Un duro tránsito desde el franquismo a la democracia
MANUEL GUTIÉRREZ MELLADO nació el 30 de abril de 1912 en Madrid. Huérfano de padre y madre a temprana edad, estudió el bachillerato elemental en el Real Colegio de las Escuelas Pías de San Antonio Abad de Madrid, gracias a la ayuda económica que le prestó su tío Saturnino Calleja, propietario de la conocida Editorial Calleja, casado con la hermana de su padre.
Ingresó en la Academia General Militar en 1929, cuando era dirigida por el general Franco (de esa II Promoción también formaron parte otros militares notorios como Manuel Cabeza Calahorra, Félix Álvarez-Arenas, Carlos Franco Ibarnegaray, Federico Gómez de Salazar, Tomás Liniers, Emilio Villaescusa...), pasando en 1931 a la recién creada Academia de Artillería e Ingenieros de Segovia. Entonces conoció a Carmen Blasco, con la que, más tarde, el 17 de febrero de 1939, contraería matrimonio.
El 15 de septiembre de 1933 dejó la academia segoviana con el empleo de teniente, ocupando su primer destino en el Regimiento de Artillería a Caballo de la denominada I División Orgánica, acuartelado en la barriada madrileña de Carabanchel. En esa unidad permaneció destinado hasta el inicio del Alzamiento Nacional y en ella coincidió con el entonces teniente coronel Ungría, a la sazón Jefe de su Estado Mayor y más tarde responsable del aparato de información e inteligencia de las fuerzas sublevadas. En estos servicios fue donde, en última instancia, Gutiérrez Mellado terminó viviendo la guerra civil española, no sin dejar un rastro de controversia que todavía hoy mantiene aspectos bien oscuros.
El coronel de Infantería y doctor en Historia, Fernando Puell De la Villa, describe con gran profusión de datos en su biografía del general Gutiérrez Mellado ya citada ("Gutiérrez Mellado, un militar del siglo XX: 1912-1995") un suceso sobrecogedor. En síntesis, cuando el I Cuerpo de Ejército de las tropas de Franco entró en Madrid (27 de marzo de 1939), la sección destacada del Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) asumió la misión de poner en manos de los tribunales militares a cuantos madrileños hubieran colaborado, en cualquier forma, con los gobiernos republicanos, en lo que dicho autor define como "la mayor operación represiva de nuestra historia contemporánea". En la obra citada, quien fuera colaborador directo del general Gutiérrez Mellado durante catorce largos años, puntualizaba aquellos sucesos con la siguiente literalidad:
... La ciudad se dividió en doce distritos, encomendados a Destacamentos de Policía Militar. El capitán Gutiérrez Mellado se hizo cargo del Distrito de Buenavista, correspondiente, en líneas generales, al Barrio de Salamanca y sus aledaños. Poco es lo que ha trascendido sobre su cometido específico en este período. Según el teniente coronel Bonel, el SIPM no recibió instrucciones concretas al ocupar Madrid y, por su propia iniciativa, dedicó sus hombres a "limpiar" la capital "de asesinos, cómplices y encubridores", desde el 28 de marzo hasta el 18 de mayo, "en preparación del desfile de la Victoria y visita de S. E. el Generalísimo". Durante este periodo, la Policía Militar detuvo a 11.900 personas y procedió a la incautación de una ingente cantidad de documentos. Naturalmente, para ello necesitó aumentar la exigua plantilla con la que había trabajado durante la guerra. A la vista del desarrollo posterior de los acontecimientos, alguno de los agentes reclutados no se caracterizó por su idoneidad y su actuación condujo al descrédito de todos.
Texto bien expresivo que su autor complementa con un pie de página no menos revelador: "En el Archivo Histórico Nacional, Sección de la Guerra Civil, que guarda los fondos del antiguo Servicio de Recuperación de Documentos, creado en Salamanca durante la contienda, se conserva una voluminosa carpeta que engloba varios procedimientos judiciales, incoados desde 1939 a 1941, contra diversos agentes del SIPM, entre ellos Gutiérrez Mellado. En la misma, bajo el título general 'Auditoria de Guerra de la 1ª Región Militar, Procedimiento Sumarísimo de Urgencia ni 102.862', aparecen cinco conjuntos documentales diferentes que ofrecen amplia información sobre las actividades de la Policía Militar en este periodo (AHN, SGC, carpeta 102.862, doc. 1º, fol. 94)".
