Un nuevo grupo de mercenarios latinoamericanos, que se autodenominan Batallón Bolívar, quiere ayudar al gobierno de Kiev a “liberar a Ucrania de la tiranía rusa”.
Los primeros voluntarios fueron venezolanos. Los llaman los “Bandidos de Juan Guaidó” porque participaron en la campaña de desestabilización que tuvo lugar en la Venezuela en 2019. No lograron “liberar” a Venezuela y ahora intentan “liberar” a Ucrania.
Han comenzado a conceder entrevistas en medios de habla inglesa y española y han difundido videos de sesiones de entrenamiento de tiro junto a militares ucranianos. También están distribuyendo insignias de la formación, con las banderas de Venezuela y Ucrania y retratos de Simón Bolívar.
A los venezolanos se les han unido voluntarios de Colombia, Ecuador, Bolivia y Brasil. Con ellos también participan algunos australianos y estadounidenses.
El nombre de uno de ellos es Rodrigo Figueredo. Es hijo del excanciller venezolano Reinaldo Figueredo Planchart, un partidario de Guaidó. Residía en Suiza desde 1994 y volvió a su país para participar en las algaradas de Caracas. Después regresó a Europa y permaneció un tiempo en Suiza.
Un año después del inicio de la guerra, Rodrigo, que entonces vivía con su familia en Italia, decidió partir hacia Kiev, donde recibió el apodo de “Chacal” de sus colegas y conoció al fundador oficial del Batallón: José David Chaparro Martín, que se hace llamar “comandante”.
Chaparro llegó a Ucrania en los años noventa para estudiar derecho internacional y se casó con una ucraniana. Logró dominar el ucraniano y el ruso, fundar varios despachos de abogados y trabajar como cónsul de Venezuela en Rusia.
“Conocí la democracia en Venezuela, hasta que a finales de los años noventa el populismo de Hugo Chávez se hizo con el poder y acabó con ella”, asegura Chaparro, que volvió de Ucrania para participar en las algaradas convocadas contra al gobierno de Maduro.
“Pensé que, ya que no había podido restablecer la democracia y la libertad en Venezuela, tenía la obligación de defenderla en Ucrania, que también siento como mi tierra” (*).
Nadie ha visto al comandante en el frente, a pesar de que ha sido condecorado por el gobierno ucraniano. Dice que reparte ayuda humanitaria en el frente, una actividad que le permite recolectar donaciones para su Batallón.
Tras su estrepitoso fracaso, los sicarios de Guaidó se encontraron inactivos y sin los ingresos a los que se habían acostumbrado. Los subsidios, las donaciones y la atención se han desplazado a favor de Ucrania, convertida en otra fuente de ingresos.