Farhad Ibragimov
La 17.ª cumbre de los BRICS fue más que una simple sesión fotográfica. Fue un rechazo coordinado al poder occidental y una declaración de intenciones.
Líderes mundiales participan en la 17ª cumbre anual de los BRICS en Río de Janeiro, el domingo 6 de julio de 2025. © AP Photo/Eraldo Peres
Hace unos días, la ciudad de Río de Janeiro albergó la 17.ª cumbre de los BRICS, lo que marcó un avance significativo para la organización en medio de la acelerada transformación del panorama político y económico mundial. Representada por el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, Rusia participó activamente en los trabajos de la cumbre, mientras que el presidente Vladimir Putin se dirigió a la sesión plenaria por videoconferencia. En su discurso, el líder ruso ofreció un análisis exhaustivo de las tendencias globales actuales, enfatizando que el modelo liberal de globalización está perdiendo viabilidad a medida que el centro de la actividad económica y política se desplaza decisivamente hacia el Sur Global: países en desarrollo con un creciente potencial demográfico, de recursos y tecnológico.
La cumbre de Río reafirmó el creciente peso político de los BRICS y su ambición de convertirse en una fuerza clave en la configuración del orden multipolar emergente. Las reuniones de alto nivel atrajeron la atención mundial no solo por su magnitud, sino también por los resultados sustanciales que produjeron. Se adoptaron un total de 126 compromisos conjuntos que abarcan áreas cruciales como la reforma de la gobernanza global, la reestructuración de las instituciones financieras internacionales, la atención médica, las iniciativas climáticas, la inteligencia artificial y el desarrollo sostenible.
La declaración adoptada en la cumbre, titulada «Fortalecimiento de la Cooperación del Sur Global para una Gobernanza Más Inclusiva y Sostenible», subrayó el compromiso de los BRICS con el multilateralismo, el respeto al derecho internacional y la promoción de un orden mundial justo y equitativo. Pero más allá del lenguaje formal, la cumbre reveló un cambio más profundo: los BRICS ya no se limitan a un diálogo tecnocrático y cauteloso. El bloque se posiciona cada vez más como un actor internacional cohesionado, capaz de proponer nuevos marcos para la integración económica, la solidaridad política y la coordinación global.
Fundamentalmente, esta reorientación política no comenzó en Río. Se basa directamente en las bases estratégicas establecidas durante la cumbre de 2024 en Kazán, Rusia —la mayor reunión de los BRICS hasta la fecha—, que reunió no solo a los Estados miembros, sino también a decenas de socios bajo el paraguas de los BRICS+. La cumbre de Kazán estableció un nuevo nivel de cooperación y ambición, y Río sirvió como continuación de esa trayectoria. Se convirtió en el escenario donde las aspiraciones se transformaron en políticas y donde el Sur Global comenzó a definir con mayor claridad su lugar en el mundo.
De la cooperación económica a la seguridad colectiva
Entre los avances más relevantes de la cumbre de Río se encuentra el firme compromiso de promover la soberanía financiera entre los Estados miembros. Se hizo especial hincapié en la transición hacia las transacciones en monedas nacionales, una iniciativa de larga data impulsada por Rusia y varios otros países BRICS. Los líderes respaldaron esta dirección, reconociendo la necesidad de reducir la dependencia de las monedas de reserva dominantes. El presidente Putin subrayó que no se trata simplemente de una medida económica, sino de una estrategia geopolítica destinada a fortalecer la soberanía de las naciones participantes y protegerlas de la presión externa.
Para apoyar este objetivo, la cumbre generó acuerdos para impulsar el volumen de inversión mutua y acelerar el desarrollo de mecanismos independientes de pago y liquidación. Estas iniciativas están diseñadas para sentar las bases de una arquitectura financiera más resiliente, que prescinda de las instituciones tradicionales controladas por Occidente y empodere a los países para determinar los términos de su propia cooperación económica. Cada vez más, los BRICS consideran la autonomía económica como una condición previa para la independencia política a largo plazo en un mundo marcado por la volatilidad y la polarización.
Pero la cumbre de Río hizo más que consolidar la agenda financiera de los BRICS. Por primera vez en su historia, la organización emitió una declaración política firme y colectiva sobre un tema directamente relacionado con la seguridad internacional. La declaración final incluyó una condena específica de los ataques ucranianos contra infraestructura civil en las regiones rusas de Bryansk, Kursk y Voronezh. En referencia a los bombardeos de puentes y vías férreas del 31 de mayo, el 1 de junio y el 5 de junio de 2025, el texto dice: «Condenamos en los términos más enérgicos los ataques contra puentes e infraestructura ferroviaria dirigidos deliberadamente contra civiles».
