Los tertulianos y comentaristas de ocasión no dejan de teorizar en los medios informativos sobre el color político que puede tener el próximo Gobierno, manejando encuestas de opinión todavía precipitadas y olvidando que antes hay que celebrar unas elecciones municipales y autonómicas, que son las que van a orientar decididamente el resultado de los subsiguientes comicios legislativos.
Y en esa mala praxis analítica son evidentes tanto el sesgo de las encuestas al uso como la explotación informativa derivada de las mismas, con la intención de ‘crear estados de opinión’ falsos o de condicionar la opinión pública (en realidad ese es su objetivo). Sin profundizar en las verdades y mentiras de las encuestas políticas (tema tratado en otras Newsletters), lo que está meridianamente claro es que ese interés por establecer o apuntar ya los resultados de los próximos comicios legislativos, pasando de la convocatoria previa del mes de mayo, a sólo cinco meses vista, para renovar los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas, constituye una anticipación manipuladora y bastante atrevida.
Por un lado, sorprende que ante un 2015 con dos citas electorales previstas de forma sucesiva para los meses de mayo y noviembre, los institutos demoscópicos más ‘acreditados’ en la elaboración de sondeos electorales barométricos (CIS, Metroscopia y Sigma Dos), se limiten a pre establecer los hipotéticos resultados de las elecciones más lejanas, despreciando la investigación de las opiniones y actitudes sobre las más inmediatas.
Y, por otro, no deja de ser extraño que los partidos políticos también anden anticipando proyectos y programas más o menos quiméricos para alcanzar el gobierno nacional, sin hacer antes lo mismo tanto a nivel municipal como autonómico. Con tan poca distancia temporal entre las elecciones de mayo y noviembre de 2015 -seis meses con un verano de por medio-, será muy difícil que el resultado de las primeras no arrastre indefectiblemente el de las segundas: quién quiera tomar la Moncloa el próximo mes de noviembre, tendrá que pasar primero el Rubicón del mes de mayo, como hizo Julio César antes de entrar triunfalmente en Roma.
Rajoy, prematuro candidato a las legislativas de 2015
Claro está que el presidente Rajoy no está, ni se le espera, en este tipo de consideraciones, y sus asesores áulicos menos. Por eso, ni corto ni perezoso -que lo es para otras muchas cosas-, ya se ha auto proclamado candidato de su partido para volver a encabezar las listas en las elecciones legislativas del mes de noviembre (“si el PP quiere”, matizó naturalmente). Las del mes de mayo parece que le importan menos, dado que el Dedo Divino (el suyo) todavía no ha señalado a quienes han de ganarle o perderle previamente las capitales de provincia y las comunidades en liza electoral (en su entorno se afirma que para ello se fiará sólo de su “olfato” -ahí es nada- y no de las encuestas de valoración), perdiendo un tiempo de pre campaña precioso.
Esas elecciones le preocupan bastante menos que utilizar el pedestal del poder para advertir al personal -lógicamente intranquilo por la caída libre del partido registrada en todas las encuestas-, que él es quien manda en el PP y en el Gobierno. Y que no parece dispuesto a volver a pasar otro calvario personal como el del XVI Congreso Nacional del PP (Valencia, junio de 2008), en el que los aznaristas agitados por Esperanza Aguirre le bailaron la poltrona bien bailada tras haberse consumado su segunda derrota electoral frente a Rodríguez Zapatero.
Mariano es así; se ha convertido en un fenómeno auto-portante del ‘yo me lo guiso y yo me lo como’. A pesar de su gran desgaste político y de haber venido siendo durante toda la legislatura el presidente peor valorado desde la Transición (jamás alcanzaron el aprobado raspado ni él ni su Gobierno), dice que sigue, como decía ‘Felipito Takatún’, el tele-personaje de comedia encarnado por Joe Rígoli en los años finales del franquismo. Y por supuesto sin esperar cuando menos a ver lo que sucede en las próximas elecciones locales y autonómicas, teniendo ya anotado en su cuenta personal el batacazo de los últimos comicios europeos.
