Un militar referente para abortar el golpe del 23-F
JESÚS GONZÁLEZ DEL YERRO nació el 25 de diciembre de 1916 en Burgos. Ingresó en la Academia de Infantería el 1 de febrero de 1936, después de realizar el primer curso de Ciencias Exactas.
El Alzamiento Nacional, iniciado el 18 de julio de aquel mismo año, le sorprendió pasando las vacaciones en la localidad segoviana de San Rafael, incorporándose de inmediato a las tropas franquistas, primero alistado como alférez provisional en las Brigadas Navarras y después como teniente en la IV Bandera de La Legión. Como él mismo ha señalado, terminó “haciendo la Academia en el frente de batalla”.
Recibió su bautismo de sangre de forma prematura, el 1 de agosto de 1936, al impactarle en un brazo la metralla de un bombardeo. Fue herido en combate en otras dos ocasiones, una de ellas de mayor gravedad al recibir un balazo que le atravesó el vientre.
Durante la Guerra Civil, el joven González del Yerro fue distinguido con la Medalla Militar Individual por su comportamiento en la campaña del Ebro, cuando siendo teniente legionario tuvo que asumir el mando de su compañía (la 16 de la IV Bandera) al caer mortalmente herido el capitán que la mandaba, batiendo al enemigo y tomando heroicamente la posición denominada “Los Catalanes”, situada en la localidad zaragozana de Quinto.
Ascendió a capitán en 1941, empleo con el que desde mayo de 1942 hasta julio de 1943 combatió en el frente de Rusia alistado en la “División Azul”, al mando de la 14 Compañía del 262 Regimiento, especializada en la lucha contra carros de combate. El 10 de febrero de 1943 participó en la sangrienta batalla de Krasny-Bor, en los arrabales de Leningrado, en la que 5.900 divisionarios españoles equipados con armamento manual se enfrentaron a 44.000 infantes soviéticos (cuatro divisiones) apoyados con artillería y carros de combate, consiguiendo mantener las posiciones y contabilizando casi 4.000 bajas frente a las 16.000 del enemigo.
De regreso en España, González del Yerro se diplomó en Estado Mayor (1946), pasando a ocupar plaza de profesor en la I Zona de la IPS (Milicias Universitarias) y en la Escuela Superior del Ejército. También se diplomó en Estado Mayor del Aire y en Operaciones Aéreas Combinadas. Durante su carrera militar estuvo destinado en el Regimiento de Infantería “Covadonga” y en el Inmemorial del Rey nº 1.
El 21 de julio de 1965, siendo teniente coronel, fue nombrado director general de Instituciones Penitenciarias por Antonio María de Oriol, entonces ministro de Justicia, puesto que dejó en septiembre 1970, ya ascendido a coronel, para cumplir las condiciones de mando. Durante esta etapa de actividad “política”, vivida militarmente en consonancia con la naturaleza del régimen y práctica de compatibilidad que después rechazó en el Estado democrático, prestó una notable ayuda para la consolidación del incipiente Servicio de Inteligencia que culminaría en el SECED dirigido por el teniente coronel San Martín.
De hecho, en su libro “Servicio Especial” (Editorial Planeta, colección Espejo de España, 1983), San Martín incluiría una breve semblanza suya en la que le describía como la amabilidad personificada y con dos grandes preocupaciones propias del momento: la desafección de la juventud por el régimen y el desarraigo monárquico. También reconocía que las propuestas que, ya en agosto de 1968, había trasladado personalmente a su ministro en relación con la subversión y la necesidad de conformar una Inteligencia del Estado moderna y acorde con los desafíos del futuro, situándola en el nivel más elevado del Gobierno, se anticipaban a lo que años más tarde terminaría siendo el propio SECED.
En octubre de 1972 ascendió a general de brigada, empleo en el que ocupó la jefatura de la Escuela de Estado Mayor del Ejército. En 1976 fue promocionado a general de división, siendo designado jefe de la División Mecanizada “Guzmán el Bueno” nº 2, con base en Sevilla, y después segundo jefe del Estado Mayor del Ejército hasta su ascenso a teniente general. Al ser ascendido a teniente general, el 15 de diciembre de 1978, se le nombró capitán general de Canarias.
