Alfredo Jalife-Rahme
Ayer el filósofo ruso Aleksandr Duguin (AD) disecó el discurso de Putin ante el Club Valdai –que abordé geopolíticamente [
1] — que define como “un cianotipo filosófico para el mundo multipolar” y “muestra cómo la complejidad cuántica, la soberanía civilizatoria y el realismo estratégico forman un nuevo orden global que desafía las simplificaciones occidentales [
2]”. AD comenta que la “filosofía de la complejidad” de Putin constituye “una alternativa al modelo globalista (¡súper- sic!) occidental”.
Contrasta el estilo ciclotímico y caleidoscópico de Trump con la definición de Putin sobre la “multipolaridad” que se asienta en la biodiversidad biosférica: “representa algo nuevo. No es ni un mundo bipolar, ni unipolar, ni el sistema westfaliano de Estados-nación, donde cada uno es supuestamente soberano, pero en realidad no lo es. Sólo los grandes Estados-civilización pueden ser verdaderamente soberanos en nuestro mundo”, lo cual requiere de “conciencia geopolítica”.
Juzga que el “modelo del mundo multipolar, donde los polos son los países civilizatorios, no ha tenido nada similar”, salvo “la estructura de la humanidad antes de la Edad del Descubrimiento” con sus enteros países civilizatorios: “el califato islámico, la civilización India, el imperio chino, los reinos africanos, los imperios ruso/bizantinos y europeos occidentales”. ¡Putin es el antiHuntington del Choque de Civilizaciones! AD aduce que “antes del colonialismo, existió una verdadera multipolaridad consagrada por imperios, países civilizatorios y macropaíses”, cuya “transición ( sic) delinea hoy Putin”.
AD considera que el “desarrollo significativo ocurrió con Trump (¡mega- sic!)” cuando “el concepto MAGA ( Make America Great Again) en su origen reconoció la multipolaridad” que rechazan los adictos a la unipolaridad: “Putin habló sobre la defensa de los intereses nacionales con calma y delicadeza, señalando que tenemos más cosas en común con Trump que con los globalistas europeos.Nuestra convergencia con EU no se menciona”.
Hoy, “el gran proceso de transición (¡mega- sic!) hacia la multipolaridad afecta todas ( sic) las regiones” cuando “en EU y Europa existe una genuina guerra civil entre conservadores y liberales globalistas quienes permanecen leales a la unipolaridad: políticos sin sustancia, impulsados únicamente por la frenética y agonizante voluntad de preservar el régimen unipolar y su ideología”.
AD arguye que la epistemología de Putin sobre la multipolaridad “debe guiar educación, cultura, política y economía”, lo cual “no es ninguna novedad”, sino que sólo “profundiza” la teoría de la filosofía de la complejidad desarrollada por el pensador galo Edgar Morin –que obliga al análisis de la obra del prodigioso Morin, hoy de 104 años, quien acuñó el término de “polycrisis [
3]”.
AD prosigue su hermeneútica: “Putin mencionó varias veces los procesos no lineales del nuevo mundo, comparándolos con la mecánica cuántica. Los procesos no lineales y la mecánica cuántica implican interconexión, donde incluso el más mínimo cambio a nivel micro –desde un bloguero con un iPhone, hasta una persona sola– afecta a los procesos macro globales. Ya no es un mundo de mecánica lineal”. En efecto: el mundo padece hoy la nueva “Torre de Babel de las superespecialidades”, cada vez más ultrareduccionistas.
Concluye que “el mundo moderno con su multipolaridad es un sistema complejo” que obliga a “voltear a ver a la mecánica cuántica y al estudio de civilizaciones, religiones y teologías que de nuevo determinan el curso de los eventos”, lo cual es “una invitación a la transformación de la conciencia del país entero y, especialmente, de su clase pensante”, con el fin de “abandonar los puntos de vista simplistas de la realidad”.
La estocada de AD: “una gran potencia requiere de una gran filosofía”, que, “sin ella, se vuelve un gólem: una construcción mecánica operada por manos foráneas”, cuando “el mundo se rige por quienes piensan”.
NOTAS
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3]
La méthode, Edgar Morin, Seuil (1977).