Este pasaje tiene un peso simbólico y estratégico considerable. A pesar de la diversidad ideológica y política de los miembros del BRICS, el bloque se unió para denunciar los ataques que amenazan la seguridad interna de uno de sus miembros fundadores. Esto supone un cambio notable respecto al tono diplomático cauteloso que la organización solía adoptar en asuntos geopolíticos delicados. El BRICS, antes definido por su reticencia a abordar cuestiones de conflicto militar o seguridad, ahora está construyendo una base normativa para la solidaridad y la responsabilidad compartida.
La inclusión de esta cláusula sugiere que los BRICS están comenzando a asumir un papel colectivo en la definición de normas relacionadas con los conflictos y la seguridad internacionales. Indica que la alianza está dispuesta a defender el principio de integridad territorial no solo retóricamente, sino mediante acciones diplomáticas coordinadas. Esto es más que un gesto: sienta las bases de un futuro en el que los BRICS podrán servir no solo como bloque económico, sino como ancla política y moral en un mundo dividido.
La reacción estadounidense: por qué Washington está nervioso
Tan solo 48 horas después de la publicación de la Declaración de Río, en particular la sección que denuncia los aranceles unilaterales y las medidas no arancelarias, el presidente estadounidense, Donald Trump, emitió una contundente respuesta. Desde el jardín de la Casa Blanca, amenazó con imponer un arancel del 10 % a todas las importaciones de los países BRICS y acusó al bloque de intentar "degenerar el dólar". Con su habitual franqueza, señaló: "Si tienes un presidente inteligente, nunca perderás el estándar. Si tienes un presidente estúpido como el anterior, perderás el estándar".
Aunque las palabras de Trump pudieran haber estado envueltas en una bravuconería personal, el mensaje subyacente era claro: Washington no ve a los BRICS como un club económico neutral, sino como una creciente amenaza estratégica. A pesar de las reiteradas afirmaciones del bloque de que su cooperación no está dirigida contra ningún tercero, Occidente considera los esfuerzos por establecer marcos económicos alternativos —en particular aquellos que eluden el dólar y las instituciones controladas por Occidente— como un desafío existencial a la hegemonía estadounidense.
La naturaleza de la respuesta subraya una mayor ansiedad en Washington. Las iniciativas de los BRICS, antes descartadas como simbólicas o imprácticas, ahora se están materializando en estructuras reales: comercio en monedas locales, sistemas de pago independientes y nuevas plataformas de inversión con alcance global. Estas no son solo alternativas, sino innovaciones sistémicas que cuestionan los cimientos del orden mundial actual.
El arrebato de Trump, por lo tanto, no es solo un espectáculo político secundario. Es una prueba de que los BRICS están traspasando un umbral: de una relevancia periférica a una influencia central en los asuntos globales. Durante años, los analistas occidentales argumentaron que el bloque colapsaría bajo el peso de sus contradicciones internas. Sin embargo, los BRICS no solo han perdurado, sino que se han expandido, institucionalizado y comenzado a consolidarse en ámbitos que antes se consideraban vedados.
La reacción estadounidense confirma lo que muchos en el Sur Global ya perciben: que los BRICS ya no son un foro pasivo para el diálogo Sur-Sur. Se están convirtiendo en un agente activo en la remodelación de la arquitectura del poder internacional.
Sin vuelta atrás: los BRICS como alternativa sistémica
La cumbre de Río dejó pocas dudas de que los BRICS están evolucionando más allá de su mandato original. Centrados antes principalmente en la coordinación económica, el bloque ahora sienta las bases institucionales para un sistema alternativo de gobernanza global, basado en la soberanía, la igualdad y la resistencia a la presión unilateral. Esta transformación no está impulsada por la ideología, sino por la experiencia de sus Estados miembros, muchos de los cuales han sufrido las consecuencias políticas y económicas de un orden dominado por Occidente.
