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Una Europa “socialista” en el sentido spengleriano

Por Elespiadigital
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infoelespiadigitales/4/4/19
jueves 03 de febrero de 2022, 20:00h

Tenemos en la obra de Oswald Spengler, Prusianismo y Socialismo [Preußentum und Sozialismus, 1919], una descripción muy exacta de lo que sería un socialismo (no marxista) apropiado para frenar la caída de Europa. Una caída que hoy, un siglo después, parece imparable y letal. Del apartado 8 dentro de la parte consagrada a “la Revolución”, extraemos las citas.

Carlos X. Blanco

Carlos X. Blanco

Tenemos en la obra de Oswald Spengler, Prusianismo y Socialismo [Preußentum und Sozialismus, 1919], una descripción muy exacta de lo que sería un socialismo (no marxista) apropiado para frenar la caída de Europa. Una caída que hoy, un siglo después, parece imparable y letal. Del apartado 8 dentro de la parte consagrada a “la Revolución”, extraemos las citas.

En los párrafos extractados podemos apreciar la amplia visión de la Historia de las culturas y civilizaciones dentro de la cual se enmarca el socialismo, como etapa necesaria a una Europa envejecida.

Sechstausend Jahre höherer Menschengeschichte liegen vor uns.

Aus der Masse, die sich über den ganzen Planeten verbreitet hat, sondert sich, Geschichte im tiefern Sinne, das Schauspiel und Schicksal der großen Kulturen ab. Sie liegen vor dem Auge des Betrachters als Formenwelten von gleichartigem Bau, mächtiges Seelentum, das sichtbare Gestalt gewinnt, innerstes Geheimnis, das sich in lebendig fortschreitender Wirklichkeit ausdrückt.

Tenemos ante nosotros seis mil años de historia humana superior.

De la masa que se ha extendido por todo el planeta, destaca la historia en sentido profundo, el espectáculo y el destino de las grandes culturas. Se encuentran ante el ojo del espectador como mundos de formas de construcción similar, poderosa vida anímica que adquiere forma visible, misterio interior que se expresa en la realidad viva y progresiva.”

Esta es la Historia de las civilizaciones, formas de vida superior, formas que hemos de ver como “construcciones” [als Formenwelten von gleichartigem Bau] que organizan un mundo propio, que se objetivan como expresiones del alma humana colectiva. Pero no son construcciones muertas mientras no se haya iniciado en ellas el declive [Untergang], sino que se trata de una realidad viva, que avanza [lebendig fortschreitender Wirklichkeit]. La Historia de las civilizaciones va como dando zancadas, “sacando” sus posibilidades, hasta que éstas comienzan a agotarse.

Ein unveränderliches Ethos wirkt in ihnen. Es prägt nicht nur je eine ganz bestimmte Art von Glauben, Denken, Fühlen, Tun, von Staat, Kunst und Lebensordnung, sondern auch einen antiken, indischen, chinesischen, abendländischen Typus »Mensch« von vollkommen eigner Haltung des Leibes und der Seele, einheitlich in Instinkt und Bewußtsein, Rasse in geistigem Sinne, aus.

“Un ethos inmutable actúa en ellos. Conforma no sólo un tipo muy específico de creencia, de pensamiento, de sentimiento, de hacer, de estado, de arte y de orden de vida, sino también un tipo de "ser humano" antiguo, indio, chino, occidental, con una actitud completamente única de cuerpo y alma, uniforme en instinto y conciencia, raza en sentido espiritual.”

La Historia de esas civilizaciones que recorren sus posibilidades arroja a la mirada atenta diversos tipos de hombre. El hombre, en su genericidad biológica es muy similar, pero hay una diversidad de estirpes, muchas clases de “raza espiritual” [Rasse in geistigem Sinne]. No suelen encontrarse en Spengler las vulgaridades del nacionalsocialismo sobre las razas biológicas. Su enfoque es histórico, no reduccionista en el sentido dado por el materialismo biológico. Las razas de la biología, la “sangre”, etc. son componentes materiales de la historia, no formas. Las formas o tipos humanos son un compuesto somatopsíquico, y es precisamente el lado psíquico (la forma de pensar, de creer, de sentir) lo que viene marcado por la historia y moldea a los hombres y llega a expresar en lo exterior: rostro, cuerpo, gestualidad, ritmos…

