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¿Cuál es la importancia estratégica de la última prueba del portador de satélites Qased?

¿Cuál es la importancia estratégica de la última prueba del portador de satélites Qased?

Por Administrator
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directorelespiadigitales/8/8/23
jueves 31 de julio de 2025, 22:00h
Ivan Kesic
Irán ha llevado a cabo con éxito una prueba suborbital utilizando el portador de satélites Qased, con el objetivo de evaluar tecnologías de vanguardia desarrolladas por la agencia espacial del país.
Según los expertos, esta prueba contribuirá al fortalecimiento de las capacidades de los satélites iraníes, los sistemas de lanzamiento y la infraestructura espacial en general.
Este logro marca un paso más en la búsqueda de Irán por alcanzar la excelencia tecnológica, reforzando su autosuficiencia y creciente poder.
La última prueba del cohete portador Qased no solo es una demostración rutinaria de fuerza científica y tecnológica, sino también un mensaje político para la comunidad internacional: el programa de misiles de Irán sigue intacto y su programa espacial continúa avanzando de manera constante.
¿Qué es el cohete portador Qased?
El Qased (también escrito Ghased, que significa ‘Mensajero’ en persa) es un vehículo de lanzamiento de satélites (SLV, por sus siglas en inglés) de tres etapas desarrollado por la Fuerza Aeroespacial del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CFRI, por sus siglas en inglés).
Está diseñado para colocar pequeños satélites, principalmente para tareas de reconocimiento e imagen, en la órbita terrestre baja (LEO, por sus siglas en inglés), que generalmente se definen como una altitud entre 160 y 2,000 km.
El Qased representa un elemento significativo del programa espacial dirigido por el Ejército de Irán, distinto de la Agencia Espacial Iraní (ISA, por sus siglas en inglés). A diferencia de los vehículos de lanzamiento anteriores que despegan desde el Centro Espacial Imam Jomeini, el Qased se lanza desde la Base de Cohetes Shahrud, también ubicada en la provincia nororiental de Semnan.
La primera etapa del cohete es impulsada por combustible líquido, probablemente derivado de Qadr, misil balístico de alcance medio (MRBM, por sus siglas en inglés). El uso de un motor de combustible líquido comprobado reduce los riesgos en el desarrollo.
Las segunda y tercera etapas son impulsadas por combustible sólido, utilizando la etapa superior Salman, un desarrollo avanzado del CGRI. La tecnología de combustible sólido mejora la fiabilidad y permite una mayor rapidez en la preparación para el lanzamiento, en comparación con los sistemas de combustible líquido.
El Qased puede transportar pequeños satélites, generalmente con un peso de entre 50 y 60 kg, a LEO. Por ejemplo, colocó con éxito el satélite Nur-1 (un CubeSat de 6U) en una órbita de 426 x 444 km con una inclinación de 59,8 grados.
El Qased ha alcanzado altitudes de hasta 450 km, muy por encima de la capacidad de 250 km del SLV Safir, gracias a su avanzado sistema de propulsión en la etapa superior.
El lanzamiento se realiza desde un Transportador Erector Lanzador (TEL, por sus siglas en inglés), lo que indica su movilidad y flexibilidad, a diferencia de las plataformas fijas de lanzamiento utilizadas para los cohetes Safir y Simorq de la ISA.
El nuevo SLV Qaem-100 del CGRI, utilizado en el lanzamiento Chamran-1 de septiembre de 2024 (60 kg a 550 km), comparte una línea tecnológica con el Qased, aunque está diseñado para altitudes más altas y cargas útiles distintas.
¿Cuáles han sido sus lanzamientos hasta ahora?
El Qased tiene un historial sólido, con tres lanzamientos orbitales exitosos (2020, 2022 y 2023) y la última prueba suborbital realizada el lunes pasado.
Su uso de una primera etapa de combustible líquido fiable y de innovadoras etapas superiores de combustible sólido le ha permitido evitar muchas de las dificultades que experimentaron los SLV anteriores, como el Safir y el Simorq.
  • 22 de abril de 2020: El lanzamiento inaugural del Qased colocó con éxito el Nur-1, el primer satélite militar oficial de Irán, en una órbita de 426 x 444 km. El lanzamiento desde el sitio de Shahrud sorprendió a los analistas debido a la capacidad espacial previamente desconocida del CGRI y la eficacia de sus etapas de combustible sólido.
  • 8 de marzo de 2022: El Qased lanzó el Nur-2 a una órbita más alta, demostrando un rendimiento mejorado y una mayor fiabilidad operativa.
