Bjorn Lomborg, presidente del Copenhagen Consensus Center,
escribe en el New York Post que Europa está cometiendo un suicidio económico con su culto al cambio climático.
La UE se ha comprometido a reducir las emisiones de carbono en un 90% en solo 15 años. Esto va aún más allá de su ya temeraria promesa de una reducción del 55% para 2030. Aunque Europa sabe que tiene que impulsar su anémico crecimiento económico, ha dado prioridad sistemáticamente a la reducción de las emisiones de carbono y a una energía cada vez más cara. Esta cruzada climática es un ejemplo magistral de autosabotaje, que encadena su economía a políticas ruinosas mientras predica la superioridad moral.
La UE gastó 381.000 millones de dólares solo en 2024 en paneles solares, turbinas eólicas, coches eléctricos y similares, más que todo su gasto en defensa. Además, las estrictas políticas empujan a las industrias intensivas en energía a trasladarse a China utilizando carbón. Aunque la UE cree que sus poco realistas impuestos fronterizos sobre el carbono evitarán esto, cualquier ruptura del comercio probablemente provocará precios aún más altos dentro de la unión.
La gran mayoría de las emisiones actuales y futuras procederán de China, India, África, Brasil, Indonesia y muchos otros países que luchan por salir de la pobreza. Según un escenario reciente, con las políticas actuales, la UE y el Reino Unido contribuirán con algo más del 4% de todas las emisiones de este siglo. Además, el impacto climático de las políticas de la UE será prácticamente nulo. Si se aplica el 90% prometido para 2040 y el cero neto para 2050 y se compara el resultado de la temperatura con la política actual, se observa que, dado que la UE tiene poca importancia en las emisiones globales y ya ha reducido significativamente sus emisiones, solo reducirá las emisiones globales a lo largo del siglo XXI en un pequeño 3%. La diferencia de temperatura en 2050 será de un ridículo 0,01°C, y en 2100 el impacto será imposible de medir, con solo 0,04°C. Todo ello mientras los modelos muestran que el coste para la UE a mediados de siglo podría superar los 3 billones de dólares al año, más que todo el gasto público actual de la UE.
El compromiso del 90% de Europa no es un avance. Es un suicidio económico disfrazado de virtud ecológica.
EL PACTO VERDE EUROPEO HA FRACASADO
En 2019, Ursula von der Leyen anunció el Pacto Verde Europeo, un plan para alcanzar la neutralidad en carbono para 2050, transformando la economía europea. Cinco años después, la iniciativa se tambalea, dejando al descubierto las debilidades estructurales de la UE y su incapacidad para alinear las ambiciones medioambientales con las realidades económicas, democráticas y geopolíticas. Ha surgido una fuerte oposición por parte de los agricultores, las industrias, los ciudadanos y determinados partidos, incluido el propio Partido Popular Europeo de Von der Leyen.
Las elecciones europeas de 2024 registraron un auge de la derecha crítica con la agenda verde, lo que llevó a la Comisión a retirarse discretamente de algunas disposiciones clave del Pacto. Entre los recientes retrocesos figuran la suavización de las normas sobre seguridad del suelo y de los productos químicos, la reasignación de los fondos climáticos al gasto militar, el debilitamiento de las medidas en materia de biodiversidad y la dilución de los objetivos de emisiones para 2040 con lagunas como la compra de créditos de carbono. La «revolución» del Pacto Verde está en retroceso.
Culpar a los «negacionistas climáticos» de extrema derecha o al lobby empresarial es simplista y evade la cuestión. El Pacto Verde ha fracasado económica, ecológica y políticamente. A pesar de gastar 680.000 millones entre 2021 y 2027, las emisiones aumentaron a finales de 2024, y las reducciones a largo plazo están más ligadas al estancamiento económico, los confinamientos por la pandemia y la guerra de Ucrania que a las políticas ecológicas. Las consecuencias sociales y económicas han sido graves, ya que los hogares, los agricultores y las empresas han soportado el aumento de los costes energéticos, la inflación, los impuestos y las cargas reglamentarias, lo que ha alienado a la población y socavado la legitimidad de la UE.
