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Los “trabajos” de Donald Trump

Los “trabajos” de Donald Trump

Por Administrator
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directorelespiadigitales/8/8/23
miércoles 07 de mayo de 2025, 22:00h
Thierry Meyssan
El presidente estadounidense Donald Trump actúa con más celeridad que los demás responsables políticos de su generación. En una docena de semanas ya ha reemplazado el «imperialismo estadounidense» por el «excepcionalismo». Eso todavía no pone fin al problema, pero es al menos un avance, para Estados Unidos y para el resto del mundo.
Al mismo tiempo, Donald Trump ha reducido la burocracia federal suprimiendo agencias cuyas actividades apuntaban a objetivos cuestionables y despidiendo 230 000 funcionarios federales.
Hace más de 3 meses que Donald Trump inició su segundo mandato presidencial y ya ha emitido una cantidad sorprendente de decretos sobre asuntos muy diferentes, lo cual permite a sus críticos presentarlo como un personaje caótico. Pero, a pesar del poco tiempo que ha transcurrido desde su regreso a la Casa Blanca, los primeros resultados ya empiezan a verse.
Descolonización del «Imperio estadounidense»
Lo primero ha sido descolonizar el «Imperio estadounidense». Sin embargo, como su primer intento, en 2017, terminó en un duro fracaso, esta vez Trump ha cambiado de método. Al octavo día de su primer mandato, Donald Trump había firmado un decreto con el que sacaba del Consejo de Seguridad Nacional al jefe del Estado Mayor Conjunto y al director de la CIA [1]. Aquello suscitó una rebelión de la alta administración, que en sólo 16 días, lo obligó a separarse de su primer consejero de seguridad nacional, el general Michael Flynn.
Aquello dejó huellas y altos personajes de la seguridad nacional intervinieron en la última campaña electoral afirmando falsamente que la famosa computadora de Hunter Biden –el hijo del presidente Joe Biden– simplemente no existía y que los testigos que habían visto los datos que contenía aquel dispositivo eran agentes de la “desinformación rusa” [2]. Esta vez, al entrar de nuevo en la Casa Blanca, Donald Trump privó a todos aquellos personajes de todo acceso a la información sensible [3]. Como se suele decir que «No hay dos sin tres», en los últimos días (el 2 de abril) Trump despidió también a 6 funcionarios del actual Consejo de Seguridad Nacional [4], que seguían trabajando para los “straussianos”, o sea los seguidores de las políticas que preconizaba el ya fallecido filósofo Leo Strauss [5]. Habiendo sacado ya del escenario a esos individuos, el presidente Trump inició negociaciones de paz sobre Ucrania, Palestina e Irán.
Hubo un sinnúmero de reacciones cuando Trump puso en su lugar al líder de facto ucraniano, Volodimir Zelenski, pero ahora acaba de poner también en su lugar al primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu [6]. Y es la segunda vez que lo hace. La primera fue en la anterior visita de Netanyahu, cuando Trump anunció que le gustaría convertir la franja de Gaza en una segunda “Riviera”, descartando así implícitamente la aspiración israelí de anexar ese territorio. Esta vez, como decíamos, Trump puso nuevamente a Netanyahu en su lugar anunciándole que no debe intentar dividir Siria y que tampoco podrá atacar Irán.
Los lugares que hemos mencionado son ciertamente “puntos calientes”, pero las cosas avanzan rápidamente:
En Ucrania, Trump ha impuesto ya la idea de que Crimea, la región de Donbass y parte de la llamada Novorrossiya seguirán siendo parte de Rusia y, dicho claramente, que el régimen de Kiev tendrá que organizar una elección. Los nacionalistas integristas ucranianos [7] ya saben que han perdido. En cuanto a los territorios en disputa, Kiev ha tenido que reducir sus exigencias a tratar de recuperar sólo la central nuclear de Zaporiyia –algo que Rusia acaba de descartar categóricamente [8]– y queda por ver si Rusia obtiene también la posesión de Odesa, sin tener que conquistarla.
