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Corrientes que llevan calor al hemisferio norte pueden colapsar y provocar una nueva glaciación

Corrientes que llevan calor al hemisferio norte pueden colapsar y provocar una nueva glaciación

Por Administrator
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directorelespiadigitales/8/8/23
lunes 26 de febrero de 2024, 21:05h
El derretimiento de los glaciares podría hacer colapsar en pocos años la circulación de la AMOC, un sistema de corrientes que llevan calor al hemisferio norte, sugiere una reciente investigación publicada en la revista Science Advances.
Sin esta fuente de calor adicional, las temperaturas promedio podrían bajar varios grados en América del Norte, partes de Asia y Europa, acarreando consecuencias nefastas para gran parte del mundo, informa por su parte The Guardian.
Utilizando modelos informáticos y datos anteriores, un equipo de investigadores de la Universidad de Utrecht (Países Bajos) desarrolló un indicador de alerta temprana para una posible ruptura de la circulación meridional del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés), un vasto sistema de corrientes oceánicas que es un componente clave en la regulación climática global.
La AMOC incluye parte de la Corriente del Golfo y otras poderosas corrientes, y se encarga de llevar calor, carbono y nutrientes desde los trópicos hacia el círculo polar ártico, donde se enfría y se hunde en las profundidades del océano. Esta agitación ayuda a distribuir energía alrededor de la Tierra y modula el impacto del calentamiento global causado por el hombre.
"Nos sorprendieron las respuestas transitorias y los impactos climáticos del colapso de la circulación del océano Atlántico", explicó el líder del estudio, René van Westen, citado en un comunicado de la universidad. Según su modelo, en caso de que la AMOC colapsara, el clima europeo se enfriará aproximadamente 1 °C por década, pero algunas regiones experimentarían un enfriamiento de más de 3 °C por década.
La comparación de estas cifras con la tasa actual de calentamiento global de 0,2 °C por década, muestra la naturaleza sin precedentes de los impactos climáticos que puede acarrear una disminución de temperaturas tan brusca.
"Las temperaturas más frías en Europa pueden parecer positivas, pero las repercusiones son de gran alcance: otras regiones experimentan un calentamiento acelerado y patrones de precipitación alterados. Además, se prevé un aumento de 100 cm en el nivel del mar en Europa por el abrupto colapso de la circulación oceánica", advirtió Van Westen.
Además de hundir a varios países en una "congelación profunda", extendería el hielo del Ártico más al sur, aumentaría aún más el calor en el hemisferio sur, cambiaría los patrones globales de lluvia y destruiría la selva amazónica.
Hasta ahora no ha habido consenso de los científicos sobre la gravedad del evento y acerca de la probabilidad de su surgimiento en el siglo XXI. Un estudio del año pasado, basado en cambios en las temperaturas de la superficie del mar, sugirió que el punto de inflexión podría ocurrir entre 2025 y 2095.
Sin embargo, la Oficina Meteorológica del Reino Unido considera que cambios grandes y rápidos en la AMOC son "muy improbables" en el siglo XXI.

Máxima alerta, la corriente atlántica está a punto de colapsar: ¿qué cataclismos sufrirá el mundo?

Yarisley Urrutia

Nuevos estudios confirman la detención a corto plazo de la corriente circular atlántica, que provocará un descenso dramático de las temperaturas en Europa y un calentamiento de los trópicos. España y Portugal soportarán sequía extrema. Solo una reacción inmediata podría revertir la situación, explica a Sputnik el científico Antonio Turiel.

La circulación de vuelco meridional del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés) o corriente circular atlántica se está frenando. La detención de este fenómeno natural, que regula la temperatura y favorece climas suaves en buena parte del hemisferio norte, tendrá terribles consecuencias para amplias zonas del mundo, como la glaciación del clima en Europa, una subida del nivel del mar en Norteamérica y una alteración general del régimen de lluvias.

Diferentes estudios venían advirtiendo en los últimos años de la posibilidad de que las anomalías detectadas en el AMOC provoquen su colapso. Pero la conclusión a la que llega el último de ellos, realizado por científicos del Instituto de Investigación Marina y Atmosférica de la Universidad de Utrecht y publicado en la revista Science Advances, consiste en que, por primera vez, el colapso es absolutamente factible, pues ha podido ser reproducido en un modelo de simulación climática de los que usa el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático).

