Las imágenes y puesta en escena del ‘Concierto por la Libertad’ celebrado el pasado 29 de junio en el Camp Nou -un escenario mítico acostumbrado a las grandes gestas deportivas-, incluido el espectacular mosaico que se formó en las gradas con el slogan Freedom Catalonia 2014 (reproducido en la universal lengua inglesa para que el mensaje llegara mediáticamente con mayor facilidad a todo el mundo), fueron arrolladoras, se quiera o no se quiera reconocer, y por ello sin duda preocupantes.
Más de 90.000 personas abarrotaron el estadio (las gradas y el terreno de juego) con una sola voz y con una sola bandera (las del independentismo), respondiendo así a la llamada de diversas organizaciones civiles catalanas para reivindicar el derecho a decidir democráticamente sobre su propio futuro. El concierto contó con el apoyo de los partidos soberanistas y, aunque Artur Mar estuviera ausente por celebrarse ese mismo día la boda de su hija en la isla de Menorca, el Govern de la Generalitat cerró filas con la presencia ostensible en el acto de sus personalidades más significativas, encabezados por la vicepresidenta Joana Ortega (militante de Unió Democràtica de Catalunya).
LO QUE RAJOY Y SU GOBIERNO SE HAN PASADO POR LA FAJA
A falta de reacciones políticas adecuadas, parece que Rajoy y su Gobierno no se han querido enterar del significado ni del éxito de lo acontecido en el Camp Nou, que fue mucho más que un concierto, o que -más propio de ellos- se lo han pasado alegremente por la faja. Pero por su escenario desfilaron hasta 450 artistas llegados de todo el mundo, incluidos algunos tan curiosos como Ramoncín, Dyango, Peret o Paco Ibáñez, de quienes nunca se supo que cuestionaran la unidad de España.
Tras más de seis horas de actuaciones, un estadio emblemático puesto en pie vivió un final apoteósico de la mano del también simbólico cantautor Lluis Llach, interpretando su tema Tossudament alçats ("Tozudamente en pie"). Sin duda alguna, el ‘Concert per la Llibertat’ del 29 de junio de 2013, con su estudiado y agresivo Freedom Catalonia 2014 lanzado a los cuatro vientos, ha marcado un hito en la decidida ruta emprendida por el president Mas hacia el referéndum soberanista.
La presencia abrumadora de banderas ‘esteladas’ y las consignas coreadas de forma unánime por el público asistente, dejaron bien clara, en efecto, la inequívoca reivindicación independentista del acto. Pero haciendo evidente también la sutil intención de los organizadores de presentar el ejercicio del derecho a decidir no como una opción política, de una parte más o menos significada de la sociedad catalana, sino como la reivindicación de un ejercicio democrático básico y universal.
También hay que destacar que el formato musical escogido fue el adecuado para el público que finalmente asistió al concierto, en su gran mayoría familias y parejas y no tanto jóvenes conflictivos. Nadie, excepto el personal de seguridad, se situó cerca del escenario y de su valla de protección, permaneciendo los espectadores sentado durante gran parte del evento y manteniendo siempre un comportamiento cívico y controlado en todos los aspectos.
Muriel Casals, presidenta de Òmnium Cultural (entidad creada en 1961 para promover la identidad nacional y la independencia de Cataluña), organizadora del concierto junto a la Assemblea Nacional Catalana (ANC), lo dejó muy claro desde el inicio de su intervención política: “Estamos aquí para dar a conocer nuestra causa, que es la causa de Catalunya y también, sobre todo, la causa de la democracia. Estamos aquí para afirmar que queremos ejercer la democracia sin barreras”.
El objetivo de esta movilización tan multitudinaria pretendía, por supuesto, popularizar el soberanismo dentro de Cataluña. No obstante, casi todas las intervenciones estuvieron prácticamente destinadas a la sociedad española y a la comunidad internacional; hasta el punto de que Casals reconociera: “Queremos construir unas relaciones fraternales con las mujeres y los hombres de España y con los ciudadanos del resto de Europa”.
