“El agradecimiento tiene tres formas: un sentimiento en el fondo del corazón, una expresión de reconocimiento y un obsequio de compensación”, sentencia un conocido proverbio árabe. Y dice el refranero español, y lo dice bien, que “el agradecido no olvida el bien recibido”.
Esa es una primera consideración ética en relación con lo que, en la reciente historia de España, han supuesto las víctimas del terrorismo (las personas asesinadas, las mutiladas y heridas y las desamparadas por la pérdida vital de sus seres queridos). El suyo ha sido un impagable tributo de sangre sobre el que se ha construido la actual democracia española y al que todos sus beneficiarios deberían guardar el debido agradecimiento, en su corazón, en su reconocimiento y en alguna forma de compensación.
Séneca, el preclaro filósofo, político y moralista romano, sostenía, y es cosa no menos cierta, que “la lealtad constituye el más sagrado bien del corazón humano”. Y entendemos que se refería al cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien; un comportamiento de nobleza humana que tampoco se puede regatear, y menos aún negar, ante quienes fueron injusto objetivo del victimario más cobarde y canalla del mundo, el de los señores de la guerra sucia, del tiro en la nuca y de la sangre inocente.
La lealtad, pues, a esas víctimas del terrorismo, indiscriminadas porque en su lugar ha podido estar cualquier otro ciudadano, y hayan sido quienes fuesen (militares, funcionarios civiles, empresarios, políticos o españoles de a pie), es otra obligación de la moral política que ha de permanecer grabada de forma imborrable en la conciencia social de España. Simplemente porque con ella se reconoce y venera a los verdaderos héroes de la Patria.
VÍCTIMAS DE ETA PARA ‘USAR Y TIRAR’
Pues bien, para muchos españoles es evidente que los partidos políticos de aquí y de ahora han hecho un mal aprecio de lo que significan las víctimas del terrorismo. Algunos de ellos no han hecho ninguno, mientras que otros no han dudado en convertirlas -siempre que les ha convenido- en moneda de cambio de sus ambiciones de poder, en la senda del ‘todo vale’ para alcanzarlo.
Por lo general, los partidos de ámbito local y autonómico han soslayado de hecho este tipo de consideraciones. Y los mayoritarios de ámbito nacional instalados en la alternancia del poder, PP y PSOE, han venido sopesando con reticencias su relación con las víctimas del terrorismo, su apoyo o su distanciamiento, en un interesado y sucio juego de mercadeo electoral.
Un peloteo de ‘idas y venidas’, o de ‘mano dura’ versus ‘contemporización’ (en materia de política antiterrorista, de justicia, de excarcelaciones afectas a los presos etarras, de debates en torno a ganar o perder frente a ETA y, en definitiva, de posición electoral dentro y fuera del País Vasco), que viene de lejos. Pero que ha estallado justo cuando las víctimas del terrorismo han comprobado que la deriva seguida por los gobiernos socialistas de ZP no ha sido debidamente reconducida, ni por asomo, por el PP de Rajoy, a pesar de que ellas y su causa fueran instrumentos decisivos para obtener la mayoría parlamentaria absoluta.
Porque es evidente que ese éxito electoral del PP, con el mismo Rajoy como gran beneficiario, fue realimentado en base al tratamiento que los gobiernos socialistas dieron al tema durante dos legislaturas previas, con decisiones ciertamente penosas e incluso indignas en relación con las víctimas de ETA y su entorno de apoyo social. Una política que en modo alguno terminó con la disolución de la banda terrorista ni con sus fechorías, sino acomodando a sus brazos políticos en las instituciones más señeras de la democracia, lo que, de forma paradójica -pero en modo alguno ilógica-, terminó arruinando en el País Vasco tanto la política del PSOE (con el lehendakari Patxi López) como la del PP (con el apoyo servil de Antonio Basagoiti).
Las primeras señales de alarma se encendieron tras todo lo conseguido por Jaime Mayor Oreja desde que pasó a presidir el PP en el País Vasco (enero de 1989), después de los casi cinco años en que fue ministro del Interior (1996-2001) y de que, presentado a lehendakari en 2001, llevara al partido a su mejor resultado electoral autonómico (19 diputados). Exactamente cuando en el XVI Congreso Nacional del PP (celebrado en Valencia en junio de 2008) afloraron las serias desavenencias de los ‘aznaristas’ (Esperanza Aguirre, Jaime Mayor Oreja, Eduardo Zaplana, Ángel Acebes…) con Mariano Rajoy.