El enfoque de la UE de impuestos punitivos y exceso de regulación contrasta con las políticas de Estados Unidos y China, que recurren a subvenciones e inversión pública. La austeridad, las rígidas normas fiscales y el ineficaz presupuesto común de la UE obstaculizan las inversiones transformadoras. Las estrictas normas sobre ayudas estatales y las leyes de competencia frenan la reindustrialización, lo que da lugar a una hiperregulación y a restricciones fiscales que no estimulan la innovación ni alivian la carga pública. La gobernanza fragmentada, la inercia burocrática y los tecnócratas no elegidos ralentizan y gestionan mal la ejecución de los fondos. La Energiewende alemana, un costoso cambio hacia la energía eólica y solar con la eliminación gradual de la energía nuclear, es un ejemplo de ello. Entre 2002 y 2022, Alemania gastó 800.000 millones, pero solo logró una reducción de las emisiones del 25%, muy por debajo del 73% que se podría haber conseguido a mitad de precio con la ampliación de la capacidad nuclear.
En la agricultura, las políticas que impulsan la reducción del ganado y las emisiones han provocado protestas, favoreciendo a las grandes empresas agrícolas en detrimento de las pequeñas explotaciones, lo que perjudica a las comunidades rurales y a la ecología. La base industrial de la UE se enfrenta a problemas similares, con regulaciones que reducen la competitividad y fomentan las importaciones de productos más baratos y con alto contenido de carbono, externalizando las emisiones. Tras la invasión de Ucrania, el cambio de la UE del gas ruso al GNL de Estados Unidos y Qatar, más caro y contaminante, aumentó los costes para los consumidores, debilitó la industria y aumentó las emisiones globales. La ambición de la UE existe sobre el papel, pero carece de las herramientas económicas y políticas para una aplicación coherente, democrática y justa. La centralización agrava la reacción negativa; se necesita un enfoque descentralizado y pragmático, pero la estructura de la UE sigue siendo el mayor obstáculo.
"NADIE ha demostrado nunca que las emisiones humanas de CO2 impulsen el calentamiento global”…
Y si se pudiera demostrar, entonces habría que demostrar que el 3% de origen antropogenico son las que impulsan ese calentamiento, frente al 97% de las emisiones que son NATURALES"
Este razonamiento simple destruye el fraude del alarmismo climático
En un minuto y medio, el geólogo profesor Ian Plimer expone el fraude del «calentamiento global inducido por el hombre» con una lógica demoledora. «Se acabó el juego, estamos ante un fraude».
EL ATLÁNTICO APUNTA A UN ENFRIAMIENTO GLOBAL DE DÉCADAS
El clima tiene un componente cíclico que muchos científicos se empeñan en ignorar porque no saben explicarlo. El ciclo del Atlántico se denomina Oscilación Multidecadal del Atlántico (AMO), y lo interesante es que al describirla, Schlesinger y Ramankutty en su
artículo de 1994 en Nature, lo hicieron como una oscilación del sistema climático global porque coincide con los cambios de tendencia de la temperatura global.
Es difícil decir que el clima responde a nuestras emisiones cuando sigue un ciclo natural cuyo origen se ignora. Pero tras 50 años de fase de calentamiento la AMO da señales de un posible giro que anunciaría un enfriamiento global de décadas, mientras nuestras emisiones siguen subiendo. En las dos oscilaciones anteriores un fuerte calentamiento precedió al cambio de tendencia (óvalos rojos). De ser así, en pocos años la anomalía debería caer por debajo de 0,25°C (línea fucsia) y si sucede, a los alarmistas se les acabó la fiesta.