Con esta estrategia, el momento culminante del concierto llegó poco antes de la medianoche, cuando, con el himno de Els segadors de fondo, se compuso el espectacular mosaico que ofrecía la imagen de un estadio abanderado con el lema Freedom Catalonia 2014, reproducido no en catalán sino en inglés, como reclamando al mundo su solidaridad con la causa y buscando aliados internacionales que faciliten la consecución del objetivo independentista. Así, y conscientes de su gran efecto mediático, las pantallas gigantes del Camp Nou emitieron un vídeo oportunista del secretario general de Naciones Unidas, Ban-ki-Moon, apostando por el diálogo y el respeto a la libre voluntad de los pueblos junto a una bandera de Andorra.
Las pancartas más llamativas estaban, como decimos, tendenciosamente escritas en inglés: “Catalonia, Europe's next state”, varias de “Freedom for Catalonia” y una de “Catalonia is not Spain”. Sin embargo, considerando tanto las intervenciones políticas desde el escenario como los aplausos del público, se puede decir que hubo un esfuerzo generalizado de ocultar cualquier sentimiento antiespañol, con grandes aplausos a los cantautores no catalanes y de forma especial a todos los artistas que intervinieron en castellano o en gallego.
La presidenta de Òmnium Cultural dejó muy clara esta idea: “Somos un país de mezcla, de gente que ha llegado de todas partes”. Y añadió que “no queremos imponer nada, hemos sufrido demasiadas imposiciones y sabemos que vivir en libertad consiste en saber respetar a quien piensa diferente”, concluyendo: “Apelamos a todos los demócratas de dentro y de fuera de Catalunya. En el siglo XXI, nadie puede prohibir un referéndum democrático”.
Pero la intervención de Muriel Casals también incluyó un toque de atención a los representantes políticos catalanes: “Deben concretar un camino que es complicado, pero que no puede aplazarse... Han de ser conscientes de las expectativas que se han generado y que necesitan ser concretadas en el calendario y es hora de avanzar unidos dejando de lado las discrepancias”…
La significación política del ‘Concert per la Llibertat’ (a oídos sordos no sólo del Gobierno sino también de la Oposición e incluso de la Corona), quedó evidenciada con toda claridad cuando la vicepresidenta del Govern, Joana Ortega, que fue la más alta representación institucional en el acto, respondió sin arredrarse a los periodistas qué le preguntaron sobre su presencia en un evento de tan evidente tono independentista: “Este acto es un clamor de libertad, ha venido quien ha querido y pone de manifiesto la voluntad de un pueblo que quiere decidir su futuro colectivo”. Antes, el propio líder de UDC, Josep Antoni Duran i Lleida, que no asistió al concierto por razones de agenda, tampoco quiso quedar fuera de juego y publicó en su cuenta Twitter la siguiente declaración: “Hoy es el concierto por la libertad a favor del derecho a decidir. No puedo ir por compromiso previo, pero comparto esta reivindicación”.
La celebración del concierto fue duramente criticada por dirigentes del Partido Popular de Cataluña (PPC) y de Ciutadans. Alicia Sánchez Camacho lo calificó de “aquelarre independentista” y de “concierto de la ruptura, de la exclusión y de la división de todos los catalanes”, mientras Albert Rivera lamentaba además que se hubiera destinado dinero público “a la cobertura de un concierto independentista, con un fuerte contenido político y para separar a Cataluña del resto de España” (la organización negó cualquier aportación o ayuda pública).
Ambos políticos españolistas fueron replicados de inmediato por Ramón Espadaler, el político de UDC actualmente conseller de Interior, quien manifestó que el ‘Concert per la Llibertat’ no fue más que “una expresión democrática y cívica sin voluntad de fraccionar”, mientras que en la página web del partido se definía como “un gran acontecimiento de país”, que defiende el “clamor de la sociedad civil para reclamar, a través del lenguaje universal de la música, el derecho del pueblo catalán y de todos los pueblos del mundo a poder decidir libre y democráticamente el propio futuro”.
