Valdir da Silva Bezerra
Mientras la atención mundial se centra en el conflicto en Oriente Medio, uno de los principales acontecimientos del año acaba de tener lugar en Eurasia. Se trata del tercer Foro de la Franja y la Ruta promovido por China, que se celebró los días 17 y 18 de octubre y reunió a varios líderes mundiales, entre ellos el presidente ruso, Vladímir Putin.
Con motivo del décimo aniversario del lanzamiento de la iniciativa de la Franja y la Ruta (o Nueva Ruta de la Seda, como también se la conoce),
el foro reunió a representantes de los países participantes en el proyecto para debatir las perspectivas de futuro.
Ciertamente, el proceso de la Nueva Ruta de la Seda de integración regional en infraestructuras de transporte terrestre y marítimo, lanzado por el mandatario chino, Xi Jinping, en 2013 fue el resultado del deseo de China de aumentar su influencia política y económica en Eurasia, contando al mismo tiempo con el fundamental apoyo de Rusia.
De hecho, incluso antes del lanzamiento de la Nueva Ruta de la Seda, Moscú ya buscaba proyectarse como líder importante de un bloque económico euroasiático multinacional —e independiente—, empezando por la formación de una Unión Aduanera con Bielorrusia y Kazajistán en 2010, cuyo objetivo era eliminar las barreras al comercio y establecer una política arancelaria común para la importación de productos de terceros países.
Cuatro años después, en 2014, bajo el liderazgo de Moscú, se formó la Unión Económica Euroasiática (UEE), que, además de Rusia, Bielorrusia y Kazajistán, incluía también a Kirguistán y Armenia. Al igual que la Unión Europea, la UEE pretendía establecer la libre circulación de bienes, servicios, capitales y mano de obra entre sus países miembros.
Además, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, llegó a comentar en 2011, cuando aún se estaba ultimando la idea de formar la Unión Económica Euroasiática, que la organización representaría "una poderosa asociación supranacional capaz de convertirse en uno de los polos del mundo moderno y servir de puente entre Europa y la dinámica región Asia-Pacífico". La estrategia rusa consistía en crear un "polo de poder" euroasiático en el sistema internacional, aprovechando los recursos naturales e industriales del continente. Esta idea, a su vez, también coincide con el pensamiento chino sobre la región.
En términos energéticos, la UEE cuenta con cerca del 14% de la producción mundial de petróleo y alrededor del 19% de la de gas natural, un factor que confiere a la iniciativa rusa el poder suficiente para consolidar la importancia de Eurasia en la esfera geoeconómica global. Y una vez más, siguiendo el ejemplo de la época soviética dentro del Comecon (Consejo de Ayuda Mutua Económica), Rusia demuestra una superioridad evidente dentro del bloque, ya que es responsable de alrededor del 84% de su territorio, el 54% de su producción de petróleo, el 93% de su producción de gas natural y el 78% de su población total.
Sin embargo, dentro de Eurasia, Moscú ha valorado positivamente la iniciativa de integración continental promovida por Pekín a través de su Nueva Ruta de la Seda, que implica inversiones estatales chinas en infraestructuras en países asiáticos y europeos, destinadas a construir carreteras, puertos, gasoductos y ferrocarriles para transportar más eficazmente la producción china a estos mercados y viceversa.
Con todo, conviene recordar que la Nueva Ruta de la Seda abarca alrededor del 55% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, el 70% de su población y el 75% de sus reservas energéticas, lo que la convierte en uno de los proyectos más ambiciosos emprendidos por una gran potencia en la historia. En este contexto, Vladímir Putin y Xi Jinping firmaron en 2015 una declaración conjunta sobre la necesidad de armonización entre la Unión Económica Euroasiática (bajo liderazgo ruso) y la Nueva Ruta de la Seda (bajo liderazgo chino), abogando por la "cooperación chino-rusa en Eurasia".
Para Occidente, esto representaba una auténtica pesadilla geopolítica, dado que la combinación del poder económico de China y los recursos energéticos de Rusia convierten a Eurasia en un "actor geopolítico global" de máxima importancia. Al fin y al cabo, lo que proponen Moscú y Pekín, cada uno a su manera, no es una simple iniciativa clásica de integración regional, sino un megaproyecto que abarca los más diversos ámbitos de cooperación (desde la economía hasta la cultura) y que, una vez puesto en práctica, conducirá a la creación de una "Eurasia autónoma e independiente" en la escena internacional.