Escalada: Putin y la filosofía de la complejidad
Aleksandr Dugin
Presentador: Hay líderes mundiales a los que todo el mundo mira y escucha. Y hay otros a los que no solo se mira y se escucha, sino que se vuelve a mirar y se vuelve a escuchar. Vladimir Putin es uno de los pocos que se encuentran en esta categoría. La semana pasada pronunció uno de sus discursos programáticos, que fue muy visto, escuchado y comentado, y que incluso provocó cierto temor en Occidente. Sin embargo, ¿qué es lo más importante que se puede destacar del discurso del presidente ruso en Valdái?
Aleksandr Dugin: Por un lado, lo que dijo no difiere en principio de sus anteriores intervenciones en Valdai u otros foros. Pero si seguimos la secuencia de sus discursos programáticos, veremos cómo nuestro presidente desarrolla paso a paso una filosofía completa, alternativa al modelo globalista occidental. Ya no se trata simplemente de comentarios o declaraciones tácticas. Por eso los discursos de Trump no requieren una relectura, mientras que los de Putin sí, porque cada uno es el siguiente episodio de una serie, especialmente comprensible si se recuerdan los anteriores.
El discurso de Trump es un clip, un meme: se puede ver al margen de la historia estadounidense, al margen del mismo Trump. Dice algo divertido, baila, salta, guiña el ojo, amenaza, asusta y luego se retracta. Es un formato a corto plazo: pequeño, incoherente, llamativo, a veces amenazante, pero contradictorio con lo que decía un segundo atrás. Y Putin es todo lo contrario: un líder mundial que va revelando poco a poco su filosofía.
En este discurso de Valdái, siguió explicando la multipolaridad, de la que lleva hablando mucho tiempo, pero cada vez con más frecuencia, más concreción y más profundidad. Es un despliegue de la comprensión de la multipolaridad, que ha empezado a nacer no solo en nuestra sociedad, sino también en la mente del presidente. ¿Por qué la multipolaridad? Porque es nueva. No es el mundo bipolar, ni el unipolar, ni el sistema westfaliano de Estados nacionales, donde cada uno es supuestamente soberano, pero en realidad no es así. Solo los grandes Estados-civilizaciones pueden ser verdaderamente soberanos en nuestro mundo y esto se va aclarando poco a poco. Inicialmente, la multipolaridad era un eslogan, un meme, que no comprometía a nada. Y ahora, como si se trazara una línea entre dos puntos, la conciencia geopolítica y la narrativa mundial del presidente se mueven a lo largo de ella. Cada vez perfila con mayor claridad el modelo de un mundo multipolar, cuyos polos son los Estados-civilización. Y cada vez está más claro por qué el mundo multipolar no se parece a nada. La única comparación es la estructura de la humanidad antes de la era de los Grandes Descubrimientos: Estados-civilización gigantescos como el califato islámico, la civilización india, el imperio chino, las sociedades africanas, los imperios de Europa occidental y ruso-bizantino. Antes del colonialismo existía una verdadera multipolaridad, cuyos portadores eran los imperios, Estados-civilización o macro-Estados, como se suele decir hoy en día. Putin traza esta transición, no solo teorizando, sino también poniéndola en práctica.
En la última reunión de Valdai, resume los resultados: lo que se ha logrado, lo que no, dónde están los obstáculos, dónde los avances. Con Trump se produjo un avance de este tipo, aunque los partidarios de la unipolaridad lo corrigen inmediatamente. MAGA reconocía inicialmente la multipolaridad, pero los neoconservadores presionan a Trump para que abandone esta posición. Se trata de un proceso constante y grandioso de transición hacia la multipolaridad que afecta a todas las regiones: dentro de Rusia, en las fronteras, en el Pacífico, en Oriente Medio, en África y en América Latina. En Estados Unidos y Europa se está librando una verdadera guerra civil entre conservadores y liberales globalistas, fieles a la unipolaridad, políticos que no representan nada más que una voluntad frenética y agonizante de mantener el régimen y la ideología unipolares. Putin analiza todo esto.
