Thierry Meyssan
Hace 6 meses que la embajadora de Estados Unidos, Linda Thomas-Greenfield, maniobra en el Consejo de Seguridad de la ONU tratando de ganar el máximo de tiempo posible para que Israel logre una victoria en Palestina. Durante todo ese tiempo, la representante de Estados Unidos tejió una cadena de vetos, con la esperanza de evitar que Occidente sufra en Gaza una nueva derrota militar, la tercera, después de las que ya ha sufrido en Siria y en Ucrania. Sin embargo, desde el 22 de diciembre, ya había tenido que reconocer que era necesario aportar ayuda humanitaria a los civiles palestinos abandonados a su suerte en el enclave bloqueado. El 25 de marzo por fin tuvo que admitir la necesidad de un alto al fuego inmediato… pero ahora afirma que las decisiones del Consejo de Seguridad no son de obligatorio cumplimiento.
Hace 6 meses que el Consejo de Seguridad de la ONU es terreno de un enfrentamiento entre los partidarios de la hegemonía estadounidense y quienes quieren un mundo más justo. El asesinato de 779 israelíes, el secuestro de unos 200 más y las heridas que sufrieron más de 2000 durante el ataque del 7 de octubre y la detención administrativa (equivalente a un secuestro o una toma de rehenes) de 2 870 palestinos, la matanza de al menos 30 000 en la franja de Gaza y las heridas infligidas al menos a otros 70 000 palestinos son el terrible telón de fondo de ese enfrentamiento en el Consejo de Seguridad.
La primera reacción del “Imperio estadounidense” ante la operación de la resistencia palestina en Israel fue de respaldo total, y enteramente ciego, a la operación israelí “Espada de Hierro” contra la franja de Gaza. Visto desde Washington, ese respaldo era indispensable para evitar una nueva derrota, tras las ya sufridas en Siria y en Ucrania.
Con ese objetivo, la representante permanente de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU, Linda Thomas-Greenfield, votó sistemáticamente contra toda demanda de alto al fuego en Gaza. La embajadora estadounidense tenía instrucciones de ganar tiempo para garantizar una victoria de Israel.
El 16 de octubre de 2023, al oponer el veto de Estados Unidos al proyecto de resolución S/2023/772, la señora Linda Thomas-Greenfield declaraba: «El Hamas debe ser considerado responsable por sus actos. No representa al pueblo palestino y no ha hecho nada por promover la paz y la estabilidad, prefiriendo el caos.»
Era esa la primera mentira de la representante de Estados Unidos. Nos guste o no, los palestinos de Gaza eligieron al Hamas con todas las de la ley en 2006. En aquel momento, el Hamas obtuvo una mayoría relativa en las elecciones –con el 44,45% de los votos válidos.
El 18 de octubre, Estados Unidos rechazó el proyecto de resolución S/2023/773 presentado por Brasil. La señora Thomas-Greenfield declaró entonces que «ese proyecto no mencionaba el derecho de Israel a la legítima defensa».
Segunda mentira de Linda Thomas-Greenfield, para acompañar su segundo veto. Una segunda mentira que todavía tendríamos que escuchar muchas veces más en boca de la embajadora de Estados Unidos. La realidad es que, desde 2004, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) confirmó en su opinión consultiva que el derecho a la legítima defensa «no se aplica en el caso de una potencia ocupante».
El 25 de octubre la embajadora Linda Thomas-Greenfield (léase Estados Unidos) presentaba su propio proyecto de resolución, que, como resumió al explicar su veto el representante permanente de Rusia, Vassili Nebenzia, «sigue sin contener un llamado de alto al fuego; no condena los ataques ciegos contra los civiles y contra los bienes civiles en Gaza; no denuncia los actos tendientes a reinstalar civiles mediante el uso de la fuerza».
