El libro que descubre que quien provocó la segunda guerra mundial fue en realidad la Unión Soviética. El rompehielos o ¿quién empezó realmente la segunda guerra mundial?, un ensayo imprescindible en el ámbito de los libros de historia, y sin duda la obra más importante del historiador, escritor y analista militar Víktor Suvórov, es una obra absolutamente revolucionaria porque, por primera vez, se pone en duda la verdad establecida sobre el inicio de la segunda guerra mundial.
Tras décadas de exhaustiva y meticulosísima investigación, Suvórov sacude la conciencia de Occidente con su punzante teoría: al contrario de lo que siempre hemos creído, Hitler no fue el causante de la segunda guerra mundial, sino que fue Stalin quien utilizó a Hitler de «rompehielos» para expandir el comunismo por toda Europa. Es decir, que para poder vencer al monstruo del nazismo Occidente claudicó ante el monstruo del estalinismo, lo cual tiñe de claroscuros la blanca y complaciente versión oficial de los hechos. Un libro lúcido y de lectura obligatoria para los amantes de la historia, y para todos aquellos que dudan de que la historia sea tal y como nos la han contado.
A finales de los años 80 se publicó "Icebreaker" ("Rompehielos"), un libro que abrió el camino a un gran debate historiográfico sobre Barbarroja y la guerra germano-soviética en conjunto.
Algunas veces resulta que los trabajos históricos más significativos son virtualmente ignorados por la prensa tradicional y consecuentemente llegan a pocos lectores. Tal es el caso con muchos estudios revisionistas, incluyendo esta importante obra de un antiguo oficial de inteligencia soviético. Incluso antes de la aparición de este libro, ya había establecido una sólida reputación con la publicación de cinco libros, escritos bajo el seudónimo de Viktor Suvorov, sobre el funcionamiento interno de las fuerzas armadas soviéticas, y particularmente sus operaciones de inteligencia.
En Rompehielos, Suvorov se aproxima a los orígenes y desarrollo del ataque de la “Operación Barbarroja” de Hitler contra la Unión Soviética el 22 de junio de 1941. Desde su publicación original en ruso (titulada Ledokol) en Francia en 1988, ha sido publicado asombrosamente en 87 ediciones en 18 idiomas. A pesar de su importancia para la investigación histórica, Rompehielos ha recibido muy poca atención en los Estados Unidos. Las escasas críticas que han aparecido aquí han sido casi enteramente breves y despectivas –un tratamiento vergonzoso que refleja la cobardía y la irresponsabilidad intelectual de la clase académica “políticamente correcta”.
Según el punto de vista convencional, el pérfido ataque de Hitler obligó abruptamente a la neutral y lejana Unión Soviética a entrar en guerra. Este punto de vista sostiene además que un sorprendido Stalin había confiado ingenuamente en el mentiroso Führer alemán. Rechazando este punto de vista como propaganda política, Suvorov muestra la responsabilidad personal de Stalin por el comienzo y progresión de la guerra. Sobre todo, este libro detalla los vastos preparativos soviéticos para una invasión de Europa en el verano de 1941 con el objetivo de sovietizar la Europa Central y Occidental. Suvorov no está solo en este punto de vista. Es también afirmado por varios historiadores no rusos, tales como el académico norteamericano R. H. S. Stolfi en su estudio de 1991 Los Panzers de Hitler en el Este: La II Guerra Mundial Reinterpretada.
A pesar de la rígida censura soviética, Suvorov ha logrado desenterrar muchas pepitas de valiosa información de escritos soviéticos públicamente disponibles que confirman su tesis central. Rompehielos está basada en la meticulosa búsqueda del autor de tales fuentes publicadas como memorias de guerra de jefes militares soviéticos, e historias de divisiones, cuerpos, ejércitos, flotas y unidades aéreas soviéticas.
Una tesis de la ideología soviética era que la Unión Soviética, como el primer estado marxista del mundo y baluarte del “poder de los trabajadores”, finalmente liberaría a toda la humanidad del yugo del capitalismo y del fascismo (el “último recurso del monopolio capitalista”). Aunque los líderes soviéticos podían disentir sobre las circunstancias y momento de este proceso de liberación global, ninguno dudaba de la importancia de este objetivo.
