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Elecciones en Estados Unidos: el baile de máscaras imperial

Elecciones en Estados Unidos: el baile de máscaras imperial

Por Administrator
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directorelespiadigitales/8/8/23
lunes 04 de noviembre de 2024, 22:00h
Helena Villar
El pasado jueves 3 de octubre, a prácticamente un mes de la celebración de las elecciones presidenciales estadounidenses, la vicepresidenta demócrata Kamala Harris hizo una parada de campaña en Ripon, Wisconsin. El acto, a simple vista, podría haber sido uno más de la apretada agenda electoral de la candidata. Sin embargo, los carteles que la rodeaban llevaban un lema singular, “el país por encima del partido”; y, a su discurso, se le unió la ex representante republicana Liz Cheney.
Les digo que nunca he votado por un demócrata, pero este año, con orgullo, estoy emitiendo mi voto por la vicepresidenta Kamala Harris”, dijo Cheney a la multitud. Es difícil concluir si dicha decisión se debe a un sentimiento auténtico o simplemente a una ‘vendetta’ personal por haber perdido catastróficamente unas primarias republicanas en 2022 frente a un rival respaldado por Donald Trump. No obstante, la aparición de Cheney junto a Harris es reveladora sobre el estado actual que atraviesa el país norteamericano.
En ese mismo mitin, la vicepresidenta demócrata dijo lo siguiente: “Quiero agradecerle a tu padre, el vicepresidente Dick Cheney, su apoyo y también por todo lo que hizo para servir a nuestro país. Cada apoyo cuenta y este es muy importante”. Harris elogiaba de este modo a quien históricamente se conoce como el vicepresidente más “poderoso” de Estados Unidos, en un momento en el que dicho país cometió algunos de los crímenes imperialistas más infames. Consejero de primer orden en política energética, exterior y de seguridad nacional, gozó de la plena confianza del ex presidente George W. Bush, convirtiéndose así en uno de los principales proponentes de la guerra contra Irak, incluso sin el respaldo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, utilizando el bulo de las armas de destrucción masiva.
Cheney fue uno de los artífices de la llamada “guerra contra el terror” que, según la Universidad de Brown, en dos décadas dejó alrededor de 900.000 muertos. Su paso por el poder fue tan nefasto que, pese a que buena parte de las consecuencias mundiales que provocó su desempeño no se conocerían hasta años o décadas después, Cheney abandonó su cargo de vicepresidente con una tasa favorable de tan sólo el 13%.
Comparado popularmente con ‘Darth Vader’ y perfilado magistralmente en la película ‘Vice’ (un film que recomiendo encarecidamente), Cheney no sólo es un criminal de guerra para medio mundo y para buena parte de los ciudadanos de su país, sino que, además, es un conocido corrupto. Antes de acceder a la vicepresidencia, Cheney dirigió la compañía petrolera Halliburton. Tras la invasión de Irak, dicha empresa fue acusada de vender combustible con sobreprecio a las propias tropas estadounidenses y dos de sus empleados de aceptar sobornos millonarios de compañías kuwaitíes para favorecerlas en los contratos de reconstrucción del país, entre otros escándalos. La propia agencia anticorrupción de Nigeria llegó a presentar cargos contra Dick Cheney por formar parte de un supuesto plan para sobornar a funcionarios durante la década de los 90 para obtener ciertos contratos.
Las tropelías de uno de los personajes más siniestros del partido republicano estadounidense son prácticamente incontables. Sin embargo, la candidata demócrata a la presidencia ha decidido utilizar su apoyo manifiesto para pedirle a la ciudadanía que la convierta en la nueva inquilina de la Casa Blanca. No es el único. Otros históricos ‘neocons’ del pretendido bando contrario, como el fiscal general también durante la era George W. Bush, han anunciado su voto por Kamala Harris. Lejos de marcar distancias, ella les da la bienvenida. Ya sea torpeza, ansia por rascar votos tradicionalmente republicanos o directamente revisionismo histórico, el intercambio de partidos y agasajos a los elementos más criminales y beligerantes de la historia reciente estadounidense es un claro síntoma de la rendición prácticamente total del panorama político del país al imperialismo sin fin.
“Siempre vamos a tener que involucrarnos [en Oriente Medio]. Tal vez sea parte de nuestro carácter nacional, ya sabes que nos gusta tener estos problemas bien envueltos, ponerles un lazo. Despliegas una fuerza, ganas la guerra y el problema desaparece. Pero no funciona así en Oriente Medio. Nunca ha funcionado así, y no es probable que lo haga mientras yo viva”. Estas afirmaciones fueron pronunciadas por el propio Cheney ya en el año 2007.
