Thierry Meyssan
Aunque ha participado en 3 elecciones presidenciales como candidato del Partido Republicano, Donald Trump no es un republicano, en el sentido estadounidense del término. Trump, que siempre ha multiplicado las referencias a Andrew Jackson, el 7º presidente de Estados Unidos (1829-1837), se define más bien como un “jacksoniano”. Para entender a Donald Trump y juzgar su manera de actuar es necesario conocer la de ese predecesor. La figura de Andrew Jackson se destaca en la historia de Estados Unidos como la del hombre que trató de transformar ese país, surgido como una monarquía sin nobleza, en una verdadera democracia y que intentó sustituir las guerras por el comercio.
Si la gran mayoría de los comentaristas no entiende lo que hace el ahora presidente reelecto de Estados Unidos, Donald Trump, es simplemente porque interpretan erróneamente sus acciones a través del prisma de las ideologías republicana o woke. No entienden que Donald Trump, después de haber explorado sucesivamente el Partido Demócrata, el Tea Party y, actualmente, el Partido Republicano, ha optado por una cuarta ideología: el “jacksonismo”. Es por eso que, durante su primer mandato presidencial, Donald Trump, hizo emplazar en la Oficina Oval de la Casa Blanca, un retrato de su predecesor Andrew Jackson, el 7º presidente de los Estados Unidos de América.
Ahora bien, ¿qué es el “jacksonismo”?
El precedente del presidente Andrew Jackson
Andrew Jackson (15 de marzo de 1767-8 de junio de 1845), quien perdió prácticamente toda su familia debido a las consecuencias de las guerras contra los ingleses, fue abogado. Precisamente en su calidad de abogado, Andrew Jackson redactó la Constitución del Estado de Tennessee (en 1796). Aquel documento, a pesar de ser criticado por quienes consideraban que ponía demasiado poder en manos del Poder Legislativo y muy poco en manos del Ejecutivo (el gobernador), además de que no instauraba un Tribunal Supremo, fue sin embargo saludado como «la menos imperfecta y la más republicana de las Constituciones» por el presidente Thomas Jefferson.
La 1ª sección del artículo III de aquella Constitución de Tennessee otorgaba el derecho al voto a todos los hombres libres (fuesen blancos o negros), que hubiesen cumplido los 21 años, que tuviesen alguna propiedad o que hubiesen residido en el condado durante 6 meses. También incluía una disposición que otorgaba a los miembros de la milicia el derecho a elegir a sus oficiales. La Constitución de Tennessee redactada por Andrew Jackson precisaba que los agnósticos y los ateos tenían los mismos derechos que los creyentes. Estas 3 últimas disposiciones contradecían frontalmente las ideas de los puritanos de la costa este.
En 1812, durante la guerra entre Francia y el Reino Unido, los gobiernos de ambos países instauraron un bloqueo marítimo. Napoleón atacó el Imperio ruso precisamente para obligarlo a respetar aquel bloqueo y Estados Unidos entró nuevamente en guerra contra su antigua metrópolis porque el primer ministro británico había confiscado 900 barcos estadounidenses que intentaban comerciar con Francia.
Durante aquella «Segunda Guerra de Independencia», Andrew Jackson, convertido en general, se destacó simultáneamente por su capacidad como militar y por su habilidad como diplomático, venciendo a las tribus creeks e imponiéndoles un tratado de paz bajo muy duras condiciones. En cuanto a la relación con el Reino Unido, aquella guerra no fue favorable a los colonos ya que se terminó con un tratado que en realidad era un regreso a las condiciones anteriores a la guerra, pero el general Andrew Jackson se había anotado la primera victoria militar de la historia de Estados Unidos.
Posteriormente, Andrew Jackson se retiró a la Florida, donde fue electo gobernador. Allí hizo ejecutar a 2 espías británicos, a pesar de que aquello no se mencionaba explícitamente entre sus prerrogativas como gobernador, y sus opositores proclamaron que en realidad había ordenado dos asesinatos.
En 1824, Andrew Jackson es candidato a la presidencia de Estados Unidos. En términos de voto popular, Jackson obtiene la mayoría de los sufragios. También obtiene la mayoría de los grandes electores (designados por los gobernadores de los Estados), pero una maniobra política (un “acuerdo post electoral” entre los otros dos candidatos) lo priva de la presidencia. El “colegio electoral” (o sea, los representantes designados por los gobernadores) designa a John Quincy Adams como ganador de la elección (como en 2020, cuando el “colegio electoral” designó a Joe Biden como ganador frente a Donald Trump). Furioso, Andrew Jackson crea entonces el actual Partido Demócrata para unir a sus partidarios. La realidad de la elección robada por la clase política corrupta serviría después de tema de campaña a Andrew Jackson (al igual que a Donald Trump).
