Ramón Grosfoguel
Palabras preliminares
El día 30 de marzo del 2023, el Vaticano condenó el pasado colonial de la Iglesia, rechazó la doctrina del descubrimiento y repudió las bulas papales que autorizaban la esclavización de los indígenas de las Américas y los pueblos africanos. Saludamos al Papa Francisco por liderar este importante paso hacia la descolonización y la justicia global.
Hace dos años, el Papa hizo la siguiente afirmación:
Cuando la obsesión por poseer y dominar excluye a millones de personas de los bienes primarios; cuando la desigualdad económica y tecnológica es tal que lacera el tejido social; y cuando la dependencia de un progreso material ilimitado amenaza la casa común, entonces no podemos quedarnos mirando. No, esto es desolador. ¡No podemos quedarnos mirando! Con la mirada fija en Jesús (cfr. Heb 12, 2) y con la certeza de que su amor obra mediante la comunidad de sus discípulos, debemos actuar todos juntos, en la esperanza de generar algo diferente y mejor. La esperanza cristiana, enraizada en Dios, es nuestra ancla.[1]
Vinimos a esta Cumbre para apoyar las transformaciones que el Papa Francisco ha estado llevando a cabo desde hace varios años. Este es nuestro compromiso. Por lo tanto, creemos que es importante salir de este encuentro con una agenda de trabajo común en lugar de limitarnos a esbozar meras generalidades.
Las 16 jerarquías de dominación de la Modernidad
Para pensar en la descolonización de nuestros pueblos, lo primero que debemos hacer es identificar de qué queremos descolonizarnos, ya que, de lo contrario, se convierte en un proyecto vacío. Para lograr esto, debemos tener consciencia del lugar geopolítico y corpo- político en el cual nos encontramos situados.
Cuando hablamos de colonización, nos referimos al patrón de dominación y explotación históricamente ejercido por Europa occidental sobre el resto de la humanidad. Esta colonización no sólo implicó la expansión del sistema económico capitalista a nivel mundial,[2] sino que estableció un proyecto civilizatorio moderno-occidental configurado por múltiples y heterogéneas jerarquías de dominación que los pueblos originarios de todo el mundo nombran como una “civilización de muerte”. ¿Por qué? No sólo porque ha conllevado y sigue conllevando la muerte de millones de seres humanos, sino porque conlleva la muerte de todas las formas de vida, humanas y no humanas. Por lo tanto, no podemos comprender a la Modernidad como una civilización emancipadora, como lo suelen hacer las izquierdas eurocéntricas. Desde nuestra perspectiva, la Modernidad es un proyecto civilizatorio de muerte constituido por un “sistema-mundo occidentalocéntrico/cristianocéntrico capitalista/patriarcal moderno/colonial” mucho más complejo que el descrito por los paradigmas de la economía política y el análisis eurocéntrico del sistema-mundo.
Un hombre europeo/capitalista/militar/cristiano/patriarcal/blanco/heterosexual llegó a las Américas y estableció en el tiempo y el espacio, de manera simultánea, múltiples y heterogéneas jerarquías globales de dominación imbricadas entre sí, que, para fines pedagógicos, enumeraremos en esta exposición como si estuvieran separadas unas de otras:
- Una formación de clase global particular donde van a coexistir y organizarse una diversidad de formas de trabajo (esclavitud, semiservidumbre, trabajo asalariado, producción mercantil simple, etcétera) como fuente de producción de plusvalía mediante la venta de mercancías para obtener ganancias en el mercado mundial insertadas en una lógica incesante de acumulación del capital.
- Una división internacional del trabajo de centros y periferias donde el capital organiza el trabajo en la periferia alrededor de formas represivas y autoritarias (Cox, 1984, 1959, 1964; Wallerstein, 1974). Aunque esta jerarquía fue ampliamente abordada por los teóricos de la dependencia en América Latina, se ha mantenido vigente hasta el presente. Esto significa que, cuando los países del Sur Global lograron su independencia, desde las revoluciones independentistas del siglo XIX en América Latina, hasta los procesos de descolonización de finales del siglo XIX y mediados del XX en África, Asia, América Latina y el Caribe, no se descolonizaron de esta jerarquía de centros y periferias, sino que se mantuvo intacta y continuó determinando la economía política mundial. En este sentido, no se puede hablar de pobreza como si se tratara de un fenómeno abstracto, sino que debemos comprenderla como un producto de las relaciones de dominación entre los centros y las periferias impuestas por la división internacional capitalista del trabajo.
