Manolo Monereo
Algunos fuimos desde el principio escépticos sobre lo que se denominó “autonomía estratégica” de la Unión Europea. Nos temíamos que fuese una ocurrencia más de la “oficina de creación de imaginarios y demás fantasías narrativas” dirigida por el Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad José Borrell. Se dijo, hay que recordarlo hoy que están de salida, que la Comisión Europea presidida por la señora von der Leyen era esencialmente geopolítica y que su tarea fundamental seria pensar y actuar como lo que debería ser la UE, a saber, una gran potencia en un mundo que cambia. En estos años, desde luego, ha habido mucha geopolítica, un conflicto militar de grandes dimensiones en el corazón de Europa y otro, duro y cruel, en el Oriente más próximo. Lo que nunca apareció fue eso de la “autonomía estratégica” que queda como una idea frustrada antes de nacer y material, como tantos, inventados para dar quehacer y financiación a los centros especializados en la infinita tarea de la construcción federal europea. La voladura, tantas veces anunciada, del Nord Stream-2 dejó zanjado definitivamente el asunto al modo norteamericano: la función creadora de la violencia organizada.
El Alto representante de la Unión, descubrió un día que el mundo era una jungla y que a él le tocaba, como jardinero fiel, cuidar el vergel europeo. Se le olvidó, podría habérselo preguntado a su compañero Javier Solana, que el acta fundacional de la nueva OTAN que surgía de la disolución del Pacto de Varsovia y de la desintegración de la URSS fue el bombardeo inmisericorde, cruel e ilegal de Yugoeslavia. Dicho de otra forma, la nueva Europa, su ampliación y sus políticas económicas y de seguridad nacieron bajo la dirección del autoproclamado vencedor de la Guerra Fría, es decir, la Administración norteamericana. De la “Casa común” europea quedó el recuerdo que dejan los sueños ingenuos incumplidos y los dirigentes exsoviéticos tuvieron que aprender, el primero Putin, que Rusia nunca sería reconocida como una gran potencia y -lo más significativo- que se iniciaba un Nuevo Orden Internacional cuyas reglas básicas imponían el poder único e ilimitado de los Estados Unidos.
El tono, retórica y puesta escena de la cumbre conmemorativa de 75 aniversario de la OTAN estuvo marcado por la alarmante senilidad de Biden y por la sombra omnipresente de Donald Trump. Zelensky, en un arranque de sinceridad, lo dijo con toda claridad: aquí estamos a la espera de lo que pase en noviembre, es decir, si gana o no Trump. No se equivocaba; y, además, ponía el acento en lo fundamental: la OTAN es un dispositivo estratégico de poder al servicio de los intereses norteamericanos definidos -en lo fundamental- por el inquilino de la Casa Blanca. Los aliados cuentan poco o nada y solo les queda esperar. Ante la previsible llegada de Trump, la Asamblea tomó decisiones, definió con más precisión a los enemigos y, sin complejos, apostó por convertir la guerra en Ucrania en un conflicto directo entre la OTAN y Rusia; el carácter limitado de la misma parece superado y ahora el conflicto deviene en global.
El dato más sobresaliente de esta cumbre de la OTAN, a mi juicio, es convertir a China en enemigo estratégico de la organización atlántica. Se dirá que esto ya estaba presente de alguna forma en el concepto estratégico de la Alianza, es verdad; lo nuevo es que ahora se convierte en operativa y en medio para una coordinación más directa con el AUKUS (acuerdo político-militar entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos), Nueva Zelanda y, lo más importante, con los dos grandes protectorados norteamericanos en la zona: Japón y Corea del Sur. China sentirá ahora con renovada fuerza la presión anglosajona, la disputa de espacios y aliados, así como una activación más resuelta del separatismo de Taiwán. El objetivo que consigue Biden es sobresaliente: desacoplar la economía de la Unión Europea de la China, incrementar la guerra comercial, tecnológica, financiera entre las dos potencias hasta ahora interdependientes y, en muchos sentidos, complementarias. Y, evidente, acelerar la dependencia de la UE de los EE.UU.
Ucrania ha merecido un tratamiento especial y en muchos sentidos, único. Tampoco en esto no hay que engañarse demasiado. La Administración norteamericana sabe que Zelensky no ganará la guerra; el objetivo es otro: aumentar el desgaste militar, tecnológico y económico del gobierno de Putin, golpear objetivos estratégicos, incrementar aún más la muerte de civiles y minar la moral y determinación del pueblo ruso. Se trata de neutralizar, primero a Rusia, en paralelo presionar a China y, sobre todo, crear un bloque lo más unido posible que esté en condiciones de oponerse al trípode que está reorganizando a Eurasia: Irán, Rusia y China.
