Mientras Podemos concentra toda la atención y la iracundia del sistema político, capitalizando el ‘conocimiento de marca’ que -gratis et amore- le ofrecen con mejor o peor intención los medios informativos, y con ello el posible interés del público, la escalada demoscópica va señalando a Ciudadanos como otra formación política que amenaza los intereses del establishment bipartidista. En este caso con mayor capacidad para dañar la posición del PP, pero restando también votos a otros partidos como UPyD, e incluso a Podemos.
Así lo van indicando las encuestas al uso. Y, en particular la última sobre estimación de votos de cara a las próximas elecciones generales realizada por MyWord para la Cadena SER, con trabajo de campo cumplimentado entre los días 9 al 11 de febrero.
Podemos y Ciudadanos versus PSOE y PP
El llamado ‘ObSERvatorio’, dirigido por la ex presidenta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) Belén Barreiro, recoge con suma claridad en su ‘Barómetro del mes de febrero’ un llamativo crecimiento de Ciudadanos, ya apuntado también en el Barómetro previo de Metroscopia para El País (febrero 2015).
Recordatorio. El último Barómetro de Metroscopia, actualizado con trabajo de campo realizado entre el 3 y el 4 de febrero, recogía una estimación de voto en unas hipotéticas elecciones generales del 27,7% para Podemos, el 20,9% para el PP, el 18,3% para el PSOE, el 12,2% para Ciudadanos, el 6,5% para IU y el 4,5% para UPyD. Eso suponía, en relación a la medición anterior, que Podemos había tocado techo y perdía algo de fuerza, que Ciudadanos crecía de forma significada y que esos dos partidos ya sumaban entre ambos más votos que el conjunto PP-PSOE (un 39,9% frente al 39,2%), al margen de evidenciar el tremendo desgaste del PP y el castigo electoral a la desunión y falta de regeneración del PSOE…
Ahora, según el estudio de MyWord, Podemos sigue imponiéndose como partido ganador con un 24,6% de los votos en unas elecciones generales, aunque haya retrocedido en 2,9 puntos con respecto al ‘ObSERvatorio’ del mes de enero. Le sigue el PP con el 22,5%, recuperando 2,1 puntos sobre la medición precedente pero manteniendo una estrepitosa caída de 22 puntos desde su victoria electoral en noviembre de 2011. El PSOE permanece en la tercera posición con el 19,5% (lo que supone un retroceso de 9,2 puntos desde la votación de 2011). Ciudadanos se afianza en el cuarto puesto con un 13,4% de los votos, creciendo llamativamente en 8,4 puntos desde el mes anterior y desplazando a UPyD al quinto puesto (con el 3,3%) y a IU al sexto (con el 3%).
A tenor de este estudio, Podemos sigue nutriéndose sobre todo de votantes socialistas y de la bolsa de la ‘orfandad política’, es decir de quienes han sido abstencionistas, votaron en blanco o en nulidad o no recuerdan el sentido de su voto. Así, el 31,1% del total de los votantes potenciales de Podemos proviene del PSOE; el 23,4% eran ‘huérfanos’ sin adscripción de partido; el 20,9% proviene de IU y otro 8,5% del PP (quizás con votos de coyuntura o prestados en su momento para castigar al ‘zapaterismo’).
Mucho menos transversal es el voto estimado de Ciudadanos, que proviene sobre todo de antiguos electores del PP y de UPyD. Así el 45,7% de los ahora votantes potenciales de Ciudadanos lo fueron del PP en las elecciones generales de 2011, mientras que otro 22,9% se pronunció a favor de UPyD; un 18,1% eran políticamente ‘huérfanos’ o sin adscripción partidista y sólo el 3,8% serían antiguos votantes del PSOE.
Por ahora, tanto el PP como el PSOE sólo retienen a menos de la mitad de quienes les votaron en 2011. Exactamente, al PP le volverían a votar el 47,4% de quienes lo hicieron en las pasadas elecciones generales, mientras que al PSOE le votarían nada más que el 34,8% de los que lo hicieron en aquellos mismos comicios.
La suma, pues, de los votos ahora estimados para las dos formaciones del bipartidismo histórico (PP y PSOE), alcanzaría un 42% de los votos (frente al total del 73,39% logrado por ambos partidos en 2011). Mientras que los dos partidos de ámbito nacional en crecimiento (Podemos y Ciudadanos) ya conseguirían un 38%, con campo para seguir haciéndolo a costa de IU y UPyD, partidos que con un 3,35% y un 3,0% de los votos, respectivamente, se sitúan al borde de la marginalidad; con independencia de que, una vez superada la cota del 10% de los votos (ya tiene un 13,4%) y de afianzarse como cuarta fuerza política, Ciudadanos también pueda restar votos a Podemos.