- Un sistema interestatal global de organizaciones político-militares controladas por hombres de origen europeo e institucionalizadas en administraciones coloniales (Wallerstein, 1979) y, más adelante, neocoloniales (Nkrumah, 1965).[3] En un primer momento, los estados metropolitanos impusieron su presencia en las periferias mediante la configuración de “situaciones coloniales”, que fueron gestionadas a través de administraciones coloniales. Sin embargo, con el tiempo surgieron nuevas formas de colonización que hoy en día conocemos como neocoloniales. Esto significa que, a pesar de que los países periféricos formalmente son independientes, en realidad continúan experimentando problemas de soberanía debido a la dominación que ejercen sobre ellos las viejas metrópolis coloniales, articuladas a la financiarización del capital y a otros mecanismos de colonización. Es fundamental descolonizar esta jerarquía, ya que a través de operaciones internacionales imperiales se realizan los golpes de Estado e invasiones militares contra los pueblos del Sur Global.[4]
- Una jerarquía de dominación etno/racial global que privilegia a los occidentales por sobre los no occidentales (Dubouis, 1935, 1971). Esta jerarquía etno/racial asigna las diferentes formas de trabajo articuladas a la acumulación de capital a escala mundial: el trabajo coercitivo (o bárbaro) es realizado por personas no occidentales en la periferia y la “fuerza de trabajo de asalariados libres” por occidentales en el centro.
- En muchos lugares del mundo a los que llegó la expansión colonial europea, no existía el patriarcado. Por ello, también se impuso una jerarquía global de género que otorga primacía a los hombres sobre las mujeres y al patriarcado de la cristiandad sobre otras formas de relaciones de género (Spivak, 1988; Enloe, 1990; Oyěwùmí, 1997; Marcos, 2006; Lugones, 2008). Esto significa que el sistema patriarcal global es una jerarquía de dominación constitutiva de la civilización moderna. Esto es importante señalarlo, ya que a menudo se asumen todas las estructuras de dominación contemporáneas como si fueran naturales y universales, cuando en realidad son parte de un proceso reciente en la historia de la humanidad. Esta jerarquía global de género también se ve afectada por la jerarquía etno/racial. A diferencia de los patriarcados pre- europeos, en los que todas las mujeres eran inferiores a todos los hombres, en el nuevo sistema de dominación colonial, una minoría de mujeres en el mundo, de origen occidental, tienen un estatus más elevado y un mayor acceso a recursos materiales que la mayoría de hombres del mundo que son de origen no occidentales. En este sentido, las jerarquías etno/racial y de género estructuran la población mundial en un orden jerárquico de personas superiores e inferiores que se convierte en un principio organizador fundamental de la división internacional capitalista del trabajo y del sistema patriarcal global.
- Una jerarquía sexual que otorga primacía a los heterosexuales sobre los homosexuales y lesbianas (es importante recordar que la mayoría de los pueblos indígenas en las Américas no consideraban que la sexualidad entre hombres o entre mujeres fuera una conducta patológica, y no tenían, antes de la llegada de los europeos, una ideología homofóbica o lesbofóbica) (Marcos, 2006; Lugones 2008).
- Una jerarquía espiritual global de la cristiandad que da primacía a los cristianos sobre las espiritualidades no cristianas/no occidentales, institucionalizada en la globalización de la Iglesia cristiana (católica y más tarde protestante).
- Una jerarquía de dominación epistémica que privilegia el conocimiento y la cosmología occidental y eurocentrada sobre el conocimiento y las cosmologías no occidentales, y que está institucionalizada en el sistema universitario global. Al analizar los programas de estudio e investigación de las universidades occidentalizadas, se observa que en todas las disciplinas científicas se estudia el pensamiento de hombres blancos occidentales de cinco países: Francia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos e Italia. El resto del pensamiento crítico global no forma parte de este canon de pensamiento científico, lo que denota racismo y sexismo epistémico. Es racista, pues inferioriza al resto de la humanidad, y sexista, porque ni siquiera las mujeres de estos cinco países figuran en dicho canon de pensamiento. Esto nos exige realizar un profundo trabajo de descolonización del conocimiento.
- Una jerarquía de dominación lingüística entre las lenguas imperiales europeas y las lenguas no europeas que hace primar la comunicación y la producción teórica y de conocimiento en los primeros, subalternizando a los segundos como productores sólo de folklore o cultura, y descartadas como lenguas de producción de teoría y conocimientos.
- Una jerarquía estética global donde se privilegian las formas de belleza y gustos no occidentales y se inferiorian las formas de belleza y gustos no occidentales, institucionalizadas en los ministerios de Cultura y en la jerarquía de museos y galerías artísticas globales, así como en los diseños mercantiles industriales.
- Una jerarquía de dominación pedagógica global donde se privilegian las pedagogías occidentales de matriz cartesiana sobre las pedagogías no occidentales, institucionalizada en el sistema escolar mundial.