Al mismo tiempo, como destacó Putin
en una entrevista con un canal estatal chino, esta unión chino-rusa en el continente euroasiático que estamos presenciando hoy no surgió como resultado de la reciente situación política; al contrario, se ha ido construyendo gradualmente a lo largo de las últimas décadas. Empezando por la resolución de asuntos espinosos, como la demarcación fronteriza entre ambos países en 2004, ha evolucionado desde entonces para eliminar cualquier cuestión que pudiera impedirles avanzar en sus relaciones bilaterales.
Como resultado, China ha tomado el relevo de Alemania como principal socio comercial de Rusia desde 2009, mientras que hoy Rusia ocupa el primer lugar entre los proveedores de recursos energéticos al mercado chino. Mientras tanto, se espera que los suministros de gas ruso a China en 2023 alcancen los 22.000 millones de metros cúbicos, frente a los
15.000 millones de metros cúbicos exportados en 2022. Estas relaciones económicas se reflejan precisamente en la confianza mutua que existe entre rusos y chinos, que a su vez se manifiesta en su deseo de impulsar conjuntamente tanto la Unión Económica Euroasiática como la Nueva Ruta de la Seda.
De cara al futuro, cabe esperar que la coordinación entre Rusia y China que engloba ambas iniciativas haga honor al sobrenombre de integración de integraciones. En este sentido, poco puede hacer Occidente para impedir la realización de este plan encabezado por Putin y Xi, un plan que convertirá a Eurasia en un centro de poder mundial y que tiende a cambiar la propia historia del mundo en el siglo XXI.
Ministro ruso: la desdolarización del comercio entre Moscú y Pekín está casi completa
La participación del rublo y del yuan en el comercio exterior de Rusia ha aumentado hasta casi el 70%, mientras que en el comercio con China la desdolarización está casi completa, afirmó el ministro de Desarrollo Económico ruso, Maksim Reshétnikov, al margen del foro sobre energía en Pekín.
"Nuestro comercio se está reestructurando. Si miramos los indicadores comerciales del país en su conjunto, el 68% de nuestro comercio se realiza en rublos y yuanes, mientras que el 95% de nuestro comercio con China se realiza en rublos y yuanes", destacó Reshétnikov. .
"El tema de los canales [de pagos] está resuelto", agregó.
En este contexto, la moneda china también se ha utilizado en el comercio ruso con Mongolia, Taiwán, Filipinas, Malasia, Emiratos Árabes Unidos, Tailandia, Japón, Tayikistán y Singapur.
En América Latina, paralelamente, el Gobierno brasileño anunció en marzo pasado un acuerdo con su par chino para realizar transacciones en yuanes y reales.
Mientras que, a finales de junio pasado, Argentina realizó un pago en yuanes y derechos especiales de Giro (DEG) al Fondo Monetario Internacional (FMI). En concreto,
el Gobierno argentino pagó 2.700 millones de dólares como parte del próximo vencimiento de su deuda.
Análisis: Rusia y China trazan en Pekín un nuevo orden económico
Pepe Escobar
La historia —con tintes de justicia poética— nos ha presentado esta semana el contraste definitivo y flagrante entre la geopolítica del pasado, representada en un incendiario rincón del sudoeste asiático, y la geopolítica del futuro, representada en Pekín, en Asia Oriental, una de las capitales de la multipolaridad emergente.
Empecemos por el futuro. El
III Foro de la Franja y la Ruta, celebrado en Pekín, funcionó como una especie de hoja de ruta para la integración económica y de infraestructura de Eurasia. Estuvo precedido por la publicación, el 10 de octubre, por parte del Consejo de Estado de la República Popular China, de un libro blanco bastante detallado sobre las Nuevas Rutas de la Seda, o Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), el actual concepto global de política exterior de China para el futuro inmediato.
La BRI fue lanzada hace 10 años por el presidente chino Xi Jinping, primero en Astaná, Kazajistán (parte de la "franja", como en una serie de franjas económicas) y luego en Yakarta, Indonesia (parte de la "ruta", como en la Ruta Marítima de la Seda).
Diez años, casi 150 países participantes y más de un billón de dólares en inversiones chinas después, el libro blanco lo resume todo: la BRI avanza sin cesar como plataforma de comercio internacional y conectividad a varios niveles, como mecanismo para desarrollar vastas franjas del Sur Global/Mayoría Global y como contrapartida práctica a la hegemonía occidental.
