Antonio Rougier
1.-Partimos de la siguiente definición de ética del filósofo español Alfonso López Quintas, cuyos conceptos siempre hemos valorado particularmente.
Ética: Disciplina que estudia la «segunda naturaleza» (ethos) que el hombre va adquiriendo a medida que desarrolla su vida.
Analiza el ideal que debe presidir tal desarrollo, las leyes que lo rigen, el papel positivo que juegan en él las virtudes y el negativo que desempeñan los victos.
La ética no ha de estudiar solamente si las «costumbres» humanas son buenas o malas, como podría pensarse al interpretar la ética como «moral», vocablo derivado del latín “mos”, costumbre. La ética debe analizar el tipo de segunda naturaleza (o personalidad) que el ser humano está «llamado» a adquirir a través de su comportamiento en la vida. Esa «vocación» peculiar del hombre pende de su modo peculiar de ser.
La ética que elaboremos en orden a regir y ordenar nuestra vida está determinada en principio por la idea que tengamos de lo que es el ser humano, de cómo ha de orientarse en la vida si ha de lograr los objetivos que están marcados en su misma naturaleza.
Para evitar el riesgo de configurar la ética de modo arbitrario, hemos de atenernos a lo que enseña la mejor investigación actual acerca de lo que es e implica el ser humano. No es fácil esta atenencia sencilla y fiel a las enseñanzas de la biología, la antropología, la filosofía, la teoría de la creatividad..., por cuanto la ética ha de regular nuestras acciones y puede quebrantar nuestros intereses egoístas y romper los esquemas que enmarcan nuestra conducta. (Alfonso López Quintás)
Si mal no interpreto a López Quintás, la ética consistiría en la “actitud” que un ser humano debería tener con otro ser humano. Y por supuesto, eso dependerá, como dice Quintás, del “concepto” que uno tenga del hombre, de la mujer, del ser humano.
El concepto de la persona humana, para la doctrina peronista o justicialismo, está en “el esquema” de la Doctrina Peronista o Justicialismo que compartimos en nuestro primer artículo en esta prestigiosa Revista “Geoestrategia”.
2.- El hombre es una dignidad (es el Principio fundamental filosófico)
2.1.- Es principio y fin en sí mismo (tiene valores individuales)
2.2.- Tiene una función social (valores sociales)
3.3.- Tiene valores espirituales (es armonía de materia y espíritu)
Nos parece fundamental aclarar el sentido “justicialista” de estos conceptos.
Principio:
En sentido ético o moral llamamos principio a aquel juicio práctico que deriva inmediatamente de la aceptación de un valor. Del valor más básico (el valor de toda vida humana, de todo ser humano, es decir, su dignidad humana), se deriva el principio primero y fundamental en el que se basan todos los demás: la actitud de respeto que merece por el mero hecho de pertenecer a la especie humana, es decir, por su dignidad humana.
Fundamental:
Que sirve de fundamento o de base. Que es muy necesario o muy importante para algo. Adjetivo que se utiliza para indicar todo aquello que sirve de fundamento o es lo principal en una cosa. Al referirse que es un fundamento debemos de entender el significado de la palabra. Fundamento es el principio o base de una cosa, es la razón principal o motivo.
Fundamental es sinónimo de primordial, importante, vital, esencial, elemental.
Filosófico:
La filosofía es también el espíritu, principios y conceptos generales de una materia, una teoría o una organización (política). Hace también referencia a una forma propia de entender el mundo y la vida.
2.1.- El hombre, la mujer, la persona humana es una dignidad.
"En el seno de la humanidad que soñamos, el hombre es una dignidad en continua forjación y una vocación indeclinable hacia formas superiores de vida”. (Perón, 9-4-49).
2.2.- El hombre, la persona humana es principio y fin en sí misma (tiene valores individuales)
“Nuestro sistema justicialista hace girar toda la actividad alrededor del hombre, a quien consideramos principio y fin de todas nuestras aspiraciones y nuestro trabajo”. (Perón, 1-08-1950).
