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Operación Lanza del Sur: la guerra algorítmica llega de Gaza al Caribe
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Operación Lanza del Sur: la guerra algorítmica llega de Gaza al Caribe

Por Administrator
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directorelespiadigitales/8/8/23
jueves 20 de noviembre de 2025, 22:00h
El 13 de noviembre de 2025 el secretario de Guerra, Pete Hegseth, anunció desde su cuenta en X la puesta en marcha de la Operación Lanza del Sur (Southern Spear):
"El presidente Trump ordenó acción — y el Departamento de Guerra está cumpliendo. Hoy anuncio la Operación Lanza del Sur. Dirigida por la Fuerza de Tarea Conjunta Lanza del Sur y el Comando Sur, esta misión defiende nuestra Patria, expulsa a los narcoterroristas de nuestro hemisferio y protege a nuestra patria de las drogas que están matando a nuestro pueblo. El hemisferio occidental es el vecindario de Estados Unidos— y lo protegeremos".
La retórica está teológicamente cargada: "proteger", "expulsar", "defender". Nada nuevo. Pero lo que se despliega bajo ese lenguaje de "guerra justa" —casi santa— no es una flota de acorazados: según el comunicado oficial de la Marina estadounidense, publicado el pasado 13 de noviembre, es una constelación de embarcaciones robóticas de superficie de larga permanencia (long-dwell robotic surface vessels), drones VTOL (VTOL drones) y bots interceptores (interceptor bots), coordinados desde la Estación Naval Mayport (Floridad) y el Grupo de Trabajo Interinstitucional Conjunto Sur (Joint Interagency Task Force South).
La Cuarta Flota, que desde 2008 ha funcionado como la sombra naval del Comando Sur, ahora se presenta como el banco de pruebas de una revolución silenciosa: la operacionalización permanente de sistemas robóticos y autónomos (RAS) en el corazón del Caribe y América Latina. El comunicado lo deja claro:
"Lanza del Sur operacionalizará una mezcla heterogénea de Sistemas Robóticos y Autónomos (RAS) para apoyar la detección y monitoreo del tráfico ilícito, mientras aprende lecciones para otros teatros".
Se trata de la normalización de lo que antes se ensayaba en ejercicios como Horizonte Digital de 2022. Y su objetivo declarado —"detección y monitoreo del tráfico ilícito"— es la ficción funcional que permite la penetración de infraestructuras de vigilancia en aguas jurisdiccionales de terceros Estados, sin necesidad de tratados formales ni debates parlamentarios.
Es crucial entender esto como un cambio sustancial en la forma del poder militar estadounidense. Ya no se trata de "intervenir" en el sentido clásico —desembarcos, golpes abiertos, embajadas como cuarteles generales— sino de instalar una capa tecnológica de poderío delegado, donde la presencia militar no se mide en soldados sino en bits, algoritmos y contratos de servicio.
Bien a tono con la singularidad tecnológica de nuestros tiempos.
El tecnato MAGA: Palantir y la fusión corporatocrática
Detrás de Lanza del Sur hay una reconfiguración institucional, que se manifiesta en esta ocasión con el desarrollo actualizado de la estrategia naval estadounidense. El Departamento de Guerra —una creación semántica y burocrática profundamente simbólica— no es un retorno al siglo XIX sino la expresión de un futurismo reaccionario: la creencia de que la superioridad occidental no se defiende con diplomacia ni con soft power sino con dominio tecnológico —con secuelas profundas en en plano cognitivo—: la capacidad de ver antes, decidir más rápido y actuar sin fricción humana.
En este ecosistema Palantir mutó de contratista a convertirse en una protuberancia del Estado. Su CEO, Alex Karp, lo ha dicho sin rodeos:
"Palantir está aquí para disrumpir y hacer que las instituciones con las que colaboramos sean las mejores del mundo, y cuando sea necesario, asustar a nuestros enemigos y, ocasionalmente, matarlos".
