Duzan Ávila
Difícilmente pasa un día en los tiempos que corren que las mareas de tinta y clics en las que malamente chapaleteamos no nos sorprendan…para mal. Si del ágora griega se decía que era el lugar de los alegatos (sofístico/retóricos o crítico/dialécticos según fuera el caso) a las nuevas plazas virtuales que hoy cumplen ese rol podríamos catalogarlas de verdaderas estanterías del exabrupto y la palabra alarido.
Las redes sociales serían, en tanto el ágora que nos toca, el campo florido de las memeces. O lo que es lo mismo, el espacio donde las ideas de los menos, expuestas como memes, son difundidas y repetidas por altoparlantes interesados (y sofisticados) por razones pocas veces bien intencionadas. Es tarea imposible desentrañar la madeja de intereses que mueven los muchos hilos que jalonan o frenan, según convenga, determinadas ideas, idioteces e idiotas. Muchos son los intereses de particulares y grupos entrelazados en symploké, como las espadas de los antiguos guerreros en la batalla.
Esclarecer de alguna manera esta barahúnda de ideas e intenciones, que empujan al amor o al odio según convenga, es, en parte, la tarea del filósofo sea este un profesional del gremio o no. Las más de las veces, como la mecánica general del teatrillo de los muñecones nos es desconocida, o no se poseemos tiempo ni espacio para exponerla en su total magnitud, no queda otro remedio para quien quiere hablar del tema, que limitarse a señalar. Este intento ‘deíctico’ (de a apuntar con el dedo), busca no más que denunciar cuando se está en presencia de alguna de las cuerdas que guía el titiritero. El lector avisado decidirá entonces a su cuenta y riesgo, si sigue el hilo de Ariadna, aun a riesgo de que este le lleve hasta la punta del cuerno del minotauro.
Esta breve crónica…o lo que sea que el presente texto constituye, se mueve precisamente en estas coordenadas. No se busca revelar ninguna teoría acabada, sino meramente apuntar hechos, acaso evidentes para las mayorías de los asiduos a esta casa de letras. Parte de la hipótesis que tan malamente se expone, viene ya revelada por el título que nos encabeza. En tal sentido, habrá notado quien lea este texto que los buenos “medios masivos” de eso que algunos llaman de el “Occidente”, nos atragantan día sí y otro también, con un puñadito (no tan grande ojo) de ideas-fuerza, que buscan dibujar un mapita simplón del mundo que nos rodea.
Si el amigo lector percibe una insistencia superlativa en el empuje de estas teorías, note que esto viene dado no tanto por el interés de que se sostengan como dé lugar (que también), sino por el hecho de que la mayoría de las ideas y lógicas sobre la realidad vendidas a mansalva son tan endebles que no avanzarían por sí solas ni medio metro. De aquí la necesidad de las ingentes cantidades de recursos puestos en su difusión y mantenimiento. Tales ideaciones son, por así decirlo, los bloques con los que se erigen las nebulosas ideológicas en las que nos movemos, nos guste o no, entre los escombros de esta decadente civilización.
Si seguimos a Marx aquí, un poco a Gustavo Bueno, estaremos de acuerdo que las más de las veces tales ideologías no son más que una falsa conciencia, que unos grupos impone a otros por cuanto ello les beneficia y no tanto porque estén de acuerdo o crean visiones del mundo con las que se nos intenta catequizar. A poco que se preste atención a la barahúnda de idioteces que a diario sueltan sin empacho alguno redes, medios y mediocre de desinformación masivos, se podrá notar que independientemente del tópico en cuestión o de la envoltura formal del mensaje, algunas intenciones parecieran que se repiten o que se mueven en lo profundo de este ‘caldo de cultico’ espeso.
Las repeticiones constantes de ciertas categorías presentes en el ruido estático de los medios nos permiten concluir que, entro tras muchas intenciones, pareciera que se busca convencernos de las bondades, por ejemplo, de la esterilidad, la insalubridad y la estulticia. O lo que es mismo y dicho en castizo cervantino, que algunos quieren que otros permanezcamos estériles, enfermos y estúpidos.
El primero de estos senderos ideológicos, el que nos lleva a la disminución o la minusvaloración, del impulso de reproducirnos como sujetos, como grupo y en última instancia como especie, lo pavimentan disimiles y abundantes ideas. Por ejemplo, aquella que reza que “los hijos son una carga”, un “obstáculo a nuestra libertad”, un “virus o una malformación anatómica en el cuerpo de las mujeres”, o un “altísimo factor contaminante” que contribuye significativamente al deterioro del medio ambiente y al cambio climático. Sería largo de enumerar aquí, por lo cual no me detendré en ello, pero basta con que el amigo lector no más aruñe las redes, y encontrará decenas, sino cientos de artículos “serios”, publicados en sitios altamente “verificados”, invitándole a no reproducirse por estas y otras muchas (seguramente “demostradas”) sólidas razones.
En cuanto a la segunda vía, la que nos conduce al deterioro de la salud, no son escasas las loas que hoy se cantan al sobrepeso y la obesidad, sobre todo de mujeres y niñas. No son escasas las campañas, pagadas muchas de ellas con dinero público, para que se acepte el sobrepeso como una cualidad del ser. Mediante estas, más que a aceptar a quien a devenido obeso, lo que se invita a normalizar un problema amplísimamente reconocido de salud pública, de cuyas consecuencias hasta hace no tanto se alertaba desde las instituciones médicas.
