|
|
Edición testing
|
Un nuevo rico surgido de la corrupción y el terrorismo de Estado
(...) Al tomar posesión del cargo de gobernador civil, Sancristóbal afirmó que esperaba no dar la imagen de “guardián del orden público”. Sin embargo, su actuación terminaría siendo calificada de “dura” y “clásica”, y muy contestada por el conjunto de organizaciones políticas, sindicales y ciudadanas. De hecho, la coordinación de las actividades de los GAL iniciadas en 1983 se realizó desde el entorno de Julián Sancristóbal, quien en aquellos momentos se mostraría como un entusiasta de la “guerra sucia” contra ETA y su principal responsable político en el País Vasco. Entre los delitos achacados a los GAL en esa primera época se contabilizan el asesinato de Lasa y Zabala, el secuestro de Segundo Marey, los asesinatos de “Kattu”, “Txapela”, Vicente Perurena, “Stein”… Con aquella experiencia a sus espaldas, Sancristóbal fue nombrado director de la Seguridad del Estado el 9 de febrero de 1984, cuando Rafael Vera, su titular previo, pasó a ocupar la Subsecretaría del Ministerio del Interior. En ese momento, Sancristóbal se vio de nuevo acompañado por Francisco Álvarez, trasladado desde la Jefatura Superior de Policía de Vizcaya a la del Gabinete de Operaciones Especiales del Ministerio del Interior, bajo su directa dependencia. Ambos, verían crecer entonces el terrorismo alentado desde el propio Estado hasta límites tan insospechados como insostenibles, incluso con víctimas mortales ciertamente inocentes que nada tenían que ver con ETA (Jean Pierre Leiba, Christian Olaskoaga, Emile Weiss, Claude Doer, Christofe Matxicote, Catherine Brion…).
El infortunio personal jamás quebró su elegancia y lealtad política
(...) Siendo un hombre esencialmente duro y que, con errores y aciertos, con razón o sin ella, ha transitado mil caminos infernales, Rafael Vera sólo evidencia su fragilidad cuando se reprocha el abandono y las tensiones padecidas por su familia en razón de su dedicación a la Seguridad del Estado, incluidas sus consecuencias penales. Esta realidad, acompañada por la muerte de uno de sus dos hijos en un accidente de carretera, la cruel enfermedad diagnosticada a un nieto y las secuelas psicológicas de todo ello en su entorno más íntimo, le convierte en un icono de la desgracia política, que, no obstante, arrastra sin perder su porte elegante, transmitiendo siempre empatía, afabilidad y confianza...
El ministro del Interior que validó la “guerra sucia” contra ETA
(...) Los dos objetivos fundamentales de Barrionuevo al frente de Interior (ocupado desde el 1 de diciembre de 1982 hasta el 7 de julio de 1988) fueron la lucha contra ETA y la reorganización de los Cuerpos de la Policía, ambos con resultados más que discutibles. El balance de su gestión, en algunos aspectos verdaderamente sórdido, estuvo condicionado por su escaso peso específico y por su carácter un tanto pusilánime, que no le permitió tomar las riendas del ministerio con suficiente criterio y fuerza personal, ni controlar o enfrentarse a quienes asumieron funciones delegadas en derivadas efectivamente inconvenientes...
Puso al Ministerio del Interior en la picota de la ignominia
(...) Roldán se mantuvo en aquel cargo durante casi cuatro años, mostrando ante el Gobierno gran habilidad en su ejercicio y una magnífica sintonía con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad destacados bajo su jurisdicción. De hecho su colaboración sería imprescindible en algunas actuaciones de los GAL y, con absoluta certeza, en el manejo concomitante de los “fondos reservados” del Ministerio del Interior, como quedó acreditado en el procedimiento del caso seguido en la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Madrid (DP 5140/1994 del Juzgado de Instrucción nº 5), aunque el no fuera imputado por estar en aquellos momentos ya condenado en causa previa. En consecuencia con la confianza que entonces merecía a la cúpula de Interior, el ministro Barrionuevo le nombró director general de la Guardia Civil el 31 de octubre de 1986, coincidiendo con la reorganización ministerial que cuatro días antes había colocado a Rafael Vera al frente de la Secretaría de Estado para la Seguridad. Para su mayor notoriedad, Roldán fue el primer civil que alcanzaba aquella dirección general desde la creación del Benemérito Instituto...
