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No hay polis sin ethnos: un llamamiento civilizatorio a las armas

No hay polis sin ethnos: un llamamiento civilizatorio a las armas

Por Administrator
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directorelespiadigitales/8/8/23
viernes 08 de agosto de 2025, 22:00h
Alexander Raynor
Alexander Raynor reseña Identity: The Foundation of the City (Identidad: los cimientos de la ciudad) y los contundentes argumentos de Henri Levavasseur de que la supervivencia de la civilización occidental depende de reavivar la unidad ancestral entre ethnos y polis.
En Identity: The Foundation of the City Henri Levavasseur ofrece una crítica convincente y erudita de los paradigmas políticos y culturales modernos, articulando un llamamiento a la reintegración del ethnos y la polis como base para una vida cívica saludable. Traducida al inglés por Roger Adwan y publicada por Arktos en 2025, la obra es a la vez filosófica y polémica, combinando conocimientos antropológicos, reflexión histórica y análisis civilizatorio para abogar por la restauración de la identidad arraigada en un contexto europeo fracturado.
La tesis central de Levavasseur es clara e inquebrantable: «La identidad sigue siendo el fundamento mismo de la ciudad» (Prólogo, p. viii). En el contexto del universalismo liberal, la inmigración masiva y la amnesia cultural, sostiene que solo el retorno a la memoria histórica y cultural profunda puede restaurar un orden político significativo en Occidente.
Una reevaluación aleccionadora de Renan
El libro comienza con una rigurosa reevaluación de la conferencia de Ernest Renan de 1882 «¿Qué es una nación?», a la que suelen recurrir los republicanos liberales para apoyar un modelo cívico de nación basado en «la voluntad de convivir». Levavasseur se opone a esta lectura instrumentalista y destaca, en cambio, la importancia que Renan concedía a la historia, el patrimonio y el sacrificio compartidos. Citando directamente a Renan, Levavasseur destaca el verdadero espíritu de la identidad nacional: “Tener glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente; haber hecho grandes cosas juntos y querer hacer más: estas son las condiciones esenciales para ser un pueblo” (p. 6).
Este pasaje subraya el argumento de Levavasseur: la identidad, lejos de ser una asociación voluntaria o una construcción social, es el producto acumulativo de la ascendencia, el sacrificio y la continuidad cultural. El propio Renan, argumenta Levavasseur, era consciente de que las naciones «no son eternas» y dependen de la memoria compartida y la orientación hacia el futuro para sobrevivir (p. 7).
La crisis de la nación liberal
En el segundo capítulo, titulado «Aporía liberal», Levavasseur pone al descubierto lo que considera las contradicciones inherentes al orden liberal moderno. Critica el marco republicano que intenta negar los fundamentos culturales y étnicos de los pueblos europeos, reduciendo la identidad nacional a un conjunto de valores abstractos. Escribe con dureza sobre el fracaso a la hora de integrar a las poblaciones no europeas, al tiempo que deconstruye las tradiciones autóctonas: “La entidad política parece bastante distinta de la antigua patria física: su población está ahora dividida en partes adversas, simplemente porque ya no constituye un pueblo” (p. 10).
Levavasseur contrasta los «valores de la República», desprovistos de sangre, con la lealtad visceral de la identidad arraigada. Basándose en ejemplos de la historia reciente de Francia, considera que las élites políticas contemporáneas han traicionado el legado histórico de Francia en favor de ideologías globalistas. El resultado, en su opinión, es una política fragmentada en la que «la voluntad de convivir» se ha convertido en una farsa retórica. Su diagnóstico de la atomización social, la desvinculación cívica y la disolución etnocultural es sombrío, pero su tono es resuelto más que desesperado.
Jean de Viguerie es citado con aprobación como un historiador que identifica la profunda ruptura entre la «tierra natal» (homeland) revolucionaria y la «patria» (fatherland) ancestral. En palabras de Viguerie: “De hecho, ya no existe Francia y son los que están en el poder quienes la han matado” (p. 9).