Se ha dado la circunstancia de que esta reivindicación fue precedida de unas declaraciones realizadas por Duran i Lleida de signo muy contrario, inmediatamente olvidadas como es su costumbre, cuando el líder de UCD se creía a salvo de las periodistas. En un almuerzo celebrado en la residencia del embajador de los Países Bajos en España, aseguró que “quien diga que Cataluña puede ser un Estado independiente dentro de la UE, miente” y, más tarde, durante una reunión con miembros de su propio partido, criticó duramente las reivindicaciones independentistas de ERC, asegurando que dicho formación política no tenía “ni puta idea” -y quizás llevara razón- de lo que suponía la responsabilidad de gobernar.
Por su parte, Jaume Collboni, portavoz del PSC, aseguró una vez concluido el concierto había quedado claro el objetivo de defender no la consulta soberanista, como se había anunciado inicialmente, sino la independencia. No obstante, se quiso desmarcar de la línea crítica del PPC y de Ciutadans, declarando en rueda de prensa: “Nosotros mostramos todo nuestro respeto a los organizadores, artistas y ciudadanos que participaron en este concierto. No pensamos de ningún modo que fuera un aquelarre y creemos que este tipo de declaraciones son impropias de políticos democráticos”.
El portavoz socialista añadió en ese mismo tono ambiguo: “El concierto representa a una parte importante de la opinión pública catalana que hay que tener presente, cuyo objetivo evidente es la independencia. A nosotros nos hubiera gustado que la convocatoria y el mensaje pusieran el acento en el derecho a decidir, que es lo que más une a los partidos y ciudadanos”…
ENTRE LA COMPRENSIÓN Y LA INCOMPRENSIÓN DEL PROBLEMA
La realidad contrastada con el ‘Concert per la Llibertat’, es que, al día de la fecha, el movimiento independentista catalán se organiza, se consolida y ya no puede decirse que sea minoritario. De hecho, la política catalana ha entrado en una dinámica inédita hasta ahora en la historia del catalanismo político nacido en el siglo XIX, impulsada por la experiencia negativa de los últimos años con la reforma estatutaria y del sistema de financiación, que ha llevado a buena parte de los catalanes a concluir que su futuro colectivo más o menos próximo pasa por la desvinculación de un Estado en el que el país catalán se vio incluido coactivamente hace más de tres siglos.
Paréntesis: A grandes rasgos, y sin ánimo de polemizar sobre la historia de Cataluña, su primer intento secesionista data de 1640, con la ‘Guerra de los Segadores’ o el ‘Corpus de Sangre’ de por medio. Después, durante el reinado de Felipe V, en 1716 vendría el decreto de Nueva Planta que abolió las instituciones y libertades civiles catalanas y, más tarde, el nacimiento del ‘catalanismo político’ a partir del Primer Congreso Catalán (1880) impulsado sobre todo por Valentí Almirall… Es decir, que la cosa viene de lejos y con su propia historia a cuestas…
Se quiera entender o no, hoy las reivindicaciones soberanistas remiten a la incomprensión (para algunos ‘hostilidad’) política y jurídica mostrada por las instituciones del Estado (el Gobierno de la Nación, los altos tribunales -el Supremo y el Constitucional-, el Defensor del Pueblo…) y por la posición interesada de los dos grandes partidos nacionales (PP y PSOE). Vinculada, claro está, al “pacto fiscal con efectos de concierto económico” impulsado por el actual Gobierno de la Generalitat, cuyo fracaso definitivo no dejaría de realimentar la oleada independentista.
Y también hoy, nadie en el PP ni en el PSOE se plantea contra argumentar de forma razonable y razonada las tres ideas básicas sobre los que se viene promoviendo una Catalunya independiente: 1) la creencia de que generaría mayor riqueza económica, alcanzando niveles de bienestar similares a los de los países socialmente más avanzados; 2) la creencia de que constituiría un Estado democrático más avanzado que el español, favoreciendo más los derechos de las minorías y la solidaridad internacional; 3) la creencia de que sería una sociedad más abierta al mundo y con toda su personalidad plenamente reconocida.
