A fines de 2022, cuando Israel juraba el gabinete más derechista desde su creación de facto, circuló en línea una broma desesperada. Una imagen dividida en cuadrados para parecerse a un captcha que mostraba a los miembros del gabinete de Netanyahu.
El pie de foto decía: “Seleccione los cuadros en los que aparecen las personas que han sido acusadas”. La respuesta correcta involucró a la mitad de ellos. Fue el tipo de mensaje que se ha vuelto típico del centro y la izquierda de Israel en los últimos años: sombrío, cínico, finalmente resignado.
Unas semanas más tarde, el gabinete de Netanyahu presentó la primera etapa de una reforma judicial que debilitaría a la corte suprema de este régimen y haría que el primer ministro Benjamín Netanyahu fuera en gran medida inmune a la supervisión.
Los legisladores de derecha habían planteado una medida similar antes, pero se consideró demasiado drástica. Lo que cambió, dicen los opositores de Netanyahu, es que ahora es un acusado, en juicio por corrupción y proporcionar favores políticos a magnates a cambio de obsequios personales y cobertura de prensa positiva.
En un discurso extraordinariamente contundente, la presidenta del tribunal supremo israelí, Esther Hayut, lo calificó como un “golpe fatal” a las instituciones democráticas. Desde entonces, decenas de miles de manifestantes se han volcado en las calles de Tel Aviv y otras ciudades cada sábado.
Tras estos incidentes y algunas medidas, el gabinete israelí entró en crisis, tal y como informa el diario hebreo Yediot Aharonot. Esta crisis se debe a los desacuerdos fundamentales entre el partido Likud de Netanyahu y el Otzma Yehudit [Poder judío] dirigido por Itamar Ben-Gvir, quien también se desempeña como ministro de seguridad nacional.
En medio de la continua tensión política y la lucha por el poder en el régimen sionista, el Partido Laborista criticó el domingo al premier Netanyahu por sus declaraciones sobre la necesidad de reprimir a los manifestantes. Este llamado fue ampliamente considerado incitadores a la violencia contra los manifestantes opositores a Netanyahu.
Al respecto, el diario local Israel Times informó que el líder del Partido Laborista israelí, Meraf Mikael, había presentado una denuncia contra Netanyahu por usar lenguaje ofensivo contra los manifestantes y la oposición.
Las fallas peligrosas no se limitan al contexto político del régimen sionista; más bien, se están extendiendo por toda la sociedad israelí. Los indicadores de armonía social revelan que la sociedad israelí está peligrosamente dividida.
Un estudio reciente encontró que el 76 % de los israelíes cree que su sociedad está fragmentada, lo cual es proporcional al índice decreciente de cohesión social de Israel.
El diario israelí Maariv señaló que esta cifra es un 10 % superior a la de hace un año. 81 % de los encuestados en este estudio lo atribuyen al liderazgo político, 73 % a los nuevos medios y 68 % a los medios tradicionales, como los factores de las divisiones sociales que han plagado a Israel.
Según esta encuesta, el 27 % de los participantes cree que los etíopes son el segmento más oprimido y desfavorecido de la sociedad israelí. Al mismo tiempo, más de la mitad de los encuestados considera que la comunidad haredim es el grupo social menos representado. Además, un tercio de los colonos sionistas creen que Israel dejará de existir dentro de 25 años.
El estancamiento político de Israel ha llevado a Netanyahu a lanzar un ataque desesperado contra el programa nuclear pacífico de Irán. El asediado primer ministro israelí utiliza la iranofobia para distraer a la opinión pública israelí de las políticas racistas y extremistas de su gabinete y promover la normalización de las relaciones con los estados árabes reaccionarios. Sin embargo, estos métodos obsoletos no han logrado reducir las tensiones internas ni las amenazas externas.
Israel fue testigo de cinco elecciones en los cuatro años anteriores, y el resultado no ofrece buenas señales para el futuro de este régimen.
Netanyahu es muy consciente de que un gabinete inestable no puede resistir ante los desafíos insuperables y, en última instancia, colapsará como sus ministerios anteriores. Y entiende que cualquier aventura militar contra Irán tendría repercusiones de gran alcance no solo para su carrera política sino también para la supervivencia de Israel, dada la fuerza militar del “Eje de Resistencia” liderado por Irán que ha rodeado a Israel por todos lados.