Otro dato significativo extraíble de la encuesta realizada por MyWord, muy ilustrativa en la exposición de los resultados, es que Podemos es la opción ganadora en todos los tramos de edad, y sobre todo entre los más jóvenes (18-24 años), obteniendo un 32,6% de esos votos frente al 4,7% que lograría el PP. Por su parte, Ciudadanos se impone como el segundo partido más votado entre las personas de 25 a 34 años, con un 9,6% de los votos, y también entre las de 45 a 54 años, con un 14,5%. Una captación de voto ‘joven’ que, de mantenerse, perjudicaría el futuro electoral tanto del PP como del PSOE en beneficio de Podemos y Ciudadanos.
Otro dato significativo del ‘ObSERvatorio’ del mes de febrero, es el relativo a las preferencias de los electores sobre el eventual gobierno de un partido en solitario o con el apoyo parlamentario de otros (en todo caso monocolor), frente al de una coalición o acuerdo entre dos o más partidos. Las personas encuestadas se decantan a favor de un gobierno de coalición (el 46,4%) sobre otro en minoría (el 38,1%); lo que supone una lectura ciudadana negativa de la experiencia de los gobiernos no mayoritarios habidos desde la Transición.
Y ello con el dato añadido de que prácticamente sólo los votantes del PP se muestran claramente favorables al gobierno de un único partido con apoyos externos (así se pronuncian el 50,4% de los votantes del PP).
En el supuesto de que el PP ganase las próximas elecciones generales, y ante la pregunta de con quién debería pactar o hacer coalición de gobierno, la alianza preferida por el conjunto de los encuestados (sea cual fuere su opción de voto personal) sería la conformada por los ‘populares’ con algún partido moderado, ya sea Ciudadanos y/o UPyD. Esta sería la opción preferida por el 55,2% de los encuestados, seguida a mucha distancia de un gobierno de gran coalición (PP-PSOE) preferida por el 26,5%, y, en último lugar, de un pacto del PP con partidos nacionalistas, apoyada por el 18,3%.
Los votantes del PP se decantan aún más por una alianza con Ciudadanos o UPyD. Así o hace el 77,6%, de ellos, frente al 14,7% que preferiría un pacto con los socialistas.
En el caso de que el PSOE ganase las elecciones, el 40,1% de todos los encuestados (sea cual sea también su voto personal) preferirían un acuerdo de los socialistas con Podemos y/o IU. En segundo lugar, un 30,6% sería partidario del pacto con Ciudadanos y/o UPyD. La tercera opción consistiría en una gran coalición (PSOE-PP), que cae al 19,4%, mientras que sólo un 9,9% querría un pacto de los socialistas con los nacionalistas.
Estas preferencias se agudizan entre los encuestados votantes del PSOE. Así, el 57,6% de ellos se inclina por una alianza con Podemos y/o IU; el 25,9% por un pacto con Ciudadanos y/o UPyD y, como tercera opción, sólo el 9,5% querría un gobierno de ‘gran coalición’ con el PP.
Finalmente, ante una eventual victoria de Podemos, la opción preferida por el conjunto de encuestados sería un pacto con IU y/o con otras formaciones de izquierda pero no socialistas. La segunda opción, preferida por el 28,2% de todos los encuestados), sería una alianza con Ciudadanos y UPyD. Y la tercera, preferida por el 23,7%, un pacto con el PSOE.
Cuando se hace la misma pregunta a los votantes de Podemos, la gran mayoría (el 66%) se muestra claramente a favor de un pacto con IU y/o con otros partidos de la izquierda no socialista. Como segunda opción, pero muy distanciada de la primera, se sitúa un acuerdo con Ciudadanos y UPyD (preferida por el 19,4%). Sólo el 8,7% de los votantes de Podemos querría una alianza con el PSOE.