“He afirmado repetidamente que el hombre es principio y fin de la comunidad organizada” (Perón en el Modelo Argentino de Proyecto Nacional)
“El hombre es principio y fin de la comunidad organizada, por lo que no puede haber realización histórica que avasalle la libertad de su espíritu. No hay organización posible si el hombre es aniquilado por un aparato externo a su propia existencia” (Perón en el Modelo Argentino).
2.3.- El hombre, la persona humana tiene una función social (valores sociales)
Verdad 17 del Justicialismo. – “Como doctrina social, el Justicialismo realiza la justicia social que da a cada persona su derecho en función social”
Verdad 16 del Justicialismo.- “Como doctrina económica, el justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social”
“Para realizar la economía social, vale decir para poner el capital al servicio de la economía nacional dándole como principal objeto el que representa el bienestar social, era menester que modificásemos algunos conceptos liberales y burgueses acerca de la propiedad.
“Por eso en nuestra concepción económica la propiedad no es un derecho individual absoluto sino relativo desde que tiene la propiedad no solamente una función individual que cumplir sino una función social” (Perón, 01-05-1950).
2.4.- El hombre, la persona humana tiene valores espirituales (es armonía de materia y espíritu)
La definición de la Doctrina Peronista o Justicialista, que tiene como finalidad suprema alcanzar la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación, mediante la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía política, armonizando los valores materiales con los valores espirituales y los derechos del individuo con los derechos de la sociedad".
La acción del Peronismo ha "asegurado un standard de vida suficiente, pero junto con ello, que representa los valores materiales en las conquistas del trabajo, ha dado una dignidad, que representa los valores espirituales”. (Perón, 5-VII-1950)
Resumiendo:
"Levantamos la bandera de nuestra doctrina en defensa del hombre... del hombre auténtico y total... materia y espíritu... inteligencia y corazón, individual pero social, material pero trascendente, limitado pero infinito. Así es el hombre para la Doctrina Justicialista del Peronismo, y con esa concepción enfrentamos a un mundo que se derrumba, precisamente por haber destruido al hombre, y nos proponemos levantarlo sobre sus ruinas hasta devolverle a las alturas de su excelsa dignidad humana". (Perón, en la clausura del IV Congreso Internacional de Cardiología, septiembre 5 de 1952).
3.- De cómo ha de orientarse en la vida (la persona humana) si ha de lograr los objetivos que están marcados en su misma naturaleza (Alfonso López Quintás).
El concepto del hombre, de la mujer, de la persona humana que hemos compartido, tiene un fundamento: el amor y sus consecuencias. La lealtad en lo personal, la solidaridad en lo social y la unidad en lo nacional.
3.1.- El amor es lo único que construye.
“Nuestra Revolución que está en marcha, se cohesiona detrás de cosas demasiado sagradas para sucumbir. Nuestros emblemas son: Dios, la Patria y la Justicia Social. A Dios lo seguimos a través de las palabras del Divino Maestro, haciendo que los hombres amen a su prójimo como a sí mismos; que todos los argentinos se unan detrás de ese amor, porque lo único que construye es el amor. La lucha destruye los valores, los hombres y las sociedades” (Doctrina Peronista, 1947)
“El alma argentina, bajo el signo de su prócer estirpe, ha sabido convertir el odio en amor; el egoísmo, en generosidad; la pasión vengadora, en alianza de firmes amistades. Las virtudes innatas del pueblo argentino inspiran los fundamentos de la política social y económica que propulsa la Revolución Nacional.
En este mundo atribulado y desesperado por la miseria, por la lucha y por la desazón, surge nuestra Argentina como un lugar bendito por Dios; surge, para ejemplo de las generaciones presentes, con su labor incesante y fecunda, basada en el amor del hombre por el hombre, en el amor a la Patria, en el amor al deber y en el amor a la verdad, que es lo único con lo cual se construye eternamente.
Cambiamos esa doctrina de lucha que representó el liberalismo, llevada hasta un extremo que permitía, la lucha de los hombres contra los demás hombres cualquiera fuese su actividad, reemplazándola por un sistema que puede llegar a ser más libre que el anterior, pero no por la lucha sino por la colaboración y la cooperación entre todos los habitantes.” (El Movimiento Peronista, tema 7.2.
