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La ecología nostálgica de la extrema derecha

La ecología nostálgica de la extrema derecha

Por Administrator
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directorelespiadigitales/8/8/23
lunes 20 de enero de 2025, 22:00h
Stéphane François
Existe una forma de pensamiento ecologista, propia de la extrema derecha, que es heredera del romanticismo político alemán del siglo XIX y principios del XX, la cual desearía volver al modelo civilizatorio y societal de las sociedades paganas europeas. Esta forma de ecologismo, que podemos calificar de identitaria, surgió en la década de 1970 en el interior de lo que hoy se denomina como «Nueva Derecha». Esta ecología se inspiró en la «revolución conservadora» alemana, que tenía muy poco en común con el cristianismo, sobre todo en su franja más radical, es decir, el movimiento völkisch, heredero del romanticismo político y cuyo representante más eminente es el filósofo Martin Heidegger.
Nuestros diversos estudios sobre la ecología de extrema derecha nos han permitido identificar cinco características significativas que permiten definir la ecología identitaria:
  • Pretende ser identitaria en el sentido de que promueve la civilización europea y sus orígenes étnicos, con el objetivo tanto de redescubrir sus fuentes como de proteger su continuidad (cultural y étnica).
  • Está arraigada en la preservación de las particularidades locales y regionales del conjunto etnocultural indoeuropeo. Las diferencias se aceptan en un marco de unidad étnica, histórica y religiosa.
  • Paganismo: Ddado que el cristianismo ha socavado la armonía cósmica entre el Hombre y la Naturaleza característica de las religiones paganas indoeuropeas, el paréntesis cristiano debe cerrarse.
  • Mixofobía: la ecología «real» (es decir, la ecología identitaria) es una ecología de las poblaciones. Para preservar los biotopos (es decir, las etnosferas), hay que rechazar tanto el asentamiento de poblaciones inmigrantes (no autóctonas) como el mestizaje en suelo europeo.
  • Localismo: el objetivo es consumir productos locales. Detrás de esta defensa del AMAP (1) y de otras organizaciones, se trata de promover una forma de autarquía continental en línea con las teorías nacional-revolucionarias. También se trata de rechazar la globalización económica y la uniformización de las prácticas culturales.
La ecología, ya presente en la extrema derecha desde la década de 1970, se convirtió en un tema clave para la extrema derecha a partir de 1990, cuando los grupos más radicales se volvieron antimodernos (es decir, abandonaron el occidentalismo, muy extendido en su seno entre 1960 y 1970). Además, esta forma de ecologismo se asocia a un rechazo de la globalización, considerando a los inmigrantes como especies invasoras que destruyen un biotopo, en este caso el de los pueblos «blancos» (es decir, europeos o descendientes de europeos) que hay que preservar. Hoy en día, este pensamiento de extrema derecha se hibrida con otras corrientes de la ecología política, en particular el movimiento antibelicista, y algunos de sus temas (localismo, antiglobalización, rechazo de la tecnología, defensa de los pueblos indígenas, etc.) son comunes a los defendidos por los distintos movimientos ecologistas.
Ya en la década de 1970 el periodista y escritor «socialista europeo», regionalista y neoderechista Jean Mabire escribía: «No veo por qué debemos proteger las razas animales y dejar que los pueblos perezcan tal y como han sido formados por miles de años de larga paciencia. La verdadera ecología significa salvar a las ballenas. Pero también a los tuaregs y a los zulúes, a los vascos y a los serbios, a los flamencos y a los bretones, a los escoceses y a los estonios».
De hecho, la ecología de extrema derecha no está separada de otras tendencias verdes. En 1990 activistas de otros movimientos de extrema derecha, sobre todo de la Nueva Derecha, se afiliaron al Mouvement Écologiste Indépendant de Antoine Waechter. Este fue el caso del activista identitario Laurent Ozon en las décadas de 1990 y 2000. Entre 1994 y 2000 dirigió una revista, Le recours aux forêts, expresión de la asociación Nouvelle Écologie, en la que participaron varias figuras destacadas del movimiento ecologista. La Nueva Derecha también colaboró con Teddy Goldsmith, fundador de la revista The Ecologist. Aún hoy, los activistas del decrecimiento colaboran regularmente con las publicaciones de la Nueva Derecha.