En ese destino, y ostentando también el Mando Unificado del Archipiélago, vivió los controvertidos sucesos del 23-F, manteniéndose formalmente al margen de los mismos, pero con ideas bien conformadas durante los prolegómenos oficiosos del caso. De hecho, en los conciliábulos militares previos al golpe nunca dejó de ocultar su recelo personal hacia el general Armada, al que consideraba un político ambicioso (con el paso del tiempo le llegó a calificar como “un amigo y un caballero”), y la escasa perspicacia que observaba en Milans del Bosch. Su posición era sobradamente conocida en el entorno de la Zarzuela, razón por la que el Rey la utilizó como referente fundamental en la ronda de llamadas que ese día realizó a las distintas capitanías generales.
González del Yerro, hombre reflexivo y de pocas palabras, ya había expresado en 1979 su opinión sobre el lugar que corresponde a los militares, manifestando a la periodista María Mérida claramente: “El militar, al no ser político ni poder pertenecer a ningún partido, no tiene posibilidad de ostentar un cargo político”. No obstante, ese mismo año, con ocasión del 59 Aniversario de La Legión, que se celebró en Canarias el 20 de septiembre, bajo la presidencia del jefe del Estado Mayor del Ejército, teniente general Gabeiras, también manifestó su abierta repulsa “porque no se ve acción eficaz de autoridad contra el terrorismo”, provocando gran malestar en el Gobierno.
Es de tener en cuenta que el contexto de aquella manifestación era, en efecto, especialmente preocupante. El año 1979 había comenzado ensangrentado con el asesinato del general de División Constantino Ortín, gobernador militar de Madrid, tiroteado el 3 de enero en la puerta de su domicilio. Seguidamente, a finales de abril se inició una tremenda ofensiva de terror desarrollada conjuntamente por el GRAPO, las dos ramas de ETA (la militar y los “polimilis”), los comandos anticapitalistas y la extrema derecha. Su punto de mayor crispación se alcanzó en los meses veraniegos, con una inédita cadena de atentados contra el sector turístico en la que destacaron las tres bombas que el domingo 29 de julio explosionaron en el aeropuerto de Barajas y en las estaciones ferroviarias de Atocha y Chamartín, provocando cinco muertos y más de cien heridos.
Aquel año se produjo uno de los balances más trágicos de toda la reciente historia terrorista, saldado con 123 muertos, sólo superado con los 127 muertos de 1980 (al margen del atentado del 11-M). Algunas de aquellas operaciones terroristas tuvieron, desde luego, un impacto social especial, en concreto el secuestro frustrado de Gabriel Cisneros, diputado miembro de la Comisión Constitucional, que resultó gravemente herido, y la explosión de un artefacto de gran potencia en “California 47”, una céntrica cafetería madrileña, que provocó ocho muertos y cuarenta heridos. Con posterioridad a la citada declaración de González de Yerro, realizada el 20 de septiembre, todavía en el mes de noviembre tendría lugar el secuestro efectivo de Javier Rupérez, quien, como Gabriel Cisneros, también era diputado del partido gubernamental (UCD) y su secretario de Relaciones Internacionales.
Tras la intentona golpista del 23-F, Jesús González del Yerro estuvo a punto de ser nombrado presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor (PREJUJEM) por el último gobierno de la extinta UCD, en sustitución del teniente general del Aire Ignacio Alfaro. Finalmente, el presidente Calvo-Sotelo designó para dicho cargo al teniente general Álvaro Lacalle, entre otras razones porque González del Yerro habría de pasar forzosamente a la reserva activa en el verano de 1982, sin tiempo apenas para que se sustanciara el proceso a los militares golpistas.