“Para tener hombres decididos a defender la Patria es necesario, en primer término, que esos hombres sean fuertes y amantes de esa Patria, cuyo amor está generalmente en razón directa con la justicia que esa patria asegura para todos sus hijos. Por eso, nos hemos puesto a la obra de realizar en nuestro país un trabajo indispensable, para que no pueda existir la desgracia de ver la miseria, en medio de la opulencia” (Doctrina Peronista, 1947).
3.2.- La lealtad en lo personal.
“La lealtad es una virtud que elige sacrificio, riesgo, valentía, preocupación y cuesta además mucho trabajo. No es más que una forma superior del amor.
“La lealtad es una resultante del amor, porque el amor no se conquista ni se retiene sin lealtad que, a su vez, no es más que una forma superior del amor, lo que no está al alcance de cualquier desgraciado. (Ramón Carrillo, Ministro de Salud y Ambiente 1949–1954 de Perón)
“La lealtad es otra virtud definitoria del Peronismo.
De acuerdo con el concepto clásico, lealtad significa cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y del honor.
“Un hombre leal es un hombre en quien se puede confiar ciegamente; de ahí que esta virtud sea fundamental para nuestro movimiento, que es de ideas y de acción.
"La lealtad --lo ha expresado Perón-- es la base de la acción; lealtad del que dirige, lealtad del grupo hacia sus dirigentes. La lealtad no puede ser nunca condición a una sola punta". (Julio 24 de 1947).
En síntesis, para el Peronismo las virtudes principales son: la humildad, la dignidad, la generosidad, la sinceridad, el desinterés, la modestia, la solidaridad, la lealtad. (Filosofía Peronista)
3.3.- La solidaridad en lo social.
Importancia de la solidaridad.
Cuando nosotros decimos que para un peronista no debe haber nada mejor que otro peronista, estamos levantando la bandera de la solidaridad dentro de nuestras fuerzas.
Desgraciadamente, no la podemos levantar dentro de nuestros adversarios, pero cuando a ellos les decimos que queremos que en la Argentina todos estén unidos, les estamos levantando una bandera a favor de ellos dentro de nuestro movimiento.
En esto la conducción debe hacer hincapié de una manera profunda: no puede haber conducción sin acción solidaria. (Perón, Conducción Política)
Acción solidaria y doctrina.
La acción solitaria es también producto de la doctrina. Cuando todos los hombres piensan de una misma manera y sienten de un mismo modo, la solidaridad viene sola. Viene esa solidaridad que se consustancia con la vida misma de los hombres, esa conciencia colectiva, esa conciencia social por la que nosotros luchamos para que todos metan dentro de la bolsa y nadie se avive de querer sacar de la bolsa, pues lo que está dentro de ella se reparte entre todos. Cuando un peronista, aun en la acción política pequeña, quiere sacar ventaja para sí, está perjudicándose él mismo. Es tan ignorante y tan poco profundo, que no se da cuenta de que al proceder así hace un gran mal al movimiento, y que, si el movimiento fracasa, él va a ser uno de los fracasados, no un triunfador. Para que triunfemos cada uno de nosotros tenemos que empezar por hacer que triunfemos todos en conjunto; de allí saldrá el triunfo para cada uno en la medida que cada uno lo merezca, si hay justicia; y si hay injusticia, hay que soportar virilmente los golpes y tratar de llegar más lejos que los demás que no posean esas virtudes. (Perón, Conducción Política)
3.4.- La unidad en lo nacional.
“La unión de los trabajadores es etapa fundamental en el camino de la unidad nacional”. (Perón, 1º-05-1950)
La Doctrina Nacional es el conjunto de los principios fundamentales cuya unidad de concepción promueve la unidad de acción, base indispensable de la Unidad Nacional.
“Ninguna Nación que no haya conseguido unir a sus hijos puede aspirar a grandes destinos.” (En Pergamino. 27-VIII-44.)
“La lucha de argentinos contra argentinos debe cesar, si anhelamos de buena fe hacer una Patria grande y poderosa” (En Pergamino, 27-VIII-44.)
“Hemos iniciado una nueva política, unir a todos los argentinos” (En Pergamino. 27-VIII-44.)
4.- Venciendo al egoísmo por la comunidad organizada.