  • 27 de septiembre de 2023: El Nur-3 fue colocado en una órbita de 450 km, equipado con equipos de imágenes e inteligencia de señales, lo que demostró aún más las capacidades en evolución del Qased.
¿Cuál es la importancia de la última prueba?
La última prueba se llevó a cabo el 21 de julio para evaluar nuevas tecnologías para su programa espacial. Aunque no se lanzó ningún satélite al espacio, el objetivo de la prueba fue mejorar el rendimiento de la nave espacial y avanzar en la validación del sistema.
Los vuelos suborbitales alcanzan el espacio exterior, pero no completan una órbita completa alrededor de la Tierra. En su lugar, siguen una trayectoria parabólica, ascendiendo al espacio y luego descendiendo nuevamente a la Tierra.
Aunque no se han divulgado detalles oficiales sobre la altitud alcanzada o los objetivos específicos de la prueba, lo más probable es que la evaluación haya incluido la validación de la separación de etapas múltiples, sistemas de guiado inercial y mejoras en la tecnología de combustible sólido.
Realizada semanas después de la agresión israelí-estadounidense contra Irán, la prueba subraya el compromiso continuo del CGRI para avanzar en sus capacidades de misiles y espacio.
La instalación de Shahrud fue previamente atacada en ofensivas aéreas israelíes en octubre de 2024 y nuevamente en junio de 2025, con alegaciones exageradas de que el programa de misiles de combustible sólido de Irán había sido paralizado.
Los ataques de represalia de Irán en los territorios palestinos ocupados, junto con la continua prueba de portadores de satélites, revelan que tales alegatos son falsos.
A pesar de los contratiempos, Irán sigue firmemente en su camino para expandir sus programas de misiles y espacio.
Irán reivindica su programa nuclear como acto de soberanía y autodeterminación
Xavier Villar
Sin caer en la demagogia ni en la retórica vacía, Pezeshkian planteó con claridad que este programa es, para Irán, algo más que un proyecto tecnológico o militar: es una expresión concreta de soberanía, autodeterminación y dignidad nacional.
En sus declaraciones, Pezeshkian insistió en que Irán seguirá enriqueciendo uranio conforme a las normas del derecho internacional, afirmando al mismo tiempo que el país no busca desarrollar armas nucleares. “Nuestra fuerza real está en el intelecto y el compromiso de nuestros científicos”, explicó, transmitiendo confianza en el conocimiento colectivo que sustenta el proyecto, más allá de daños temporales causados durante los recientes enfrentamientos con Israel.
Este detalle es fundamental para entender cómo Irán conceptualiza su programa nuclear: no como una amenaza a otros países, sino como un derecho soberano que supone la capacidad de desarrollar ciencia e industria propias. Para la República Islámica, dejar de lado ese derecho sería una forma de supeditarse a presiones extranjeras y renunciar a su autonomía en un mundo donde, desde hace décadas, su pueblo vive sitiado por sanciones y amenazas constantes.
Además, el programa nuclear se enmarca dentro de una tradición que combina lo político, lo cultural y lo teológico. Para Irán, la soberanía no es solo una cuestión estatal, sino también una responsabilidad ética y espiritual. El presidente Pezeshkian dejó claro que este proyecto no se limita a una cuestión técnica, sino que simboliza el derecho colectivo del pueblo iraní a decidir su futuro y a resistir contra cualquier intento de dominación o despojo. Esta manera de ver su programa nuclear se inscribe en lo que algunos analistas llaman la política del mostazafin, término que describe a los pueblos y colectivos oprimidos que luchan contra jerarquías globales de poder y exclusión.
La fortaleza de Irán, en este sentido, no radica únicamente en su potencia militar, sino en la voluntad de un pueblo que se niega a permanecer subordinado. Pezeshkian fue sincero al afirmar que, aunque parte de la infraestructura nuclear sufrió daños durante el enfrentamiento reciente con Israel, esa agresión no afectó la “potencia real” de Irán: el saber y el compromiso con la ciencia que sostienen el programa. Este discurso refleja una idea de resistencia profunda, que une tecnología, espíritu y política.
El contexto militar es un hilo conductor en la entrevista. Pezeshkian no ocultó que Irán está preparado para responder ante cualquier nuevo ataque, pero también mostró cautela respecto al futuro de la paz en la región. La tregua con Israel, en su opinión, sigue siendo frágil mientras el respeto por la soberanía de Irán no sea real y duradero. Este mensaje, aunque firme, no es una declaración beligerante sin sentido, sino la reafirmación de un derecho que para Irán es innegociable: la defensa frente a agresiones que, por muchos años, han sido llevadas a cabo en su territorio o contra su gente.