Tres vectores estratégicos impulsan el avance de los BRICS. En primer lugar, su ventaja geoeconómica: el bloque está consolidando el control sobre rutas comerciales globales clave y mercados de recursos. Con la adhesión de nuevos miembros en 2024-2025, entre ellos Egipto, Irán y Etiopía, los BRICS abarcan ahora corredores logísticos cruciales en Eurasia, África y América Latina. El bloque también controla una parte significativa de las reservas mundiales de energía, tierras raras y productos agrícolas, lo que le otorga una influencia considerable sobre las cadenas de suministro globales y los precios de las materias primas.
En segundo lugar, los BRICS poseen una fuerza de atracción cada vez mayor. A pesar de la creciente presión externa y los esfuerzos por aislar a sus miembros, más de 30 países han solicitado la membresía o el estatus de socio. Esta oleada de apoyo refleja el creciente deseo de las naciones del Sur Global de una plataforma libre de restricciones ideológicas, préstamos condicionales o sanciones instrumentales. Para ellos, los BRICS no son solo un bloque: son un símbolo de multipolaridad, respeto mutuo e independencia estratégica.
En tercer lugar, los BRICS están empezando a servir como una alternativa funcional a instituciones estancadas como las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio. Sin buscar explícitamente reemplazarlas, los BRICS ofrecen un modelo más ágil y consensuado, que prioriza la no interferencia, la soberanía y la cooperación pragmática por encima de las normas rígidas o la aplicación selectiva. Su representación de la mayoría demográfica y económica mundial les confiere peso moral y político, especialmente en un contexto donde la confianza en las estructuras globales tradicionales está en franco declive.
En este sentido, la ansiedad que emana de Washington no es simplemente reactiva, sino anticipatoria. Estados Unidos y sus aliados comprenden que lo que los BRICS están construyendo es más que un conjunto de instituciones alternativas. Es un paradigma rival: uno que desafía el monopolio del dólar, rechaza la diplomacia coercitiva y propone un nuevo vocabulario para la legitimidad internacional.
La cumbre de Río demostró que los BRICS no se conforman con ser un foro de diálogo. Se están convirtiendo en un vehículo para la acción. La pregunta ya no es si los BRICS moldearán el futuro de la gobernanza global, sino cómo y con qué rapidez. Lo que comenzó en Kazán y se aceleró en Río es un proyecto con gran impulso. Y en el panorama cambiante de 2025, ese impulso parece ahora irreversible.
*Farhad Ibragimov , profesor de la Facultad de Economía de la Universidad RUDN, profesor visitante del Instituto de Ciencias Sociales de la Academia Presidencial Rusa de Economía Nacional y Administración Pública.
Dejen entrar el sol: lo que realmente lograron los BRICS en Río
Pepe Escobar
Nos quitamos el sombrero, una vez más, ante la asombrosa imprevisibilidad del Ángel de la Historia. Justo cuando creíamos estar condenados, mientras una nueva y larga nube oscura se cernía sobre nosotros —véase las convulsiones actuales del Imperio del Caos—, un rayo de esperanza se vislumbra en el horizonte.
Contra todo pronóstico, la cumbre BRICS 2025 en Río cumplió con creces. Las expectativas eran bajas, considerando la presidencia brasileña (su prioridad del año siempre ha sido la COP-30 en la Amazonia en noviembre, no los BRICS). Organizar una cumbre geopolítica y geoeconómica crucial a mediados de año, con solo unos meses de preparación, no es precisamente una estrategia de gestión brillante.
Sin embargo, a la hora de la verdad, los BRICS en su conjunto lograron una recuperación espectacular. El sentimiento en Río, entre los representantes empresariales y diplomáticos del Sur Global, era casi de euforia.
Comienza con la declaración final de más de 130 puntos, que no solo detalla minuciosamente cada tema importante con calculada moderación, sino que establece con firmeza el tono distintivo de los BRICS y un claro conjunto de valores humanistas, centrados en tres pilares estratégicos: economía y finanzas; diseño de un nuevo marco de seguridad global; e intercambios culturales e interpersonales (para citar a nuestros amigos chinos). Todo ello bajo el paraguas general de la inclusión y el respeto mutuo.
En resumidas cuentas, hay razones para llamar a este enfoque el Efecto Lavrov, en honor al diplomático más importante de nuestro tiempo.