Quizás, algo de razón puede llevar Duran i Lleida al propugnar en su blog la conveniencia de que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tome nota de la relación con Escocia que mantiene el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, y haga una “propuesta atractiva” a Cataluña. De hecho, Duran señaló que, mientras Cameron intenta atraer a los escoceses a la causa británica, haciéndoles ver que vivirán mejor unidos y sin reprochar a nadie sus aspiraciones de separación, Rajoy “provoca adeptos a la causa independentista, hartos de tanta superioridad y maltrato”.
El líder de UDC citaba, como vías del Gobierno para retirar competencias a Cataluña, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) del ministro de Educación, José Ignacio Wert, y el paquete de medidas propuestas por la CORA (Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas), y resumía: “Cameron seduce y Rajoy genera rechazo”. Por ello, considera que Rajoy debe tomar la iniciativa y plantear “una propuesta atractiva al pueblo catalán, que, mayoritariamente y por encima de todo, no quiere diluir su identidad”, lamentando que no haya acudido a la Generalitat a tratar el tema ni haya puesto una alternativa sobre la mesa a la consulta que “mayoritariamente” quiere la comunidad catalana...
Claro está que, frente a la solución negociada, o si se prefiere ‘pactista’, el conjunto del Estado español también podría afrontar, con las consecuencias derivadas, una reforma constitucional que recondujera el actual desvarío competencial del Estado de las Autonomías. Por supuesto, sin dejar de reconocer las especificidades y singularidades históricas y culturales de Cataluña y el País Vasco, junto con otras igual de razonables como las forales de Navarra o las ultra-periféricas de Canarias…
Así se evitarían muchos lamentos perfectamente comprensibles, como el más reciente de Landelino Lavilla recogido por Victoria Prego en una entrevista publicada en El Mundo (23/06/2013): “Se está deshilachando el país y eso es mucho más grave que la crisis económica”…
O como los más agresivos y dramáticos que en el mismo medio informativo ha expuesto el profesor Jorge de Esteban en un extenso artículo titulado “Hacia la independencia catalana”, publicado en dos partes (el 28 y el 29 de junio de 2013). Se inicia de esta forma:
Hay algunos que piensan que la política soberanista de Artur Mas y colaboradores no es más que un señuelo para poder seguir esquilmando al Estado. Otros creen que lo que dice y hace el presidente Mas va en serio, y que el camino emprendido conducirá hasta la independencia. Por último, hay un tercer grupo de observadores que piensan que el líder catalán compagina ambas posturas, mientras que se mantenga el dontancredismo o dejación tradicional de los Gobiernos de Madrid. Ahora bien, esta pasividad que consiste en dejar que las cosas sucedan, puede llegar a convertirse incluso en una ‘pasividadactiva’. Según la cual no se hace nada, pero se ayuda estúpidamente a los nacionalistas para que consigan su objetivo. En efecto, los franceses utilizan la frase “trabajar para el rey de Prusia”, en una de sus varias acepciones, para describir la situación en que se trabaja en interés de un tercero, sin obtener nada en provecho propio. Con ello quiero decir que los diferentes Gobiernos (salvo el de Leopoldo Calvo-Sotelo) y, en algunos casos, el Tribunal Constitucional, han adoptado durante años medidas que beneficiaban a los nacionalistas catalanes, en perjuicio, a veces, de los intereses generales de España. Así las cosas, después de 35 años de llevar a cabo una política absurda, el llamado problema catalán se halla más agudizado que nunca. Para comprender mejor dónde estamos, conviene distinguir seis peldaños en la escalada hacia la independencia de los nacionalistas catalanes…
Artículo en dos entregas que, después de desgranar una vez más sus conocidos argumentos sobre la necesidad de reconducir el Estado de las Autonomías mediante la reforma constitucional, concluye prácticamente con esta sugerencia, que no deja de ser -hay que decirlo- un exabrupto político:
(…) Por último, en todo caso, cabría una solución más democrática, como desean los nacionalistas catalanes, y sería la de que el Gobierno, según el artículo 92 de la Constitución, convocase un referéndum consultivo en toda España, con la pregunta: “¿Está usted de acuerdo con que Cataluña siga perteneciendo a España?”, después de una campaña en libertad en la que cada partido expusiera sus razones, habría que decidir, a la vista de los resultados globales y de los propios de Cataluña en particular, qué es lo que cabría hacer.