Jedes dieser Gebilde ist in sich selbst vollendet und unabhängig. Historische Einwirkungen, über deren dichtem Gewebe die landläufige Geschichtsschreibung alles andre vergißt, haften am Äußerlichsten; innerlich bleiben Kulturen, was sie sind. So blühen sie am Nil und Euphrat, Ganges, Hoangho und ägäischen Meer, in der semitischen Wüste und der nordischen stromreichen Ebene auf, die Menschen ihrer Landschaft zu Völkern heranzüchtend, die nicht Schöpfer, sondern Schöpfungen dieser Kulturen sind, untereinander an Geist und Sinn verschieden und sich leidenschaftlich widerstrebend: Dorer und Jonier, Hellenen und Etrusko-Römer – die Völker der altchinesischen Welt – Germanen und Romanen, Deutsche und Engländer, nach außen aber und einer fremden Kultur gegenüber sofort als Einheit wirkend: der antike, der chinesische, der abendländische Mensch.

Cada una de estas estructuras es completa e independiente en sí misma. Las influencias históricas, sobre cuyo denso tejido la historiografía común se olvida de todo lo demás, se adhieren a lo más externo; en lo interno, las culturas siguen siendo lo que son. Así florecen a lo largo del Nilo y del Éufrates, del Ganges, del Hoang-ho y del Mar Egeo, en el desierto semítico y en la llanura fluvial nórdica, engendrando a las gentes de su respectivo paisaje en pueblos que no son creadores sino creaciones de estas culturas [zu Völkern heranzüchtend, die nicht Schöpfer, sondern Schöpfungen dieser Kulturen sind], diferentes entre sí en espíritu y sentido y apasionadamente opuestas: Dorios y jonios, helenos y etrusco-romanos -los pueblos del mundo chino antiguo-, teutones y romanos, alemanes e ingleses, pero inmediatamente aparecen como uno solo ante el mundo exterior y ante una cultura extranjera: la antigua, la china, el hombre occidental.”

Hay una opinión muy extendida, desde el humanismo moderno hasta Marx: “el hombre es creador de su propia Historia”. En Spengler, en cambio, los hombres (siempre en plural) son el resultado, son la creación [Schöpfung], a partir de un paisaje del que brotan y de una evolución diferente. En todos los pueblos hay arte, pero no existe el Arte universal. El Arte helénico no tiene, según Spengler, nada que ver con el azteca, el chino o el africano. Es un espejismo creer que hay categorías generales de la acción y la cultura humana. La ciencia árabe no es la ciencia occidental, ni la maya. La religión de los negros africanos no es la religión cristiana fáustica, y aun éste no tiene nada que ver con el cristianismo “antiguo”. No es esto un relativismo, es elegir el sujeto protagonista de la historia. No es el “hombre”, esa abstracción que no tiene rostro, ni idioma ni color ni cuerpo, sino la cultura la que es sujeto de la Historia, y las culturas humanas son muchas. Ellas producen tipos de hombre muy diferentes entre sí.

Eine Idee ruht in der Tiefe jeder Kultur, die sich in bedeutungsschweren Urworten ankündet: das Tao und Li der Chinesen, der Logos und das »Seiende« der apollinische Griechen, Wille, Kraft, Raum in den Sprachen des faustischen Menschen, der sich vor allen andern durch seinen unersättlichen Willen nach Unendlichkeit auszeichnet, der mit dem Fernrohr die Dimensionen des Weltraums, mit Schienen und Drähten die der Erdoberfläche besiegt, mit seinen Maschinen die Natur, mit seinem historischen Denken die Vergangenheit, die er seinem eignen Dasein als »Weltgeschichte« einordnet, mit seinen Fernwaffen den ganzen Planeten samt den Resten aller älteren Kulturen unterwirft, denen er heute seine eignen Daseinsformen aufzwingt – wie lange?

“En el fondo de toda cultura descansa una idea que se anuncia con palabras primigenias llenas de significado : el Tao y el Li de los chinos, el Logos y el "Ser" de los griegos apolíneos, la voluntad, el poder, el espacio en los lenguajes del hombre fáustico, que se distingue por encima de todos los demás por su insaciable voluntad de infinito, que conquista las dimensiones del espacio con el telescopio, las de la superficie terrestre con rieles y alambres, con sus máquinas conquista la naturaleza, con su pensamiento histórico conquista el pasado, que clasifica en su propia existencia como "historia del mundo", con sus armas a distancia subyuga todo el planeta junto con los restos de todas las culturas más antiguas, a las que ahora impone sus propias formas de existencia... ¿por cuánto tiempo?”