Algunos de los sucesos protagonizados por Gutiérrez Mellado durante la guerra civil, serían ciertamente controvertidos. Entre ellos destacan la detención en Villaviciosa de Odón (Madrid) de los compañeros con los que pretendía pasarse a las fuerzas nacionales, de la que él mismo se libró; su ocultada afiliación a Falange Española y la documentación falsa a nombre de Teodosio Paredes, un soldado muerto en Aranjuez, que le había proporcionado un capitán del Regimiento de Artillería a Caballo fiel a la República.
Pero aquellos engorrosos episodios biográficos, no dejaron de verse complementados también con su implicación en algunos sumarios de temática procelosa, ya concluida la guerra civil. Los más significados se referían a la muerte del comandante de la Guardia Civil, y miembro del SIPM, Isaac Gabaldón; a la reivindicación promovida por el teniente coronel Francisco Bonel de su propio honor ante los rumores de que pertenecía a la masonería (jefe directo de Gutiérrez Mellado); a las acusaciones encubiertas que le señalaban como inductor del asesinato de Gabaldón y el que le responsabilizaba de ocultar pruebas que incriminaban a Bonel y a otros miembros del SIPM en relación con dicha muerte.
Otro sumario de menor importancia, fue el que se instruyó también contra varios jefes y oficiales del mismo servicio por avalar como "desplazamiento oficial" el viaje privado de Gabaldón a Talavera de la Reina (Toledo) el día de su asesinato, con la comprensible finalidad de no perjudicar la situación económica de su viuda...
El origen de todos aquellos extraños acontecimientos, fue en efecto el oscuro asesinato del comandante Gabaldón, responsable de policía militar de la I Región Militar y encargado del Archivo de Masonería y Comunismo (que agrupaba los documentos recopilados por el ejército de Franco en su avance durante la guerra), ocurrido el 29 de julio de 1939 en Talavera de la Reina. Junto a él, también fueron objeto de asesinato su hija, de 18 años, y su chófer.
De su comisión fueron acusados tres militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas. Entonces, y como represalia, 56 de sus afiliados, 43 hombres y 13 mujeres, fueron llevados a juicio ante un Tribunal Militar el 3 de agosto (expediente 30.426), con la imputación de reorganizar las Juventudes Socialistas y el PCE para cometer actos delictivos contra el "orden social y jurídico de la nueva España", siendo condenados a la pena de muerte por "adhesión a la rebelión". Todos ellos, entre los que se encontraban las jóvenes conocidas como "las trece rosas", fueron fusilados en la madrugada del 5 de agosto de 1939 junto a la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid, a 500 metros de la prisión de Las Ventas.
Una vez superadas aquellas contrariedades profesionales con el archivo de las actuaciones correspondientes, pero que no obstante constituirían la base para que los sectores más radicales de las Fuerzas Armadas intentaran su desprestigio al producirse la transición política, Gutiérrez Mellado obtuvo el diploma de Estado Mayor el 17 de diciembre de 1941. En el periodo reglamentario de prácticas fue destinado a la Capitanía General de Canarias con sede en Santa Cruz de Tenerife.
En noviembre de 1942 regresó a Madrid para cubrir una vacante en la Segunda Sección del Estado Mayor Central (Inteligencia del Ejército), en plaza de superior categoría hasta producirse su ascenso a comandante en abril de 1944. Su anterior experiencia en el SIPM, hizo que entonces se le asignara el quinto negociado del mismo, encargado de controlar a los extranjeros que entraban en España o residían en ella.
A mediados de 1944, la actividad de la Segunda Sección del Estado Mayor Central se concentró en la lucha contra los "maquis", debido al temor de que la represión ejercida por Alemania contra la resistencia francesa (en la que colaboraban muchos guerrilleros españoles), y luego la inflexión que se produjo en la contienda europea con el desembarco aliado en Normandía, alentaran un fortalecimiento de su presencia en la zona pirenaica.
