Stéphane François
En 1947 una noticia conmocionó a los periódicos: un estadounidense, Kenneth Arnold, que era un piloto aficionado, vio extraños objetos en el cielo mientras pilotaba su avión. Nacía de este modo los platillos voladores, que pronto se convertirían en tema habitual de conversación hasta principios de los años 2000, cuando los teléfonos empezaron a ser capaces de filmarlos...
Siguiendo los pasos de la prensa estadounidense, periódicos de todo el mundo empezaron a informar sobre ellos. El 16 de agosto de 1947, por ejemplo, un largo artículo de La France nouvelle, un semanario comunista, reseñaba así el fenómeno: “A finales de junio los periódicos americanos sorprendieron a sus lectores con una información altamente sensacionalista: misteriosos ‘platillos voladores’ sobrevolaban el continente americano a una velocidad prodigiosa y a una gran altitud. Primero se informó de su presencia en Oregón, luego en Oklahoma y, en pocos días, los ‘platillos’ aparecieron en 48 Estados. Fueron avistados primero por agentes de policía (al principio) y luego por aviadores civiles”.
Uno de estos primeros observadores civiles fue Kenneth Arnold, quien indirectamente acuñó el término “platillo volador”. Hablando con un periodista sobre su aventura, se limitó a describir objetos que se movían como platillos rebotando en el agua. El periodista, un hombre llamado Bill Bequette, confundió el movimiento con la forma. Pero fue otro periodista, de la oficina de Associated Press en Portland, quien pudo haber inventado la expresión “platillo volador”. Al principio, la prensa hablaba más bien de discos voladores (flying disks).
El mundo estaba fascinado por estos extraños objetos en medio de un contexto geopolítico muy tenso: estaba comenzando la Guerra Fría. El tema de los extraterrestres fue muy explotado por las películas estadounidenses de ciencia ficción: los extraterrestres eran siempre hostiles, incapaces de ser diferenciados tanto en su físico como en su vestuario, parecían asexuados, simbolizando una forma hostil de igualitarismo... La metáfora anticomunista era explícita para un país marcado por el macartismo. Los soviéticos pensaban que se trataba de aviones experimentales destinados a observar y/o atacar a la URSS, y viceversa. Es cierto que en aquella época se produjeron algunos intentos de espionaje aéreo. Todavía es famosa la historia de un U2 de las Fuerzas Aéreas estadounidenses derribado por los soviéticos en 1960.
A partir de la década de 1950 proliferaron los informes de avistamientos de “platillos voladores” tanto en Occidente como en Oriente. Algunos teorizaban que estos “objetos voladores no identificados” u ovnis venían del espacio exterior para vigilar la locura nuclear desatada por la humanidad o para animar a los seres humanos para que emprendieran el camino de la perfección espiritual. Estos discursos fueron la raíz de la pasión por los “platillos voladores” de los seguidores de la New Age décadas después. De hecho, los círculos ocultistas quedaron fascinados por ellos y buscaron establecer contacto telepático con sus pasajeros. Suzanne Misset-Hopèsescribió en su artículo “A propósito de los platillos voladores”, publicado en la La Revue Spirite, el 1 de noviembre de 1951 (p. 17): “E incluso si los extraños visitantes aéreos no son de origen extraterrestre, las investigaciones que suscitan en torno a su identificación no pueden sino elevar el pensamiento del hombre y animarle a reflexionar, a meditar sobre el misterio del Alma ligado al de las cosas siderales, misterio que Dios le permite sondear antes de su paso al otro lado del velo”.
Rápidamente se pusieron en marcha programas de observación científica que interesaron tanto a investigadores como a políticos y militares. ¡En 1953 el periódico Carrefour: la semaine dans le monde et en France publicó un artículo titulado “Il faut ouvrir une enquête sur les soucoupes volantes”! ya que en aquella época se crearon comisiones para debatir tal fenómeno: “Por primera vez en Francia doce personalidades del mundo de la aviación, la meteorología y la astronomía formaron una comisión de investigación, luego oficial, para juzgar la veracidad de los ‘platillos voladores’. El Aéro-Club de France, bajo el patrocinio de Le Parisien libéré, había tomado la iniciativa de esta confrontación entre la ciencia y el asombro. Todo el asunto culminó el pasado jueves con un debate público en la amplia sala de la rue Galilée, abarrotada a partes iguales de ‘entusiastas por los platillos’ y de ‘entusiastas antiplatillos’”.