La mayor parte de los proyectos de la BRI se refieren a industrias extractivas y corredores de transporte. No es casualidad que las principales industrias extractivas se concentren en Rusia y el Golfo Pérsico, lo que está íntimamente ligado al complejo impulso estratégico de Pekín para eludir la contención hegemónica y los casos de guerra híbrida.
Así pues, no es de extrañar que el invitado de honor del Foro 2023 fuera el presidente ruso, Vladímir Putin, y todos los debates dejaron bastante claro que Rusia será a partir de ahora aún más un socio clave de la BRI. En consonancia con la profundización de la asociación estratégica Moscú-Pekín, los liderazgos enteros están totalmente sincronizados.
Fiel al meticuloso protocolo chino, cargado de simbología, también fue inevitable que a la entrada de la cena de gala del Foro, el primero fuera el invitado de honor, Putin. Justo detrás de él estaban los líderes de Asia Central (Kasim-Yomart Tokáyev y Shavkat Mirziyóyev, los mandatarios de Kazajstán y Uzbekistán) y del Sudeste Asiático (Joko Widodo, de Indonesia).
A continuación: la Ruta de la Seda del Norte
El presidente Xi anunció que los participantes en la cumbre empresarial del Foro cerraron nuevos acuerdos de infraestructura por un valor friolero de 97.200 millones de dólares.
Ese es el nuevo paradigma. Compárenlo con el viejo paradigma de las guerras eternas: la Casa Blanca trabaja en un paquete de 100.000 millones de dólares para financiar los conflictos de Ucrania e Israel. La
reunión cara a cara de tres horas de duración entre Putin y Xi fue crucial en más de un sentido. Fue una ilustración gráfica de la coexistencia de Rusia y China en el camino hacia un mundo multipolar. Y de la Iniciativa de la Franja trabajando codo con codo con los BRICS 11 (que entrará en vigor el 1 de enero, cuando Rusia inicie su presidencia del BRICS).
Putin comentó que no podía decirnos "todo" lo que había hablado con Xi. Lo que sí pudo decir es que repasaron "toda la agenda bilateral, muchos temas: economía, finanzas, interacción política y trabajo conjunto en plataformas internacionales". Además, "también discutimos en detalle la situación en Oriente Medio. También informé detalladamente al presidente sobre la
situación en la vía ucraniana".
Todos estos factores externos son amenazas comunes. Refuerzan la interacción ruso-china. Ambos países firmaron el mayor acuerdo de su historia común para el suministro de grano; 2,5 billones de rublos por 70 millones de toneladas de carga de grano, leguminosas y oleaginosas entregadas durante 12 años. Esto destruye por completo los escenarios de ensueño de los centros de análisis estadounidenses, que abogan por un bloqueo naval como estrategia clave para contener a China y privarla de alimentos y materias primas. En el frente energético, Xi esperaba que el gasoducto ampliado
Fuerza de Siberia 2, o gasoducto Rusia-Mongolia-China, lograra "avances sustanciales" lo antes posible.
Aunque Putin subrayó el "respeto por la diversidad civilizacional" de Rusia y China, así como el derecho de cada civilización-estado a su propio modelo de desarrollo, lo que realmente destacó fue su detallada explicación de los corredores de conectividad. El mandatario ruso destacó cómo "se está formando un corredor Norte-Sur en la parte europea de Rusia, desde el Báltico hasta Irán. Allí se organizará una comunicación ferroviaria sin fisuras".
Era una referencia directa al Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INST), cuyos ejes principales son Rusia, Irán y la India. Este corredor se interconectará, a medio y largo plazo, con los corredores euroasiáticos centrales de la Franja y la Ruta. Putin añadió que "otros tramos pasarán por Siberia, los Urales y Yamal. Se construirá el Paso Marítimo del Norte, hasta el océano Ártico. Las rutas ferroviarias irán de Siberia central al sur - a los océanos Índico y Pacífico (...) También pasará un corredor del Ártico al sur - se construirá una línea ferroviaria de Baikal-Amur (BAM) a Yakutia, puentes sobre los ríos Lena y Amur, se modernizarán las autopistas y se crearán terminales de aguas profundas".
La caracterización que hace el presidente ruso de la Ruta Marítima del Norte es especialmente crucial: "Todos estos corredores de transporte de norte a sur en la parte europea de Rusia, en Siberia y en Extremo Oriente abren la posibilidad de conectar e integrar directamente la Ruta Marítima del Norte con los grandes centros logísticos del sur de nuestro continente, en la costa de los océanos Índico y Pacífico".