Sólo dos días antes del acto celebrado por Harris junto a la hija del ex vice presidente, Irán lanzaba unos 200 misiles balísticos contra Israel como respuesta, entre otros, a la masacre de Tel Aviv en Gaza, la invasión de El Líbano o los asesinatos del líder del movimiento palestino Hamás y el del grupo chiita libanés Hezbolá. Horas más tarde, los compañeros de fórmula de los candidatos a la presidencia se batían cara a cara en un debate televisado. Ya en la primera pregunta, ambos expresaban su compromiso inquebrantable a apoyar a su aliado en la región, sin importar las acusaciones de genocidio o el peligroso arrastre mundial a una nueva gran guerra. A un segundo plano pasaban los miles de trabajadores estadounidenses en huelga o los más de 200 muertos y centenares de desaparecidos tras la enorme devastación causada por el huracán Helene. Mientras, en sus casas, millones de ‘esclavos unidos’ escuchaban a uno y a otro sin otra elección, más allá de terceros partidos permanentemente boicoteados por un sistema electoral que, tal y como detallo en mi libro “Esclavos Unidos. La otra cara del American Dream”, está diseñado para blindar a rojos y azules.
El baile de burros y elefantes es tan sólo un carnaval de máscaras. Debajo, sólo hay fieles servidores del hegemón.
Apuesta de Harris por las celebridades "refleja el descrédito de los políticos y del propio Biden"
Rodrigo Duarte
En la recta final de su campaña, Kamala Harris ha priorizado la realización de mítines con artistas y el utilizar como voceros a figuras de la industria del entretenimiento, dándole la espalda a personalidades del partido como Hillary Clinton y el propio presidente.
Desde que asumió la candidata demócrata a finales de julio tras la renuncia forzada de Joe Biden, Kamala Harris ha llevado adelante una astuta operación mediática en la que ha buscado diferenciarse del actual Gobierno —del que ella forma parte nada menos que como la vicepresidenta—, queriendo replicar el entusiasmo alrededor de la exitosa campaña de Barack Obama en la contienda presidencial del 2008 y poniendo distancia entre su figura y los dirigentes de su partido.
Vale recordar que en ese año, y desafiando a la cúpula del Partido Demócrata que impulsaba la nominación de la entonces poderosa Hillary Clinton, un joven legislador de Chicago casi sin experiencia se impuso en las primarias —más tarde llegaría a la Casa Blanca— presentándose como un outsider de la política tradicional y basándose en una estrategia centrada en un discurso crítico de la era Bush.
Este hecho histórico significó la elección del primer jefe de Estado afroamericano y el apoyo de un sinfín de celebridades. Esto logró posicionar a Barack Obama entre el electorado joven, urbano y de clase media, como un sinónimo de modernidad y progreso.
Como si se tratara de una secuela de esa campaña, el equipo de Harris ha empleado una estrategia similar en las últimas semanas de campaña, rodeando a la candidata demócrata de celebridades y artistas en sus mítines y ubicando en un plano muy lejano a las figuras históricas del partido, incluyendo el propio presidente Joe Biden, quien según reportes de la prensa ha querido participar de varios actos junto a la abanderada demócrata, solo para encontrarse con la indiferencia y el desinterés de su presunta sucesora.
Esta estrategia de priorizar el respaldo de figuras del mundo del entretenimiento por sobre los dirigentes políticos del partido ha quedado claro en los días finales de campaña, en la que Harris ha protagonizado prácticamente todos los días mítines —usualmente realizados en los llamados "swing states"— junto a algunos de los nombres más importantes del cine y la música: Beyoncé, Jennifer López, Cardi B. y hasta las populares bandas mexicanas Los Tigres del Norte y Maná, mientras que Hillary y Bill Clinton han sido reducidos a hablar ante pequeños grupos de vecinos en eventos de escasa relevancia.
Esta decisión de poner en la primera línea a los famosos no se ha limitado solamente a los mítines: personalidades como Harrison Ford y Arnold Schwarzenegger (exgobernador republicano de California, además) han grabado videos anunciando su voto por Harris.
Los actores que daban vida en el cine a los populares Avengers de Marvel realizaron conferencias virtuales hablando de las propuestas de Harris y dando su respaldo a la candidata demócrata, mientras que varias celebridades, como el cantante Bad Bunny o la actriz Jennifer Aniston, explicaron a sus decenas de millones de seguidores por qué votaban por la actual vicepresidenta y en contra de su adversario, el abanderado republicano y expresidente Donald Trump.
Sin embargo, no todos parecen estar seguros de que convocar a famosos sea una estrategia que haga una gran diferencia a la hora de ganar elecciones, e incluso hay muchos que piensan que esto puede costarle votos al candidato.
