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¿Morir por Kiev? ¿Soplan vientos de guerra o de negocio? Análisis

¿Morir por Kiev? ¿Soplan vientos de guerra o de negocio? Análisis

Por Administrator
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directorelespiadigitales/8/8/23
viernes 29 de marzo de 2024, 21:00h
Ernesto Milá
Estamos ante una campaña de “operaciones psicológicas” destinada a transmitir a la población la proximidad de una guerra. Pero también estamos a pocos meses de cambios históricos, tanto en EEUU como en la UE: en 2025 ya nada será como antes. Incluso, a partir de junio, cuando se produzcan las elecciones europeas, quedará claro que los gobiernos que hoy proponen una guerra exterior, pero que ni siquiera son capaces de controlar a las minorías étnicas parasitarias en su interior, quedan en situación de debilidad en el conjunto de la UE. Por lo demás, la victoria de Donald Trump en EEUU -si llega a la votación- está cantada. Y Trump ha sido muy explícito sobre sus planes. Así pues, es dudoso que, entre finales de 2024 y los primeros meses de 2025 pueda mantenerse la tensión belicista… algo que saben muy bien quienes la han desencadenado. Así pues ¿existe un riesgo de guerra? ¿a qué obedece esa campaña de preparación psicológica? Estas líneas intentarán situar el fondo de la cuestión.
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OCURRIÓ HACE VEINTE AÑOS: EL MECANISMO DIABOLICO EN MARCHA
Los que tenemos memoria sabemos cómo empezó la “preparación psicológica” para la guerra de Irak:
- primero, se insistió por activa y por pasiva en la complicidad de Irak con… Al-Qaeda y en su responsabilidad en cualquier masacre que estallara en el mundo. Incluso, nuestro ínclito José María Aznar sostuvo -con no menos seriedad- que ETA y Saddam eran lo mismo.
- luego se nos convenció de que el ejército de Saddam Hussein (del que se decía que era el “tercero en el mundo”) estaba preparando una ofensiva generalizada contra los países vecinos y una escalada de violencia para acabar con Israel;
- finalmente, esta noticia se magnificó y apareció la leyenda de que poseía “armas de destrucción masiva” (incluso Colin Powell, secretario de defensa, con una seriedad pasmosa, afirmó que estas “armas”, gases químicos letales, se fabricaban en camiones móviles…);
Y esto duró dos años, desde que se apagaron los ecos de la invasión norteamericana de Afganistán en 2001 hasta la noche en la que se produjeron los ataques a Bagdad el 1º de mayo de 2003… Sabemos lo que ocurrió después.
LA CAMPAÑA PSICOLÓGICA VUELVE A REPETIRSE
Ahora vuelve a repetirse el mismo proceso: “Rusia es culpable”, han sentenciado desde el despacho oval de la Casa Blanca. Así pues, gobiernos “aliados” (es decir, vasallos, porque los imperios no tienen “aliados”), grupos de comunicación, ONGs y tertulianos, cumpliendo la orden se apresuran a culpabilizar de todo lo culpabilizable a Rusia y a Putin.
Las similitudes entre aquella “preparación psicológica” para la guerra del Golfo (que, en el fondo, fue la misma que la que siguió Roosevelt y Churchill desde 1938 hasta que lograron convertir un conflicto localizado en una guerra mundial), son evidentes. Pero la situación internacional es completamente diferente.
Los signos son inequívocos: todos los gobiernos títeres del Departamento de Estado norteamericano (incluido el español, aunque con cierta timidez) están de acuerdo en algo que dista mucho de ser cierto: que el conflicto ucraniano y las consiguientes “conquistas rusas” no detendrá a Vladimir Putin. Pregunta capciosa: ¿Cuándo Vladimir Putin ha evidenciado con algún gesto el que quiera “conquistar” para la Federación Rusa territorios europeos o asiáticos? Respuesta: NUNCA.
La guerra de Ucrania -y esta es la parte importante del relato “occidentalista”- no la inició Putin, sino la ambición de la OTAN de integrar a Ucrania en su dispositivo anti-ruso, incumpliendo las promesas -por enésima vez- realizadas por el presidente Bush (padre) al entonces líder soviético Gorvachov. Rusia -entonces en situación de debilidad, especialmente durante el gobierno alcohólico de Boris Eltsin- había callado ante las sucesivas incorporaciones de países del Este europeo a la OTAN, ante los intentos del Pentágono de encender conflictos en el Cáucaso y en las ex repúblicas soviéticas, a su intervencionismo en Ucrania. Etc, etc, etc. El repertorio de golpes “occidentales” contra Rusia fue interminable. Pero a partir de principios del milenio empezó la reconstrucción del Estado Ruso de la mano de Vladimir Putin.
La debilidad, la apatía y el celo alcohólico de Eltsin fue sustituida por el deseo de restablecer la dignidad del Estado y de la Nación rusa. Y al intento de integrar a Ucrania en la OTAN (que ya había inducido una guerra de guerrillas en las repúblicas que se independizaron de Kiev y pidieron su integración en la Federación Rusa, aprobada en referéndum), Putin contestó con un ataque localizado en el sur-este de Ucrania.