- Una jerarquía de medios de comunicación global donde se privilegian los aparatos de comunicación controlados por Occidente.
- Una jerarquía ecológica global donde se privilegia el concepto de “naturaleza” occidental del dualismo cartesiano (donde la naturaleza es siempre objeto, nunca sujeto, con formas de vida inferiores y siempre pasiva, exterior a los humanos y un medio para un fin) con todas las consecuencias nefastas para el medio ambiente planetario, y se descartan otras cosmovisiones y formas de entender holísticamente el medio ambiente y la ecología (donde los humanos son parte integral de la ecología planetaria, coexistiendo con otras formas de vida dentro del mismo cosmos, y la “naturaleza” es un fin en sí mismo). El concepto cartesiano occidental lleva la racionalidad de la destrucción ecológica, pues al pensar a la naturaleza como objeto, como medio para un fin y como dualistamente exterior a los humanos, toda la tecnología que construye lleva dentro de sí la racionalidad de la destrucción de la vida y no la de su reproducción. En este sentido, el desastre ecológico no es sólo un efecto de las tendencias devoradoras y destructivas del capitalismo, sino que está directamente relacionado con su cosmovisión.
Es importante destacar que toda tecnología tiene su propia cosmología, y en el caso de la tecnología moderno-capitalista, dicha cosmología es el dualismo cartesiano destructivo de la vida. Por lo tanto, es esencial avanzar hacia formas holísticas de ser, estar y pensar en la realidad, en la que la relación entre la vida humana y otras formas de vida sea el fundamento de una nueva civilización transmoderna y pluriversal, tal como nos aconseja el Papa Francisco en su obra Curar el mundo. En otras palabras, debemos producir tecnología desde la racionalidad de la producción y reproducción de la vida. Esto, que parece tan básico, tiene implicaciones muy profundas para la vida. Necesitamos descolonizarnos de esta cosmovisión dualista cartesiana porque, de lo contrario, tenemos los días contados en el planeta Tierra. De allí que afirmamos que la descolonización no es una opción entre otras, sino una necesidad de vida o muerte.
- Una jerarquía de edad occidentalizada donde se privilegia la edad adulta- productiva, entre los 16 y 64 años, inferiorizando y haciendo dispensables a los viejos y los niños.
- Una jerarquía de dominación médica, donde la medicina occidental se privilegia sobre las medicinas milenarias de los pueblos sumamente efectivas de cara a la prevención de enfermedades.
- Una jerarquía espacial donde se privilegia lo urbano sobre lo rural, con la consecuencia de que la población mundial se ha volcado hacia las zonas urbanas en detrimento de las zonas rurales, destruyendo al campesinado y las comunidades ancestrales.
Muchas de estas jerarquías de dominación no existían en otras civilizaciones, lo que no significa que no haya habido otros problemas y patrones de dominación. No estamos romantizando a ninguna civilización en particular, sino más bien señalando cuáles fueron las jerarquías de dominación impuestas por la civilización moderna sobre el resto de la humanidad. Tampoco estamos diciendo que seamos anti-europeos, sino más bien anti-eurocéntricos. Es decir, no pretendemos condenar todo lo que ha surgido en Europa. Lo que queremos decir es que no podemos seguir viviendo en un mundo donde una sola visión de la realidad se impone como proyecto civilizatorio global, sin considerar a todas las demás y dejando de lado múltiples y diversas vivencias, experiencias y formas de ser, estar y producir conocimientos válidos y pertinentes para afrontar y superar los problemas y desafíos que tenemos por delante.
Debemos historizar cada una de estas jerarquías,[5] atendiendo al modo en que se han imbricado en distintos momentos y espacialidades. No se pueden entender como si fueran estructuras separadas unas de otras, ya que todas forman parte del mismo dispositivo de dominación civilizatorio.
Es fundamental comprender en qué consiste el colonialismo en el siglo XXI para desarrollar una agenda de trabajo común que busque superar todas las formas de injusticia, desigualdad, explotación y dominación que generan estas jerarquías de dominación modernas. Para ello, es necesario practicar una “diversalidad” epistémica (Glissant, 1989) y tener una voluntad explícita de movernos hacia formas transmodernas de producir conocimiento (Dussel, 1994; 2015) con el fin de superar los problemas globales a los que nos enfrentamos. En otras palabras, debemos incorporar en nuestros programas de estudio e investigaciones el pensamiento crítico producido por todas las tradiciones del mundo, ya que sin un diálogo interepistémico no podremos salir del atolladero en el que nos encontramos.