La gente empieza a comprender que no se trata de un meme, sino de una exigencia a la que hay que adaptar la educación, la cultura, la política y la economía. Debemos participar de forma activa y proactiva, y no reactiva, en la construcción de un mundo multipolar. Para ello, todos deben comprender qué es: una tendencia ideológica, a largo plazo, fundamental, que explica todo lo demás. Esto ya no es una novedad, sino una profundización del tema. Lo nuevo, en mi opinión, es el énfasis en la filosofía de la complejidad de Edgar Morin, un pensador francés que desarrolló la teoría de la complejidad. Putin ha mencionado en repetidas ocasiones los procesos no lineales en este nuevo mundo, comparándolos con la mecánica cuántica. Los procesos no lineales y la mecánica cuántica son interrelaciones en las que el más mínimo cambio a nivel micro, desde un bloguero con un iPhone hasta un individuo, influye en los macroprocesos globales. No se trata de una mecánica lineal.
Para comprender este mundo, desarrollar la diplomacia, interactuar con los polos e interpretar las contradicciones de Occidente, dividido entre Europa y Estados Unidos, se necesita una nueva forma de pensar. La diplomacia requiere profundizar en la sociedad, la religión y la cultura de cada país y civilización. Esto exige a los diplomáticos del MGIMO —donde enseño la teoría del mundo multipolar y las civilizaciones— una completa reestructuración de su conciencia. Afecta a los negocios, la economía, la industria, el ámbito militar, la guerra —no lineal, donde los drones eliminan los parámetros clásicos de la guerra industrial—. La filosofía de la complejidad, según Putin, es la base de la nueva diplomacia. Es un llamamiento a abandonar una visión simplificada de la realidad. El mundo contemporáneo, con su multipolaridad, es un sistema complejo. Dejemos de lado los viejos estereotipos, no proyectemos los clichés del pasado sobre el presente, y dediquémonos a la mecánica cuántica, estudiemos las civilizaciones, las religiones y las teologías que determinan los procesos. Es una invitación a cambiar la mentalidad de todo el Estado, especialmente de sus capas intelectuales. Nuestra forma de pensar, que es una mezcla de sovietismo y liberalismo, está al borde de la catástrofe. Si no comprendemos la complejidad de la realidad en la que vivimos, actuamos, tomamos decisiones conscientes, entonces todo esto acabará muy mal. En esencia, Putin ha hecho un llamamiento a la filosofía. Una gran potencia necesita una gran filosofía. Sin ella, es un gólem, un robot técnico controlado por manos ajenas. El mundo lo gobiernan aquellos que piensan. No hay gobernantes idiotas, lo que significa que hay alguien detrás que manda. El mundo lo gobiernan las ideas, falsas o verdaderas, justas o crueles, humanas o inhumanas. Y esta, en mi opinión, es una de las conclusiones clave del discurso de Vladimir Putin en Valdai.
Presentador: En 15 minutos ha realizado un análisis detallado, sustancioso y exhaustivo del discurso, su significado y su importancia. Pero si echamos un vistazo a los titulares de la prensa occidental, lo único que se lee es que Rusia ha amenazado con una escalada. En letra pequeña, los más honestos añaden: en caso de militarización de Europa, Occidente, Estados Unidos, habrá un aumento del conflicto. Y en los titulares de todas partes: Rusia nos amenaza con el puño. Tiene usted una comparación acertada: primero la filosofía, luego los vídeos para las redes sociales. ¿En Occidente, Europa, Estados Unidos, donde el índice de atención está disminuyendo, acaso se necesita algo sustancial y serio? ¿O es más eficaz la táctica de Dmitri Anatoliévich Medvédev, que ha dejado claro que el presidente de Estados Unidos se deja llevar y comprar por las provocaciones de los trolls?
Aleksandr Dugin: Creo que Dmitri Anatoliévich Medvédev se dedica precisamente a eso. A cada uno lo suyo. Vladimir Putin desarrolla una filosofía seria y reflexiva. Y para interpretar a Occidente es necesarios hacer uso de la fenomenología. El ser humano, la sociedad o la civilización ven en el mundo el reflejo de sus ideas. En inglés se llama «reading», en francés «grille de lecture», marco de interpretación. Con un terrorista, diga lo que diga, «mamá» o «miau», oiremos a un terrorista. El ser humano ve sus propios reflejos y es imposible hacerle cambiar de opinión: es el poder de la conciencia. Europa ve a Rusia como un enemigo a través de este prisma e interpreta cada palabra de Putin siguiendo esa lógica, ignorando el resto.
