Aleksandr Dugin
Además del Occidente colectivo, tres civilizaciones se han agrupado en lo que ya se puede llamar una Civilización de Estado. Se trata de Rusia, China y la India. Éstos son polos ya hechos de un mundo multipolar. Hoy ha surgido un triángulo estratégico fundamentalmente significativo entre Moscú, Beijing y Delhi.
Debemos rendir homenaje a Evgeny Primakov: habló de esto en los años 90, cuando esto estaba lejos de ser obvio. Ahora la tarea es dar una descripción “densa” de estas tres civilizaciones-Estado, que ya se han declarado polos, pero que solo se encuentran en la primera etapa de una comprensión plena de lo que son y de lo que se deriva de ello.
La civilización-Estado no son solo los correspondientes Estados-nación. Esta es la Gran Rusia; Rusia-Eurasia. Esta es China como Tianxia. Esto es Akhand Bharat, la Gran India. Rusia-Eurasia no es la Federación Rusa. Tianxia no es China. Akhand Bharat no es la “mayor democracia del mundo”.
Putin y Xi Jinping son mucho más que presidentes, y Modi es mucho más que un primer ministro. Son gobernantes sagrados, Chakravartins, portadores del Mandato Celestial; los tres Emperadores de la tierra. Sus civilizaciones-Estado están todavía en su etapa embrionaria, pero ya existen en principio.
Solo después de una descripción teórica correcta y profunda quedará claro el contenido de sus relaciones, incluidas las diferencias y contradicciones. El formato RIC (Rusia, India, China) precedió a BRICS+, pero se ha conservado. Quizás valga la pena renovarlo.
Por supuesto, también hay contornos de otros polos: el islámico, el africano y el latinoamericano. Y allí hay centros de soberanía civilizatoria, pero el nivel de integración aún no es suficiente para hablar de un polo. BRICS+ une a las seis civilizaciones no occidentales, pero entre ellas, los RIC han avanzado más que otras.
La presidencia rusa de BRICS+ este año demuestra que es poco probable que sea posible avanzar más en este proyecto. Hay muchas razones para esto, incluido el bajo grado de comprensión de la filosofía de la multipolaridad entre los funcionarios encargados de BRICS+. Solo los primeros se dan cuenta de la escala. A partir del segundo y del tercero, esta visión se disuelve y se disipa. Pero el formato BRICS+ en sí, aunque ciertamente maravilloso, está demasiado por delante del nivel de conciencia y nos distrae con detalles. Ahora es el momento de prestar atención al RIC. En primer lugar, esto ya es más específico, en segundo lugar, estamos hablando de tres Estados-Civilizaciones ya formados, en tercer lugar, aquí hay suficientes problemas y, para seguir adelante, es necesario resolver los coágulos de contradicciones acumulados.
En principio, hay que desatar el nudo de los problemas geopolíticos fronterizos entre China e India, cuya presencia está empujando a Nueva Delhi hacia Occidente, y esto socava objetivamente la multipolaridad.
Necesitamos una imagen de la Victoria
Es necesario que tengamos una imagen de la Victoria, pues, en estos momentos, es muy difícil, incluso imposible, imaginarnos una Rusia victoriosa. Una Rusia así sería un Estado completamente diferente tanto en su forma como en su contenido. Hoy lo único que existe en nuestro país es una guerra entre diferentes imágenes del futuro. No obstante, es muy importante tener una imagen muy clara de aquello por lo que estamos luchando, pues ninguna otra realidad nos acerca a la Victoria. Konstantin Malofeev, en su libro Imperio y en otros muchos números discursos, subraya con perspicacia que tras nuestras victorias más importantes – como en 1812 y 1945 – fuimos incapaces de formular una imagen soberana de rusia, es decir, nuestra idea mundial y terminamos por ser influidos por los paradigmas envenenados de Occidente. Todo ello nos condujo a grandes fracasos, revoluciones y guerras. La guerra en la cual estamos involucrados actualmente es imposible de ganar desde un punto de vista exclusivamente técnico. Necesitamos algo más y debemos recurrir a una dimensión mucho más profunda.
Para derrotar a Occidente es preciso vencerlo en primer lugar espiritualmente dentro de nosotros mismos. La idea rusa debe ser formulada lo más rápido posible, pero Rusia no puede ser concebida únicamente como la actual Federación de Rusia, sino como un nuevo Imperio o Estado-civilización. Esto implica tener una visión clara del orden mundial y entender que esperan los demás de nosotros. Para realizar tal proyecto debemos cambiar rápidamente: los políticos actuales que les gustan los compromisos y el statu quo actual (esa gente de a pie que Lev Gumilev llamaba los “armónicos” y que existían al borde de la entropía) resultan insuficientes. La fuerza de los armónicos a penas si alcanza para mantener su propia supervivencia y, por si fuera poco, la élite rusa esta llena de subpasionarios incapaces de sobrevivir por sí mismos y que terminan absorbiendo y robando la energía de los demás (sea chupándose los presupuestos y/o el poder del gobierno). Todo lo anterior es insuficiente para alcanzar la victoria y realizar los cambios que se avecinan.
Lo que Rusia necesita hoy es de los pasionarios, esas personas intrépidas, heroicas y dotadas de una fuerza vital que vale por decenas de muchos pues son como un espíritu solar que derrama su energía en el alma de los demás tal y como los definía Gumilev. Es precisamente esta imagen y estilo de los pasionarios el que debe dominar en la Rusia Victoriosa. La victoria comienza con la superación de uno mismo y existen personas así en todos los ámbitos y jerarquías de las instituciones oficiales, pero su aspiración por alcanzar la Victoria y cumplir la voluntad del Presidente siempre se ve bloqueada por subpasionarios y armónicos depredares y truhanes que siempre retrasan tales intentos. Vale la pena insistir una y otra vez en el principio de que el aumento del conocimiento siempre se da por sustracción de conceptos erróneos: el éxito de toda gran empresa va relacionado a la eliminación de los elementos sobrantes. En nuestra sociedad, y especialmente en nuestra clase dirigente, se han acumulado a lo largo de muchas décadas toda clase de elementos nefastos y desintegradores que han alcanzado una masa crítica de personas y tipos malsanos incapaces de cualquier movilización o ruptura histórica. Es muy fácil darse cuenta de quién es quién: un armónico es aquel que abandona su trabajo precisamente cuando la jornada laboral se acaba y, en caso de que no le paguen, se va para siempre; los subpasionarios, por su parte, se retuercen e inventan toda clase de excusas para no trabajar y apropiarse de los logros de los demás. En cambio, un pasionario no sabe lo que es una jornada laboral o el descanso, siempre esta organizando y produciendo algo sin importarle que le paguen o no. La luz de su oficina esta encendida incluso por la noche tal y como sucedía con Stalin. La Rusia victoriosa debe convertirse en un país organizado correctamente: en lo más alto deben gobernar los héroes y los pasionarios, mientras que los armónicos deben existir en los puestos más tranquilos y maleables. Los subpasionarios con simplemente nocivos, inútiles y socialmente peligrosos. Es indispensable imponer la imagen pasionaria de Rusia. No podemos seguir posponiéndolo, pues se nos ha acabado el tiempo histórico.