Gobiernos lacayos, tertulianos a sueldo, medios de comunicación deficitarios, todos, condenaron la “invasión rusa”, cuando el responsable de una guerra (y de todas las masacres posteriores) no es el que ataca primero, sino el que hace posible esa guerra. Y los EEUU buscaron implicar a los países de la UE en un conflicto provocado, en última instancia, en las oficinas del Pentágono:
- Primero, el Departamento de Estado ordenó sanciones contra Rusia. Y los gobiernos occidentales sancionaron a Rusia, a pesar de que ellos eran los primeros perjudicados (¡hasta eso llega la voluntad imperialista y hasta eso alcanza la indignidad de gobiernos traidores hacia quienes los han elegido!).
- Luego, llegaron incluso a sabotear con atentados terroristas instalaciones rusas en el Báltico -la voladura del Nord Stream- para interrumpir el flujo de gas ruso a Europa Occidental y, por supuesto, los propios EEUU ofrecieron gas al doble de precio a los gobiernos europeos. Pero la economía de mercado es incontrolable y los rusos se las ingeniaron para que su gas siguiera llegando a los mercados europeos a través del comercio triangular. Más caro, por supuesto, por la presencia de intermediarios.
. Los EEUU enviaron (y siguen enviando) material militar a Ucrania. A fin de cuentas, los ucranianos ponen los muertos y los beneficios van a parar al consorcio militar-petrolero-industrial verdadero núcleo de la “administración Biden” (¿o es que alguien cree que ese anciano acartonado, con neuronas atrofiadas y que desde hace, como mínimo cinco años, ha perdido el sentido de la realidad, es quién gobierna en la Casa Blanca?).
Pero, solo con la ayuda militar norteamericana -materiales obsoletos y a punto de caducar- no se sostenía la guerra contra Rusia: hacía falta que los gobiernos “vasallos” -los más afectados por las sanciones- pusieran algo de su parte. España envió seis tanques “Leopard”, prácticamente inservibles para la guerra de posiciones en la que se había convertido el conflicto ucraniano desde el momento en que las tropas rusas alcanzaron los objetivos que pretendía. Alemania -gobernada por ecolocos, socialdemócratas y liberales- fue quien más se esforzó. Polonia -que aspira a dar una dentellada al territorio ucraniano cuando termine el conflicto- dio un paso atrás. El resto de gobiernos enviaron fondos y ayudas evaluadas en decenas de miles de euros… ¡a uno de los países más corruptos del mundo y en el que quien gobierna verdaderamente es la mafia azkenazíe!
Y el tiempo ha ido pasando: las ofensivas ucranianas, anunciadas a bombo y platillo por la prensa y los tertulianos occidentales, no han prosperado. Se diría que eran tan solo excusas para mostrar que Zelensky hacía algo con el dinero y con las armas que se le enviaban. De hecho, lo único que ha conseguido ha sido seguir poniendo más muertos. Los ataques con drones occidentales se han visto respondidos, en represalia, con una destrucción cada vez más sistemática de infraestructuras (la estrategia no es de Putin, ya se ensayó en los bombardeos de la OTAN contra Yugoslavia a finales del siglo XX).
El hecho incuestionable es que la guerra ya está perdida -lo estaba desde el primer día- para Ucrania: hay que cuestionar incluso la “voluntad de lucha por su libertad” del “pueblo ucraniano” que, de momento, ha sido abandonado por 2.000.000 de ciudadanos que han preferido huir a Occidente que servir a su país con las armas
EL MUNDO SE ESTÁ RECONFIGURANDO CONTINUAMENTE
Se está abriendo un nuevo escenario, resultado de los efectos secundarios del conflicto ucraniano. Contrariamente a lo que preveían sus impulsores (las plutocracias occidentales y, concretamente, estadounidenses), Rusia no es hoy más débil que hace tres años. El mundo se ha partido en dos: “Occidente” (dividido, confuso, en crisis) y el “resto del mundo” (China, India, Rusia, etc.) que, o bien aspiran a la hegemonía comercial mundial (China) o bien quieren seguir su propio camino sin imposiciones, ni conflictos (Rusia, India). El conflicto ucraniano, ha matado la “globalización”: esta es la primera constatación.
Ahora bien, el conflicto ucraniano estalló porque en EEUU el verdadero poder -repetimos, el complejo militar-petrolero-industrial- ha colocado a un verdadero monigote en el poder. Pero cada cuatro años hay elecciones en los EEUU. Y, por lo demás, el ciclo electoral democrático sigue en los países occidentales. Los hitos próximos van a ser: las elecciones europeas de junio de 2024 y las elecciones en los EEUU en noviembre. En ambos casos se puede producir un giro radical en la situación.