En Rompehielos, Suvorov explica cómo en 1939 Stalin explotó la largamente larvada disputa entre Alemania y Polonia sobre Danzig y el “Corredor Polaco” para provocar una “segunda guerra imperialista” que expandiría enormemente el imperio soviético. Stalin anticipó una larga guerra de desgaste en la cual Alemania, Francia y Gran Bretaña quedarían exhaustas en un conflicto devastador que también daría inicio a insurrecciones comunistas a través de Europa. Y como el primer ministro soviético esperaba, el “Rompehielos” Alemania ciertamente rompería el orden establecido en Europa. Pero junto con casi todo el mundo fuera de Alemania, se maravilló de la velocidad y minuciosidad con las cuales Hitler doblegó no solo a Polonia, sino también a Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega, Yugoslavia y Grecia.
Quebrando las expectativas del Kremlin de que una “segunda guerra imperialista” conduciría rápidamente a una Europa Soviética, en julio de 1940 Hitler era efectivamente el amo del continente.
Examinando cuidadosamente el equipamiento, entrenamiento y despliegue de las fuerzas soviéticas, así como también las cifras y efectivos del armamento, vehículos, suministros y aviones soviéticos, Suvorov establece con gran detalle que el Ejército Rojo estaba organizado y desplegado en el verano de 1941 para atacar, no para defender.
Alemania entró en guerra en 1939 con 3.195 tanques. Como Suvorov apunta, esto era menos de lo que una sola fábrica soviética en Kharkov, operando sobre la base de “época de paz”, estaba produciendo cada seis meses.
Suvorov da cuenta de una reunión secreta en diciembre de 1940 a la que asistió Stalin y otros miembros del Politburó en la cual el General Pavel Rychagov, ministro adjunto de defensa y comandante de la fuerza aérea soviética, debatió los detalles de “operaciones especiales en el período inicial de guerra”. Habló de la necesidad de mantener los preparativos de la fuerza aérea en secreto para “coger a la fuerza aérea enemiga al completo en tierra”. Suvorov comenta:
Es bastante obvio que no es posible “coger a la fuerza aérea enemiga al completo en tierra” en tiempo de guerra. Esto solamente es posible hacerlo en tiempo de paz, cuando el enemigo no sospecha el peligro.
Stalin creó tantas tropas aerotransportadas que solamente podían ser utilizadas en una situación: tras un ataque sorpresa de la fuerza aérea soviética sobre los aeródromos enemigos. Sería simplemente imposible utilizar cientos de miles de tropas aerotransportadas y miles de aviones de transporte y planeadores en cualquier otra situación.
Suvorov también informa del desmantelamiento en junio de 1941 de los sistemas fronterizos de defensa soviéticos y el despliegue allí de masas de tropas y blindados colocados para un ataque hacia el oeste.
Durante el período justamente anterior a la planeada invasión soviética, los distritos militares occidentales de la URSS recibieron órdenes para desplegar 114 divisiones, entonces estacionadas en el interior, en posiciones en la frontera. Así, comenta Suvorov, el 13 de junio de 1941 “señala el comienzo del mayor desplazamiento de tropas en la historia de la civilización”.
Tal masiva acumulación de fuerzas directamente en el frontera simplemente no podía ser mantenida en secreto. Como Suvorov anota, Wilhelm Keitel, Mariscal de Campo y Jefe del Alto Mando de las fuerzas armadas de Alemania, habló sobre los temores alemanes durante un interrogatorio de posguerra:
Todas las medidas preparatorias que tomamos antes de la primavera de 1941 eran medidas defensivas contra la contingencia de un posible ataque del Ejército Rojo. Así toda la guerra en el Este, hasta un extremo conocido, debe ser llamada guerra preventiva... Decidimos... anticiparnos a un ataque de la Rusia Soviética y destruir a sus fuerzas armadas con un ataque sorpresa. En la primavera de 1941, yo había formado la opinión definitiva de que la fuerte acumulación de tropas rusas, y su ataque sobre Alemania que seguiría, nos colocaría, en términos económicos y estratégicos, en una situación excepcionalmente crítica... Nuestro ataque fue la consecuencia inmediata de esta amenaza...
En 1941, el Almirante N. G. Kuznetsov era el ministro de la Armada Soviética, así como también miembro del Comité Central del Partido Comunista Soviético. En sus memorias de posguerra, publicadas en 1966, recuerda:
Para mí es una cosa más allá de toda discusión –J. V. Stalin no solamente no excluyó la posibilidad de guerra con la Alemania de Hitler, por el contrario, consideró tal guerra... inevitable... J. V. Stalin hizo preparativos para la guerra.... preparativos amplios y variados –comenzando en fechas... que él mismo había seleccionado. Hitler trastocó sus cálculos.