De momento, poco parece haber aprendido Rajoy de la desidia con la que planificó la nominación y la acción electoral que el pasado 25 de mayo le llevó a perder 8 escaños en el Parlamento Europeo y el 16,26% de sus votantes previos. Tardando lo que tardó en decidir la cabeza del cartel, el ungido Miguel Arias Cañete apenas tuvo tiempo de medirse con sus oponentes, calentar la faena y ni siquiera de ajustar su discurso.
Ahora, el caso parece que vuelve a repetirse con la tardía nominación de los candidatos municipales y autonómicos del PP. Es más, ni siquiera se han decidido las podas o descartes necesarios entre las personas claramente cuestionadas a efectos electorales (Sonia Castedo y Francisco de la Torre en los ayuntamientos de Alicante y Málaga, José Antonio Monago, María Dolores de Cospedal…), mientras las candidaturas de Madrid y Valencia, bastiones emblemáticos del PP en los que ya tiene asumido que perderá su mayoría absoluta, se mantienen en vilo, alentando una pesadilla de suspense electoral que sólo satisface y beneficia a la oposición.
Sabido es que los animales de tiro han de engancharse por delante, y no por detrás, de la carga de la que han de tirar, incluso en Galicia. Pero puede que Rajoy crea otra cosa y esté ensayando alguna novedosa innovación del marketing político, esperando de nuevo hasta última hora para decidir sus candidatos municipales y autonómicos y subirlos al carro electoral sobre la marcha: claro está que con su nominación para las legislativas del 2015 a la Presidencia del Gobierno anda bastante más espabilado…
Mientras la vicepresidenta para todo le guarda las espaldas del Gobierno con no pocos tropiezos, Rajoy va sólo a lo suyo, que hoy por hoy es hartar a la sociedad española con su teoría de la superación de la crisis en términos macroeconómicos y con esa especie de rollo macabeo de que, gracias a su liderazgo político, España se ha convertido nada menos que en el modelo a seguir por la Unión Europea, en el norte y guía que debería inspirar al viejo continente. Un triunfalismo que sigue sin calar en el cuerpo electoral, no sólo por su intrínseca vacuidad, sino también por la falta de credibilidad de quienes lo propagan, de forma que cuanto más se empeñe el PP en vender lo invendible más se seguirá alejando de la sociedad real, aunque ya sea por poco tiempo.
Una pobreza de ideas la de Rajoy y sus fieles marianistas instalada en el absurdo político y, sobre todo, en la agonía electoral, insistiendo en explicar a los votantes que han gastado tres año en arreglar la herencia del PSOE (cosa harto discutible) y que ahora les queda uno para ‘vender’ lo bien que lo han hecho (porque según ellos la torpeza intelectual de los electores no les ha permitido captarlo correctamente), realizar las reformas pendientes y resituar el país en la arcadia feliz… Sin apreciar ningún error propio (ni siquiera ante el tsunami de la corrupción), sin plantear ninguna rectificación esencial y sin darse cuenta que ya no tienen un año para desarrollar estrategia alguna, sino sólo los cinco meses que faltan para las elecciones municipales y autonómicas, que van a constituir realmente su hora de la verdad.
Rajoy ya se ha proclamado candidato in péctore del PP para seguir liderando el partido en las próximas elecciones legislativas, sin esperar al resultado de las decisivas elecciones previas, que son un test o prueba del algodón ineludible para poder viabilizar sus nuevas aspiraciones de gobierno. Una decisión personal que desde luego evidencia su ceguera política, porque, simplemente, en mayo de 2015 podría convertirse en un muerto viviente al que sólo le quedaría por decidir la forma de su enterramiento (sepulcro o incineración) y los pequeños detalles ceremoniales…
Aunque no todo el PP padece la misma miopía política. Muchos barones del poder, alcaldes y presidentes de comunidades autónomas, son conscientes de que la derrota de las próximas elecciones legislativas se pre-cocinará desde luego en sus ámbitos de poder el próximo mes de mayo y que la refriega les está pillando otra vez a trasmano, ‘con el bolo colgando’, desarmados y sin planes de campaña (puede que incluso con cabezas de cartel imprevistas). Así, la impaciencia y la incertidumbre no dejan de minar la moral de los candidatos políticos, sean tanto de continuidad como de relevo, cosa poco conveniente en un ámbito electoral en el que la confianza de sus valores objetivos y personales ante los votantes tendrá que estar muy por encima de las siglas del partido y de su líder nacional.