En aquella ocupación intervinieron también otras dos personalidades bien conocidas en la España franquista: el entonces joven periodista Emilio Romero, que organizaba la propaganda informativa, y el doctor Luis González Vicén, que llegó a ser jefe de la Guardia de Franco. González Vicén ya había tenido experiencia en otras actividades secretas como responsable de los Servicios de Información e Investigación de Falange (SIIF) durante la guerra civil, cargo en el que protagonizó no pocas desavenencias con el Servicio de Información Militar (SIM) dirigido por el teniente coronel Ungría hasta que ambos se integraron en el Servicio de Información para la Policía Militar (SIPM), en noviembre de 1937.
Con ese nuevo escenario, en el verano de 1945 Gutiérrez Mellado fue destinado a los servicios de información del Alto Estado Mayor (concretamente a la "Comisión de Estadística" que encubría sus actividades de contraespionaje y que contaba con la adscripción de una comisaría de policía especial). Más tarde, la Tercera Sección del "Alto" abandonó las actividades contraguerrilleras y, con la cobertura de una nueva "Comisión de Estudios", se dedicó a organizar la red de inteligencia exterior, cuyas bases en Bélgica, Francia, Portugal y Suiza coordinó de forma personal entre los años 1946 y 1951.
En mayo de 1952 el comandante Gutiérrez Mellado pasó a ocupar un destino hasta entonces inexistente: el de enlace entre el Alto Estado Mayor y el Ministerio de Asuntos Exteriores. Transcurridos tres años, en septiembre de 1955 recuperó su vinculación al Arma de Artillería al obtener una plaza de profesor en su Escuela de Aplicación y Tiro (ubicada en el polígono madrileño de Fuencarral). Durante ese destino, se vio obligado a pluriemplearse en otras actividades privadas, como hacían otros muchos militares en aquella época, abandonándolo en el verano de 1956 para integrarse plenamente en la vida civil acogido a la situación de supernumerario, en la que obtuvo el ascenso a teniente coronel (1957).
Este paréntesis en su dedicación militar duró siete años (1956-1963), durante los que primero trabajó en una empresa dedicada a la venta e instalación de calefacciones y, a continuación, en una comercializadora de semillas. Si bien pudo solventar inicialmente las necesidades de su economía familiar, esta experiencia constituyó a la postre un enorme fracaso que le produjo una grave depresión personal necesitada de tratamiento médico. En aquella época contó con la ayuda incondicional de José Gabeiras, artillero como él, a quien más tarde compensaría con creces nombrándole Jefe del Estado Mayor del Ejército (JEME) sin méritos objetivos para ello.
Obligado por las circunstancias a pedir el reingreso en el Ejército, el 18 de noviembre de 1963 optó por ocupar una vacante de profesor en el cuadro permanente de la Instrucción Premilitar Superior (IPS) que encuadraba las denominadas "Milicias Universitarias", destino en el que realizó el curso de promoción al generalato (enero a junio de 1965). El 18 de agosto de 1965 ascendió a coronel, siendo nombrado entonces jefe de la Tercera Sección (Operaciones) del Estado Mayor Central. A continuación, en junio de 1968, estuvo al frente del Regimiento de Artillería de Campaña nº 13, que fue el primer destino en el que ejerció el mando militar directo desde que antes de la guerra civil fuera teniente bisoño en el Regimiento de Artillería a Caballo de Carabanchel.
Gutiérrez Mellado ascendió a general de brigada el 20 de marzo de 1970, ocupando plaza como profesor principal en la Escuela de Altos Estudios Militares (ALEMI), dependiente del CESEDEN, dirigido a la sazón por el general Manuel Díez-Alegría. Esta designación le permitió asistir a la Escuela Naval de Postgraduados de Monterrey, en California.
En esa situación, fue reclamado por el propio Díez-Alegría para que el 19 de febrero de 1971 se incorporara al Alto Estado Mayor, cuya jefatura acababa de asumir. Entonces le nombró responsable de su Primera Sección, compartiendo con él cuatro años de estrecha relación personal en los que se fraguó la última y notoria etapa de su vida profesional, periodo en el que, sin abandonar ese mismo destino, ascendió también a general de división (febrero de 1973).