Poco antes, en mayo, María San Gil (considerada por todos como heredera de la autoridad moral de Mayor Oreja en el País Vasco) había dejado el equipo que redactaba la ponencia política que se debatiría en el Congreso “por diferencias de criterio fundamentales” y, sobre todo, por el cambio de planteamiento que, según ella, se hacía de cara a los nacionalismos. Acto seguido, el 21 de mayo, hizo público un comunicado en el que mostraba su desconfianza en Rajoy como líder del partido y anunciando su inmediata dimisión como presidenta del PP del País Vasco (tras el impasse vacacional, en septiembre renunció a su escaño en el Parlamento de Vitoria).
Al portazo de la líder popular vasca, que tuvo gran eco mediático, se sumó horas después precisamente el de José Antonio Ortega Lara, ex funcionario de prisiones secuestrado por ETA durante casi un año y medio y militante del PP desde 1987, que abandonaba el partido por lo ocurrido con San Gil. Todo ello mientras José María Aznar, presidente de honor de la formación popular y ex presidente del Gobierno, manifestaba en público que estaba “inquieto, preocupado y molesto” por la situación, dejando flotar en el aire esta pregunta: “¿Por qué Ortega Lara está fuera del PP y Bolinaga está en la calle…?”.
En torno al Congreso de Valencia, en el que se cuestionó seriamente la continuidad de Rajoy al frente del partido tras su segundo fracaso frente a la candidatura de Rodríguez Zapatero (en las elecciones generales del 9 de marzo de 2008 el PSOE logró un millón de votos más que el PP), se empezó a palpar la falta de unidad interna y sobre todo el desprecio a la militancia que ya manifestaba su contrariedad con una tercera nominación ‘digital’ de Rajoy como candidato electoral. De hecho, una encuesta de Sigma Dos para El Mundo reveló entonces que más del 70% de los votantes del PP querían un proceso de primarias para una elección de esa naturaleza.
Las dudas sobre el liderazgo de Rajoy y la desconfianza sobre su posición en temas políticos capitales para los electores del PP (como el terrorismo, los nacionalismos o las autonomías), y hasta la falta de democracia interna, se hicieron bien patentes en aquellos momentos. Pero, solventado bien que mal el XVI Congreso con su continuidad al frente de la nave popular, más que calmarse, las turbulencias internas se fueron combatiendo por una doble vía: la captación de conversos a la causa ‘marianista’ y la trituración silente de sus enemigos internos más dañinos. Y, claro está, también con el suave masajeo de la victoria electoral que poco a poco comenzaban a anunciar las encuestas al uso.
Pero, con todo, parece que ni el blindaje interno de Rajoy ni las apetecibles ‘mieles del poder’, han podido cicatrizar las heridas abiertas tanto en torno a su liderazgo como por las diferencias que dentro del partido se mantienen sobre algunas políticas ‘esenciales’. Y ahí, en la mala gestión de esa disparidad de criterios políticos dentro del PP y en su discutida acción de gobierno, es donde se gesta el nacimiento de Vox, que no es un partido antisistema sino una respuesta directa al ‘marianismo’ y al uso que hace y no hace de su mayoría parlamentaria absoluta.
La realidad es que intentar aglutinar en una solo formación política electores con sensibilidades políticas de amplio espectro -desde el centrismo hasta la derecha extrema (por no hablar de la ultra derecha)-, es tarea ciertamente difícil. Por eso, ya advertimos hace tiempo la conveniencia de que el PP se alejara del pensamiento único y de las prácticas de ‘camarilla política’ en su gobierno interno, organizando de forma inteligente sus corrientes críticas.
Este tipo de cohabitación dentro de un partido de amplio alcance social (en definitiva su propia democracia interna) crea una dinámica de consensos y disensos que evita la inacción y la petrificación política, lo que, además de combatir la impunidad del aparato de la organización, facilita el libre debate de la realidad y promueve de paso las ideas y propuestas alternativas que, en determinadas situaciones de crisis, eviten una debacle electoral.