- En EEUU el complejo militar-petrolero-industrial no ha encontrado un candidato de reemplazo. Kamala Harris, colocada en la vicepresidencia para sustituir a Biden cuando sus problemas cerebrales ya no pudieran ocultarse más, lo tenía casi todo para ser la candidata ideal del “stablishment”: mujer y de piel oscura… pero carecía de cualquier otro atributo que pudiera despertar empatía en el electorado. Hoy es uno de los políticos más denostados en los EEUU. Habrá que prestar atención al candidato a la vicepresidencia del “ticket” demócrata: solo a un ciego se le oculta que Biden, en caso de salir elegido, no resistiría muchos meses más antes de ser inhabilitado. Pero esta cuestión es improbable: Biden tiene muy pocas posibilidades de salir elegido. La diferencia entre Biden y Trump es tal, que el primero solo podría vencer en el caso de que Trump no pudiera presentarse a las elecciones por alguna artimaña legal (lo que se ha intentado desde el mismo momento en el que dejó la presidencia), porque muriera de muerte natural (las hamburguesas y la comida “típicamente americana” que suele degustar, no son precisamente garantías de larga vida) o bien, porque fuera asesinado (y no sería la primera vez que en los EEUU una acción terrorista contra una personalidad cambia la política de la administración). En caso de victoria de Trump está claro que uno de los primeros objetivos sería cesar toda ayuda a Kiev. ¿La OTAN? “Si Europa quiere defensa ¡que la pague!”. Como empresario, sabe que nadie puede soportar un nivel de endeudamiento como el que tiene actualmente los EEUU y que, si sigue entrando dinero en las arcas públicas, es mejor destinarlo a reconstruir las infraestructuras, sanear la sociedad norteamericana, generar puestos de trabajo y aminorar la carga de la deuda. Todo lo demás -empezando por Ucrania- es secundario. Sabemos pues, muy bien, cuál va a ser la política de la segunda administración Trump: cesar compromisos gravosos en el exterior y orientarse hacia la reconstrucción interior (que buena falta hace, como cualquiera que ha viajado a los EEUU ha podido constatar).
- Luego están las elecciones en la Unión Europea. La tendencia más probable es: un debilitamiento de la izquierda, un mantenimiento a la baja de la derecha liberal y un aumento de las distintas candidaturas de derecha nacional (lo que sus adversarios suelen tildar de “extrema-derecha”). Y la UE está en una situación en la que precisa una reforma de arriba abajo: REFORMA O LIQUIDACIÓN. Los últimos quince años -cuya política ha estado dominada por el centro-izquierda- han arrojado fuera de la política internacional a la UE. Europa es hoy un enano político, con pérdida de posiciones en materia económica, provista de una burocracia pesada y asfixiante dominada por el eje franco-alemán, que además ha dejado de regirse por criterios tecnocráticos -como en otro tiempo- y que no es más que la “pata europea” de una globalización que ya ha dejado de existir.
Si en EEUU las cosas están claras, en la UE es todo mucho más complejo. Todo dependerá de la envergadura del descalabro de las candidaturas de izquierdas y de los avances de la “derecha nacional” (así como de su capacidad para elaborar estrategias unitarias en el parlamento europeo). Pero, en cualquier caso, parece muy difícil que, a partir de finales de año se sigan manteniendo las constantes de la situación actual: ni Ucrania va a poder resistir mucho más, ni le queda tiempo al complejo militar-petrolero-industrial para completar la campaña de “preparación psicológica” para una nueva guerra generalizada.
Y esto no lleva a la cuestión esencial: ¿existen posibilidades de que estalle un conflicto generalizado?
LAS POSIBILIDADES DE UN CONFLICTO GENERALIZADO
Las declaraciones de Macron al respecto (un presuntuoso que no puede mantener el orden ni siquiera a 500 metros del palacio del Elíseo y que aspira a tener un peso internacional), las de Lloyd Austin, secretario de defensa de EEUU, alertando sobre la próxima “invasión rusa”, la intención de los gobiernos europeos de rearmarse e, incluso, la de la pobre Margarita Robles (uno de los pocos ministros que, dentro del actual gobierno español, puede alardear de tener una carrera propia, de haber, incluso, trabajado en la administración de justicia… pero que carece por completo de conocimientos en materia militar y debe fiarse de informes de la inteligencia española, la cual se fía de los que le llegan de la CIA y del Departamento de Estado) de enviar media docena más de Leopard a Ucrania, todo eso, sumado, no pasa de ser un “fuego de paja”.
En las actuales circunstancias, nadie quiere la guerra. Absolutamente nadie:
- Putin porque conoce los resultados de la última guerra mundial que todavía pesan en el subconsciente colectivo del pueblo ruso (el que pagó más cara su participación: entre 18 y 20.000.000 de muertos).
- El complejo militar-petrolero-industrial de los EEUU porque sabe que el tiempo se le agota, no dispone de tiempo suficiente para que una campaña de operaciones psicológicas acondicione las mentes para una guerra, y, a partir de noviembre, ya nada será como antes.
- Los gobiernos europeos porque saben perfectamente que no están ni siquiera en condiciones de superar conflictos interiores que pudieran suscitar minorías étnicas en el momento en el que fuera imposible seguir subvencionándolas (algo que ocurriría en caso de conflicto y de “economía de guerra”).