El egoísmo:
El egoísmo es la pobreza de alma característica del hombre sin evolución, del hombre que cede siempre a sus intereses mezquinos, del que se deja vencer por los reclamos inmediatos de su yo.
Es el vicio predominante de la sociedad capitalista, pues es la actitud exaltada por el individualismo, para el cual la lucha de todos contra todos es la única forma posible de convivencia.
Siempre denota pobreza de espíritu, ignorancia de cosas fundamentales. En efecto, el egoísta es un pobre de espíritu, porque como ignora las inmensas potencias de que es propietario, cree que al dar algo se le va la vida.
Vive acurrucado muñéndose de frío, porque no se tiene confianza. No sabe que, si se incorporara valientemente arrojando lejos de sí su chico interés, adquiriría una capacidad de comprensión, de humanidad, que haría de él un ser de más valor para sí y para los demás.
Pero el egoísta no es responsable de su egoísmo, en la mayor parte de los casos; como el enfermo, en el mismo porcentaje de casos, tampoco es responsable de su enfermedad.
Los responsables de estas fallas son las miserias sociales que castigan al hombre.
Las enfermedades del alma, como las del cuerpo, desaparecen en nuestro país. El hombre, agrandado por la solidaridad, recuperada la confianza en sí mismo por el entusiasmo que le infundió Perón, se reconcilia consigo mismo y con sus semejantes.
Todavía necesita un tiempo de confirmación de su alegría, necesita mucha solidaridad y amor, pero el gran paso ya está dado (Filosofía Peronista, 1954).
"Nosotros hemos elegidos una nueva filosofía, suprimiendo el individualismo egoísta que reinó en nuestro país durante tantos años y reemplazándola por un sentido solidario y altruista de la comunidad". (Perón, en el Teatro Nacional Cervantes, noviembre 26 de 1953)
“El individualismo sostuvo siempre, en la teoría y en la práctica, la actitud del hombre contra el hombre..."todos contra todos y la existencia como un palenque donde la hombría puede identificarse con las proezas del ave rapaz". Levantó el estandarte del "homo homini lupus" (hombre lobo del hombre), tras el cual la humanidad gimió por los caminos de la humillación y el odio. Rebajó al hombre a la categoría de bestia, al hacer de su egoísmo el motor que impulsara su pensamiento y su acción, pues el egoísmo significa estancamiento, mantenerse en la etapa primaria de la evolución de la especie humana” (Filosofía Peronista 1954).
“El hombre humilde es profundamente solidario. El hombre de Pueblo vive consustanciado con las manifestaciones básicas de la vida, está saturado de energías vitales y es la vida misma la que le enseña que el egoísmo es la muerte y que el altruismo es el aliento vital (Filosofía Peronista 1954).
5.- La ética del justicialismo peronista.
(Todo lo que sigue es de Filosofía Peronista 1954)
"Si hemos cambiado la filosofía, debemos reconocer que hemos cambiado también la ética, y en consecuencia, hemos de cambiar la psicología, la pedagogía y la sociología en sí. Estos cambios se imponen porque se ha cambiado la base de nuestra concepción filosófica de la vida argentina. Es indudable que esto es, en medio de la simplicidad más absoluta, lo más trascendente que podemos realizar en el Pueblo Argentino". (Perón, ante miembros de Cooperadores Escolares, noviembre 26 de 1953).
La ética, tomada de modo realista y viviente, es una materia de interés capital para el hombre, pues en ella se discuten las normas que han de guiar su conducta, y la conducta del hombre es el pedestal de su felicidad o de su desdicha, así como lo es también de la felicidad o la desdicha de los que lo rodean. "Es en la conducta de cada hombre donde se encuentra su perdición, jamás en la conducta de los demás". (Perón, con motivo de la reforma de la Constitución, septiembre 3 de 1943).
Decimos "tomada de modo realista y viviente". Para subrayar que, en este punto, como en todos los que abarca nuestra materia, el método que empleamos se caracteriza porque va a la raigambre viva del problema filosófico, poniendo de manifiesto el carácter político-social del mismo. De acuerdo con este planteo inicial observamos:
1º).- El método de encarar el problema filosófico, ahondando en la realidad viva del hombre y la sociedad, aplicado a la ética, nos muestra que, a través de un conglomerado de sistemas éticos variados y contradictorios, se deslizan dos corrientes fundamentales:
- a) la ética popular,
- b) la ética antipopular o sea la de aquellos grupos dirigidos que cimentaban su poder en la opresión del Pueblo.