Un partido de pensamiento único, sin capacidad de autocrítica y con mando prepotente basado en la ‘camarilla’, sea esta la que sea, no es democrático y se acerca más a lo que se ha dado en llamar la ‘dictadura de los partidos’, luego devenida en ‘aparatocracia’ y, en conjunción con la del partido gemelo de la oposición, en ‘partitocracia’. Una expresión política que, como forma de Estado aparejada al formalismo parlamentario, es una pura deformación de la democracia real en la que las oligarquías partidistas asumen de facto la soberanía efectiva en régimen de ‘turnismo’…
En cualquier caso, las contenidas turbulencias del XVI Congreso Nacional del PP, han terminado convertidas, con Rajoy en el poder, en vientos políticos racheados con claro origen en palabras y actitudes de militantes populares referenciales (Aznar, Aguirre, Mayor Oreja, Vidal-Quadras…), acompañados en el trasfondo del tema por todo un sector social vinculado de forma activa o emotiva a las razones que esgrimen las víctimas del terrorismo en su expresión mayoritaria. Un conjunto de personas al que la sociedad en general y la clase política en particular, debe agradecimiento, lealtad y, por supuesto, todo el respeto del mundo (y sobre todo el PP que las ha utilizado a conveniencia).
UN GRITO ACUSADOR: “EL GOBIERNO NOS DESPRECIA”
Por eso, no deja de ser lamentable y de bochorno ajeno el grito que, tras muchas y justificadas advertencias, terminaron lanzando el pasado 23 de enero al Gobierno del PP en el 19 Aniversario del asesinato de Gregorio Ordóñez, tenido como emblema del partido, y ante su propia tumba: “El Gobierno nos desprecia”. Flanqueada de forma bien significativa por Rubén Múgica, de UPyD, y Santiago Abascal, presidente de la Fundación DENAES (para la Defensa de la Nación Española) y promotor de Vox, la hermana de Gregorio Ordóñez y presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco (Covite), Consuelo Ordóñez, se despachó a gusto denunciando que el Gobierno del PP estaba corrompiendo el discurso de su hermano.
En un improvisado discurso pronunciado en el cementerio Polloe de San Sebastián, durante la ofrenda floral que en ese aniversario organiza cada año la Fundación Gregorio Ordóñez, la presidenta de Covite denunció que el Ejecutivo de Rajoy estaba “olvidando” a las víctimas, mientras en su opinión la banda terrorista está consiguiendo sus objetivos.
Con toda rotundidad, afirmó: “Este Gobierno no escucha a las víctimas, es el Gobierno quien ha roto las relaciones, los que no vienen, los que dan plantones a las víctimas, los que, cuando vamos a hacerles propuestas, las desprecian, dicen que es imposible, que es muy difícil gobernar y tener mayoría absoluta. No somos nosotros quienes les estamos dando ningún portazo. Que quede claro”.
Consuelo Ordóñez cargó contra la política del PP ante sus dirigentes vascos presentes en el acto, con sus caras descompuestas, empleando frases y testimonios de su hermano, de María San Gil, Antonio Basagoiti, Jaime Mayor Oreja, Esperanza Aguirre y del propio Mariano Rajoy, que dejan en evidencia la actual política del presidente del Gobierno. De éste recordó sus palabras estando en la oposición, tras la liberación del sanguinario etarra De Juana Chaos, afirmando que era “una burla a los españoles”, y emplazando al entonces Gobierno del PSOE a “ser consciente de que la gente tiene su sensibilidad, su corazón y alma”, cuando luego él ha sido quien ha avalado la excarcelación de Josu Uribetxeberria Bolinaga.
También destacó un testimonio de Mayor Oreja de 2012, en el que dejó constancia de que “frente a la idea de que se ha derrotado a ETA, hoy sostengo que por primera vez ETA acaricia la posibilidad de ganar unas elecciones autonómicas en el País Vasco”, tras haberse legalizado su brazo político.
A los cargos directivos del PP les reprochó el no haber dado continuidad al mensaje de su hermano Gregorio de que el “aislamiento de los violentos” (que hoy ya gobiernan instituciones vascas) era una de las tres claves, junto al rechazo social y a la eficacia policial, para derrotar a ETA, ya que Bildu, Sortu y Amaiur “han sido legalizados sin condenar la violencia”, y su “objetivo estrella es conseguir la impunidad” para los presos. Y censuró: “Si lo que de verdad importa es cómo sacar a los asesinos de la cárcel en el corto plazo, algo se está haciendo rematadamente mal”.