Sinceramente, en el discurso ni siquiera noté el tema de la escalada. Putin habló de la defensa de nuestros intereses con suavidad y tranquilidad y señaló que tenemos más en común con Trump que con los globalistas europeos. Pero ellos destacan lo que necesitan: Putin es una amenaza. No mencionan el acercamiento con Estados Unidos. Son selectivos: quieren ver una amenaza, se preparan para la guerra con Rusia, buscan iniciarla acusándonos de provocación, utilizando cualquier pretexto. Si Putin hubiera guardado silencio, lo habrían interpretado como una preparación para la escalada. Es irremediable.
En cuanto a Dmitri Anatoliévich Medvédev, ha dominado magistralmente el estilo de los comentarios breves, mordaces y precisos. Esto es accesible para la mentalidad occidental: ellos dicen «os destruiremos» y él responde «intentadlo, nosotros seremos los primeros». Y funciona, porque a su nivel de percepción se trata de un intercambio de memes. Un meme por otro meme. Trump: «El tigre de papel ruso». Medvédev: «Este tigre mueve la cola y la bomba nuclear puede caer sobre su cabeza». Diez gusanos contra nueve: Medvédev ha cubierto. Esto recuerda al tonto, pero según sus reglas, es póquer. Ignoran la tranquilidad de Putin. Dmitri Anatoliévich, me parece, está preparando el futuro. Demuestra que será igual de patriótico, pero más duro. Si nuestra tendencia continúa, se intensificará. Medvédev moldea la imagen de este país: de forma clara, mordaz, concisa y memética. La esencia de sus publicaciones es la preparación para una línea franca. Vladimir Putin es suave, formula conscientemente de forma imprecisa. Pero se necesitan un policía bueno y uno malo. Putin es claramente el bueno, Medvédev el malo. Juntos dividen a los delincuentes, investigan los casos, trazan líneas, mantienen el orden. Se complementan perfectamente, se necesitan ambos. Estoy convencido de que Dmitri Anatoliévich sabe lo que hace, por muy brusco y a veces poco diplomático que sea. Pero para vivir con lobos hay que aullar como ellos. Es necesario exteriormente para que no se olviden con quién están tratando. Es uno de nuestros blogueros más populares: la gente lo lee y todo queda claro. ¿Se adentrarán en la filosofía de la complejidad de Edgar Morin o en la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica, en la multipolaridad? Algunos lo harán. Pero para los demás, a quienes les da pereza entenderlo, el blog de Dmitri Anatoliévich Medvédev revela la verdad. Para el ciudadano de a pie, todo se vuelve comprensible: en Rusia seremos los mejores, hasta el final: «¡Ríndete, enemigo, muere y acuéstate!».
Presentador: Los resultados de las elecciones influirán de una forma u otra en la vida de estos países y en nuestras relaciones con ellos. Empecemos por Georgia, donde el partido gobernante «Sueño Georgiano» obtuvo un resultado contundente en las elecciones municipales, con más del 80 % de los votos según las estadísticas oficiales. Quizás sea una pregunta ingenua, ajena o incluso primitiva. Últimamente, especialmente después de las elecciones, la situación está acompañada de disturbios. Algunos hablan de protestas, otros de manifestaciones. En resumen, la gente sale a la calle con banderas de los conocidos colores azul y amarillo, azul y blanco. Estos esquemas funcionaron y fueron ideados hace 20, 30 o 40 años para desestabilizar a los países con regímenes indeseables. Estas estrategias occidentales, que se han aplicado en diferentes países, últimamente han perdido eficacia. ¿O es que soy demasiado ingenuo?