En 1828, Andrew Jackson resulta ampliamente electo –numerosos Estados habían adoptado el voto consultativo, para indicar a los gobernadores quiénes debían ser los miembros del “colegio electoral” (Es muy importante recordar que el presidente estadounidense no es electo por sufragio universal directo o indirecto, sino que, en virtud de la Constitución, el presidente es designado por el “colegio electoral”, cuyos miembros son previamente designados por los gobernadores de los Estados. Los “padres fundadores” de los Estados Unidos de América señalaron expresamente que su intención no era instaurar una democracia).
En pocas palabras, Andrew Jackson fue el primer presidente estadounidense electo, no a través del sufragio universal sino con apoyo de este. En su primer discurso como presidente, Andrew Jackson se comprometió a empujar las poblaciones autóctonas (los llamados “indios” o “pieles rojas”) hacia el oeste. Los simpatizantes de Jackson acudieron a la Casa Blanca para celebrar su elección, pero eran tan numerosos que la celebración dio lugar a un tumulto que prácticamente devastó el lugar, al extremo que el flamante presidente tuvo que huir por una ventana para evitar ser aplastado por la multitud que lo aclamaba.
Andrew Jackson se había casado con la joven Rachel Donelson, quien se creía divorciada de un esposo anterior, sin saber que aquel divorcio no había llegado a registrarse. Los adversarios de Jackson aprovecharon aquella circunstancia para acusarlo de vivir ilícitamente con una mujer bígama. Rachel Donelson murió antes del segundo mandato presidencial de Jackson, quien confió entonces el papel de «primera dama» a su sobrina Emily. Esta última se casó con su primo, Andrew Jackson Donelson, secretario particular del presidente Jackson.
Como presidente, al conformar su administración Andrew Jackson se deshizo de los funcionarios corruptos. Viendo que se le hacía difícil reemplazarlos, acabó nombrando en sus puestos a sus propios amigos y allegados. Fue así como nombró como secretario de Guerra a John Eaton, uno de sus amigos. Por razones de comodidad, Eaton vivía en la Casa Blanca cuando el presidente Jackson no estaba allí. Los adversarios de Jackson propagaron entonces el rumor de que John Eaton y su esposa llevaban una vida escandalosa. Al mismo tiempo, el presidente Jackson se separó de su vicepresidente, quien pensaba como la élite de la costa este.
En 1830, el presidente Jackson hizo votar la Indian Removal Act, o sea la ley sobre la expulsión de los llamados “indios” o “pieles rojas”. Se trataba de dividir el territorio de Norteamérica desplazando los “indios” al oeste del Misisipi. Se firmaron entonces 70 tratados, que incluían indemnizaciones por un monto total de 68 millones de dólares. Jackson se vio enfrentado al legendario David Crockett, quien se había convertido en representante por el Estado de Tennessee. Una cincuentena de tribus, incluyendo a los cherokees que también firmaron un tratado de paz, fueron desplazadas de los territorios que habitaban. Los cherokees recurrieron en dos ocasiones al Tribunal Supremo para precisar el sentido del tratado que habían firmado. El éxodo forzoso de los cherokees, descrito como el “Camino de las Lágrimas”, costó la vida a la cuarta parte de los desplazados. Pero el genocidio no tuvo lugar bajo el mandato del presidente Jackson sino bajo la administración de su sucesor, Martin Van Buren. Ciertas tribus cuestionaros los tratados de paz que habían firmado con la administración de Jackson. Los cherokees no lo hicieron y son actualmente la única tribu que ha llegado a conocer una situación de prosperidad.
Como George Washington y otras muchas figuras estadounidenses que lucharon contra los ingleses por la independencia, Andrew Jackson era propietario de esclavos. Dos siglos más tarde, el movimiento woke estadounidense lo presenta como un esclavista asesino de indios contrario a las minorías. En realidad, Andrew Jackson tuvo como hijo adoptivo un bebé “piel roja” huérfano, hallado en el campo de batalla, y sus contemporáneos lo acusaron de “corromper” la civilización introduciendo un “indio” en la gobernación de la Florida y, posteriormente, en la Casa Blanca.