Las culturas nacen con esas Ideas axiales, con “palabras primigenias” [in bedeutungsschweren Urworten ankündet], saturadas, henchidas de significados. El despliegue hermenéutico que hay que hacer ante las mismas (piénsese en el ser de los helenos) es todo un programa de metafísica y es el cimiento de toda una civilización. Pero Spengler ve, como hizo también Heidegger, que la metafísica de nuestro tiempo es la Técnica. No la técnica vulgar para resolver problemas alimenticios, de práctica doméstica, que el “hombre genérico” siempre tiene desde el momento en que ya no es un simple primate, sino la técnica como proyecto de dominación al servicio de un específico (único e irrepetible) tipo de alma. En el alma fáustica la técnica es la voluntad de poder, la metafísica de dominación. El europeo es el tipo de hombre que nace en torno al año 1.000, según Spengler, aunque de manera prematura ya lo encontramos en el asturgodo de la Reconquista española a partir del 722. Contra muchas evidencias que señalan que Europa realmente ya nació en la Grecia antigua, el filósofo del socialismo prusiano data el nacimiento de este tipo de humanidad más tarde, en el medievo. Un medievo que no es el milenio exclusivamente contemplativo, sino el milenio de un dinamismo y un afán de infinitos desconocido en otras culturas y que llega hasta el suicidio civilizacional de hoy. Tanto en el fraile escolástico que hace nacer la ciencia físico-matemática, como en el cruzado francogermánico o el caballero asturiano que ensancha horizontes a golpe de espada y abre muros a una Europa hasta entonces constreñida, encontramos ya esa sed insaciable de infinito [seinen unersättlichen Willen nach Unendlichkeit].

Denn zuletzt, nach einer abgemessenen Reihe von Jahrhunderten, verwandelt sich jede Kultur in Zivilisation. Was lebendig war, wird starr und kalt. Innere Weiten, Seelenräume werden ersetzt durch Ausdehnung im körperhaft Wirklichen, das Leben im Sinne des Meisters Eckart wird zum Leben im Sinne der Nationalökonomie, Gewalt der Ideen wird Imperialismus. Letzte, sehr irdische Ideale breiten sich aus, reife Stimmungen mit der vollen Erfahrung des Alters: von Sokrates, Laotse, Rousseau, Buddha an wendet der Weg sich jedesmal abwärts. Sie sind alle innerlich verwandt, ohne echte Metaphysik, Wortführer praktischer abschließender Weltanschauung und Lebenshaltung, für die wir umfassende Namen wie Buddhismus, Stoizismus, Sozialismus besitzen.]

“Porque al final, tras una serie medida de siglos, toda cultura se convierte en civilización. Lo que estaba vivo se vuelve rígido y frío. Las extensiones interiores, los espacios del alma son sustituidos por la expansión en lo físicamente real, la vida en el sentido del Maestro Eckart se convierte en la vida en el sentido de la economía política [Nationalökonomie], la violencia de las ideas se convierte en imperialismo. Por último, se extienden los ideales muy terrenales, los estados de ánimo maduros con la plena experiencia de la edad: desde Sócrates, Laotse, Rousseau, Buda en adelante, el camino cada vez es más declinante. Todos ellos están relacionados interiormente, sin una verdadera metafísica, son portavoces de una visión del mundo y una actitud ante la vida prácticas y concluyentes, para las que tenemos nombres completos como budismo, estoicismo o socialismo”.

En esa etapa estamos, en la del imperialismo o socialismo. Ambas realidades no son excluyentes. Es la etapa del declive, del otoño de una cultura que ya conoce los primeros fríos, que presiente un invierno y una muerte [Was lebendig war, wird starr und kalt].

Una Europa que ya no cree en sus valores, que se deja invadir, por enésima vez desde 1945. Los bolcheviques y los yanquis, ellos mismos soldados de cien razas distintas, en realidad eran portadores de ideologías, no eran pueblos. El imperio soviético y el yanqui fueron imperios ideológicos, vale decir, anti-europeos, enemigos del alma fáustica, opuestos metafísicos a esa civilización que aún hoy, en oscuros rincones de una Europa raptada, se resiste a morir. Las nuevas invasiones, de las que está casi prohibido hablar, son evitables si hay voluntad de seguir siendo. Basta con reconocer que son impuestas. Basta con percibir que las personas que vienen sin ser invitadas no siempre tienen la culpa del delito cometido, al violar unas fronteras que si existen es para que se cumplan las leyes (se nos olvida que todos los días se cometen estos delitos en las fronteras europeas, por tierra, mar y aire). No, no son las personas que vienen sin tener que venir las culpables, sino las mafias y los designios de poderes financieros extranjeros, poderes apátridas en realidad. Poderes que juegan con la vida de esas gentes, convirtiéndoles en muñecos teledirigidos y en armas. Los hombres convertidos en bombas: ¿habrá algo más triste y alienante?