En lo que respecta a la Ruta Marítima del Norte, Putin declaró que Rusia "no se limita a invitar a sus socios a utilizar activamente su potencial de tránsito. Permítanme decir más: invitamos a los Estados interesados a participar directamente en su desarrollo y estamos dispuestos a proporcionar una navegación, comunicación y abastecimiento de hielo fiables. Ya el año que viene, la navegación para los buques de carga de clase polar a lo largo de toda la ruta será todo el año. La creación de las mencionadas rutas logísticas y comerciales, internacionales y regionales refleja objetivamente los profundos cambios que se están produciendo en la economía mundial".
Así que aquí tenemos a Putin invitando personalmente a empresas y negocios de todo el Sur Global a invertir directamente en la integración de toda Eurasia. Y para quienes no hayan captado el mensaje, el canal de Suez, para muchos en todo el Sur Global, pronto se convertirá en una reliquia del pasado geoeconómico.
Los escitas a caballo se pasan a la alta tecnología
El Foro fue una ilustración gráfica de que la BRI, una plataforma abierta —un concepto ininteligible en Occidente— va mucho más allá del comercio, el desarrollo de infraestructura y los corredores de conectividad. Se trata también de la interacción intercultural y de esos tristemente célebres, definidos por Xi, "intercambios entre personas", dando ejemplo en lo que respecta a la coexistencia de civilizaciones.
Los centroasiáticos y los asiáticos del sudeste confraternizaron por doquier. El primer ministro de Hungría, Viktor Orban, estaba encantado de hablar con todo el mundo sin ser tachado de "autoritario" contrario a los "valores" de la UE. La delegación talibana* mejoró sus contactos cuando no estaban discutiendo la inversión china en cobre y la construcción de una nueva carretera a través del corredor de Waján, que conecta directamente el norte de Afganistán con Xinjiang. Es como si se tratara de una remezcla de alta tecnología del espíritu de las antiguas Rutas de la Seda, cuando los jinetes nómadas escitas, aficionados a las joyas de oro y la seda china, abrieron un nuevo frente comercial, actuando como intermediarios que facilitaban el comercio a través de Eurasia entre Asia y Europa.
Europa, por cierto, y todo el Occidente colectivo, fueron casi invisibles en el Foro de la Franja y la Ruta. Lo que nos lleva al mito de un Occidente universalista que ahora está destrozado. Los puntos de inflexión clave, últimamente, han sido la humillación hegemónica en Afganistán, el colapso del proyecto Ucrania —con la humillación cósmica entrante de la OTAN—, y el colapso de la supuestamente incomparable inteligencia israelí en Palestina, vengada ciegamente mediante el castigo colectivo.
Comparen todo eso con Putin-Xi en Pekín. Las debacles acumuladas apuntan a la inexorable disolución del proyecto occidental del fin de la historia. Y la cosa empeora: el nuevo paradigma geoeconómico debatido en Pekín seguirá acelerando el despiadado e implacable ensañamiento, económico y geopolítico, de "la nación más poderosa de la historia del mundo". Los estadounidenses están absolutamente aterrorizados, entre otras cosas, por el hecho de que ahora Irán y Arabia Saudita estén elaborando juntos una estrategia de gran envergadura: la consecuencia inevitable de una distensión urdida primero por los rusos y luego por los chinos. Los estadounidenses están absolutamente paralizados por el hecho de que la Franja y la Ruta y los BRICS ya están inmersos en el proceso de poner patas arriba el modelo empresarial imperial y neocolonial de Occidente.
Putin, Xi y los invitados al Foro de la Franja y la Ruta dejaron muy claro que se trata esencialmente de nuevas cadenas de suministro de materias primas, nuevas y mejoradas rutas marítimas de la seda y de evitar los puntos de estrangulamiento controlados por Occidente, como muestra el mapa adjunto.
Todo ello conduce a un laberinto interconectado que incluye la Franja y la Ruta, los BRICS, la Unión Económica Euroasiática (UEE) y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). Los BRICS, liderados por Rusia y China —y más allá (Putin dio a entender que Indonesia se convertirá en uno de los nuevos miembros en 2024)— ya están dando la vuelta a todas las fantasías del geógrafo Halford John Mackinder, en el camino hacia la unificación de Eurasia y la configuración de Afro-Eurasia como un Heartland extendido, pacífico y predominante.
*Bajo sanciones de la ONU por actividades terroristas.