Mauro Magatti
Publicamos varios extractos del artículo «Ellul, il cristianesimo come religione della libertà», escrito por el sociólogo de la Universidad Católica Mauro Magatti para el número 1 de 2025 de «Vita e Pensiero», la revista bimestral de la universidad. El artículo forma parte de un «Focus» temático en el que el filósofo Roberto Presilla reflexiona sobre la cuestión «¿La sociedad tecnológica sin Dios?», el artista Raúl Gabriel da su opinión sobre «La IA y el destino del hombre», mientras que el coordinador de la revista, Roberto Righetto, se centra en «Teilhard de Chardin y el destino del cosmos» 70 años después de la muerte del teólogo. Otras contribuciones, que van de la geopolítica a la espiritualidad, incluyen una reflexión inédita para Italia del filósofo Karl Löwith sobre el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki hace 80 años.
Treinta años después de su muerte, Jacques Ellul (1912-1994) – filósofo, sociólogo y teólogo francés – sigue siendo un referente no sólo por su reflexión crítica sobre la sociedad contemporánea, sino también por su testimonio de intelectual cristiano capaz de fundamentar en la fe la idea de libertad y resistencia. En efecto, es en la fe – considerada como un espacio de autonomía interior y de apertura trascendente que la técnica no puede alcanzar – donde Ellul ve una alternativa a los impulsos hacia la alienación y la opresión típicos de las sociedades avanzadas. En una época de pasiones tristes, el cristianismo es para Ellul un acto de resistencia contra la ideología de la sociedad tecnológica.
La tecnología nunca es un hecho neutro. Al contrario, es un fenómeno que modifica el contexto social y cultural y, con él, los valores y comportamientos sociales. Partiendo de esta premisa, Ellul centra su razonamiento en la idea de «sociedad tecnológica» para describir una civilización en la que la tecnología se convierte en el principio organizador central. En efecto, la sociedad contemporánea se caracteriza por su «determinismo técnico», en el que la eficacia y la productividad son los criterios supremos de valor, con demasiada frecuencia a expensas de la dimensión espiritual. Esta afirmación se basa en la distinción fundamental que hace Ellul entre la técnica – entendida como una capacidad humana presente desde el origen del proceso de humanización, gracias a la cual el hombre crea herramientas para potenciar su acción – y el sistema técnico que sólo se constituye en el curso de la modernidad. Generalizando el modelo de la fábrica, el «sistema técnico» describe aquella situación en la que los dispositivos individuales se conectan con otros dispositivos, «pasando así a depender de la totalidad de los factores técnicos antes de relacionarse con elementos no técnicos». (…)
Ellul cree que el mensaje bíblico – considerado como una invitación a la compasión, al amor al prójimo y al desapego de los valores materiales – esboza una ética de la vida que se opone a la lógica del poder, la violencia y la tecnología. En esta perspectiva, Ellul sigue la estela de otros autores cristianos (Bonhoeffer, Tillich, Niebuhr, Illich, Mounier, Berdjaev, Weil, Stringfellow) que, a lo largo del siglo XX, desarrollaron un enfoque crítico de la modernidad no en clave nostálgica (hacia un pasado perdido), sino prospectiva (hacia un futuro aún por alcanzar) a partir de los recursos de libertad y autenticidad puestos a disposición por la fe. Protestante, Ellul atribuye centralidad a la conciencia individual, a la lectura directa de la Biblia y a la relación personal con Dios. La fe es vista como un compromiso activo y un desafío a la sociedad y a sus estructuras opresivas. Y el cristianismo se interpreta como una respuesta personal al sentimiento de alienación típico de la sociedad moderna y un camino hacia la autenticidad. La crítica de Ellul gira en torno al dominio del materialismo y el vacío espiritual de la sociedad contemporánea, lo que le lleva a proponer el cristianismo como alternativa de sentido. Ellul tiene una visión realista del pecado y de las limitaciones humanas y una cierta desconfianza hacia las ideologías progresistas y los poderes mundanos. Por eso también mantiene cierta distancia con las instituciones típicas de la modernidad, empezando por el Estado, que prometen progreso y prosperidad, pero que a menudo reducen la libertad y la humanidad. Como Ivan Illich, propone una visión cristiana que valora la comunidad, la autenticidad y la libertad individual.
Próximo a Emmanuel Mounier y al personalismo, Ellul sitúa a la persona humana en el centro de su pensamiento. En la convicción de que el cristianismo tiene un importante papel que desempeñar en la defensa de la persona frente a las fuerzas impersonales. El cristianismo de Ellul se distingue por su carácter radical y contracultural, centrado en la libertad y la autenticidad de la fe. En el centro de su visión está la respuesta personal a Dios. Ser cristiano es responder a la llamada de Dios de un modo único e irrepetible, comprometiéndose con una vida de amor y servicio. Esto requiere valentía y autenticidad, ya que implica ir a contracorriente de los valores imperantes. Ellul cree en la importancia de la responsabilidad individual y considera la libertad como un bien escaso y precioso. Cada persona tiene el deber de tomar partido, incluso mediante pequeños actos de resistencia. Su ética no se basa en el éxito o la eficacia, sino en la fidelidad a la conciencia y a la fe. El cristianismo no es una religión conformista o institucional, sino una fuerza de resistencia contra los poderes mundanos, especialmente contra el dominio de la tecnología y la sociedad técnica. (…) La libertad es una piedra angular del cristianismo de Ellul. No sólo porque concibe la fe como un camino individual y consciente, en el que cada persona está llamada a tomar partido y a ejercer su conciencia. Pero también porque esta libertad – que siempre hace desconfiar de las normas impuestas por la sociedad o las instituciones religiosas – (…) toca las cuerdas fundamentales de la sensibilidad moderna. Para Ellul, el cristianismo volverá a hablar al corazón del hombre y de la sociedad en su conjunto cuando logre concebirse a sí mismo, en el espíritu del Evangelio, como una «religión de la libertad».