Dentro de las Fuerzas Armadas se ha conceptuado a González del Yerro como un militar “duro”, de convicciones católicas muy arraigadas, profesionalmente muy sólido y ejemplo de rectitud en la mejor tradición castrense. Ha sido uno de los últimos líderes reconocidos dentro de la Institución Militar y de proclamada lealtad a Su Majestad el Rey. Quizás ello justifique algunos análisis periodísticos que de forma errónea le identificaban como el “elefante blanco” esperado por el teniente coronel Tejero el 23-F en el Congreso de los Diputados para que se hiciera cargo del Gobierno.
La verdad es que durante los prolegómenos del aquel fallido golpe de Estado, por las redacciones de diversos medios informativos circuló un panfleto anónimo relatando una entrevista de varios capitanes generales con Adolfo Suárez en presencia del Rey. Según se decía en aquella nota anónima, aprovechando una momentánea y conveniente ausencia de Su Majestad, los militares presentes le conminaron a dimitir, teniendo que llegar uno de ellos a poner su pistola encima de la mesa con objeto de minar la firmeza del presidente del Gobierno. Cuando el monarca se incorporó a la reunión, y más o menos encauzada con aquel fortísimo envite la previsible dimisión de Suárez, parece que las sombras iniciales del golpismo quedaron disipadas. Otra cosa es que la denominada “Solución Armada” siguiera caminando por otros derroteros.
Los rumores del momento asignaron la titularidad de aquella amenaza a Milans del Bosch, Merry Gordon y González del Yerro, quizás por ser entonces los capitanes generales más emblemáticos, pero filtraciones posteriores muy próximas al propio Suárez precisaron que los militares protagonistas del encuentro fueron los cuatro capitanes generales de Valencia, Valladolid, Sevilla y Zaragoza, todos ellos “vencedores” en la Guerra Civil y curtidos en la División Azul, como el propio González del Yerro.
Ajustado ciertamente a la realidad fue lo que, casi dos meses antes del 23-F, sucedió cuando Adolfo Suárez viajó a Tenerife para recibir en persona al presidente de Venezuela, Herrera Campins, según relatan José Díaz Herrera e Isabel Durán en “Los secretos del poder” (Temas de Hoy, 1994)). En un aparte de la recepción oficial ofrecida con tal motivo, González del Yerro aprovechó la oportunidad para advertir a Suárez con toda crudeza que, si continuaban “terrorismo, separatismo y pornografía” y los políticos “son incapaces de arreglar este estado de cosas”, el Ejército “en un momento u otro tendrá que intervenir”.
Por su parte, Jesús Prieto y José Luis Barbería, periodistas autores de “El enigma del Elefante” (Editorial El País-Aguilar, 1991) afirman en dicho texto que “el capitán general de Canarias se negó a secundar el golpe al saber quienes eran los que lo patrocinaban. Después de colocar a todas las fuerzas de la región en estado de alerta, incluida la Policía Nacional y la Guardia Civil, Del Yerro habló con el Rey y se puso a su disposición”. Nada, por tanto, de apoyar el hipotético golpe duro que según unos propugnaba el general Milans del Bosch, ni tampoco el golpe blando por el que, según otros, abogaba el general Armada (forzar una votación de los diputados secuestrados en el Congreso para elegir presidente de un gobierno de “salvación nacional”).
Aunque ya en 1981 Pedro Calvo Hernando había sido mucho más rotundo en su libro “Los ejércitos... más allá del golpe” (Planeta, Colectivo Democracia, 1981), señalando también que aquel 23 de febrero, González del Yerro fue el primer capitán general en llamar a la Zarzuela para respaldar al monarca: “Estuvo especialmente expresivo y contundente. Él era el verdadero líder dentro del Ejército. Su apoyo, por tanto, era especialmente valioso y más siendo espontáneo e inequívoco. Fue uno de los primeros síntomas de que el golpe estaba abocado al fracaso”.
Un liderazgo referencial que incluso afloraría en el propio sumario de la Causa 2/81 instruida para juzgar los sucesos del 23-F. En él consta la declaración judicial realizada por el capitán general de la VI Región Militar, con sede en Burgos, Polanco Mejorada, quien sugirió a Quintana Lacacci, al mando de la capitanía de Madrid, que, dada su amistad con González del Yerro, “interesara de éste que llamara al general Milans. Quintana me contestó que ya lo había hecho, pero que González del Yerro no había conseguido disuadirlo”.
