Dr. Jad el Khannoussi
Hay conocimientos que se supone que conocemos, otros que conocemos, y otros que nos son desconocidos; en definitiva, somos o debemos ser conscientes de que existen algunas cosas que desconocemos. Este aparente galimatías es una de las expresiones más conocidas del ex secretario de defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, un individuo que naufragaba pensando en la región árabe o, lo que en términos orientalistas se define como Oriente Medio. El ex dirigente norteamericano incluso llevaba un billete simbólico de mil millones de dólares como una recompensa que ofrecía a cualquier persona que le pudiera aportar una solución o idea. La anécdota resulta muy adecuada para entender la situación que atraviesa la región árabe, en general, y Siria en particular. Es cierto, que hay decenas de estudios y escritos que salen a diario, pero pocos resultan aceptables, ya que estudian la región, como repetía siempre Farid Haliday, con visiones y puntos de vista muy alejados de la complejidad que caracteriza a esta zona. La interacción de factores nacionales, regionales e internacionales (no olvidemos que estamos hablando de una zona de vital importancia para la seguridad global), hace que los conflictos sean multipolares y que su análisis y estudio sean difíciles y estudiar, ya que la mayoría de ellos tienen una continuidad de alrededor de un siglo.
Por tanto, la desestabilización, la destrucción o el caos que reinan en la zona refleja la crisis geopolítica estructural en la que está sumergida la región desde hace ya décadas. Vemos que está atravesando un duro examen, un test en el cual está en juego su supervivencia; en Gaza los bombardeos israelíes no cesan ni un instante, y la gente si no se muere por las balas lo hace de hambre en vísperas de su deportación a otros países, Sudán, Libia. En Siria, donde la situación desgraciadamente va de mal en peor, con los últimos acontecimientos ocurridos en la región de As Suwayda. Desde el derrocamiento de Bachar, Siria no parece haber vivido ni un solo día de tranquilidad; se mueve de un problema a otro: el levantamiento de Qasad (fuerzas democráticas kurdas) que opera bajo la órbita norteamericana, el intento de levantamiento de las fuerzas que pertenecían al régimen antiguo, atentados, los incendios que azotaron la región del Sahel sirio, etc., y cuando parecía que todo se va a calmar, comienzan los enfrentamientos entre drusos y beduinos, un enfrentamiento antiguo-moderno que pondrá definitivamente en tela de juicio la supervivencia del estado sirio, debido especialmente a las implicaciones externas, que ven en ello la oportunidad deseada para llevar a cabo ciertos proyectos trazados para el país de Sham. Algo que parece normal en la historia de este territorio, ya que la región representa el corazón del mundo, razón por la cual y, como sostenía el profesor Fawzi Shuaibi, Siria es nerviosa por naturaleza.
Siria no es equiparable a cualquier otro país en el mundo árabe-islámico. Si miramos desde la perspectiva de la geografía política y geopolítica, su ubicación privilegiada le ha hecho estar siempre en el punto de mira de todas las grandes potencias e imperios de antaño que buscaban imponer su poderío sobre el mundo. Son llamativas aquí las palabras del que fue en su día embajador de Gran Bretaña en Egipto, Henry Polar, en una carta al ministro Russell: “Que sepáis señoría, que todos los imperios de antaño en el Este, el eje medular de su expansión siempre ha sido Siria”. En realidad, la denominada región de Sham o Gran Siria, que fue dividida en cuatro por el colonialismo europeo (Siria, Palestina, Jordania o Líbano), constituye el eje de la geografía mundial, tal como sostenía Napoleón: “quien controla Siria controla el corazón del mundo”.