Soportando una inoportuna lluvia, Consuelo Ordóñez cerró su discurso ante la tumba de su hermano preguntando a los allí presentes (del PP) que se hubieran podido sentir incómodos con sus críticas si “es Consuelo Ordóñez la que os ha incomodado o es vuestra propia conciencia la que llama a la puerta el día en que recordamos al alma del PP vasco”…
Concluido aquel sentido pronunciamiento, el columnista Santiago González publicaba un artículo de opinión en El Mundo (24/01/2014) en el que dejaba constancia del grave desencuentro entre el PP y el entorno de quien fue bandera moral de su lucha contra ETA y por las libertades democráticas, recordando desde dónde venía esa ruptura, lo que significa y hacia donde apunta:
Unidad rota
El desencuentro entre el PP y la familia de quien fue su presidente en Guipúzcoa hasta el momento en que ETA lo asesinó en el bar La Cepa, ha ido a más. Ya el año pasado, en el acto que la Fundación Ordóñez organizó en el hotel María Cristina, la única representación del partido fue el concejal donostiarra Ramón Gómez Ugalde. Estuvo el fiscal superior del País Vasco, pero no asistió el presidente de los populares guipuzcoanos, el mismo cargo orgánico que 18 años antes ocupaba Gregorio Ordóñez
Este año la cosa ha ido a más. Ningún representante de la dirección nacional del partido acudió a la ofrenda floral que se celebró el miércoles en Madrid. Los dirigentes del PP vasco, que sí estuvieron en el acto del cementerio de Polloe ayer, habían contraprogramado un acto en el Kursaal, en el que se iba a recordar a todos los concejales de UCD, AP y PP asesinados por ETA. Ordóñez fue la primera víctima de un cambio de estrategia terrorista, reorientada contra la militancia popular y socialista. Habría sido pertinente un acuerdo del PSE y el PP vasco para honrar a los concejales de los dos partidos asesinados por la banda.
No se aspiraba a tanto, por lo visto. El secretario general Oyarzabal reivindica la «legitimidad (del partido) para elegir cualquier fecha (...) Le asesinaron por ser del PP». No le parecía adecuado que su hermana Consuelo tomara la palabra, por no ser del partido, dijo, con sentido patrimonial de la víctima. El gran Floriano, que sabe mirar a través de la laguna Estigia, dijo que Gregorio, «en estos momentos estaría compartiendo nuestra posición en materia antiterrorista».
Uno no tiene una ouija para saber qué posición tendría alguien que nos quitaron hace 19 años. Si comparamos las palabras que él decía con las que hoy dicen sus compañeros, no se parecen mucho. Consuelo Ordóñez hizo una visita ilustrativa a la hemeroteca. No me acabo de imaginar a Ordóñez regañando a un dirigente alavés por criticar al PNV, como ha hecho Quiroga con De Andrés. Y si es complicada la función del albacea, lo es más aún disputarle legitimidad a la familia a la hora del duelo.
Oyarzabal debería saber que Consuelo Ordóñez, la hermana de Gregorio, tiene la legitimidad de Antígona, frente a la cual queda un poco ridículo el papel de alguien que quisiera organizarle el entierro de Polinices so pretexto de que era del PP. La presidenta Quiroga cerró el acto del Kursaal con acusaciones de «mezquindad e interés político miserable» a sus críticos. Mientras, el ministro del Interior se encomendaba a los buenos oficios de Santa Teresa en Fitur. No sé, falta les va a hacer una mediadora muy cualificada para recomponer sus relaciones con su público votante.
UPyD TAMBIÉN ESTÁ CON LAS VÍCTIMAS
Por otra parte, apenas dos semanas después de que Consuelo Ordóñez arremetiera duramente contra el Gobierno del PP, Maite Pagazaurtundua, ex militante del PSE-EE (fue concejal en el ayuntamiento guipuzcoano de Urnieta y diputada en el Parlamento Vasco) y hasta hace poco miembro de la junta directiva de Covite y presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, incorporada recientemente a UPyD como ‘número dos’ de su candidatura a las próximas elecciones europeas, también se ha pronunciado el pasado 8 de febrero, en un homenaje a su hermano Joseba (militante socialista asesinado por ETA el 8 de febrero de 2003), denunciando que con este final de la banda terrorista hoy “nos rodea el fango de la manipulación de la historia y de la construcción de un pasado a medida”.