Lo que se vislumbra, más allá de la autorreferencial declaración final de la Asamblea, se podría resumir así: 1) La OTAN supervisará más estrechamente la dirección operativa y la conducción de la guerra. Nada se hará, en lo fundamental, sin la aprobación norteamericana; 2) la selección, la definición de los objetivos a golpear en Rusia serán decididos por la OTAN y coordinado el representante único de la organización político-militar; 3) La planificación de la defensa, en un sentido amplio, la política de personal, formación, entrenamiento y, sobre todo, el gasto será estrictamente controlado por las autoridades de la Alianza; 4) El presupuesto militar de Ucrania y de los países miembros se incrementarán sustancialmente, llegando, como mínimo, a 40,000 millones de dólares para 2025. Se propiciará una mayor coordinación en la producción de armamentos, la interoperabilidad de los mismos y una mayor centralización en la toma de decisiones.
Diversos debates se han entrecruzado en la Asamblea. Los más significativos tienen que ver con la “profundidad “de los ataques con misiles en territorio ruso y sobre los F-16, su número, plazos de entrega y su ubicación. Zelensky ha intentado -su situación es cada vez más precaria- ir más allá de los acuerdos previos; el resultado, por ahora, ha sido los desmentidos de británicos y norteamericanos. El Reino Unido no autorizará ataques con misiles Storm Shadow en territorio ruso, así lo han señalado fuentes oficiales; tampoco permitirán los EEUU el uso de los misiles ATACMS más allá de las fronteras ucranianas. Esta posición ha sido reafirmada varias veces con fuerza, siempre con la coletilla de “si no cambian las circunstancias”. ¿Cuáles son estás? Que la ofensiva rusa se acelere y que el frente ucraniano colapse. La ambigüedad parece calculada.
Cosa distinta son los F-16. El gobierno ucraniano busca “milagros” armamentísticos que le permita superar una situación político-militar cada vez más adversa. Por lo que sabemos, Ucrania recibirá 6 F-16 de sus socios occidentales y 20 más a final de año. Las dificultades son muchas, tiene que ver con los pilotos, con la logística de apoyo, con la cualidad y calidad de las y pistas y, clave, su ubicación. El peligro es que los aviones sean detectados y destruidos por los misiles rusos en los propios hangares; hay otra posibilidad, defendida con fuerza por los polacos, que la ubicación sea en otros países de la Alianza. Por ahora, los norteamericanos dicen que su emplazamiento será en suelo ucraniano. Lo contrario significaría una escalada de grandes proporciones, cuyas consecuencias son fáciles de prever.
La recuperación del triángulo de Weimar (Francia, Polonia, Alemania) como nuevo núcleo de poder de la UE le está dando un protagonismo especial a la Republica de Polonia. De hecho, se está convirtiendo en un actor esencial en el conflicto ucraniano y un aliado imprescindible de los EEUU. Ella representa como nadie “la Nueva Vieja Europa”, la buena, la firme, la anticomunista, la que quiere mano dura contra Rusia y la dispuesta siempre al enfrentamiento militar. Zbigniew Brzezinski la representó con objetivo claro, diáfano: derrotar a Rusia, desintegrarla como Estado y liquidar su civilización. El “Acuerdo de cooperación en materia de seguridad entre Ucrania y la Republica de Polonia” recientemente firmado por el liberal/europeísta primer ministro polaco Donald Tusk y Zelensky es mucho más de lo que dice el encabezamiento. Es tan completo y prolijo que no podemos analizarlo en este momento; baste con señalar, que, a mi juicio, estamos ante una operación de integración de Ucrania en el dispositivo de poder económico, tecnológico y militar de Polonia; es algo más - y más ambicioso- que la recuperación de viejas posesiones siempre reclamadas. Quizás habría que hablar de una anexión en proceso, aprovechando la desesperación del gobierno ucraniano y la excepcionalidad del momento.
