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NÚMERO 91. La ‘Marca España’ y el pernicioso mundo de las apariencias

Por Elespiadigital
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infoelespiadigitales/4/4/19
domingo 08 de diciembre de 2013, 20:40h

El proyecto de la ‘Marca España’, puesto en marcha en la época de José María Aznar y al que el presidente Rodríguez Zapatero prestó muy escasa atención, fue relanzado por el Gobierno de Rajoy a mediados de 2012 tras postergar su presentación solemne en el Teatro Real en tres ocasiones sucesivas -acto que en la práctica ya se dio por anulado-, con la previsión de que estuvieran presentes el Rey y el Consejo de Ministros en pleno. Desde entonces, los ciudadanos españoles han soportado una venta política de tan novedoso invento realmente machacona y sin comprender todavía con exactitud qué cosa es.

Quizás estemos ante un intento de reconvertir el ‘país’ que es España en la ‘Marca España’, sin otra justificación aparente que satisfacer de forma encubierta -como se viene haciendo en otros casos- las exigencias, difíciles de entender, de quienes en plena era de la globalización prefieren sentirse vascos, catalanes, gallegos, cartageneros o lo que les toque, antes que españoles, sin que además ambas cosas sean incompatibles entre sí. O tal vez porque algunos políticos avispados crean que, una vez transformada España como ‘país’ en una simple ‘marca’, podrán desvertebrar todavía más la nación haciendo proliferar las 17 ‘marcas’ de marchamo autonómico más convenientes para su gobierno caciquil y retraernos a estadios de desarrollo y convivencia pretéritos…

Pero también puede ser que, simplemente, estemos ante el hábil invento de algún asesor áulico del Gobierno para disponer de otro chiringuito en el que chupen de lo lindo amigos y compadres políticos, incapaces de vivir al margen de los presupuestos del Estado. Desde los adheridos al ‘Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España’ (rimbombante definición para una etérea función política de rango menor) hasta el ‘Observatorio de la Marca España’ administrado por el Real Instituto Elcano, que es otro invento de ocasión en busca de dónde agarrarse para seguir gastando subvenciones de la sopa boba.

LA ‘MARCA ESPAÑA’ Y LA REINVENCIÓN DE LA PÓLVORA

Porque, si de lo que se trata es de promocionar en el exterior las empresas españolas y algunas de sus actividades económicas referenciales (que no sabemos bien si ese es el objetivo del proyecto ‘Marca España’), la cosa ya estaba inventada y practicada con eficiencia desde el advenimiento de la publicidad moderna en el régimen franquista, sin ningún Alto Comisionado y con multitud de exitosas iniciativas publicitarias públicas y privadas. Basten recordarse al respecto el eslogan turístico del ‘Spain is different’, el de González Byass del ‘Tío Pepe, sol de Andalucía embotellado’ -con su botella revestida de flamenco-, la simbología del toro de Osborne…).

Y si la cosa va de ‘exportar’ la cultura española (que tampoco lo sabemos), entonces habría que empezar por fomentarla dentro del país, porque nadie puede disponer de lo que carece. O, dicho de otra forma, no parece que la cultura ‘basura’ prototípica de los Torrente y las Belén Esteban, y ni siquiera la que hoy por hoy se cocina en las universidades españolas, sea exportable a países llamados del primer mundo.

Lo que pasa es que como lo de hacer publicidad y relaciones públicas (de producto o de marca, sectorial o genérica, corporativa o institucional) no es cosa exactamente fácil de acaparar por los políticos, porque es propio de una profesión liberal y técnico-creativa para la que tampoco vale cualquier ganapán enchufado de los partidos, sus funciones habituales se han derivado hacia lo rebautizado como ‘marca país’ y como campañas de ‘comunicación’ y de ‘imagen’, que parecen más manejables políticamente, aunque entendidas como se quieren entender sean por supuesto bastante menos eficaces. Mucho asesor, mucha encuesta ‘a medida’, mucho análisis, mucha apariencia, muchas ruedas de prensa, muchos viajes ‘gratis total’…, pero pocas ideas, poca creatividad, poca persuasión, poca eficiencia y, en definitiva, poca España…

Y lo primero que hay que advertir, es que las campañas de ‘comunicación’ entendidas como un instrumento o herramienta particular del marketing-mix, no existen per se. Por la simple razón de que todo proceso que cuenta con un agente emisor y otro receptor, con un ‘mensaje’ de por medio, es pura ‘comunicación humana’, que se puede entender y desarrollar bien como acción puntual o bien como campaña, en función de factores de planificación, intensidad, duración, etcétera. Lo segundo a tener en cuenta es que las campañas de ‘imagen’, como tales, no las de ‘manipulación informativa’, todavía son más irreales y engañosas: pura filfa terminológica basada en la colección de comprobantes de noticias o ‘recortes de prensa’, sin garantía de mayor trascendencia social positiva.

En el sentido proyectivo que se quiere dar a la ‘Marca España’, la ‘imagen’ no es otra cosa que un conjunto de rasgos y percepciones que caracterizan públicamente -es decir ante la sociedad- a una persona, un colectivo o una entidad, y que obviamente puede ser ‘buena’ o ‘mala’ de acuerdo con el sistema de valoración aplicable. Así, se debería hablar de la ‘imagen-país’ de forma más correcta que de la ‘marca-país’; pero como para nuestros políticos España es un concepto discutible  -y en consecuencia discutido-, y como hablar de la Nación Española no consta en su agenda, pues parece que les es más conveniente inventarse lo de la ‘Marca España’.  

LA IMAGEN DE LA ‘MARCA ESPAÑA’ Y SUS ATRIBUTOS

En el ámbito de interés económico que nos ocupa, la ‘marca’ es una señal hecha sobre una persona, animal o cosa (incluidos los entes jurídicos) para distinguirla de otra o denotar su calidad, sus características o atributos y su pertenencia, o también el sello o instrumento con el que se aplica. Por eso se habla de la ‘imagen de marca’, del ‘sello de marca’, de la ‘marca’ que identifica y acoge uno o varios bienes, productos o servicios y de otros conceptos propios de las ciencias comerciales -el marketing moderno- que no viene al caso pormenorizar.