El nacimiento del mundo “post-Occidente”
Hubo varios momentos destacados en Río. Estos son algunos de los puntos clave:
- El NDB, el banco de los BRICS, con sede en Shanghái, finalmente cobró protagonismo tras una extensa reunión de dos días. Y le correspondió al ministro de Finanzas ruso, Antón Siluanov, actuar como el funcionario de mayor importancia en la cumbre. Siluanov anunció que el NDB podría convertirse en la plataforma clave para la financiación de megaproyectos en los BRICS, incluso para sus socios, sin necesidad de recurrir a SWIFT.
Esta es una de las consecuencias prácticas del arduo trabajo que Rusia realizó el año pasado para preparar la cumbre de Kazán. Rusia envió una delegación de alto nivel a Río, la segunda más grande. Siluanov fue el principal impulsor del impulso hacia una nueva arquitectura geofinanciera y de liquidación de pagos.
El trabajo duro comienza ahora para el NBD. Además, veremos si los países miembros empezarán a utilizar el Acuerdo de Reserva Contingente (ARC), una plataforma esencial de apoyo financiero mutuo para ayudar a los países con su balanza de pagos.
- El Consejo Empresarial del BRICS, que se reunió durante una jornada completa de reuniones, fue inaugurado por el presidente Lula y el primer ministro malasio, Anwar Ibrahim. Anwar ofreció una breve clase magistral, invocando el Espíritu de Bandung y el legado del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) —Sukarno, Nehru, Zhou Enlai— como precursor del actual renacimiento del Sur Global, mucho más poderoso.
Imaginemos a prácticamente todo el Sur Global trabajando en red en un antiguo almacén portuario junto al mar, con un papel especial para las Asociaciones de Mujeres Empresarias, intercambiando información sobre nuevos y potenciales proyectos de inversión y desarrollo. Economía productiva en efecto, no especulación.
A todo esto se sumó un trío muy especial: representantes del Consejo Empresarial, la Alianza Empresarial de Mujeres BRICS y el Consejo Popular BRICS, su brazo de la sociedad civil, que fueron recibidos personalmente por el Presidente Lula, quien elogió efusivamente su labor.
- Los lineamientos de un nuevo sistema de relaciones internacionales, en diversos ámbitos, están siendo diseñados en la práctica por el Sur Global. Esto fue evidente en cada intervención importante, ya fuera de Lula, Lavrov o Anwar. Los académicos chinos —un contingente formidable en Río— ya lo definen como el mundo «post-Occidente».
- El papel de los medios de comunicación. Se llevaron a cabo importantes debates en Río y en Niterói, al otro lado de la bahía. Una "Carta desde Niterói", entregada inicialmente en persona al presidente cubano Díaz-Canel, detallaba los posibles pasos para formar una red de medios de comunicación pública y privada a nivel de los BRICS, en contraposición al impulso de las grandes tecnológicas que buscan una narrativa universal. Se forjaron vínculos más profundos entre empresas existentes, como la colaboración entre Sputnik (Rusia), Guancha (China) y Brasil 247 (Brasil).
Que florezcan un millón de aranceles
En Río se debatió mucho, a todos los niveles, sobre la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU y del FMI. En realidad, eso es vano. El Imperio del Caos jamás concederá nada a los BRICS. Al contrario.
Lavrov ofreció un ejemplo claro y concreto: «En 2023, el FMI aprobó un crédito sin precedentes para Ucrania por valor de 15.600 millones de dólares (el 577 % de la cuota nacional de Ucrania). Esto representa más de un tercio del volumen anual de todos los programas del FMI. Desde principios de 2022, el Banco Mundial se ha comprometido a asignar casi 54.000 millones de dólares a Ucrania. En total, estas sumas asignadas a Ucrania duplican el volumen anual de asignaciones asignadas por las estructuras de Bretton Woods a todos los países de África».
Hubo una sensación generalizada en todos los debates de que corresponde a los BRICS impulsar sus propias soluciones, y con rapidez. Por ejemplo, China anunció que pronto establecerá un Centro de Investigación China-BRICS sobre nuevas fuerzas productivas de calidad, así como una beca para que los países BRICS profundicen en el conocimiento de la industria y las telecomunicaciones.
De todo lo anterior se deriva un imperativo: atacar a cada miembro del BRICS individualmente es atacarlos a todos. Esto ya se reflejó en la reacción consensuada al bombardeo del programa nuclear iraní por parte del Imperio del Caos. Era crucial que el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Araghchi, viajara a Río y recibiera la solidaridad de sus pares.