Si contemplamos bien el mapa de la región, vemos como este territorio se sitúa en el corazón de la región árabe, la costa oriental del mediterráneo, es punto final del territorio que abarca desde el centro de Asia hasta el mar (la lucha entre las grandes potencias suele ser por el dominio de los mares), y también posibilita la entrada a Iraq, Irán, Asia Central y la Península Arábiga. Por tanto, constituye un puente entre tres continentes: al Norte, Europa, al Este, Asia hasta China y la Península India; y al Sur, la Península árabe y de allí a África. Tal como destacaba John Foster Dallas, secretario del estado norteamericano en la época de Eisenhower: “Siria es como un enorme portaviones, anclado en litoral asiático, cercano a Asia”. De hecho, el primer acuerdo diplomático de la historia se firmó por el reparto de Siria, acuerdo de Cadich (1384 A.C), entre el imperio egipcio y el imperio Hitita. No olvidemos que Siria se ubica en la línea divisoria entre tres grandes componentes del mundo islámico, iraníes, turcos y árabes, y se entrelaza no solo en fronteras con el proyecto israelí-norteamericano en las costas del mediterráneo, sino también con Rusia, que posee una presencia enorme en la parte de la costa siria (Base de Tartús), es punto de encuentro de la nueva ruta de seda china (terrestre y marítimo), es un punto de choque de civilizaciones entre el mundo oriental y el occidental y también un punto de choque entre las tres grandes religiones monoteístas y por supuesto, un espacio de choque chií-sunní.
A este factor geográfico, se pueden añadir el factor energético, ya que, además de sus enormes recursos, es un centro de paso obligado para cualquier gasoducto o ruta comercial hacia Europa. Estamos ante un país en el que confluyen todos estos rasgos geográficos, políticos, económicos, energéticos, religiosos, civilizatorios y espirituales. No hay que olvidar que fue el único lugar para el que los vencedores de la segunda guerra mundial no se pusieron de acuerdo. Es más, el país de Sham fue testigo en 1948 de cuatro golpes militares, cada uno de ellos gestado por una potencia diferente: Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Soviética y Francia. Y este, es el motivo clave de lucha actual, sin olvidar que, desde siempre, Siria es un país de gran diversidad cultural y étnica que ha generado una sociedad muy dinámica.
Desgraciadamente, todos estos factores en vez de ser un aliciente para el desarrollo del país, han hecho complicado cualquier proceso de cambio. Las constantes intervenciones externas, no se quiere ver a Siria como un país libre y desarrollado, y la complejidad interna, esa diversidad debería de haber sido un aliciente de fuerza y unidad, se han convertido en una de las grandes amenazas, especialmente en el arco druso que, probablemente, será uno de los grandes desafíos al que se enfrentará el país en el futuro, debido a su vinculación con fuerzas externas, muy en especial, Israel que aspira a dividir el país. La mejor prueba la estamos presenciando ahora, cuando hace unos días unos beduinos atacaron un camión de verduras en la carretera que circula entre As Suwayda y Damasco; así, un acto vandálico que podría ocurrir en cualquier parte del mundo, se ha transformado en una batalla decisiva que puede cambiar Siria y su entorno regional para siempre. Alrededor de 1300 muertos y la amenaza de una una posible guerra civil que tendrá sus consecuencias nefastas, no sólo para la estabilidad del país, sino para la de toda la región. Es cierto que se acordó un tenso alto el fuego, pero, al parecer, no se está cumpliendo hasta el momento. Además, Hikmat al-Hijri, conocido por su lealtad a Tel Aviv, no reconoce al gobierno sirio, razón por la que prohibió la entrada a la ciudad de una comisión gubernamental para imponer orden. Por tanto, ¿Quiénes son los drusos y qué rol han jugado siempre en la región? ¿Cuál es el interés de Israel con ellos y sus objetivos en Siria? ¿dónde están Washington y otras potencias? Y finalmente ¿estamos ante la primera confrontación directa turco-israelí?
Los drusos son una tribu árabe que se autodenomina “al-Muwahhidun” (los que reconocen la unidad de Dios) o también por su nombre los Banu Ma‘ruf. Originarios de la tribu Tanújida, emigraron de la Península Arábiga tras el colapso de una de las joyas arquitectónicas del antiguo Yemen, la presa Marib (S. VIII, a. C). La palabra druso deriva de su fundador, Muhammad ibn Ismael Nachtakin al-druso, aunque hay una amplia mayoría que lo niega, ya que lo consideran un hereje frente al verdadero fundador que es Hamza Ibn Ali al-Zarwani (1017), es decir, en el periodo del sexto califa fatimí, Al-Hákim bi-Amr Al-lah. Se estima que sus miembros rondan los dos millones de personas, dispersos en cuatro países: Siria 740000, Líbano 250000, Jordania 25000 y Palestina con 200000, mientras que los restantes están dispersos por Estados Unidos, Canadá, Australia, etc., Su doctrina monoteísta se resume en las catorce cartas de Sabiduría. Sus dogmas están inspirados en la secta ismaelita chií, la filosofía hindú, la griega, los manantiales del islam, además de otras fuentes filosóficas y religiosas de otras culturas. Durante todo ese tiempo han tenido un impacto notable en los acontecimientos que marcaron la historia de la región, empezando en la época de las cruzadas, donde los drusos ejercieron un papel crucial bajo la bandera de los ayyubíes y los mamelucos; posteriormente, disfrutaron de autonomía bajo el imperio otomano, hasta el punto que establecieron sus propios estados, como por ejemplo el emirato del monte de Líbano, el emirato de Chuf, el emirato de Yabal Druso, aunque es cierto que mantuvieron confrontaciones con los beduinos, lo que hizo que, en más de una ocasión, muchos de ellos emigraron.