Y sucede, por tanto, que la ‘imagen’ no se define ni se fabrica fácilmente a conveniencia ni a base de órdenes gubernamentales dadas sobre la marcha, sino que es el resultado de una agregación continuada de elementos y percepciones de naturaleza objetiva, que en un momento dado y mediante técnicas de comunicación precisas pueden hacerse más evidentes y presentarse ante el público de forma más atrayente, emocionante y sugestiva. Es, entonces, una especie de concepto ‘residual’ devenido de la propia realidad en el transcurso del tiempo, y que, de esa forma, puede conformar una imagen ‘buena’ o ‘mala’; reconducible en alguna medida pero no alterable porque sí, de forma inmediata y radical.

La ‘imagen’, buena o mala, es, tan sólo, el resultado de hacer las cosas bien o mal a lo largo del tiempo. Y, en definitiva, todos los expertos en la materia, vienen a concluir que lo primero y más necesario para que una corporación o cualquier otro tipo de ente tenga una buena imagen (algunos expertos prefieren hablar de una buena reputación), es que haga bien su trabajo desarrollando sus funciones y cubriendo sus objetivos con rigor y eficiencia.

Dicho de otra forma, la ‘imagen de marca’, o los atributos perceptibles de la marca, no se conforman sino a través de un proceso continuado de prueba y contraste por parte del agente receptor, que en sí mismo se puede alimentar, dinamizar y orientar, pero sólo hasta cierto punto si la ‘cosa’ envuelta por la marca no responde en su contenido objetivo al perfil de valores atribuido. Y por eso, yendo al fondo de la cuestión, si alguien piensa que en su momento fue fácil cambiar la imagen de la España de pandereta, o que ahora se puede eliminar de un plumazo político la imagen de la España corrupta y despilfarradora, se equivoca de medio a medio.

Así, no deja de llamar la atención que, según han establecido sus creadores, el proyecto ‘Marca España’ descanse también en lo que definen como “una tarea académica sostenida”, consistente en crear un ‘Observatorio de la Marca España’, “con una serie de indicadores que permitan conocer la imagen de España en el mundo de forma discriminada y según su evolución en el tiempo”. Tarea poco convincente encomendada además sin la menor justificación al Real Instituto Elcano, del que se afirma con total gratuidad que es toda una “institución destacada en la materia” (en realidad jamás ha hecho cosa similar).

Y si esa labor de hipotética investigación se plantea como ‘tarea académica’, que no lo es, ¿por qué no se encarga de realizarla una facultad prestigiosa de Ciencias Políticas y Sociología, aunque fuera extranjera…? ¿Y, en todo caso, cuál es la razón que impide al Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), dependiente de la Presidencia del Gobierno, asumir directamente tal ‘observación’…? Este recurrente invento del ‘Observatorio’ (aplicado a un fenómeno evidente a simple vista del día a día informativo, suena raro, raro, raro…, a una suerte de contrato para la ‘peña’ política que en modo alguno va a mejorar los aspectos negativos de la ‘Marca España’.

Pero, además, y según han decidido también sus espabilados promotores, el lanzamiento de la ‘Marca España’, “debe ir acompañado de una campaña de comunicación”. A cuyos efectos -añaden- se han concertado también ciertos convenios de colaboración (raros, raros, raros) entre el ‘Alto Comisionado’, la Agencia EFE y la Corporación Radiotelevisión Española (RTVE). Algo que apunta a cierta confusión práctica entre una ‘campaña de comunicación’  (ya hemos advertido que tal concepto es equívoco) con la propaganda política propia de los regímenes totalitarios.

Y es que, antes de meterse en fregados de este porte, lo previo y necesario, como muy bien saben los verdaderos profesionales del marketing y la politología, es desarrollar una acción seria de investigación para, en todo caso, señalar el punto de partida: qué se entiende por ‘Marca España’, cuáles son o deben ser sus atributos, qué valoración social registra ab initio y por qué motivos, etcétera… Y pasar, acto seguido, a fijar los necesarios objetivos cualitativos y cuantitativos de la pretendida ‘campaña’ (sin los que el fracaso de la idea está garantizado), diseñar acciones concretas para alcanzarlos, planificar su ejecución en tiempo y espacio determinados, medir los resultados, valorar la nueva situación y, si procede, implantar los nuevos procesos de continuidad…

Claro está que esa obligada labor inicial de diagnosis de la situación o de definición del problema, que en este caso es la presumible mala imagen de la ‘Marca España’ (porque si la imagen fuera buena la campaña en cuestión sería innecesaria o tendría que plantearse en términos distintos), habría puesto en clara evidencia la realidad que subyace en la pésima valoración social del país dentro y fuera de sus fronteras. Tanto en lo afecto al sistema político como a las prácticas de gobierno, lo que constituye el verdadero fondo de la cuestión.

De esa forma, los promotores del proyecto ‘Marca España’ habrían sabido a ciencia cierta que el problema real es el desprestigio de la clase dirigente y de las más altas instituciones del Estado, la ausencia de reformas vitales en numeroso campos, la falta de consensos y verdaderas políticas de Estado en cuestiones básicas para la convivencia y el desarrollo socioeconómico, la nefasta deriva del Estado de las Autonomías y la desvertebración nacional, la corrupción pública y el derroche presupuestario…

Todo un amplio y creciente conjunto de lamentables ‘realidades’ negativas, imposible de combatir con campañas de imagen y comunicación, y menos todavía con el propagandismo político y la manipulación informativa. ¿O acaso se trata de seguir moviéndonos en el mundo de las apariencias y justificar la mala imagen de nuestro país por no haber sabido vender lo bien que lo dirigen sus torpes gobernantes, como afirman rotatoriamente unos y otros…? ¿Es que la mala valoración social de la acción de gobierno y de oposición sólo es consecuencia de no saber ‘comunicarlas’ o de no estimular como es debido las loas y alabanzas que merecen…? ¿Es que tal vez vamos a restaurar la antigua Prensa del Movimiento para camuflar la España real con la España de las apariencias…?

Cierto es que en la España real siempre han existido y seguirán existiendo muchas cosas positivas, basadas sobre todo en la actividad y el esfuerzo ciudadano personal y colectivo -a veces directamente entorpecido por la política-, y que eso, es decir la particular iniciativa empresarial, cultural y profesional en todas las vertientes, conforma una esencialidad de país a potenciar y proyectar al exterior. Bien sea facilitando las iniciativas de los agentes individuales o bien mediante actuaciones de tipo genérico o sectorial.

Pero, al mismo tiempo, en el país existen también muchas cosas negativas, hoy vinculadas básicamente a lo público y a la mala gestión política, que son las que más inciden sobre su imagen internacional. Porque en términos de percepción y valoración social siempre pesa mucho más lo negativo que lo positivo.

