La ambivalencia semántica y simbólica del término Globalización es lo que, de facto, vuelve posible la transformación del proceso de unificación del campo mundial de la economía y de las finanzas tóxicas, de los estilos de vida y de los modos expresivos y lingüísticos, en «un destino ineluctable y en un proyecto político de liberación universal al final de una evolución natural, en un ideal cívico y ético que, en nombre del supuesto vínculo entre democracia y mercado, promete una emancipación política a los pueblos de todos los países”.
Diego Fusaro