Polonia está defendiendo abiertamente ser parte, indirecta por ahora, y directa en el futuro inmediato, del conflicto armado, es decir, propiciar la escalada y la guerra entre la OTAN y Rusia. Este es un acuerdo profundo en su clase política. En estos días andan empeñados en tres asuntos: 1) crear una” legión ucraniana” que sirva de cobertura al envío de militares polacos y demás “voluntarios” de los países aliados; 2) crear una zona de exclusión aérea en la parte occidental de Ucrania cuyo paraguas estratégico lo desplegarían las fuerzas militares polacas y 3) ubicar los F-16 entregados a Ucrania en territorio de la Alianza. Los tres, juntos o por separado, llevan directamente al agravamiento del conflicto. Se parte del supuesto previo de que Rusia no se atreverá a usar su armamento nuclear, es decir, las élites europeas pretenden jugar a la ruleta rusa con el presidente Putin. ¿Y los EE. UU? Lejos y viéndolas venir, como siempre.
Hay que reconocerle a Pedro Sánchez una capacidad infinita para el regate corto, para diferenciarse y seducir. Su aportación a la asamblea fue distinguida: reconocimiento del Estado palestino e insistencia sobre el flanco sur de la UE y de la OTAN. Su singular discurso estuvo dedicado a combatir el supuesto doble rasero entre el conflicto ucraniano y la política salvaje del gobierno israelí con la población palestina. Las aclamaciones han sido relevantes y su imagen progresista, realzada. Sin embargo, la realidad, una vez más, desmiente las declaraciones. El Reino de España mantiene unas relaciones óptimas en todos los ámbitos con el Estado de Israel; sobre todo, como suministrador y comprador de armas de vigilancia y guerra que luego pueden ser usadas para masacrar a los habitantes de la franja de Gaza. Reivindicar, aquí y ahora un Estado para los palestinos a nada compromete cuando se está asesinado a miles de niños, mujeres, jóvenes y mayores inocentes. A nada. ¿No sería más efectivo suspender las relaciones diplomáticas y propiciar un boicot real de municiones, tecnología y armamento al Estado de Israel? En realidad, se perpetúa el doble rasero que se critica y no se tiene el coraje de enfrentarse a Biden.
Es un lugar común en la política europea hablar del flanco sur de la OTAN y de los problemas de África, en general y del enorme territorio subsahariano en particular. El Sahel como línea de fractura y territorio donde se dirimen conflictos más generales. En el centro, siempre en el centro, las enormes riquezas de un continente saqueado, condenado a la pobreza y con una inmensa desigualdad que ahora ve en esta transición hacia un mundo multipolar una nueva oportunidad para romper con el colonialismo, reconquistar la soberanía política y económica y avanzar hacia la justicia social. En esto también Pedro Sánchez se equivoca. Lo que él demanda lo están haciendo ya la OTAN y la Unión Europea, simplemente que no cuentan con España ni con su gobierno. Marruecos es el Estado clave y es el que asume la dirección y control de una zona extremadamente importante por decisión de los EEUU. Lo demás, mala literatura y postureo.
Pedro Sánchez advierte de dobles raseros en la cumbre de la OTAN: "Pero es él quien los aplica"
Yarisley Urrutia
La alianza acuerda financiar a Kiev en 2025 con al menos 40.000 millones de euros y reafirma su adhesión sin concretar fechas. Los analistas ven en el señalamiento a China un intento de EEUU de implicar a Europa en su política en Asia, donde los intereses de la UE se resentirán. España ejerce con la cuestión palestina la incoherencia que denuncia.
Las reuniones del Consejo del Atlántico Norte en la cumbre de la OTAN en Washington se saldaron con varios anuncios importantes y no solo los que atañen a Ucrania, que sigue centrando el esfuerzo estratégico y bélico de la organización, la cual ya nombra resueltamente a China como "amenaza" y la acusa de "impulsar" el conflicto en el país eslavo.
Kiev continuará recibiendo importantes cantidades de armamento y dinero; un mínimo de 40.000 millones de euros en 2025. En el corto plazo, la OTAN le suministrará cinco baterías Patriot y dedicará una partida de 700 millones para que adquiera misiles Stinger. En medio de una exhortación general a incrementar la producción industrial militar de los países, Joe Biden incluso habló de que los Países Bajos y Dinamarca ya han empezado a suministrar a Ucrania los primeros cazas F-16.
En una declaración conjunta suscrita por los países miembros, se consignó que el ingreso de Ucrania en la alianza es "irreversible", si bien se matiza que será posible cuando "los aliados lo acuerden y se den las condiciones", sin concretar plazos ni las propias condiciones. Tal inconcreción obedece a la difícil posición de Ucrania en el frente y de las propias expectativas de la OTAN, que también asume la
incapacidad de sus miembros para aumentar de modo sustancial su producción industrial militar.
