamente la lógica de las élites occidentales cuando dice que el recurso más importante del futuro no son las personas ni el trabajo, sino los datos. No en vano, WhatsApp y Twitter se vendieron por miles de millones. Los propios servicios son gratuitos, dice, pero sólo porque recogen una avalancha de datos sobre sus propios usuarios. Quien controlara la mayor cantidad de datos del mundo se convertiría también en el mayor poder.
Yuval Noah Harari: el Dr. Frankenstein del siglo XXI
Harari advierte con razón de un escenario sombrío, pero como transhumanista y defensor de principios de estos desarrollos tecnológicos, que presenta como inevitables, no puede evitarlos. Como muchos otros globalistas, Yuval Harari aboga por un gobierno mundial que evite el peligro de una dictadura de datos. Pero si se tiene en cuenta la agenda transhumanista y maltusiana que Harari y sus partidarios predican en el FEM junto con los dioses de las máquinas de Silicon Valley, parece que la pelota se para aquí. Son personas de su calaña que, gracias a sus contactos con multimillonarios y políticos de mentalidad globalista, pueden aplicar su programa transhumanista. La promesa de la vida eterna le sirve de cebo para lograr la hackeabilidad y manipulabilidad del hombre.
¿Ángel de la paz o transhumanista? Las dos caras de Elon Musk
El multimillonario Elon Musk entra en la sede del servicio de mensajes cortos Twitter. Anuncia a bombo y platillo en inglés a la conmocionada dirigencia liberal de izquierda que ha completado la compra de Twitter tras una larga batalla legal. Una foto suya entrando en la sede con un fregadero en los brazos va acompañada de sus palabras "¡Que se hunda! (¡Dejen que lo asimile!) en todo el mundo. Los periodistas y políticos políticamente correctos dieron rienda suelta a su rabia y desesperación, al igual que los activistas antiglobalización se alegraron. Musk, que liberó simbólicamente al pájaro azul de Twitter, ha sido considerado desde entonces como un defensor de la libertad de expresión. Logró una hazaña similar a los ojos de muchos opositores a la globalización con su llamamiento público para que Occidente inicie negociaciones de paz con Rusia, reconozca a Crimea como rusa y celebre votaciones supervisadas por la ONU en las regiones ocupadas.
Aunque éste es el "lado brillante" de Elon Musk que muchos patriotas adoran con razón, el sudafricano también tiene un lado oscuro. Su reacción cuando se le preguntó sobre el golpe de Estado de EE.UU. en Bolivia en 2020 es muy elocuente al respecto: "¡Golpeamos a quien queremos!" Poco después, borró su tuit cuando ya se había hecho viral. No le interesa la soberanía de otros pueblos si se interponen en el camino de sus intereses económicos, palabra clave el litio boliviano para las baterías de Tesla. Además, el propio Musk es un transhumanista convencido que quiere trasplantar el chip "Neuralink", aún en desarrollo, en cerebros humanos.
Aunque el propio Elon Musk subraya que quiere hacer a los humanos más poderosos que nunca, los críticos objetan que esto podría hacernos no sólo hackeables, sino también directamente controlables. Pero eso es sólo la cima de lo que el oligarca estadounidense quiere conseguir: el turismo espacial y los ciborgs también están en su agenda. Lo que tienen en común estos proyectos es su arrogancia: Musk, al igual que los demás "dioses de las máquinas de Silicon Valley", quiere superar los límites del hombre en todos los aspectos. Por lo tanto, es lógico que el propio Musk sea un entusiasta defensor del cambio climático y que también aparezca en los eventos del FEM dirigidos por Klaus Schwab, uno de los principales defensores del "Gran Reajuste".
En Davos, habló de la "cuarta revolución industrial" y de sus consecuencias. Asimismo, el excéntrico oligarca apoya la agresión occidental en Ucrania a través de Starlink. Él mismo se deja llevar por la facción "de derechas" del semillero tecnológico de Silicon Valley, que también está representada por el fundador homosexual de PayPal, Peter Thiel. Pero al igual que la facción "de izquierdas" en torno a Marc Zuckerberg y Raymond Kurzweil no representa los intereses de los estadounidenses de a pie, tampoco Musk es un campeón de la causa del pueblo. Al representar ruidosamente los intereses de otra facción del capital, véase Twitter, crea un caos en el sistema que los opositores a la globalización de todo el mundo pueden utilizar para sus propios fines. Elon Musk no es un héroe, sino simplemente un globalista con una capa de pintura diferente.