AUMENTA LA PERCEPCIÓN DE LA CORRUPCIÓN PÚBLICA

Y, además, esta triste realidad negativa es creciente, como ha demostrado la última edición del Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) elaborado por ‘Transparencia Internacional’ (TI), ONG fundada en 1993 con el objeto de observar y difundir delitos corporativos y corrupción política en el desarrollo internacional. La organización, que opera en más de 70 países, comenzó a trabajar en España en 2000, gestionada por la Fundación José Ortega y Gasset y bajo la dirección de Jesús Lizcano.

En el Informe de TI relativo al año 2013, presentado el 3 de diciembre en Berlín (donde se encuentra su sede central), se observa que España ha caído diez puestos en el ranking sobre la percepción de la corrupción oficial con relación al año anterior. Tras Siria, es el país en el que dicho fenómeno ha aumentado más en el último año.

En 2013, España ha cedido seis puntos con respecto al año anterior, pasando de los 65 puntos (sobre un máximo de 100 que supondrían  ‘corrupción cero’) a los 59, para descender de la posición trigésima hasta la cuadragésima (entre 175 países observados), lo que, por ejemplo, la sitúa muy por detrás de Chipre y Portugal, inmediatamente después de Polonia y justo delante de Cabo Verde. Dinamarca vuelve a ser en esta edición el país percibido como más transparente a nivel europeo y mundial (suma 91 puntos de los 100 posibles), mientras que Grecia repite como nación más corrupta del continente europeo en el puesto 80 (40 puntos), a la altura de China…

Según los responsables de TI-España, los escándalos de corrupción que se han destapado y juzgado en los últimos meses en el país (pero larvados en los últimos años), han dejado a la luz ciertas “debilidades estructurales” del sistema legal en ámbitos tan sensibles como el de la adjudicación de contratos públicos o la normativa sobre uso del suelo; hecho al que además hay que añadir la sensación de impunidad de los corruptos en España, debido principalmente a la lentitud del sistema judicial. A su juicio, la ‘Ley de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno’, aprobada recientemente, es “débil”, carece de “claros castigos” para los infractores, deja mucho margen a la “discrecionalidad” de los funcionarios y, además, no reconoce el derecho de los ciudadanos a recibir información…

Por su parte, Fernando Prado, responsable para España y América Latina del ‘Reputation Institute’, consultora dedicada a la investigación sobre la reputación corporativa, su medición y gestión proactiva, fundada en 1997, explica que para que una serie de noticias cambien la imagen de un país deben referirse a algo realmente extraordinario: “El año del rescate de los mineros chilenos subió mucho la imagen del país, y si México sufre una escalada de violencia del narco, baja. Pero tienen que ser noticias que estén todo el día en primera página. La huelga de limpieza de Madrid no ayuda, pero es preocupante sobre todo porque la prensa la usa como síntoma de que Madrid no tiene dinero para recoger la basura”.

Según el índice de ‘Reputation Institute’, actualizado anualmente, España ha perdido imagen con la crisis. Ha pasado de ser en 2009 el país número 12 del mundo en imagen a situarse en el 18, siendo superado en 2013 por Italia y Francia. Si en los primeros años de la crisis bajó la valoración económica de España, en el último año han caído también aspectos como la calidad institucional o el uso del dinero público, por lo que Fernando Prado sostiene: “Es difícil pensar que los casos de corrupción no tienen nada que ver con el deterioro de la calidad institucional que se percibe”.

Prado explica también una singularidad propia de España: “Lo normal es que la imagen de un país esté por encima en unos 10 puntos si se les pregunta a sus ciudadanos con respecto a lo que se percibe desde fuera. En España era así en 2008, nos veíamos mejor desde dentro que fuera. Desde entonces, la percepción que los españoles tienen de su país no ha hecho más que caer, y en 2013 está ya por debajo de la puntuación que dan los extranjeros”

Paréntesis: Según el Barómetro del CIS correspondiente al paso mes de noviembre, la corrupción y el fraude han vuelto al segundo puesto de la lista de problemas de España, situándose por detrás del paro, que sigue en cabeza, mientras la preocupación que genera la clase política se incrementa un punto más sobre el mes anterior, siendo citada por el 29,7% de los encuestados.

Con todo, es obvio que en relación con este invento de la ‘Marca España’, la tarea sustancial se debe centrar en potenciar los aspectos positivos del país, diluyendo previamente los negativos mediante las reformas y decisiones políticas necesarias. Lo que no debe hacer el Gobierno es lanzarse a exhibir por el mundo una vacua ‘marca-país’ sin eliminar antes sus peores y más polémicos atributos, que son los más visibles y rechazables.

Porque, sirva la comparación, a nadie se le ocurre publicitar productos con taras de origen que no pasan un mínimo control de calidad o tratar de vender los que presentan defectos de fabricación bien evidentes. Todos los profesionales del marketing saben lo que debe contener una base-line como el histórico del “You can be sure… if it’s Westinghouse”, por ejemplo, o lo que para el gran público significan un ‘Made in Germany’ o un ‘Made in USA’ frente a un ‘Made in China’.

EL PERNICIOSO MUNDO DE LAS APARIENCIAS

Dicho de otra forma, nada hay más pernicioso a medio y largo plazo que fundamentar una acción política o comercial -elíjase lo que se quiera- en el mundo de las apariencias; nada peor que tratar de solucionar un grave problema como quien pretender mover el mundo apalancando con un churro, al dicho aragonés.

Las personas, como las cosas e incluso las ideas en germinación y no sustanciadas, son lo que son y no lo que puedan aparentar. Y si bien en la sociedad actual muchos se ocupan en ser o en mostrarse como lo que no son y, por tanto, en vivir de las apariencias, y que no deje de ser cierta la advertencia maquiavélica de que “todos ven lo que tú aparentas y pocos advierten lo que tú eres”, la realidad es que fuera del ámbito personal lo auténtico prevalece siempre sobre lo presumible o artificioso.

De hecho, Aristipo (435-350 a.C.), discípulo de Sócrates y fundador de la escuela cirenaica que identificaba el bien con el placer -el hedonismo-, ya distinguió: “En los mercados se examinan los objetos muy cuidadosamente, pero si se trata de personas, se las juzga sólo por las apariencias”. Poco después, el fabulista Esopo nos recordó de forma insistente que “es por el fondo, no por las apariencia, por donde hay que juzgar”.