Este último ‘ObSERvatorio’ (febrero de 2015) deja, pues, apuntadas cuatro cuestiones. Que Podemos sigue en cabeza de las expectativas electorales para las elecciones generales, habiendo tocando ya su techo; que PP y PSOE siguen en caída libre electoral; que Ciudadanos puede haber entrado en un nuevo ritmo de crecimiento (acaso por haberse decidido a participar directamente en la batalla política nacional tras ver frustrada su unión con UPyD) y, finalmente, que tanto UPyD como IU han entrado en un peligroso camino de regresión hacia la marginalidad (empujadas por Ciudadanos y Podemos respectivamente).
No obstante, y como advertíamos en nuestras últimas Newsletters, las próximas elecciones andaluzas, anticipadas al 22 de marzo, servirán para reafirmar o no la tendencia marcada en las expectativas para los comicios legislativos, señalando quién es quién en la liza política del momento, reafirmando o diluyendo sobre todo la dinámica de ruptura del bipartidismo y marcando la expectativa cierta de las demás fuerzas políticas de ámbito nacional concurrentes a las elecciones generales: Podemos, Ciudadanos, IU y UPyD. Y en ese terreno es donde el partido liderado por Albert Rivera (¡sorpresa, sorpresa!) podría asegurarse el cuarto puesto en la preferencia de los votantes, rompiendo entonces de forma fehaciente y mano a mano con Podemos el bipartidismo PP-PSOE en una comunidad en la que ese fenómeno está perfectamente asentado.
De hecho, cuando, conocido ya el adelanto de las elecciones andaluzas al próximo 22 de marzo, Ciudadanos confirmó que competiría en ellas y que de esa forma iba a iniciarse en la política nacional, presentándose por supuesto a los subsiguientes comicios municipales y autonómicos del 24 de mayo, las encuestas específicas realizadas en Andalucía le otorgaron de forma inmediata cierta representatividad política. En la primera de ellas, la EGOPA (Encuesta General de Opinión Pública de Andalucía) realizada por la Universidad de Granada, Ciudadanos ya aparecía en quinta posición con el 4,6% de los votos, situándose por delante de UPyD (3,1%) y del PA (2,4%).
En la primera posición electoral se situaría el PSOE (con el 35,2% de los votos), seguido del PP (29,1%), de Podemos (14,9%) y, en cuarto lugar, de IU (8,4%). Una estimación de votos que, a tenor del cariz que está tomando el debate político, de las tendencias previsibles en el transvase de votos y de la marcada volatilidad con la que se caracterizan en estos momentos las opiniones de los votantes, podría permitir que Ciudadanos alcance la cuarta posición en los resultados definitivos y cierto protagonismo en un marco de posibles acuerdos post electorales todavía impreciso.
Pero, ¿influirá la percepción que tienen los votantes andaluces de los líderes políticos nacionales en su decisión de voto para renovar concretamente el Parlamento de Andalucía y formar un nuevo Gobierno Autonómico…? ¿Afectará a la opción socialista de Susana Díaz el último espectáculo de división eclosionado en la Federación Socialista Madrileña…? ¿Restará votos al PSOE-A la citación ante el Tribunal Supremo de dos de sus ex secretarios generales, que además han sido presidentes de la Junta de Andalucía y del propio PSOE (Manuel Chaves y José Antonio Griñán), como imputados en el caso de los falsos ERE…?
La realidad es que, dada la agitación política del momento, nadie se atreve a prever la ‘foto-finish’ de la carrera electoral andaluza. En consecuencia, lo que ahora toca es ver cómo se desarrollan las elecciones anticipadas de Andalucía; comprobar en apenas un mes quién resiste y quién puede ser arrollado por los nuevos vientos electorales; verificar si la corrupción y la ineptitud política van a tener o no tener su descuento en las urnas -con Podemos y Ciudadanos en liza- y, en fin, testar si el cambio profundo del sistema todavía está en agraz o anuncia maduración.
Ciudadanos: ‘Chi va piano, va sano e va lontano’
Lo indiscutible es que, hoy por hoy, Albert Rivera es el líder nacional mejor valorado socialmente, incluso en la EGOPA realizada por la Universidad de Granada. De hecho, y por poner un ejemplo de corte periférico, en esa encuesta de ámbito autonómico el presidente de Ciudadanos alcanza la nota más alta (un 5,3) con un conocimiento público del 51,4%, mientras que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, siendo el más conocido (99,8%), es el peor valorado (3,3). También en Andalucía Pablo Iglesias es el segundo líder nacional más conocido (96,1%) y el segundo peor valorado (3,7), en tanto que Pedro Sánchez es conocido por el 85,8% de los encuestados y aprueba raspadamente con una nota de 5.