El representante permanente de China, Zhang Jun, fue mucho más explícito al argumentar el veto de su pais al proyecto estadounidense y denunció un texto «desequilibrado» y «ambiguo», plagado de modificaciones «cosméticas», texto que «mezcla todo» y cuya adopción habría dado «luz verde» a una acción militar de envergadura todavía mayor de parte de Israel y a la escalada del conflicto. Peor aún, resaltaba el diplomático chino, el proyecto de resolución estadounidense no exhortaba Israel a levantar su bloqueo de la franja de Gaza ni a renunciar a la orden de evacuación ya impartida por las autoridades israelíes, lo cual sólo podía precipitar el «descenso al infierno» en ese territorio. El representante chino destacó también que el proyecto de Estados Unidos pasaba por alto deliberadamente la cuestión de la ocupación israelí y la creación de un Estado palestino.
En respuesta, la embajadora estadounidense Linda Thomas-Greenfield recurrió al veto contra el proyecto de resolución de la Federación Rusa (S/2023/795), alegando sólo que la misión rusa lo había redactado sin proceder a consultas.
El 26 de octubre, en una muestra de exasperación ante los 3 vetos estadounidenses, la Asamblea General de la ONU adoptó (121 votos a favor, 14 en contra y 44 abstenciones) un texto presentado por Jordania bajo el título “Protección de los Civiles y Respeto de las Obligaciones Jurídicas y Humanitarias” (ES-10/21 [1].
La Asamblea General no puede «exigir», sólo puede «pedir». Sólo por esa razón, la resolución de la Asamblea General se limita a «pedir una tregua humanitaria inmediata, duradera y sostenida, que conduzca al cese de las hostilidades». También recomienda que todas las partes cumplan inmediatamente y plenamente sus obligaciones en el marco del derecho internacional, incluyendo el derecho internacional humanitario.
La embajadora estadounidense Linda Thomas-Greenfield sigue entonces persiguiendo su objetivo de evitar que Israel sea derrotado… sin importar el costo de una victoria. Sigue rechazando todo intento de imponer un cese de las hostilidades pero comienza a decir que no es posible dejar morir 2,2 millones de palestinos a la vista de las cámaras de televisión y de las pantallas de los teléfonos móviles de los pobladores de los 121 Estados que votaron en la Asamblea General por el cese de la matanza.
De todas maneras, habrá que esperar todavía hasta el 15 de noviembre para que la embajadora estadounidense deje pasar un proyecto maltés que se convierte en la resolución 2712 del Consejo de Seguridad [2]. Aun así, la representante de Estados Unidos se opone a que se cite en esa resolución la parte de la resolución de la Asamblea General donde se pide «una tregua humanitaria inmediata, duradera y sostenida, que conduzca al cese de las hostilidades». Debido a esa intervención de la embajadora estadounidense Linda Thomas-Greenfield, el Consejo de Seguridad sólo «pide pausas humanitarias urgentes y prolongadas y corredores en el conjunto de la franja de Gaza durante un número suficiente de días». En otras palabras, Israel puede continuar su guerra hasta la victoria… aunque ese triunfo sea al precio de decenas de miles de muertos civiles.
En Israel, partidarios de la paz revelan el contenido de una nota de la ministro de Inteligencia, Gila Gamliel, intitulada Alternativas a una directiva política para la población de Gaza [3]. En esa nota, la ministro israelí aconseja expulsar a los 2,2 millones de habitantes de la franja de Gaza hacia el Sinaí egipcio. Visiblemente incómodos, miembros de la oficina del primer ministro, Benyamin Netanyahu, aseguran a los periodistas que la joven ministro Gila Gamliel, ocupa un cargo sin importancia y que sólo busca titulares en la prensa… pero la nota no estaba destinada a la difusión pública.
Por su parte, el ministro israelí del Patrimonio, Amichai Eliyahu, declara a la radio Kol Berama que Israel se plantea usar la bomba atómica en Gaza. «Es una solución… es una opción», afirma y compara a la población de la franja de Gaza con «los nazis», asegurando que «no hay no combatientes en Gaza» y que «no hay gente no implicada en Gaza».