En Prusianismo y Socialismo encontramos una reivindicación de que sólo podría haber, en el siglo XX, un socialismo. No el socialismo marxista ni el anarquizante, sino el socialismo autoritario de la disciplina y el deber. Ese socialismo de la disciplina y el deber se ha trasladado de Prusia a China, donde Confucio, LaoTsé, Mao y Den Xiaoping se dan la mano. Un socialismo nacional, esto es, hecho a la medida del alma de un pueblo. Para que Europa pueda ser un bloque y no un campo de invasiones y batallas, que es a lo que nos abocamos por inacción, no hay más remedio que convertirse en algo así como un Imperio, y un imperio “socialista”. Disciplina, no griterío pidiendo más y más nuevos derechos. Autoridad, y no la dictadura de élites del dinero y de minorías que se las dan de víctimas pero que apisonan y dominan. Jerarquía, pero no la del dinero sino de méritos y servicios a la comunidad. Trabajo duro y esfuerzo, milicia y justicia social…sin principios como éstos, Europa no puede hacerse camino como lo están haciendo China y, en parte, Rusia. Socialismo y no demo-liberalismo.

PRUSIANISMO Y SOCIALISMO DE OSWALD SPENGLER

Spengler pretende liberar al socialismo alemán de la sombra Marx. La categoría “socialismo” en el filósofo alemán no es un sistema de un doctrinario, ni necesariamente una etapa de la historia universal de la humanidad. El socialismo, tal y como lo comprende en su obra Preußentum und Sozialismus es una forma vinculada a una cultura nacional. El pueblo alemán, en su específica forma prusiana era un pueblo de trabajadores y funcionarios. El socialismo prusiano se opone al individualismo inglés y al anarquismo italiano. Es una forma específica del “prusianismo” que incluye un modo particular y único de entender la vida, la política, la cultura.

Und damit ist die Aufgabe gestellt: es gilt, den deutschen Sozialismus von Marx zu befreien. Den deutschen, denn es gibt keinen andern. Auch das gehört zu den Einsichten, die nicht länger verborgen bleiben. Wir Deutsche sind Sozialisten, auch wenn niemals davon geredet worden wäre. Die andern können es gar nicht sein [Einleitung].

Y así se plantea la tarea: la tarea es liberar al socialismo alemán de Marx. El socialismo alemán, porque no hay otro. Esta es también una de las ideas que no pueden seguir ocultándose. Los alemanes somos socialistas, aunque nunca se haya hablado de ello. Los otros no pueden serlo” [Introducción].

Todo el liberalismo alemán es una patraña. De manera análoga a como en España los partidarios de Napoleón fueron llamados “afrancesados”, en Alemania los partidarios del modo de vida inglés (parlamentarismo, liberalismo) son tildados por Spengler de “inglesados”. Los “inglesados” llegaron Alemania como resultado de las campañas napoleónicas. El corso que llevó sus ejércitos franceses a toda Europa no luchó “por Francia” sino más bien luchó por el ideal inglés.

Es war die unsichtbare englische Armee, die Napoleon seit Jena auf deutschem Boden zurückgelassen hatte.

Era el ejército inglés invisible que lo Napoleón había dejado en suelo alemán desde Jena” [La Revolución, 2].

Napoleón obligó a los pueblos europeos a hacerse nacionalistas y liberales. Al desarraigarlos del principio monárquico, que fue el principio formador de los pueblos, éstos hubieron de buscar otros mitos organizadores y fundadores: la “voluntad general”, el “espíritu del pueblo”, etc.

En el caso alemán, la adopción o importación de principios extranjeros, ya sea el egoísmo del capitalista inglés (que procede de los piratas y animales de rapiña que fueron los ingleses en sus expediciones a partir de su isla) o el sadismo anárquico francés (con su necesidad de sangre para “nivelar”, y que nadie sea más que nadie) fue nefasto. Un alemán no puede ser un gentleman ni un businessman: un alemán es un “empleado”, ya sea en la fábrica, en el ejército o en la administración. En Spengler, la “forma de ser” determina la forma política que conviene a la nación, no hay internacionalismo que valga. El capitalismo genuino es el inglés, lo demás son burdas imitaciones. El socialismo genuino, de la misma manera, es el alemán: en modo alguno consiste en esa mezcla de socialismo inglés (la visión de Marx está extraída de la economía británica) o de anarquismo revolucionario francés. Es un socialismo comunitario y jerárquico.