Dice un sabio proverbio japonés que “se aprende poco con una victoria, pero mucho con una derrota”. El caso es que como buen gallego, brumoso y retraído, Rajoy no tiene costumbre de asumir consejos ajenos, ni interés por ver lo que pasa más allá de sus narices. El presidente del Gobierno es muy suyo y quienes le votaron masivamente en el 2011, obligados por el desastre del ‘zapaterismo’, no le conocían: ahora sí.
La ruptura del bipartidismo abrirá una política nueva
Antes señalábamos la grima que producen ciertas encuestas políticas que ‘rezuman’ intereses de partido por los cuatro costados. Una bien evidente es la última oleada barométrica elaborada por Metroscopia para El País, con la desvergüenza de presentar al PSOE -hundido por sí mismo en el abismo electoral y con sus restos desangrados por Podemos- nada menos que como la primera fuerza política en estimación de voto y situada 7,7 puntos por encima del PP (27,7% frente al 20,0%), con Podemos en segunda posición (25,0%), IU/ICV en cuarta (5,6%) y UPyD en quinta (4,8%)…
También advertíamos lo chocante de que Metroscopia, Sigma Dos y el CIS no hayan mostrado hasta ahora el menor interés por sondear los resultados de las elecciones municipales y autonómicas previas. Y lo cierto es que en ese trabajo se ha tenido que meter, aunque sea de forma aproximativa, una consultora menos conocida pero más realista en el plano de la politología.
El pasado mes de octubre, la sociedad de Comunicación y Asuntos Públicos ‘Llorente & Cuenca’ hizo público un informe sobre ‘El reparto del poder territorial en 2015’ en el que analizaba las perspectivas de resultados para las elecciones municipales y autonómicas del próximo mes de mayo. Un estudio de gabinete, sin trabajo de campo propio, realizado con la intención de voto del CIS (que es un organismo oficial dependiente del Ministerio de Presidencia) y con sondeos publicados en diversos medios informativos para casi todas las Comunidades Autónomas y principales ciudades del país.
Sin olvidar, pues, su carácter especulativo, el informe reafirmaba todas las previsiones sobre la ruptura del bipartidismo y sus derivadas, anticipadas en nuestras Newsletters antes incluso de las elecciones europeas. Así, las mayorías absolutas serán muy difíciles de repetir (quizás pueda mantenerse la del PP en Murcia), abriéndose en consecuencia una nueva época de gobiernos en pactos políticos.
Si las elecciones municipales y autonómicas de 2011 diseñaron un mapa de poder territorial prácticamente monocolor, es decir, copado por el PP (Andalucía, Cataluña, Galicia y País Vasco no coincidieron en la renovación de sus cámaras legislativas), básicamente por el rechazo nacional al ‘zapaterismo’, las perspectivas del nuevo reparto del poder territorial es radicalmente distinta. En aquella cita, el PP arrasó con mayorías absolutas tanto municipales como autonómicas sin precedentes, pero cuatro años después ese privilegio ha quedado malversado y a punto de extinción.
Ahora, todo apunta a una fragmentación en la representación política, derivada del rechazo al bipartidismo, de su tolerancia y connivencia con la corrupción (que persiste), de su permanente manipulación de la verdadera democracia y, en definitiva, de la indignación y la revancha social que los dos partidos mayoritarios (PP y PSOE) han desatado contra sí mismos. Una apertura de nuevos cauces de representación ciudadana que conllevará una inevitable reorientación de la política, incluso con posibles acuerdos tripartitos, lo que supone poner en marcha una nueva cultura de gobierno en teoría más ética y de una mayor transparencia.
En relación con el nuevo reparto del poder territorial, el informe de ‘Llorente & Cuenca’ prevé que el PP perderá prácticamente todas sus mayorías absolutas y que, aunque consiga mayorías relativas, sus escasas opciones de pactos post electorales con otras fuerzas políticas de centro derecha le situarán en la oposición. Posición de desventaja desde la que tendrá que afrontar inmediatamente las elecciones generales, en una senda de caída libre que -hemos dicho- ya se inició en las pasadas elecciones europeas.