Esta afirmación es sin duda una declaración de principio. Palantir no vende herramientas: vende capacidad de acción letal. Y lo hace con una filosofía clara: potenciar a Estados Unidos "hacia su superioridad innata y obvia", como dijo Karp en otra ocasión.
Desde enero de 2024 Palantir ha firmado contratos multimillonarios con el Departamento de Guerra, con ICE y con el Ejército.
En 2025 ha firmado contratos de 30 millones de dólares para rastrear movimientos migratorios en tiempo real y de casi mil millones con la Armada. Y en junio cuatro ejecutivos de Palantir, Meta y OpenAI fueron nombrados tenientes coroneles del Ejército estadounidense en el nuevo Destacamento 201: Cuerpo Ejecutivo de Innovación (Detachment 201: Executive Innovation Corps), una unidad creada para fusionar el talento tecnológico privado con la innovación militar.
Shyam Sankar, CTO de Palantir, escribió con orgullo:
"Hoy, en la víspera del 250º cumpleaños del Ejército de EE.UU., levantaré mi mano derecha, prestaré juramento para apoyar y defender la Constitución, y seré comisionado como teniente coronel en la Reserva del Ejército en el recién formado Destacamento 201: Cuerpo Ejecutivo de Innovación".
Este nombramiento es una reconfiguración del Estado: los ejecutivos de la Big Tech/Silicon Valley están dentro de la cadena de mando, y no precisamente como asesores sino como oficiales; con uniforme, con rango, con autoridad para tomar decisiones que afectan la vida de millones.
La Armada lo celebró así:
"Al incorporar la experiencia del sector privado al uniforme, Det. 201 está acelerando esfuerzos como la Iniciativa de Transformación del Ejército, que busca hacer la fuerza más ágil, más inteligente y más letal".
La frase clave es "más letal". Se trata de aumentar la capacidad de acción violenta mediante la integración de inteligencia artificial, procesamiento de datos masivos y toma de decisiones algorítmicas en el corazón del mando militar.
Y Karp no deja dudas sobre la vocación ideológica de la empresa:
"Si no se siente cómodo apoyando los esfuerzos legítimos de Estados Unidos y sus aliados en el contexto de la guerra, no se una a Palantir".
Este no es un discurso corporativo habitual: es una declaración de guerra. Ya no se decide solo en salas de mando sino en salas de servidores. Y quienes controlan los algoritmos —ahora con rango militar— deciden no solo qué se ve sino qué se considera amenaza, qué se considera objetivo, qué se considera legítimo.
El modelo Gaza se exporta al Caribe
La guerra en Gaza fue, sí, una operación militar, pero también un laboratorio de dominio tecnológico. Allí, por primera vez a escala industrial, se desplegó una cadena de decisión letal en la que el humano dejó de ser el centro. El sistema israelí Habsora —"el Evangelio"—, integrado con la plataforma AIP de Palantir, logró generar objetivos casi automáticamente acelerando el ritmo de los ataques de días a minutos.
Según The Nation, Palantir proporcionó al ejército israelí "capacidades de localización avanzadas y potentes", capaces no solo de identificar blancos sino también de proponer planes de batalla completos, incluido despliegue de fuerzas especiales y logística de tropas.
Este modelo se traslada, ahora, de Asia Occidental a ponerse en marcha en el Caribe. Lanza del Sur reproduce los mismos principios:
  1. Ficción legal del no-estado de guerra.Al igual que en Gaza —donde Israel evitó declarar formalmente la guerra para operar bajo el régimen de "autodefensa contra Hamás como organización no estatal"—, Lanza del Sur se presenta como una operación contra el "tráfico ilícito", no contra un Estado soberano. Esto permite desplegar fuerza letal sin autorización del Congreso, sin rendir cuentas internacionales y sin activar los mecanismos de Derecho Internacional Humanitario.