Resaltar también sus revueltas contra el sultán de Constantinopla, gracias al terreno montañoso de las áreas que habitaban, como las revueltas que llevaron a cabo los cristianos maronitas en la época de Fajr Edinne al-Ma‘ni II, en la que se produjeron enfrentamientos sangrientos, que hicieron que muchos de ellos emigrasen hacia el Cáucaso y más tarde, en concreto, en 1841, cuando ya disponían de canales de contacto con Gran Bretaña, se negaron a pagar los impuestos, lo cual condujo al sultán otomano, bajo el mando de Ibrahim Pasha a someterlos de nuevo. No obstante, Inglaterra presionó a Estambul hasta el punto que se retractaron en su intervención. Después, tuvieron un conflicto civil contra los cristianos maronitas que acabó con la intervención extranjera. Con el estallido de la primera guerra mundial, los drusos se dividieron en dos bandos; unos apoyaron al imperio otomano y otros se afiliaron a la gran revuelta árabe, bajo la bandera de los aliados. Con la división de Saykes y Picot, la región de As Suwaida quedó parcialmente bajo la influencia francesa.
Francia estableció el estado montañoso de los drusos en 1921, aunque las constantes revueltas y batallas que se llevaron a cabo contra Francia, hicieron que Francia fusionase este estado en Siria. Sin embargo, el sultán el Atrach libró una gran batalla contra los franceses que acabó con la región de Jabal al-Druze, siendo la primera región liberada de Siria. Los drusos se enfrentaron de nuevo al estado sirio, que los apodó como “la minoría peligrosa”, hecho por el que fueron atacados constantemente, como el caso del general Adib al-Shishakli. Estos acontecimientos, además del miedo y la preocupación que reinaba entre la mayoría de los drusos, abrió el camino al naciente estado israelí, que, ya antes de su implantación en 1948, empezaba sus canales de contacto con ellos; en concreto, en 1930, a fin de aislarlos del entorno árabe-islámico. Este contacto se consagró después de la derrota árabe contra los grupos sionistas ese mismo año. A partir de entonces, se creó una alianza entre ambos, aunque es cierto que no todos los drusos están a favor de Israel. Los drusos del Líbano se diferencian de los que viven en la Palestina ocupada o en As Suwaida; hay grandes personalidades drusas como Chakib Arsalan o la familia Jumblat, que fueron grandes defensores del panarabismo, hasta el punto que los drusos de Líbano combatieron a favor de los grupos anti-israelíes en la guerra civil libanesa. Entonces, ¿Cuáles son las pretensiones de Israel con los drusos y sus objetivos en Siria?
En agosto de 2024, durante un mitin de campaña electoral, el elegido presidente norteamericano Trump se refirió a Israel como un país pequeño geográficamente y que debe expandirse, y esto no es nada nuevo. Si nos fijamos en la actitud israelí, vemos como esa idea sigue vigente en el imaginario israelí desde antes del nacimiento del estado de Israel. Existen decenas de páginas escritas sobre estrategias militares e incluso pensadores que han defendido dicha propuesta; simplemente, las circunstancias no han permitido que se lleve a cabo. Pero, en Tel Aviv creen que hoy en día, la situación es propicia para llevar a cabo dichas propuestas, al menos desde una perspectiva militar, gracias al apoyo norteamericano, el silencio internacional incluida China. No debemos olvidar que el lobby sionista tiene mucha presencia en Pekín desde finales del siglo XIX. Pocos saben que fue la propia China la que hizo la declaración de Sun Yat Sen, semejante a la declaración de Balfour. La relación entre ambos países ha pasado por diferentes periodos, pero desde la muerte de Mao Tsee Tsung, que apoyaba los movimientos de liberación, su sucesor, Deng Xiao Ping, adoptó una política exterior más pragmática. En su intento de modernizar el país, especialmente, en cuestiones militares y tecnológicas, y ante, la negativa de Moscú y Washington, buscó refugio en Tel Aviv, país que le abrió todas las puertas de su tecnología, siempre que estuviera a favor de la causa israelí. Tel Aviv les brindó y sigue brindándoles, toda la alta tecnología de la que dispone, hasta el punto que se han llegado a generar tensiones con Washington. Por eso, no debe extrañarnos oír decir a Netanyahu respecto a su relación con China, como lo hizo con motivo de los 25 años de relación entre ambos, que es como un “matrimonio hecho en el paraíso”.