A través de la historia, siguiendo un camino bien nítido en el primer caso y zigzagueante en el segundo, se deslizan las dos corrientes fundamentales antedichas.
2º).- Consecuente con este enfoque, el Justicialismo incluye en esta materia muchos temas que antes eran privativos de lo que se llama "política".
Los partidos políticos hablaban exclusivamente de "política", dentro de la cual entraba todo, lo bueno y lo malo.
El peronismo habla más de ética que de política, porque el concepto superior que el hombre le merece determina que la actividad del Estado se convierta en una actividad moral. De ahí que haya dicho Perón que "Ser Peronista o justicialista es más un sentimiento que un partido político; un estado espiritual que un estado político". (Ante la colectividad árabe, agosto 30 de 1950).
Para los peronistas, guiados por la filosofía de la acción y por la ética de la acción de nuestro Conductor, un hombre deshonesto, es siempre deshonesto, cualquiera sea su situación social, aunque sea un político, y aunque se haga pasar por peronista.
Este concepto muestra la vitalidad y firmeza de nuestro movimiento, así como la decisión del Líder y de su Pueblo de llevar hasta sus últimas consecuencias justicialistas nuestra Doctrina.
3o).- La ética peronista no se queda en el planteamiento teórico de los problemas, sino que apunta a la conformación real del hombre moral, partiendo de cómo es hoy, para llegar a cómo debe ser.
Por lo tanto, nuestra ética no expone una lista de "cosas" llamadas "buenas", que se pueden hacer, y otra de "cosas malas" que no se pueden hacer, como se repetía en nuestra enseñanza; enseñanza tan desvitalizada, que presentaba los grandes problemas que agitan a la humanidad sin el hálito indispensable para que el que estudia sienta la afinidad entre sus problema personal y social y el problema que está estudiando.
Nuestra ética enseña diariamente al hombre de Pueblo cómo debe proceder para vivir con autenticidad, de acuerdo con la noble realidad que lo conforma y en concordancia con el derecho natural que lo protege.
Y esto lo hace educando al Pueblo con el ejemplo de la vida diaria de Perón y con el ejemplo inmortal de la vida de Eva Perón.
Antes de exponer el concepto de ética peronista, vamos a hacer una exposición somera de las principales concepciones que se han desarrollado a través de la historia.
Con el objeto de comprender más profundamente el valor popular, humanista y cristiano de la ética peronista, haremos una breve exposición de los sistemas éticos que han tenido más trascendencia en la historia, enfocándolos desde nuestra posición.
La ética a través de la historia (en apretada síntesis)
a).- A través de un conglomerado de sistemas éticos variados y contradictorios, se deslizan dos corrientes fundamentales: la ética popular y la ética antipopular.
b).- La ética peronista abarca temas que antes eran privativos de la política.
c).- Tampoco se queda en el planteamiento teórico de los problemas, sino que apunta a la conformación moral del hombre de manera efectiva.
Edad Antigua: Sócrates y Platón sustentan teorías "intelectualistas pues afirman que el conocer, que es actividad de la inteligencia, hace al hombre moral. Esta es una posición antipopular y contraria a la experiencia. Antipopular, porque como el conocimiento siempre estuvo vedado al Pueblo, por egoísmo de las oligarquías, con este planteo también le negaban la moralidad. Contrario a la experiencia, porque la vida diaria nos muestra hombres sabios y amorales y, por el contrario, hombres "sin escuela", pero profundamente morales.
Aristóteles, intelectualista moderado, sostiene que el hombre busca el bien, la felicidad, pero dada su naturaleza social, esta felicidad sólo la alcanza en la comunidad.
Edad Media: La moral cristiana, caracterizada por la honestidad, la sencillez y la hospitalidad, predomina en las capas populares, mientras que en las capas privilegiadas se observa la mayor diversificación moral, ya que ella está sujeta a las arbitrariedades de cada señor.