Caben innumerables preguntas sobre si algunos BRICS están plenamente comprometidos con la visión; de hecho, algunos socios, como los del Sudeste Asiático, son mucho más audaces. Es un avance fabuloso que Lula prometiera asistir a la cumbre de la ASEAN en Kuala Lumpur el próximo octubre; esto, en efecto, está incrementando la interconexión entre Sudamérica y el Sudeste Asiático.
Paralelamente, fue bastante intrigante ver al ministro de Asuntos Exteriores turco, Hakan Fidan, en Río. El año pasado, en Kazán, Ankara fue invitada a unirse, pero aún no se ha decidido. Evidentemente, Erdogan aún no ha comprendido qué puede ganar, personalmente, con una organización multilateral basada en la igualdad.
En cuanto a la ONU, los BRICS podrían pronto tener todo lo necesario para ser más fuertes que la insignificante ONU. Sin siquiera necesidad de asumir el control. En cuanto a la idea de Lula de integrar el G20 a los BRICS, atribuyámosla al efecto somnoliento de una noche de insomnio, tras un maratón de reuniones.
Al final, lo que realmente importa es esa sensación ineludible en el aire de que los principales impulsores del BRICS —Rusia y China— son plenamente conscientes de que el golpe definitivo al Imperio del Caos no será militar. Será geoeconómico. Esta fue una variable fascinante, tácita, que abarcó desde el tour de force en Kazán hasta el ritmo de bossa nova en Río.
Así que no es de extrañar que el maestro de ceremonias del circo se pusiera furioso. Primero proclamó que los BRICS estaban muertos, sin tener ni idea de qué eran. Luego amenazó con aranceles del 100%. Ahora amenaza con aranceles del 10%, aplicados a cualquier nación que haga negocios con los BRICS "antiamericanos". ¿Qué sigue? ¿Un millón por ciento?
Que florezcan un millón de aranceles. Los BRICS y el Sur Global no perderán el sueño por ello. El profesor Lavrov lo dijo con claridad: «El paradigma tradicional de la globalización, donde el papel predominante lo desempeñan los llamados países desarrollados de Occidente, se está convirtiendo en una reliquia». Que el Sur Global prospere.
El destino de los BRICS y el Gran Brasil
Aleksandr Dugin
Los BRICS son la unión de la mayoría global, es decir, la Gran Humanidad. En este momento, es la principal organización que representa la multipolaridad. A veces es llamado el «Sur global», pero Rusia, con sus zonas árticas y subárticas, las más grandes del mundo, claramente no es del Sur, aunque desempeña un papel fundamental en la construcción de un mundo multipolar, junto con China, India y Brasil. Juntos fueron los primeros fundadores de los BRICS. Desde el principio, en el BRIC participaron cuatro grandes civilizaciones: la china, la rusa, la hindú y la latinoamericana, representada precisamente por Brasil, quizás hoy en día el país más importante de América Latina, donde este año se celebró la cumbre de la asociación. Luego se unió Sudáfrica, añadiendo la presencia de otra civilización, la africana, y más tarde se incorporaron países de la civilización islámica, tanto chiítas (Irán) como sunitas (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Egipto). África reforzó su presencia con Etiopía. Pero las solicitudes para participar en el BRICS siguen llegando y la organización crece sin cesar.
¿A quién le falta al BRICS para representar a toda la humanidad y, en esencia, sustituir en las nuevas condiciones —multipolares— a la obsoleta y cada vez más ineficaz y paralizada Organización de las Naciones Unidas? Solo a los países del Occidente colectivo. ¿Por qué? Porque Occidente sigue negándose a reconocer el orden mundial multipolar e insiste en la unipolaridad y la hegemonía que quieren plasmar en una formación internacional alternativa: la Liga de Democracias, es decir, Occidente y sus vasallos más sumisos.
Así, en el futuro se perfilan dos proyectos alternativos de organización internacional que reflejarían el nuevo orden mundial. Los BRICS es la encarnación de la multipolaridad, mientras que la Liga de Democracias es un intento desesperado por mantener un mundo unipolar y centrado en Occidente. Sin embargo, la unipolaridad no es el futuro, sino el pasado. Según el experto estadounidense Krauthammer, se trata solo de un momento que duró desde la desintegración de la Unión Soviética en 1991 hasta nuestros días. Hoy en día, ese momento ha llegado claramente a su fin.