Aleksandr Dugin: En primer lugar, tiene razón: el auge de la sociedad civil para tomar el poder o derrocar a los indeseables es una táctica que ha funcionado durante décadas con diversos grados de éxito. Es un arma poderosa de las nuevas tecnologías sociales y políticas. No se trata tanto de crear estructuras opositoras como de movilizar a los elementos libres de la población: locos, predicadores callejeros, personas que han cambiado de orientación. Son fragmentos mercuriales, átomos dispersos de la sociedad, que no sirven para nada, incapaces de representar una posición política. Cada vez son más, porque la cultura occidental destruye la conciencia. Estas masas desorientadas y débiles mentales, estas multitudes caóticas, se convierten en un instrumento importante de la gran política. Sacuden la situación, desestabilizan la sociedad. Luego, sobre sus hombros llegan las verdaderas fuerzas, que toman el poder y no lo ceden.
Luego pasa otro régimen, estas multitudes se dispersan, no exigen participar en el poder, no son nadie. Son basura, la escoria de las grandes ciudades, liberales no en el sentido ideológico, sino en el sentido de que cada uno vela por sí mismo. Estos átomos caóticos son fáciles de movilizar para la destrucción. Pero no exigen nada. Sobre sus hombros se levantan los liberales designados, que afirman la dictadura. Así fue en Maidan y en Francia en gran medida. Tan pronto como los liberales llegan al poder, no lo sueltan. A las personas que movilizan como ariete para derrocar a gobiernos legítimos y más o menos soberanos, luego las disuelven. En Georgia funcionó varias veces: allí tuvo lugar una de las primeras revoluciones de colores.
Presentador: Pero hace más de veinte años.
Aleksandr Dugin: Sí, hace 20 años funcionó, llevando al poder a un verdadero dictador nazi Saakashvili. Pero Georgia, al parecer, ha desarrollado inmunidad a estas revoluciones de colores, por lo que no se rinde. El gobierno soberano del «Sueño Georgiano», inicialmente prooccidental, que seguía un camino europeo artificial y débil, aunque mucho más sensato en comparación con la locura de provocadores, terroristas y nazis, que en su mayoría componen las masas de esquizofrénicos georgianos, absolutamente incontrolables, se ha fortalecido. Ha acumulado experiencia, por lo que no se rinde.
La filosofía de la complejidad es algo peligroso. La basura más insignificante puede cambiar el destino de un país o la geopolítica. Los microprocesos se explotan activamente. Por cierto, en Estados Unidos, Antifa está formada por ellos. Recientemente prohibida en Estados Unidos, se disfraza de «antifascista», pero es una organización ultraterrorista que tilda de fascistas a los liberales a la gente que no le gustan, los ataca físicamente, los persigue, los delata, modifica Wikipedia y los asesina, como ocurrió con Charlie Kirk. Esto es peligroso porque estas personas son mentalmente irresponsables y caen fácilmente en la violencia física.
Pero Georgia tiene inmunidad. Se han desarrollado anticuerpos, el «sueño georgiano» se ha fortalecido. Ha aprendido a gobernar el país sin hacer movimientos bruscos, sin ceder a las provocaciones, siguiendo la idea de preservar la soberanía georgiana. Ha encontrado las claves: dónde detenerse, dónde mostrar dureza, dónde ceder, dónde moverse. Juegan con este peligroso fenómeno desde una posición de fuerza y eficacia. Han comprendido el algoritmo y lo han dominado. Parecía que, tras Zurabishvili y las elecciones anteriores, todo estaba claro. Pero los liberales, animados por las elecciones amañadas en Moldavia, donde la dictadura de Sandu prohibió todo lo que desafiaba sr poder, y al no encontrar una resistencia seria, decidieron volver a sacudir Georgia. Esta vez, creo que no saldrá nada, pero no hay que subestimar esta estrategia. Funciona sorprendentemente bien: cuantos más elementos débiles hay en la sociedad, más eficaz es.
La cultura occidental provoca su proliferación, los inmigrantes ilegales son personas sin raíces en la sociedad, átomos libres que fácilmente dan el salto cuántico de marginados a fuerza destructiva. Este control del caos es una estrategia adoptada por las grandes potencias mundiales. En Georgia, creo que las protestas no terminarán nunca. Pero esta amenaza constante volverá a surgir una y otra vez en cualquier sociedad que aspire a la soberanía.