La hoy militante de UPyD, acompañada por sus principales líderes (Rosa Díez, Fernando Savater, Gorka Maneiro…), aseguró irónicamente que “bajo el caramelo de la paz y las otras piezas que conforman el tocomocho de ETA”, existen muchas “almas puras” que se refieren al final de ETA como si se tratara de un proceso de convivencia y paz “cuando en lenguaje sencillo podríamos llamarlo paz por presos”.
También advirtió sobre el riesgo de “fracaso histórico” y de “deterioro de la democracia” que supone el proceso que impulsan algunas instituciones, afirmando: “Este gigantesco truco, pasará quizá a la historia de la infamia si no lo evitamos”.
Y, aún más, dos días después, y quizás dispuesta a que Vox no arrebate a UPyD todo el arrastre de votos tradicionales del PP hoy descontentos entre otras cosas con su política sobre el fin de ETA, Maite Pagazaurtundua lanzó una idea-fuerza en una entrevista publicada en El Mundo (10/02/2014) bien significativa al respecto: “Hay una operación de blanqueo de ETA”. Además remarcaba que algunos poderes están intentando neutralizar la voz de las víctimas para que se apague…
VOX, LA NUEVA PESADILLA DE RAJOY
En ese contexto de críticas de las víctimas del terrorismo, y sobre todo de agitación en las filas del PP, el propio Gorka Maneiro, portavoz de UPyD en el País Vasco y diputado en el Parlamento de Vitoria (antiguo militante del PSE-EE), entiende que, en efecto, el PP “ha abandonado a las víctimas del terrorismo” y que en el fondo "no ha hecho un discurso lo suficientemente contundente contra ETA", lo que, en su opinión, ha motivado el nacimiento de Vox, el partido impulsado, entre otros, por José Antonio Ortega Lara.
De entrada, la aparición de Vox, junto a otros nuevos partidos creados en los últimos tiempos por el evidente descontento de los electores con las dos opciones históricamente prevalentes desde la desaparición de UCD, es decir desde la Transición, ya ha provocado la retirada de la palestra política de Sociedad Civil y Democracia (SCD), la formación que lanzó Mario Conde en las últimas elecciones gallegas sin lograr representación parlamentaria. Y, al parecer, muchos de sus militantes tienen previsto unirse “en breve” a Vox, según anunció a la agencia Efe el pasado 6 de febrero la responsable de comunicación de SCD, Sofía Vidal.
Queda por ver cómo evoluciona el nacimiento de Vox y quiénes, en función de su ideario y de sus ‘signos externos de identificación’, se incorporan de forma progresiva al proyecto (su saldo en las próximas elecciones europeas con Vidal-Quadras de cabeza de lista será de vital importancia). Apoyos que podrían provenir tanto del actual entorno popular como de otros sectores de la derecha radical hasta ahora poco significados o auto marginados de la política, pero preocupados por la última deriva del Estado de las Autonomías y el deterioro de las señas de identidad nacional.
Pero lo cierto es que, para empezar, Vox es la nueva pesadilla del PP, dado que si tiene una mínima capacidad de ‘armarse’ antes de las elecciones generales del 2015 y de arrebatar al PP no demasiados votos (y consiga o no consiga diputados), los populares se verán empujados a la oposición. Las elecciones previas (europeas, municipales y autonómicas) van a indicar la magnitud exacta del problema de Rajoy con sus electores y su capacidad de liderazgo.
SEMBRAR VIENTOS Y RECOGER TEMPESTADES
El diario El País, en estos momentos bastante comedido y replegado en sus tradicionales críticas al PP, al parecer porque el Gobierno colaboró de forma sensible para que la banca decidiera refinanciar la deuda del Grupo Prisa, publicaba un editorial en el contexto de la aparición de Vox y en la antesala de la última Convención Nacional del partido un (29/01/2014), tipo ‘una de cal y otra de arena’, que en cualquier caso daba pistas ciertas de por donde hace aguas el partido del Gobierno:
Tormentas en el PP
La fidelidad de voto al Partido Popular está bajando en las últimas encuestas, y acontecimientos políticos recientes no hacen sino agrandar la sensación de crisis entre este partido y una parte de su electorado. A las disidencias de varias figuras históricas se acaba de sumar la anunciada ausencia del expresidente Aznar en la Convención del PP del próximo fin de semana, con el pretexto de un viaje, en un gesto que acentúa una cierta sensación de vacío en torno al presidente del Gobierno.
