Pablo Jofré Leal
Desde 1991, EE.UU., OTAN y Ucrania ejercen máxima presión y ataques contra Rusia, persiguiendo la hegemonía de Washington tras la caída de la URSS.
En el marco del actual conflicto en Europa oriental, Estados Unidos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Ucrania como testaferro, llevan a cabo una política de máxima presión, de cerco y ataques contra la federación rusa desde el año 1991—cuando se derrumba la ex Unión Soviética—hasta nuestros días, donde se impone el objetivo hegemónico de Washington.
Política que ha incluido la ampliación de la OTAN a la frontera occidental de Rusia, a pesar de las exigencias de garantía de seguridad planteadas por Moscú, como una manera de contender contra los afanes de dominio de occidente a costa de los ex países socialistas y sobre todo las ex repúblicas socialista soviéticas, que se constituyeron como países independientes a partir del mencionado derrumbe de la ex URSS.
Una política que implicó un proceso de exterminio de la población ruso parlante del Donbás. Esto, tras el golpe de Estado contra el ex presidente Viktor Yanukovich en febrero del año 2014, mediante la revolución de colores denominado Euromaidán. Proceso que significó la llegada al poder en Ucrania de un régimen ultranacionalista, dominado por sectores neonazis que aplicaron una política de rusofobia con resultados de exterminio de la población del Donbás, como también acciones de desestabilización contra la federación rusa.
Tal situación generó la proclamación de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, el reconocimiento por parte de Rusia y el inicio de la llamada acción militar de desnazificación y desmilitarización de Ucrania y el régimen nenonazi kievita. Gobierno presidido por el aliado pro europeista y Otanista, Volodímir Zelenski. Conflicto que aunó esfuerzos militares, económicos, políticos y diplomáticos más visibles aún, desde Washington y el brazo militar europeo, a favor de Kiev y con ello un trance bélico que acrecienta la posibilidad de ampliar las acciones militares a otras partes de Europa.
Rusofobia
Hoy, en Europa, a través de una narrativa mediática y política, llevada a cabo por gobiernos como el de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania, fundamentalmente, se ha impulsado un clima, el fortalecimiento de un sentir y una conducta de sometimiento a la narrativa estadounidense, al modelo de vida y a la visión de mundo de la nación del norte del continente americano imbricado por un eje de rusofobia (1) como nunca en la historia de las relaciones internacionales.
En un interesante artículo llamado “Rusofobia: la otra guerra” el analista del medio Granma, Elson Concepción Pérez señala que “Estados Unidos, la OTAN y los fascistas en Ucrania han hecho de la rusofobia una especie de cartilla en la cual aparecen, debidamente ordenados, cada uno de los elementos para crear un escenario de odio hacia Moscú, sus autoridades, su pueblo y hasta su propia historia. El objetivo que se persigue es revertir, y a la vez justificar, la verdadera raíz de la actual situación de guerra, situando tropas de la OTAN y sus medios bélicos muy cercanos a territorio ruso, queriendo hacer creer que es el Gobierno ruso el que actúa contra la nación vecina. Igual propósito tiene quien suministra cifras multimillonarias de armas de todo tipo a Kiev, para actuar contra los militares rusos, o quienes imponen al país sanciones económicas, comerciales y otras, con el fin de debilitarla y hacerla rendir”. (2)
Los medios de comunicación occidentales, cuya estrategia permanente es de manipulación y desinformación de todo aquello que provenga de Rusia y de defensa irrestricta de la política del régimen kievita, sirven, igualmente de instrumentos difusores de las tareas llevadas a cabo por la Unión Europea como extensión de las líneas de acción que emanan desde la Casa Blanca, como conductor de los intereses de los círculos de negocios y grupos financieros estadounidenses.
La casta política estadounidense, junto a los grupos de presión del complejo militar industrial, los movimientos y organizaciones sionistas, son los que marcan la política exterior estadounidense y con ello las vigas maestras en su relación con esa Europa, que hace mucho tiempo perdió todo signo de soberanía. Esa casta, con cabezas visibles como es el presidente estadounidense Joe Biden, el mandatario francés Emmanuel Macron, el canciller alemán Olaf Scholz y el primer ministro británico Keir Rodney Starmer llevan la batuta europea en el apoyo activo y multimillonario en armas y dinero al régimen kievita.