Por su parte, el PSOE podría mantenerse como segunda fuerza política; pero quedando (al igual que el PP) muy alejado de su habitual posición y sobrepasado por la suma de los partidos situados a su izquierda, lo que le generará serias dificultades para poner en valor esa segunda posición electoral. Lo seguro es que la ruptura del bipartidismo abrirá una nueva forma de entendimiento político, prácticamente inédita desde que Felipe González obtuviera la primera mayoría absoluta del régimen democrático en las elecciones generales del 28 de octubre de 1982.
En síntesis, a nivel autonómico (limitado a las 13 comunidades en las que se celebrarán elecciones) el PP podría perder el poder en 8 de las 9 en que gobierna, incluidos los bastiones de Madrid y Valencia, y también en el de Castilla-La Mancha que preside la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal. Conservaría sin problemas Murcia, pero se mantendrían en la incógnita de los pactos con otras fuerzas políticas en Castilla-León, La Rioja, Extremadura, Cantabria y Aragón.
Y es que, aun pudiendo ser el partido ganador, el PP obtendrá entre el 25-30% de los votos, franja muy alejada del objetivo del 35% que se ha marcado como mínimo asumible en función del desgaste político. Mientras el conjunto de la izquierda desbordará el 50%, aunque aparezca dividida entre PSOE, IU y Podemos, sin que por ahora, a falta de fijar candidaturas, acuerdos y programas, puedan afinarse los porcentajes respectivos dentro de esa mayoría de izquierdas.
Otra incógnita es la que afecta a los partidos situados entre el PP y el PSOE, como Ciudadanos (C’s) y UPyD, cuya falta de entendimiento puede ser un verdadero lastre para su propia supervivencia, totalmente pendiente de su eventual posición de apoyo al PP. Todo ello al margen del papel que puedan jugar las fuerzas regionalistas, nacionalistas o regionalistas en Canarias, Navarra, Asturias, Cantabria, Aragón… y también en el ámbito municipal de Galicia, País Vasco y Cataluña.
Con todo ello, lo que se vislumbra de cara a las próximas elecciones de mayo es una mayoría social de izquierdas y una pérdida brutal del poder territorial ostentado por el PP, sin precedentes en la historia del régimen democrático. De hecho, gobernando en 37 de las 52 capitales de provincia (en 34 con mayoría absoluta y en 3 en minoría), podría pasar a la oposición en todas, excepción hecha de Murcia y de algunas ciudades en las que pudiera conseguir apoyos externos que, a la vista de su previsible debacle y escasa cintura política, se muestran realmente difíciles.
La posición marginal que el partido de Rajoy tendrá en comunidades como Cataluña, País Vasco y Navarra y su gran debilitamiento en Madrid, Valencia y Andalucía (comunidades que acaparan casi 200 escaños de los 350 que conforman el Congreso de los Diputados), hacen muy difícil que el PP pueda seguir gobernando España en la próxima legislatura.
Por eso, la auto-proclamación del presidente Rajoy como nuevo candidato del PP a la Presidencia del Gobierno, sin esperar a poder esgrimir ante su partido unos resultados medianamente dignos tras las elecciones de mayo, resulta ciertamente atrevida cuando no absurda. Ahora, por mucho que se quieran repetir consignas y proclamar logros gubernamentales más o menos imaginados, el futuro electoral del PP está en manos ajenas: justo en las de la oposición, y en cómo ésta dibuje su hoja de ruta y su entendimiento o desentendimiento con los partidos afines.
Una situación ciertamente difícil de gestionar, en la que la bisoñez de Podemos suministra grandes dosis de incertidumbre. Sin contar con las propias reacciones de revanchismo social ante la corrupción política, que pueden disparar el voto por derroteros imprevisibles.
A toro pasado, la aritmética política será determinante. Pero la cuestión previa de cómo va a afrontar Podemos las elecciones de mayo, con qué propuestas concretas, con qué recursos humanos, con qué acción electoral, con qué planteamiento táctico y, en definitiva, con qué estrategia, marcará sus resultados y, en consecuencia, el futuro del PP (en particular el de Mariano Rajoy). Acabando, en su caso, con la dictadura del bipartidismo y abriendo las puertas a una nueva forma de hacer política menos clasista y más social.