Andrew Jackson aprobó la «doctrina Monroe», que en aquella época significaba que las potencias europeas debían abstenerse de colonizar las tierras de las Américas, mientras que Estados Unidos se abstenía de intervenir en Europa. Medio siglo después aquellos principios iniciales de la «doctrina Monroe» se tergiversaron para permitir que Estados Unidos extendiera su dominación sobre las tierras de Latinoamérica sin tener que enfrentar algún tipo de rivalidad europea.
En 1832, Andrew Jackson vetó una ley que prorrogaba la existencia de un banco central simultáneamente público y privado, creado inicialmente por Alexander Hamilton, el primer secretario estadounidense del Tesoro (1789-1795). También utilizó el veto, en 1836, contra la creación de la Reserva Federal y se preocupó por garantizar el pago de toda la deuda pública estadounidense. Fue incluso la única vez en toda su historia que Estados Unidos no estuvo endeudado –la deuda pública estadounidense sobrepasa hoy en día la inimaginable suma de 34 500 millardos de dólares [
1], lo cual representa el 122,3% del PIB de Estados Unidos.
La oposición de Andrew Jackson a la existencia de un banco central tenía que ver con el conflicto existente entre las élites y los granjeros. Jackson estimaba que ese tipo de banco disponía de poderes monopolísticos y que desempeñaba, indebidamente, un papel en la vida política –en otras palabras, que corrompía a los parlamentarios para que votaran contra los intereses del pueblo.
Como presidente, Andrew Jackson logró ampliar la base electoral en numerosos Estados, de tal manera que cuando salió de la Casa Blanca, la cantidad de estadounidenses que podían participar en las consultas electorales era 7 veces mayor que antes. En 1833, fue reelecto por todo lo alto, con el 55% del voto popular, frente a un 37% de su rival, y en el “colegio electoral” obtuvo el apoyo de 219 delegados, frente a 49 de su adversario. Sus enemigos lo acusaron de “populismo”.
Comienza entonces la disputa sobre los aranceles aduanales, que 25 años después provocaría el estallido de la Guerra de Secesión –a pesar de lo que se afirma en la “historia oficial” estadounidense, los dos bandos que se enfrentaron durante la Guerra de Secesión practicaban el esclavismo y la abolición de la esclavitud nada tuvo que ver con el inicio de la guerra. En realidad, Carolina del Norte decidió no aplicar los aranceles federales. Presintiendo el peligro de una guerra civil, el presidente Jackson condenó aquella actitud, así como la idea misma de una eventual secesión, y amenazó de muerte a quienes optaran por aquella vía. Jackson logró restaurar la calma y preservar la unidad de la nación proponiendo con éxito una solución intermedia entre la de los sudistas (partidarios del libre intercambio) y la de los nordistas (proteccionistas).
Andrew Jackson siempre defendió el poder central frente al de los gobernadores, no por quisiese centralizar la dirección del país sino porque desconfiaba de las élites locales. Trató de evitar la guerra civil recurriendo al pueblo. Desde su punto de vista, los campesinos y los primeros obreros tenían intereses concordantes, mientras que los grandes terratenientes y los grandes industriales defendían intereses divergentes. En medio de aquel conflicto, el banco central desempeñó el papel principal especulando en el ámbito internacional y haciendo depender la economía de Estados Unidos de las fluctuaciones de los mercados extranjeros.
Fue Andrew Jackson quien concluyó los acuerdos sobre tarifas con Reino Unido, con Rusia y con el Imperio otomano, concibió una amplia red de vías de comunicación a través de todo el país y la extendió a Latinoamérica para exportar los productos estadounidenses hacia el Extremo Oriente, negoció con las potencias europeas el pago de indemnizaciones por las guerras napoleónicas y fue inflexible frente al rey francés Louis-Philippe. Pero fracasó en su intento de comprar Texas a México, probablemente porque se rodeó de malos diplomáticos.
Aunque la fórmula consagrada apareció después de él, fue Andrew Jackson quien comenzó a pensar en el «destino manifiesto de Estados Unidos», la doctrina formulada por el periodista John L. O’Sullivan en 1845 («El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno.»). Pero no fue sino después de Jackson que ese concepto se utilizó para justificar la extensión de «la forma perfecta de gobierno» a todas las regiones del mundo.
En todo caso, los adversarios puritanos de Andrew Jackson presentaron al 7º presidente de Estados Unidos como un ateo que luchaba contra las iglesias y que manipulaba al populacho contra las élites cultivadas.