Y más tarde, en la antesala de la era cristiana, el historiador romano Quinto Curcio Rufo afirmó con un cierto toque poético que “los ríos más profundos son siempre los más silenciosos”. Una sabia percepción de la realidad que llegaría a ser reinterpretada en un manuscrito francés del siglo XIV en estos términos: “No hay agua más peligrosa que el agua dormida”.

Dos grandes poetas latinos coetáneos de Curcio, también advirtieron sobre el respeto a la esencialidad de las cosas. Horacio señaló que a menudo “somos engañados por la apariencia de la verdad”, mientras que Virgilio precisó: “No te fíes demasiado del color de las cosas”

Pero, a pesar de estas llamadas al realismo y a profundizar en lo esencial sin pararse en lo aparente, los actuales políticos españoles, y en concreto los inspiradores y ejecutores del proyecto ‘Marca España’, parecen mucho más interesados en seguir el dictado de Pío Baroja, maestro del pesimismo imperante en la llamada ‘Generación del 98’: “Tiene suma importancia salvar la apariencia. Todo está bien, si parece bien”.

Porque justo en esa línea ‘aparencial’, es en la que se está moviendo la ‘Marca España’, al igual que sucede prácticamente con toda la política desarrollada por José Manuel García-Margallo, ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación y padrino del invento en cuestión. Es decir, haciendo más por aparentar qué querríamos ser que por mostrar la realidad de lo que somos (aun sin dejar de perfeccionarla y de potenciarla), cosa comprensible si consideramos algunos de sus actuales aspectos más vergonzosos.

Vivimos en una época llena de imágenes falsas y estereotipos engañosos que nos llevan al punto acomplejado de querer ser lo que seguramente no seamos y, peor aún, a llegar a creer que somos lo que realmente no somos; a creernos nuestras propias mentiras. Lo que a menudo nos lleva a fracasos absurdos y a devaluar nuestra esencialidad como país con los atributos positivos y diferenciales que otros países pueden incluso añorar como señas de identidad propias (ahí está sin ir más lejos el caso de las corridas de toros prohibidas en Cataluña y Canarias).

Y lo cierto es que lo que parece ser, frecuentemente acaba por no ser eso mismo; es más, en algunas ocasiones termina por ser justo lo opuesto. “Nada resulta tan bueno como parecía”, llegó a escribir George Eliot (seudónimo de la escritora británica Mary Anne Evans, 1819-1880, conocida por su amplia cultura y su defensa del realismo literario).

Así, hemos visto recientemente cómo de tener ‘cantada’ para Madrid la adjudicación de los Juegos Olímpicos de 2020, según los promotores de la candidatura madrileña con el príncipe Felipe a la cabeza, se pasó a la triste realidad de protagonizar un ridículo de descalificación mayúsculo, incluida la ‘gracieta’ de la alcaldesa madrileña, Ana Botella, con su “A relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor”

LAS METEDURAS DE PATA DE LA ‘MARCA ESPAÑA’

Pero eso no es todo. Puestos a apoyar oficialmente la imagen de España, poco antes del fiasco que supuso la candidatura del ‘Madrid 2020’, y a raíz de la pitada al himno nacional que se produjo durante la inauguración de los Mundiales de Natación celebrados en Barcelona el pasado mes de julio, al propio director adjunto de la Oficina del Alto Comisionado del Gobierno para la ‘Marca España’, Juan Carlos Gafo, no se le ocurrió otra cosa mejor que insultar a todos los catalanes minutos después de la ceremonia a través de su cuenta Twitter, con este alumbrado desplante: “Catalanes de mierda. No se merecen nada”.

Y eso que el caballerete en cuestión, además de pertenecer al Cuerpo Jurídico de la Armada, es diplomático de carrera con destinos previos tan significados como los de director del Departamento de Protocolo de la Presidencia del Gobierno (2004-2008) y el de embajador de España en el Líbano (2009-2012). ¿Y tipos tan zafios como este son los que pretenden velar por la imagen pública del país…? ¡Pues apaga y vámonos con la música de la ‘Marca España’ a otra parte!

En su sencilla sabiduría, Fray Luis de León (1527-1591), eminente teólogo, filólogo erudito y poeta extraordinario, y quizás por ello sañudamente acosado por la Santa Inquisición, sostenía la imposibilidad de que la formación y el estudio suplieran las carencias profundas de nuestro propio intelecto. A él se atribuye la frase que terminaría siendo emblema de la Universidad de Salamanca (“Quod natura non dat, Salmantica non praestat”) y que el vulgo de la época recreó sagazmente en el conocido dicho: “Donde no hay mata, no hay patata”.

Pues eso: donde no hay producto no puede haber imagen y donde se siembran cardos no se recogen rosas. Porque ¿cuál es la imagen de España que se quiere proyectar en el exterior si dentro de casa tenemos lo que tenemos…? ¿Y es que acaso no conviene barrer la casa antes de abrirla a las visitas…?

LA CRÍTICA SOLVENTE DE INTELECTUALES Y TÉCNICOS

A Javier Marías, como a otros muchos españoles personalmente esforzados en hacer sus cosas bien, es decir con imagen y reputación ganada por méritos propios, le invitó el Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España (dime cuán grande es tu título y te diré quién eres) a prestar su imagen en un prematuro video promocional de la ‘Marca España’. Al escritor y miembro de número de la Real Academia Española le hizo poco gracia la forma y el fondo de la invitación y, para empezar, le anunció una respuesta inmediata y adecuada en un artículo que tituló ‘La Marca España y las ratas’ (El País Semanal 26/05/2013), que concluía con este duro párrafo:

(…) El domingo que viene contaré cuál fue mi respuesta, y también en qué consiste hoy la Marca España, en mi opinión propia de un piernas. Pero les adelantaré ahora una escena reveladora y reciente, que jamás había contemplado en mi ciudad, ni siquiera en los años cincuenta en que nací. La Marca España, entre otras cosas, son las RATAS que ya he visto varias noches correteando como conejos por entre las mesas de las terrazas de la Plaza Mayor de Madrid, una de las más turísticas y emblemáticas del país (como para sentarse a esas mesas). El Madrid deteriorado de la alcaldesa Botella de Aznar. El Madrid controlado por el PP desde hace más de veinte años. Peligrosas, insalubres, transmisoras de enfermedades, campando a sus anchas en pleno centro de la capital del Reino. Esa es una de las imágenes actuales que debería meter en su vídeo ese Alto Comisionado.