Porque esa idea de que los catalanes, como cualquier otro grupo humano con aspiraciones independentistas, tengan que condicionar su voluntad política a la del resto del grupo mayoritario de la nación, no deja de ser un absurdo categórico justo en contra de la libertad democrática. Y diga lo que diga la Constitución (ninguna es inmutable), porque la independencia de todos los pueblos que la han reclamado a lo largo de la historia no es una cuestión de naturaleza legal sino política; cosa que, si de partida no se entiende, la llevará por mal camino.
El ‘café para todos’ descubierto en la Transición como fórmula magistral para la organización del Estado y la convivencia nacional, se ha mostrado perfecta y crecientemente inservible en el transcurso del tiempo, sobre todo por sus incontenidos desbordamientos competenciales. Y la clase política que, por tolerante, ha sido responsable de su fracaso, no puede venir ahora defendiendo la idea de que con el voto nacional (como sostiene por ejemplo Felipe González) se haya de condicionar el propio de los catalanes, sean o no sean independentistas, cosa que está por ver.
Porque, ¿acaso alguien puede imaginarse la culminación de un proceso secesionista con el voto favorable de la parte que sufre la secesión…? ¿Es que algún país alcanzó su independencia de otro con el beneplácito o los votos de éste…?
La solución del problema, si es que se quiere una solución, ha de ser mucho más política e inteligente. Y pasa, sin la menor duda, por la necesidad de que la sociedad española en su conjunto comprenda bien todos sus factores y, en particular, su alcance y dimensión social y las razones y el nivel de resolución de la parte discordante. El propio rey Juan Carlos, Jefe del Estado y símbolo constitucional de su unidad y permanencia, ya reconoció ante las cámaras de TVE durante la entrevista concedida con motivo de su 75 cumpleaños al periodista Jesús Hermida (04/01/2013) que, a pesar de lo mucho conseguido desde la Transición y de los valores que atesora la Carta Magna, España sigue sin vertebrarse: dicho de otra forma, que el Estado de las Autonomías ha fracasado.
LA CEGUERA DE RAJOY ANTE EL INDEPENDENTISMO CATALÁN
Al inicio de nuestra andadura editorial, en la Newsletter 20, editada el 29 de julio de 2012, ya nos pronunciamos sobre el origen, las debilidades y la “España sin futuro” a la que nos ha conducido el frangollo político del Estado Autonómico (leer El insostenible descalabro de las Autonomías). Modelo devenido en arrasador pero protegido a cal y canto por la actual clase política como instrumento que realimenta la corrupción general del sistema y ampara el pesebrismo partidista.
Más tarde, el 3 de febrero de 2013, publicamos la Newsletter 47 advirtiendo también sobre la errónea interpretación política que se estaba haciendo de las elecciones al Parlamento de Cataluña celebradas el pasado 25 de noviembre (leer El PP y el PSOE yerran ante el “problema catalán”). En un párrafo de la misma, señalábamos:
(…) El 25-N consolidó una mayoría “independentista” catalana neta de 74 escaños (CiU, ERC y CUP) frente a una oposición formalmente “españolista” de 61 escaños (PSC, PP, ICV y C’s), que, además de estar menos cohesionada, no comparte una misma idea del Estado ni tiene las cosas claras al respecto, lo que, por otra parte, evidencia su incapacidad para defenderlo. Una aritmética parlamentaria que muestra la división real de la sociedad catalana en relación con el concepto de España y su sistema de convivencia, con una posición secesionista que se anuncia irreversible, tanto por efecto de la acción política cotidiana, autonómica y municipal, como por la falta de capacidad del PP y el PSOE para contrarrestarla.
