Elena Fritz
Con la entrada en vigor de las nuevas disposiciones del DSA el 1 de julio de 2025, la Comisión Europea ha dado un paso más hacia un control centralizado de la información.
Oficialmente, se trata de «transparencia» — pero en realidad, se está creando un sistema que desplaza sistemáticamente los fundamentos de la formación de opiniones libres y la investigación independiente.
¿Qué hay de nuevo?
Plataformas grandes como X, Facebook o TikTok ahora deben divulgar datos internos — pero solo a investigadores seleccionados políticamente, que deben obtener autorización previa. Solo quienes se dedican a temas como la «desinformación» o el «discurso de la sociedad civil» tienen acceso — y deben cumplir con las condiciones de la UE.☝️
¿Cuál es el problema?
La UE reclama soberanía sobre la definición de conceptos como «desinformación» o «discurso de odio» — sin control judicial, sin debate parlamentario.
Lo que se puede decir, investigar o difundir ya no se determina jurídicamente, sino de manera administrativa.
Al mismo tiempo, las plataformas deben revelar cómo bloquean, limitan algorítmicamente o eliminan contenidos. Esto crea un instrumento estratégico de poder para regular el espacio digital — controlado por autoridades políticas, no por los tribunales.
¿Qué está en juego?
– Solo se permite la investigación aprobada.
– Las plataformas pierden su neutralidad y autonomía.
– Los usuarios no saben por qué desaparecen o se vuelven invisibles ciertos contenidos.
– La libertad de expresión se convierte en una excepción gestionada.
Conclusión:
El DSA no es una ley protectora — es la base de un orden de opinión dirigido por tecnócratas. Lo que parece ser un avance, en realidad, es la transformación gradual de la democracia en un control administrativo del contenido.
- Democracia Europea... El presidente (Y ex-general) de la República Checa, Petr Pavel, promulgó una ley que prohíbe la propaganda del comunismo. La creación y el apoyo a movimientos con esta ideología ahora están penados con — hasta 5 años de prisión.
Gran Bretaña abandona el “mundo libre”
Dave Lindorff*
El Reino Unido acaba de adelantarse a Estados Unidos y se ha convertido en el primer país del llamado «mundo libre» que abandona su tan cacareada tradición de libertad de expresión, prensa y reunión, así como el derecho de protesta.
El abandono de lo que en EE.UU. se conoce popularmente como derechos de la Primera Enmienda se produjo hace unos días, cuando las dos cámaras del Parlamento, dirigidas por el Partido Laborista y el primer ministro Keir Starmer (irónicamente un ex abogado de derechos humanos, y más tarde fiscal jefe del gobierno, donde pasó años tratando obedientemente de ayudar a EE.UU. a extraditar al fundador de Wikileaks, Julian Assange, para que se enfrentara a cargos de espionaje) votaron a favor de declarar al grupo de protesta Acción Palestina como organización «terrorista». Esta decisión, de fuerte sesgo sionista, se tomó a raíz de una acción de protesta de Acción Palestina en la que algunos de sus miembros pintaron eslóganes con spray rojo en dos aviones de la RAF.
Aunque la policía local estimó absurdamente que los «daños» a los aviones habían ascendido a 7 millones de libras (unos 9,5 millones de dólares), el truco de la pintura en aerosol fue en realidad sólo un acto (aunque costoso de borrar) de vandalismo no violento. Calificarlo de «acto terrorista» supone una ampliación draconiana de la Ley del Terror británica.
Promulgada en julio de 2000, esa ley define el terrorismo como cualquier acción política que:
(a) implique violencia grave contra una persona,
(b) implique daños graves a la propiedad,
(c) ponga en peligro la vida de una persona distinta de la que comete la acción,
(d) cree un riesgo grave para la salud o la seguridad del público o de un sector del público, o
(e) está diseñado para interferir gravemente o perturbar gravemente un sistema electrónico.