El 8 de diciembre, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, interfiere en la estrategia de Estados Unidos. Invocando el Artículo 99 de la Carta de las Naciones Unidas, Guterres convoca el Consejo de Seguridad y advierte que existe un alto peligro de «derrumbe total» del sistema de apoyo humanitario a la población de Gaza, con consecuencias «catastróficas» para el orden público y para la seguridad regional, además de la presión que podría obligar los civiles de la franja a desplazarse en masa hacia Egipto –una alusión a la nota de Gila Gamliel.
Pero la embajadora estadounidense Linda Thomas-Greenfield se mantiene en sus trece y Estados Unidos recurre al veto, por cuarta vez, contra el proyecto de resolución S/2023/970, presentado por numerosos Estados, que exige «un alto al fuego humanitario inmediato». Esta vez la representante permanente de Estados Unidos justifica el veto tildando el texto de «desequilibrado y desconectado de la realidad» y criticando el rechazo de los coautores a insertar una fórmula de condena contra los actos cometidos por el Hamas durante el ataque del 7 de octubre. La embajadora estadounidense también afirma que el texto propuesto no reconoce el derecho de Israel a defenderse contra el terrorismo. Ella argumenta también que un alto al fuego «incondicional» sería irrealista y hasta peligroso.
El 22 de diciembre, la embajadora Linda Thomas-Greenfield hace una concesión mínima y Estados Unidos se abstiene durante el voto de la resolución 2720 [4], cuyo texto no menciona la cuestión de los combates y se refiere únicamente a la ayuda humanitaria, llamando a incrementar esa ayuda, incluyendo los envíos de combustible, alimentos y suministros médicos. Ese texto exige también la apertura de todos los puntos de paso de la frontera, incluyendo el de Kerem Shalom, y propone la designación de un coordinador principal que se encargaría de la ayuda humanitaria y de la reconstrucción de Gaza.
Animados por ese respaldo, los sionistas revisionistas israelíes muestran su voluntad de acabar con la población de Gaza. El ministro israelí de Finanzas, Bezalel Smotrich; el ex embajador de Israel en la ONU, Danny Danon; y hasta el primer ministro Benyamin Netanyahu multiplican las declaraciones en ese sentido. Israel inicia contactos en el exterior en busca de países dispuestos a acoger la población palestina. La presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declara en El Cairo que la Unión Europea podría recibir un millón de palestinos, mientras que 3 países africanos –Ruanda, la República Democrática del Congo y Chad– desmienten haber llegado a acuerdos en ese sentido.
El 12 de enero, Argelia solicita al Consejo de Seguridad que se oponga al «traslado» de la población de Gaza. Esta vez, la embajadora estadounidense Linda Thomas-Greenfield se une al consenso. Estados Unidos defiende desde hace 30 años la «solución de los dos Estados», concebida por los británicos. Esa “solución” propone la creación de un Estado palestino, separado del Estado judío, sobre todo para no tener que poner fin al apartheid. En cambio, la proclamación de un Estado binacional implicaría tener que proclamar la igualdad de todos sus ciudadanos, sin importar que sean judíos o árabes [5]. Pero los británicos siempre han rechazado el Estado binacional cuya creación se estipula en el plan de la ONU, adoptado en 1947. Los británicos prefieren dividir la Palestina histórica para garantizar que los judíos nunca dispongan de un Estado viable, según la fórmula de lord Herbert Samuel. Y para lograrlo pueden contar con la locura de los israelíes, pero también tienen que mantener bajo control a la facción fascista del Estado israelí –los sionistas revisionistas de Jabotinsky y Netanyahu.
El 23 de enero, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres participa en la reunión trimestral dedicada a Palestina, realizada esta vez a nivel de ministros de Exteriores. Sumándose a la estrategia de los anglosajones, Guterres declara «inaceptable» el rechazo «claro y repetido» de la solución de los dos Estados, rechazo expresado por el gobierno de Israel. Según Guterres, la solución de los dos Estados es el único medio de llegar a una paz duradera y justa. Casi toda la cincuentena de oradores que hacen uso de la palabra en la reunión se alinean tras esa posición. Entre ellos está, por supuesto, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken.