El objetivo de esto es darle viabilidad a la escalada del conflicto en Ucrania bajo la estrategia del caos programado (3) ideado y planificado en Washington y que usa como cervatillo a esa Unión Europea y la OTAN, convertida hoy en la organización más importante del continente europeo. Tal camino conduce a Europa a un callejón sin salida, enfrentándose a Rusia, impulsando una política de odio irracional, que sólo tiene efectos negativos para las sociedades europeas y aumentado la carga financiera a esos pueblos. En lenguaje llano: el enemigo no es Rusia, sino que aquel que se presenta como líder de esa Europa carente de señorío y autodeterminación.
El conjunto de Europa paga hoy por la energía más que aquello que desembolsaba cuando existía el contrato energético con Rusia. Estados unidos y sus transnacionales petroleras y gasíferas se han enriquecido enormemente, al igual que Noruega, que profitan del cese de vínculos con Rusia, que tenía enormes proyectos como Nord Stream I y II con Alemania. Una nación teutona, que simplemente se sometió a las decisiones de Washington enmudeciendo y aceptando en una conducta de borrego a la decisión de hacer estallar los gasoductos ruso-alemanes bajo el mar Báltico.
Alemania, está perdiendo su industria porque perdió la energía barata que le proporcionaba los contratos firmados con Rusia. Una industria a pique que tendrá un costo social de envergadura y que además se está deslocalizando. Muchas de sus industrias tienen su centro fuera de Alemania. El llamado motor de Europa es hoy una maquina exhausta, débil, sometida y no existe una reacción social que modifique esto. Paradojalmente son los sectores de la derecha alemana los que sacan la voz respecto a trabajar por cambiar ese rumbo, so pena de perder posibilidad de liderar como potencia, a una Europa también debilitada, día a día.
Alemania no reaccionó cuando le hicieron estallar los gasoductos, medroso, timorato y sometido. Un nivel de subordinación abismal y que además está perdiendo su papel de portaviones europeo de Washington a favor de una Polonia, que ha tomado el papel más activo de apoyo a Ucrania, con el interés evidente de recuperar sus territorios del actual occidente de su vecino (4) Esto al costo de haber perdió ya a cinco mil efectivos de su ejército.
La rusofobia esconde intereses hegemónicos, propiciados fundamentalmente por las elites políticas de Estados Unidos y parte de Europa con la presencia impresionante de un complejo mediático, académico, político totalmente Otanista. Y, en ese contexto, se explica, por ejemplo, el ingreso de dos países que se creían alejados de esas influencias como Suecia y Finlandia pero que han demostrado transitar naturalmente desde esa aparente lejanía de la OTAN a cumplir hoy, en el norte europeo un papel absolutamente genuflexo a Washington y los suyos que suele explicarse con la imposición del neoliberalismo en esas sociedades de bienestar camino a la degradación política y económica.
Sociedades europeas donde resulta aún asombroso verificar el arrobamiento ante la cultura estadounidense, la macdonalización de la política y la vida cultural de sociedades cada día más perdidas en el norte de autodeterminación. Sociedades que alguna vez fueron puntos d referencia cultural, guías del conocimiento y hoy aletargadas en sus instituciones y vida social bajo el marco del hermano mayor, del Tío Sam y sus imposiciones.
Un afán de pertinencia a la OTAN y a todo lo que huela a Washington, que les costará muy caro en materia de soberanía. El triunfo cultural estadounidense y sus aliados más estrechos que conducen el rebaño europeo al despeñadero es total. En este panorama resulta evidente también que, el mundo de la izquierda ha perdido rumbo, yerra la dirección de desarrollo e incluso la valiosa acción d ela crítica, donde el apoyo al régimen kievita es mayoritario, sin hacer un mínimo de análisis del cómo se llegó al actual estado de cosas.