EL CALENTAMIENTO SE HA TERMINADO EN ISLANDIA Y GROENLANDIA
Por su situación en la conexión entre el Atlántico Norte y el Ártico, en el corredor por donde se transporta buena parte del calor de los trópicos hacia el polo norte, Islandia y Groenlandia son dos de los lugares donde primero se debe notar el cambio de tendencia climática hacia un enfriamiento global.
Como vimos hace poco, se está desarrollando una mancha fría en el Atlántico Norte, preludio de un enfriamiento en esta zona. A ello se añade que hace dos décadas que Islandia y Groenlandia no muestran calentamiento. En Reikiavik el año más cálido fue 2003 y las temperaturas muestran desde entonces un preocupante enfriamiento. En 2024 su
temperatura media anual fue de tan solo 4,44°C, ¡la más baja desde 1994, treinta años antes!
Muchas científicas dan por sentado que el calentamiento va a seguir. Por primera vez en mucho tiempo empieza a haber indicios de que puede haber enfriamiento. Lo único seguro es que el clima seguirá cambiando.
Calentólogos mintiendo al público
Pablo Hermaz, el reportero de Telemadrid, olvida que está en directo y actúa como si se pudiera editar la entrevista, y trata de que el agricultor diga “CUARENTA GRADOS” como sea, porque esa es la orden que le han dado en la redacción y que figura en el texto subyacente.
Reportero: “Ahora mismo tenemos una temperatura ¿de cuánto Antonio?
Agricultor: “Pues 36 grados, a lo mejor no llega…”
Reportero (le interrumpe): “Noooo, volvemos a empezar” (le dice al cámara, no sabe que está en directo).
“No es mucho, te has pasao, vamos a llegar a los 40 (le sugiere que diga).
Reportero saca su móvil para mirar la temperatura: “mi teléfono me lo pone: 28”
Agricultor: “No, 24 pone aquí”
Reportero: “Na, na, veintiocho”
Debajo de esta escena de manipulación, se ve todo el tiempo un texto que dice en mayúsculas:
“LOS CUARENTA GRADOS DE TEMPERATURA DE HOY PILLAN A LOS AGRICULTORES COSECHANDO EL CEREAL”
¡Y eran VEINTICUATRO!
Hacienda duplica el valor del suelo rústico para que los agricultores paguen más impuestos
Sin previo aviso, vía carta y envuelto en un clima de secretismo y poca transparencia. Este conjunto de detalles rodea la notificación del Ministerio de Hacienda a los propietarios de parcelas con suelo rústico, cuyo valor catastral se ha multiplicado de un día para otro.
«Los socios nos han trasladado las comunicaciones que han recibido y no apreciamos un patrón para saber qué orden o criterios sigue el Gobierno. La sensación es que estas revalorizaciones están llegando un poco a escondidas a propósito, de manera que no llamen demasiado la atención entre los agricultores. No es lo mismo notificar a un millón de personas a la vez que ir poco a poco», explica en conversación con El Debate Ramón Solanilla, secretario general de Asaja Aragón.
La organización denuncia que el Ejecutivo ha implementado una revalorización del suelo rústico para que los propietarios de explotaciones agrícolas paguen más impuestos. 'El catastrazo', tal y como ha sido bautizado en el campo, consiste en una revisión al alza del valor catastral de las fincas.
Según ha constatado Asaja Aragón en una primera comprobación, la cifra catastral para los propietarios advertidos se ha multiplicado de media por 2,4 veces. Es decir, de un día para otro su propiedad -a efectos catastrales- vale más del doble, con la subida impositiva que eso conlleva.
Solanilla incide en que una de las modificaciones propuestas por su organización en la Ley de Agricultura Familiar es una fiscalidad diferenciada para las explotaciones familiares agrarias que les sirva como balón de oxígeno ante los elevados costes de producción a los que se enfrenta y que evite las penalidades de estos casos.