Cada vez más, se convierte en un estigma hablar del sobrepeso corporal como un problema de salud y la tendencia es a “aceptarlo” como otra de las mil y una formas en las que se manifiesta sacrosanta “diversidad”. El núcleo de esta esta lógica, es que se nace, o se “es” obeso, ignorando o directamente prohibiendo que se tenga este estado como una condición a la que se arriba por disímiles y ciertamente complejas razones. Lo máximo que se tolera en un sentido no esencialista, es que el sobrepeso es una elección personal que hay que respetar, aceptar, querer y en sus extremos más delirantes, desear.
Por último, y en lo relativo a estulticia activamente promovida desde múltiples instituciones, aquí los ejemplos son tanto que se atropellan. Creo que esta es las más evidente de todas, pues pasan 24hrs sin que leamos, escuchemos, o veamos las redes literalmente inundadas de comportamientos, patrones y teorías que nos ponen a dudar seriamente si realmente descendemos de animales tan inteligentes y excelsos como los homínidos, y no directamente de los cangrejos, con todo el respeto que me merecen esos buenos crustáceos.
Aquí, no hay ni siquiera que acudir a eso que llamas “el vulgo indocto”, pues bastaría prestar un poco de atención a lo que dicen el 95% de los políticos que nos mal-gobiernan en casi todas partes, para comprender como está el patio. Aquí, solo citaré como ejemplo un texto compartido por un amigo lúcido, titulado de la siguiente manera: “If You Read To Your Kids, You’re ‘Unfairly Disadvantaging’ Others”. Traducido al buen cristiano, el chorizo sería algo así como: “Si lees a tus hijos, estás «perjudicando injustamente» a los demás”. A primera vista, parecería que se trata de un chiste o de algún desatino de los tantos que abundan en la triste historia del género de los esperpentos. Pero lo cierto es que no, se trata de un texto real publicado en un medio que pasa (o al menos eso pretende) por serio y respetoso.
Me perdonará el respetable que no coloque el enlace al libelo ni mencione el nombre autor en cuestión, pues a ninguno prendo darles promoción. En cualquier caso, el interesado puede simplemente poner el título en internet y los encontrará a ambos de inmediato. Lo interesante aquí no es tanto que haya alguien que escriba, si se me permite la expresión, semejante majadería. Lo verdaderamente asombroso del asunto es el tono del articulucho, donde este dizque “profesor” (de filosofía, como no podría ser de otra manera) nos ilumina desde su estatura intelectual, y peor aún, moral, sobre los daños sistémicos que constantemente unos hacen a otros. Según el “philosopher” con la injustísima costumbre de leer cuentos antes del sueño a los que aún no tienen ni la más tierna idea de qué es mundo, los ponemos en situación de ventaja frente a otros que no han tenido esta “suerte”.
Frente a estas y otras muchas teorías vinculadas a partes de la realidad que nos envuelve habría mucho decir y analizar. Al menos una de estas cuestiones a determinar, si es que ello es posible, sería a quienes beneficia que sean estas, y no tras, las ideas que pululen en las terminales mediáticas que a todos acceden. Por otra parte, sería interesante saber a quienes van dirigidas estos virus del pensamiento, pues aquí no caben abstracciones del “nos”, pues a “algunos” y no a “todos” van dirigidos estos dardos.
En este sentido recomiendo, pues no me es posible adentrarme en profundidad en la cuestión, que se atienda siempre a la pluralidad de intereses y grupos que compiten en todas partes. No se ceda a la tentación maniquea de creer que hay solo unos que son buenos y otros solos que son los malos. Por poner un ejemplo común, y solo este, en algunos círculos se suele creer que el interés por la esterilidad generalizada viene dado por la intención de destruir ‘La Familia’. Ante esta hipótesis, habría que hacerse la pregunta obvia: ¿Quiénes quieren destruir y a qué familia específica es a la que se apunta? A lo que se podría añadir siguiendo este hilo, ¿acaso esta “Familia” no es la hasta ahora conocida como la “tradicional occidental y cristiana” familia burguesa? O, dicho de otro modo, ¿la familia ‘canónica’ de clase media o quienes aspiraban a serlo?
Esta, por supuesto, es solo una hipótesis, no es una tesis acaba ni busca serlo. Es acaso una pregunta que yo mismo me hago. Aun así, quizá, solo quizá, las explicaciones relativas a otras dos tendencias, la enfermedad y la estulticia, no anden tan alejadas de la primera, muy vinculada a la demografía de algunos grupos o clases sociales.
En fin, por desgracia hay todavía mucha tela por donde seguir cortando este lastre. Seguramente, algunos pensarán que el asunto no va a mayores, pues va contra toda lógica conocida. Pero la cuestión se hace cada vez más seria, cuanto más queda demostrado que las ventanas de Overton son las favoritas en la arquitectura postmodernista. Yo por si acaso seguiré, como hasta ahora, nadando a contracorriente a pesar de opiniones y opinadores, y seguiré intentado ser padre, vigilando el peso y a la espera de leerle cientos de libros y cuentos a mis futuros hijos en las noches.