  2. Automatización de la escalada.En Gaza la IA no solo aceleró la selección de objetivos sino que normalizó la violencia: cada nuevo dato (un movimiento, una llamada, un patrón de tráfico) se interpretaba como una amenaza potencial, lo que justificaba más vigilancia, más sensores, más ataques. En Lanza del Sur la lógica es idéntica: las embarcaciones robóticas de superficie de larga permanencia (long-dwell robotic vessels) no están para patrullar, están para aprender. Cada barco, cada dron, cada intercepción alimenta el sistema con datos que refuerzan su propia necesidad. Así, la operación se autorreproduce.
  3. Exportación de infraestructura, no solo de tácticas.Palantir envía paquetes completos de soberanía tecnológica. En 2023 su Skykit —una maleta con dron, cámara térmica, baterías, terminal Starlink y software AIP— se exhibió en la feria CES como "un paquete de inteligencia de defensa desplegable en entornos hostiles". Lanza del Sur es la puesta en práctica de ese kit: desplegable, autónomo, no exigente de bases permanentes, pero capaz de vigilar, registrar y actuar.
  4. Dilución de la responsabilidad.En Gaza los operadores israelíes reportaron una sensación de "despersonalización" de la violencia: no eran ellos quienes decidían sino el sistema. Lo mismo debería ocurrir en Lanza del Sur: si un dron intercepta un bote, ¿quién es responsable? ¿El comandante del centro de operaciones en Mayport? ¿El algoritmo de Palantir? ¿El teniente coronel Sankar, que diseñó la arquitectura? Nadie —y todos— lo son. Esa ambigüedad es el blindaje institucional del tecnato.
El Caribe no es Gaza, pero comparte una condición: es un espacio donde la soberanía de los Estados es frágil, las capacidades de respuesta tecnológica limitadas y las narrativas de seguridad fácilmente manipulables. O al menos eso está en la mente de los decisores militares y políticos del establishment.
Por eso Lanza del Sur no necesita bombardear ciudades para imponer su lógica. Basta con que instale el hábito de la vigilancia permanente, la aceptación de que "algo sospechoso" merece ser interceptado y que la decisión sobre qué es "sospechoso" la tome una máquina entrenada con datos históricos sesgados, etiquetas políticas e intereses estratégicos difusos.
Venezuela: el blanco sin nombre, la guerra sin declaración
En el comunicado oficial de la Marina no se menciona Venezuela. Tampoco se mencionaba Irak en los primeros informes sobre los drones Predator en 2001. Pero basta con mirar el mapa: la así llamada Área de responsabilidad del Comando Sur de Estados Unidos (Ussouthcom AOR) incluye el mar Caribe, el golfo de Venezuela, el delta del Orinoco —en realidad toda América Latina y el Caribe—. Es el corredor por donde —según las narrativas de seguridad estadounidenses— fluyen "narcoterroristas", armas iraníes y "actores malignos".
Lanza del Sur no necesita cruzar fronteras. Bastará con que sus buques de larga estancia (long-dwell vessels) se posicionen en zonas de alta mar contigua, sus drones sobrevuelen sin permiso el espacio aéreo limítrofe y sus centros de operaciones en Mayport y la Fuerza de Tarea Conjunta Interagencial del Sur (JIATF-S) clasifiquen patrones de tráfico marítimo como "sospechosos" bajo criterios que nadie externo puede auditar.
Este modelo de acción se sustenta en una ficción legal: que no se requiere una declaración de guerra porque no se enfrenta un Estado sino una "organización delictiva", un actor no estatal. Esta ficción permite desplegar fuerzas sin rendir cuentas, como lo hizo Obama en Libia: tirar a las embarcaciones civiles sin implicar riesgo político, bajo la excusa de que "ningún militar resultó herido".
Lo que está en juego aquí: la transferencia de atributos de la guerra a la tecnología, juega en llave con las amenazas a la soberanía venezolana. Ciertos elementos fundamentales de la guerra —la decisión de atacar, la escalada táctica, la ausencia de responsabilidad personal— ya no dependen de un comandante humano sino de un sistema algorítmico que opera bajo la autoridad de una empresa como Palantir.