¿POR QUÉ PROLIFERAN LAS BRAVATAS BELICISTAS? (RECORDANDO EL COVID)
La pregunta que subyace es: pero si nadie quiere la guerra, ¿a qué viene todo esa retahíla de declaraciones belicistas y esa campaña de operaciones psicológicas para preparar a la población para la guerra? Error: no es una campaña para preparar una guerra, sino para preparar el gran negocio armamentista. Para eso si que hay plazo de aquí a final de año. Y en eso, todas las partes están de acuerdo:
- el complejo militar-petrolero-industrial de EEUU porque su negocio es la fabricación de armas, se usen o no;
-la UE porque revitalizando la industria armamentística generaría nuevos puestos de trabajo y revitalizaría su economía…
La actual campaña de “operaciones psicológicas” desencadenada es muy similar a la que ya vimos con ocasión del COVID:
- primero se genera el miedo, el consabido “moriremos todos”,
- segundo se decretan medidas absolutamente irracionales que se aceptan por el miedo generado previamente y,
- finalmente, viene la salvación en forma de vacuna milagrosa.
Todo esto ¿para qué? ¿Cómo experimento social? Es posible, pero lo que es seguro es que la “campaña del COVID” fue generada desde la OMS por compañías del sector farmacéutico y para multiplicar exponencialmente sus beneficios. A fin de cuentas, lo que se pretendió con aquella “gran mentira” (el virus existía, pero la mayoría de muertes ha sido causada por los malos protocolos para tratar el virus, emitidos por la OMS y difundidos por gobiernos ignorantes, tertulianos crédulos y aceptados por una población aterrorizada, aislada y sometida a presión psicológica en la soledad de su hogar) no era más que una operación económica.
Si aquello fue protagonizado por las multinacionales del sector sanitario, amparados en la “autoridad” de la OMS, la crisis actual tiene como instigadores -lo repetimos de nuevo- al complejo militar-petrolero-industrial de los EEUU que utiliza al Departamento de Estado y al de Defensa como portaestandartes y la OTAN como “cómplice necesario”. No se busca una guerra que, en el estado actual de la carrera armamentística, EEUU no podría vencer -y que, después de noviembre- ni siquiera buscaría Donald Trump y que ningún país europeo desea, lo único que se pretende es dar un impulso al sector armamentístico. Eso es todo y eso es lo que dice la lógica.
NO DEJARSE IMPRESIONAR POR LA VIRULENCIA DE LAS DECLARACIONES
Así pues, es preciso no dejarse impresionar por la gravedad de las informaciones. El riesgo de conflicto es mínimo. Hace dos años y medio, cuando empezó el conflicto ucraniano existían muchas más posibilidades: la administración Biden tenía aún mucho tiempo por delante, incluso la izquierda progresista se encontraba, a nivel mundial, en una situación mucho mejor que en la actualidad (en el ámbito iberoamericano, el Grupo de Puebla dominaba sin discusión el escenario Iberoamericano y el peninsular: hoy es un despojo y las protestas se acumulan en el único país en el que ha logrado prosperar en los dos últimos años, Brasil). Inicialmente se dudaba de la posición que iba a adoptar China e India en relación al conflicto ucraniano: hoy ya no hay duda. No están en el campo “occidental”: su proximidad con el gobierno ruso es indudable y otro tanto ocurre con Irán. No es el mismo escenario y, por tanto, los instigadores de la “operación psicológica pro-bélica” han desencadenado la campaña con un objetivo mucho más realista: poner en marcha las fábricas de armamento. Multiplicar, repetimos, sus dividendos.
Claro está que luego se tratará de ver en qué conflictos puede emplearse ese armamento. Y aquí no parece existir una gran diferencia en torno a la Guerra Fría: en frentes secundarios. África tiene todos los puntos para consumir grandes cantidades de armas convencionales para matarse a gusto. Incluimos también el Magreb. Y aquí es donde entra España:
- Valdría la pena que los españoles no olvidásemos que Marruecos reivindica fragmentos de territorios históricamente españoles, incluidas las Islas Canarias, además de Ceuta, de Melilla y de las Islas Adyacentes.
- Ni olvidemos tampoco que en España la tensión política, los callejones sin salida constitucionales, la ceguera, la psicopatía y la mediocridad de algunos gobernantes está llevando a situaciones paralelas a las que concluyeron en 1936 en el estallido de una guerra civil.
No es hacia Ucrania hacia donde Margarita Robles debería mirar, sino a reforzar el dispositivo militar español de cara a los dos únicos conflictos posibles que pueden aparecer en nuestro horizonte estratégico: una ofensiva del “enemigo del Sur”, Marruecos, o bien un problema político-civil, incluso étnico, que no sean ya capaces de controlar las fuerzas de orden público.
¿Y UCRANIA? LLANTO POR LA DESGRACIA DE UN PAÍS
¿Y Ucrania? Ucrania ya ha perdido la partida. Perdió desde el momento en el que, en lugar de optar por el neutralismo y por las buenas relaciones con Rusia y con la UE, calculó -no “Ucrania”, sino la mafia azkenazíe que gobierna allí- que podía muñir más la vaca occidental que a una Rusia que conoce bien quien es quien en la política ucraniana.