Edad Moderna: Mientras el Pueblo guarda celosamente los preceptos morales de Cristo, ajenos a esta realidad se perfilan diversos sistemas éticos, siendo el más importante el de Kant que sostiene que hombre moral es el que obra por deber. Esta concepción moral que deja de lado a los sentimientos naturales que inclinan a los hombres hacia el bien, fue un excelente instrumento en manos del capitalismo.
Edad Contemporánea: En la práctica la ética antipopular adquiere caracteres brutales. Frente a ella se da la sencilla moral del Pueblo, de raigambre cristiana. La ética peronista hunde sus raíces en esta moral popular y da jerarquía de postulados, dentro de un sistema orgánico, a las simples verdades evangélicas.
"El uso feliz de la libertad está en absoluta relación de dependencia con el grado ético alcanzado. La libertad puede ser permanente en los Pueblos que poseen una ética, y es ocasionalmente circunstancial, donde esa ética falta". (Perón, artículo publicado en "Mundo Peronista", septiembre 15 de 1951).
La libertad es para el peronismo el medio que posee el hombre para llegar a su realización como tal.
La libertad puede ser interna y externa: ambas constituyen la libertad integral, como ya hemos dicho. La primera es condición básica para la segunda.
Para poseer libertad interior el hombre debe ser dueño de sí mismo y este dominio sobre sí lo alcanza cuando sabe vencer las pasiones egoístas y se perfecciona en la bondad, la cual implica el altruismo, la generosidad, etc. Si no, no es libre, es esclavo de su egoísmo.
La ética peronista aspira a encauzar cada una de las voluntades en el sentido del bien, para lograr de esa manera formar voluntades libres.
Para lograr ese objetivo, enseña el ejercicio diario de las virtudes. "Los hombres que no están animados de la prudencia que dan las virtudes, suelen ser elementos negativos en la vida de los Pueblos". (Perón, ante directores e inspectores de enseñanza de la Provincia de Buenos Aires, abril 24 de 1953).
La virtud es una cualidad adquirida. No existe en el ser humano por la sola acción de la naturaleza; pero por naturaleza el hombre es capaz de virtudes; luego el hábito las desarrolla.
Las virtudes se adquieren después de haberlas practicado. Así un hombre es valiente después de haber practicado actos de valor. Quiere decir que este hombre tiene naturalmente una capacidad de valentía, pero sólo en la práctica de actos de valor se configura un individuo valiente.
Para Kant, la virtud es la fortaleza moral en el cumplimiento del deber.
Para el peronismo, la virtud es un hábito que establece en el alma armonía y equilibrio.
La virtud es la salud del alma, así como el vicio es su enfermedad.
En cambio, hay quienes consideran a la virtud como un renegar de sí mismo, pues sostienen que ella radica en el desprendimiento de los vicios y de la fuente de ellos, que es el cuerpo; en el alejamiento de todo sentimiento y aun de la inteligencia, pues ésta es fuente de muchos vicios, como el orgullo, la falsa ciencia, etc. ¡En qué consiste pues, dentro de esta concepción, la virtud!
En una renuncia total a la realidad integral del hombre ya que, si se considera que el cuerpo, los sentimientos, la inteligencia, dan origen a los vicios, al final, ¿qué queda del hombre?, sólo queda un hombre abstracto, con voluntad, pero sin materialidad, es decir, un hombre inexistente.
Del otro lado, los materialistas individualistas sostienen que las virtudes son convencionalismos falsos; lo único que debe primar es la realización del hombre en todas sus aspiraciones y posibilidades, pues lo único que importa es el interés personal.
Estiman que, para el individuo, fuera de sí mismo, no puede haber autoridad que enjuicie el alcance de sus actos. La vida es un campo de lucha de egoísmos, en el cual el hombre que triunfa es el que tiene razón; por lo tanto, ha procedido moralmente. Es la moral de los vencedores.
Esta es la corriente que refuerza Nietzsche con su concepción del super hombre, para quien no hay moral, sino una reafirmación perpetua del puro afán de vivir.