El contenido principal del panorama mundial actual es la transición de la unipolaridad, que dominó hasta hace muy poco, a la multipolaridad. El mundo unipolar se dirige hacia su ocaso, mientras que el multipolar se eleva como el sol. Por lo tanto, la época de los BRICS apenas está comenzando.
Es importante prestar atención a cómo la unipolaridad en retroceso quiere evitar o posponer la llegada de la multipolaridad. Curiosamente, el oligarca estadounidense, miembro del Club Bilderberg y partidario de Trump, Peter Thiel, habló recientemente de esto de manera muy perspicaz en una entrevista con el New York Times. Según él, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, los globalistas y los liberales plantearon la tesis: «One State or none» (Un Estado o ninguno), lo que significaba: o la globalización liberal bajo el mando del Gobierno Mundial o el conflicto de todos contra todos y la destrucción mutua garantizada de la humanidad. El proyecto «Armagedón». Thiel señaló acertadamente que la amenaza del Armagedón es exagerada artificialmente precisamente por aquellos que quieren crear un Gobierno Mundial y gobernar la humanidad de forma unipersonal. Los liberales presentan un mundo multipolar como un «choque de civilizaciones» (Huntington) que conduce al inevitable fin del mundo, al Apocalipsis.
Al mismo tiempo, señala el católico Peter Thiel, lo que proponen los partidarios de la unipolaridad y el globalismo se asemeja mucho al Anticristo. El Anticristo asustará a la humanidad con catástrofes, epidemias y guerras para obligarla a aceptar su omnipotencia. El liberalismo, el globalismo y la unipolaridad son ese Anticristo. Así lo cree no solo Thiel, sino también la mayoría de los estadounidenses que votaron por Trump.
Otra cuestión es que Trump no se apresura a cumplir las promesas que hizo a quienes lo eligieron. Acaba de involucrarse en una nueva guerra agresiva contra Irán, país miembro de los BRICS. Además, Trump se opone abiertamente a los BRICS, a pesar de que el secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, reconoció recientemente que vivimos en un mundo multipolar. Trump también apoyó la agresión de Israel contra Irán y el genocidio de la población palestina en Gaza. Esto provocó una división entre sus partidarios. Pero, en cualquier caso, el actual movimiento de MAGA, sobre cuyos hombros Trump ganó, ve hoy la situación de la misma manera que Peter Thiel y desea que Estados Unidos se ocupe de sus problemas internos, ponga fin a su política intervencionista, deje de prestar una enorme ayuda militar a Israel y al régimen de Kiev y reconozca la multipolaridad.
Si Trump fuera coherente, debería presentar una solicitud de entrada a los BRICS y, junto con la mayoría global, construir una nueva arquitectura de un mundo multipolar y justo. Pero, bajo la influencia de los grupos de presión y, en particular, de los neoconservadores, se ha desviado considerablemente de esta línea, encontrándose entre dos estrategias radicalmente diferentes: la aceptación de la multipolaridad (que se ajusta a la línea MAGA) y los desesperados intentos por salvar la hegemonía occidental, que se desmorona ante nuestros ojos, es decir, la unipolaridad. La agresividad de Trump sirve de argumento a los globalistas duros. Ven en ello una confirmación de su retórica sobre el Armagedón: Trump dio un giro hacia el nacionalismo estadounidense y esto es lo que ha pasado.
La tarea de los países que realmente han optado por la multipolaridad, a nivel ideológico y conceptual, así como con el apoyo del potencial conjunto de los medios de comunicación de nuestros países, consiste en demostrar el carácter armonioso de la multipolaridad, mostrar el potencial pacificador de los BRICS, su capacidad para negociar eficazmente, apaciguar conflictos y prevenir otros nuevos. Hay que demostrar claramente al mundo que los BRICS no es el camino hacia el Armagedón y el «choque de civilizaciones», sino, por el contrario, el camino correcto hacia una paz estable y fiable, hacia el diálogo y el respeto de cada una de las civilizaciones y la soberanía incondicional de todos los países, sin intentar imponer a nadie nuevas formas de hegemonía. En los BRICS todos son verdaderamente iguales.