"Las declaraciones de Stoltenberg son ya dramáticas, el tono ha cambiado, ha pasado de decir que vamos a derrotar a Putin, a decir que hay que impedir que venza Putin. La propia existencia de la OTAN peligra y ese es su problema central: se ha metido en un lío para el cual no tiene respuesta", explica a Sputnik el politólogo y autor Manuel Monereo, que subraya que el análisis de la OTAN se reduce ya a "la idea de seguir desgastando a Rusia y provocándola".
Para él, la cumbre de Washington tiene dos vertientes: una propia y otra relativa al intento de fortalecer a Joe Biden frente a Donald Trump.
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Se puede decir que la cumbre del 75.º aniversario de la OTAN se celebra sobre la alargada sombra de Donald Trump. Esto marca mucho la cumbre, porque señala las contradicciones del bloque. Biden ha intentado impulsar su candidatura con la cumbre y no lo ha conseguido", argumenta Monereo.
"La posición de Biden es insostenible", añade. "La sombra de Trump demuestra que, al final, la OTAN es la política norteamericana, hasta el punto de preguntarse qué será de la OTAN si cambia el señor que manda en la Casa Blanca", afirma.
China, en el punto de mira
Pero la afirmación que elevó el tono de la cumbre afecta a China e Irán, países que la OTAN considera ya una "amenaza para la seguridad" de los Estados miembros.
"Las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de la República Popular China siguen desafiando nuestros intereses, seguridad y valores", reza en la declaración oficial de la cumbre de Washington, donde se describe a Rusia como la "amenaza más importante" para la seguridad de los países de la alianza, también afectada por "las acciones desestabilizadoras de Irán". A juicio de la OTAN, la asociación estratégica entre Rusia y China es un intento "de socavar y remodelar el orden internacional basado en normas".
De la declaración se desprende una "alianza estratégica" entre la OTAN y un AUKUS al que se añaden Corea del Sur y Japón, señala Manuel Monereo. "El mensaje es que hay una estrategia dirigida por EEUU para aislar a China y para combatirla desde un bloque global", afirma este politólogo, que calibra la añadidura de los dos países asiáticos al AUKUS en tanto que son "protectorados político-militares", sin inde
"Pero esto tiene consecuencias muy graves para la UE, en la medida que Bruselas va a sacrificar sus intereses económicos con China al servicio de una agresiva política antichina en la que la OTAN cumple un vector fundamental", advierte.
Para Xulio Ríos, asesor emérito del Observatorio de la Política China con sede en Pontevedra (OPCh), la inclusión de países como Corea del Sur o Japón en la estrategia de la alianza atlántica evidencia un nuevo nivel.
"La OTAN no solo enreda cada vez más a Europa en su política hacia China, sino que ahora da un impulso a la implicación de los países asiáticos", explica a Sputnik, convencido de que la "nómina de socios de la región del Indo-Pacífico podría ampliarse", pues es la tercera vez que Australia y Nueva Zelanda asisten a la cumbre anual de la OTAN.
En opinión de Ríos, el endurecimiento de la retórica contra China "
es un reconocimiento del limitado efecto de la guerra comercial y tecnológica que, con seguridad, también se intensificará". Los puntos de fricción de EEUU con China
atienden a las disputas territoriales (sus aguas jurisdiccionales, Taiwán) y a su relación con Rusia, que es el "argumento principal" para atraer a los países europeos en la problemática y que entraña una contradicción.
"Porque curiosamente, al margen de la caracterización de las relaciones chino-rusas, no solo se hace la vista gorda con aliados a medias como India (que comparte la presencia en el QUAD, por ejemplo, con los BRICS o la OCS), sino incluso con aliados de facto como Taiwán, que se ha convertido en el quinto mayor comprador de carbón ruso", explica.
"Es decir, Taiwán se ha convertido en 'cooperante financiero con proveedores rusos que son amigos del Kremlin', pero a la lista negra de Washington solo van las empresas de China continental", asevera Ríos.
En esta situación, es posible que el comportamiento de China, ligado a la promoción de sus inversiones, a sus relaciones comerciales y
a su auge económico y tecnológico, tenga que variar en algunos aspectos con tal de no favorecer la inestabilidad en la región.
"Quizá China necesite avanzar más en la concreción de iniciativas de seguridad dirigidas a los países de la región sin que ello les obligue a tomar abiertamente partido, cosa que muy pocos realmente desean", estima Ríos al respecto.