La política antiterrorista y la línea del partido en Euskadi son los telones de fondo del cisma evidenciado con la aparición del partido Vox, creado por disidentes del PP, y la renuncia de Jaime Mayor Oreja a repetir como candidato principal de los populares a las elecciones europeas de mayo. Que Rajoy no quería contar con Mayor Oreja muestra que el presidente se ha decidido a arrostrar una clarificación interna.
Era insostenible apoyar a los que denuncian machaconamente que la democracia pierde y que el terrorismo triunfa sobre la sangre derramada y, a la vez, a un equipo político del PP vasco, encabezado por Arantza Quiroga, que quiere situarse como fuerza centrista en Euskadi. Los guardianes de las esencias se consideran traicionados, contestan las excarcelaciones de etarras decididas por la justicia e insisten en la idea de falta de respeto a las víctimas, pretendiendo que la gestión política del problema vasco haya de someterse a su previo nihil obstat. El reciente enfrentamiento en el cementerio donde está enterrado Gregorio Ordóñez, entre la hermana de este último y dirigentes del PP vasco, agranda el conflicto en la derecha del partido gobernante.
Rajoy y los suyos pagan el precio de haberse servido de las asociaciones de víctimas cuando estaban en la oposición para desgastar al Gobierno de Zapatero. Pero eso se suma a la indefinición de la línea política general y de la comunicación de la mayoría gobernante con los electores. Una mala gestión de proyectos genuinamente políticos, desde la reforma educativa a la del aborto, se mezclan con la resistencia a definir cómo debe tratarse el desafío independentista en Cataluña o el final definitivo de ETA. Y aunque no sea responsabilidad directa del Gobierno, el fracaso en la privatización de la gestión sanitaria en Madrid y los desastres de otros proyectos complican el futuro del partido en un feudo capital.
Rajoy ha confiado en el paso del tiempo, al resguardo de la mayoría absoluta parlamentaria y favorecido por un largo periodo sin citas con las urnas. Pero eso es el pasado: por delante tiene un calendario electoral cargado, que pone nervioso al partido porque, más allá de las europeas, se juega en los terrenos autonómico y municipal. La Convención debería servir como inicio de una aclaración de la línea política y de la renuncia a convertir los conflictos en crónicos, una opción que solo sirve para deteriorar la convivencia.
Ya se sabe, desde hace tiempo, cuál es la línea editorial que sostiene El País en relación con la supervivencia de ETA, prácticamente opuesta a la opinión de sus víctimas, en línea con las pautas marcadas por Zapatero y Rubalcaba y aceptadas activa o pasivamente por Rajoy y Fernández Díaz (el ‘puente vasco’ entre Patxi López y Antonio Basagoiti fue claro al respecto). Por eso, no sorprenden para nada algunas de las afirmaciones que hace el periódico, arrimando el ascua a la sardina de su conocida doctrina, que en este tema es la de proclamar la derrota de ETA (absolutamente falsa) y contemporizar con sus brazos políticos: Bildu, Sortu y Amaiur.
Y también se equivoca El País induciendo al PP a tratar de ganar ventaja política en el País Vasco con una etiqueta ‘centrista’. Un espacio respetable donde los haya, pero allí inexistente; un posicionamiento estratégico con el que jamás se ganó elección alguna por aquellos lares (ni por otros tras la debacle de la UCD) y un intento fallido en la anterior legislatura autonómica que se llevó por delante a sus errados promotores (PSOE Y PP).
ENTRE LA VICTORIA Y LA DERROTA DE ETA
El jueves 26 de abril de 2012 el Gobierno del PP soltó la liebre de su ‘singular’ reforma de la política penitenciaria, entonces planteada de forma generalista (para toda la población reclusa) con objeto de ir disimulando su progresiva claudicación ante la victoria política de ETA y tratando de allanar así el camino para la subsiguiente excarcelación del etarra Bolinaga, que fue condenado a 32 años de cárcel en 1998 precisamente por el cruel secuestro de Ortega Lara, que duró 532 días entre 1996 y 1997, y partícipe también en los asesinatos de tres guardias civiles. Una decisión gubernamental mal tomada en tiempo y forma que ya comenzó a encrespar visiblemente los ánimos de las víctimas del terrorismo (y no sólo de ellas).