Pero aunque pintar un grafiti en el lateral de un avión pueda parecer un acto terrorista, meterlo con calzador en el ámbito de la Ley contra el Terrorismo y declarar a un grupo como Acción Palestina organización terrorista no es cosa de risa. Al hacerlo, de repente ser miembro de Acción Palestina o incluso asistir a un acto de la organización se ha convertido en una cuestión de riesgo de arresto y de enfrentarse a una posible condena de 14 años de prisión. De hecho, en el Reino Unido, hacer cualquier declaración, oral o escrita, en apoyo de cualquier grupo definido como «terrorista» hace que una persona también pueda ser condenada a hasta 14 años de prisión. En ese punto, el gobierno no sólo está castigando un acto de vandalismo político como si fuera equivalente a una protesta terrorista masiva, lo que ya es bastante malo. Está castigando la propia expresión.
Como han señalado varios columnistas británicos (¡en el proceso quizás poniéndose ellos mismos en riesgo de ser procesados acusados de apoyar al supuesto grupo terrorista Acción Palestina!), nadie ha resultado herido ni amenazado por ninguna de las protestas de Acción Palestina, incluida la pintura del avión, y sin embargo Israel y sus han cometido innumerables crímenes de guerra y está acusado de genocidio en Gaza, como deberían estarlo los gobiernos de EEUU y Gran Bretaña, que han estado proporcionando las armas que Israel utiliza para cometer esos crímenes, y no se enfrentan a ningún peligro legal.
Por el momento, Gran Bretaña, con su acción legislativa etiquetando a Acción Palestina como organización terrorista, ha dado el mayor paso hacia el abandono de la libertad de expresión y asociación, pero EE.UU. pronto le superará en la carrera por ese oscuro camino.
De hecho, incluso antes de que Trump apareciera en escena, la presidencia de Bush/Cheney utilizó el miedo de los estadounidenses al terrorismo tras los atentados del 11-S de 2001 para perseguir a los manifestantes antigubernamentales, lanzando investigaciones de «terrorismo» contra grupos e individuos en los que no había terrorismo de por medio. También pagaba a informadores y agentes-provocadores para crear planes terroristas y luego «trincarlos». El FBI y Seguridad Nacional también desarrollaron una Lista de Vigilancia del Terrorismo -en realidad varias listas de vigilancia- para personas que son sospechosas de ser terroristas ellas mismas o que están uno, dos o tres grados de separación de presuntos terroristas o grupos «terroristas».
Todas estas listas se han utilizado indebidamente. En algunos casos, el FBI ha incluido a personas en una lista de vigilancia terrorista «de exclusión aérea» -la mayoría de las veces árabes u otros musulmanes- como forma de presionarles para que den su consentimiento e informen sobre otras personas y actividades de su comunidad para que puedan viajar libremente. En otros casos, se incluye a personas en una lista de vigilancia antiterrorista para castigarlas, por ejemplo a periodistas que han sido demasiado agresivos en sus informaciones sobre delitos y corrupción del gobierno. Sé que este es el caso porque me encontré en una Lista de Vigilancia Terrorista en 2018, durante la primera administración Trump. Durante dos años, hasta 2020, a principios de la administración Biden, cuando descubrí que ya no estaba siendo acosado por búsquedas intensivas especiales previas al embarque, no podía obtener mis tarjetas de embarque en línea 24 horas antes de un vuelo, incluso a través de mi esposa, y tenía que obtenerlas en persona en un mostrador de facturación el día de un vuelo. Principalmente, estar en la lista era una cuestión de molestias y miedo a sufrir un retraso tan grande que pudiera perder un vuelo. Pero entonces me enteré por el testimonio del FBI en un juicio sobre las listas de vigilancia de que estaban abiertas y podían ser consultadas por cualquier agente de la ley estadounidense (incluidos los policías locales), con un ordenador, por agencias de seguridad privadas y por gobiernos extranjeros.
¿Por qué me incluyeron en la lista? Un artículo de portada que escribí para la revista Nation sobre el fraude contable y presupuestario masivo del Pentágono durante décadas.