Y, si tomamos el proceso de exterminio contra el pueblo palestino, esa izquierda ha sido incapaz de mostrar un camino de moral y dirección correcta que termine, por ejemplo, con ela poyo financiero y militar al régimen nacionalsionista. La Unión Europea es, simplemente, una caja de resonancia de lo que Washington dice y ordena respecto a Ucrania e Israel. Resulta vergonzoso constatar, por ejemplo, que Alemania sea hoy el segundo país que mas armas otorga a la entidad israelí para llevar a cabo el genocidio del pueblo palestino. Una Alemania coaptada por el sionismo y por posiciones de rusofobia que resultan deplorables.
La Unión Europea y con ello gran parte de los 27 miembros de este organismo se han convertido simplemente en un protectorado estadounidense, sin gran diferencia con el conjunto de países (44) que conforman el continente europeo y sus 700 millones de habitantes. Hoy, para analistas residentes en Europa, consultados por este cronista, la institución más importante de Europa es la OTAN, no la Unión Europea, que ha devenido en algo simbólico, con sus elites políticas, militares, financieras vinculadas y alineadas estrechamente con los intereses de Estados Unidos y con ello conducidos también a la confrontación con Rusia y China.
Todas las elites europeas están relacionadas, íntimamente a corporaciones transnacionales anglosajonas y sionistas. Macron pertenecía a la banca Rothschild. La familia de la presidenta del consejo de Europa Úrsula von der Leyen —quien vivió en Estados Unidos— vinculada a la industria de la seda y farmacéuticas. La ministra de relaciones exteriores de Alemania Annalena Baerbock, militante del partido verde es profundamente antirrusa con un altísimo nivel de agresividad contra Moscú, como también contra la República Popular China.
Sus declaraciones respecto a Moscú y Beijing explicitan la “necesidad” de tener una política exterior común de la UE más fuerte en todos los planos. Irónico, una canciller ecologista, proguerra, belicista. Un absurdo, pues claramente no existe ecocidio más grande que la guerra. Pero…que le puede importar eso a una funcionaria de los intereses hegemónicos enquistada en el gobierno alemán.
El análisis histórico de la Unión Europa muestra que esta organización ha sido un invento de Estados Unidos, de ahí el férreo control que ejerce sobre todos sus canales políticos y económicos. Washington y su pax americana explica esa creación, su impulso y apoyo por la necesidad de la post guerra de quitar toda influencia a los movimientos sociales y políticos ligados a la izquierda y que pudiesen tener cercanía con ese Moscú, centro del internacionalismo del progresismo en el planeta.
Es evidente que Europa ha perdido toda relevancia estratégica en este año 2024. El verdadero poder europeo es la OTAN, que incluso tiene más miembros que la propia Unión Europea. La OTAN es la fuente de potestad real donde su comando en jefe radica en Washington, no en Europa. Constatación evidente que el nuevo patio trasero de Estados Unidos se llama Europa.
Articulo para HispanTV
- En el siglo XIX, el frenesí antirruso era tal que la elite intelectual de las potencias occidentales acuñó el término “rusofobia” para referirse a la vez a las personas que albergaban un miedo irracional hacia Rusia y a las que exageraban conscientemente la amenaza que esta representaba. https://mondiplo.com
- https://www.granma.cu/mundo/...