Primero el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, convertido en un auténtico ‘pisacharcos’ del Gobierno (que parece ir por libre pero que no deja de seguir las directrices de Mariano Rajoy a pies juntillas), y acto seguido el propio presidente del Ejecutivo, trataron de explicar su ‘plan’, que no era nuevo porque en el fondo dejaba las cosas como estaban con Rodríguez Zapatero, sin variar para nada la ‘hoja de ruta’ establecida por el PSOE en relación con el fin de ETA, pero haciéndolo de forma ciertamente poco comprensible.
De hecho, cada cual (analistas, grupos políticos, presos etarras, víctimas del terrorismo, medios policiales y judiciales, los españoles de a pie…) llegaría a entender aquel reajuste de la política carcelaria con tanta discrepancia como dispares fueron las múltiples declaraciones al respecto. Así, el ‘plan de reforma’, que bien podría no ser ‘plan’ ni ser ‘reforma’, soportó todo tipo de calificaciones: bueno, malo, insuficiente, excesivo, agraviante, necesario, inútil, ineficaz, innecesario, absurdo, etc…
Con todo, ya tomó cuerpo la idea de que el Gobierno trataba de explicar lo inexplicable, o que quería vender la ‘cuadratura del círculo’ de la victoria de ETA con sus brazos políticos legalizados como quien se fuma un puro a costa de las víctimas del terrorismo. Y evidenciaba que, al menos los dos portavoces del caso (Rajoy y el ministro Fernández), debían realizar uno o varios cursos acelerados de pedagogía expositiva y del propio uso de la lengua española.
En el fondo, no hacía falta ser muy perspicaz para darse cuenta que el ‘gato encerrado’ en aquella retórica tan espesa, no era otro que el de encajar poco a poco en el Estado de Derecho la victoria política de ETA para seguir cediendo de forma encubierta ante sus sucesivas reivindicaciones. Y, si cabe mayor trágala, tratando de demostrar algo efectivamente complicado: que quien había ganado la guerra entre la canalla del terror y la Democracia era ésta y, peor aún, que lo había hecho sin claudicación alguna y manteniendo la sartén por el mango.
Objetivo imposible de alcanzar, porque la sociedad ve con suma claridad (y no menos espanto) quiénes, de qué forma y con qué objeto se han sentado en las instituciones democráticas de representación política, tanto en el País Vasco como en el Senado y el Congreso de los Diputados. Máxime con los sapos que Rajoy se tuvo que tragar inmediatamente antes y después de presentar su política carcelaria con los presos de ETA; banda terrorista que sigue sin entregar las armas, sin disolverse, sin arrepentirse del tremendo daño causado al conjunto de la sociedad española y sin pedir perdón.
El primero fue un informe de Europol sobre la situación y tendencias del terrorismo en Europa, referido a 2011 y presentado el 25 de abril de 2012, en el que, a pesar del tan traído y llevado anuncio del cese de la violencia etarra, se afirmaba con rotundidad: “ETA sigue reclutando nuevos miembros y recabando información sobre nuevos objetivos”.
El documento también señalaba, entre otras preocupantes cuestiones, que la banda terrorista todavía “no ha anunciado ni la entrega de las armas ni la disolución de la organización terrorista”. Y ponía el dedo en la llaga de la política gubernamental recordando otras experiencias previas de ‘alto el fuego’ que llevaron a una vuelta de ETA a la actividad criminal, al no ver cumplida la banda sus objetivos políticos, identificados con “un proceso de conversaciones para la paz con los gobiernos de España y Francia para la creación de un Estado independiente”.
El segundo sapo, quizás más gordo, fue la coz que Martin Garitano, diputado general de Guipúzcoa, soltó al Gobierno justo al hacerse público su ‘plan de reforma’. En su opinión, aquel bodrio normativo no comportaba ningún avance esencial para la reinserción de presos condenados por terrorismo, exigiendo de entrada que se procediera a la “repatriación inmediata de los presos políticos [vascos]” y a “la excarcelación paulatina de todos los presos [de ETA]”.
