Jaime P. Quirós
Jaime P. Quirós:Has preparado la edición de Cien años de la muerte de Lenin: Dialéctica y marxismo, de Salvatore Bravo, para Ediciones Ratzel: ¿aprovechando el aniversario de su muerte? ¿Qué interés presenta Lenin hoy para una editorial del siglo XXI consagrada a la geopolítica?
Carlos X. Blanco: Un interés enorme. Tengamos simpatía o no por el personaje, comulguemos o no con su estrategia, muy potente, diseñada para hacerle la guerra al capitalismo y al imperialismo, Lenin es un líder colosal, una figura que todo el mundo debería conocer. Fue un hombre de acción, un filósofo también, un discípulo de Marx que cuando quiso escribir como alumno aplicado, incurrió en vulgaridades (su teoría gnoseológica del reflejo, por ejemplo), pero cuando pensó políticamente por cuenta propia demostró ser una voluntad de hierro y un tremendo intelecto práctico.
Su análisis del imperialismo como fase superior del capitalismo sigue siendo una teoría de rabiosa actualidad. La actual crisis del Estado, el auge de la militarización del planeta, la privatización de lo público en todos los órdenes, la rapiña de continentes y pueblos enteros a cargo de imperios en su exclusivo provecho privado, imperios que más bien son consorcios de fondos financieros, así como la creación de grandes polos de poder económico que emplean la maquinaria especulativa para endeudar y saquear a quienes producen… Todo esto, lo seguimos viviendo y hoy Lenin seguiría levantando masas contra esta barbarie.
Háblanos del autor del texto: Salvatore Bravo. No es muy conocido en España…
Salvatore Bravo es un filósofo italiano, discípulo del gran Costanzo Preve, igual que Diego Fusaro. Preve nos abandonó en 2013, dejando como legado una inmensa obra que, por desgracia, permanece sin traducir al español. En 2019 hice una recopilación de artículos suyos, así como entrevistas y semblanzas de otros autores, analizando y comentado su obra y su papel en el marxismo. El libro, del que estoy muy orgulloso también, se llama De la comuna a la comunidad, y lo editó Fides. Pues bien, el profesor Bravo, al igual que Fusaro, ha tomado como objetivo dar a conocer la obra de su maestro, revitalizar este marxismo no dogmático y mucho más auténtico que el de cualquiera de los actuales gurús de la izquierda oficial y sistémica. El editor, Salvatore y yo mismo tenemos proyectado dar a conocer más este legado. En España no podemos perder la viveza, el vigor de estos pensadores italianos.
Parece que Italia es un refugio en este Occidente dominado por la izquierda sistémica y woke, un Occidente decaído y emputecido con sus gender studies, políticas arcoíris, racismo antiblanco, etc.
Bueno, los italianos han sufrido las mismas influencias sorosianas y, en general, norteamericanas, que nosotros. Por cierto, influencias deletéreas. Desde 1945, si no antes, existe un ejército de activistas e ingenieros sociales, dispuesto a infectar a los partidos, a los sindicatos, a los movimientos sociales y culturales. Con dólares, causan los virajes ideológicos y las mutaciones que el iImperio necesita. Se vio muy claramente ya en el momento en que se fundó Izquierda Unida (1986): los comunistas se travistieron de masones. Después, más de lo mismo, con la creación de Podemos (2014): se trató entonces de crear una marca blanca para el PSOE, que en aquellos años estaba en cuadros, hasta que surgió el gran Cabrón y monopolizó el aquelarre de la izquierda española, haciendo de Podemos un florero. Pero en el aquelarre de los socialistas de aquel entonces, y de los afines (regionalistas y nacionalistas de izquierda, comunistas con hambre de cargos, etc.) no había surgido el gran Cabrón todavía,
y la revolución de color prevista por los yanquis y europeos para España (15-M) no tuvo éxito, pues la OTAN civil creyó que aquí éramos una especie de país árabe, o un Magreb metido en la Unión Europea, pero el país resistió. Para ponernos de rodilla, la «primavera española» se trasladó al tema del Procés… Siempre inventan algo para desestabilizar.
En el caso italiano, yo creo que hay una mayor base cultural, humanista y marxista, a la vez. Hay muchos pensadores libres, desenvueltos, que escriben sin miedo a la «cancelación». Es un pueblo hermano, muy parecido al nuestro. Y es un pueblo «mejor» si nos atenemos a su mayor nivel educativo y su mayor sensibilidad política.