Fue justamente el traumático cese del teniente general Díez-Alegría como Jefe del Alto Estado Mayor, motivado realmente por la torpeza de ser el candidato tapado de la UMD para ocupar un alto cargo en el hipotético nuevo "gobierno democratizado" que este movimiento hubiera podido auspiciar, lo que terminó acelerando su imparable ascensión dentro del generalato con reconocido futuro político.
Con el nombramiento de Fernández Vallespín como nuevo jefe del "Alto", todavía cobró más relevancia la figura de Gutiérrez Mellado, quien entonces se convirtió en su secretario general técnico y en alma mater del mismo. Y es justamente en esos momentos de vacío o indecisión en las expectativas del liderazgo militar, cuando la prevista alternativa de sucesión a Franco, encarnada en el rey emergente, fija su atención en el general que, integrado en el sistema pero con insatisfacciones personales bien acusadas, representaría una imagen de "continuismo reformista" en el entorno castrense muy conveniente para la estrategia de reconducción del régimen.
Y ello aunque durante los últimos meses de la vida del Generalísimo y primeros del acceso del rey Juan Carlos a la Jefatura del Estado (julio de 1975 hasta marzo de 1976), Gutiérrez Mellado quedase "apartado" del protagonismo coyuntural en un destino de gran relevancia militar: jefe de la Comandancia General de Ceuta, cargo que llevaba aparejada la correspondiente Delegación del Gobierno. Tal vez, aquel nombramiento tuvo el objeto de enriquecer su hoja de servicios, preparando su acreditación en el eje político-militar sobre el que giraría la desintegración del franquismo.
Aquel fue un periodo de capilla personal para quien, por decisión directa de Su Majestad, legitimado al efecto en el régimen anterior y ostentando el máximo rango efectivo de capitán general de los tres ejércitos, asumiría a continuación la dirección y el protagonismo militar del cambio político.
Y también fue el momento en el que se consuma la alianza del soberano con sus validos instrumentales, Suárez y el propio Gutiérrez Mellado, ambos reticentes y descreídos con el franquismo al que habían servido, para reconducirlo en la lealtad hacia la monarquía de nuevo cuño. Un proceso que se mantiene hasta la consunción de la UCD y la instigación del golpe del 23-F, cuya consecuencia inmediata (la mayoría parlamentaria absoluta alcanzada por los socialistas en las elecciones legislativas del 28 de octubre de 1982) marca en la práctica el fin de la Transición.
Mientras Gutiérrez Mellado vivía en aquella plaza norteafricana de Ceuta los sucesos de la "marcha verde" marroquí sobre el Sahara español, tampoco dejaba de mantener fundadas expectativas para ocupar la Vicepresidencia para Asuntos de la Defensa en el primer Gobierno de la Monarquía presidido por Carlos Arias Navarro. Aunque temiendo al mismo tiempo que el 30 de abril de 1976 finalizara su vida militar en activo sin ascender a teniente general. Un temor disipado con el fallecimiento del capitán general de Barcelona, Salvador Bañuls, que propició su promoción automática al originarse la vacante preceptiva y su nombramiento simultáneo (el 18 de marzo) como capitán general de la VII Región Militar con sede en Valladolid.
Casi sin poder asentarse en el nuevo destino, el 4 de junio inmediato fue nombrado Jefe del Estado Mayor Central, cuando el teniente general Villaescusa dejó ese cargo para ocupar la Presidencia del Consejo Supremo de Justicia Militar. Y prácticamente en paralelo, todavía sin incorporarse a su nuevo puesto en Madrid, el flamante presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, le ofrecía la cartera de Gobernación, que rechazó al no considerarse adecuado para ese cargo, siendo entonces ocupada por Rodolfo Martín Villa.