«Este incremento se va a trasladar directamente en el IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles). El valor catastral de las parcelas en suelo rústico no variaba desde 1989. Al ser una modificación que llega desde el Ministerio de Hacienda damos por hecho que se produce en toda España y no solo en Aragón», lamenta Solanilla, que recuerda que en 2024 algunas comunidades autónomas habilitaron medidas para que los agricultores estuvieran eximidos del pagar el IBI para aplacar el impacto sufrido por la sequía: «Este año van a pagar el doble, por lo que la conclusión es que esa ayuda quedó en nada».
La reclamación de los agricultores critica las formas y el momento elegido por el Gobierno para acometer esta actualización. «Es evidente que si lleva igual desde 1989 habría que revisar el valor del suelo rústico, pero no ahora ni de esta manera. El campo necesita muchas cosas, pero no en esta dirección», condena el dirigente de Asaja, que destaca que el aumento del valor catastral no tiene implicaciones a efectos prácticos, «simplemente significa pagar más impuestos, tanto de IBI como cuando se produzcan compras y ventas».
El sector primario español convive con circunstancias especialmente delicadas, ya que a las dificultades para obtener precios rentables en origen, la amenaza de la competencia desleal y la excesiva carga burocrática se le han unido recientemente la crisis arancelaria y el posible recorte en la PAC (Política Agraria Común). «Este encarecimiento que repercutirá en el IBI viene una situación muy complicada. Cada vez cuesta más producir y los precios en origen no han subido en proporción. Los precios en la agricultura son muy malos. No hay más que ver lo que ha sucedido este año, donde habrá una gran cosecha de cereal en España y va a ser de las que menos beneficio va a dejar», asevera Solanilla, que carga contra las políticas gubernamentales que «asfixian cada vez más al campo y lo ponen en serio riesgo de abandono».
El Tribunal de Justicia de la ONU, un chiringuito globalista, dictamina que los países que no luchan contra el cambio climático violan el derecho internacional
La mayor consulta de la historia elevada al Tribunal Internacional de Justicia de Naciones Unidas (TIJ) sobre la responsabilidad legal de los países en el cambio de clima tiene ya una respuesta. Este miércoles, sus 15 jueces han emitido, por unanimidad, una opinión consultiva que califica de “urgente y existencial” la amenaza generada por los daños climáticos, y subraya “la obligación de la cooperación internacional” para prevenir los daños infligidos al entorno y por ende a las personas.
Aunque el dictamen no es vinculante, indica que los estados firmantes de los diferentes acuerdos vigentes sobre el clima están obligados a tomar medidas para limitar las emisiones de CO₂ y contener así la subida de las temperaturas en 1,5 grados de la temperatura media del planeta. Recalca, a su vez, la necesidad de proteger el entorno para respetar los derechos humanos, e indica que los estados que no tomen todas estas medidas pueden estar violando el derecho internacional.
El dictamen supera las 500 páginas y, al señalar que un entorno sostenible “es un derecho humano”, puede aclarar la aplicación del derecho internacional en lo relativo al clima. De este modo, se allanaría el camino para que los países contaminantes rindan cuenta por los daños causados. Incluida la posibilidad de que los que han acudido al TIJ en busca de asesoría en esta ocasión regresen con otras demandas, o acudan a las cortes locales.
¿De Gaza? Ni se acuerdan…
La petición que ha derivado en la opinión consultiva del TIJ había sido iniciada en 2019 por Vanuatu, un estado insular del Pacífico cuya supervivencia depende de la subida del nivel del mar. Su solicitud llegó en marzo de 2023 a la Asamblea General de Naciones Unidas que, basándose en un proyecto de texto del propio Vanuatu copatrocinado por 105 estados, dictó una resolución pidiendo al TIJ que se pronunciase sobre las obligaciones climáticas de los países.
A lo largo de su intervención, el presidente Yuji ha subrayado varias veces que “el cambio de clima afecta tanto a los ecosistemas como a las personas, y eso es una situación reconocida por la ONU”. También ha recordado que un aumento de las temperaturas actuales superior a 1,5 grados Celsius “supone una amenaza global, tal y como indican los expertos consultados” y que se enmarcan en los informes sobre el clima conocidos por Naciones Unidas.