Y, efectivamente, tras este aperitivo, Javier Marías se despachó a gusto con la ‘Marca España’, como había anunciado, en otro artículo sobre el mismo tema apropiadamente titulado ‘Puras hipocresía o contradicción’ (El País Semanal 02/06/2013). Su segunda y también acertada reconvención al Gobierno de Rajoy merece ser reproducida literalmente:

La idea de la Marca España es la de una apropiación indebida. Con alguna excepción (quizá el deporte en los últimos veinte años), la política de este país ha sido poco propensa a ayudar a las personas de talento e iniciativa; más bien les ha puesto trabas y obstáculos, y en la actualidad -de nuevo- las insta u obliga a emigrar. Está reciente el caso de Diego Martínez Santos, elegido mejor físico joven del continente por la Sociedad Europea de Física casi al mismo tiempo que la Secretaría de Estado de Investigación le denegaba aquí una beca Ramón y Cajal alegando, precisamente, su falta de “liderazgo internacional”. Dios les conserve la perspicacia a sus miembros. También el de Nuria Martí, cuarta firmante del hito mundial del año en investigación biológica (la obtención de células madre humanas), huida a Oregón tras haber sido despedida del Centro Príncipe Felipe de Valencia por un ERE en 2011. Hay una larguísima tradición en España de expulsión, encarcelamiento o persecución de sus mejores intelectuales, artistas, científicos e investigadores. Desde Goya y Blanco White y Jovellanos y Moratín hasta Cernuda, Machado, Juan Ramón, Salinas, Carner, Guillén, Aub, Ayala, Zambrano, Alberti, Chacel, Corpus Barga, Chaves Nogales, Barea y tantos otros. Durante unos años pareció que el ambiente español se hacía respirable, e incluso regresaron los exiliados republicanos que quedaban vivos. Ahora, bajo este Gobierno declaradamente enemigo de la cultura y la ciencia, toca otra vez largarse o quedarse aquí resistiendo. Mi padre, recuerdo, explicó en sus memorias, Una vida presente, por qué no se marchó del país tras la victoria de Franco, estando como estaba en peligro y con negras perspectivas. Había razones de carácter personal, pero me interesa la siguiente: “Aunque no me hacía grandes ilusiones sobre mí mismo, pensaba que si los que tienen capacidad de expresión abandonan a su pueblo, es muy difícil que no decaiga, que pueda levantarse”. A veces permanecer, con privaciones y hostilidad, requiere más esfuerzo y valor que marcharse. Si todo el mundo de valía se va, ¿qué posibilidad de mejora le resta al territorio desértico? ¿O de “salvación”?

Todavía hoy, los españoles que destacan no lo hacen por serlo, como pretende fingir el concepto de Marca España, sino por casualidad, cada uno en su campo, y en muchas ocasiones pese a serlo. ¿A qué viene entonces apropiarse institucionalmente de los logros individuales y azarosos, debidos al talento y al denuedo de las personas, sino a una hipócrita tentativa de instrumentalización? Más aún cuando el Gobierno de Rajoy ha elegido como primeras víctimas de sus recortes a la cultura, a la educación, a la ciencia y a la investigación. ¿Qué diablos haría mi imagen, o la de cualquier otro escritor, “adornando” ese vídeo del que hablé hace una semana y que se presenta con pompa pasado mañana en Bruselas, mientras el presupuesto de este año para las bibliotecas públicas ha sido de cero euros, o se mantiene la más absoluta permisividad con la piratería de textos en Internet, que a la larga nos llevará a unos cuantos a dejar de escribir? ¿Qué la de cualquier cineasta o actor, cuando los teatros y cines han pasado de golpe de un 8% de IVA a un 21%, convirtiéndonos en el país europeo con el mayor gravamen impuesto a los aficionados a esas dos artes que el Gobierno rebaja a meros “espectáculos”, y en consecuencia se cierran salas sin parar? ¿Qué cualquier músico o cantante haciendo propaganda no de su país, sino de un Gobierno que raquitiza las escuelas de música clásica y -como los anteriores, en eso no hay diferencia con los socialistas- hunde la industria, de nuevo con su pusilanimidad ante los internautas más desaprensivos? ¿Qué la de cualquier médico notable, mientras la sanidad pública es desmantelada, privatizada, reducida y encarecida? ¿Qué la de cualquier científico o investigador de renombre, cuando a sus colegas se les ha cercenado o suprimido toda ayuda económica para realizar su labor y se los empuja a irse de España para sobrevivir?

El Gobierno no desea apoyar la ciencia ni la cultura (no hay medios para eso, aduce), pero su aversión a ellas es tal que ni siquiera está dispuesto a consentir que las financie la sociedad civil, como sucede desde siempre en los Estados Unidos. No otra explicación tiene que una posible Ley de Mecenazgo, que permitiera desgravarse las aportaciones a museos, publicaciones culturales, conciertos, representaciones teatrales y demás, esté congelada o cuente con la abierta oposición del Ministerio de Hacienda. ¿Qué sentido tiene, así pues, que la Marca España presuma de los rostros y nombres de personas destacadas en el terreno de las artes, mientras desdeña y combate esas artes?

No sé qué habrán contestado los demás individuos a los que la Marca España haya pedido autorización para utilizar su imagen, pero mi respuesta fue escueta: “Le agradezco su proposición y su interés, pero no voy a participar en algo auspiciado por un Gobierno, como el actual, que atenta incesantemente contra todas las actividades culturales españolas. Su política en ese campo y el proyecto de que me habla son pura contradicción”. Preferí este último vocablo al otro que barajaban mis dedos, “hipocresía”. Debo decir que recibí en seguida -justo es consignarlo- una contestación aún más escueta, pero sumamente educada y comprensiva. Al menos sabe guardar las formas ese Alto Comisionado.

Una percepción la del académico Marías en modo alguno inconsistente o aislada, situada en línea con la de otros muchos intelectuales y expertos en comunicación social. Por poner algún ejemplo más ‘popular’, pero no menos significativo, ahí están las declaraciones de los creadores españoles premiados recientemente con los premios Eisner, considerados los Oscar del Comic, renegando de la ‘Marca España’.

“Si alguien había pensado alguna vez que el cómic español no era de calidad, los premios Eisner han venido a desmentirlo. Tres dibujantes españoles -David Aja, Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales- han obtenido cuatro premios Eisner durante la celebración de la feria Comic-Con en Estados Unidos, la meca mundial del cómic”, se agasajaba el pasado 12 de agosto en la web oficial del organismo gubernamental ‘Marca España’ a los galardonados en San Diego (California, EEUU). Además, la nota de ‘Marca España’ añadía: “Todos los galardonados reconocen que estos premios son un paso más hacia el reconocimiento mundial del cómic español”.