La ya meteórica carrera de Gutiérrez Mellado culminaría el 21 de septiembre de 1976, cuando fue nombrado Vicepresidente Primero del Gobierno para Asuntos de la Defensa en sustitución del teniente general Fernando de Santiago, designación que se mantendría hasta el 26 de febrero de 1981 durante los sucesivos gobiernos presididos por Adolfo Suárez.
Una de las primeras decisiones que tomó al asumir aquel importante cargo, fue la reconducción de los Servicios de Inteligencia hacia el Ministerio de Defensa (antes estaban residenciados en el Ministerio de Presidencia) con la creación del CESID (Real Decreto 1558/1977, de 4 de julio), abriéndolos de inmediato a la invasión del militarismo elitista resguardado hasta entonces en el mismo Alto Estado Mayor donde él estuvo destinado varios años. Además, puso al frente del nuevo organismo a un artillero de su máxima confianza, el general José María Bourgón, quien rápidamente, con ocasión del "desorden" militar producido en el funeral del general Constantino Ortín asesinado por ETA, demostró la escasa complacencia que le producía el tránsito político en marcha.
Aquel emergente CESID, organizado y detallado en todos susaspectos por Gutiérrez Mellado y sus colaboradores del "Alto", llegó a propiciar que dos de sus agentes más inquietos, el capitán Peñaranda y el comandante Faura, elaborasen un análisis político del plan político-militar que en 1958 produjo el advenimiento de la V República en Francia, con la simulación de cómo esa misma estrategia podría reproducirse en España si una situación de inestabilidad similar lo hiciera aconsejable. Aunque el atrevimiento no quedaría ahí.
Con ocasión de la visita protocolaria girada por Agustín Rodríguez Sahagún, a la sazón ministro de Defensa, al CESID, entonces con la sede central ubicada en el Paseo de la Castellana 5, y ya con el teniente coronel Javier Calderón en el cargo de secretario general, sus directivos le mostraron con gran complacencia aquel ejercicio de aproximación golpista. Su inmediata y lógica reacción fue ordenar el traslado urgente de los autores fuera de la institución, en destinos menos propicios para alentar sus calenturientas veleidades. El ministro, que fue el primer civil puesto al frente de tan delicado Departamento en la nueva etapa democrática, reconocería ante el propio Gutiérrez Mellado la perplejidad que le produjo aquel suceso, sin acertar a calificarlo de simple estupidez o de amenaza encubierta.
Toda aquella evidente regresión filosófica, organizativa y práctica de los Servicios de Inteligencia, concluiría nada menos que con su implicación en el golpe del 23-F, un acontecimiento "cantado" que prefirieron alentar en vez de desmontar. De hecho fue precedido de un incomprensible impasse de seis meses durante los que el vicepresidente del Gobierno no tuvo el menor interés por cubrir la vacante del segundo director general del CESID, Gerardo Mariñas, que ocupó el cargo desde mayo de 1979 hasta agosto de 1980, desde luego muy conveniente para el descontrol interno que requerían sus agentes involucionistas...
El 8 de junio de 1984, con Felipe González al frente del primer gobierno socialista, el teniente general Gutiérrez Mellado fue nombrado miembro permanente del Consejo de Estado. Ese cargo le permitió despejar sus complejos de inseguridad económica (olvidar preocupaciones económicas hasta el final de sus días, según testimonia Fernando Puell).
Dos años más tarde, el 15 de septiembre de 1986, se constituyó la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), entidad tutelada por doña Sofía de Grecia en la que Gutiérrez Mellado ocupó la Presidencia hasta la fecha de su fallecimiento. Este luctuoso suceso se produjo el 15 de diciembre de 1995 en el accidente automovilístico que sufrió en Alcolea del Pinar (Guadalajara), cuando se dirigía a Barcelona para pronunciar una conferencia en la Universidad Ramón Llull.