Las cosas seguramente empeorarán aquí en los Estados Unidos en lo que respecta al uso indebido de los cargos de terrorismo, y en lo que respecta a la Declaración de Derechos, especialmente la Primera Enmienda. Ya el Congreso y la Casa Blanca, junto con el Departamento de Justicia de Trump (sic), están utilizando las palabras habladas y escritas de estudiantes extranjeros, trabajadores, inmigrantes con visas de residencia permanente (Tarjetas Verdes), como motivo para arrestarlos, detenerlos y deportarlos por criticar el genocidio israelí o decir algo favorable sobre Hamás o Hezbolá.
Es sólo cuestión de tiempo -y Trump ya está hablando de querer hacer esto- antes de que no sólo inmigrantes sino ciudadanos estadounidenses sean encarcelados o incluso pierdan su ciudadanía y sean deportados por ejercer sus derechos de la Primera Enmienda.
La CIA inició una guerra de inteligencia y terrorismo contra Rusia basada en una mentira
Larry C. Johnson
Si los espías de nuestra nación son la infantería de nuestra ideología, como observó John Le Carré, Tom Sylvester es un soldado desconocido que se convirtió en general de cuatro estrellas. Hace dos años, fue nombrado subdirector de operaciones de la CIA, a cargo de miles de oficiales que realizan espionaje, acciones encubiertas y operaciones paramilitares. Obtuvo el puesto gracias a su papel en el robo de los planes de guerra de Rusia para Ucrania, la advertencia al mundo sobre la inminente invasión y el firme apoyo a los servicios militares y de inteligencia de Kiev.
Weiner atribuye a Sylvester el "robo de los planes de guerra de Rusia para Ucrania", pero ignora por completo el papel de la CIA en la provocación de la invasión rusa de Ucrania. Toda la narrativa en torno a las acciones de Sylvester se construye sobre la premisa de que Rusia es un actor malvado y que sus acciones no tienen nada que ver con las provocaciones occidentales, en especial la expansión de la OTAN hacia el Este.
El siguiente punto destacado del artículo de Weiner ofrece un excelente ejemplo del sesgo y la ignorancia de la CIA en lo que respecta a Rusia:
En el verano de 2017, Sylvester recibió nuevas órdenes de Tomas Rakusan, el nuevo jefe del servicio clandestino, cuya identidad permaneció en secreto de Estado hasta después de su jubilación. Rakusan había espiado a Rusia desde antes del fin de la Guerra Fría, operando en toda Europa Central y Oriental. Su odio a los rusos era innato. Sus padres eran checos; tenía 9 años cuando las tropas soviéticas aplastaron el levantamiento de la Primavera de Praga en 1968. Rakusan consideraba la subversión de las elecciones presidenciales por parte del presidente ruso, Vladímir Putin, en nombre de Trump, como el equivalente en espionaje al 11-S. En represalia, pretendió infiltrarse en el Kremlin, una de las mayores aspiraciones de la CIA desde su fundación, un objetivo nunca alcanzado.
¿Odio a los rusos? Una cosa es despreciar a la Unión Soviética, gobernada por una ideología comunista. Pero el fin de la Guerra Fría estuvo marcado por el derrocamiento pacífico de un gobierno comunista y la creación de un nuevo gobierno ruso que enfatizaba el nacionalismo y el cristianismo. Entonces, ¿cómo puede esto representar una amenaza para Estados Unidos? Además, durante la década de 1990, el ejército ruso estaba sumido en el caos y la sociedad se vio devastada por una crisis económica, que incluyó dos períodos de hiperinflación, pobreza generalizada entre el pueblo ruso y una drástica disminución de la esperanza de vida entre los hombres rusos.
Los siguientes párrafos de Weiner describen un panorama de la inteligencia occidental reforzando su ofensiva contra Rusia, pero también exponen la impotencia de la CIA con respecto a los recursos de inteligencia humana en Rusia:
Para el verano de 2020, los agentes de la CIA trabajaban en estrecha colaboración con los servicios británicos, neerlandeses, ucranianos, polacos, checos, estonios y muchos otros contra los rusos. «Se tomó la decisión estratégica sobre cómo compartiríamos la inteligencia», declaró Sylvester. «La utilizamos como un mecanismo de influencia, en sí mismo, para que los gobiernos empezaran a cooperar con nosotros». Esta confianza, ganada con tanto esfuerzo, «les permitió abrir vías de cooperación e inteligencia que hasta entonces no habían compartido con nosotros», añadió. La CIA y sus aliados extranjeros intercambiaban información de inteligencia, coordinaban operaciones y, lo más importante, reclutaban fuentes rusas.
