Un franquista indiscutible comprometido con la democracia
IGNACIO ALFARO nació el 3 de mayo de 1918 en Burgos. Su padre fue un conocido abogado del Estado burgalés, Pedro Alfaro, y su hermano menor, Emiliano José, también alcanzó, como él, la cúpula del Ejército del Aire. Casado con Sofía Marco Purón y padre de ocho hijos, falleció en el Hospital Militar de su misma ciudad natal el 24 de julio de 2000.
Ingresó en el Servicio de Aviación el 20 de julio de 1936. Durante la Guerra Civil fue ayudante de Joaquín García Morato con el empleo de alférez, ascendiendo a teniente en 1939. Fue promovido a capitán en 1942, a comandante en 1945, a teniente coronel en 1952 y a coronel en 1960.
Entre los cursos con los que perfeccionó su preparación profesional, destacan los de Estado Mayor del Aire, Estado Mayor de la Armada y Estados Mayores Conjuntos. Durante su carrera militar ocupó diversos cargos de responsabilidad, destacando su dedicación a la enseñanza: fue profesor en la Academia de Aviación de León, la Escuela Superior del Aire, la Escuela de Cooperación Aeroterrestre y la Escuela Superior del Ejército.
Ignacio Alfaro ascendió a general de brigada en 1970, a general de división en 1974 y a teniente general en 1977.
El 23 de julio de 1977 accedió a la jefatura del Estado Mayor del Aire. Tras ocupar dicho cargo poco más de un año, el 12 de septiembre de 1978 fue designado jefe del Estado Mayor de la Defensa y Presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor (PREJUJEM). Al ocupar ese cargo, se dio la curiosa circunstancia de que su propio hermano, Emiliano Alfaro, formara parte de la misma JUJEM, al haberle sustituido al frente del Estado Mayor del Aire. Como PREJUJEM, y ostentando en consecuencia el máximo mando operativo de las Fuerzas Armadas, vivió de forma disciplinada los acontecimientos del 23-F.
Su único protagonismo en relación con aquel lamentable suceso lo tuvo al preparar un precipitado comunicado oficial anunciando que la JUJEM asumiría “todos los poderes necesarios para cubrir el vacío de poder al estar retenido el Gobierno en el palacio del Congreso”. Sabino Fernández Campo, a la sazón secretario general de la Casa Real, le disuadió para que, aun sabiendo que aquella era una actuación bienintencionada, no la hiciera pública, puesto que alguien hubiera podido interpretarla como que, en aquellas delicadas circunstancias, los Jefes de Estado Mayor eran quienes se hacían directamente cargo del poder.
La JUJEM olvidó de inmediato su comunicado, quedando subordinada a la autoridad del Rey y a la “Comisión Permanente de secretarios de Estado y subsecretarios” presidida por Francisco Laína, director de la Seguridad del Estado (llamada “Gabinete de Subsecretarios”). La realidad es que, ante la situación creada por Tejero en el Congreso de los Diputados, secuestrando conjuntamente al Gobierno y al poder legislativo, la reacción inicial de los Jefes de Estado Mayor evitaba, en efecto, el “vacío” con el que se querría justificar la denominada “Solución Armada”.
Ignacio Alfaro dejó su puesto al frente de la cúpula militar el 19 de enero de 1982, pasando a depender del presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo, como asesor personal para asuntos militares. Inmediatamente, el 28 de enero, fue nombrado Consejero electivo de Estado, cargo en el que sería reelegido el 30 de noviembre de 1990.
El teniente general Alfaro y otros cuatro antiguos mandos que estuvieron al frente de la cúpula militar (Álvaro Lacalle, Ángel Liberal, Gonzalo Puigcerver y José Rodrigo), recibieron el fajín de generales de “cuatro estrellas” el 14 de junio de 1999, de manos del general del Aire Santiago Valderas, entonces jefe del Estado Mayor de la Defensa. El discutido ascenso con carácter “honorífico” de estos cuatro predecesores del JEMAD, así como el de los demás jefes de Estado Mayor nombrados desde 1977 (que sumaron un total de veintinueve ascensos, nueve de ellos a título póstumo), se produjo el 21 de mayo de 1999 y era consecuencia de lo establecido al respecto en la Ley 17/1999, de 18 de mayo, de Régimen del Personal de las Fuerzas Armadas.
Desde su reconocida identificación con el proceso de democratización del país que le tocó vivir formando parte de la cúpula militar, el general Ignacio Alfaro no dudó en expresar su respeto hacia la figura militar de Franco, con ocasión de su fallecimiento, en los siguientes términos:
El Generalísimo Franco fue un hombre privilegiado para la etapa que estuvo al frente del Mando Operativo. Fue un gran jefe militar que sabía lo que hacía, aunque a los demás nos fuera muy difícil saber lo que él pensaba. Un militar a carta cabal y con un enorme prestigio dentro del Ejército.
Entre las diversas condecoraciones con las que fue distinguido, destacaron en su apreciación personal la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, que le impuso personalmente el rey Juan Carlos, y la Medalla de Honor de la Universidad Politécnica de Madrid, que recibió el 8 de mayo de 1995 junto con Manuel Gutiérrez Mellado, ya capitán general en la reserva, por su colaboración al fomento de la investigación científica en España. Aunque sin trascendencia pública, el general Ignacio Alfaro fue uno de los principales defensores de las aplicaciones nucleares en el ámbito de la Defensa.
Quienes estuvieron a sus órdenes, reconocen su extrema caballerosidad y su plena vocación militar, hasta el punto de que no tener más distracción que su propio trabajo. En la toma de posesión de la nueva JUJEM tras los difíciles acontecimientos del 23-F, el Rey despidió al teniente general Alfaro elogiando su “caballerosa elegancia”, mientras que el presidente Calvo-Sotelo destacó “la noble, entera y disciplinada respuesta de este ilustre soldado” ante su relevo como PREJUJEM.
FJM (Actualizado 02/02/2009)
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