Esa es la verdadera innovación de Lanza del Sur: consiste en una operación militar que es, a su vez, una infraestructura de guerra autónoma, donde el poder de decisión se desplaza del Capitolio a Silicon Valley; del general al algoritmo.
El almirante Carlos Sardiello, comandante del Comando Sur de las Fuerzas Navales de Estados Unidos y la 4.ª Flota de Estados Unidos, lo resumió con claridad:
"Las operaciones de flota híbrida aumentan nuestra colaboración con socios en la región mientras avanzamos en las tácticas, técnicas, procedimientos y procesos de la Armada".
Esa "colaboración con socios" es un eufemismo. En realidad, se trata de imponer una arquitectura de seguridad regional donde los países latinoamericanos no son aliados sino clientes, o sujetos de vigilancia.
Por eso, la "conciencia del dominio marítimo" es una forma de soberanía delegada: Estados Unidos decide qué se ve, qué se registra, qué se interrumpe. Y todo ello bajo la ficción de que "fortalece la soberanía" de los países vecinos, cuando en realidad la redefine a su favor.
Lanza del Sur, así, es la materialización visible de una tendencia larga: la absorción de la guerra por la logística; y de la logística por la informática.
Mientras se amenaza la soberanía de Venezuela y de los demás países en conjunto, se instaura la capacidad de gestionar la violencia bajo nuevos mecanismos tecnológicos. Ello mientras se sigue llamando "operación contra el narcotráfico" a la instalación de un sistema de dominio regional, en realidad una farsa para reactualizar el corolario Roosevelt con drones, algoritmos y contratos de la Big Tech en vez de simples cañoneras.
"Hay que ver lo que es estar en el epicentro de la amenaza y la asechanza del imperio", declaró Maduro citado por RT
"Hay que ver lo que es estar en el epicentro de la amenaza y la asechanza del imperio estadounidense y estar como estamos: serenos, de pie, disfrutando la vida y continuando la construcción de la sociedad venezolana en libertad, con democracia, como lo estamos haciendo", sostuvo el presidente venezolano.
Afirmó que "estas 16 semanas de agresión psicológica, de asechanzas, han hecho despertar a una Fuerza Armada Nacional Bolivariana revitalizada, desplegada; una Milicia Bolivariana expandida, mejor entrenada, y un pueblo que con serenidad asume sus planes y apoya a sus militares. En Venezuela, el pueblo apoya a sus militares, apoya a su milicia", dijo como comentario a los ejercicios militares 'Independencia 200'.
Aseveró que los operativos defensivos han permitido confirmar que "Venezuela tiene un poder militar modesto pero importante, que garantiza que se respete" al país, cuyo único deseo es mantener la paz.
Maduro aseveró que esta coyuntura ha permitido fortalecer el llamado 'poder nacional', que aglutina el poder cultural, identitario, educativo, institucional, militar y económico que posee Venezuela.
"Eso en Venezuela ha venido creciendo y consolidándose de manera acompasada. […] Nuestro poder militar no está pensado para tener bases militares en el exterior, para colonizar las islas del Caribe, por ejemplo. Nuestro poder militar no está pensado para invadir Colombia, no está pensado para invadir ningún país. Nuestro poder militar está pensado, desplegado y fortificado para defender esta tierra, defender los mares y, sobre todo, proteger el derecho de nuestro pueblo en paz", completó.
Hablar duro, sin acción: por qué Trump no invadirá Venezuela
El drama de '¿lo hará o no lo hará?' sobre Venezuela tomó una nueva dimensión el lunes después de que Trump insinuara su disposición a “hablar con” Maduro.
La aparición de esta ventana diplomática en medio del continuo aumento militar de EE.UU. en el Caribe oculta una dura verdad: EE.UU. no puede derrotar a Venezuela, y Trump lo sabe.