- Paul Wolfowitz fue el responsable último de la Guía de Planificación de la Defensa de Estados Unidos en los años 90. Wolfowitz desarrolló un proyecto que contenía la política exterior de defensa para los años venideros (comprendía desde 1994 a 1999). Una política exterior «unipolar» y de acción militar preventiva para neutralizar toda posible amenaza de otras naciones. https://www.resumenlatinoamericano.org
- El gobierno polaco se ha convertido en el actor más dinámico en la política contra Rusia llevada a cabo por el gobierno estadounidense a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte – OTAN – y que tiene el escenario ucraniano como centro de esa confrontación. Polonia se convierte así en uno más de los testaferros de Washington y la OTAN y pretende asestar una puñalada en la espalda al país que se supone apoya. En ese marco y bajo el pretexto de supuestos procesos de integración, Varsovia intenta “borrar” las fronteras entre Polonia y Ucrania y así anexionar territorios de su vecino en aras de una política expansiva permitida por sus avales occidentales. La camarilla política polaca, aprovechando el buen pie de sus relaciones con Bruselas no ha ocultado sus ambiciones de reestablecer el control sobre lo que denominan “una tierra polaca histórica” de Ucrania Occidental, en principio con apoyo a los miles de refugiados ucranianos que huyen de la guerra y posteriormente dar a conocer su intención e incorporar las regiones de Lviv, Ivano-Frankivsk, Volyin, Ternipil, Rivno y Khmelnitsk. https://radio.uchile.cl
El Schengen militar de la OTAN
El Reino Unido
llegó a un acuerdo con Estonia la semana pasada para que la
4ª Brigada de Combate de la primera estuviera en estado de máxima disponibilidad para desplegarse en la segunda, donde se reuniría con las tropas británicas que ya están allí. Poco después,
saltó la noticia de que el Reino Unido también tiene previsto firmar un acuerdo de defensa similar con Alemania a finales de esta semana, que permitirá realizar maniobras conjuntas en Estonia y/o Lituania, así como adquisiciones militares conjuntas. Para los que no lo sepan, Alemania está
construyendo una base de brigada de tanques con 5.000 soldados en Lituania.
Para comprender mejor las motivaciones de estos movimientos complementarios se necesita algo de contexto. El pasado noviembre, el jefe de logística de la OTAN, Teniente General Alexander Sollfrank, sugirió la creación de un
corredor militar similar al de Schengen para facilitar el movimiento de tropas y equipos a través de la UE. La primera fase de este «Schengen militar» se
puso en marcha a finales de enero entre Alemania, Polonia y los Países Bajos, tras lo cual Francia
anunció que se incorporaría a principios de junio.
Los Países Bajos tienen puertos de aguas profundas que podrían ser utilizados por el Eje anglo-estadounidense para enviar fácilmente grandes cantidades de tropas y equipos a Europa, donde luego pasarían por tierra a través de ferrocarril y carretera a Alemania y Polonia en ruta a Ucrania y/o las fronteras del Estado de la Unión ruso-bielorrusa. En cuanto a la inclusión de Francia, se considera igual a Alemania y al Reino Unido en la gestión de los asuntos militares europeos, además de que podría planear ampliar el Schengen militar como medio de extender su influencia en los Balcanes.
Francia ya
anunció en febrero su intención de elevar sus fuerzas en Rumanía al nivel de brigada para el próximo año, además de desplegar allí más tanques y artillería. El general a cargo del recién creado mando terrestre francés para Europa
dijo entonces a Politico a principios de agosto que se debe hacer más para facilitar los movimientos militares, lo que precedió a la
última actualización del medio sobre eso a principios de este mes, donde escribieron sobre sus problemas logísticos antes de los simulacros a gran escala de primavera en Rumania.
El presidente francés, Emmanuel Macron,
amenazó ominosamente a principios de año con llevar a cabo una intervención militar convencional en Ucrania en determinadas circunstancias, que más tarde especificó que incluían el refuerzo de las fuerzas ucranianas
en Odessa si las rusas comenzaban a acercarse a ella. Los lectores también deben saber que Rumanía está construyendo algo llamado la «
autopista de Moldavia» para acelerar el despliegue de tropas y equipos de la OTAN a las fronteras de Ucrania desde los puertos mediterráneos de Grecia.
A principios de junio, los medios de comunicación británicos
informaron sobre los cinco corredores en los que se basaría la OTAN para enviar fuerzas a esa frontera con carácter de emergencia en caso de crisis grave, que incluyen los anteriormente descritos holandés-alemán-polaco y griego-búlgaro-rumano, etc. El Schengen militar todavía no incluye a los miembros balcánicos del bloque y hasta ahora no se ha probado a gran escala, por lo que ahora mismo no es del todo viable, pero sin duda podría llegar a suponer una seria amenaza para los intereses rusos con el tiempo.
