Aleksandr Duguin
Existe un consenso alrededor del tema de que el actual Estado ruso nació en la década de 1990 como un medio por el cual nuestros enemigos aseguraban su control sobre nuestra sociedad. El nombre que se le dio a este consenso fue el de liberalismo y con ello no nos referimos a que existe una especie de “liberalismo malo”, “pervertido” o “falso”, sino que simplemente se trata de un fenómeno maligno. Los liberales son vistos como un ejército de ocupación por los rusos. Después de la llegada al poder de Putin alrededor del año 2000 este ejército de ocupación ha sido expulsado muy lentamente, de forma casi imperceptible, de nuestro territorio. Y este proceso continúa hasta la fecha. Cada una de las decisiones políticas de Putin, que van encaminadas a reforzar la soberanía de Rusia y liberar a nuestro país del control externo, provocan la des-liberalización de nuestra sociedad y visión del mundo, destruyendo con ello algún quiste de agentes liberales que existen en nuestra sociedad. Esto se aplica a los ya olvidados Berezovski y Gusinsky, pero también a Jodorkovski y, después del 2014, a muchísimos más. Desde el inicio de la operación del 24 de febrero del 2022 la eliminación de agentes liberales dentro de nuestro país se ha incrementado. Es más, con el agravamiento de los trágicos acontecimientos de Palestina un grupo de sionistas de derecha, leales a Putin hasta el último momento, ha terminado por ser expulsado. Y este proceso se seguirá repitiendo constantemente, pues las redes liberales son tan impresionantes y poderosas que resulta difícil hacerles frente, especialmente si tenemos en cuenta que la estrategia de Putin consiste en irlas expulsando de forma gradual, por lo que no sabemos quien morirá primero: si ellos o el pueblo ruso. Claro, todos ellos envejecen o se marchan al extranjero, pero también pervierten con su existencia a generaciones enteras de jóvenes rusos que son corrompidos, confundidos, sobornados e infectados con el virus enloquecedor y maligno del liberalismo.
Esa es la realidad, pero pareciera que Putin esta ganando al evitar aplicar una estrategia directa, por lo que los carroñeros abandonan Rusia voluntariamente y en pequeñas proporciones sin recibir ninguna clase de represión o responder por lo que han hecho. No obstante, estamos perdiendo el tiempo histórico del pueblo ruso, el cual tiene que resurgir con tal de volver a ser. Estirar este proceso de des-liberalización puede ser tácticamente conveniente, pero estratégicamente peligroso. Al fin y al cabo, esperamos que la sociedad se libere por sí sola del control ideológico externo. Aunque, ¿eso realmente sucede? Sí, los héroes que marchan al frente terminarán volviendo (aunque no todos…) y tendrán por misión despertar la existencialidad y autenticidad de Rusia. Sin embargo, ¿sucede lo mismo al interior de nuestra sociedad donde los canallas y malvivientes siguen en los puestos de poder? Resulta inadecuado rebelarse abiertamente, pero someterse es no respetarse a uno mismo y los demás. Todo esto nos lleva a plantear las siguientes preguntas: ¿quién liderará a nuestros héroes? ¿Quién les mostrará el camino y hacia dónde ir? ¿En qué mundo pacifico vivirán las personas que una vez lucharon en las trincheras? Ninguno de ellos ha sido educado, formado o criado para ello y me refiero a nuestros militares, voluntarios, contratistas y fuerzas del orden… No existe un manual que hable sobre qué hacer después de abandonar el frente o las trincheras. No hay explicaciones claras sobre contra quién luchamos, por qué luchamos, para qué luchamos y qué es la Victoria. La gente muere y no sabe por qué. Esta guerra no se libra por Abramovich, ni por el acuerdo de los cereales o el bienestar de las élites, se hace por algo más… y ese algo las autoridades rusas tienen miedo de decirlo. Tienen miedo de que llegue la purificación y que la des-liberalización de la sociedad se convierta en un imperativo, por lo que desean dejar un espacio para poder dar marcha atrás cuando puedan. Putin hace todo de forma muy lenta, por lo que se crea la ilusión de que es posible volver a reconstruir los puentes, pero no es así.
Es precisamente por esa razón que debemos avanzar más rápido, siguiendo la estrategia de Putin, aunque más rápido. Tenemos que cambiar de forma inmediata muchos aspectos de nuestra cultura, educación, sistemas informativos y vida pública, pues lo que existe ahora no se corresponde en absoluto con las condiciones del segundo año de la Operación Militar Especial. Y lo más importante: el statu quo no tiene nada que ver con las aspiraciones y sentimientos ni de los tradicionalistas ni de los patriotas. Tampoco se corresponde con las aspiraciones del pueblo a vivir una vida justa y pacifica o con los partidarios del “progreso”, sea como este se entienda. La justicia social no existe, o casi no existe, en Rusia y el actual orden de cosas no nos llevará a ninguna parte. Todos apoyan a Putin porque esperan cambios y que habrá estabilidad después de que ganemos la guerra. Solo entonces habrá estabilidad y no al revés.