Para Samuel Losada, internacionalista egresado de la Universidad de Belgrano, la presencia de celebridades en las campañas ayuda a convocar personas a los mítines, lo que a su vez puede resultar positivo en EEUU, ya que en dichos eventos los equipos de los candidatos generalmente instalan mesas para registrar a votantes.
"Esto, por supuesto, no significa que estas personas luego vayan a votar, porque en EEUU el voto no es obligatorio y la abstención suele ser muy grande, pero sí hace que si las personas deciden luego hacerlo, ese primer paso ya esté resuelto, lo cual no es poco", explica el analista.
De la misma manera, Losada también señala que los artistas suelen ser un elemento importante de las campañas para ayudar a recaudar fondos, ya sea participando de manera presencial en eventos o compartiendo enlaces en sus páginas de redes sociales donde la gente pueda hacer donaciones. Sin embargo, el analista no cree que el anuncio de que un famoso respalda a un candidato en particular ayuda a convencer a los ciudadanos de cambiar su voto o logra movilizar a una gran cantidad importante del electorado.
"Si bien los famosos son personas que tienen una llegada importante, la gente usualmente decide su voto basándose en su propia percepción de la realidad. Y esto generalmente es algo que se construye durante años y a partir de varios factores, además de, por supuesto, las circunstancias económicas y política a la hora de votar. Una declaración de un famoso no suele pesar en los procesos para desarrollar una opinión política o elegir un candidato", afirma el experto.
En ese sentido, un reciente trabajo de la firma YouGov publicado a fines de octubre de este año, arrojó que solo el 11% de los estadounidenses afirma que un famoso les ha hecho reconsiderar su postura sobre un tema político, y apenas el 7% dijo que un respaldo los ha llevado a votar por un determinado candidato. El mismo trabajo indica que una mayoría de los estadounidenses (33%) cree que el respaldo de una celebridad a un político es nocivo para la democracia, mientras apenas el 20% dice que tiene un efecto positivo.
Según Losada, la visión que refleja el sondeo de YouGov se alinea con una teoría, popular entre consultores políticos, que advierte que exhibir el apoyo de demasiados famosos puede perjudicar más a una campaña que lo que la puede beneficiar, ya que los votantes podrían interpretar el respaldo como la decisión de un grupo de personas ricas que están defendiendo sus propios intereses económicos y sociales.
"Un ejemplo de esto pudo verse en el propio EEUU en el 2016, cuando Hillary Clinton convocaba a famosos a todos sus actos, lo que no hacía más que reforzar la percepción de que la candidata demócrata era la favorita de las elites y que estaba totalmente distanciada del ciudadano común, lo que terminó impactando negativamente en su intención de voto", señala Losada, recordando la fallida campaña electoral contra Trump de la ex primera dama.
Además, el experto apunta que reclutar a famosos provoca que los titulares y la cobertura de la prensa se centre en ellos y sus intervenciones, poniendo al candidato y sus propuestas en un segundo plano, lo que hace que pierda una oportunidad valiosa para hacerle saber a los votantes qué va a hacer por ellos.
"Si la cobertura en los medios de tu acto es qué dijo Beyoncé sobre Trump y no qué dijiste vos sobre cómo vas a bajar la inflación, eso no es tan bueno para tu campaña y tampoco ayuda a los ciudadanos a elegir de manera informada su voto", afirma Losada, quien añade que este fenómeno es representativo de un sistema político como el de EEUU, cuyos pilares son el dinero y el marketing, lo que dice es una "una distorsión hollywoodense del principal objetivo de la política, que es el de mejorar la vida de las personas".
¿Y qué pensar de la decisión de Harris de prácticamente "esconder" al presidente Joe Biden y muchos otros demócratas de alto perfil como Hillary y Bill Clinton de su campaña? Para Losada, se trata de una estrategia que "refleja el descrédito de buena parte de los políticos y del propio Biden ante la mayoría del electorado".
Esta decisión, afirma, fue adoptada no solo teniendo en cuenta la gran impopularidad del actual presidente de EEUU, sino también para intentar limitar sus apariciones públicas y potenciales gaffes, y evitar que sus dichos lastimen a la campaña de Harris.
"Como se vio hace unos días con sus comentarios de que los seguidores de Trump eran basura y antes durante el desastroso debate que lo sacó de carrera, Biden no se encuentra bien cognitivamente, por lo que más allá de que Harris obviamente no quiere recordarles a los votantes que es su vice y que forma parte de su gobierno, el equipo de la demócrata no quiere quedar pegada a lo que pueda decir Biden, por lo cual la decisión de no utilizarlo es perfectamente lógica", concluye.