Por lo tanto, hacemos un llamado a plasmar con claridad la cartografía del poder moderno y la multiplicidad de jerarquías globales de dominación coloniales que forman parte de la civilización moderna. Hay mucho trabajo por hacer en cada una de ellas, y es posible que al principio debamos priorizar algunas, ya que es probable que no podamos ocuparnos de todas al mismo tiempo. Sin embargo, es esencial que las identifiquemos y propongamos un proyecto descolonizador para cada una de ellas, ya que las tareas que conlleva descolonizar la educación no son las mismas que las de descolonizar la cosmología dualista cartesiana o las de descolonizar la jerarquía de dominación centro- periferia.
En resumen, la Modernidad es un sistema civilizatorio de muerte, no un sistema emancipatorio. Al realizar un balance entre lo que ha destruido y lo que ha emancipado, la destrucción es lo que predomina. La civilización moderna sólo se produce y reproduce a través del control y la dominación que ejercen unos pocos centros metropolitanos imperiales sobre el resto de la humanidad, quienes sufren directamente las consecuencias de la destrucción planetaria. Por lo tanto, es nuestra responsabilidad estar a la altura de las exigencias de nuestro tiempo y, tal como dicen los zapatistas, “luchar por la construcción de un mundo donde otros mundos sean posibles” y, agregamos, “éste se haga imposible”.
Referencias bibliográficas
Cox, O.C. (1984). Caste, Class and Race: A Study in Social Dynamics, Monthly Review Press, Nueva York.
— (1959). The Foundations of Capitalism, Peter Owen, Londres.
— (1964). Capitalism as a System, Monthly Review Press, Nueva York.
Dubois, W.E.B. (1935). Black Reconstruction, Albert Saifer Publisher, Filadelfia.
— (1971). W.E.B. Dubois Speaks: Speeches and Addresses 1920-1936, Pathfinder Press, Nueva York.
Dussel, E. (1994). 1492: el encubrimiento del Otro. Hacia el origen del “mito de la Modernidad”, Plural Editores, La Paz.
— (2015). Filosofías del Sur. Descolonización y Transmodernidad, Akal, Madrid.
Enloe, C. (1990). Banana, Beaches and Bases: Making Sense of International Politics, University of California Press, Berkeley, California.
Glissant, É. (1989). Caribbean Discourse, University of Virginia Press, Charlottesville.
Lugones, M. (2008). “Colonialidad y género”, Tábula Rasa 9 (julio-diciembre), pp. 73-101.
Marcos, S. (2006) Taken from the Lips: Gender and Eros in Mesoamerican Religions, Brill, Leiden.
Nkrumah, K. (1965). Neocolonialism: The Last Stage of Imperialism, Thomas Nelson & Sons, Londres.
Oyěwùmí, O. (1997). The Invention of Women. Making an African Sense of Western Gender Discourses, University of Minnesota Press, Minneapolis.
Papa Francisco. (2020). Curar el mundo: 4. El destino universal de los bienes y la virtud de la esperanza, Biblioteca del Palacio Apostólico, Ciudad del Vaticano.
Spivak, G.C. (1988). In Other Worlds: Essays in Cultural Politics, Routledge, Kegan and Paul, Nueva York.
Wallerstein, I. (1974). The Modern World-System, Academic Press, New York (ed. Cast.: El modern Sistema mundial I, Siglo XXI, 2016).
— (1979). The Capitalist World-Economy, Cambridge University Press/Editions de la Maison des Sciences de l’Homme, Cambridge/París.
NOTAS
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Papa Francisco (2020) Curar el mundo: 4. El destino universal de los bienes y la virtud de la esperanza, Biblioteca del Palacio Apostólico, Ciudad del Vaticano.
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Este es uno de los grandes problemas de algunas perspectivas marxistas eurocéntricas: limitan la discusión al plano económico y critican únicamente el sistema capitalista como dominador y devorador de la vida. Si bien es fundamental mantener esta crítica anti-capitalista, consideramos que el problema es mucho más complejo.
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Es importante destacar que esta jerarquía de dominación interestatal global está acompañada por la división internacional capitalista del trabajo.
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El caso del golpe de Estado perpetrado en Perú, el 7 de diciembre del 2022, es un ejemplo vergonzoso y realmente indignante. Este acto fue diseñado y legitimado por Lisa Kenna, la embajadora de Estados Unidos en Perú, quien antes de formar parte del Servicio Exterior estadounidense trabajó durante 9 años como agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). En otras palabras, fue Estados Unidos a través de su embajadora quien envalentonó a la oligarquía blanca, criolla y racista peruana a perseguir y masacrar al pueblo campesino e indígena de ese país.
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Hemos identificado 16 jerarquías de dominación, pero seguramente deben existir otras.