Presentador: En el horizonte está la República Checa, donde regresa Babiš, el antiguo líder al que llaman el heraldo del cambio. Una vez más, la República Checa puede unirse a Hungría y Eslovaquia como un bloque pequeño pero seguro de países que promueven sus intereses en primer lugar, y los aspectos europeos y eurocéntricos en segundo lugar. ¿Qué opina al respecto? Con las elecciones checas, donde llega al poder una persona absolutamente no prorrusa, pero cuya política difiere de la que ha llevado a cabo la República Checa, hostil hacia Rusia, en los años anteriores.
Aleksandr Dugin: La cuestión no es si se está a favor o en contra de Rusia, eso es secundario. Es notable que Polonia también se incline cada vez más por la soberanía. Hungría y Eslovaquia dan prioridad a la soberanía, liberándose de la presión de las fuerzas globalistas que buscan su abolición. Su lógica es pragmática y se basa en los intereses nacionales: construyen su política exterior, incluidas las relaciones con Rusia, según el principio: Hungría por encima de todo, Eslovaquia por encima de todo, y no la Unión Europea.
Orbán y Fico no son políticos prorrusos. Son soberanistas que aplican de forma coherente los intereses nacionales. Un soberanista similar ha llegado al poder en la República Checa. Incluso Polonia, que nos es hostil, avanza en esta dirección.
Recomiendo leer la monografía del brillante pensador contemporáneo Alexander Bovdunov, dedicada al proyecto de la «Gran Europa Oriental», su tesis doctoral transformada en trabajo científico. Hace varios años, cuando estos procesos aún no se habían manifestado, demostró que Europa Oriental es una formación geopolítica independiente, distinta de Europa Occidental. Esto se aplica a todos los países de la región: Rumanía, Bulgaria, Polonia, Hungría, Eslovaquia, República Checa e incluso Austria.
El proyecto de la Gran Europa Oriental, descrito por Alexander Bovdunov, se adelantaba a la ola de revoluciones populistas que llevarán al poder a los soberanistas (por vías democráticas o menos democráticas), y esto ocurrirá más rápidamente en Europa Oriental que en Europa Occidental. Esta región se convertirá en un polo independiente: por un lado, europeo, cercano a Francia, Alemania, Inglaterra, España e Italia, y por otro, cercano a nosotros. Es una región intermedia, una especie de puente. La zona de la Gran Europa Oriental puede convertirse en una palanca clave en la gran geopolítica europea y euroasiática.
Los países pequeños, al adoptar esta línea estratégica, que Bovdunov expuso como teoría, observan cómo se cumplen los escenarios, incluso con la llegada de Babiš. Los soberanistas de Europa Oriental la convertirán gradualmente en una formación civilizatoria independiente.
En mi obra «Noomajía», dedique dos volúmenes a Europa del Este, tanto a la eslava como a la no eslava. Aunque no abordé directamente la geopolítica, investigué las identidades culturales de los pueblos. Es un mundo único. Serbia es otro ejemplo claro de soberanismo.
Poco a poco, si tenemos en cuenta que los soberanistas pueden seguir teniendo una actitud crítica hacia nosotros, esta imagen se convertirá en dominante. La cuestión no es la actitud hacia Rusia, sino la actitud de los dirigentes polacos hacia el pueblo polaco, de los checos hacia el pueblo checo y de los serbios hacia el pueblo serbio. Se trata de la soberanía.
La ola de soberanismo en Europa del Este conducirá a la formación de una comunidad independiente que nos interesa. Sin embargo, esto no significa que trabajen para nosotros o que deban ser rusófilos. Su lógica es diferente: buscan la independencia y aspiran a aplicar políticas que beneficien exclusivamente a sus Estados. Y tienen razones de peso para ello.
Creo que las fuerzas populistas y populares obtendrán la victoria más rápidamente en Europa del Este que en Europa Occidental. En Alemania, el partido AfD está ganando en toda la antigua RDA y Prusia Occidental, donde hay menos totalitarismo liberal y las fuerzas patrióticas tienen una posición más fuerte. Esta parte de la Alemania unificada también se encuentra en la frontera con Europa del Este (Prusia puede considerarse parte de Europa del Este o Central).
El proyecto es muy interesante. Lo que está sucediendo en Europa del Este es una tendencia sostenida, no brotes accidentales o éxitos de la tecnología política. Es la lógica de la Gran Europa del Este, que está adquiriendo contornos geopolíticos reales.