De cómo el rumbo de la historia puede cambiar de repente
Por eso no extrañan en absoluto las campañas de fuego cruzado contra Podemos orquestadas por el establishment. Quizás lo que subyace en esa ofensiva radical contra una formación política emergente que puede trastocar el sistema, sea el temeroso recuerdo de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, que de la noche a la mañana acabaron con la Monarquía de Alfonso XIII y trajeron la II República.
Nada tiene que ver la España de 1931 con la España actual, ni ahora cabe pensar en ningún descalabro similar al de entonces, precisamente por la naturaleza democrática del régimen vigente. Pero, salvando las distancias, sí que cabe en estos momentos -críticos en muchos aspectos- que puedan sobrevenir cambios sustanciales en el sistema político, porque hoy, como en 1931, la clase dirigente tampoco tiene conciencia de las necesidades y sentimientos ciertos de la sociedad, a cuyas espaldas sólo busca satisfacer los intereses de partido.
La II República se proclamó de forma inesperada nada menos que con unos resultados parciales de 22.150 concejales electos de ideología monárquica, representantes de los partidos tradicionales, y tan sólo 5.875 concejales adscritos a las diferentes iniciativas republicanas, quedando además 52.000 puestos sin determinar antes de la proclamación del 14 de abril. Pero pese al mayor número de concejales monárquicos, los resultados suponían para la Corona una amplia derrota en los núcleos urbanos más importantes, confirmando el triunfo de la corriente republicana en 41 capitales de provincia (en Madrid los concejales republicanos llegaron a triplicar a los monárquicos y en Barcelona los cuadruplicaron).
Y si las elecciones se habían convocado como una prueba para sopesar el apoyo social a la Monarquía y las posibilidades de modificar la ley electoral antes de convocar los nuevos comicios generales, los partidarios de la República consideraron tales resultados como un plebiscito a favor de su instauración inmediata. Es decir, evidenciando que una operación política mal evaluada devino justamente en lograr todo lo contrario de lo esperado.
Así, el Rey marchó hacia el exilio la noche del propio 14 de abril de 1931 a todo correr, sin llegar a abdicar, viajando primero a París e instalándose después de forma definitiva en Roma. Dos días después de abandonar España, el 16 de abril, se hizo público el siguiente manifiesto, redactado en nombre del Rey por el duque de Maura:
Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo. Mi conciencia me dice que ese desvío no será definitivo, porque procuré siempre servir a España, puesto el único afán en el interés público hasta en las más críticas coyunturas. Un Rey puede equivocarse, y sin duda erré yo alguna vez; pero sé bien que nuestra patria se mostró en todo tiempo generosa ante las culpas sin malicia.
Soy el rey de todos los españoles, y también un español. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil. No renuncio a ninguno de mis derechos, porque más que míos son depósito acumulado por la Historia, de cuya custodia ha de pedirme un día cuenta rigurosa.
Espero a conocer la auténtica y adecuada expresión de la conciencia colectiva, y mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del Poder Real y me aparto de España, reconociéndola así como única señora de sus destinos.
También ahora creo cumplir el deber que me dicta mi amor a la Patria. Pido a Dios que tan hondo como yo lo sientan y lo cumplan los demás españoles.
Y eso, como atestigua la historia, no fue todo. Pero sin profundizar en todas las graves consecuencias que tuvo aquel inesperado resultado electoral, entre otras la proclamación en paralelo de la República Federada Catalana dentro de la República Española, realizada por Francesc Macià desde el balcón de la Generalitat de Cataluña, nadie puede asegurar que, cuando se llama a las urnas, el fenómeno en sí de una respuesta ciudadana airada no ponga el país patas arriba...
La historia está ahí, con sus puertas y ventanas abiertas a un nuevo grito de hartazgo ciudadano. Y sabido es que, bien observada, en ella siempre hay acontecimientos que tienden a repetirse de formas muy distintas y adaptadas al momento que pueda corresponder. Por tanto, quedemos atentos a unas elecciones que pueden traer más cola de la que parecen esperar tanto el PP como el PSOE.
