El pasado domingo, 21 de junio, Pedro Sánchez desplegaba a todo trapo la bandera de España en el madrileño Circo de Price para presentarse como candidato a la Presidencia del Gobierno en las próximas elecciones generales. Y lo hacía acompañado del lema ‘El cambio que nos une’.
Pero, ¿a qué cambio se refería…? ¿Al de desempolvar la bandera nacional, antes postergada, para amparar ahora bajo ella la idea de una España más igualitaria, sin asimetrías ni zarandajas soberanistas…?
Más bien parecía que Pedro Sánchez, astuto-astutísimo, se ponía la señera nacional por montera para desmarcarse de la radicalidad izquierdista que ahora le achaca Mariano Rajoy, no menos avispado. Y para congraciarse con Estados Unidos (E pluribus unum o De muchos, uno), no sea que, por eso de ser socialista, el Tío Sam le confunda con otro Rodríguez Zapatero.
Reconvertido al american way of live por sus asesores de imagen (los Arriolas socialistas), a Sánchez sólo le faltó bailar el ‘Macarena’ en la pista del Price con su amantísima esposa, Begoña Gómez, y con sus dos hijas, Ainhoa y Carlota, presentes en el acto: él enfundado en un españolísimo traje corto y tocado con sombrero de ala ancha y ellas con bata de cola, como Berlanga disfrazó a los vecinos de Guadalix de la Sierra en su memorable film ‘Bienvenido, Míster Marshall’… O, mejor aún, trajeada toda la familia con los diseños payasos de Ágata Ruiz de la Nada, cosa que, puestos a dar la nota en el Circo Price, hubiera sido la repera en bicicleta.
Así, con tanta modernidad de pacotilla, Sánchez camuflaba la peligrosísima deriva antisistema que le adjudica Rajoy, otro patriota de ocasión que hasta el angustioso demérito electoral por el que atraviesa en estos momentos jamás había evidenciado especiales muestras de respeto por la bandera española. Baste recordar, sino, el comentario que, a micrófono abierto, el patriota pontevedrés le hizo a Javier Arenas a propósito de la celebración del Día de las Fuerzas Armadas en 2008: “Y mañana el coñazo del desfile, en fin, un plan apasionante” (el PP emitió una nota lamentando que “una expresión coloquial en el ámbito privado” como aquella hubiera trascendido al público)…
Dice Pablo Iglesias, y dice con razón, que ambos líderes políticos (Sánchez y Rajoy) compiten ahora -antes no- por mostrar al electorado quien la tiene más grande: la bandera, por supuesto.
Y hasta Cristina Cifuentes, ahora descubierta como otra enternecedora patriota, ha dicho en el acto de toma de posesión de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, que ella no muestra grandes banderas de España porque “la lleva en el corazón”. Claro está que sin la gracia pinturera con la que la añorada Marujita Díaz pregonaba en ‘Las Corsarias’ aquello de “Banderita tu eres roja, Banderita tu eres gualda, llevas sangre llevas oro, en el fondo de tu alma…”, que bien podría haber sido el jingle coreado por los socialistas de nuevo cuño como cierre del acto del Circo Price.
No deja de ser curioso que sean el PP y el PSOE, cuyos gobiernos sucesivos han consentido tantos y tantos agravios a la bandera de España (que preferían llamar ‘bandera del Estado español’) los que, de repente, se muestren tan partidarios de la enseña nacional, la roja y gualda, cuando sus propias banderas de cancamacola partidista han sido precisamente ‘los lienzos con los que se amortaja la Patria’, que diría el patriota Garibaldi. ¿De qué patriótica bandera de España hablan ahora quienes aprovecharon la Transición, no para vertebrarla como Nación, sino para mantenerla invertebrada, que es como sigue gracias al desmadre del ‘patriótico’ Estado de las Autonomía…?
Porque otra cosa curiosa es hacer Patria transfiriendo a tutiplén, como han hecho, competencias del Estado a los núcleos de poder caciquiles asentados en las Comunidades Autónomas, debilitando a la Nación española, que es en lo que han estado y siguen estando . Así lo reconoció con gran sinceridad Juan Carlos I al hacer un balance de los primeros 37 años de su reinado en una entrevista que le hizo el periodista Jesús Hermida para TVE (04/01/2013) con motivo de su 75 cumpleaños: “Falta la vertebración del Estado”. Aunque sin apuntar, ni por asomo, cuando se acometerá tan esencial tarea.
Ahora Felipe VI propone la “unidad en la diversidad” y Pablo Iglesias el “Estado plurinacional”, tratando ambos de reescribir o cuando menos matizar de forma innecesaria el texto constitucional, que en su artículo establece con claridad meridiana y sin más zarandajas “la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”…
Sánchez ha lanzado su candidatura presidencial asociando la bandera nacional con el lema ‘El cambio que nos une’. Pero la novedosa escenografía de su proyecto político requiere, para no quedarse en mero patrioterismo, que es el último refugio de los políticos pícaros, una mayor precisión y clarificación de contenidos.
Porque, ¿acaso el ‘cambio que nos va a unir’ es el de la España Federal o Confederal…? ¿El de ese frangollo político con el que, de vez en cuando, el PSOE más fracasado amaga y amenaza justo a los verdaderos patriotas que creen en una España unitaria, ‘grande y libre’, que aunque fuera un eslogan franquista también es seña de identidad de cualquier nación que crea en sí misma…?
Ahora, ya no se trata sólo de dirimir la batalla PP-PSOE, más o menos pedestre, sino de trasladar a la sociedad española el proyecto de Nación que tiene cada uno de los actores en liza electoral, o al menos los que se disputan el protagonismo del cambio político: Sánchez, Rivera e Iglesias. Los tres necesitan explicar con mucha más precisión la idea de cambio que predican, sobre todo en cuanto a la forma y organización del Estado.
De momento, ninguno de ellos ha abierto la boca para anunciar, por ejemplo, una recuperación de las excesivas competencias del Estado transferidas subrepticiamente al festín autonómico en perjuicio de la fortaleza del Estado (en Sanidad, en Educación, en Justicia…). Eso es lo que, para empezar, haría cualquier buen patriota, y lo que el ‘patriota’ Rajoy no ha hecho, a pesar de que los españoles le otorgaran una mayoría parlamentaria absoluta en 2011 para hacerlo y que, por incumplidor, jamás le volverán a entregar.
Dijo Sánchez en el Circo Price, arropándose en la misma mega bandera nacional de ‘quita y pon’ que su partido oculta y ningunea en Cataluña, aunque valga que diga lo que quiera y como quiera, que él va a liderar un cambio "seguro y valiente" (¿cuál?). Afirmando, además: “Los españoles lo tienen claro: sólo nosotros lo haremos posible”… ¿quién lo tiene claro?).
Lo malo es que no lo dijo en el Ateneo de Madrid, en el Círculo de Bellas Artes o en la Fundación Ortega y Gasset, por poner algunos ejemplos de entornos con mayor empaque intelectual, sino en el Circo Price. Y allí sonó a payasada, dicho sea con todo el respeto del mundo para los grandes artistas del género que en ella triunfaron: Charlie Rivel, Pompoff y Thedy, los hermanos Tonetti…
Para vender patriotismo del bueno, Sánchez podría haber dado su mitin en el Teatro de la Comedia, echándole un pulso a José Antonio: ahí sí.
Fernando J. Muniesa