Pero, ¿primará en las elecciones andaluzas (y después en las municipales y autonómicas del 24 de mayo) el perfil de los candidatos, o lo harán las siglas de partido…? Éste es otro aspecto crítico del problema que, dado el desgaste del sistema establecido, podría ser revisado por el electorado sin atisbarse en qué sentido.
En cualquier caso, la buena imagen pública de Albert Rivera, destacada en relación con los demás líderes políticos y transferida en gran medida al partido que lidera, deriva de una historia que arranca formalmente en julio de 2006, con el congreso fundacional de Ciudadanos en el que se le elige presidente y se decide acudir a las elecciones catalanas del inmediato 1 de noviembre (movilizando a los abstencionista y desengañados del sistema obtuvo 89.840 votos y tres escaños en el Parlamento de Cataluña), cargo en el que permanece. Desde entonces, Albert Rivera y su partido se han mantenido ‘limpios’ (al igual que UPyD, aunque esta formación política tenga otros problemas en su proyección de imagen) ante una ciudadanía abrumada por la corrupción del sistema y su carácter partitocrático.
De hecho, Ciudadanos dio muestra inequívoca de esta limpieza democrática en abril de 2014, cuando Jordi Cañas renunció a su escaño en el Parlament nada más ser imputado por un supuesto delito de fraude fiscal (al iniciarse en el mes de enero la instrucción judicial del caso, ya dejó voluntariamente de ser portavoz parlamentario de Ciudadanos con objeto de evitar cualquier transferencia de mala imagen política al partido.
Al hacer pública su renuncia al acta de diputado, que conllevaba prescindir también del privilegio de los cargos electos para ser juzgados por un tribunal superior, Cañas advirtió en una improvisada rueda de prensa de despedida en el Parlament: “A los que se puedan alegrar, les digo que volveré”. Visiblemente emocionado, esgrimió que su decisión era una muestra de “honorabilidad” y que se debía a su firme voluntad de mostrarse ante los ciudadanos que le votaron con “un comportamiento ejemplar” y para “dignificar” la política.
Al convertirse en el primer aforado en presentar acta de renuncia a su escaño en el Parlament tras verse imputado en una instrucción judicial, todavía con la causa sin juzgar, Cañas dejó en evidencia política a los cinco diputados que con la misma condición sumarial se agarraron a sus escaños y privilegios en materia procesal: dos miembros de CiU (Oriol Pujol, hijo del ex presidente de la Generalitat, y Xavier Crespo) y tres miembros del PSC (Daniel Fernández, Monserrat Capdevilla y Cristófol Gimeno).
Ese era un momento en el que Ciudadanos ya había conseguido 215.887 votos y 9 escaños en el Parlament (elecciones del 2012). Ahora, distintos sondeos le sitúan como tercera fuerza política catalana posición electoral con un margen de entre 15 y 19 escaños, seguido de Podemos y con el PP y el PSC en caída libre (los dos primeros puestos se dilucidarían entre ERC y CiU).
Dicho de otra forma, ‘chi va piano, va sano e va lontano’ (lentos pero seguros). Una forma de progreso en la representación electoral que en el caso de Ciudadanos se ha visto acelerada a raíz de abandonar su llamada a otras fuerzas y organizaciones sociales para caminar juntos, decidiendo desembarcar en la política nacional bajo su propia sigla y responsabilidad.
Es decir, una eclosión producida a partir de asumir su propia identidad política y diferenciarla de otro tipo de partidos autonómicos o locales y de otras organizaciones o movimientos de representación social intermedia. Con objetivos y declaraciones programáticas claras a nivel nacional, sin miedo a entrar en la batalla política y asumiendo de verdad el liderazgo correspondiente.
Una vocación política bien orientada para atraerse a los votantes del centro liberal y pegar un buen mordisco a los partidos que, hoy por hoy, se sitúan falsamente en ese espacio electoral, sin olvidar a quienes aún desde posiciones ideológicas más extremas reclaman también una lucha decidida contra la corrupción y el regeneracionismo del sistema. Josep Ramoneda lo ha captado con gran perspicacia analítica en esta columna de opinión publicada en El País (19/02/2015):
No hay cambio sin riesgo
2015 está destinado a ser el año electoral más importante desde 1982. Las distintas alternancias entre PSOE y PP han sido más o menos conflictivas y desabridas, pero nunca estuvo en cuestión el régimen surgido de la Transición. La crisis económica ha fracturado la sociedad y ha cambiado la pirámide social al romper la utopía de que casi todos éramos clase media.