Ni PP ni PSOE: El modelo político pendiente de Podemos
Algunos protagonistas de la Transición, testigos de cómo había funcionado la ‘democracia orgánica’ del franquismo, latente quiérase o no en el cambio de régimen, pueden atestiguar la importancia que tuvieron el entramado y los liderazgos territoriales para organizar entonces los nuevos partidos políticos y, en consecuencia, apuntalar el nuevo régimen.
La verdadera democracia empieza en lo más próximo y necesario para la convivencia social, razón por la que, para garantizar su solidez, siempre debe construirse de abajo hacia arriba (caso del PNV). Así, la política local, las instituciones más cercanas, las candidaturas directamente formadas y controladas por los ciudadanos…, reunidas bajo la etiqueta general del ‘localismo’, son las que han permitido partidos fuertes y supervivientes en el tiempo frente a los débiles y efímeros, generalmente construidos desde arriba hacia abajo (como la extinta UCD).
Y, por eso, cuando el sistema político se desmorona o se muestra necesario un cambio de modelo, lo primero que se reactiva, funcionando como una señal de alarma, son las experiencias ‘vecinales’, las pequeñas agrupaciones locales que simplemente quieren cambiar las cosas para reencontrarse en la convivencia social, empezando por lo que más les acucia o les resulta más cercano. Se trata de proyectos de gestión local ajenos al interés partidista, sin nada que ver con organización de disciplina piramidal o estructurada en torno a una determinada ideología (ahí están las acampadas del 15-M, la lucha contra los desahucios, la estafa de las preferentes, el acoso a la clase política...).
El sentido y propósito del municipalismo (ampliado al ámbito comarcal, provincial o insular) es radicalmente inmediato; reafirmar la identificación entre gobernantes y gobernados como esencia original de la democracia, justamente allí en donde ésta debe comenzar, y donde unos y otros deben actuar bajo los mismos y únicos intereses. De esta forma, el ‘municipalismo’ equivaldría al ‘autogobierno’.
No queremos discursear sobre filosofía política, sino sólo tratar de entender la realidad del momento y orientar nuestros análisis de la forma más consecuente, alejados de los prejuicios, la visceralidad y las consignas hoy evidentes en muchos de medios de comunicación social, que cada vez confunden más la información estricta con sesgos interpretativos, al margen de la libre opinión de sus comentaristas invitados.
De hecho, no es infrecuente ver publicadas en algunos medios de información artículos de opinión enfrentados con su propia línea editorial. Por poner un ejemplo relativo a Podemos, mientras El Mundo -como hoy hacen una gran mayoría de medios informativos- le arrea editorialmente todo lo que puede y más, Antonio Lucas venía a explicar en el mismo periódico (17/06/2014) el éxito que había cosechado en las elecciones europeas precisamente por el hartazgo social de la corrupción política e institucional y por la presión de una democracia en muchos aspectos injusta e incapaz de auto regenerarse:
Y así llegó el demonio
Hay una carga de desprecio mediática a la tropa de Podemos, como si fuesen allanadores que han entrado en la democracia amenazando con infiernillos de acampada. El discurso de Pablo Iglesias, jefe apache de ese margen que ha encontrado el sitio, está sacando punta a los nervios de la política compostada. Raúl del Pozo trazó el domingo la mejor carta náutica de lo que supone la balsa de Podemos en el ojo del naufragio. Esta peña trae un discurso imposible, pero necesario. No fabrican eslóganes de saldo, saben que tienen agarrados por el escroto a los partidos de siempre. Sencillamente dicen aquello que muchos quisieran decir si tuvieran micrófono. Es un populismo de nueva era, donde ya no se regalan relojes en los mítines sino promesas de justicia.
Han venido, como advertía Rimbaud, a robar el fuego del fuego. Son producto del desprecio y el abuso de los partidos mayoritarios con su señoritismo de casa de putas y sus modales de mafia blindada. Utilizan palabras de ahora. Han entendido el ruido de una parte de la calle. Salen de la topera de esa lejana izquierda asamblearia que en los 90 se gestaba en los barrios y en las aulas de algunas universidades, aquél ‘Mayflower’ de la protesta 4G. Denuncian la democracia en porciones y saben que los milagros no se repiten nunca. Son pequeños y bravos. No temen nada porque no deben nada a nadie. Si la cosa no les funciona volverán al paro, a las aulas, al curro, a las televisiones o a sus casas, depende.