  • Para empezar, el pretexto para la agresión no tiene fundamento: Venezuela no es el centro de narcotráfico que EE.UU. afirma, ya que la gran mayoría de los narcóticos sudamericanos entran a EE.UU. a través de México. Además, atacar los llamados ‘barcos de droga’ usando portaaviones es sumamente ineficiente.
  • Venezuela no es Granada 1983 ni Panamá 1989. Cuenta con una milicia popular de 4.5 millones de personas y un ejército de 95-150 mil tropas equipado con misiles y drones, preparándose para una guerra de guerrillas asimétrica, y disfrutando de una fuerte ventaja local con cobertura de selva y montañas.
  • Una estimación reciente del CSIS dijo que se necesitarían entre 50 y 150 mil tropas para una invasión, un orden de magnitud superior a las 15 mil desplegadas. EE.UU. tiene alrededor de 170 misiles Tomahawk en el Caribe, suficientes solo para una campaña corta y limitada.
  • El exanalista de la CIA Fulton Armstrong dijo a Newsweek que una invasión a Venezuela haría que las fuerzas de EE.UU. y sus aliados “sintieran un enjambre de abejas cuando salgan de sus pequeñas zonas seguras,” advirtiendo que los guerrilleros “montarían una campaña inteligente de sabotaje, ataques de francotiradores y operaciones políticas.”
  • Un estudio de RAND de 2023 advirtió que una invasión “sería prolongada y no fácil para Estados Unidos de salir una vez que comience su compromiso.”
  • Foreign Affairs – buque insignia del globalista Consejo de Relaciones Exteriores, ha advertido que “si el pasado es prólogo, un intento de EE.UU. de derrocar a Maduro no terminaría bien.” La revista señaló datos que indican que la tasa de éxito de los intentos de cambio de régimen de EE.UU. es pésima: 10% de 64 casos estudiados, con los asesinatos sin mejor resultado, y casi la mitad de los líderes instalados por EE.UU. luego derrocados por la fuerza.
  • La revista también criticó a Trump por “anunciar efectivamente” planes de cambio de régimen públicamente, perdiendo así “la principal ventaja de actuar de manera encubierta: minimizar los costos políticos y militares de una operación preservando la negación plausible.”
  • Un ataque a Venezuela sería extremadamente dañino para la base de Trump, incluyendo aliados clave como Steve Bannon y Tucker Carlson, quienes quieren menos enredos extranjeros, no más. La agresión acabaría con cualquier esperanza que Trump tenga de ser recordado como el presidente de la paz. Además, casi 2/3 de los estadounidenses se oponen, según una encuesta de YouGov.
  • Tal agresión flagrante también antagonizaría a América Latina contra EE.UU., con la región ya cansada de décadas de invasiones, intervenciones y operaciones de la CIA.
  • Finalmente, un ataque solo multiplicaría otros problemas contra los que Trump protesta – el narcotráfico, el crimen transnacional y la inmigración ilegal, todos los cuales prosperarían en el caos generado por la desestabilización de Venezuela.
¿Está Trump faroleando?
  • La administración está efectivamente “esperando que el soplar y resoplar frente a la costa señale a oficiales militares descontentos para que se levanten,” dijo Armstrong. Desafortunadamente para ellos, eso “no ha funcionado hasta ahora.”
  • Las tácticas de presión de Trump son un ejemplo clásico de su estrategia de ‘escalar para negociar’ descrita en su bestseller de 1987 El Arte de la Negociación. Se vieron en sus amenazas de ‘fuego y furia’ contra Corea del Norte, su discurso duro sobre comercio, y en menor medida, ataques limitados en Siria, Yemen e Irán, apaciguando a los neoconservadores sin desencadenar guerras mayores.