El 26 de enero, ¡sorpresa en La Haya! La Corte Internacional de Justicia (CIJ) emite medidas cautelares sobre Gaza, a pedido de Sudáfrica [6]. Según esas disposiciones de la Corte Internacional de Justicia, que es el tribunal interno de las Naciones Unidas, Israel tiene la obligación de tomar medidas para garantizar la protección de la población de la franja de Gaza ante un “posible” genocidio
El 31 de enero, el Consejo de Seguridad se reúne para estudiar la decisión de la Corte Internacional de Justicia. Durante la reunión, la representante permanente de Sudáfrica, Mathu Theda Joyini, explica, mirando a la embajadora de Estados Unidos Linda Thomas-Greenfield, que la disposición de la CIJ significa que los países que financian y facilitan las operaciones israelíes en Gaza podrían estar violando la Convención para la Prevención y la Represión del Crimen de Genocidio. La señora Linda Thomas-Greenfield responde que la CIJ no ha exigido un alto al fuego inmediato ni observado que Israel podría estar violando la Convención contra el genocidio.
Además, como Israel había respondido a la decisión de la CIJ con el inicio de una campaña contra la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio (UNRWA), la embajadora Linda Thomas-Greenfield anuncia que Estados Unidos ha suspendido su financiamiento a esa agencia. Sin la UNRWA nadie podrá distribuir la ayuda humanitaria a la población de Gaza. Israel podrá decir que ha hecho lo posible por ayudar a los gazauitas pero que no había cómo hacerlo.
El 20 de febrero, la embajadora Linda Thomas-Greenfield (léase Estados Unidos) recurre por quinta vez al veto, alegando que el proyecto de resolución S/2024/173, presentado por Argelia, «obstaculiza» los «esfuerzos diplomáticos». En realidad, el proyecto de resolución de Argelia «exige un alto al fuego humanitario inmediato que debe ser respetado por todas las partes» y Washington no quiere que se interrumpa la guerra de Israel, a pesar de que los cadáveres siguen acumulándose.
El embajador chino, Zhang Jun, advierte entonces que la pasividad de Estados Unidos parece «una luz verde a la continuación de las hostilidades», que favorece el peligro de incendio regional. El diplomático chino recuerda el contenido de la carta dirigida al Consejo de Seguridad por el secretario general de la ONU, en virtud del Artículo 99 de la Carta de las Naciones Unidas, así como la orden cautelar de la Corte Internacional de Justicia y concluye que el veto estadounidense pisotea el derecho internacional.
Por su parte, el embajador de Rusia, Vassili Nebenzia denuncia un proyecto de resolución alternativo de Estados Unidos como una «protección concedida a su aliado en Medio Oriente» para darle el tiempo que necesita para expulsar la población de Gaza. «Es un intento de dejar correr el reloj en interés de Israel», precisa el diplomático ruso.
El 22 de febrero, el Consejo de Seguridad escucha el testimonio espeluznante del secretario general de Médicos Sin Fronteras (MSF).
Seguidamente, la representante permanente de Suiza, Pascale Baeriswyl, recuerda que, como potencia ocupante, Israel debe asumir las responsabilidades que le asigna el derecho internacional, o sea garantizar el aprovisionamiento de la población palestina en víveres y productos médicos, lo cual aparece además claramente estipulado en el texto emitido por la Corte Internacional de Justicia.