En Palestina, Trump ha logrado que casi todos los actores admitan que el Hamas no podrá volver a gobernar la franja de Gaza. Pero en Israel todavía no ha encontrado una alternativa a los “sionistas revisionistas” –los discípulos del fascista judío-ucraniano Zeev Jabotinsky [9]). Tampoco ha detenido la masacre contra los palestinos en Gaza. En esa misma región, Trump no ha sido capaz de detener tampoco las masacres confesionales en Siria, ahora bajo el control de los yihadistas, pero ha hecho saber a Israel que tendrá que renunciar a sus ambiciones territoriales en Palestina, Líbano y Siria.
En cuanto a Irán, Trump está sólo en la etapa de inicio de las conversaciones con Teherán. Quiere que la República Islámica renuncie a armar las milicias chiitas de la región, pero tendrá que presentar a las autoridades iraníes propuestas concretas sobre cómo garantizar de otra manera la seguridad de Irán. En el caso particular de Irán, la situación es más complicada ya que, como hizo antes con Ucrania y con los palestinos, Trump comenzó amenazando a los iraníes, lo cual suscitó un endurecimiento inmediato en la actitud de Teherán [10].
En los tres casos, el presidente Trump ha exhibido sus armas sin llegar a la batalla. Suspendió brevemente el suministro de datos de inteligencia que el Pentágono aportaba al ejército de Kiev [11]; también suspendió brevemente los envíos de armas a Israel, aunque de eso no se habló en los medios, a pesar de la grave inquietud que suscitó esa medida en el estado mayor israelí; y, en el caso de Irán, ha concentrado medios militares en la isla de Diego García para amenazar a la República Islámica [12]. La única acción militar que Trump ha ordenado por ahora ha sido la campaña de bombardeos contra Yemen, tan sangrienta como tácticamente inútil (el movimiento Ansar Allah ya se había preparado para evitar grandes pérdidas en el plano militar) pero que le sirvió para transmitir su mensaje a Irán.
La “poda” en la burocracia federal
Al mismo tiempo que reorganizaba las relaciones exteriores de Estados Unidos, el presidente Trump inició la ardua tarea de «hacer adelgazar el mamut», o sea de cortar las ramas inútiles del Estado federal estadounidense. Ese es el otro gran “trabajo” de los “jacksonianos” –los discípulos del 7º presidente de Estados Unidos, Andrew Jackson (1767-1845) [13].
Para llevar a cabo esa tarea, Trump se apoya en el oligarca sudafricano-estadounidense Elon Musk. Pero el hombre más rico del mundo no es un jacksoniano sino un libertariano. Lo que quiere Musk no es eliminar las atribuciones y prerrogativas no constitucionales del Estado federal para favorecer la autoridad de los diferentes Estados de la Unión sino sólo quitar peso a la administración federal. Eso quiere decir que Donald Trump y Elon Musk no persiguen los mismos objetivos. Sin embargo, sus acciones han sido útiles en los dos sentides, al menos hasta ahora.
En 12 semanas, Elon Musk ha logrado concretar las dimisiones o despidos de 230 000 funcionarios federales. Por supuesto, esto puede parecernos una salvajada, pero lo cierto es que lo que se cuestiona no es la competencia de esas personas sino la utilidad de lo que hacían, lo cual es muy diferente. ¿Por qué? Porque la mayoría de esos funcionarios federales se dedicaba a velar por el cumplimiento de normas que no debían existir. Y esto tampoco quiere decir que fuesen normas “malas” sino que no debían estar en manos del Estado federal y que tampoco debían aplicarse usando el dinero de los contribuyentes.
Al mismo tiempo, esa “poda” del Estado federal ha permitido, accidentalmente, que salieran a la luz numerosos casos de corrupción –un ejemplo claro es el caso de la agencia de atención a las empresas medianas y pequeñas que había otorgado una subvención de 900 000 dólares a un bebé de 9 meses. Pero eso no es todavia lo más importante.