La dimensión balcánica de estos planes está quedando relegada a un segundo plano frente a la centroeuropea, en la que el Reino Unido fue de hecho el primero en implicarse más de un año y medio antes de la sugerencia militar de Sollfrank sobre Schengen. Firmó una alianza militar trilateral con Polonia y Ucrania una semana antes de que comenzara la operación especial, y fue este acuerdo el que convenció a Zelensky para que abandonara el proyecto de acuerdo de paz con Rusia por esas fechas a instancias de Johnson, ya que sabía que podía confiar en él para mantener las hostilidades.
Ese Schengen proto-militar sentó las bases contemporáneas de esta nueva iniciativa homónima, sobre la que ya se ha escrito más arriba, que también se está expandiendo informalmente a los Balcanes. En conjunto, los líderes tradicionales de Europa Occidental, Gran Bretaña, Francia y Alemania, están inmersos en una intrigante interacción en la que se posicionan preventivamente para una posible guerra caliente con Rusia. Estados Unidos está moviendo los hilos, ya que quiere que contengan a Rusia a sus órdenes mientras «pivota (de nuevo) hacia Asia».
La guerra por poderes entre la OTAN y Rusia en Ucrania, que ya dura más de dos años y medio y que desde entonces se ha transformado en una «carrera logística» que también se ha descrito como una «guerra de desgaste», ha contrarrestado en gran medida los planes iniciales de EE.UU. de dar prioridad a la contención de China distrayéndola y degradando sus grandes arsenales anteriores. EE.UU. es incapaz de contener simultáneamente a Rusia y China con el mismo gusto, ergo por qué debe «Liderar desde atrás» para canalizar la descripción de la Administración Obama de su papel desde la Guerra contra Libia de 2011.
Lo que se quiere decir con este concepto es que EE.UU. se ve cada vez más obligado a confiar en socios regionales afines para avanzar en sus objetivos compartidos, ya que la transición sistémica global hacia la multipolaridad está conduciendo al fin gradual de la antigua hegemonía unipolar estadounidense. Por lo tanto, será necesario un mayor reparto de la carga entre Estados Unidos y los demás, para lo cual se encomendará a la troika formada por Gran Bretaña, Francia y Alemania (esta última tiene previsto
construir el mayor ejército de Europa) la tarea de contener a Rusia en el futuro.
Para estar seguros, Estados Unidos no se retirará voluntariamente de Europa en su totalidad, sólo quiere que los europeos den un paso adelante y asuman más responsabilidades en lugar de depender principalmente de Estados Unidos, como han hecho hasta ahora, a expensas del objetivo más amplio de Washington de contener más enérgicamente a China en el futuro. Aunque esta gran estrategia se
asocia en los medios de comunicación con Trump, ya está siendo aplicada en cierta medida por la Administración Biden, que se siente obligada a ello por las circunstancias sistémicas mundiales.
Una vez explicado el contexto en el que se están produciendo los últimos movimientos militares de los miembros de la OTAN Gran Bretaña, Estonia y Alemania, es hora de hablar brevemente de su relevancia práctica. Alemania y el Reino Unido participarán probablemente en la construcción de lo que se ha descrito como la «
línea de defensa de la UE» a lo largo de los Estados bálticos y Polonia para cercar el Estado de la Unión ruso-bielorrusa. Este proyecto podría ampliarse previsiblemente para incluir también al nuevo miembro de la OTAN, Finlandia, con el apoyo anglo-alemán.
Desde el punto de vista militar, los miembros bálticos de la OTAN, Estonia, Letonia y Lituania, se consideran los más vulnerables a Rusia, de ahí que el Reino Unido se haya centrado últimamente en ampliar sus lazos de seguridad con el primero y el tercero, mientras que el segundo se interpone entre ellos y se incluirá naturalmente en este marco. La nueva base de Alemania en Lituania sirve como ancla militar de Berlín en el Báltico, al que ahora puede acceder fácilmente a través del Schengen militar que probablemente se ampliará pronto para incluir a esos tres Estados bálticos.