El mundo árabe, en general, y Siria, en particular, se estaban desangrando internamente, mientras salían a la luz una serie de mapas antiguos, trazados para la región desde hace décadas, y, parece ser, que ahora es el tiempo adecuado para poner los en práctica, utilizando diferentes medios políticos, económicos, militares y geoestratégicos, etc. Lo que está ocurriendo en Siria, es fiel reflejo de lo comentado. Desde la caída de Al-Assad, Tel Aviv que, desde el primer momento en desacuerdo con su derrocamiento, y a la puesta en escena de Ahmed al-Charaa, no cesó de intervenir y bombardear el país, especialmente, los centros armamentísticos y de investigación científica. Al parecer, el objetivo de Tel Aviv, a medio plazo, es crear una zona de amortiguación en el arco druso, es decir, un primer paso para federalizar Siria para su posterior división. Esto no es nada nuevo, ya que desde la guerra de los seis días (1967), existía un plan de Igal Alón, entre cuyos puntos estaba dividir esa parte de Siria; no obstante, algunos líderes israelíes como Moshé Dayán y otros, se negaron a embarcarse en esa aventura, que, parece estar ahora más vigente que nuca. En la mentalidad estratégica israelí, son conscientes de que una Siria fuerte e independiente, supone uno de los mayores peligros para Israel. Pero ¿cuál es el objetivo de esa nueva estrategia? y ¿por qué ahora?
La respuesta está en el corredor de Dawud (David). No se trata sólo de una cuestión simbólica, sino de algo derivado de una antigua doctrina sionista, que cree en el Gran Israel, que iría desde el Nilo hasta el Éufrates. Se trata de un proyecto con múltiples dimensiones: políticas, económicas, geoestratégicas, espionaje, etc., Por tanto, la situación es más peligrosa de lo que se dice respecto a ella, ya que estamos ante una arteria que penetrará en Siria de norte a sur del país, atravesará las tierras fracturadas del desierto sirio, pasando por Dara y As Suwaida, y llegará a la región del Haska o incluso hasta el Kurdistán Iraquí y de aquí, hasta los países del Golfo.
Cada región que atravesara, sería sometida demográficamente y dividida socialmente, bien a través de conflictos, expulsiones o enfrentamientos de unos grupos paramilitares contra otros. Esto será la primera piedra de la división del país en cuatro estados; drusos en el sur, alauitas, en el Sahel, sunníes en y kurdos, en el norte. El corredor Dawud será la línea que separará estos supuestos países. Los objetivos son muy claros; hacer que Israel sea el centro económico y geoestratégico por excelencia del nuevo orden en la región árabe, como sostenía Simón Pérez en su día en su obra El Nuevo Oriente Medio; por un lado, sería el centro de los nuevos gasoductos y corredores que atravesarán la región (gasoducto Qatari que transportará el Gas hasta Europa), la nueva ruta norteamericana –la ruta del incienso-, los recursos subterráneos del Éufrates. Este último es uno de los grandes dilemas que afecta la región, ya que, probablemente, asistiremos a conflictos por el oro azul en la región. Por otra parte, podrá asediar a Turquía por el sur, lo mismo que hacen en el norte a través de Grecia, y es precisamente de todo esto desde donde se justifica el interés israelí-norteamericano en la creación de un estado kurdo. Por otro, hay que hablar de las riquezas petrolíferas y de gas sirio en la región de Haska, zona en la que el 80% de las reservas están bajo el control de las fuerzas democráticas sirias (kurdos) Qasd, orquestados por las bases militares norteamericanas que existen allí (Dir al-Zur y la región de al Tanaf), con el pretexto de impedir el resurgimiento del ISIS. La coordinación entre Washington, Tel Aviv y Qasad (Fuerzas democráticas kurdas) es de alto nivel; se puede decir incluso que estamos ante una alianza no declarada para volver a trazar la cartografía de la región, y el papel norteamericano es el queda al proyecto israelí una dimensión internacional.