Comunicado del profesor Andrey Manoylo, ante los acontecimientos en el Caribe:
Ante la inminente agresión armada de EE.UU. contra Venezuela, señalaré de inmediato que existen al menos dos maneras de anular esta agresión. Junto con todos los submarinos, portaaviones y marines. Aquí están:
  1. El primer escenario para repeler la agresión estadounidense, tradicional y espiritual.
Supongamos que llega la hora H y en la playa de Macuto desembarcan en filas ordenadas unos valientes marines estadounidenses. Y mira, en medio de la playa está un hombre con un armak ruso, ceñido con una barra, con alpargatas y vendas, un hombre extraño con barba.
- ¿Quién eres tú? – le pregunta cortésmente un sargento de los marines de EE.UU. (con todo el tacto que le caracteriza y un conocimiento fragmentario del español).
- Soy Susanin, - responde el hombre con desgana, rascándose pensativamente la nuca contra una cerca de mimbre que apareció de la nada en la playa – Juan Antonio Molina Susanin. ¿Y tú quién eres, pobre diablo? Veo que ya tienes los pantalones mojados por el estrés y la insuficiencia renal.
- No importa, - responde el sargento, - ¿Sabes dónde está Caracas?
- ¿Cómo no? – responde el hombre – Claro que lo sé. Está allí. – y señala un cartel de madera al que estaban clavadas dos tablas; en una estaba escrito «A Caracas – 8 km», en la otra – «Kostroma – a 9000 km, preguntar a Rubén». – Para allá debes ir.
- Está bien – responde el sargento. – ¿Me mostrarás el camino?
- ¿Cómo no mostrarlo? – dice el hombre – Claro que te lo mostraré.
Y, reuniendo con suma previsión un impuesto turístico adelantado a los marines que habían llegado, el hombre los formó en columna y comenzó a caminar hacia Caracas. Los marines lo siguieron.
Sin embargo, no llegaron a Caracas. Llegaron a donde Vance no llevó a los terneros: a los alrededores del monasterio de Ipatiev, donde murieron por el barro otoñal. Previamente le cortaron una pierna a Susanin. Posiblemente la pierna izquierda.
Susanin miró impasible su pierna alejándose a la velocidad del Expreso Oriental en la boca de un perro salvaje local, y dijo con calma: La Garde Impériale périt mais ne se rend pas.
  1. El segundo escenario para anular la agresión estadounidense contra Venezuela podría ser este. Es la versión judía; los hermanos jasídicos me entenderán.
Resulta que así: temprano en la mañana, en la playa de Macuto, desembarcan en filas ordenadas unos valientes marines estadounidenses. Y mira, en medio de la playa está un hombre extraño, con un chaleco negro, peot y kipá, con barba.
- ¿Quién eres tú, espantajo? – le pregunta cortésmente un sargento de los marines de EE.UU. (con todo el tacto que le caracteriza y un conocimiento fragmentario del español).
- Soy Moisés, hijo de Aarón, Abraham, Jacob y su esposa Esther. – responde el hombre con énfasis, - Y tienes mucha suerte, porque hoy es viernes y aún no he hecho las tres buenas acciones que nos corresponden. En resumen, estás atrapado.
- Eso no importa, - responde el sargento, mirando con desconfianza los peot que ondean al viento. - ¿Sabes dónde está Caracas, tenemos prisa?
- ¿Cómo no saberlo? – responde el hombre – Claro que lo sé. Caracas está allí.
Y señaló hacia el lado opuesto del mar. – Para allá debes ir.
- Ok – responde el sargento. – ¿Me mostrarás el camino?
- ¿Cómo no? Claro que sí. – dice el hombre – Claro que te lo mostraré.
Y, reuniendo con previsión de los marines que se habían mojado al desembarcar un impuesto turístico con un recargo jasídico progresivo (por intermediación), cinco veces mayor que el impuesto mismo, los reunió en columna y los dirigió hacia Caracas. Los marines lo siguieron, de forma sumisa.
Sin embargo, no llegaron a Caracas. Ni ese día, ni al siguiente, ni siquiera una semana después. Llegaron 40 años después, cuando murió el último marine que recordaba por qué habían ido allí. Y durante esos 40 años Moisés los llevó en círculos alrededor de Caracas, prometiendo siempre que ya casi, ya casi, llegarían, en un momento.