Las tramas sistémicas de corrupción han puesto en evidencia la promiscuidad entre política y dinero, han roto el vínculo de confianza con la ciudadanía y han puesto de relieve la ineficacia del sistema institucional a la hora de combatirlas. No son casos aislados de personas que faltan a su deber, son redes organizadas que penetran y se extienden en partidos e instituciones (ya sea Gürtel y Bárcenas, los ERE andaluces, o la trama del pujolismo, para poner tres ejemplos sonados).
Y el soberanismo catalán ha abierto la fractura territorial. En estas circunstancias, sería razonable que el carrusel electoral que ahora empieza condujera a que las nuevas Cortes surgidas de la última cita del año, las elecciones generales, tuvieran un carácter semi constituyente. Es decir, que, sin la fantasía infantil de volver a empezar -la huella del pasado es profunda-, se emprendiera una reforma de la Constitución y una renovación de la cultura política: falta independencia, responsabilidad y empatía.
Fueron el soberanismo catalán y Podemos los que desempolvaron la mítica consigna del cambio. Y todos, salvo el PP, la han hecho suya. Cada cual la decanta a su manera: la dimensión virtuosa (el cambio sensato, dice Ciudadanos), la psicológica (el cambio seguro, dice el PSOE), el reparto del poder (Podemos) y la rotura institucional (los soberanistas). La aparición de nuevos actores y la crisis del bipartidismo abren una campaña tan larga como incierta.
La irrupción de Ciudadanos en la política española despierta nuevas fantasías. Nacido en Cataluña alrededor de un tema -la cuestión lingüística- ha visto la posibilidad de dar un buen mordisco al PP con un discurso de centro liberal, sin lastre del pasado. El PP ha olido la amenaza, y ha respondido con una consigna patética: citarles siempre por su nombre catalán, el anticatalanismo es un capital al que la derecha no renuncia nunca. A su vez, el salto de Ciudadanos ha sido visto como una posibilidad de salvar el ‘statu quo’ frente a Podemos, y ya se le presenta como potencial socio de una coalición de Gobierno con el PP y el PSOE. Algunos apelan al cambio para asegurarse de que no cambie nada.
Con el PP parapetado en el inmovilismo, decidido a resistir aglutinando el voto conservador, para los demás partidos será decisiva la credibilidad que cada cual sea capaz de dar a su apuesta por el cambio. Ciudadanos y Podemos, cada cual desde su sitio, llegan ligeros de hipotecas. Pero nos deben todavía sus ideas. El PSOE tiene que renovar su casa, para que su cambio seguro no sea una burla. Sin olvidar que no hay cambio sin riesgo.
Y cierto es que, como señala Ramoneda, el PP ha captado la amenaza que le supone Ciudadanos, esgrimiendo ya la consigna, ciertamente lamentable, de remitirse a su origen catalán, imitando lo que, para combatir la llamada ‘Operación Reformista’ de Miguel Roca en las elecciones generales de 1986, ya hiciera el PSOE, entonces en el Gobierno. Aunque el ataque del PP no quedará ahí, como ha demostrado el inefable Carlos Floriano tratando de poner a Ciudadanos a las patas del voto ultra católico, tradicionalmente asociado a los populares, al asegurar que dicho partido propone denunciar el Concordato con la Santa Sede (¡que repulsiva es una lengua afilada!).
Una postura incontenible y abrupta -la de Floriano- que ha enervado al periodista Arcadi Espada (uno de los mentores iniciales de Ciudadanos), quien en una de sus habituales columnas de opinión en El Mundo (17/02/2015), titulada ‘Siudatans, Siutatans’, arremete contra el ‘necio’ en cuestión por la ridícula forma con la que ha pretendido deslegitimar a dicho partido.
En ella dice que Floriano llamó al partido de Rivera "Siutadans, Siudatans y hasta Siutatans en sus repetidos intentos de llamarle Ciutadans”, exhibición histriónica que no dejaba de parecerle algo “pintoresco”.
Pero a continuación su columna se avinagra, cuando la actitud de Floriano ya no le parece graciosa. Y sostiene: "Su indescifrable catalán no tiene nada de simpático. Lo que está diciendo Floriano a las gentes de Ciudadanos es que no tienen lugar aquí. Convendría que le preguntaran a Floriano quién le ha dado poderes para establecer qué es lo de aquí y qué es lo de allí. Y, sobre todo, por qué él habría de ser de los de aquí y no de los de allí”.