La administración Trump acaba de anular subvenciones del Pentágono por un valor total de 6 000 millones de dólares y se trata principalmente de subvenciones destinadas a universidades, sin ninguna relación con la defensa del territorio de Estados Unidos. Y cuando el DOGE logre tener acceso a las cuentas del país, se sabrá por fin para qué ha servido cada pago efectuado por el Estado federal, como, digamos, los fondos (¿o salarios?) entregados a numerosos dirigentes extranjeros. Esto hace más fácil entender la batalla judicial que han emprendido quienes tratan de mantener esos datos en secreto.
El Departamento de Eficacia Gubernamental (DOGE) calcula que su trabajo representará un ahorro de 150 000 000 000 dólares (150 millardos [14]) gracias a la reducción de la burocracia y la lucha contra el fraude. Esa cifra equivale a un ahorro de 931,68 dólares por cada contribuyente. Y todavía es poco en relación con el estimado inicial.
Es difícil pretender hacer comparaciones entre Estados Unidos y otros países, pero sí existe una similitud con el caso de la Unión Europea, cuya gigantesca burocracia es al menos tan opaca como la estadounidense –así lo demuestra el actual escándalo de las subvenciones ocultas de la Comisión Europea a las ONGs [15].
NOTAS
[1] «Donald Trump disuelve la organización del imperialismo estadounidense», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 30 de enero de 2017.
[2] “Public Statement on the Hunter Biden Emails”, Voltaire Network, 19 de octubre de 2020.
[3] «Donald Trump revoca las credenciales de seguridad de los responsables de los servicios de inteligencia implicados en falsificaciones políticas», Info 2721 de Voltaire, Actualidad Internacional, Nº 117, 24 de enero de 2025.
[4] “Trump Fires 6 N.S.C. Officials After Oval Office Meeting With Laura Loomer”, Maggie Haberman, Jonathan Swan y Ken Bensinger, The New York Times, 3 abril de 2025.
[5] «Vladimir Putin en guerra contra los “straussianos”‎», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 5 de marzo de 2022.
[6] «Ducha fría para Netanyahu en la Casa Blanca», Info 2228 de Voltaire, Actualidad Internacional, Nº 128, 11 de abril de 2025.
[7] «¿Quiénes son los nacionalistas integristas ‎ucranianos?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 17 de noviembre de 2022.
[8] «Declaración del Ministerio de Exteriores de Rusia sobre la central nuclear de Zaporozhye», Red Voltaire, 26 de marzo de 2025.
[9] «Cuando el velo se desgarra: las verdades ocultas, de Jabotinsky a Netanyahu», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 23 de enero de 2024.
[10] «Irán denuncia las amenazas de Estados Unidos contra la paz», por Amir Saeid Iravani , Red Voltaire, 31 de marzo de 2025.
[11] «Occidente contra... ¿el CRINK?», por Manlio Dinucci , Red Voltaire, 5 de abril de 2025.
[12] «El Pentógono se prepara para una posible guerra contra Irán», Info 3185 de Voltaire, Actualidad Internacional, Nº 127, 4 de abril de 2025.
[13] «¿Será Donald Trump un Andrew Jackson 2.0?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 19 de noviembre de 2024.
[14] Un millardo = mil millones
[15] «Financiamiento opaco de la Comisión Europea a ciertas ONGs», breve 3249 de Voltaire, Actualidad Internacional, Nº 128, 11 de abril de 2025.
(II)
El objetivo central de la acción de Donald Trump es reformar la economía occidental dando fin a la “globalización estadounidense”, en la que los componentes de los productos complejos debían fabricarse en múltiples países para ser finalmente ensamblados. Trump quiere traer de vuelta a Estados Unidos la mayor cantidad posible de fábricas para que su país vuelva a ser capaz de asumir todo el proceso de fabricación de productos complejos, desde la producción de sus componentes hasta el producto final.
De hecho, aunque parezca lo contrario, la “Primera Guerra Mundial comercial” no es un enfrentamiento entre Estados Unidos y China sino entre dos formas de capitalismo.
Después de haber explicado las acciones de Donald Trump contra el “imperialismo estadounidense” y la burocracia federal [1], esta vez quiero abordar su acción económica y particularmente su concepción de los aranceles.