La ética peronista no puede estar de acuerdo con ninguna de estas concepciones; ella parte del hombre considerado armonía entre cuerpo y alma; por lo tanto, a la virtud la debe alcanzar como realidad integrada por materia y espíritu, no renegando de una o de otro.
Consecuente con tal criterio, Perón ha declarado: "No concibo ni he concebido jamás que un hombre pueda vivir una vida plena sin un cuerpo que sienta y sin un alma que exprese los sentimientos que ese cuerpo experimenta.
De la misma manera, no concibo a una nación moderna que a su cuerpo y estructura orgánica no los acompañe con una verdadera alma colectiva, que es el sentimiento y el pensamiento de todos sus habitantes.
La Nación que no posea esa alma colectiva no es una comunidad, es una turba cuyo sentido no tiene orientación y cuyos sentimientos no tienen un objetivo para vivir su vida. Las naciones y los pueblos, como los individuos, valen por lo que sienten más que por lo que son y por lo que serán. (Perón, Ante delegados de la C.G.T. en el Teatro Colón, 14 de enero de 1953).
La virtud, para la ética peronista, no exige el desprendimiento de la vida, sino el apego a ella, pues nuestra filosofía es filosofía de la vida.
De la vida, armonía de fuerzas que surgen del fondo inescrutable de la materia y del espíritu.
De la vida, crisol de ideales que impulsan al hombre a la conquista diaria de su perfección.
De la vida, cadena sin fin de posibilidades. Nuestra filosofía es filosofía de la vida, no de la muerte; y nuestra ética enseña al hombre cómo debe proceder para vivir plenamente, con autenticidad, sin desnaturalizarse.
La ética peronista lleva al hombre a alcanzar la virtud en estrecha relación con sus semejantes, pues solamente con ellos y en medio de ellos puede labrar su propia felicidad. Por eso, en la lucha diaria por una sociedad más feliz, el hombre peronista se supera y alcanza la perfección dentro de sus dimensiones humanas.
"El mal de los Pueblos no está a menudo en la falta de capacidad de sus gobernantes, sino en la ausencia de virtudes de sus hombres". (Perón, ante la concentración popular realizada en el Parque de Mayo de San Juan, septiembre 9 de 1944).
Dado que sólo puede ser feliz el hombre libre y que la libertad interior sólo se alcanza por el camino del altruismo, al que se llega por la práctica de las virtudes, se explica que este punto, virtudes y vicios, sea capital para el Justicialismo.
Nuestra ética entronca en la corriente viva de la ética popular que siempre guardó en lo más profundo de sí las enseñanzas de Cristo.
La ética peronista da nuevo soplo vital a la moral que Cristo predicó: por eso ha dicho Perón que su Doctrina no es nueva, que hace dos mil años ya se había iniciado. "He luchado por cumplir lo que desde hace dos mil años ya está anunciado y practicado, y que el mundo había olvidado". (Ante Religiosos de la Orden Franciscana, octubre 5 de 1948).
Las virtudes que señala la ética peronista son de origen popular, pues el Pueblo es el heredero de los trabajadores de todos los tiempos. Los trabajadores son los que han forjado el progreso material y moral de la humanidad. Por eso Perón ha dicho que lo mejor que tenemos es el Pueblo, los trabajadores, en el sentido de que son los que tienen más virtudes.
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Anexo: La vocación cipaya
Diego Chiaramoni
El Diccionario de la lengua española, define cipayo como “soldado indio de los siglos XVIII y XIX al servicio de Francia, Portugal y Gran Bretaña”. Etimológicamente, el término parece derivar del portugués sipay y éste, del persa sepāhi que significa “soldado”. Hasta aquí, la definición remite a un hecho histórico, pero a continuación, el mismo Diccionario agrega una segunda definición y aclara: despectivo “secuaz a sueldo”.
En nuestra Argentina – hablo de mi país porque es el único que conozco, aunque las miserias del hombre son universales -, siempre existieron dos clases de hombres que, fenotípicamente, constituyen a su vez dos amplias miradas. Montemos dramatúrgicamente una escena para hacer patente aquello que queremos expresar:
Un hombre dispone de una silla al borde de las aguas en el Puerto de Buenos Aires. Nuestro personaje imaginario puede elegir la orientación de esa silla, y entonces, o se sienta mirando las aguas, allende nuestros mares, hacia Europa (y cuando decimos “Europa”, no decimos “España”, dadora de la lengua en la que nos entendemos y de la fe de nuestros mayores); o se sienta mirando a la Pampa, es decir, hacia el interior, hacia la profundidad del suelo nutricio.