Mientras tanto, el teniente general Pascual Galmes, capitán general de la IV Región Militar (Barcelona), llamó directamente a González del Yerro y, según se recoge en el mismo sumario, “éste le confirma que la Solución Armada (que se ofrecía para evitar una masacre en el Congreso) era inconstitucional”.
Todo ello concuerda, en todo caso, con la posibilidad prospectiva de que si el entonces capitán general de Canarias hubiera apostado a favor de la intentona golpista, liderándola o no, su resultado en cuanto al seguimiento militar hubiera sido otro muy distinto. Dicho de otra forma, su distanciamiento de la trama golpista durante el 23-F, fuera por la causa que fuere, resultó decisivo para el fracaso de la asonada.
El general González del Yerro, casado y padre de diez hijos, quedó en situación disponible (B) el 19 de agosto de 1982, que reglamentariamente acarreaba la pérdida de destinos de mando de armas. Cuatro años después, en 1986, pasó a la reserva.
En 2003 le fue concedido el Premio “Gran Capitán” (IV Edición), la mayor distinción que cada cinco años se puede otorgar en tiempo de paz a un oficial de Infantería. El acto de entrega se celebró en la ciudad de Córdoba el 25 de octubre de 2003, coincidiendo precisamente con el 550 Aniversario del nacimiento de don Gonzalo Fernández de Córdoba. Al recibir el galardón, materializado en una espada de honor réplica de la original del Gran Capitán, González del Yerro se lo dedicó a los dos primeros militares españoles caídos aquel mismo año en Irak, el capitán de navío Manuel Martín Oar y el sargento primero José Antonio Bernal Gómez.
En los últimos e intranquilos momentos de la vida del general Franco, dejó constancia ejemplar de su vocación de servicio a España y peso militar específico en una extensa entrevista concedida a Pilar Urbano siendo jefe de la Escuela de Estado Mayor del Ejército, publicada en el diario “ABC” (16/05/75). Su interés y alcance político se resumen en los sumarios que destacaba:
“El Ejército está unido”.“No estamos al margen de la dinámica social”.“El Ejército respaldará la sucesión, tal como las leyes fundamentales lo disponen”.“El Ejército no debe meterse en la arena política”.“El Príncipe [Juan Carlos] se identifica rotundamente con las esencias del militar”.“No se trata ahora de abrir trincheras en nuestro suelo, sino de ilusionar a las nuevas generaciones”.“El Ejército español no tiene sus fusiles para adornarlos con claveles, ni los claveles florecen en la embocadura de un fusil”.
Poco después, con motivo del fallecimiento del Generalísimo, no dudó en manifestar también con rotundidad la opinión castrense que le merecía: “El general Franco, como jefe de las Fuerzas Armadas, fue un militar excepcional. En plena juventud alcanzó empleos, condecoraciones y responsabilidades muy superiores a las normales para su edad. En todos ellos consolidó y acrecentó el inmenso prestigio que supo ganar casi desde el principio y que conservó prácticamente hasta el final de su vida”.
Dentro de esa misma línea de convicción y coherencia histórica, y ya con 92 años de edad, González del Yerro asistió a la misa oficiada el 1 de abril de 2009 en la iglesia madrileña de San Jerónimo el Real con motivo del 70 Aniversario del denominado “Día de la Victoria”. Coincidiendo con otra señalada conmemoración, la del Alzamiento Nacional, el diario “La Gaceta” (18/07/2011) publicó unas declaraciones suyas sobre la Ley de Memoria Histórica (Ley 52/2007, de 26 de diciembre), propiciada por el Gobierno de Rodríguez Zapatero, catalogándola como “una porquería” y “un despropósito”. En ellas sostenía que “no tiene sentido volver 70 años después a una guerra, sobre todo después de la Transición”, concluyendo: “Lo que pasa es que Zapatero es un analfabeto y no sabe ni lo que es la Memoria ni lo que es la Historia”.
FJM (Actualizado 05/09/2011)
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