A juicio de Martin Garitano, miembro de Bildu y sin duda el dirigente más representativo de la izquierda abertzale (correa trasmisora del pensamiento etarra), “una sociedad normalizada políticamente no puede sostener 700 presos políticos”. Y ahí quedó eso, dicho con toda claridad para que Rajoy lo entendiera bien entendido.
De esta forma, a la escandalosa liberación del etarra Iñaki De Juana Chaos, que terminó abrasando políticamente al PSOE, con Mariano Rajoy al frente del Gobierno siguió la inconcebible excarcelación del asesino Bolinaga. En este caso iniciada por el Ministerio del Interior de forma gratuita y envuelta en una falsa enfermedad terminal y en una apelación cínica de “respeto a la Justicia”, cuando ésta no tenía que haberse pronunciado más allá de la condena del reo y firme a todos los efectos.
Un caso realmente vomitivo que las posteriores declaraciones de Rajoy reiterando el cuento de que “nunca pactare con ETA”, jamás le devolverán la confianza y el respeto de las víctimas del terrorismo. Aún más, todo indicaba -y así fue- que antes y después de las elecciones vascas del 21 de octubre de 2012 se verían nuevos gestos deferentes con los presos de ETA, porque el pusilánime pasotismo del presidente del Gobierno ante la continua debilitación del Estado español en varios frentes, rabiosamente iniciada por ZP, sigue condicionando de forma lamentable sus decisiones e indecisiones políticas.
EL PP DE RAJOY, ROIDO POR SU PROPIA MAYORÍA
La sorprendente actitud ‘zapateril’ de Rajoy se podría ilustrar con algunos otros ejemplos significativos de resistencia a las reformas políticas y de no querer solventar los problemas reales del país, cosa innecesaria porque ya sabemos que su palabra vale poco y, sobre todo, que carece del coraje político necesario para afrontar con éxito esta crítica situación institucional. La traición a su programa electoral (es decir a sus votantes) y sus cambios de postura al pasar de la oposición al poder, le van mostrando como un político poco claro e incapaz de utilizar su mayoría parlamentaria absoluta en el sentido más adecuado, marcado con la misma o parecida impronta del inefable Zapatero: si ambos, uno enfrente del otro, se mirasen en un mismo espejo de doble cara, es muy posible que sólo viéramos el anverso y el reverso de una imagen personal idéntica.
La diferencia política más acusada entre Rodríguez Zapatero y Rajoy quizás confronte la simplicidad del primero, que permitía ver venir sus torpezas desde lejos, con la retorcida reserva del segundo, capaz de aplicar a su mejor amigo la cicuta del silencio mientras le baila el agua interesada a su peor enemigo. Lo malo es que el actual presidente del Gobierno se empeñe en remedar al Zapatero más genuino, porque corre el riesgo, no de alcanzar su escasa altura política, sino de quedarse sólo en un ‘Zapaterín’ de tres al cuarto que perdió una mayoría absoluta para pasar a la oposición.
Cierto es que el sistema electoral español, esencialmente ‘antidemocrático’, ha venido salvaguardando el bipartidismo nacional interesado de las dos formaciones políticas mayoritarias y también a nivel autonómico en las circunscripciones sin partidos nacionalistas o regionalistas. Un blindaje que IU y UPyD ya están perforando y que con la circunscripción única española que rige para las elecciones al Parlamento Europeo, parece que va a terminar de saltar por los aires, porque entonces será muy difícil frenar el crecimiento de esos mismos partidos también a nivel nacional.
Ello quiere decir que, por fin, la tarta electoral puede partirse en porciones y que, paradójicamente, la mayoría absoluta del PP no es un freno para ello, sino más bien su causa. Y, todavía más, parece que el mismo partido del Gobierno está siendo roído por su propia mayoría, en el expresivo colmo de ‘morir de éxito’.
Vox parece que lo entiende así y ya se verá muy pronto cuántos votantes reconducen su actitud ante las urnas y siguen a ese nuevo partido, como algunos ya han seguido a Ciutadans desde la derecha y a UPyD desde el centro (el crecimiento de IU es cosa del PSOE). Con Rajoy al frente del PP, hay campo de sobra para ello.