"Se trata de una mala noticia para el sistema climático y la humanidad, ya que hasta ahora se podía pensar que la inflexión de la AMOC era solo un concepto teórico y que desaparecería en cuanto se tuviera en cuenta el sistema climático completo, con todas sus retroalimentaciones adicionales", reza en las conclusiones del estudio.

En la práctica, la AMOC funciona como una bomba de calor para el planeta, al garantizar un flujo de aguas cálidas y saladas (nutrientes incluidos) desde los trópicos y el hemisferio sur hacia el norte del océano Atlántico. El flujo es responsable de que parte de Europa no tenga un clima tan frío como Canadá, pese a estar en la misma latitud. La AMOC también elimina emisiones de carbono.

A la vuelta de la esquina

Ya en julio de 2023, una investigación del Instituto de Ciencias Matemática de la Universidad de Copenhague estableció los plazos para el colapso: se producirá entre 2025 y 2095, seguramente hacia 2057. Y el desastre será de dimensión planetaria.

En general, desde hace décadas, son varias las investigaciones que venían aportando indicios de la posibilidad de que la AMOC colapse. Pero ahora el debate parece cerrarse, disparándose así todas las alarmas. ¿Por qué?

"Pues porque por primera vez se demuestra con un modelo, de los que utiliza el IPCC, que con condiciones de forzamiento adecuadas se puede producir un colapso de la AMOC y además de manera rápida", explica a Sputnik Antonio Turiel divulgador científico e investigador en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (ICM-CSIC), que recuerda que, hasta la aparición de este estudio, se pensaba que el proceso "no era posible".

"La simulación es muy larga, se hace aumentando el flujo de agua dulce en superficie de manera muy gradual, para ver el volumen donde se produce la transición, que según el modelo se produce de manera bastante rápida, en menos de un siglo. En un par de décadas se notaría un montón, porque la mayor parte del proceso tendría lugar en los primeros cincuenta años", describe Turiel.

Consecuencias catastróficas

Si bien se ha venido debilitando en los últimos 150 años, la AMOC ha permanecido estable durante los últimos 12.000 años, según los científicos. Si colapsa, las consecuencias serían desastrosas para el planeta. Por ejemplo:

El régimen de lluvias en Sudamérica, África occidental y la India quedaría gravemente alterado. La selva amazónica podría desaparecer y la africana también.

El nivel del mar podría subir unos 70 cm en la costa oriental norteamericana.

En Europa podrían bajar las temperaturas hasta 30 grados centígrados en algunas zonas, replicando el clima del sur de Siberia y Canadá. Habría sequía y un aumento de las tormentas.

Las capas de hielo de la Antártida podrían derretirse.

"Con la detención de esta corriente oceánica, Europa vuelve al clima que le toca por latitud, el mismo que Canadá o la zona sur de Siberia", resume Turiel, que describe un panorama inquietante para la península ibérica y desolador para el archipiélago canario, que, al igual que las latitudes tropicales y ecuatoriales, terminaría por asumir todo el calor que no llegue a Europa.

"En la península, la temperatura no caería tan drásticamente como en Europa; un par de grados a lo sumo, y entre seis y ocho en la zona del Cantábrico. El problema principal será el régimen de lluvias, porque según cambie el régimen de vientos, podemos ir a una situación de extrema sequedad, una situación anticiclónica persistente".

Pero las anomalías no solo se detectan en la parte norte de la AMOC. Junto con investigadores del National Oceanographic Centre of Southampton (Reino Unido), Antonio Turiel está llevando a cabo un estudio que busca evaluar la salinidad y los procesos asociados en el océano Antártico.

"Allí hay cambios muy importantes y que se relacionan con el brazo sur de la AMOC, el SMOC. Porque la AMOC tiene dos brazos: el atlántico y el antártico. Pues en el sur también están pasando cosas y presentaremos resultados en la Asamblea Geofísica Anual en Viena, en mayo", asegura.

¿Qué provoca el colapso?

Al principio se creía que el excesivo flujo de agua dulce en los océanos producto del deshielo era la causa más importante de la modificación de la salinidad. Pero el fenómeno es muy complejo e intervienen otros factores. Por ejemplo, el cambio del viento, cuya intensidad se está reduciendo en superficie, por lo que no puede enfriarla como es debido y favorece su evaporación, volviéndola más salina.

El estudio de la Universidad de Utrecht también ofrece un indicador de alerta temprana. "Básicamente, el flujo de agua dulce a través del paralelo 34 sur", apunta Turiel, que subraya que es un parámetro que "ya está mal" y que indica que "estamos cerca" del punto de transición.