Andrew Jackson y Donald Trump
El ejemplo y los principios del presidente Andrew Jackson se convirtieron en una doctrina gracias a su secretario particular, Andrew Jackson Donelson. Esa doctrina se articula alrededor de 2 ideas fundamentales:
• Desde un punto de vista táctico, desplazar los conflictos existentes entre los Estados y el poder federal asentado en Washington hacia la división existente entre el pueblo y las élites puritanas de la costa este.
• Desde un punto de vista estratégico, reemplazar la guerra por el comercio.
Táctica
Por ejemplo, durante su primer mandato presidencial, Donald Trump empujó el Tribunal Supremo a dejar la cuestión del aborto en manos de las autoridades de cada Estado. Pero sus adversarios woke, incluyendo a Kamala Harris, lo acusan injustamente de haber prohibido el aborto… que sigue siendo legal en 38 Estados.
En su época, Andrew Jackson trató de reformar el sistema electoral de manera que todas las personas del sexo masculino tuviesen derecho a votar, sin importar el color de su piel. Pero sólo logró imponer el sufragio universal para la elección de los senadores. Hoy, Donald Trump quiere extender el sufragio universal a la elección presidencial, suprimiendo el “colegio electoral”, cuyos miembros siguen siendo designados por los gobernadores de cada Estado.
No debemos olvidar que la Constitución de los Estados Unidos de América es fruto de las ideas de grandes terratenientes, que no tenían la menor intención de instaurar una democracia sino sobre todo de fundar una monarquía sin nobleza. La mentalidad misma de aquellos personajes, y el texto que legaron al pueblo estadounidense, excluía el sufragio universal.
A pesar de la creencia generalizada, en el debate sobre la elección de 2020 la cuestión del conteo de los sufragios no es tan importante. La cuestión fundamental de ese debate es la evidente ambigüedad de la Constitución estadounidense. La reelección masiva de Donald Trump acaba de demostrar que la realidad del voto popular no tiene absolutamente nada que ver con las impresiones de la clase dirigente.
Donald Trump, al igual que Andrew Jackson, se ha apoyado constantemente en el voto popular. Los dos hicieron campañas electorales que han sido tildadas de “populistas”… porque responden a las esperanzas de la gente en vez de imponer las “soluciones” que las élites quieren.
Trump se apoyó en las técnicas de Cambridge Analytica, a través de Steve Bannon: “escanear” las redes sociales para analizar lo que quiere la gente y dirigirse después a ciertos perfiles con mensajes concebidos para ellos. Sus oponentes, al contrario, se apoyaron en las técnicas cognitivas y de manipulación del comportamiento de Cass Sunstein.
Debemos incluir aquí una pequeña observación sobre la reacción de las multitudes. Los partidarios de Andrew Jackson no devastaron la Casa Blanca tratando de destruirla sino porque eran demasiado numerosos. Idénticamente, los partidarios de Donald Trump provocaron daños materiales en el Capitolio de Washington, no porque quisiesen destruirlo sino porque eran demasiado numerosos. La traída y llevada “toma del Capitolio” no fue una intentona golpista, como afirmaron los adversarios de Trump, sino el resultado de un mal manejo de la multitud por parte de la policía, como lo demuestra Joshua Philipp en su documental The Real Story of January 6.
Estrategia
Andrew Jackson quiso poner fin a las guerras contra los “pieles rojas” desplazándolos e indemnizándolos y la Historia ha demostrado que los resultados no fueron los mejores. Es de temer que Donald Trump aborde la cuestión israelo-palestina de la misma manera: indemnizando a los palestinos y desplazándolos a la fuerza hacia el Sinaí. Eso sería una manera de poner en el mismo plano el «destino manifiesto» de Estados Unidos y el expansionismo de los sionistas religiosos. Ese riesgo existe, pero por ahora nada permite afirmar que va a convertirse en realidad.
Andrew Jackson desarrolló el comercio de Estados Unidos con el mundo negociando acuerdos bilaterales (no acuerdos multilaterales). Donald Trump, que es un hombre de negocios, se ha retirado de acuerdos comerciales multilaterales, como el de asociación transpacífica (TPP). Sus predecesores querían establecer normas con sus socios económicos, normas que después pretendían imponer a China. Pero a Trump no le interesan las normas internacionales, con tal de que Estados Unidos pueda penetrar en los mercados.