Y, acto seguido, analizábamos la “Declaración Soberanista” del Parlamento Catalán (Resolución 5/X, de 23 de enero de 2013), destacando que el ‘frente parlamentario independentista’ no sólo existía, sino que iba a más. Porque, apenas transcurridos dos meses desde el 25-N, la diferencia inicial entre las dos posiciones básicas (74 escaños independentistas frente a 61 españolistas) se disparó apenas dos meses después al votarse la resolución de marras en el primer pleno de la legislatura, con 85 votos a favor y 41 en contra (el resto fueron abstenciones o ausencias); es decir con más del doble de votos a favor que en contra.
Una resolución parlamentaria que se las traía, que se las traerá más a partir de ahora (el ‘Concert per la Llibertat’ está en esa línea) y que ya arrastraba una larga historia reivindicativa cuyos hitos más próximos ni el PP ni el PSOE (y sus sucesivos gobiernos) quisieron tomarse en serio y, mucho menos aún, cortar por lo sano de común acuerdo. De hecho, la respuesta inicial de Rajoy a la “Declaración Soberanista” realizada por un órgano legítimamente representativo del pueblo catalán, afirmando de forma despreciativa que “no sirve para nada”, evidencia una frivolidad política que le sitúa en la misma senda de irresponsabilidad por la que transitaba el ex presidente Rodríguez Zapatero.
Sorprendido con el caso en un viaje oficial a Perú, Rajoy, ni corto ni perezoso, sentenció durante una comparecencia conjunta con el presidente Ollanta Humala sin admitir preguntas de la prensa: “Aprobar resoluciones que no están en el marco constitucional no sirve para nada”. Una forma bastante ligera de entender el problema y de anticipar el erróneo criterio gubernamental, luego rectificado, de que la resolución no tenía efectos jurídicos y que, por tanto, no sería recurrida al Constitucional, dando por inocuo lo que realmente tuvo y tiene una gran carga de nocividad política.
La realidad es que, analizando el fenómeno del secesionismo catalán, se puede afirmar que estratégicamente estamos en la fase ‘independentista’, previa a una segunda y definitiva, que a corto o a medio plazo será la de reclamar la ‘independencia’ en vivo y en directo. En la primera fase, que es en la que se está, el objetivo básico es crear una mayoría social catalana (interna) favorable a la emancipación política.
En la actualidad, el aparato independentista catalán está conformado por una creciente red de organizaciones civiles interactivas y de influencia social transversal. En ella destacan las dos ya citadas que promovieron el ‘Concert per la Llibertat’: Òmnium Cultural y la Assemblea Nacional Catalana (ANC).
La primera, más veterana y acreditada, es una entidad sin ánimo de lucro creada durante el franquismo (en 1961) con el objeto inicial de promocionar el uso de la lengua catalana y promover la cultura y la identidad nacional de Cataluña, ampliado de facto a la consecución de su independencia, que en la actualidad cuenta nada menos que con 26 delegaciones territoriales. Y la segunda, creada el 30 de abril de 2011 y presidida por Carme Forcadell, es un movimiento de base popular y sin vinculación a partidos concretos, con vocación de estar presente en todo el territorio a través de organizaciones locales y sectoriales para promover la independencia de Cataluña y la constitución alternativa de un Estado de Derecho, democrático y social.