Para terminar de saber qué está pasando en el Atlántico, el grupo de investigación de Antonio Turiel en el ICM-CSIC está desarrollando un método de medición de aguas profundas del océano a través de datos satelitales, con el que rastrea sus puntos de formación en el océano y sus cambios, así como el índice de salinidad. Se revisan grandes volúmenes de agua, zonas de 25x25 km.

"Es muy novedoso, porque antes no se podía hacer. Utilizamos datos de la superficie del mar mediante un desarrollo matemático que hemos hecho, no muy complicado, pero que nos da una medición concreta y precisa de un proceso muy lento que es muy difícil de medir", explica Turiel, que subraya que los resultados preliminares perfilan una situación "más compleja" de lo imaginado en un principio.

"El factor determinante de los cambios en la AMOC no es solo el aporte de agua dulce por el deshielo, también influyen mucho el cambio de régimen de vientos en el Atlántico norte", subraya. Antonio Turiel. Científico ICM-CSIC

¿Estamos a tiempo de parar la catástrofe?

A juicio de Turiel, sí, aún estamos a tiempo. Pero hay que actuar con rapidez, pues de lo contrario, "la catástrofe está garantizada".

"Y esto en lo que toca a la AMOC. Si en el brazo sur finalmente hay un problema semejante, sería otra amenaza gravísima. La reacción tiene que ser inmediata", afirma. Y esta reacción es tan simple como drástica, pues supondrá una alteración enorme de las condiciones de vida de todo el mundo, prácticamente la imposición de una "economía de guerra".

"Tenemos que reducir con carácter inmediato las emisiones de CO2 en un 90%. 'Inmediato' quiere decir a la mayor brevedad y, por poner un plazo, antes de un año. Luego, de manera más paulatina, habría que ir reduciendo el 10% restante. Haciendo eso, y teniendo en cuenta los mecanismos naturales de la Tierra de reabsorción de CO2, en un par de décadas deberíamos comenzar a notar efectos positivos y, si hemos tenido suerte, habríamos evitado el peor escenario", concluye al respecto Turiel en el último escrito aportado a su bitácora digital, The oil crash.

Las grandes firmas también se desmarcan del alarmismo climático

El catastrofismo climático ya no vende o, al menos, ya no vende tanto como antes. Algunas grandes firmas empiezan a desmarcarse claramente de la fiebre verde que ha experimentado medio mundo en los últimos años a cuenta de la lucha contra el calentamiento global mediante la drástica reducción de emisiones, sin importar el coste en términos de crecimiento y bienestar.

JPMorgan Chase y State Street anunciaron hace escasos días que abandonan Acción Climática 100+ (CA100+), una coalición global de inversores para que las empresas controlen las emisiones perjudiciales para el clima. Y el gigante BlackRock también ha limitado su participación tras transferir sus membresías a su brazo internacional.

Que estos gigantes financieros a nivel mundial empiecen a dar marcha atrás no es una simple anécdota, ya que supone retirar 14.000 millones de dólares de inversión destinados a combatir el temido cambio climático. Aunque lo más relevante no es tanto el dinero como lo que significa este particular desmarque.

Las políticas verdes ya no tienen tanto apoyo a nivel social y político como antes, y esta tendencia es clave para determinar, en última instancia, el posicionamiento de las grandes empresas. Estas tres firmas de inversión se retiran después de que el pasado verano la citada alianza climática exigiera a sus miembros que presionaran a las empresas en las que participaban para lograr el objetivo de reducir sus emisiones netas a cero para 2050.

Vanguard, por su parte, la segunda gestora más grande del mundo, nunca se unió a este grupo y a finales de 2022 abandonó el proyecto Net Zero Asset Managers (NZAM), que también persigue objetivos climáticos. La implicación inicial de estas firmas creció al calor de las inversiones siguiendo criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza), primando algo menos la consecución de resultados económicos en las compañías. Pero las gestoras no quieren perder su independencia a la hora de seleccionar acciones para componer sus carteras por cumplir metas medioambientales que son cada vez más radicales y estrictas.

La retirada de estas firmas ha hecho daño el ecologismo internacional y prueba de ello es que la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, solicitó el pasado miércoles a las empresas privadas que movilicen sus recursos e inviertan en la lucha contra el cambio climático para evitar que "toda la acción" se vincule a las políticas públicas, pero a la vista está que ese pretendido capitalismo verde al que tanto aspira empieza a perder su brillo.