Se debe comprender que el socialismo spengleriano no es revolucionario, sino un socialismo “de orden”, organizador y disciplinado. El contraste con los socialistas revolucionarios es patente. Si Napoleón fue, en el fondo, el “anglificador” de Europa, Francia en sí misma fue la difusora del ideal latino de la disgregación, de las “republiquitas” (traspasado de manera nefasta a la América Española y causa de su ruina desde el mismo momento en que gálico principio anarquizante pisó el suelo del Nuevo Mundo):

Das klassische Land westeuropäischer Revolutionen ist Frankreich. Der Schall tönender Worte, die Blutströme auf dem Straßenpflaster, la sainte guillotine, die wüsten Brandnächte, der Paradetod auf der Barrikade, die Orgien rasender Massen – das alles entspricht dem sadistischen Geist dieser Rasse. Was an symbolischen Worten und Akten zu einer vollständigen Revolution gehört, kommt aus Paris und ist von uns nur schlecht nachgeahmt worden. Wie ein proletarischer Aufstand unter feindlichen Kanonen aussieht, haben sie uns schon 1871 vorgeführt. Es wird nicht das einzige Mal gewesen sein.

“El país clásico de las revoluciones de Europa Occidental es Francia. El sonido de las palabras resonantes, los ríos de sangre sobre el pavimento, la sainte guillotine, las noches desoladas de fuego, el desfile de la muerte en la barricada, las orgías de las masas frenéticas, todo esto corresponde al espíritu sádico de esta raza. Las palabras y los actos simbólicos propios de una revolución completa vienen de París y han sido mal imitados por nosotros. Cómo es un levantamiento proletario bajo las armas del enemigo, ya nos lo demostraron en 1871. No habrá sido la única vez” [La Revolución, 4].

La falta de justicia social, la opresión del humilde, sólo en parte justifican las revoluciones sangrientas. Como orgías de sangre, no siempre son productos genuinos de la fracción del pueblo que las protagonizan. El caballero español, que, en su condición militar y misionero, dominó un imperio donde no se ponía el sol, no está precisamente representado en el miliciano rojo ni por el pistolero falangista del siglo pasado. Es la ideologización (un virus ideológico de origen extranjero) la que desnaturaliza a los pueblos, aunque por supuesto también son los pueblos los que van degradándose a lo largo de siglos de decadencia debido a las diversas causas históricas y a su propio destino.

Siempre es un virus ideológico para un pueblo el que éste acepte reglas de conducta contrarias a su instinto. Para Spengler, los instintos rectores de la Europa moderna y contemporánea son de tres naturalezas:

1) El instinto inglés: el poder le pertenece al individuo.

2) El instinto francés: el poder no le pertenece a nadie.

3) El instinto prusiano: el poder le pertenece a la comunidad.

En la distinción spengleriana hay, además, una genealogía. Ingleses y prusianos poseen una raíz étnica común. Los antiguos sajones y vikingos poseían cualidades raciales aptas para la conquista y la rapiña, y Spengler (por medio de unas caracterizaciones étnicas no muy afinadas, dicha sea la verdad) presenta a ingleses y prusianos como parientes, pero unos parientes que han seguido trayectorias diversas.

Los ingleses, seguros en su isla, no precisaron del Estado apenas, pues la propia geografía isleña protegía de ataques externos y eximía de tareas organizativas en el interior: la iniciativa siguió siendo, hasta el siglo XX, la iniciativa pirática privada. El capitalismo anglosajón es “corsario”. Si hay éxito, el Estado sanciona y obtiene rédito, pero ese Estado no deja de ser un “comité de patronos para poder gestionar mejor sus beneficios”, haciendo casi exacta de esta manera la definición marxiana. En cambio, el socialismo prusiano necesita concentrar esfuerzos organizadores pues su extensión se hace a lo largo de llanuras, expuestas a agresiones desde “los cuatro vientos”:

Die deutsche Revolution aber ist aus einer Theorie hervorgegangen. Der deutsche, genauer preußische Instinkt war: die Macht gehört dem Ganzen. Der einzelne dient ihm. Das Ganze ist souverän. Der König ist nur der erste Diener seines Staates (Friedrich der Große). Jeder erhält seinen Platz. Es wird befohlen und gehorcht. Dies ist, seit dem 18. Jahrhundert, autoritativer Sozialismus, dem Wesen nach illiberal und antidemokratisch, soweit es sich um englischen Liberalismus und französische Demokratie handelt. Es ist aber auch klar, daß der preußische Instinkt antirevolutionär ist.