Cada vez va ganando peso la convicción entre la opinión pública occidental de que Zelensky deberá, antes o después, realizar “concesiones territoriales” a Rusia (en realidad, no hace falta: las incorporaciones ya están realizadas y Ucrania solamente tiene que aceptar que los territorios de habla, cultura y tradición rusa que, por azares de la historia -con la reordenación estalinista en primer plano- tenía accidentalmente incorporadas a su territorio, ya no lo están.
La verdadera cuestión que se dirimirá en las conversaciones de paz, será el estatuto de la Ucrania de la postguerra y el destino de Zelensky y de su camarilla (y, en este terreno, la gran duda es quién acabará con Zelensky, si la indiferencia occidental o bien su propio pueblo). ¿Quién reconstruirá Ucrania? ¿Quién pagará la reconstrucción? ¿Qué garantías de neutralidad podrá ofrecer un futuro gobierno ucraniano a Rusia?
Esas son todas las cuestiones que será cuestión de dirimir en 2025, difíciles pero no destructivas como un conflicto generalizado.
La "experiencia" occidental sobre el conflicto de Ucrania podría llevar al mundo a un desastre nuclear
Sergey Poletaev*
Para evaluar la profesionalidad de cualquier experto, es necesario comparar sus declaraciones y previsiones iniciales con el curso real de los acontecimientos.
En este sentido, es interesante que ninguna de las predicciones hechas por los principales expertos occidentales sobre el conflicto de Ucrania se haya hecho realidad, ya sea en términos militares, políticos, económicos o sociales. Sin embargo, en los últimos dos años se ha desarrollado una tendencia en los medios occidentales: los expertos inventan circunstancias "previamente no consideradas" para justificar sus errores iniciales, emiten nuevos pronósticos y luego explican por qué sus últimas predicciones tampoco se han cumplido.
En resumen, parece que la prensa occidental está ocupada creando un universo alternativo de fantasía.
Todo esto parecería divertido si no fuera porque la mayor alianza militar y económica del mundo basa su política en estas tonterías, que cientos de miles de personas han pagado por ello con sus vidas y que una guerra nuclear parece ser asoma en el horizonte.
Tomar Kiev en tres días
Muchos recordarán las declaraciones de funcionarios estadounidenses sobre Kiev de 2022: si Rusia invade, la capital ucraniana caerá en 72 horas. Pero pocos recordarán las condiciones que supuestamente harían esto posible: “Un ataque así dejaría entre 25.000 y 50.000 civiles muertos”.
Ningún experto occidental dudaba de que el presidente ruso, Vladimir Putin, estaría dispuesto a hacer tales sacrificios, y nadie creía que el plan de Rusia pudiera ser realmente diferente: que en lugar de atacar plazas y ciudades públicas, el objetivo de Moscú era llevar a cabo una operación militar precisa y evitar el derramamiento de sangre cuanto más se pueda. Cuando las tropas rusas desembarcaron cerca de Kiev y luego se retiraron, Occidente lo proclamó como una gran victoria para las Fuerzas Armadas de Ucrania (AFU). De hecho, esta “victoria” jugó un papel importante en la decisión de suministrar más ayuda militar a Ucrania.
Una economía arruinada
“Sanciones infernales” y “guerra comercial nuclear” fueron sólo dos de las frases utilizadas para describir las medidas económicas adoptadas por Estados Unidos y sus aliados contra Rusia. Los expertos occidentales no tenían dudas de que Moscú estaba al borde de una crisis económica y del mayor colapso financiero de su historia. Argumentaron que Putin había destruido todo lo que había logrado durante sus 15 años en el cargo y que las consecuencias a largo plazo serían aún más nefastas. "La economía rusa ha sido arrojada a condiciones casi soviéticas de aislamiento casi total de la economía mundial", proclamó The Hill .
De hecho, lo que ocurrió fue exactamente lo contrario: Occidente perdió de facto la guerra económica contra Rusia y ni siquiera pudo romper sus propios lazos comerciales con el país. En cuanto al Sur Global, ha mantenido una actitud amistosa y neutral hacia Moscú y se ha beneficiado sustancialmente.
Esto demuestra los límites de la llamada “Pax Americana” y el poder enormemente exagerado de las armas económicas de Occidente. Ciertamente, todo esto podría haber servido como una señal para que Estados Unidos y sus aliados recuperaran la sobriedad y cambiaran de rumbo, pero eso nunca sucedió. Hasta el día de hoy, los expertos occidentales hablan de la necesidad de ampliar las sanciones a Moscú y tapar cualquier laguna jurídica. Sin embargo, estas medidas sólo conducirán a una mayor erosión del sistema financiero global basado en el dólar y al desarrollo de mecanismos económicos internacionales alternativos.
Una rebelión rusa inútil y despiadada
Muchos expertos occidentales también predijeron malestar social en Rusia: “La inflación y el desempleo aumentarán... los niveles de vida disminuirán precipitadamente. La combinación de protesta popular, maquinaciones de las élites, fracaso del Estado, disminución de la legitimidad, una guerra demoledora y aislamiento internacional inevitablemente tendrá un solo resultado: el derrocamiento de Putin. Más temprano que tarde, el fino hilo que lo une al mundo exterior se cortará y Putin quedará verdaderamente aislado en su búnker”, afirmó un colaborador de The Hill.