Comparemos las palabras de Keitel con las de Kuznetsov. El Mariscal de Campo Keitel dijo que Alemania no estaba preparando una agresión contra la Unión Soviética; era la Unión Soviética quien estaba preparando la agresión. Alemania estaba simplemente utilizando un ataque preventivo para defenderse de una agresión inevitable. Kuznetsov dice la misma cosa –si, la Unión Soviética se estaba preparando para la guerra e inevitablemente habría entrado en ella, pero Hitler desorganizó estos planes con su ataque. Lo que no puedo entender es porqué Keitel fue ahorcado [en Nuremberg], y Kuznetsov no lo fue”.
Suvorov cree que el ataque preventivo de Hitler llegó justo dos o tres semanas antes del propio asalto planeado de Stalin. Así, cuando las fuerzas de la Wehrmacht aplastaron a las formaciones soviéticos en las semanas iniciales del ataque “Barbarroja”, los alemanes se maravillaron de las grandes cantidades de tanques soviéticos y de otro material destruido o capturado –una enorme acumulación suficiente no solo para un asalto sobre Alemania, sino para la conquista de toda Europa.
Tan devastador como fue, el asalto de Hitler no fue fatal. Llegó demasiado tarde para tener éxito. “Incluso el ataque sorpresa de la Wehrmacht sobre la Unión Soviética no podría ya salvar a Hitler y a su imperio”, escribe Suvorov. “Hitler comprendió de donde llegaría el peligro mayor, pero ya era demasiado tarde”. Con gran esfuerzo, los soviéticos pudieron recuperarse del destructivo golpe. Stalin logró formar nuevos ejércitos para reemplazar los que perdió en la segunda mitad de 1941.
Como Suvorov apunta repetidamente, la imagen ampliamente aceptada de la II Guerra Mundial, y particularmente de los papeles de Stalin y Hitler en el conflicto, simplemente no se corresponde con la realidad:
Al final.... Polonia, por cuya libertad el Occidente había ido a la guerra, acabó sin nada. Por el contrario, fue entregada a Stalin, junto con toda Europa Oriental, incluyendo una parte de Alemania. Aún así, hay algunas personas en Occidente que continúan creyendo que Occidente ganó la Segunda Guerra Mundial.
...Stalin se convirtió en el amo absoluto de un vasto imperio hostil a Occidente, que había sido creado con la ayuda de Occidente. A pesar de eso, Stalin pudo conservar su reputación como ingenuo y confiado, mientras que Hitler pasó a la historia como el agresor final. Multitud de libros han sido publicados en Occidente basados en la idea de que Stalin no estaba preparado para guerra mientras que Hitler lo estaba.
Sería un error menospreciar la enorme fuerza y los vastos recursos de la máquina de guerra de Stalin. A pesar de sus graves pérdidas, tenía bastante fuerza para retirarse y reunir nueva fuerza para alcanzar Berlín. ¿Hasta dónde habría llegado si no hubiese sufrido ese masivo golpe el 22 de junio, si cientos de aviones y miles de tanques no hubiesen sido perdidos, hubiese sido el Ejército Rojo y no la Wehrmacht quien asestara el primer golpe? ¿Tenía el Ejército Alemán espacio territorial detrás de él para retirarse? ¿Tenía recursos humanos inagotables, y tiempo, para restaurar su ejército tras el primer ataque sorpresa soviético?
Respondiendo parcialmente a sus propias cuestiones, Suvorov afirma: “Si Hitler hubiese decidido lanzar la Operación Barbarroja pocas semanas después, el Ejército Rojo hubiese alcanzado Berlín mucho antes de 1945”.
Otro imponderable es la respuesta de Gran Bretaña y los Estados Unidos a una invasión total soviética de Europa. Si las fuerzas soviéticas hubiesen atacado hacia el oeste en julio de 1941, ¿se habrían puesto Gran Bretaña y los Estados Unidos del lado de Stalin y la URSS, o se habrían puesto del lado de Hitler y Alemania, Italia, Francia, Rumania, Finlandia, Hungría, Dinamarca y el resto de Europa? ¿O habrían decidido Roosevelt y Churchill de permanecer ajenos al gran conflicto?
Lo que ahora puede afirmarse con seguridad –gracias al trabajo de Suvorov y de otros historia-dores revisionistas- es que aplastando a la gran acumulación militar soviética en 1941, Hitler hizo fracasar el plan de Stalin de conquistar rápidamente Europa.
Perfil del autor
VLADÍMIR BOGDÁNOVICH REZÚN, más conocido por su pseudónimo Víktor Suvórov (Barabash, 20 de abril de 1947) es un exmilitar soviético convertido en escritor de temas históricos de la Segunda Guerra Mundial y de la Unión Soviética. En 1978 desertó en Ginebra del Departamento Central de Inteligencia (GRU), instalándose posteriormente en el Reino Unido.