El flanco sur y el doble rasero
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Siempre hemos entendido que nuestro bienestar depende del de nuestros vecinos del sur", declaró Pedro Sánchez durante su intervención, al abogar por el denominado enfoque 360º para atender
una reclamación española que viene de atrás: el "flanco Sur", el entorno geográfico donde se sitúa el Magreb y el Sahel y donde la OTAN pergeña un plan de acción para, supuestamente, mejorar la seguridad y conjurar la amenaza terrorista.
Pese al anuncio, todavía no se sabe con exactitud en qué consiste ese plan de acción y cuáles son sus fronteras. "La política bilateral de EEUU, Francia y de la Comisión Europea ya está actuando en esa zona, sobre todo por motivaciones de política migratoria y de defensa", apunta Monereo, que recuerda que en este aspecto el actor fundamental sobre el terreno no es España, "sino Marruecos".
"Es un trabajo que se está haciendo, pero sin contar con España. Así que lo que quiere Sánchez es que España tenga algún protagonismo en una política que ya se está haciendo", explica este interlocutor, que añade que Italia, en virtud del plan Mattei, también está interviniendo.
Al mismo tiempo, el presidente del Gobierno español insistió en que la acción de la OTAN debe guiarse por la coherencia en aras de respetar el derecho internacional, pues de otro modo se incurre en un "doble rasero" según se trate del caso de Gaza o el de Ucrania.
"Pero es el propio Pedro Sánchez quien aplica un doble rasero, porque en la cumbre defiende a los palestinos mientras sigue comprando armamento a Israel y también vendiéndoselo", denuncia Monereo, que afirma que las relaciones político-militares entre Madrid y Tel-Aviv "se han incrementado".
"¿Para qué sirve reclamar un Estado palestino si no habrá palestinos en Palestina? Detrás de la posición de Sánchez hay un mecanismo para diferenciarse de las derechas en España y, sobre todo, para darse un aire de tener una posición distinta de los sectores duros europeos y norteamericanos. Es un mensaje en clave doméstica, de consumo interno para la política española", asegura Monereo.
A su juicio, a la hora de la verdad, Madrid conecta con Washington en lo fundamental dentro de las políticas de la OTAN. "La diferencia real con EEUU respecto a Israel es minúscula, detalles puntuales".
El aumento del gasto militar
La OTAN saluda el incremento general del 18% en el gasto militar de Canadá y los socios europeos, y asume que, en muchos casos, "será necesario un gasto superior al 2% del PIB para remediar las carencias existentes" y satisfacer las necesidades derivadas de un orden securitario en disputa.
España se presentó en Washington con una cifra oficial del 1,28% y Pedro Sánchez defendió que el país tiene el "compromiso claro" de alcanzar esa cota en 2029.
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Desde 2016, el crecimiento real del gasto en defensa es del 77% en ocho años, casi un 10% anual", cita el servicio de Presidencia del Gobierno español en un
documento informativo, donde se asegura que España "cumple por encima el porcentaje del 20% de inversión en nuevos sistemas, dedicando el 30,3% a equipos de envergadura y a I+D", al margen de mantener a 1.945 militares desplegados en operaciones de la alianza.
Sin embargo, estudios independientes señalan que el gasto militar real en España
es mucho mayor del oficialmente consignado y ya rebasa el 2%, como se asegura en los
informes del Centro Delàs de Estudios por la Paz en Barcelona. Hay partidas presupuestarias que no necesariamente se cargan al Ministerio de Defensa, sino a otros. Y aún hay más.
"Una cosa es el presupuesto que se aprueba y otra el presupuesto que se realiza", advierte Monereo, también exparlamentario por Unidas Podemos. "Yo he estado tres años en la Comisión de Defensa en el Congreso de los Diputados y allí la técnica que emplean es muy simple: se añaden gastos extraordinarios al gasto presupuestado. El Gobierno oculta así el gasto militar, se hacía con el PP y el PSOE no lo cambió, sino todo lo contrario", asegura Monereo, que añade que en 2024 ya se han gastado de esta forma unos 14.000 millones de euros.
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El Gobierno sabe que hay o había una posición antimilitarista muy fuerte en España. Así que se hace una especie de milagro contable para impedir que se controle el gasto militar. Es increíble que la izquierda participe en esto, igual que en la compra masiva de material militar a Israel", concluye Monereo.