Algunos aventadores de estricnina les acusan de estar a pienso de Venezuela e Irán. Otros, de extremistas peligrosos. Incluso de agitar una «verborrea de pobres contra ricos» que incuba un discurso de quiebra con el régimen representativo. Pero Podemos es, principalmente, una bengala del asco popular ante el gótico floreado de la mentira y de los políticos de consejo de administración. Tiene más de convulsión que de amenaza. Más de bálsamo social que de atalaje de viejas hoces y martillos.
La democracia es más completa con Podemos dentro. Y hoy la están entendiendo mejor los grupos pequeños, los que podrían detener los relojes con un parlamento ingobernable. Está muy bien el canguelo que han generado. Aquí cuatro maulas creyeron tener la cosa bien atada y un puñado de chavales enseriecidos, al salir de clase, les ha jodido el póker porque los rottweiler del sistema no supieron ver lo invisible, ni escuchar lo inaudible: aquello que sucedía bajo sus ventanas. Y así llegó el demonio.
Un demonio que (¡sorpresa!) no espanta para nada al último presidente de la División Ibérica de Coca Cola, Marcos de Quinto, recién nombrado ‘Chief Marketing Officier’ de la multinacional (el número tres de la compañía a nivel mundial). En una entrevista concedida precisamente al diario El Mundo (15/12/2014), firmada por Esther Esteban y titulada ‘Hay que agradecer a Podemos que haya hecho reaccionar a la gente’ (ahí queda eso), este experimentado hombre de marketing, ha dejado enmarcadas en negro sobre blanco las siguientes observaciones en defensa de Podemos:
(…)
Pregunta: Como experto en marketing, ¿cree que el efecto Podemos es sólo eso, un producto de marketing, o algo más?
Respuesta: Créame, en marketing nunca vas a vender un producto si la gente no está dispuesta a comprarlo. Hay muchos partidos que en estos momentos sería imposible vender. Creo que Podemos ha identificado una tendencia: que la gente está harta. Pero eso lo sabía Podemos, el PP, el PSOE y todo el mundo. El asunto es qué ha hecho cada uno respecto de esa situación, y en ese sentido Podemos ha sabido conectar mucho mejor.
P: ¿Qué opinión tiene de este fenómeno?
R: Habrá que agradecerle que haya hecho reaccionar a tanta gente. Si Podemos se disuelve dentro de tres años habrá que agradecerle que hayan movido a los partidos tradicionales, que no se habrían movido en la vida, no se habrían tomado en serio el cabreo de la ciudadanía. En ese sentido, chapeau, pero también en Podemos hay una aspecto inquietante.
P: ¿Cuál?
R: La intranquilidad. Creo que la inseguridad que pueden estar generando sus propuestas es algo negativo. Es un drama para nuestra sociedad tener que elegir entre partidos con programas más o menos sensatos, pero partidos manchados, o partidos con programas más o menos insensatos, pero limpios.
P: ¿El hecho de que Pablo Iglesias o su fundación hayan asesorado a Venezuela u otros regímenes dictatoriales es un motivo para estar alerta?
R: Hay un interés muy grande en tratar de encontrar algo sucio, lo que sea, contra la gente de Podemos. Y lo hacen los mismos que miraban hacia otro lado cuando los suyos cometían actos bochornosos.
P: ¿Bochornosos como que Íñigo Errejón cobrara por no ir a la universidad?
R: No se puede hacer bandera de algo y decir que todos deben imitar tu ejemplo cuando tu actitud no es ejemplar. Pero todo hay que contextualizarlo, porque copiar en un examen no es igual que disponer de cuentas millonarias no declaradas en Suiza.
P: Hay varias multinacionales que tienen preparado un plan B por si gana Podemos, que consistiría en trasladarse a otros países. ¿Coca-Cola también lo haría?
R: Yo creo que si gana Podemos la gente va a seguir bebiendo Coca-Cola. De Fidel Castro tengo fotos tomando Coca-Cola. Vamos a seguir aquí en España y no hay ningún tipo de plan B por si gana Podemos.
P: En resumen, que a usted no le inquieta en absoluto.