En aquellos primeros años de la moda de los ovnis, el mundo se dividió rápidamente entre “creyentes” en la realidad de los platillos voladores y su origen extraterrestre y escépticos, o al menos racionalistas, que veían en los testimonios expresiones de delirio. Algunas personas afirmaron haber visto “platillos voladores procedentes de la tierra de Venus”, como se recoge en un artículo de Paris-presse, l'intransigeant del 8 de octubre de 1953 (p.4). Ya en 1950, Combat, el periódico en el que escribía Albert Camus, en un artículo titulado “À l'ère de la vaisselle qui vole” (“En la era de la vajilla voladora”), publicado el 13 de marzo, veía en ello una expresión de la “alucinación de mitad de siglo”.
Las mentes cartesianas explicaban que estos testimonios visuales no eran naves espaciales, sino observaciones de fenómenos naturales (un planeta, una nube extraña, meteoritos, relámpagos, etc.) o artificiales (globos sonda, por ejemplo). Muy pronto, los que creían en la existencia de civilizaciones extraterrestres explicaron que estas refutaciones eran la expresión de una conspiración de los Estados. La idea de una conspiración para ocultar la verdad sobre la existencia de los ovnis, la “conspiración ufológica”, nació en 1947, cuando las Fuerzas Aéreas estadounidenses y el FBI llevaron a cabo las primeras investigaciones sobre la existencia de platillos voladores.
Ya en el otoño de ese año revistas como Amazing Stories sugerían que los militares sabían mucho más sobre el tema de lo que querían admitir, y que la oleada de platillos voladores del verano de 1947 fue una vasta manipulación diseñada para distraer al público frente a sus verdaderos problemas. Este mismo argumento ha sido alimentada por antiguos militares como el mayor Donald Keyhoe, piloto de las Fuerzas Aéreas estadounidenses. En 1949, en un artículo publicado en True, declaró que el ejército ocultaba información y se resistía a divulgarla. En 1954, La Bourgogne républicaine se interesa por sus tesis: “En 1949, gracias a la publicación de la importante revista True, se llevó a cabo una primera investigación sobre los ‘platillos voladores, la cual fue publicada. Sus conclusiones fueron que ‘los platillos voladores existen’ y tuvo una repercusión mundial” [...] Desde esta investigación, Keyhoe nunca ha dejado de participar en las investigaciones de la Fuerza Aérea, convirtiéndose en su portavoz en todo lo relativo a este tema particularmente ‘explosivo’, como él mismo lo define.
Hace algunas semanas, en total acuerdo con la Fuerza Aérea – siguiendo sus instrucciones, se podría decir – fue publicada una nueva serie de investigaciones cuya conclusión es categórica: “los platillos voladores vienen de otro mundo”.
Según los teóricos de la conspiración, los Estados europeos, incluida la Unión Soviética, están detrás de esta campaña de desinformación. El primer lugar donde apareció y se expresó la conspiración ufológica fue Estados Unidos, que también fue el primero en poner en marcha programas de investigación (1948-1949: Proyecto Sign, luego Proyecto Grudge y finalmente Proyecto Blue Book de 1952 a 1969). A lo largo de los años, el discurso de las Fuerzas Aéreas estadounidenses, por un lado, y de los portavoces de la comunidad científica, por el otro, ha consistido siempre en minimizar la importancia del tema y, según los casos, concluir que los ovnis no constituyen una amenaza para Estados Unidos, según los primeros, y que eran sin duda fruto de malentendidos o incluso de alucinaciones, según los segundos. Las posiciones de los científicos, incluido Condon, ponente de la comisión encargada de investigar el fenómeno OVNI, habían hecho suya su profesión de fe antiextraterrestre. Obviamente, esto fue visto como una provocación por parte de los ufólogos. Este discurso conspirativo ha tenido una larga y rica historia.
Inicialmente benigno, el conspiracionismo ufológico pretendía demostrar que los extraterrestres existían y que ciertos Estados estaban en contacto con ellos de una u otra forma. Luego se radicalizó y se convirtió en conspiracionismo en la década de 1980, alimentándose del hecho de que algunos de los científicos responsables de demostrar la inexistencia de extraterrestres habían cambiado de bando. El ejemplo más llamativo es el caso del estadounidense J. Allen Hynek, que fue director del departamento de astronomía de la Universidad Northwestern y, sobre todo, experto del ejército en estas cuestiones durante veinte años antes de convertirse en defensor de la existencia de vida extraterrestre. Famoso en Estados Unidos, se convirtió incluso en un personaje de la película de Steven Spielberg, Encuentros cercanos del tercer tipo, estrenada en 1977.
Este texto está dedicado a la memoria de un amigo fallecido demasiado pronto, Joseph Altairac, inmenso estudioso de las ciencias maravillosas.