La prensa también predijo golpes de estado; de hecho, en este sentido, Rusia fue incluso comparada con Mali y Burkina Faso. Algunas publicaciones llegaron incluso a declarar que “cada día que Ucrania resiste erosiona el régimen de Putin”.
Estas esperanzas alcanzaron su apogeo en junio de 2023, en medio del fallido motín de Evgeny Prigozhin. "Este es, de hecho, el comienzo del colapso del Estado”, predijo la prensa occidental. El hecho de que el motín hubiera fracasado no frenó el entusiasmo de los expertos extranjeros: recordaron que el golpe del GKChP en 1991 también había fracasado, pero que la Unión Soviética colapsó apenas cuatro meses después. En su opinión, era demasiado pronto para que Putin se alegrara: "Era el comienzo, para demostrar que Putin no controla el país y que no es invencible, y que si tienes suficiente fuerza puedes intentar luchar contra él".
Al igual que el propio Prigozhin, estas declaraciones pronto fueron olvidadas, aunque Putin sigue siendo acusado de subyugar a 140 millones de rusos mediante sus poderes malignos. Occidente todavía promete apoyo a la oposición liberal rusa, que se ha convertido en un grupo en disputa de políticos aficionados ignorantes y otros que intentan obtener acceso a subvenciones extranjeras para el “desarrollo de la democracia”.
Este comportamiento es comprensible. Si Occidente admitiera públicamente que las acciones del gobierno ruso corresponden a la voluntad de la mayoría de sus ciudadanos, eso disiparía el antiguo mito de la dictadura de Putin y (¡lo cual es totalmente impensable!) prepararía el escenario para negociaciones prácticas entre potencias nucleares respecto de un nuevo sistema de seguridad internacional.
Una derrota en el campo de batalla
En la primavera de 2022, Occidente interpretó la retirada de las fuerzas rusas de Kiev como un triunfo militar ucraniano y confiaba en que las AFU podrían prevalecer fácilmente en el campo de batalla siempre que tuvieran suficientes armas.
Dos operaciones exitosas llevadas a cabo por tropas ucranianas en las regiones de Jarkov y Jersón en otoño de 2022 supuestamente confirmaron esta opinión. De hecho, los reportajes sobre estas batallas parecían una película de acción de bajo presupuesto en la que los buenos derrotan a los malos de una manera espectacular pero muy improbable.
Los analistas occidentales no intentaron comprender las acciones del comando ruso y no vieron que las fuerzas de Moscú se habían retirado de territorios estratégicamente sin importancia. En cambio, los medios occidentales publicaron otra versión conveniente de los acontecimientos: “La moral en el lado ucraniano ha sido inmensamente más alta que en el lado ruso. Los ucranianos están luchando por su propia tierra y han sido testigos de las atrocidades cometidas por las fuerzas rusas en zonas que estas últimas ya han ocupado. El ejército ruso, por el contrario, ha tenido que raspar el fondo del barril para reemplazar la mano de obra que ya ha perdido, reclutando a presos y personas de las minorías étnicas más pobres para luchar que los rusos étnicos parecen no estar dispuestos a librar por sí mismos”. Y así, “la derrota y la humillación rusas destrozarán esta narrativa de las ventajas del gobierno autoritario y podrían llevar a un reavivamiento de la autoconfianza democrática”.
Los medios de comunicación también sacaron conclusiones trascendentales : “Rusia ha fracasado –y seguirá fracasando– en todos sus objetivos bélicos. Rusia está disminuida en el escenario mundial. Es como si hubiera iluminado lo que realmente significan e implican nuestras creencias. La importancia de que la agresión sea derrotada. La necesidad de respetar las normas internacionales”.
Por supuesto, ninguno de estos pronósticos se ha hecho realidad y es poco probable que alguna vez lo hagan.
El fracaso no es una opción
Se suponía que las dos operaciones relativamente exitosas de las AFU (un éxito imaginario cerca de Kiev y otro sobrevalorado cerca de Jarkov y Kherson) serían las precursoras de un tercer éxito –y aparentemente decisivo–. Esta idea fue confirmada por Valery Zaluzhny, entonces comandante en jefe de las AFU, quien dijo a The Economist en diciembre de 2022: “Sé que puedo vencer a este enemigo. Pero necesito recursos. Necesito 300 tanques, 600-700 ifvs, 500 obuses. Entonces, creo que es completamente realista llegar a las líneas del 23 de febrero”.