Pero tanto Díaz Canales como Aja exigieron rápidamente a los responsables de ‘Marca España’ que dejaran de asociarles con dicho concepto publicitario, expresando a través de las redes sociales su indignación con tal invento.

En su airada respuesta en Facebook, Díaz Canales se avergonzaba de “un país que consiente y ampara estafas a gran escala y niega a sus ciudadanos derechos elementales como son una vivienda digna, sanidad y educación. Que ningunea la cultura y la ciencia y cuyas instituciones, de la primera a la última, están corruptas hasta la médula, como nos demuestran los medios de comunicación un día sí y otro también”. Y proseguía: “Vivimos en un país desesperanzado, en manos de una casta política y económica amoral, insensible, ciega y estúpida que nos ha arrastrado a la miseria caprichosa y cruelmente, mientras que ellos siguen enriqueciéndose a manos llenas".

También afirmaba que es español sólo porque “no puedes ser otra cosa desde el momento que naces en España” y que “esto no es suficiente para sentirme orgulloso de mi país. De hecho, hoy por hoy, los sentimientos que me provoca ser español son los de vergüenza, impotencia e infinita indignación”. Finalmente concluía: “Por todo ello, no quiero que mi nombre se asocie, y mucho menos sin mi consentimiento, con ese esperpento que han dado en llamar ‘Marca España’. Hagan el favor de llamarme de nuevo cuando hayan limpiado la casa, la gente pueda aspirar a un trabajo digno, las instituciones recobren su verdadera función y la ética vuelva a tener más valor que el dinero”.

Por su parte, David Aja escribió en su cuenta de Twitter, antes incluso de que ‘Marca España’ le ensalzara por su premio internacional, que lo que más le produce hoy en día España y la susodicha etiqueta publicitaria era “vergüenza”. Y después recordó a través de la red del pájaro azul que ninguno de los tres dibujantes españoles premiados en Estados Unidos trabaja para la industria española, sino para editoriales extranjeras.

Y desde una posición sin duda más transgresora, Juanma Bajo Ulloa, uno de los realizadores cinematográficos de moda, acaba de convocar un concurso en busca de la ‘Marca España’ gamberra para integrarla en su comedia ‘Rey Gitano’. En la web del proyecto (www.reygitanolapelicula.com), anima a los ciudadanos a que le cuenten cómo ven España, redefiniendo la 'Marca España' al margen del organismo impulsado por el Gobierno para vender la imagen del país en el extranjero: “Te pedimos que nos envíes una foto, dibujo o eslogan, que para ti simbolicen o sinteticen los verdaderos valores e idiosincrasia de España”.

Todo ello, claro está, de forma cuanto más provocadora, mejor. Porque, según el director de cine, su nueva película es un “homenaje a la chapuza española, a los políticos, a la monarquía... al cine, también”, que trata de captar la verdadera percepción que los españoles tienen de la crisis…

Pero en un plano mucho más moderado y técnico, y como otro ejemplo de las críticas solventes que vienen soportando la ‘Marca España’ y su Alto Comisionado, entre otros disponibles, también conviene reproducir el ilustrativo artículo de opinión de César García, doctor en Ciencias de la Información, consultor de comunicación y actual profesor ‘asociado’ en la Universidad de Washington, publicado en el diario digital El Huffington Post (03/09/2013) con el título ‘Pero ¿existe la marca España?’:

No voy a negar que la reputación es un factor importante en el desarrollo de los países. Tal y como dice Simon Anholt en su libro ‘Lugares: identidad, imagen y reputación’ (2009), uno de los gurús del concepto de la ‘marca país’, aquellos países con una reputación positiva “encuentran que todo aquello que ellos o sus ciudadanos desean hacer en la escena global resulta más fácil: su marca les antecede, abre puertas, crea confianza y respeto, e incrementa la expectativa de calidad, competencia e integridad”.

Sin embargo, lo de la Marca España es un bulo. No en vano, el propio Anholt, en el mismo libro, niega la existencia de algo digno de ser llamado marca país porque sobre todo requiere de buenas acciones y cambios: “Las imágenes nacionales no son creadas mediante la comunicación y no pueden ser alteradas mediante las comunicaciones”. Dicho en Román paladino, para tener una buena imagen, lo más importante es hacer las cosas bien y punto.

Los impulsores de la Marca España asumen que el país tiene una imagen peor de lo que se merece y que hay muchas cosas que fuera no se saben que merece la pena que sean contadas. Pretenden que España deje de proyectar únicamente la imagen de ser un país cálido, fuerte en el turismo y con gente simpática y apasionada, y presente alguno de los rasgos de los países denominados fríos como una cierta eficiencia producto de una buena educación y creatividad de sus gentes. La meta sería parecerse un poco más a Francia y a California, cunas del hedonismo moderno pero al mismo tiempo con una aureola de calidad técnica y científica.

Habría que preguntarse si la imagen del país no se corresponde con su situación real. Después de todo, la reputación de España en distintos estudios suele destacar por su buen clima y la calidad de vida probablemente superior a su nivel económico. En contra, España tiene una imagen de país relativamente ineficiente en comparación con los países centrales de Europa, con pocas empresas importantes y donde no resulta fácil hacer negocios.

¿Es esto mentira? Yo diría que no si tenemos en cuenta que España no tiene ninguna universidad entre las doscientas primeras en ninguno de los rankings que cuentan o que la mayor parte de nuestro producto interior bruto (una vez desmontado el bulo de la construcción) se debe al turismo y a la fabricación de automóviles de marcas extranjeras. Es verdad que hay algunas empresas españolas líderes en ciertos sectores como la banca, el textil, las energías alternativas o las telecomunicaciones, pero hay que decir que ni sus nombres ni sus imágenes corporativas transmiten ningún rasgo de españolidad.

Sirva como botón de muestra. En la misma zona del piso primero de uno de los centros comerciales más importantes y céntricos de San Francisco se concentran Zara, Mango, Tous y Camper, pero el que no sea un fan de la moda, hace poco hice un sondeo informal, sigue creyéndose que son firmas italianas, francesas o anglosajonas ya que la españolidad solo aparece en letra muy pequeña por la obligatoriedad de revelar el registro legal.