Un aspecto importante de la multipolaridad es que se trata de un modelo completamente nuevo de organización política del sistema internacional. El sistema de Westfalia se basaba en el reconocimiento de la soberanía de los Estados nacionales, que eran principalmente las potencias coloniales europeas. Más tarde, el principio de soberanía se extendió formalmente a las entidades poscoloniales. Así se creó la Sociedad de Naciones. Sin embargo, los países no pudieron disfrutar de una soberanía real durante mucho tiempo. Ya en la década de 1930, se formaron tres polos ideológicos en Europa y en el mundo: el liberal, el comunista y el fascista. Y solo estos tres polos eran soberanos. Los Estados individuales perdieron rápidamente toda soberanía si no se unían a uno de ellos, ya fuera de forma voluntaria o forzosa. Esto se reflejó también en el mundo poscolonial, en particular en los países de América Latina, donde los distintos Estados también se vieron obligados a elegir con quién se alineaban. La Sociedad de Naciones fue disuelta.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la soberanía nacional nunca se restableció y, aunque se creó la Organización de las Naciones Unidas, se formó un mundo bipolar, donde los países se dividieron en dos bandos: el capitalista y el socialista. Las metrópolis de estos bandos, Moscú y Washington, eran soberanas. Las demás no. En el contexto de la Guerra Fría, también existía el Movimiento de Países No Alineados, pero no llegó a convertirse en un polo independiente.
Tras el colapso de la Unión Soviética, surgió un mundo unipolar en el que solo un bando, el occidental, seguía siendo soberano. A todos los demás se les ofrecía la opción de someterse o morir. Este es el fin de la historia: el poder absoluto de la civilización liberal occidental moderna sobre todos los demás. Todos los países tenían una soberanía ficticia y las votaciones en la ONU se convirtieron en una mera formalidad que reflejaba los éxitos de la hegemonía.
Pero desde principios de la década de 2000, el auge de China, Rusia, India y Brasil puso en tela de juicio la soberanía unipersonal de Occidente, su hegemonía. Esto marcó el comienzo de la multipolaridad y los BRICS fue su primera formalización institucional.
Así pues, el mundo multipolar no es simplemente el restablecimiento de la soberanía de los Estados nacionales, que en realidad ya no existe desde hace cien años. Los actores de un mundo multipolar no son los Estados nacionales, sino las grandes potencias, los Estados-civilización. Estos son a la vez entidades civilizacionales y geopolíticas conocidas como «grandes espacios», que son los únicos que tienen la posibilidad de convertirse en polos verdaderamente soberanos.
¿Qué quiere decir? El polo no es solo la Federación Rusa, sino Rusia-Eurasia, el mundo ruso, la Unión Euroasiática. Por eso China lucha por recuperar el control sobre Taiwán y promueve el proyecto «Un cinturón, una ruta» fuera de sus fronteras. India sigue el mismo camino. El mundo islámico, dividido, no tiene posibilidades de convertirse en un sujeto del mundo multipolar si no supera sus contradicciones internas. En los BRICS vemos reunidos tanto a los chiítas como a los sunitas como una especie de prototipo de la unidad islámica. Cada vez es más relevante el tema de la Unión Africana y el panafricanismo en el continente negro. De ahí se deriva una conclusión importante: si América Latina quiere ser soberana, debe encontrar la manera de integrarse en un «Gran Espacio», en una Ecúmene, como dice el filósofo argentino Alberto Buela.
Así, el nombre de los BRICS comienza con la letra más importante, la «B», que significa Brasil. El liderazgo de Brasil ha resultado ser el más perspicaz de los países de América Latina y Brasil es el país más responsable y más cercano al estatus de gran potencia. Brasil no solo se unió a los BRICS, sino que creó esta unión. Estuvo y sigue estando en los orígenes de la multipolaridad. Es el momento de que Brasil desempeñe un papel protagonista en la unión del gran espacio latinoamericano. Porque esa era precisamente la idea principal de Bolívar y San Martín, pioneros de la descolonización: los Estados Unidos de América Latina, un Estado-Civilización particular, un polo soberano. Más tarde, tanto las fuerzas de izquierda (desde Castro y Che Guevara hasta Hugo Chávez) como las de derecha (el general Perón o el presidente de Brasil Getúlio Vargas) se refirieron a ello.
Por eso, hoy es necesario un nuevo proyecto integral —ni de derecha ni de izquierda— de integración de América Latina en una especie de imperio soberano independiente que no esté bajo la tutela ni de los Estados Unidos y el Occidente colectivo, ni de ningún otro polo.
Es precisamente en esto donde veo la misión de la Gran Brasil. Debe justificar no solo la presencia, sino también la primacía de la letra «B» en el nombre de la asociación internacional más importante del siglo XXI.