Las opiniones consultivas del TIJ no son vinculantes, pero en esta ocasión los jueces han consolidado el vínculo entre la destrucción derivada del cambio de clima y los derechos de las poblaciones afectadas. Dado el peso jurídico y político del tribunal, ello puede facilitar la apertura de litigios a escala nacional o internacional, o bien la firma de acuerdos que sí deban ser cumplidos. De modo que, si bien los tribunales no suelen liderar movimientos sociales, el de la ONU han dado un paso adelante por la justicia climática.
Cuando el Tribunal Internacional de Justicia dicta que no luchar contra el cambio climático es violar el derecho internacional, no está defendiendo a los pueblos: está blindando el poder de la élite globalista. Detrás del ropaje jurídico y el lenguaje de los “derechos humanos climáticos”, lo que se esconde es un plan perfectamente diseñado para imponer una gobernanza global sin urnas. Este dictamen no nace de la voluntad de los ciudadanos, sino de los despachos de la Agenda 2030, donde se decide qué es legal, qué es moral y qué es obligatorio.
El mensaje es claro: los estados deben alinearse con los dogmas climáticos dictados desde organismos supranacionales o serán considerados criminales. Y eso abre la puerta a sanciones, restricciones energéticas, nuevas tasas “verdes”, vigilancia digital y eliminación de soberanía. Se acabó votar qué modelo económico o ambiental queremos: el TIJ ya ha hablado. El clima es la excusa perfecta para instaurar una nueva tiranía verde con rostro amable, pero puño de hierro. El verdadero problema ya no es el CO₂: es la sumisión global sin debate.
El "cambio climático" entra en crisis: 'Nature' revela fallos graves en la narrativa climática
Ana Hernández*
La prestigiosa revista Nature ha publicado un artículo firmado por investigadores del Instituto Max Planck de Meteorología (Alemania) y de la Universidad de Chicago (EE. UU.), donde se reconoce que las predicciones de los modelos climáticos actuales no coinciden con lo que realmente está ocurriendo en diversas regiones del planeta.
El texto plantea un escenario incómodo: la ciencia del clima podría estar enfrentando su propia crisis de paradigma.
El enfoque estándar, en duda
Durante más de 60 años, la climatología ha utilizado lo que se conoce como "enfoque estándar". Este se basa en la aplicación de las leyes fundamentales de la física —como las ecuaciones de Navier-Stokes para la dinámica de fluidos, la ley de conservación de la energía o la ecuación de estado de los gases— a sistemas complejos como la atmósfera.
Dado que muchos procesos ocurren a escalas más pequeñas que la resolución de los modelos, como la formación de nubes o las turbulencias, se utilizan parametrizaciones: reglas empíricas que representan el efecto promedio de esos procesos.
Esto funciona razonablemente bien a gran escala, pero, como reconocen Tiffany Shaw y Bjorn Stevens, falla cuando se trata de capturar la variabilidad regional o fenómenos extremos.
Predicciones fallidas
El artículo destaca varios ejemplos que los modelos no supieron anticipar:
- El enfriamiento del Pacífico tropical oriental, cuando lo previsto era un calentamiento.
- El aumento de eventos bloqueantes sobre Groenlandia, que alteran las trayectorias de las borrascas y no habían sido proyectados.
- La intensidad del calentamiento del Ártico, que supera ampliamente las estimaciones.
Estas sorpresas no son simples errores puntuales. Son señales de que los modelos no representan bien la conexión entre procesos locales y globales.
En regiones como los trópicos, pequeñas inestabilidades pueden amplificarse y provocar grandes cambios. Los modelos actuales no captan bien estos efectos.
Aunque algunas de estas anomalías pueden explicarse a posteriori, otras ponen en evidencia lagunas de conocimiento sobre cómo interactúan las distintas escalas del sistema climático.
