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El auge de la resistencia civilizatoria

El auge de la resistencia civilizatoria

Por Administrator
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directorelespiadigitales/8/8/23
martes 20 de mayo de 2025, 22:00h
Peiman Salehi
Introducción: La promesa y la traición del liberalismo
El liberalismo, que en su día fue aclamado como la evolución definitiva de la organización política humana, prometía libertad, dignidad y prosperidad para todos. Surgido de la Ilustración y defensor de valores como los derechos individuales, la democracia y el libre mercado, reivindicaba su superioridad moral sobre todas las demás ideologías. Sin embargo, hoy somos testigos del desmoronamiento de esas promesas. El orden liberal se ha convertido en un aparato de dominación que libra guerras en nombre de la paz, impone sanciones que asfixian a las naciones y exporta un nihilismo cultural disfrazado de «valores universales».
La traición es profunda: la misma civilización que se proclamó defensora de la dignidad humana ahora la pisotea para mantener su hegemonía global.
Sección 1: La bancarrota ética del liberalismo
En todo el mundo se ponen de manifiesto las contradicciones morales del liberalismo. Bajo la bandera de los «derechos humanos» y la «libertad», las potencias liberales han lanzado guerras devastadoras: Irak, Afganistán, Libia. Los regímenes de sanciones contra Irán, Venezuela y Siria han provocado un sufrimiento incalculable entre la población civil. En lugar de fomentar la paz, el liberalismo ha institucionalizado la coacción.
Internamente, el Occidente liberal se enfrenta a su propia decadencia. La desigualdad alcanza niveles históricos; la confianza en las instituciones democráticas se derrumba. El auge de los Estados vigilantes, la censura bajo el pretexto del «control de la desinformación» y la creciente atomización social son signos de un sistema incapaz de estar a la altura de sus propios ideales.
Desde el punto de vista filosófico, la pretensión universalista del liberalismo se ha revelado como una máscara del particularismo occidental. Sus instituciones —la ONU, el FMI y el Banco Mundial— no sirven a la humanidad, sino a los intereses arraigados de una oligarquía atlantista. A través de mecanismos como las condiciones de los préstamos y la imposición de políticas de austeridad, estas instituciones han profundizado a menudo la desigualdad y la dependencia política en el Sur Global, en lugar de fomentar un desarrollo real.
Sección 2: El auge de la resistencia civilizacional
En respuesta, está surgiendo una ola global de resistencia civilizacional. No se trata de mero nacionalismo, sino de una afirmación más profunda de formas alternativas de ser, conocer y organizar las sociedades.
En Irán, la República Islámica sigue afirmando un modelo de gobierno islámico arraigado en la soberanía espiritual. Rusia, bajo la rúbrica del eurasianismo, reclama su identidad ortodoxa y civilizacional. El socialismo confuciano de China ofrece una síntesis de tradición y modernización al margen de los paradigmas occidentales. Mientras tanto, América Latina es testigo del renacimiento de la solidaridad bolivariana y África recupera gradualmente sus epistemologías indígenas.
La resistencia civilizacional no es un retorno al aislacionismo, sino una insistencia en la multipolaridad, en el derecho de las diferentes culturas a definir la modernidad en sus propios términos.
Sección 3: Hacia un mundo multipolar
El momento unipolar ha terminado. El orden mundial emergente es intrínsecamente multipolar, moldeado por diversos actores civilizacionales. Mientras que el liberalismo buscaba borrar la particularidad cultural en favor de la homogeneización, el futuro pertenece a la pluralidad de civilizaciones.
Las alianzas estratégicas de Irán con Rusia y China, la expansión de los BRICS y la creciente cooperación Sur-Sur ilustran que la resistencia no es meramente defensiva. Es constructiva, un esfuerzo creativo por construir un sistema internacional alternativo basado en el respeto, no en la dominación.
Estas civilizaciones, arraigadas en tradiciones espirituales y culturales duraderas, poseen una resiliencia de la que cada vez carece más la modernidad liberal, con su efímero espíritu consumista.
El liberalismo occidental, que se enfrenta al declive demográfico, al agotamiento moral y a la extralimitación estratégica, no está preparado para invertir esta tendencia. El centro ya no puede mantenerse.
Conclusión: el fin de un imperio, el nacimiento de las civilizaciones
El colapso moral del liberalismo no solo marca un cambio político, sino un punto de inflexión civilizatorio. A medida que la hegemonía occidental se tambalea, surge la oportunidad de forjar un mundo más justo, diverso y espiritual.
La resistencia civilizacional no nace del odio, sino del amor: amor por la tradición, por la identidad, por un futuro en el que la humanidad no se reduzca a unidades económicas, sino que sea honrada como portadora de un significado trascendente.
En esta nueva era, la era del Imperio se desvanece. Amanece la era de las civilizaciones.
En los albores de la era de las civilizaciones, el diálogo entre culturas debe sustituir al monólogo de una civilización en ruinas.