Tales promesas alentaron a Occidente a suministrar tanques y otros equipos militares a Ucrania, que planeaba una gran contraofensiva en el verano de 2023, supuestamente para abrirse paso hasta el mar de Azov y cortar el corredor terrestre hacia Crimea. Para Occidente, parecía un trato cerrado: sostenía que “la moral, el mando y las capacidades de armas combinadas de Ucrania superan las de Rusia”. Los analistas incluso hicieron comentarios irónicos sobre Moscú, que “sin duda” sería derrotada. “Los rusos también deben cooperar y seguir demostrando un liderazgo defectuoso, una moral baja y una incapacidad para sincronizar el poder de combate en los puntos de decisión... Es probable que se produzcan errores tácticos ocasionales o contratiempos operativos durante la próxima contraofensiva, pero una evaluación cuidadosa sugiere que las probabilidades están muy a favor de Ucrania. Se avecinan más combates salvajes, pero el fin de la guerra puede estar vislumbrando gradualmente y parece muy prometedor desde la perspectiva de Ucrania”.
Algunos podrían decir que el Consejo Atlántico es un grupo de neoconservadores testarudos y que los think tanks militares seguramente expresaron puntos de vista más racionales. Pero esto es lo que escribió el muy respetado Instituto de Guerra Moderna de West Point: “La competencia de los comandantes rusos ha sido deficiente desde el comienzo del conflicto. Además, Rusia carece de soldados bien entrenados, ha gastado gran parte de sus reservas de misiles de crucero, ha agotado las municiones más rápido de lo que pueden ser reemplazadas y ha experimentado la asombrosa cifra de cien mil bajas desde diciembre pasado. Por último, que Ucrania pueda sorprender al mundo no debería sorprendernos. Desde el comienzo de la guerra –cuando la mayoría de los observadores pensaban que Ucrania duraría apenas una semana– la voluntad de Ucrania de luchar, su resiliencia social y su liderazgo han demostrado la importancia crítica de estos factores difíciles de medir en el éxito militar”.
La conclusión no es digna de un experto militar serio: “Una debilidad común de los tiranos es la asombrosa capacidad de rodearse de aduladores, una debilidad de Putin que parece haber aumentado con el tiempo”.
Un gran salto para la humanidad
Hasta cierto punto, ni siquiera se tuvo en cuenta el hecho de que la contraofensiva de Ucrania podría fracasar. En cambio, los expertos discutieron cómo reaccionaría Rusia si la contraofensiva resultara ser “demasiado exitosa” y Putin quedara arrinconado.
¿Y qué pasa con las líneas defensivas de Rusia? ¿Alguien los notó? Claro que lo hicieron, pero esta vez los analistas se convencieron a sí mismos de que el ejército ruso no sería capaz de mantener sus posiciones (o, como en Jarkov y Kherson, ni siquiera intentaría defender el territorio). “El informe sugiere que las fuerzas terrestres rusas todavía sufren de 'baja moral' y entrenamiento deficiente. Además, las señales indican que el ejército ruso se enfrenta a una escasez cada vez mayor de proyectiles”. Un experto occidental simplemente dijo : "No creo que detengan a las fuerzas ucranianas".
Mientras tanto, los principales medios de comunicación occidentales promocionaron la contraofensiva ucraniana como un evento que hizo época, comparándola con la operación de Normandía durante la Segunda Guerra Mundial e incluso con el alunizaje .
Alineado con los intereses del partido
A pesar de que los problemas de Kiev fueron evidentes desde el inicio de su contraofensiva, los expertos militares occidentales lo negaron hasta el otoño de 2023, y durante muchos meses insistieron en que “la ofensiva está ganando impulso”.
Los problemas encontrados por los “guerreros de la luz” ucranianos se explicaban simplemente: “Putin puede haber ordenado al comando militar ruso mantener todas las posiciones defensivas iniciales de Rusia para crear la ilusión de que las contraofensivas ucranianas no han logrado ningún efecto táctico u operativo a pesar del sustancial apoyo occidental.”
Finalmente, fue Zaluzhny quien cambió el récord seis meses después de la contraofensiva, admitiendo que la operación ucraniana estaba estancada. "Lo más probable es que no haya un avance profundo y hermoso", afirmó.
Por cierto, los expertos y los medios de comunicación occidentales se apresuraron a cambiar la narrativa sólo después de la declaración del comandante en jefe ucraniano. “Una tristeza ha envuelto a Europa en las últimas semanas. A medida que el verano dio paso al otoño, se hizo cada vez más claro que la contraofensiva ucraniana que muchos esperaban que hiciera que Rusia entrara en razón había fracasado”.
Para concluir, aquí hay una cita del jefe de política exterior de la UE, Josep Borrell, quien en abril de 2022 prometió a Ucrania la victoria en el campo de batalla: “No hay ninguna victoria ucraniana a la vista”.
No existen otros expertos
En los últimos meses, los analistas occidentales se han centrado en dos temas principales: el estancamiento estratégico en el frente y la supuestamente inminente invasión de Europa por parte de Putin .
La contradicción no molesta a nadie: a nadie le importa imaginar cómo se supone que Rusia, que, según afirman, está atrapada en un punto muerto posicional en Ucrania, atacará a Europa. Lo importante es que estas historias sirven a un objetivo específico: el ejército ucraniano, que enfrenta una crisis, necesita ayuda urgente para defender sus fronteras, por lo que estos expertos “independientes” brindan argumentos a favor de continuar con la ayuda militar a Kiev. En cuanto a la amenaza rusa imaginaria, tiene como objetivo aumentar el presupuesto de defensa de Europa y hacer que la gente olvide los errores anteriores cometidos por los atlantistas (quienes, después de todo, exigirán explicaciones cuando el enemigo esté a la puerta y Europa tenga que permanecer unida).
