Nunca en los años de democracia se vivió episodio tan vil, tan cobarde y tan vergonzoso. Tras ser insultado y vejado, el ministro de exteriores Borrell no recibe ningún apoyo ni de su partido ni de su presidente. Encima, el escupidor y sus compadres lo acusan de mentiroso. ¿Pero, que esperabas de esta gente, Pep?
Solo, completamente solo. Así ha dejado tanto PSOE como el PSC a Josep Borrell. Nadie entre sus compañeros de bancada vio el escupitajo, todos estaban atendiendo a otras cosas y, por descontado, los culpables de todo aquel bochornoso sainete son el PP y Ciudadanos, ya que Esquerra es necesaria para la aprobación de unos presupuestos quiméricos y como socio en un Tripartito catalán más utópico todavía.
Cuando Pedro Sánchez, ese señor que habla mucho de Franco, pero que luego visita reverencialmente monarquías y repúblicas totalitarias en las que se vulneran flagrantemente los derechos humanos, fichó a Pepe Borrell se entendió que era un gesto hacia los votantes constitucionalistascatalanes. Era el Borrell que dejó en calzoncillos a Junqueras en aquel memorable debate televisivo, el Borrell de la manifestación de sociedad civil en la que acusó directamente a los empresarios catalanes por su pasividad ante el proceso, cuando no con su aserto cómplice, el Borrell al que el nacionalismo montaraz siempre ha tenido en la diana porque es persona preparada, culta y sin pelos en la lengua.
Algunos vaticinamos que aquello no era más que una maniobra de despiste, confirmada inmediatamente por el encargo presidencial a la meliflua y sonriente Meritxell Batet – o, lo que es igual, a su poderosísimo mentor Narcís Serra, lo peor que le ha sucedido al socialismo español en general y al catalán en particular - para que fuese ella la encargada de pactar con los puigdemontianos. ¿De qué, si no, lo enviaron a Exteriores? ¿Por qué no le han dejado hacer todo lo que quería con las embajadas de la Generalitat, auténticos focos de propaganda, sedición y clientelismo pagados por todos? Es evidente, Borrell es un grano en el culo de Sánchez, un culo tan expuesto a las inclemencias del tiempo político que le molesta mucho. De ahí que nadie haya salido, ni que sea por dignidad, a defenderlo.
En el PSC sucede lo mismo, pero con el agravante de que los dirigentes del socialismo caviar catalán saben perfectamente que solamente con un candidato como Pepe podrían comerse algo en las elecciones autonómicas próximas. En privado algunos incluso lo reconocen, pero Miquel Iceta es el emperador, el César, el que ha ordenado que se incendie Roma antes que dejar de tocar su lira particular, el que no duda en nombrar ya que no cónsules, al menos candidatos, no a su caballo sino a una legión de cuadrúpedos.
Insistimos, Borrell está solo al igual que lo estamos quienes no participamos de esa Grand Bouffe llamada proceso, separatismo, oferta de diálogo y progresía descafeinada. A Borrell lo descabalgaron los suyos hace años cuando tenía todos los números para ser líder del PSOE, lo exiliaron a Bruselas, le afearon su amistad con Albert Boadella, lo marcaron con el hierro de jacobino, españolista, incluso de cosas bajísimas y de la peor calaña. ¿Los de Pujol? No, los suyos, los de ese PSC, el cáncer que ha estado royendo a la izquierda, que creía votar a Alfonso Guerra o a Felipe González, cuando en realidad lo que votaba era a los cómplices del pujolismo, los acomplejados, los cobardes, los hijos de la burguesía que no habían conocido más obrero que el portero de su finca o la señora de la limpieza de su casa.
Y no será que quien protagonizó el número del escupitajo sea un alma de Dios. El tal Jordi Salvador i Duch, por cierto, ex dirigente de la UGT catalana – gracias una vez más, Pepe Álvarez – es un especialista en el insulto. A Borrell lo ha llamado de todo en Tuiter: “Facha”, “Podría estar en VOX o en Ciudadanos”, “Socialista de puertas giratorias al servicio del capital” – claro, Pujol, Mas y el resto de sus socios son anarquistas y viven en una comuna hippie dando de comer a huérfanos y viudas -, “Miserable”, “Saca espuma por la boca”, “Ministro de las cloacas” y una lista tan prolija como repugnante. También la tiene tomada con otros como Inés Arrimadas, a la que dedica lindezas tales como “Fascistoide”, “La prensa internacional no le hace ni caso”, “Tiene un discurso violento”, “Habla desde la nueva ultraderecha”, en fin, epítetos que, por cierto, bien podrían ser compartidos por no pocos de los dirigentes actuales del socialismo. Valga como colofón del personaje añadir que en la pasada Diada fue quien se chivó del alojamiento en el que se alojaban efectivos del Cuerpo Nacional de Policía, enviados para mantener el orden público ante algaradas separatistas.
Borrell está solo, efectivamente, como lo estamos todos los que pensamos que hay que acabar con esta sinrazón, los que defendemos la libertad de pensamiento, pero no de infamia y de insulto, los que creemos que por encima de la ley no puede situarse nada ni nadie, sean reyes, banqueros, políticos o ascensoristas. Los que nos sentimos huérfanos en una Cataluña a la que ni Rajoy supo enfrentar con coraje democrático ni Sánchez ve más que como un mercado de compra de votos y apoyos.
Pep, en serio, dimite, explica en rueda de prensa los motivos y déjalos que con su pan se lo coman. Todo, menos la vergüenza que nos hiciste pasar el otro día diciendo que no sabías quien era el diputado que te había vejado. Tu historial y tu dignidad están por encima de todo eso.
Miquel Giménez
Fuente: Vozpopuli