Estas dos actitudes se han encarnado a través de los tiempos, en diversas figuras de nuestra historia, tejiendo la urdimbre de una verdadera tensión dialéctica. Así desfilan, por ejemplo, Moreno y Rivadavia vs Liniers y Saavedra; Echeverría y Sarmiento vs Rosas y Quiroga; o más acá, Irigoyen y Perón vs Uriburu y Rojas; incluso -genialidades literarias aparte-, el genial Borges vs el patriota Marechal. En este sentido, recordamos a Don Arturo Jauretche quien escribió alguna vez: “Si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende”.
Existe en esta tierra una irresistible vocación, un incontenible erotismo, una indomable atracción a querer ser empecinadamente otros. Fenomenológicamente podemos describir dos tipos de cipayismo, a saber: en primer lugar, existe el cipayo a sueldo, es decir, el mercenario. Es el tipo que trabaja en contra de los intereses de su tierra engordando su bolsillo y prostituyendo su espíritu. Generalmente actúan a la sombra y en íntima relación carnal con los resortes del poder. En segundo término, encontramos el cipayo ad honorem, aquel que, fruto de su disponibilidad psicológica, va por la vida siempre presto a mirar de soslayo lo propio y enaltecer lo ajeno, incluso –y de eso se trata en el fondo -, aunque esas fuerzas ajenas apetezcan lo propio. Son los mismos que dicen, por ejemplo, que cuando en 1806 nos invadieron los ingleses, estuvo errado el pueblo que luchó para echarlos a patadas, lanzando aceite hirviendo desde las azoteas; por el contrario, la actitud correcta era recibirlos con pastelitos criollos y té de Ceylán. La honda sabiduría castellana acuñó un refrán que bien le cabe a este tipo de cipayos: son aquellos que “comen pepino y eructan jamón”.
La pregunta se impone entonces: ¿Y por qué sucede eso? Creemos que también son dos los elementos que pueden orientarnos en esta elucidación: el desarraigo y el resentimiento. El desarraigo es la actitud propia del hombre inauténtico, de aquel que aspira a la novedad constante. Para él, el arraigo es un jaque mate a su libertad y la fidelidad es aburrimiento. Por ello, su condición existencial –lo ha visto muy bien Heidegger – es carecer de morada. El cosmopolitismo, expresado en esa especie llamada “ciudadano del mundo” es el eufemismo que nuestro tiempo acuña para esta clase de anémicos espirituales. Por otro lado, el resentimiento, al que Max Scheler definió como una “autointoxicación psíquica”. El resentido siempre va en contra de sí, y por extensión, de todo rasgo de identidad. Sobre el terreno de esa amarga incapacidad de valorar lo propio, germina la militancia odiosa de vituperar el valor que por pusilánime no puede encarnar.
Ahora bien, no solo los políticos y algunos despistados asumen esta vocación cipaya. Existe una runfla indeseable que podríamos llamar “elites intelectuales” que son los principales apóstoles del cipayismo ideológico. Egresan de nuestras Universidades y minan los medios de comunicación. Son los que han aprendido moral a la holandesa, feminismo a la francesa e indigenismo según la versión sajona y que enseñan todo ello al pueblo, con “caridad” iluminista.
Es este un tiempo de indigencia en el que nuestra tierra sufre por la expoliación de sus recursos materiales y por la renuncia a la conciencia de la identidad, en síntesis: un tiempo de crisis de soberanía. Y seguimos preguntándonos: ¿De dónde brota la afición a lo extranjerizante? ¿Cómo puede experimentarse tanta empatía con las oligarquías financieras de aquí y de allá? ¿Quién les ha hecho creer que se puede ser uno mismo creciendo en lo impropio?
La vocación cipaya ha sido lúcidamente expuesta por Eva Perón, y con ello cerramos: “Triste el pobre que oliendo bosta se cree dueño de las vacas”.