R: Yo el otro día colgué un tuit con la famosa foto de la tortilla de Yáñez, Felipe González, Chaves y Alfonso Guerra. Salvo por los pantalones, que eran de pata de elefante, veo muchas similitudes entre aquellos jóvenes socialistas y Podemos. Con el tiempo, el PSOE tuvo una gran capacidad de adaptación y si eso le ocurre a Podemos, en caso de tocar poder, la gente les perdería el miedo.
P: ¿Y por qué Podemos asusta?
R: Porque no explican claramente lo que van a hacer.
P: ¿Cree que, llegado el caso, la solución sería un gobierno de coalición?
R: Si es sólo para taparse las vergüenzas, la sociedad no lo aceptará. Ahora bien, si alguien se coaliga realmente para sacar el país adelante, la cosa cambia y es lo que probablemente la sociedad espera.
(…)
Ahora, lo conveniente, pues, es que Podemos realimente el aire fresco de su irrupción en la política con inteligencia y sentido común, afinando todo lo que tenga que afinar pero sin perder su espíritu regenerador de la vida pública, aunque por ello se les acuse de conversos o de renacer como ‘casta política’.
Y, por supuesto, no cometer errores, que les serán magnificados de forma inquisitorial. Y cuando estos lleguen, que llegarán, porque su tarea es ardua y en ella surgirán más problemas de los deseados y más juego sucio del imaginado, teniendo siempre la fortaleza de reconocerlos y rectificarlos con las decisiones inmediatas más convenientes, poniendo siempre por delante la verdad, la honradez y la lealtad hacia los representados.
En esa apuesta, parece que Podemos deberá afrontar de entrada la decisión de presentarse o no a las elecciones municipales y qué tipo de estrategia va a seguir en sus relaciones con otras fuerzas políticas, ponderando los inconvenientes y las oportunidades del caso. A nosotros no nos corresponde redactar recetas ni recomendaciones específicas para ningún partido, pero si advertir la realidad en la que se mueven y levantar acta informativa de sus aciertos y errores, procurando un ejercicio general de la política acorde con los principios democráticos y el interés de la sociedad en su conjunto.
En esa tarea, cualquier formación política, llámese como se llame, tendrá siempre el reconocimiento de la sociedad. Y la verdad es que, en estos momento, el futuro del modelo de convivencia está en manos de Podemos, pendiente de su buen o mal entendimiento de la situación y de las decisiones tácticas y estratégicas que tome, y no en las manos del PP ni en las del PSOE que siguen, erre que erre, instalados en la miopía política y sin reconocer la realidad social y, por tanto, sin poder afrontarla de forma adecuada.
Con el régimen democrático, hemos transitado desde la España de los Botejara hasta la España rompedora de 1992. Pero también hasta llegar a la del empacho de la corrupción pública; a la de las Pantoja, los Cachuli y el saqueo marbellí; la del asalto a las cajas de ahorros y las black cards; la de los Palau, los Gürtel, los Pokémon y las Púnicas; la de los Bárcenas, los Baltar y los Fabra; la de los ERE falsos; la de las Corinna, los Urdangarin y los Pujol; la del aluvión de políticos imputados en causas penales; la del cachondeo del pequeño Nicolás… Llegando a conformar una encrucijada de problemas y oportunidades en la que el mango y la sartén de la política puede estar en manos de Podemos: España es así.
Ya hemos advertido por activa y por pasiva que sin un regeneracionismo institucional auténtico e inmediato, que no se ha producido ni tampoco se vislumbra, Podemos barrerá, sin más, allí donde compita electoralmente (otra cosa es que no se presente a las elecciones municipales, teniendo que asumir el riesgo de desinflarse como un suflé). Y también que Podemos es un fenómeno sociopolítico inédito en España y en plena ebullición.
Por ello, quienes lo desprecien o se limiten a valorarlo sólo desde una perspectiva convencional de la teoría política, pueden equivocarse de cabo a rabo. Rajoy comenzó la legislatura diciendo que con ella empezaba el cambio (a mejor), pero esa ha sido una aspiración frustrada invadida por la España de la corrupción. Ahora todo indica que el cambio puede llegar en las elecciones de mayo de la mano de Podemos, pero, claro está, será el cambio de la patada al PP y al PSOE.
Fernando J. Muniesa