Por otra parte, en la red se integra también la Associació de Municipis per la Independència (AMI), creada el 14 de diciembre de 2011, y que ya agrupa a 669 ayuntamientos y 36 consejos comarcales, diputaciones y otros entes municipalistas, con el fin de sumar esfuerzos para conseguir la creación de un Estado propio de Cataluña en el marco de la Unión Europea. La AMI está abierta a todas las sensibilidades políticas dispuestas a trabajar por la independencia de Cataluña, y acoge a todos los ayuntamientos cuyos plenos soliciten adherirse a la causa (probablemente, y al igual que pasó con las ‘consultas por la independencia’, la adhesión del Ayuntamiento de Barcelona se producirá al final del proceso).
Finalmente, el tercer elemento del entramado independentista lo conforman todo un conjunto de entidades de muy diverso corte (empresarial, cultural, profesional, deportivo, político…), que en su momento se irán agrupando en organizaciones de mayor entidad con objeto de potenciar sus capacidades y optimizar su eficiencia. Un entramado de progresión imparable que, apenas cinco días después del ‘Concert per la Llibertat’, se ha visto enriquecido con la constitución formal en el Parlament de Catalunya de una ‘Comisión de Estudio sobre el Derecho a Decidir’, avanzando un paso más en el camino emprendido desde el inicio de la legislatura hacia la convocatoria de un referéndum sobre la independencia.
Dicha comisión parlamentaria, en la que participan todos los grupos de la Cámara (CiU, ERC, PSC, ICV y la CUP) menos el PPC y Ciutadans, tiene por objeto fijar e impulsar aquellas iniciativas políticas y legislativas que debería adoptar el hemiciclo autonómico para que la ciudadanía de Cataluña pueda hacer efectivo el derecho a decidir, y su creación forma parte de la hoja de ruta que CiU y ERC pactaron al inicio de la legislatura. En ella está previsto que comparezcan y aporten sus criterios un amplio grupo de expertos, para culminar su trabajo a final de este año, que es cuando CiU y ERC consideran que deberían tener todo listo para poder celebrar la consulta en 2014.
La ‘Comisión de Estudio sobre el Derecho a Decidir’, junto con el ‘Pacto Nacional por el Derecho a Decidir’ creado poco antes, con el que Artur Mas quiere implicar a la sociedad civil en su plan soberanista, y el ‘Consejo Asesor para la Transición Nacional’, que busca el amparo legal para la consulta, completa los tres apoyos con los que se ha dotado el Govern de Catalunya para poder celebrar el referéndum. Y con la curiosa circunstancia de que, mientras el PPC y Ciutadans rechazan frontalmente toda esta trama política, el PSC participa activamente en la comisión de marras, aunque no quisiera formar parte del ‘Pacto Nacional por el Derecho a Decidir’, con el argumento de que aquella no tiene un marcado carácter independentista y éste sí…
LA AGENDA DEL ESCÁNDALO SOBERANISTA SIGUE SU CURSO
Y mientras Rajoy se fuma un puro con el independentismo catalán -en el todo y en cada una de sus partes-, cociéndose en su propio jugo, la agenda del escándalo sigue su demoledor curso.
Durante todo el mes de julio se simulan pagos de impuestos a la Hacienda Catalana y se montan actos de propaganda y exaltación soberanista (el ‘Tour de la Berretina’, aprovechando la octava etapa del Tour de Francia; la ‘Conferència Nacional per la República Catalana’, en L’Hospitalet; la ‘Diada per la Independència del Vallès Oriental…). Mientras distintas Universidades de Verano de Europa verán cómo se divulga el proceso soberanista fuera de España sin la menor reacción ni del Gobierno de la Nación (PP) ni de la Oposición mayoritaria (PSOE).