Estos juicios tan severos reflejan la voluntad de Levavasseur de afrontar lo que muchos ven, pero pocos se atreven a expresar: la desaparición de la conciencia histórica europea y la pérdida de la confianza en la civilización.
Hacia un renacimiento basado en el ethos
El capítulo III, «Pensar en términos basados en el ethos», es el núcleo intelectual del libro. Aquí, Levavasseur desarrolla una antropología filosófica arraigada en la etología, la filosofía clásica y la genética moderna para argumentar que los seres humanos son «seres naturalmente culturales» (p. 30) y que la identidad surge de una doble herencia: genética y cultural. Basándose en el mito de Prometeo de Platón, las ideas de Konrad Lorenz y la antropología de Arnold Gehlen, Levavasseur afirma que la incompletitud del hombre al nacer lo hace dependiente de la tradición, el orden social y la memoria transmitida: “Al igual que un árbol no puede prescindir de sus raíces, lo universal solo existe como una extensión polifónica de identidades específicas” (p. 8).
Rechaza tanto el individualismo liberal como el colectivismo marxista como abstracciones deshumanizadoras que niegan el arraigo de los seres humanos reales. Una de las principales fortalezas de este capítulo es su fluidez interdisciplinaria. Levavasseur recurre a la paleogenética para argumentar que las poblaciones europeas modernas derivan de una herencia indoeuropea común. Destaca que, a pesar de la mezcla moderna, las identidades fundamentales de los pueblos europeos permanecen intactas y rastreables, tanto lingüística como cultural y genéticamente: “La conciencia de un origen común representa los cimientos sobre los que se erige la ciudad” (p. 33).
Esta sección sirve como reprimenda a la ideología multiculturalista. Para Levavasseur, negar el ethnos es destruir la polis. La identidad no puede ser una mera etiqueta administrativa o un estatus legal. Debe vivirse, heredarse y renovarse a través de la familia, la tradición y la memoria colectiva.
La polis y el ethnos reunificados
En el capítulo final, «Volver a ser lo que somos», Levavasseur aboga por un renacimiento espiritual y político arraigado en la identidad. Aunque es crítico con la Unión Europea y las repúblicas modernas, no se limita a defender la reacción o la nostalgia. En cambio, aboga por una renovación de la vida cívica anclada en la memoria ancestral y el destino compartido. Escribe: “No se trata de recurrir a ningún tipo de «esencialismo», sino más bien de redescubrir el impulso y la tensión que permitieron que nuestro destino como pueblo floreciera” (p. 27).
Se trata de un nacionalismo constructivo, no basado en la exclusión o el odio, sino en una recuperación positiva de uno mismo. Levavasseur exhorta a sus lectores a no abandonar el proyecto civilizatorio de Europa en manos de burócratas, nihilistas o tecnócratas. En su lugar, busca una política de continuidad y pertenencia, una ciudad renovada en la que el ethnos y la polis vuelvan a armonizar: “La ciudad solo puede prosperar si está animada por un espíritu que fluye de un patrimonio compartido y de la voluntad de llevarlo adelante” (p. 43).
Reflexiones finales
Identity: The Foundation of the City de Levavasseur, es un libro desafiante, reflexivo y profundamente erudito. Aunque puede inquietar a quienes están apegados a las ortodoxias liberales, ofrece una defensa coherente y apasionada del derecho de Europa a la memoria, la continuidad y la autodeterminación. La prosa del libro, formal pero clara, filosófica pero apasionada, demuestra la seriedad y la disciplina literaria del autor.
También es un libro de esperanza, por muy sombrías que puedan parecer sus valoraciones. El llamamiento de Levavasseur no es al resentimiento o la derrota, sino a la responsabilidad, la conciencia de uno mismo y la renovación. Insta a los europeos a recuperar su capacidad de acción, sus raíces y su derecho a configurar su futuro.
Para los historiadores, los teóricos políticos y todos aquellos preocupados por el destino de la identidad europea, se trata de una obra vital y provocadora. Nos recuerda que la ciudad, si quiere perdurar, debe construirse sobre la base sólida de la memoria compartida y el patrimonio vivo.