La CIA había logrado contrarrestar a los servicios rusos, en gran medida, gracias a su colaboración con socios de enlace en el extranjero para exponer e interrumpir las actividades de inteligencia rusas, me comentó el año pasado el entonces director de la CIA, William Burns. "Y a partir de ahí, a partir de la primavera de 2021, intentamos desarrollar la dimensión del reclutamiento", añadió. "Esta fue realmente, sobre todo cuando empezaron a sonar los tambores de guerra, una oportunidad única en una generación, dada la desafección de algunos sectores de la élite y la sociedad rusas contra el régimen de Putin".
Esta cita me impactó profundamente: principalmente por "trabajar con socios de enlace en el extranjero para exponer e interrumpir las actividades de inteligencia rusas". Es una forma cortés de decir que la CIA no contaba con recursos propios y dependía de servicios de inteligencia extranjeros, y que la mayor parte de la información provenía de Ucrania. Y nótese la importancia de la "primavera de 2021": Biden acababa de asumir la presidencia y los esfuerzos para perseguir a Rusia con mayor intensidad se intensificaron .
El comentario de Burn a Weiner también es bastante ilustrativo… Muestra una creencia errónea por parte del director de la CIA sobre la estabilidad del gobierno ruso (es decir, dada la desafección de algunos sectores de la élite y la sociedad rusas contra el régimen de Putin) y es una admisión implícita de que la CIA se había embarcado en un programa para intentar desencadenar una nueva revolución de color en Rusia. Esta no es mi opinión… El artículo de Weiner lo deja claro en este párrafo:
Los servicios de espionaje de Kiev, reconstruidos por la CIA tras la toma de Crimea y otras partes del este de Ucrania en 2014 por Putin, se habían convertido en una de las mejores fuentes de inteligencia de Washington sobre los rusos; la CIA se estaba convirtiendo en la mejor defensa de los ucranianos contra ellos. «Probablemente fue una de las mejores inversiones que ha hecho la CIA, el gobierno estadounidense», declaró Sylvester; había generado «la confianza, la seguridad, la capacidad, en momentos de necesidad, de sentirnos como si estuviéramos juntos en las trincheras». Para otoño de 2021, la CIA había impartido a los ucranianos un curso de posgrado en espionaje y operaciones paramilitares, junto con la capacidad de comprender y utilizar un flujo constante de inteligencia estadounidense.
Concluiré con esta asombrosa, pero no sorprendente, revelación de Weiner. Describe la furia de Rakusan tras la elección de Trump y sus desesperadas y peligrosas acciones:
"Los rusos manipularon nuestras malditas elecciones", les dijo. "¿Cómo nos aseguramos de que esto no vuelva a suceder?". No le importaba si no hablaban ruso o si nunca habían estado en Moscú. Les ordenó que usaran su experiencia en la búsqueda y reclutamiento de terroristas contra los espías, diplomáticos y oligarcas rusos.
¿Entendido? "¡Recluten terroristas!" No quiero oír ni una palabra más sobre la guerra antiterrorista de Estados Unidos cuando el alto oficial de operaciones de la CIA admite que les dice a sus chicos y chicas que recluten terroristas que serán utilizados para atacar a Rusia. Estoy seguro de que los rusos han leído el artículo del Sr. Weiner y se han dado cuenta. Sospecho que ya lo sabían.
Basándonos en el artículo de Weiner, ahora sabemos que Estados Unidos lanzó una guerra de inteligencia contra Rusia basada completamente en una mentira. Y los altos mandos de la CIA la apoyaron. En mi opinión, la CIA debería ser desmantelada y abandonada. Necesitamos empezar de cero con gente de inteligencia real.