Inicialmente Donald Trump no era un político sino un empresario y fue como empresario que abordó el mundo de la política en los años 1980. En aquel momento, Trump publicó en 3 grandes diarios estadounidenses una página publicitaria de denuncia contra el desequilibrio en los intercambios entre Estados Unidos y China. Trump se oponía así a la globalización estadounidense, en la que Estados Unidos era el centro del “Imperio”, con China como “taller del mundo”.
Pero no fue hasta mucho después que Donald Trump entró en el mundo de la política, al principio junto a los Clinton, más tarde apoyando al Tea Party y finalmente apoderándose del Partido Republicano.
Para entender a Donald Trump tenemos que recordar constantemente el camino, la evolución del personaje: Trump no es demócrata ni republicano sino “jacksoniano” [2]. Y su caballo de batalla es traer de regreso a Estados Unidos la producción de los bienes de consumo. Resulta ciertamente mucho más fácil entender a sus adversarios estadounidenses porque casi todos, en vez de basarse en su propia experiencia, actúan en función de una ideología única: “el imperialismo estadounidense”.
También tenemos que conservar en mente el hecho que, generalmente, los universitarios confunden las ideologías económicas y el funcionamiento de la economía real –disertan sobre la primera pero ignoran la segunda.
Al convertirse en presidente de Estados Unidos, Donald Trump reforma la economía. Proclama como su objetivo Make America Great Again (MAGA), o sea que Estados Unidos vuelva a ser una gran potencia. Pero no piensa hacerlo emprendiendo guerras sino, como Andrew Jackson –el 7º presidente de Estados Unidos (1829-1837)– sustituyendo las guerras por el comercio internacional. Por consiguiente, MAGA no significa restaurar la “grandeza” de Estados Unidos mediante la fuerza militar sino convirtiendo el país en una gran potencia económica.
El presidente Andrew Jackson no fue partidario del libre intercambio ni proteccionista. No veía los aranceles como una herramienta para proteger los productos estadounidenses frente a los competidores internacionales sino como el único medio de financiar el Estado federal. Esa es exactamente la posición actual de Donald Trump: quiere suprimir todos los impuestos federales y financiar su administración únicamente mediante el cobro de aranceles. En cambio permite que los diferentes Estados que componen el país establezcan los impuestos que crean indispensables.
Partiendo de esa visión, Donald Trump organiza el paso del antiguo sistema al nuevo siguiendo su método, el que describe en su libro The Art of the Deal, desestabilizando a sus interlocutores. Fue por eso que inicialmente anunció derechos prohibitivos para todo el mundo y después los redujo (por 3 meses) al 10% para todos… menos para China.
De inmediato, todos se pusieron a sus pies, para agradecerle su demostración de bondad como “amo del mundo” y para implorarle además que no les suba demasiado los aranceles.
El ejemplo más claro de ese comportamiento sumiso lo dio Giorgia Meloni. La jefa del gobierno de Italia corrió a Washington, donde hizo el papel de un “fan” ante su ídolo, el ogro que puede imponerle lo que sea [3].
Pero el ejemplo contrario lo ha dado China, que al principio reaccionó imponiendo aranceles equivalentes a los anunciados por Washington. Pero Pekín optó después por una respuesta más “a lo chino”, o sea en un terreno inesperado, interrumpiendo su cooperación con los dos gigantes mundiales de los semiconductores, las firmas ASML et TSMC, y frenando considerablemente sus exportaciones de las tan mencionadas “tierras raras” singularmente necesarias en la fabricación de dispositivos de alta tecnología, tanto civiles como militares. Pekín prohibió también la importación de aviones Boeing.
Si China mantiene su desafío, en pocas semanas Estados Unidos no dispondrá de más semiconductores ni de piezas de repuesto para los motores de sus misiles, para sus sistemas de radares, sensores de sistemas de puntería, láseres de designación de blancos, drones tácticos, sistemas de guerra electrónica o para la producción de revestimientos anticorrosión, etc.
De inmediato, el presidente Trump eximió del arancel los productos de consumo de alta tecnología (ordenadores personales, teléfonos celulares, etc.) pero no las materias primas y los componentes indispensables para el complejo militaro-industrial. Y esa es la situación actual, las industrias bélicas –no sólo las de Estados Unidos sino también las de todas las potencias occidentales– podrían verse obligadas a parar sus fábricas.