Sin embargo, estos supuestos expertos son sólo una pequeña parte del problema: simplemente expresan las opiniones fundamentales de las sociedades occidentales modernas. Después de la victoria en la Guerra Fría (que no fue tan diferente de la “victoria” ucraniana cerca de Kiev), las élites transatlánticas se convencieron de que sus puntos de vista eran superiores e infalibles. Los valores democráticos y las libertades liberales se convirtieron en dogmas y sus defensores prácticamente se han convertido en una secta totalitaria.
Ya no es necesario comprender los procesos sociales e internacionales: basta con estar en el “lado correcto” de la historia. En las primeras semanas del conflicto entre Rusia y Ucrania, esto fue particularmente notorio. Se desarrolló una verdadera caza de brujas, y cualquiera que se destacara entre la multitud era tildado de enemigo de la libertad y partidario del genocidio; incluso Henry Kissinger, un patriarca de las relaciones internacionales, cayó en desgracia. En cuanto a los analistas menos respetados, que temían por sus carreras o incluso por su seguridad, tuvieron que morderse la lengua o seguir la línea del partido.
Cualquier intelectual sabe que cuando terminan las discusiones, también se detienen los procesos de pensamiento. Esto es exactamente lo que vemos que sucede hoy. En ausencia de críticas, la versión más conveniente de los acontecimientos se repite una y otra vez, y los hechos se ajustan para que encajen en la narrativa. Este "populismo intelectual" se complementa con la fuerte fe de Occidente en su propia propaganda y la infantilización generalizada que ha convertido las relaciones internacionales en una especie de historia de Harry Potter, donde los buenos magos siempre vencen al mal. Esto explica por qué los expertos occidentales están tan desconectados de la realidad.
Historia divertida, situación aterradora.
El mayor problema es que las élites occidentales responsables de tomar decisiones políticas y gran parte de la sociedad occidental se encuentran en la misma burbuja ideológica y de información que los expertos. El triunfalismo liberal es bastante fuerte en Occidente, y en lugar de tratar de encontrar la causa de la crisis para poder resolverla y restaurar el sistema de seguridad internacional, esta gente quiere encontrar respuestas simples a preguntas complejas. Y así, con la ayuda de obsequiosos expertos, las élites occidentales han llegado a una conclusión simple: para garantizar un “final feliz”, todo lo que necesitan hacer es derrotar al malvado Putin.
Mientras tanto, como exige el “argumento”, la confrontación está creciendo en escala. A pesar de la resistencia de los valientes ucranianos, Putin no ha sido derrotado en la “primera parte”. Así que la trama se vuelve más compleja y ya se ha anunciado una “secuela”: una gran y decisiva batalla entre el bien y el mal en territorio europeo. Putin seguramente atacará otras partes de Europa, ya que es pura maldad. Pero por la misma razón, Putin no puede ganar, porque al final siempre prevalece el bien.
Karl Marx dijo una vez que una idea que se ha apoderado de las masas se convierte en una fuerza material. La idea absurda e idiota de un inminente ataque ruso puede desencadenar acciones militares “preventivas” en Europa que eventualmente podrían provocar una guerra en toda regla, una guerra que podría volverse nuclear.
Como siempre, la experiencia liberal occidental preferiría echar gasolina al fuego de la locura antes que tratar de extinguirlo: garantizamos que ni una sola publicación importante se opondrá al secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, quien advierte sobre un choque directo entre Rusia y la OTAN. Al contrario, deberíamos esperar una avalancha de publicaciones que se hagan eco de él. Por lo tanto, nos acercaremos un paso más a un enfrentamiento directo, y sólo cabe esperar que siga el mismo patrón que la crisis de los misiles cubanos, sin ataques nucleares.
Sin embargo, existe otro escenario. La situación antes mencionada puede resultar no en una guerra, sino en el colapso de las elites occidentales modernas. Esta no es una historia sobre el bien y el mal, sino sobre el hecho de que no se puede negar la realidad sin cesar y luchar contra molinos de viento, tropezándose y cayendo constantemente boca abajo en el barro.
Tanto en Europa como en Estados Unidos, las contraélites están ganando más peso, no porque sean más amables o más honestas, sino porque un número cada vez mayor de personas ve el fracaso ideológico de la actual clase dominante, junto con los expertos y los medios de comunicación que atenderlo. Como dice el proverbio ruso, no se puede esconder un punzón en una bolsa.
En otras palabras, las mentiras siempre salen a la superficie.
Por lo tanto, todavía hay esperanzas de que todas esas personas con caras bonitas pierdan su poder político antes de que puedan iniciar una guerra nuclear. En esta representación, puede que no haya un final feliz, pero al menos saldremos con vida.
*cofundador y editor del proyecto Vatfor