Al final concluye su alegato contra el ‘marianito’ Floriano de forma lapidaria: “Siempre me ha parecido un grave error el de distinguir entre separatistas y separadores, pudiéndose hablar de necios y necios".
Claro está que, como advertimos en nuestra anterior Newsletter a propósito de la campaña del ‘Todos contra Podemos’, esta actitud de los populares en contra de Ciudadanos era previsible desde el momento que se conocieron sus expectativas de crecimiento electoral. Así se las gastan los partidos del sistema, que siempre están más atentos a ‘liquidar’ al adversario político con malas artes, y por vía de apremio, que a defender su propio proyecto ante la ciudadanía en buena liza democrática.
Y ahí tenemos ya el ataque gubernamental (no de partido) lanzado contra Podemos por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría el pasado viernes desde la mismísima Moncloa, durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. Allí aseguró, de forma tergiversada, que quien ha redactado el programa económico de Podemos (el reconocido economista Luis Garicano), en su día “pidió el rescate para España”.
Lo que reclamó Garicano en un artículo publicado en El País el 20 de mayo de 2012, es que España solicitara ayudas para su sistema financiero (no para España), que es lo que terminó haciendo el Gobierno de Rajoy después de negarlo con insistencia. Si eso fue o no fue un ‘rescate’ en toda regla es cosa discutible, pero sus duras condiciones y la transferencia de sus costos a la deuda pública son innegables; aunque lo más grave del caso es que el Gobierno entre en la lucha electoral de los partidos, a favor del suyo y con los medios públicos que deben servir por igual a todos los españoles. Feo, feo, feo.
Una actitud de mala beligerancia que confirma el presumible éxito de Ciudadanos (como sucede con Podemos). Aunque los ‘padrinos’ de turno del sistema tengan fuerza sobrada -pero quizás menos inteligencia- para cortarle las alas a quienes osen moverles el trono.
Tanto al PP como al PSOE, fuerzas políticas hasta ahora mayoritarias, les convendría meditar sobre la empatía que generan Ciudadanos y Podemos para llegar a entender por qué se provoca y, a partir de ahí, tratar de conseguirla para sí mismos y frenar el rechazo social que las desangra. En una de sus ‘troneras’ (El Mundo 17/02/2015), Antonio Gala correlaciona la paralela aceptación social de los dos partidos emergentes aun en su distancia ideológica (por algo será):
Dos aspirantes
Supongo que las misteriosas simpatías no pueden ser decisivas para tomar partido (en estricto sentido). Ni el hecho de que un aspirante sea hijo de catalán y andaluza. Ni siquiera que tenga las cosas, personales y comunes, tan claras como procuro yo tenerlas. Ni que, por coincidencia en librerías que las circunstancias pueden transformar en decisiva, el instinto nos aproxime y la confianza nos cierre los ojos. La política no tiene nada que ver con opiniones cordiales ni con sangre nativa. La simpatía, en su alto sentido, llega a una aproximación que avanza a ciegas... Estoy hablando de Albert Rivera: un muchacho emisor de palabras con naturalidad y buena puntería, estudiadas para que resulten más oportunas y convenientes en función de su fin en unas elecciones... Hace meses recibí un libro suyo titulado Juntos podemos: el futuro está en nuestras manos. Propone una amistad mediata, una aspiración común, una esperanza compartida. Añade algo al Podemos más seco y discutible de Pablo Iglesias. Entre ambos aspirantes a encabezar la política próxima, hay semejanzas y diferencias. Uno recuerda a un político que nos precedió en este mundo. El otro, a un español representativo: no envanecido, capaz, con pies en nuestro suelo. Y la mirada, abierta y comprensiva... «Dejemos de ser súbditos, para ser verdaderos».
Lo dicho: cuando se camina con zapatos que esconde alguna piedrecita, la planta del pie suele doler. Y las piedrecitas que incomodan el andar del bipartidismo PP-PSOE, se llaman Ciudadanos y Podemos; molestas también para UPyD y a para IU.
Quizás estemos ante el choque de dos formas muy distintas y distantes de desenvolverse en política: la ‘demodé’ que huele a rancia y caduca y la ‘in’ con aromas de frescura. Una se resiste a morir y la otra se abre paso a marchas forzadas entre la juventud, que es la dueña del futuro. Esto es lo que hay.
Fernando J. Muniesa