Como referente final de los sentimientos encontrados que en el ámbito castrense ha producido la figura de Gutiérrez Mellado, quizás convenga reproducir en este resumen biográfico no autorizado el juicio que le dedicó Javier Fernández López ("El Rey y otros militares", Editorial Trotta, 1998), militar y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Zaragoza:
... Con luces y sombras fue un militar necesario. Si no lo hubiese hecho él, otro tendría que haber asumido esa función. Su colaboración con Adolfo Suárez fue muy beneficiosa pero sus muchos errores empañan una labor que pudo ser magnífica. El susto de la legalización del Partido Comunista se pudo haber evitado con dotes de mando y menos prepotencia. El incidente con el general Atarés en Cartagena no debió ocurrir nunca. El nombramiento del general Gabeiras para JEME se hizo de forma muy desafortunada. El nombramiento del general Torres Rojas como jefe de la División Acorazada, afortunadamente corregido antes de un año, demostró una muy mala información sobre sus subordinados. El incidente de Ceuta se zanjó con sanciones no ajustadas a derecho y desproporcionadas y le granjeó enormes antipatías. Los oficiales de la UMD siempre esperaron su apoyo una vez instaurada la democracia, lo que no obtuvieron, o al menos no como debió ser. La modificación de la postura de UCD ante la posible aprobación de una amnistía efectiva para los expulsados del Ejército por pertenecer a la UMD fue, tras una intolerable presión de altos mandos del Ejército, facilitada y avalada con su presencia por el general Gutiérrez Mellado. El nombramiento del general Milans del Bosch como capitán general de la Tercera Región Militar, responsabilidad que asume como propia, es otro ejemplo más de lo que venimos sosteniendo. Fueron demasiados errores para que se pueda valorar su actuación de forma tan favorable como desearíamos.
En su libro "Servicio Especial" (Editorial Planeta, 1983), José Ignacio San Martín también valoró a Gutiérrez Mellado con atributos muy dispares, considerando la relación que ambos mantuvieron durante su destino al frente del SECED. Junto al reconocimiento de sus conocimientos y claridad mental, tanto en materia de defensa nacional como en información, su amena conversación y su "aperturismo" político, más o menos en línea con Fraga, recoge las siguientes impresiones:
... En el fondo le gustaba la política... y menos en el fondo albergaba la esperanza de que si llegaba a teniente general podría ser jefe del Alto Estado Mayor o, incluso, ministro de Defensa, para lo cual tanto se "dejaba querer" como "se dejaba ver", manteniendo relaciones con el ministro de Planificación, acercándose a Fraga, a quien visitó en GODSA, y siguiendo sus conversaciones con el SECED. De ahí que en el primer Gobierno de la Monarquía pudo haber sido vicepresidente, puesto al que renunció por no ser teniente general.
Tenía un gran prestigio. "El Guti" era querido y respetado en la colectividad militar. ¡Lástima que la rueda del destino le llevara por otros derroteros! Ha ido quedándose con muy pocos amigos entre sus compañeros. Si piensa que él tiene razón y, los demás, la mayoría, nos equivocamos, es que está poseído de la soberbia, vicio que desconocía en él.
Su sentido de la subordinación y sus reacciones destempladas ante cualquier contrariedad le traicionaban hasta convertirle en otro hombre. Y "el Guti" tan querido por sus compañeros iría siendo abandonado hasta el punto de convertirse en el "señor Gutiérrez" para muchos. Al hacerse cargo del Estado Mayor Central del Ejército despertó grandes esperanzas. Le ha hecho daño, mucho daño, el salto a la política, en donde se ha quemado y...
Se le identifica con Cassola. Fue González Suso quien se lo dijo: "Eres como Cassola. Hasta bastante después de tu muerte, nadie te reconocerá lo que has hecho por las Fuerzas Armadas". Yo no comparto esa opinión. La historia le juzgará, y nada más.
Entre las muchas distinciones de que fue objeto este controvertido militar, situado a caballo entre el franquismo y la democracia, destaca la Orden del Mérito Constitucional que le concedieron las Cortes Generales en diciembre de 1992. Año y medio después, y en situación ya de segunda reserva, el Consejo de Ministros del 27 de mayo de 1994 le promovió a Capitán General del Ejército de Tierra, con carácter honorífico, "en atención a sus excepcionales méritos personales y profesionales". El broche de oro de los reconocimientos que se le hicieron al final de su vida, lo puso la propia Corona otorgándole el marquesado de Gutiérrez Mellado.
FJM (Actualizado 05/09/2011)
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