“Sin embargo, la Revolución Alemana surgió de una teoría. El instinto alemán, o más exactamente prusiano, era: el poder pertenece al todo, al conjunto. El individuo lo sirve. El conjunto [das Ganze] es soberano. El rey es sólo el primer servidor de su Estado (Federico el Grande). Cada uno tiene su lugar. Se ordena y se obedece. Se trata, desde el siglo XVIII, de un socialismo autoritario, antiliberal en esencia y antidemocrático en comparación con el liberalismo inglés y a la democracia francesa. Pero también está claro que el instinto prusiano es antirrevolucionario” [La revolución, 5].

La teoría spengleriana sobre el socialismo no es fácil de comprender, dado que huye de modelos abstractos. Es una teoría basada en las circunstancias históricas que han determinado el curso de la historia de Europa occidental. No se habla de “socialismo” como de un sistema, sino como un modo de percibir y conducirse un pueblo. Tampoco se pontifica sobre las maldades o virtudes del capitalismo, sino sobre la forma de hacerse con él en cada pueblo. Pero, nótese bien, tampoco se trata aquí de un relativismo. Es tópico, pero muy errado, ver a Spengler como un relativista: “lo que llamemos socialismo dependerá del pueblo que lo encarne”. Más bien se trata de conceder autenticidad distinta, según grados, a modos de vida nacionales que son, radical y esencialmente, distintos. Un alemán no es liberal si no es un “inglesado” ni marxista-revolucionario si no es un “afrancesado”. Otro tanto se diga de un español del Siglo de Oro, que en el libro de Spengler se acerca mucho más al prusiano que al inglés o al francés.

Las revoluciones no son entidades externas a la Historia, como gradas en el ascenso a un Progreso, como interrupción del instintivo camino de un pueblo a lo largo de su historia con vistas a converger en una especie de “Historia Universal”. Error frecuente del pensamiento progresista, tanto del ala liberal como del ala marxista. Las revoluciones son procesos geopolíticos, no escalas hacia un Progreso:

Jede neue Phase vollzieht sich unter dem Druck einer feindlichen Kombination. Die englische Revolution spielte sich auf einer Insel ab; die französische behielt dank ihrer Tapferkeit im Felde die Entscheidungen in der Hand. In der deutschen Revolution aber zählen Paris, London und Newyork mit, nicht mit ihren Arbeiterbewegungen, sondern mit Truppen, die sie marschieren lassen, wenn die deutsche Revolution eine ihnen nicht erwünschte Form annimmt. Die Marxisten haben es so gewollt und müssen nun damit rechnen. Außer den Handgranaten des Spartakusbundes und den Maschinengewehren der Reichswehr ist noch die französische Besatzungsarmee und die englische Flotte da.

“Cada nueva fase tiene lugar bajo la presión de una combinación hostil. La revolución inglesa tuvo lugar en una isla; los franceses, gracias a su valentía en el campo de batalla, mantuvieron las decisiones en sus manos. En la revolución alemana, sin embargo, París, Londres y Nueva York cuentan, no con sus movimientos obreros, sino con las tropas que hacen marchar cuando la revolución alemana toma una forma que ellos no desean. Los marxistas lo han querido así y ahora deben contar con ello. Además de las granadas de mano de la Liga Espartaquista y las ametralladoras del Reichswehr, están el ejército francés de ocupación y la flota inglesa” [La Revolución, 7]-

Es absurdo e infantil no ver las revoluciones en un contexto geopolítico. En el tablero internacional ¿a quién beneficia una revolución? El hecho de que, en plena guerra, matanza justificada bajo criterios de patriotismo, una importante facción traicione a los suyos anteponiendo su utopía a la defensa del suelo o a la camaradería con tus consanguíneos y coterráneos ¿a qué se debe? ¿Quién se frotaba las manos -por ejemplo- cuando los españoles se mataban entre sí entre 1936 y 1939, con un ensañamiento salvaje nunca visto en ellos contra enemigos exteriores, franceses o moros? Las potencias alientan revoluciones y contrarrevoluciones y degradan a los pueblos con ideologías víricas letales.