Este marco revela una perspectiva distinta sobre lo que significa realmente la “seguridad”. Para Irán, la seguridad emerge de un reconocimiento mutuo y del respeto a la autodeterminación, no de la dominación o el control unilateral que han marcado las relaciones internacionales. El presidente destacó que el país está abierto a retomar el diálogo, pero este debe fundarse en la igualdad y el reconocimiento irrestricto de las líneas rojas iraníes.
Ahora bien, este enfoque remoto del simple pragmatismo esconde una base mucho más profunda: un pensamiento político y teológico que articula comunidad, soberanía y justicia en una sola trama indivisible. Pezeshkian no habla exclusivamente desde el prisma de la realpolitik, sino que expresa también una ética que entrelaza la historia, la fe y la política. Su discurso está en sintonía con la noción de mostazafin que subraya la necesidad de que los pueblos atrapados en estructuras de poder desiguales reivindiquen su agencia para construir no solo un lugar en el mundo, sino un sentido nuevo de su dignidad y autonomía.
Este concepto ayuda a entender por qué para Irán su programa nuclear es parte de una resistencia mucho más amplia frente a un orden internacional profundamente desigual, donde la hegemonía occidental se ha encargado de definir quién puede tener derechos y quién debe aceptar su condición de subordinado. Que el presidente iraní insista tanto en la dimensión colectiva y ética del proyecto nuclear es clave para interpretar que no se trata simplemente de energía o armamento, sino de un conjunto complejo que significa protección, justicia y soberanía.
La entrevista además pone en perspectiva el contraste con las narrativas occidentales, que a menudo presentan a Irán como un actor problemático y amenazante, y su programa nuclear como un riesgo inminente. Para la República Islámica, sin embargo, gran parte de esa narrativa está atravesada por prejuicios coloniales que niegan el derecho de algunos países a poseer conciencia y poder decisorio propios. De hecho, la reivindicación de su programa nuclear se convierte en símbolo de una demanda histórica de respeto y de dignidad que va mucho más allá del ámbito energético.
El hecho de que Pezeshkian aclarara que Irán no busca armas nucleares remite a su voluntad de proyectar una imagen responsable dentro de la comunidad internacional, pero también muestra la complejidad de una política que equilibra múltiples tensiones: la de defender el derecho científico y tecnológico y, al mismo tiempo, negar cualquier pretensión ofensiva que pueda ser usada como excusa para sanciones o ataques.
Un dato relevante es que la entrevista no evitó tratar sobre las agresiones israelíes, que, para Irán, son parte de una estrategia geopolítica destinada a debilitar su proyecto soberano. Este marco de conflicto marca una diferencia fundamental respecto a otras visiones del mundo, porque para la República Islámica la guerra y la paz no son meros estados de ánimo o momentos temporales, sino fases dentro de una lucha continua por la soberanía y la existencia colectiva.
Este punto encuentra eco en análisis críticos inspirados en la política del mostazafin, que destacan cómo los estados y colectivos oprimidos deben disputar no solo por su seguridad física, sino también por su legitimidad epistemológica y simbólica. Es decir, no solo luchan para existir, sino para ser reconocidos como sujetos plenos y agentes válidos del cambio histórico.
En resumen, la entrevista de Pezeshkian es una declaración que desafía las simplificaciones y los relatos dominantes sobre Irán y su programa nuclear. Es, por un lado, una afirmación de soberanía sin renunciar a la diplomacia y la negociación, y por otro, un gesto político-teológico que articula memoria, comunidad y dignidad. Frente a una narrativa global que suele presentar a Irán como fuente de tensión, la voz presidencial nos invita a leer estos acontecimientos desde otra óptica, en la que se reconoce la lucha de un pueblo por ejercer su derecho a existir y decidir libremente.
La soberanía nuclear iraní, por tanto, no puede reducirse a una cuestión técnica o de seguridad: es un emblema de resistencia y autodeterminación que se sostiene en un horizonte ético-político más amplio, en el que la defensa frente a la agresión es simultáneamente un acto espiritual y político. Y es este un mensaje que, para comprender los futuros pasos en la región y en el mundo, merece ser escuchado y analizado con rigor y respeto, alejándonos de simplificaciones que sólo profundizan las brechas y los conflictos.