El sueño de un estado kurdo nunca ha sido espontáneo o inocente, sino que forma parte de un tablero de ajedrez muy complejo, alineado con la estrategia de aliarse con las minorías, pero que responde a un plan trazado antes de la aparición del estado de Israel. El objetivo no es otro que crear el caos en la región, lo que llevará a los árabes a conflictos internos; la zona se convertirá en un mosaico de cantones sectarios, enfrentados entre sí, lo que facilitará aún más el control de la región por parte de Israel y de las fuerzas occidentales. Precisamente, los países más damnificados con esto son Irán y, sobre todo, Turquía, ya que la aparición de cualquier estado kurdo, no sólo, hará que desaparezca su nexo con el mundo árabe-islámico, sino que prohibirá a China cualquier paso al Mediterráneo, y pondrá la integridad territorial otomana y la persa en juego. Turquía aspira a jugar un rol importante en la región, como lo refleja su enorme presencia y activismo desde Asia central, el Cáucaso y hasta el mediterráneo, pasando por el continente africano, unos movimientos, que van cada vez en aumento, pero que desgraciadamente, preocupan a más de una capital importante, en especial, en Washington, que quiere subyugar a Turquía a sus cálculos estratégicos.
Hoy en día, Ankara goza de una popularidad inmensa en el mundo árabe-islámico, un ejemplo de un proyecto sunní moderno, un modelo que inspira a más de uno en el mundo árabe-islámico. Turquía ha demostrado también que sabe jugar bien sus cartas, tal como hemos comprobado en Somalia, Libia o Azerbaiyán; además, está sumergida en un proceso de desarrollo a todos niveles, la mejor prueba, la exposición 2025, donde Ankara ha sorprendido al mundo. Sin embargo, al mismo tiempo, ve con mucha preocupación estos movimientos israelíes en Siria, hasta el punto que ha intensificado sus maniobras militares y políticas en el país de Shem, con el fin de hacer frente a los enormes desafíos que le rodean, especialmente, después de dar a la luz al gasoducto Kilis-Alepo que tanto va a molestar a muchos actores regionales e internacionales, lo mismo que el nuevo corredor Trump que empeorará aún las relaciones entre Tel Aviv y Ankara. Ya lo profetizó en su día Nacmettin Erbakan que sostuvo que cuando todas las miradas internacionales se fijan en Siria, el objetivo principal es Turquía. Por tanto, no podemos descartar que Turquía sea el próximo objetivo. Entonces, la pregunta es la siguiente ¿asistiremos a una guerra turco-israelí?
De momento resulta todavía temprano hablar de un enfrentamiento directo, más bien estamos ante un choque geoestratégico. Turquía evita cualquier confrontación bélica que frene su ascendente proyecto, aunque es cierto que en Ankara han trazado todos los planes posibles, incluida una intervención militar. En Ankara, apelan a las resoluciones diplomáticas, aunque eso no impide que haya tensiones diplomáticas, choques cibernéticos, espionaje, etc. como ha ocurrido en los cuatro últimos años, Ankara capturó a más de cuatro células del Mosad, además de a nuevas alianzas que creó Tel Aviv con otras fuerzas; el mejor ejemplo en la región del mediterráneo oriental, Grecia, Egipto, Emiratos, Arabia e Israel. Por tanto, no debemos extrañarnos a la hora de ver como en el país otomano, hay cada vez más voces que exigen a su gobierno movilizarse, antes de que el tiempo pase y se vea asediada por un cinturón de inestabilidad, que pondría en tela de juicio la supervivencia del estado turco.