En realidad, con 28 empresas entre las 2.000 más grandes del mundo y 3 entre las 100 primeras según Forbes, España no está tan mal. Por compararnos con un país vecino con el que siempre tenemos cierto complejo de inferioridad en estas cuestiones, tenemos prácticamente las mismas empresas en la lista que Italia (que solo tiene una entre las cien primeras y de capital público) que es un país con mayor población. La diferencia en términos reputación es esa segunda y decisiva línea de pequeñas y medianas empresas que en Italia exportan cafeteras, maquinaria especializada y alimentos con la impronta “Made in Italy” mientras que en España nos encontramos con que relativamente pocas Pymes exportan de verdad. Y eso a pesar de las crisis políticas del país transalpino, para que luego se diga que la política es importante para los negocios.

Quien piense que la acción de un Gobierno puede crear marca es un iluso. La Marca España hoy es un gol de Messi o el papel de Guardiola en el Bayern de Munich. Hace más por la imagen de eficiencia de España ganar un mundial de fútbol o un triunfo de Nadal en Roland Garros que todos los Camper del mundo que nadie sabe de donde son. Marca España es una película como ‘El laberinto del fauno’ (aunque sea una coproducción con México) que gana 5 Óscar técnicos o el estudio de la Universidad de Barcelona, testado entre españoles y reproducido por todos los medios del mundo, acerca de las bondades de la dieta mediterránea. Marca España es el programa de cocina española de José Andrés en el canal público norteamericano.

Marca España es hacer las cosas muy bien.

EL MILAGRO IMPOSIBLE DE UNA IMAGEN SIN CIMIENTOS

La verdad es que llevamos años en los que los sucesivos gobiernos y el conjunto de las instituciones del Estado -desde la Corona hasta las Cortes Generales, pasando por el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, las propias Autonomías…-, acumulan de forma imparable las razones que están destruyendo la imagen y la reputación de España dentro y fuera de sus fronteras. O, dicho de otra forma, vivimos años en los que se están generando multitud de sinrazones políticas, en su más amplio sentido, que hacen imposible tomarse en serio ese invento de la ‘Marca España’, incluso en su versión más asumible.

Pero el problema, realmente grave, es que el proceso degradante de la imagen de España sigue su curso invariable sin que nadie haga nada al respecto, salvo intentar convertir a Carlos Espinosa de los Monteros, el Alto Comisionado, en una especie de sabio Merlín, el mago más poderoso de la epopeya artúrica que, tras haber sido creado en su origen para atraer a los humanos al lado oscuro que todos guardan en su interior, después -dice la leyenda- decidió hacer precisamente lo contrario: se convirtió en guía espiritual de su época y en consejero imprescindible de sus diferentes reyes, como el usurpador Vortigern, Aurelius Ambrosius, Uther Pendragon y el famoso Arturo de Camelot.

Según se narra en las obras literarias que lo tienen de protagonista, Merlín era capaz de hablar con los animales, cambiar de forma, hacerse invisible y también de controlar el clima y los elementos, aunque estas habilidades las empleaba con mucho cuidado para no enfurecer a la naturaleza, a quien consideraba como ‘diosa más poderosa’. Facultades todas ellas no muy distintas de la magia necesaria para reconvertir la podrida realidad política e institucional de España en la anhelada ‘Marca España’ del Gobierno de Rajoy.

Mientras el Merlín gubernamental intenta alcanzar su objetivo, cosa que está por ver, la basura nacional sigue en arrogante crecida. En todos los frentes y sin el menor ánimo de rectificación.

Así, mientras la Audiencia Nacional dicta órdenes de detención contra el expresidente chino Jiang Zemin y otros cuatro exdirigentes de ese país por la represión en el Tíbet (ahí es nada), la meritoria selección española de fútbol se va a jugar a Guinea Ecuatorial para bailarle el agua al dictador Obiang Ngema, quedando la faena bien retratada, por ejemplo, por The New York Times

Y mientras el Frankfurter Allgemeine Zeitung había sentenciado que la capital de España no tiene dinero para nada más, tampoco para la limpieza de las calles”, trasladando a la opinión pública internacional una imagen de país tercermundista, y que “los habitantes no solo sufren esta huelga, sino también tener a la persona equivocada en el Ayuntamiento”, Ana Botella se vanagloriaba de su bochornosa gestión de la huelga de los recogedores de basura afirmando ni corta ni perezosa: “Gracias a la reforma laboral [del PP], la que ha traído más progreso a la historia de la humanidad, no ha habido ni un despido”. Y eso sabiendo todo el mundo que el Ayuntamiento los canceló precisamente forzado por el éxito de la huelga… 

Pero sigue la vaina. Mientras el príncipe Felipe anuncia a bombo y platillo un viaje a Brasil para promocionar la ‘Marca España’, su avión oficial no puede despegar por una avería derivada de su mal mantenimiento… con el de repuesto en reparación. Y mientras en España toda la oposición rechaza la LOMCE y se conjura para derogarla en cuanto el PP deje de gobernar, Dennis Abbot, portavoz de la Comisión Europea, se ha visto obligado a calificar nada menos que como “basura” la información salida del Ministerio de Educación en el sentido de que España saldría perdiendo con el nuevo reparto de fondos de Bruselas para las becas Erasmus (“No sé cómo decir esto más diplomáticamente... Pero es basura").

Y ahí está también la polémica internacional suscitada por el escandaloso proyecto de ley de Seguridad Ciudadana elaborado por el Gobierno de Rajoy. El comisario europeo de Derechos Humanos, Nils Muiznieks, ha tardado muy poco en manifestar, con la correspondiente proyección de mala imagen internacional, su “seria preocupación” por el impacto negativo que podría tener la nueva normativa en los derechos fundamentales de los españoles.

“Quiero que alguien me convenza de que una multa de 600.000 euros por manifestarse delante de las instituciones gubernamentales sin autorización, es equilibrada” (después rebajada hasta 30.000 euros), declaró Muiznieks, asegurando no entender cuál es el propósito del Gobierno español al elevar tanto el importe de las sanciones. El comisario europeo también advirtió que esperaba no ver al Ministerio del Interior ir “más allá” en la limitación del derecho de manifestación, al tiempo que le requería para que “deje de culpar” a los ciudadanos de los problemas sociales que se derivan de la crisis económica.

Muiznieks avisó de que seguiría “muy de cerca” la evolución de la Ley  de Seguridad Ciudadana en su tramitación parlamentaria, porque la libertad fundamental de expresar “el desacuerdo con las medidas de un Gobierno” debe ser respetada y protegida por la justicia.