En septiembre se prevé la formación de una cadena humana de unos 400 kilómetros, desde La junquera (Girona) hasta Alcanar (Tarragona), para reclamar la independencia, y también lanzar en el Born Centre Cultural los actos del Tricentenario de la derrota de 1714 ante las tropas de Felipe V, difundiendo sus causas y sus consecuencias, incluyendo derivadas de todo tipo, como, por ejemplo, dar a conocer la ruta turística del ‘Asedio de 1914’. A continuación, en el mes de diciembre, el Centre d’Estudis Catalans desarrollará unas Jornadas para analizar el carácter represivo que, según los organizadores, siempre han tenido las relaciones del Estado español con Cataluña…
Un programa perfectamente integrado en la estrategia de la fase que se podría definir como de ‘calentamiento independentista’ y que se continuará a lo largo de 2014 con otros muchos eventos del mismo corte político, como el Congreso Internacional sobre ‘La resistencia de los catalanes’. Contará con la participación de historiadores de varios países y analizará los últimos tres siglos de nuestra historia desde la óptica de la ‘resistencia de los catalanes’ en la defensa de sus señas de identidad nacionales…
Los actos de apoyo al independentismo no quedan ahí, ni mucho menos. Pero nada políticamente sólido y razonable se hace para parar el desvarío secesionista y ni siquiera para respaldar seriamente a los catalanes que se sienten españoles, cada vez más arrinconados y desmotivados en la misma defensa de la unidad nacional. La pólvora del rey se gasta en la campaña institucional de la ‘Marca España’, absurda por mal planteada, diseñada y ejecutada (que ese es otro mérito de Rajoy).
Ahora, parece que el PSOE, para contentar al PSC (que no es el PSOE ni se le parece), promueve un modelo de Estado Federal en el que, además de lo ya transferido a Cataluña estaría dispuesto a ceder, por ejemplo, toda la carnaza de la Administración de Justicia que el artículo 149.1.5ª de la Constitución reserva como competencia exclusiva del Estado. Un error, tal vez connivente con el interés por salvaguardar la corrupción política a nivel autonómico y con someter a los ciudadanos a la dictadura de las togas partidistas, que no deja de ser ejemplo de cobardía antipatriótica y de conformar otro atentado más de explosión retardada contra la unidad y la independencia del Poder Judicial.
Estas actitudes políticas de los partidos mayoritarios (la torpe pasividad de Rajoy y la torpe actividad de Pérez Rubalcaba), reconvertidos de consuno en una dictadura encubierta que, más allá de su identificación como ‘casta política’, ya podríamos definir como los nuevos ‘Hermanos Musulmanes de Occidente’, señalan cada vez con mayor claridad -y téngase esto bien en cuenta- al derrumbe definitivo del sistema político vigente… Claro está que, en su caso, con la Corona saltando por los aires y el personal militar metido de nuevo en la política, quizás reclamado ampliamente por la sociedad civil.
Mal jugando con las cosas de comer, y fumándose puro tras puro tumbado en su cheslong de La Moncloa –y languideciendo como languidecía la cupletista Sara Montiel al compás de su ‘Fumando espero’-, Rajoy no confunde sólo los componentes y soluciones de la crisis económica: también confunde los problemas, las prioridades y las estrategias políticas, en la misma línea de su predecesor, el ex presidente Rodríguez Zapatero.
Rajoy parece ignorar, y ni la historia de España ni la universal no le dan pie para ello, que la independencia es el objetivo más ambicioso que una Nación sin Estado se puede plantear. Y que, para bien o para mal, la propia Constitución reconoce las ‘nacionalidades’ españolas, incluida por supuesto la catalana, con el abundamiento de que el vigente Estatuto de Cataluña incluye en su Preámbulo un párrafo bien significativo al respecto, aunque carezca de eficacia jurídica interpretativa de conformidad con la STC 31/2010, de 28 de junio: “El Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como nación. La Constitución Española, en su artículo segundo, reconoce la realidad nacional de Cataluña como nacionalidad”.
Allá los constituyentes con su nefasto Estado de las Autonomías, y allá con los autonomistas del PP y del PSOE que han venido promoviendo y aprobando los excesos de las sucesivas reformas estatutarias. A ver cómo unos y otros impiden ahora que Cataluña afronte un empeño soberanista en línea con los de Escocia, Quebec o Flandes, cuando la realidad alimentada desde la Transición, con el Rey a la cabeza, ha sido precisamente esa.