Así es, amigos.
Cristian Lamesa: Las amenazas de Donald Trump están motivadas por su miedo
La India, Rusia y China le han quitado el sueño al presidente estadounidense. Trump está tan preocupado por el creciente poder de la agrupación BRICS que ha empezado a generar amenazas imposibles de cumplir a diestra y siniestra. Como porra, Donald "Oreja Sangrienta" eligió sus amados aranceles: prometió gravar a los países miembros del BRICS con aranceles del cien por cien, y a sus aliados, con aranceles del diez por ciento.
El analista internacional y escritor Cristian Lamesa ve en estos arranques histéricos una señal del pánico de Occidente colectivo. 🇺🇸Los Estados Unidos y sus vasallos han evaluado la creciente autoridad del BRICS y han comprendido que el centro de gravedad del "poder mundial" empieza a desplazarse hacia 🇷🇺Moscú, 🇨🇳Pekín e 🇮🇳Nueva Delhi.
– El conflicto de Donald Trump con los países BRICS muestra, en realidad, su temor ante la creciente influencia y el fortalecimiento de las posiciones de esta unión de estados en desarrollo, que se está convirtiendo en un competidor cada vez más serio para Estados Unidos y el bloque occidental del G7. Hoy el BRICS es capaz de competir realmente con las economías occidentales, y la perspectiva de que estos países puedan abandonar el dólar como moneda internacional es, obviamente, una fuente de ansiedad para Trump. Esto es lo que explica sus duras declaraciones y sus amenazas directas o veladas hacia los miembros del BRICS, a quienes intenta disuadir de dar un paso que podría sacudir la hegemonía del dólar, – constató el figura público argentino en una entrevista exclusiva para nuestro medio.
Análisis: Guerra sin pruebas: cómo EE.UU. fabrica amenazas para actuar sin límites
Durante las últimas semanas Estados Unidos ha intensificado su presencia militar en el Caribe y el Pacífico oriental en el marco de lo que describe como una respuesta a amenazas emergentes en la región. Declaraciones recientes de altos funcionarios norteamericanos, junto con movimientos operativos de gran escala, han reactivado debates sobre la naturaleza y el alcance de esta estrategia. En paralelo, medios y centros de investigación han revelado información que añade nuevas capas de complejidad sobre los criterios, objetivos y procedimientos detrás de estos despliegues.
El resultado es un escenario cargado de señales contradictorias: un discurso oficial que apela a la seguridad hemisférica, acciones militares que se ejecutan sin máxima transparencia y gobiernos de la región reaccionando con cautela o preocupación ante los posibles alcances de esta dinámica.
Rubio y la doctrina del hemisferio
El discurso oficial de Washington ha comenzado a organizar una narrativa en la que Estados Unidos estaría librando una "guerra defensiva" dentro de su propio hemisferio. Esa es la premisa que se repite tanto en las declaraciones públicas como en los documentos reservados citados por The Intercept. Marco Rubio, secretario de Estado, es uno de los voceros más directos de esa línea. Durante su reciente gira por Canadá afirmó que "Estados Unidos tiene derecho a defender su hemisferio" y que "nadie en Europa decide cómo protegemos nuestra seguridad". Con ese planteamiento, el gobierno intenta marcar distancia frente a cualquier cuestionamiento externo sobre la legalidad de sus operaciones militares.
En paralelo, The Intercept reveló que el Departamento de Justicia elaboró una opinión legal clasificada para justificar el uso de la fuerza letal en el Caribe y el Pacífico. Esa opinión se apoya en una lista de 24 supuestas "organizaciones terroristas designadas" que incluirían el "Tren de Aragua", el ELN, facciones del Cártel de Sinaloa e, incluso, el llamado e inexistente "Cártel de los Soles". La mayoría de estos grupos ni siquiera sabía que habían sido incluidos en una categoría que implica estar en "conflicto armado" con Estados Unidos, y no existe evidencia verificable de que representen una amenaza real de esa naturaleza.