Desde el punto de vista de Donald Trump, Estados Unidos dejó de ser una economía vigorosa porque ya no produce bienes de consumo sino sobre todo armas y “productos financieros”. En la práctica, Estados Unidos se convirtió en una economía “de guerra” y Donald Trump trata de meter en cintura el complejo militaro-industrial y desarrollar las producciones locales, principalmente las que dependen de las “tierras raras”, y también trata de desarrollar las energías fósiles indispensables en la producción moderna.
A pesar de lo que sugiere su denominación, las “tierras raras” no son precisamente poco comunes. Lo que no abunda son las capacidades de refinación que permiten obtener esos elementos en los volúmenes necesarios para su uso industrial. Y el 90% de esas capacidades están… en China. Eso quiere decir que la situación actual ofrece a Donald Trump el mejor argumento para desarrollar la explotación de las “tierras raras” en Estados Unidos, rechazada por todo tipo de grupos ecologistas. Es cierto que resulta difícil obtener esos elementos sin recurrir a las reservas de agua y contaminar los terrenos.
Tras el libertarianismo del Departamento de Eficacia Gubernamental (DOGE), bajo la dirección de Elon Musk, se esconde la voluntad de Donald Trump de devolver a las autoridades de los Estados ciertas funciones que estaban en manos de Washington. De la misma manera, tras las posiciones del consejero presidencial para el comercio, Peter Navarro, se esconden las concepciones económicas propias de Trump. Navarro, quien fue profesor de Economía en Harvard, es un polemista, conocido por haber alertado –exagerándolo– sobre el desequilibrio en las relaciones con China. Precisamente en estos días, el 13 de abril, Peter Navarro declaraba al programa de televisión Meet the Press (NBC) que el equipo de Trump no estaba sorprendido por las reacciones que su política arancelaria había suscitado, ni siquiera por las respuestas de China [4]. Pero eso no debe llevarnos a creer que el presidente Trump es “antichino”.
La senadora demócrata Elizabeth Warren, quien evidentemente no trata de entender a sus adversarios políticos y los ve sólo como multimillonarios capaces de cualquier cosa por dinero, acaba de acusar a Trump y sus colaboradores de haber inventado toda su política arancelaria únicamente para disponer de la información privilegiada que les permitiría enriquecerse vendiendo y comprando acciones en el momento adecuado. Partiendo de ese principio, la senadora Warren exhortó la Securities and Exchange Commission (SEC) a abrir una investigación sobre las fortunas personales de Trump y de Elon Musk. Incluso declaró al programa de televisión State of the Union (CNN) que la exención que Trump anunció para los teléfonos celulares, ordenaros portátiles y otros dispositivos electrónicos era el resultado de un «acuerdo especial» con el director ejecutivo de Apple, Tim Cook, quien previamente había donado a Trump un millón de dólares, en el momento de su investidura. «¡Como si no bastara el caos, [Trump] agrega una capa de corrupción bien visible!», dijo la senadora Elizabeth Warren a CNN [5].
Independientemente de lo que pueda pensar la senadora Warren, quien también fue profesora de Economía en Harvard, lo que estamos viendo no es un caso de corrupción, ni una maniobra financiera para enriquecerse a costa de los pobres. Es una guerra. Y tampoco es una guerra entre Estados Unidos y Chino, sino entre dos formas de capitalismo que se enfrentan a escala global: la de los productores contra la de los “ensambladores” [6].
NOTAS
[1] «Los “trabajos” de Donald Trump (1/2)», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 15 de abril de 2025.
[2] «¿Será Donald Trump un Andrew Jackson 2.0?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 19 de noviembre de 2024.
[3] «Cero aranceles… y ¡cero soberanía!», por Manlio Dinucci, Red Voltaire, 20 de abril de 2025.
[5] “Warren explains why she called on the SEC to investigate Trump”, State of the Union, (CNN), 13 de abril de 2025.
[6] «La guerra de los multimillonarios», por Manlio Dinucci, Red Voltaire, 15 de abril de 2025.