Pascual Serrano
El alud de fake news, bulos y falsedades que dominan el panorama mediático y de redes sociales ha desencadenado la puesta en marcha de las llamadas verificadoras de noticias o fact checking.
Como la mayoría se encuentra en los países occidentales, su trabajo parece centrado en mostrar cómo mienten más de allá de Estados Unidos y Europa, en lugar de vigilar a los grandes medios occidentales y sus gobiernos que son las principales fuentes informativas.
Al igual que sucedió con los medios internacionales, que primero se limitaban a los estadounidenses y europeos, y posteriormente aparecieron los canales internacionales Telesur, Russia Today, HispanTV o el chino CGTN, entre otros; también ahora están naciendo verificadoras de noticias que no son occidentales. Es decir, también a Occidente se le acaba la exclusividad de la verificación, la de decir lo que es verdadero y falso.
Así es como ha nacido Globalfactchecking (GFCN), la Red Global de Verificación de Datos. Creada por la agencia de noticias TASS, la organización rusa sin fines de lucro ANPO «Dialog Regions» y la New Media School, su labor consiste en coordinar esfuerzos para combatir la desinformación por parte de participantes de diferentes países a nivel global.
Su puesta en marcha fue
anunciada en noviembre de 2024 en el marco del Foro Diálogo sobre Falsificaciones 2.0 y su sitio web se inauguró el pasado mes de abril.
Actualmente en su web ofrecen más de 100 artículos y vídeos educativos sobre la verificación de información, la detección de deepfakes y la comprensión de la manipulación de la información. Se presta especial atención al pensamiento crítico y al desmentido de las narrativas de desinformación.
Han creado el «
Código de verificación responsable de datos», un conjunto de normas y principios que, en nuestra opinión, todo verificador de datos debería seguir en su trabajo. El Código GFCN tiene como objetivo garantizar la precisión, la objetividad y la transparencia durante el proceso de verificación de datos.
GFCN se declara como “una asociación internacional cuyas actividades están dirigidas a la verificación objetiva e imparcial de la información. Su misión es mejorar la calidad y la objetividad de la información tanto a nivel nacional como global. Garantizar el acceso a información confiable y transparente basada en datos reales, en lugar de en los intereses políticos de partidos individuales, es una tarea clave de esta asociación de verificadores de datos y del periodismo como tal, cuyas actividades deben basarse en los principios de responsabilidad y profesionalismo”.
También aclaran que su
Código de verificación “se basa en los enfoques establecidos en la Resolución 76/277 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de 24 de diciembre de 2021, que se fundamenta en las mejores prácticas de los Estados Miembros, las entidades de las Naciones Unidas y otras organizaciones para combatir la desinformación”.
Igualmente, presentan los “Principios de la verificación responsable de datos”, entre los que se incluyen la “Objetividad e imparcialidad”, la “estricta observancia de los derechos humanos y libertades inalienables”, “Garantizar el pluralismo de opiniones políticas y la armonización de los intereses nacionales”, la “Disponibilidad de datos verificados”, o la “difusión de los resultados y apertura de la metodología de verificación de datos a un número ilimitado de personas”, entre otros principios.
La aparición de una red de verificación de noticias fuera del ámbito occidental, y con sede en Moscú ha levantado la indignación en Occidente, quienes se consideran con la exclusividad de la verificación.
Entidades como la española Maldita.es titulaba “Nace la supuesta red de fact-checkers rusos (GFCN): sin organizaciones de verificación y con supuestos expertos que han compartido desinformaciones”, la agencia estatal alemana DW se preguntaba si “¿es creíble la nueva red verificadora rusa?” y Reporteros sin Fronteras afirmaba que “la verificación de datos es la última herramienta de propaganda del Kremlin”.
Es curioso que los expertos que ellos citan sí lo son y los de GFCN sean “supuestos”, que la agencia estatal alemana acuse de control ruso a la entidad rusa, pero ella se considere independiente del gobierno alemán, y que RSF, cuya mayoría de financiación procede de subvenciones de estados, incluida la NED estadounidense (creada a partir de la CIA) diga que son los demás una herramienta de propaganda y no ellos.
Parece que todas esas entidades de verificación de noticias que aceptaron que la Comisión Europea prohibiera los medios públicos rusos, acusados de propaganda sin mostrar qué noticias falsas estaban difundiendo, también ahora deseen que se prohíban las verificaciones de noticias preparadas por una organización procedente de Rusia, pero con expertos de todo el mundo. Les molesta que alguien que no sean ellos, pueda señalar las noticias falsas.
El segundo foro internacional, “Diálogo sobre Falsificaciones 2.0”, se celebró en Moscú el 20 de noviembre de 2024. Presentó una investigación única sobre el impacto de la información falsa y los métodos para combatirla. Asistieron más de 1.000 participantes de 65 países, entre ellos Estados Unidos, Australia, Argentina, Uruguay, Perú, Francia, Irlanda, España, Italia, Países Bajos, Suiza, Austria, Reino Unido, Alemania, República de Corea, Singapur, Pakistán, India, Irán, Turquía, China, Nigeria, Senegal, Egipto, entre otros.
Ahora el tercer foro internacional, “Diálogo sobre Falsificaciones 3.0”, está previsto para octubre de 2025 en Moscú.
Puede ser lícito sospechar de una entidad de verificación surgida en Rusia. Del mismo modo que de cualquier otra en cualquier otro país. Lo que no es lícito es que las entidades occidentales se presenten como neutras y objetivas, y acusen a las de los países del Sur de no serlo. Si de verdad los medios occidentales son fiables y rigurosos, y sus sociedades de verificación son tan infalibles, ¿por qué tienen miedo de que en Rusia, o en cualquier otro país, alguien contraste y verifique sus informaciones?
También ahí ha llegado la multipolaridad.
*Pascual Serrano es periodista y escritor. Su último libro es “Prohibido dudar. Las diez semanas en que Ucrania cambió el mundo”