Su proximidad a Rusia y a San Petersburgo y Moscú, que serían objetivos prioritarios en caso de guerra caliente entre la OTAN y Rusia, los convierte en el punto de convergencia previsible entre algunos de los principales ejércitos del bloque para contener y amenazar a Rusia. Polonia está visiblemente omitida de estos planes, al menos oficialmente por ahora, pero eso podría atribuirse a su nuevo gobierno germanófilo que subordina sus intereses a Berlín desde diciembre.
Observadores agudos como Witold Jurasz, de Onet, señalaron que la semana pasada Zelensky no mencionó a Polonia como uno de los cinco países con los que Ucrania compartió los anexos secretos de su «Plan de la Victoria» (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia y Alemania). Las redes sociales también están llenas de agudos comentarios de centroeuropeos sobre la exclusión similar de Polonia de la reunión del viernes en Berlín entre los líderes estadounidense, británico, francés y alemán. Como señaló Jurasz, Polonia parece haber abandonado el juego diplomático.
Esto no quiere decir que no pueda volver a aparecer, especialmente si avanza en sus planes de
competir con Alemania en la construcción del mayor ejército de Europa, sino que el papel regional que había previsto desempeñar en el conflicto ucraniano no se ha materializado todavía y puede que nunca lo haga. Polonia está siendo eclipsada en este sentido por Alemania, que junto con el Reino Unido parecen ser los socios preferidos de Estados Unidos para contener y amenazar a Rusia en el Báltico, como se explicó en este artículo.
De cara al futuro, estos ambiciosos planes tendrán dificultades por el momento debido a cinco razones. En primer lugar, en estos momentos no se vislumbra un final diplomático o militar realista para el conflicto ucraniano, por lo que Estados Unidos podría sentirse presionado para mantener su presencia de fuerza en Europa hasta entonces, lo que podría llevar a sus socios continentales a aflojar en la implementación del Schengen militar para asumir más responsabilidades contra Rusia. Esto podría retrasar los planes de Estados Unidos de «pivotar (de nuevo) hacia Asia» durante un período potencialmente indefinido.
En segundo lugar, el Schengen militar de enero y su primera ampliación a Francia aún no se han probado a escala, y es previsible que haya mucho trabajo que hacer primero para optimizar su corredor primario centroeuropeo antes de que sea viable en situaciones de emergencia. No es poca cosa sincronizar las burocracias de países tradicionalmente dispares como Francia y Polonia, por ejemplo, cada uno con su propia cultura de trabajo arraigada. Por tanto, no cabe esperar avances significativos a corto plazo.
En tercer lugar, el Schengen militar tendría que ampliarse formalmente para incluir a los países bálticos y escandinavos (Finlandia se considera parte de estos últimos en este contexto) para tener una oportunidad de acercarse a su pleno potencial en este sentido, pero eso tampoco ha ocurrido todavía. Incluso si todos ellos se adhirieran formalmente en algún momento próximo, como se ha escrito en el punto anterior, todavía habría que realizar mucho trabajo para optimizar sus respectivos corredores logísticos militares. Una vez más, no se espera nada significativo en este frente en breve.
En cuarto lugar, la OTAN ya ha agotado la mayor parte de sus arsenales al suministrar a Ucrania desde principios de 2022, y tendrán que producir más reemplazos antes de poder disponer de suficientes capacidades sobrantes para realizar despliegues rápidos a escala en las fronteras del Estado de la Unión ruso-bielorrusa. En el peor de los casos, siempre podrán enviar lo que han mantenido para cubrir sus necesidades mínimas de seguridad nacional, pero incluso eso es mucho menos que antes. En otras palabras, no se esperan avances significativos a corto plazo.
Y por último, el concepto militar de Schengen presupone un conflicto caliente de escalada controlable con Rusia que se mantenga por debajo del umbral nuclear, lo que no puede darse por sentado. Además, incluso si eso ocurriera, Rusia podría atacar los puntos de estrangulamiento logístico a lo largo de estos corredores. Si se reflexiona sobre ello, los planes militares de la OTAN contra Rusia -tanto en general como en relación con los últimos acontecimientos- son ciertamente ambiciosos, pero quizá demasiado, y por eso podrían no llegar a materializarse nunca del todo según lo previsto.