El 22 de marzo, la embajadora Linda Thomas-Greenfield trata de limpiar la imagen de la “diplomacia” estadounidense con la presentación de un nuevo proyecto de resolución (S/2024/239) que cree poder imponer. Pero su texto sólo «considera que es imperativo establecer un alto al fuego inmediato y duradero»… ¡sin exigir ese alto al fuego!, en el punto 19 se hace eco de las acusaciones israelíes contra la UNRWA y, en su preámbulo, afirma que «el Hamas y otros grupos y grupos extremistas armados en Gaza no defienden la dignidad y la autodeterminación del pueblo palestino» y resalta que el Hamas ha sido catalogado como «organización terrorista».
Resultado: Rusia y China vetan su texto. La señora Linda Thomas-Greenfield afirma que «prefirieron vernos fracasar antes que ver el Consejo tener éxito».
El 25 de marzo, la embajadora estadounidense finalmente cede. En su país ha comenzado la campaña electoral para la próxima elección presidencial. Los sondeos vaticinan la derrota del presidente Joe Biden, candidato a la reelección pero a quien una amplia mayoría de los electores demócratas no perdona la larga cadena de vetos estadounidenses que favorece la matanza de civiles palestinos en Gaza. Así que, cuando los 10 miembros no permanentes del Consejo presentan el proyecto de resolución S/RES/2728(2024) [7], la señora Linda Thomas-Greenfield cierra los ojos y no recurre al veto… pero tampoco aprueba el texto, que:
«Exige un alto al fuego humanitario inmediato durante el mes de ramadán que sea respetado por todas las partes y que lleve a un alto al fuego duradero; exige igualmente la liberación inmediata e incondicional de todos los rehenes y la garantía de un acceso humanitario para responder a las necesidades médicas y a otros necesidades humanitarias, y exige además a las partes que respeten las obligaciones que les impone el derecho internacional hacia todas las personas que detienen.»
Es el décimo texto sometido a voto en el Consejo de Seguridad desde los hechos del 7 de octubre y obtiene 14 votos a favor, ninguno en contra y una sola abstención… la de Estados Unidos.
Al justificar su abstención sobre esta resolución, que ella califica de «no vinculante» (sic), la embajadora estadounidense Linda Thomas-Greenfield deplora que fuesen rechazadas ciertas enmiendas propuestas por su delegación, en particular la inclusión de una condena contra el Hamas, y acusa a Rusia y a China de no querer la obtención de una paz duradera por la vía diplomática y de utilizar el tema de Gaza para dividir el Consejo de Seguridad.
No se hace esperar la respuesta del embajador chino, quien resalta las diferencias entre el proyecto estadounidense, rechazado 3 días antes, y el texto de la resolución adoptada. El representante de China subraya que el texto aprobado exige claramente un alto al fuego inmediato, mientras que el anterior, «nebuloso y ambiguo», planteaba condiciones previas al alto al fuego. Además, el texto adoptado refleja la aspiración de la comunidad internacional y goza del apoyo del mundo árabe. Seguidamente, el diplomático chino observa que es hora de que Estados Unidos cese su «trabajo de obstrucción» en el Consejo de Seguridad.
El 26 de marzo, el Consejo analiza la aplicación de la resolución adoptada 2 días antes. El embajador ruso, Vassili Nebenzia, aprovecha la ocasión para expresar su sorpresa ante las palabras de la embajadora Linda Greenfield-Thomas, quien había calificado la resolución adoptada de «no vinculante». «¿Significa eso que Estados Unidos se separa del Artículo 25 de la Carta, según el cual los Estados Miembros aceptan ejecutar las decisiones del Consejo de Seguridad?», interroga el diplomático ruso. El representante permanente de Argelia, Amar Bendjama, agrega que «es la cuestión misma de la existencia de este órgano lo que se estaría planteando».
La señora Linda Thomas-Greenfield estaba convencida de que la derrota de Israel provocará el fin de la hegemonía occidental. Su obstinación no hará más que demostrar que Washington está dispuesto a ignorar cualquier crimen con tal de favorecer su propio interés a corto plazo.
Pero, más importante aún, también ha demostrado que Estados Unidos desprecia el derecho internacional cuando este contradice sus políticas. Y esa es la definición misma del Estado renegado.
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