Por lo que sé de Costanzo Preve, su marxismo crítico incluyó dos grandes aportaciones, una, el énfasis en la geopolítica. La izquierda ha sido bastante torpe en esta disciplina, ¿no cree? La otra, su transversalidad: colaborar con Aleksandr Duguin o Alain de Benoist, le sale caro a un viejo comunista como era él.
Sí, todos los que nos reclamamos discípulos de Marx pagamos caro el no dejarnos intimidar por esas brigadas de paniguados de la OTAN civil, becarios de departamentos de Historia Contemporánea y «activistas» que andan por ahí difamando y repartiendo carnets de «izquierdista». En el vídeo de un encuentro de Ramón Franquesa y Manolo Monereo (un vídeo reciente subido, creo, por El Viejo Topo), puede escuchar un diagnóstico excelente de la situación. Franquesa se preguntaba qué diablos había movido a casi 500 jóvenes manifestarse en Barcelona contra la caza (no contra un cierto tipo de caza, sino la caza así, en general), cuando esos mismos jóvenes podrían movilizarse por su propio futuro precario, en un mundo empobrecido (más pobres que sus padres, seguro), con todos los recortes neoliberales que están llegando y con la abolición del llamado Estado del bienestar… ¿Cómo puede agilipollarse de esa manera la gente? No vas a tener trabajo fijo en tu vida, no podrás tener casa propia, tendrás que renunciar a tener hijos y vivir de una sopa boba universal, pero te molestan los cazadores,
y llamas «ultras» a los que se manifiestan con el tractor, sólo porque desean seguir viviendo de su propio trabajo. Es la misma pregunta, exactamente, que se están haciendo los mejores marxistas vivos y activos: Denis Collin, Diego Fusaro, Salvatore Bravo.
En cuanto a la geopolítica, recuerde usted que Monereo, a quien antes he citado, es uno de los mejores analistas, en ese terreno, de nuestra izquierda. Fuera de España tenemos a Pepe Escobar, a Robert Steuckers, a Vijay Prashad, a Marcelo Ramírez o Georges Feltin-Tracol… aquí tenemos a Monereo. Que se sepa que la izquierda española no se limita a convocar huelgas de juguetes, pedir pinganillos para las Cortes, o a pedir subvenciones para compresas femeninas. Hay restos de una izquierda seria.
No obstante hay que avanzar hacia la transversalidad, como dices en tus libros (estoy leyendo uno de los últimos, La izquierda contra el pueblo publicado por Hipérbola Janus): ¿Lenin habría apoyado, de estar vivo hoy, a los agricultores y sus tractoradas?
Yo no tengo la menor duda. Lenin se habría subido a un tractor en plena autovía, con una bandera española en una mano y una bandera roja en la otra. Un marxista auténtico debería apoyar las tractoradas. Un revolucionario de corazón, en ausencia de una clase obrera numerosa y organizada, debe tomar partido por los movimientos populares que luchen por la soberanía nacional y se enfrenten a cara de perro contra el Imperialismo. Y esto lo están haciendo, corajudamente, nuestros agricultores. Y hablemos claro: en la actualidad, el imperialismo se llama Agenda 2030, y también se llama Unión Europea.
En cuanto a la transversalidad. Cuando, siendo yo más joven, comencé a observar la degeneración de la izquierda, comencé a dudar acerca de mi propio marxismo ¿Será verdad que soy más bien de la derecha?. Ellos, presuntos rojos, eran separatistas-supremacistas (como los abertzales, cuya versión «asturianista» hube de sufrir), o masónico-humanistas (Izquierda Unida y su «altermundismo»), feministas radicales, anarquistas que hablaban del «comunismo de mujeres», etc. Yo no puedo soportar a esta gente. Son siempre los mismos: parásitos que tienen el cerebro molido y lleno de gusanos, que defienden utopías e imbecilidades que son sistémicas para el capital. Lo peor es que pretendían darme lecciones de marxismo a mí. Ahora sé para quién trabajan, y que lo suyo no es mera estupidez y confusión.
Ellos nunca fueron anticapitalistas y yo, en cambio, a mis años, lo sigo siendo. Para ser anticapitalista eficaz hoy, tras la Guerra Fría se puede decir aquello de «ni de izquierdas ni de derechas, sino todo lo contrario». Pues bien: el imperialismo quiere X, y nosotros debemos decir y hacer lo contrario de X.