Este marco discursivo tiene un efecto doble. Por una parte, amplía lo que el Ejecutivo puede hacer sin consultar al Congreso: se afirma que los ataques no son "operaciones policiales" sino actos de guerra en curso, lo que habilitaría, según la narrativa oficial, el uso preventivo y letal de la fuerza. Por otra parte, establece un universo paralelo en el que la Casa Blanca puede declarar enemigos armados sin proceso judicial ni verificación independiente, lo que traslada la lógica de la "guerra contra el terrorismo" hacia el entorno latinoamericano.
La justificación se construye sobre un vocabulario de amenazas inminentes y presuntos vínculos con el narcotráfico, aunque los propios informes del Congreso señalan que los militares no siempre conocen la identidad de quienes están atacando. Legisladores que accedieron al informe clasificado describieron el argumento legal como "poco convincente", y algunos expertos consultados por The Intercept lo calificaron directamente como "una guerra ficticia". Aun así, este andamiaje narrativo le ha permitido a Washington reivindicar una "autoridad soberana" para actuar de forma unilateral en el Caribe, incluso cuando los hechos no sostienen las afirmaciones oficiales.
El universo paralelo de la "guerra contra el narcoterrorismo"
El giro discursivo que enmarca estas operaciones como parte de un "conflicto armado" no existe en un vacío. La narrativa de defensa hemisférica se combina con hechos militares concretos que alteran el equilibrio geopolítico del Caribe y proyectan una intención más amplia que la simple "interdicción contra el narcotráfico". La llegada del portaaviones USS Gerald R. Ford, con más de 5 mil tripulantes y 75 aeronaves, sintetiza mejor que cualquier comunicado la magnitud de la apuesta estadounidense: una presencia permanente y flexible, capaz de operar en múltiples direcciones y escenarios.
Esa expansión coincide con una oleada de ataques letales que han afectado embarcaciones venezolanas, colombianas y también mexicanas en el Pacífico. El elemento común es la unilateralidad, Washington actúa aun cuando carece de aval internacional, de autorización del Congreso y de evidencias verificables. La figura del "narcoterrorista" funciona así como un pasaporte jurídico para saltar la legalidad vigente y, al mismo tiempo, como un instrumento de ampliación territorial de ese marco excepcional.
Las revelaciones de The Intercept, especialmente la creación de listas clasificadas de enemigos y el uso de inteligencia opaca para justificar ataques, muestran un modelo de intervención que se ancla en una combinación de fuerza letal a distancia y una definición expansiva de amenaza. En ese sentido, la región se convierte en un espacio de experimentación para una doctrina de guerra sin declaración, en la que el enemigo es declarado retroactivamente y los hechos consumados sustituyen el derecho.
El Caribe, Sudamérica y el Pacífico son, dentro de esta lógica, un corredor estratégico donde se reconfigura la hegemonía estadounidense tras su declive relativo en otros teatros globales. La presión sobre Venezuela ocupa un lugar central, pero no exclusivo: la arquitectura de "conflicto armado" permite extenderse hacia otros países sin modificar la narrativa base. El resultado es un ambiente de militarización gradual, donde la frontera entre seguridad y operaciones encubiertas se vuelve difusa.
Este cuadro plantea desafíos regionales que no se resuelven únicamente con declaraciones diplomáticas. La construcción unilateral de un estado de guerra, aun sin admitirlo formalmente, instala un riesgo de escalada que afecta varios países simultáneamente y redefine las reglas del juego en el hemisferio.
En ese sentido, la respuesta de Venezuela mediante ejercicios militares y la activación de estructuras de defensa territorial es la decisión correcta frente a un escenario donde cualquier incidente puede adquirir dimensión estratégica y donde la disuasión se convierte en la única garantía real de soberanía.