Por lo tanto, no podemos hablar de un «reverdecimiento» del pensamiento de extrema derecha, ya que esta forma de ecologismo existe desde 1970 en Francia y desde 1950 en Alemania, por poner sólo estos dos ejemplos. Algunos cuadros desnazificados, como el pastor Werner Haverbeck y Renate Riemeck, medievalista y antigua secretaria de las SS Johann von Leers, volvieron a promoverla en 1970. En Alemania también existió una revista llamada Wir Selbst («Nosotros solos»), fundada en 1979 y publicada hasta 2002 por el strasseriano («nazi de izquierdas») Henning Eichberg, fallecido en 2017, cuyo pensamiento puede resumirse como un rechazo del Estado-nación y una defensa de la identidad de los particularismos etnorregionales. Sirvió de puente y plataforma de debate con otras formas de ecologismo. Entretanto, Eichberg se ha desplazado políticamente hacia la extrema izquierda, aunque conservando su etnorregionalismo. Además, no hay que olvidar que los neoderechistas alemanes participaron en la redacción del primer manifiesto de los Grünen en 1980, imponiéndoles algunos de sus temas, como el neutralismo nacional.
Además de los aspectos puramente ecológicos, se trata también de una ecología de las poblaciones: sus promotores insisten en la necesidad de considerar a las poblaciones humanas como especies animales, cada una con su propio «ecosistema» que hay que preservar de las «especies invasoras». En esta lógica, cada gran grupo etnocultural debe permanecer en su propia zona de civilización, en su propio biotopo, usando su vocabulario.
La genealogía de este movimiento ecologista se remonta a ciertos orígenes del movimiento ecologista contemporáneo, en particular a movimientos surgidos del romanticismo político, como ciertas corrientes de la «revolución conservadora» alemana, los völkisch, que eran muy antimodernos, a la vez tecnófobos y urbanófobos, es decir, que rechazaban las ciudades y la promiscuidad inherente a ellas. Los völkisch aparecieron en Alemania en la segunda mitad del siglo XIX. La raíz «Volk» significa «pueblo», pero el término «völkisch» tiene un significado más allá de «popular» o «nación», hace énfasis en un marcado aspecto comunitario, cultural y orgánico. Los völkisch querían restaurar la pureza racial y cultural original del pueblo alemán.
Esta naturaleza, salvaje e intocada por el cristianismo es tomada del artículo de Lynn White Jr. Los orígenes históricos de la crisis ecológica contemporánea por los ecologistas de extrema derecha. Debe preservarse la naturaleza para mantener pura la identidad europea: según ellos, los europeos sólo pueden encontrar sus raíces en una naturaleza salvaje en la que se superarán a sí mismos. Por eso, estos activistas suelen promover el senderismo y el montañismo.
También se declaran antiliberales desde el punto de vista económico, filosófico y político. En su opinión, el liberalismo, principal legado de la Ilustración, que está en la raíz de la globalización y propugna el universalismo, está destruyendo tanto las identidades nacionales como la naturaleza por su alabanza del mercado sin trabas y su consumismo productivista. El liberalismo se considera una ideología basada exclusivamente en la libertad y el individualismo, ya sea económico o político, una libertad que pone en peligro los modelos holísticos de las sociedades europeas tradicionales.
Al condenar el liberalismo, que está en la base de nuestras sociedades modernas contemporáneas, esta extrema derecha puede considerarse nostálgica de una edad de oro, necesariamente holística. En un sistema así, el individuo no existe como tal, sino que está inserto en una red de relaciones sociales: el organicismo. En este sentido, también es una forma de primordialismo. El holismo ecológico de la extrema derecha extiende estos nodos de relaciones más allá de la esfera humana para abarcar el medio ambiente, cuya integridad resulta esencial defender. Para defender tal cosmovisión, se hace necesario emanciparse de la ideología del progreso.
Encontramos esta idea, combinada con la de preservar la identidad de la raza blanca, entre los actuales promotores del «ecofascismo», como Tarrant, para quien el auge técnico está socavando los valores de la civilización pagana europea. Para estos autores, la tierra aparece como la fuente primordial de alimentación, como la organizadora de un modo tradicional de civilización que ha sido socavado por el advenimiento de las sociedades industriales. El amor a la tierra y la nostalgia de una pureza perdida se combinaban con una crítica del capitalismo y, en ocasiones, con una idealización de las comunidades orgánicas. Junto a esta promoción romántica de la tierra y las regiones, estos militantes concibieron un neopaganismo, que sería la reactivación de los paganismos indoeuropeos de la Antigüedad europea.
La ecología de extrema derecha es, pues, una búsqueda de un mundo perdido, expresada a través de una concepción precisa del mundo. Es la búsqueda de una armonía perdida bajo los golpes de la modernidad tecnocientífica y la globalización de los flujos de población. En este sentido, la ecología de extrema derecha es una forma de romanticismo restitucionista, que pretende recrear y reinventar las civilizaciones paganas de la antigüedad europea socavadas por un cristianismo ajeno, cosmopolita y sectario. Por lo tanto, esta forma de ecologismo está lejos de ser una moda o una utilización estratégica: al contrario, es un aspecto importante, incluso fundamental, de su pensamiento político.
Notas:
  1. Association pour le maintien d’une agriculture paysanne (Ndlr).