Según Shaw y Stevens, los fallos reiterados al predecir el clima regional no se deben a errores menores, sino a limitaciones estructurales del modelo actual. Si estas discrepancias persisten, advierten, será necesario revisar el paradigma dominante y reexaminar los supuestos fundamentales de la ciencia climática.
El papel crítico de las retroalimentaciones
Uno de los pilares del modelo actual es la idea de retroalimentaciones positivas. Por ejemplo: si aumenta el CO₂, sube la temperatura. Esto eleva el vapor de agua, que es un gas de efecto invernadero más fuerte. Así se amplifica el calentamiento. Lo mismo ocurre con el deshielo, que reduce el albedo y aumenta la absorción de calor.
Sin embargo, estas retroalimentaciones no se pueden medir directamente, y su magnitud se estima con modelos. La llamada sensibilidad climática al equilibrio (ECS), que mide cuánto se calentará la Tierra si se duplica el CO₂, depende críticamente de estas suposiciones.
Durante años, estas estimaciones han sustentado las proyecciones más alarmantes del IPCC. Pero las discrepancias entre modelos y realidad ponen en duda su validez y su magnitud real.
No todos los científicos miran hacia otro lado
Aunque el artículo evita caer en el alarmismo, su publicación en Nature representa una señal de apertura en un campo que, hasta ahora, ha tendido a excluir o estigmatizar las voces críticas.
El Premio Nobel de Física John Clauser ha sido una de las voces más críticas con la modelización climática dominante. Clauser sostiene que la influencia del CO₂ sobre el clima ha sido sobredimensionada y que "el calentamiento global es una fabricación total de periodistas sensacionalistas y políticos deshonestos".
Sus declaraciones le han costado censuras y cancelaciones. En 2023, su conferencia Fondo Monetario Internacional (FMI) fue cancelada tras expresar dudas sobre el consenso climático. Esto evidencia una falta de tolerancia al disenso científico, impropia del método científico.
Manipulación institucional del riesgo
El cuestionamiento no afecta solo al plano científico. La resistencia a admitir incertidumbres también se ha traducido en estrategias de comunicación dirigidas.
En España, el Gobierno de Pedro Sánchez ha promovido una Guía para la Comunicación en Salud y Calor, que instruye a periodistas, sanitarios y meteorólogos sobre cómo deben hablar del calor. Recomienda seleccionar los datos más alarmantes, evitar imágenes positivas del verano y adaptar el mensaje según la ideología del receptor.
Este tipo de guías son ejemplo de cómo la percepción del riesgo se moldea desde el poder político, no solo con datos, sino con estrategias emocionales.
Nuevas herramientas para nuevos problemas
Shaw y Stevens no niegan el calentamiento global, pero piden un cambio de enfoque. Proponen dar más peso a la formulación de nuevas hipótesis, a la prueba empírica y a modelos más flexibles.
Exigen una revisión metodológica. Proponen adoptar modelos de nueva generación ejecutados en superordenadores, que simulen procesos a varias escalas sin tantas parametrizaciones.
También sugieren aplicar aprendizaje automático (machine learning) para detectar patrones entre escalas que los modelos clásicos no ven.
Esta apertura metodológica recuerda que la ciencia avanza no solo con datos, sino con nuevas preguntas y herramientas.
Ciencia, no dogma
El artículo en Nature no niega el cambio climático, pero marca un punto de inflexión al pedir más ciencia y menos certezas impuestas. Reconoce fallos estructurales en los modelos climáticos y advierte que confiar ciegamente en ellos puede llevar a errores graves.
La ciencia no necesita unanimidad, sino debate, verificación y crítica. Silenciar voces críticas o manipular la percepción del riesgo solo debilita el conocimiento. En un contexto donde dudar se castiga y el consenso se convierte en dogma, abrir espacio al contraste es una buena noticia. * Doctora en Química Orgánica, especializada en Química Médica y Biología, con más de veinte años de experiencia como investigadora tanto en España como en el extranjero. Es autora de múltiples publicaciones científicas y patentes.