En resumidas cuentas, nadie dudad de que Israel posee una estrategia a medio plazo de dividir el país de Shem, con el beneplácito de Washington. La división de Siria es algo imposible ahora debido a los enormes retos y desafíos a los que se enfrentaría cualquier estrategia. Supongamos que hay dos o tres países ¿coexistirán? ¿Firmaran un tratado de reconocimiento de cada uno al otro? ¿habrá fronteras abiertas o no? Quien gobernará cada región: ¿los seguidores del Assad que, hundidos militarmente, económicamente y sumergidos en un horror psicológico?, ¿los kurdos, que no serán aceptados ni por Turquía ni por Irán, ya que supondrían una seria amenaza a la unidad de ambos territorios? Un estado a semejanza de Líbano, resultará imposible. Las condiciones de la división resultan imposibles, ya que no se dan condiciones para su supervivencia.
Si contemplamos el panorama global y regional, vemos, por un lado, como Estados Unidos y parte del bloque occidental, están inmersos en su enfrentamiento con Rusia y China, y nunca han olvidado sus experiencias en Irak, Afganistán o Palestina. Europa tampoco atraviesa un buen momento: la guerra de Ucrania y la crisis de algunos estados amenazan con un colapso económico. Por otro lado, Irán esta asfixiada y hundida en una grave crisis económica, además de que ha perdido el protagonismo que le caracterizó desde los sucesos del 11 de septiembre. Una intervención militar directa o a través de sus milicias como hizo en los años anteriores, resulta imposible, ya que le involucraría en un conflicto interminable que supondría la sangría definitiva de un régimen que ha perdido todo tipo de credibilidad para su supervivencia. Turquía aseguró ya la estabilidad de sus fronteras tras la expulsión de los kurdos por los rebeldes, además defiende a toda costa la integridad territorial de Siria. Los turcos quieren que Siria sea un mercado para sus productos, en lugar de un país turbulento, razón por lo cual se preocupan por su estabilidad. Lo mismo ocurre con Moscú. Turquía y Siria son conscientes de la importancia de la unidad siria, incluso el Kremlin se verá obligado, tarde o temprano a trabajar con el gobierno sirio.
El propio Corredor de David, del que tanto se vanaglorian en Tel Aviv, se enfrentará a enormes obstáculos, por un lado, la complejidad geográfica, y, por otro, la situación política que atraviesa el entorno árabe, en general, y el sirio, en particular. La amplia zona geográfica que va desde los altos del Golán hasta el Éufrates, requiere de una fuerza militar grande. Hay que ser conscientes de que Israel se está desangrando en Gaza, de la resistencia que tendría el pueblo sirio, incluso con el retorno de los beduinos a la escena; es decir, hablamos de una especie de cisne negro que, según la teoría de Nassim Talib, es una fuerza que cuando se mueve cambia el rol de la historia; una fuerza incontrolable que puede aparecer en cualquier punto de la región árabe. La mejor prueba de ello es que, cuando se movieron hacia la región de As-Suwayda, Israel y los drusos pidieron auxilio al ejército sirio, al que antes le habían prohibido la entrada a la región.
En fin, el gran dilema de Siria no son las intervenciones externas, sino más bien las minorías que dibujan su panorama interno, que, desgraciadamente, siguen operando según parámetros étnicos, lo cual impediría cualquier despertar sirio. Por eso, lo que urge es trazar una hoja de ruta y un consenso nacional; el país se levantará con el diálogo y no con el fanatismo, la inclinación hacia una tribu o la implantación de un gobierno desde fuera. El pueblo sirio posee todos los parámetros para cruzar a la orilla del desarrollo; estamos ante un pueblo diferente, como el palestino y toda la región del Shem; estamos hablando de un territorio donde no solo nació la civilización, sino por el que han pasado diferentes civilizaciones que, en su día, gobernaron el mundo. En palabras de Churchill; esta región es el laboratorio de la historia. Por tanto, un ser humano que nace y crece en este ambiente, es decir, en un entorno histórico y civilizatorio semejante, posee todas las facultades y capacidades para crear, inventar, desarrollar y adaptarse a cualquier realidad más que cualquier otro. Además, cuanto más complicado o difícil sea el reto, más capacidad tendrá de resistir y levantarse, prueba de ello es lo que sufrió el pueblo sirio desde la llegada al trono de Al- Asad y su familia hasta hoy día, o el genocidio que padece Gaza que, con el sufrimiento que implica, son un ejemplo de paciencia, resignación, resiliencia y aguante. Y esto es algo que la mentalidad académica occidental no logra concebir; por eso, la mayoría de los pronósticos que llevan a cabo en ese entorno fracasan.