Pero es que el Consejo de Europa ya había censurado otras veces las prácticas del Gobierno en cuanto a la represión de las manifestaciones. En octubre, el organismo europeo publicaba un informe sobre la situación de los derechos humanos en España, en el que alertaba sobre un uso de la fuerza “desmesurado” por parte del Gobierno a la hora de controlar las protestas contra la austeridad.

Además, acto seguido, el ministerio que dirige el ‘pisacharcos’ oficial del Gobierno, Jorge Fernández Díaz, recibió un nuevo tirón de orejas de las autoridades de la Comisión Europea criticando la colocación de concertinas (alambradas rematadas con cuchillas) en la valla que separa la frontera entre Melilla y Marruecos, recordando que se retiraron hace años de la valla porque sólo lograron que los emigrantes “llegaran más heridos”.

En este caso, la comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, anunció que exigirá información a España sobre el uso de estas cuchillas, cuyo fin es el de evitar que los inmigrantes irregulares entren en la ciudad autónoma. “He leído sobre ello pero no he hablado con el Gobierno español del tema y lo voy a hacer. Voy a hablar con el ministro para averiguar todos los detalles”, advirtió la dirigente comunitaria, aunque reconoció que, dentro de ciertos límites, la decisión última sobre la colocación o no de las cuchillas pertenece a los estados miembros.

De cualquier forma, y al margen de la imagen de inhumanidad que la utilización de concertinas proyecta sobre España, Malmström no ocultó sus dudas sobre su eficacia, porque, justificó, ya fueron retiradas hace años al demostrarse que no disuadían a los inmigrantes de intentar superar la valla. “Si eso era verdad entonces, probablemente lo es también ahora”, añadió.

Y la lista de noticias de la prensa internacional que dejan a España en mal lugar sigue viva e imparable, vaciando de credibilidad todo lo que se quiera asociar oficialmente a la ‘marca-país’. Como, por ejemplo, la sentencia del Tribunal de Estrasburgo que ha condenado a España por vulnerar los derechos humanos en la doctrina Parot, propiciada en gran medida por el Gobierno y, en todo caso, pésimamente presentada ante la opinión pública nacional e internacional. O el intento que hizo La Moncloa para evitar que la cadena Bloomberg TV emitiera la parte de la entrevista con Mariano Rajoy en la que la periodista Sara Eisen preguntaba por Luis Bárcenas (algo que el medio no hizo “por criterios de integridad periodística”)…

Pero, a pesar de la triste realidad que hoy conforma la imagen real de España en el mundo, este empeño gubernamental en querer reconstruirla a base de apariencias, sin cimientos sólidos, no impide que, el Real Instituto Elcano, agarrado a la teta del Ministerio de Asuntos Exteriores, afirme sin sonrojarse que la imagen de España no se resiente. Según Javier Noya, director del invento denominado ‘Observatorio de la Marca España’, 8.000 encuestas realizadas en ocho países le han dado pie para afirmar que España ha pasado, porque sí, del suspenso al aprobado en el plazo record de un año, que además no ha sido precisamente rico en decisiones del Gobierno que puedan mejorar la ‘imagen-país’…

Pero, más a más, veamos cómo recoge El País (01/12/2013) la posición que sobre el invento de marras tiene Carlos Espinosa de los Monteros, el mago que intenta mejorar la imagen de España en el exterior más o menos ‘por arte de birlibirloque’, en el reportaje titulado ‘Marca a pesar de España’:

(…) Ante la serie de noticias que dan una idea de España como un país arruinado, con una justicia lenta y débil, con una Monarquía en declive, con la corrupción instalada en la política, los empresarios y los sindicatos, Espinosa niega con la cabeza y responde que la imagen de un país no depende de este tipo de noticias. “Nápoles tuvo casi un año de huelga de basuras y apenas tuvo efecto en la imagen de Italia”. “Si vamos a Alemania y preguntamos por Urdangarin, el 90% no lo conoce”. “Se dice que la suspensión del viaje del Príncipe afecta a la imagen porque hubo una avería en el avión y el otro estaba en reparación. Eso le puede pasar a cualquiera. La seguridad es lo primero. A mí me ocurrió con Suárez en un viaje a Venezuela en 1978 o 1979. Llegamos un día tarde, pero en este caso no era posible porque el viaje del Príncipe era de solo 48 horas. No es grave”. “Francia tiene una acción penal contra el hijo de Obiang y a nadie le importa que Total esté buscando petróleo en Guinea. Aquí nos regodeamos con un partido amistoso que no compromete a nada y que se jugó porque desgraciadamente el fútbol ya es una empresa”. Espinosa refuerza sus argumentos con la creciente inversión extranjera en España y el aumento en el número de turistas.

Hay quien no lo ve así. “¿Cómo que no pasa nada? Lo del viaje del Príncipe da la idea de que España no puede reaccionar a un imprevisto aunque sea de la Monarquía. Si hace falta se le mete en la cabina junto al piloto en un vuelo regular”, responde Raúl Peralba, consultor de ‘Positioning System’ y autor del libro ‘El posicionamiento de la Marca España y su competitividad internacional’. Este insiste en que incluso si la noticia no tuvo gran eco, dio mala imagen ante la gente influyente, quienes toman decisiones y mueven el dinero.

(…) Espinosa opina que los escándalos son de consumo interno, y remite al tópico del español enfadado con su país: “Ortega y Gasset estaba en Heidelberg y le enseñaron un texto de una revista muy crítico con España. Ortega lo leyó y replicó: ‘No sé quién lo ha escrito, pero seguro que ha sido un español”.

Aunque, por si esto fuera poco, miren lo que ha dicho también el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, en otro acto propagandista de la ‘Marca España’ patrocinado por el diario ABC (14/11/2013): “La cultura española es el mayor soporte de la Marca España”. Y recalcando que “la cultura en español es la diplomacia más eficaz y lo que mayores oportunidades de futuro puede dar a nuestro país. Lo que nos coloca en el mapa global es nuestra cultura y no otra cosa"

Pues que bien. Parece que estos chicos del PP no se enteran de nada. Que siga la corrupción pública campando por sus respetos y que nombren avanzados de la cultura española a las mafias del ‘caso Nóos’, de ‘Gürtel’ y de los ERE de Andalucía, con Juan Carlos Gafo (el espabilado de ‘catalanes de mierda’) oficiando de maestro de ceremonias. Y con su pan se lo coman.