Un populista patriotero al frente de la Defensa Nacional
Con el accidente del “Cougar” todavía caliente, en enero de 2006 Bono destituyó de forma fulminante al teniente general Mena por manifestar en su discurso oficial de la Pascua Militar los inconvenientes que la aprobación del Proyecto de Estatuto de Autonomía de Cataluña tendría para las Fuerzas Armadas, recordando también la posibilidad de que dicha institución pudiera intervenir en caso de que el texto finalmente aprobado no respetara la vigente Constitución Española. Un pronunciamiento que el patriotero ministro de Defensa entonces entendió ilícito. El 7 de abril de 2006, Bono hizo pública su decisión de abandonar el cargo ministerial por motivos personales (afirmó no tener tiempo para dedicar a su familia y que eso podía hacer fracasar su matrimonio), siendo sustituido por José Antonio Alonso, quien hasta ese momento ocupaba la cartera de Interior. Sin embargo, su vuelta a la política activa en las elecciones legislativas de 2008 dejó en entredicho aquella versión dimisionaria, que medios informados atribuyeron a los conflictos previos que mantuvo precisamente con su sucesor en el cargo y al desgaste que sus comentarios y gestos públicos provocaban en la imagen del propio Rodríguez Zapatero, así como a su campaña soterrada para sucederle en la presidencia del Gobierno.
El paradigma máximo de la decepción militar
No obstante, el premio gordo de los desafueros y mentiras casi patológicas que han caracterizado al ministro Trillo-Figueroa, se lo llevó efectivamente el caso del “Yak-42” con la muerte de los 75 ocupantes que transportaba el 26 de mayo de 2003, 62 de ellos militares españoles que regresaban de una misión profesional de Afganistán. Antes de que se destapara el escándalo de la falsa identificación de los cadáveres, los engaños que reiteró a los familiares de las víctimas, a la opinión pública y al Parlamento, fueron más que proverbiales. Con independencia de que todas sus patrañas contaminaran, además, a algunos generales serviles, que dejaron la institución militar a las patas de la peor opinión ciudadana. Denigrar y entremezclar de forma truculenta los restos mortales de quienes habían dado su vida en acto de servicio al Estado, con la posible comisión por medio de un delito de falsedad documental, era sin duda un hecho impresentable. Y más todavía si se le imputaba nada menos que a un miembro del Consejo de Ministros, al margen de que perteneciera a una reconocida organización religiosa.
Un ministro oportunista próximo a la industria del armamento
(...) Las razones efectivas de aquel sorprendente nombramiento de Eduardo Serra como ministro de Defensa, de quien dependía el proceloso mundo de un CESID convulsionado y a punto de estallar (ya se había engullido a su propio director general, a un vicepresidente del Gobierno y a un ministro de Defensa, que se vieron obligados a dimitir precisamente por las irregularidades que protagonizó), nunca fueron desveladas. No obstante, por las redacciones de los medios informativos se aventuraron hipótesis sobre tan enigmática decisión, entonces no publicadas, que aludían a la sugerente mediación del propio Monarca en el momento que el presidente del Gobierno, José María Aznar, le presentaba de forma preceptiva la relación de los candidatos que habrían de integrar su primer Consejo de Ministros...
Un experto “superviviente” en la lucha policial contra ETA
(...) Un trágico hecho marcó de manera especial la vida del comisario Ballesteros. Ocurrió en la noche del 16 de junio de 1981 cuando la Policía tuvo conocimiento de que el sanguinario “comando Goyerri Costa” se ocultaba en el cuarto piso de un inmueble situado en el centro de Zarauz. Los agentes de la Brigada Central de Información, con sede en Madrid, pero que se encontraban en misión de servicios en Guipúzcoa, fueron los primeros en llegar a la guarida de los etarras y, movidos por su celo profesional, decidieron proceder a su detención sin aguardar la llegada de los GEO...
El nexo policial socialista con el franquismo y la religión
(...) Entre quienes controlan la información reservada, policías y espías, el Opus tuvo una fuerte presencia a principios de los 80 que después ha perdido. Incluso contó con un colaborador en la persona de uno de los directores generales de la Policía en la presente década, Rafael Del Río Sendino, lo que les permitió colocar a su gente. En pocos meses coparon la Dirección de la lucha antiterrorista, con el comisario Jesús Martínez Torres, y la muy importante brigada de Interior, una especie de Policía política a cuyo frente se situó Alberto Elías...
Un “rústico-forestal” asilvestrado al frente del CNI
(...) Cuando Bono fue designado ministro de Defensa, no dudó en imponer, al día siguiente de su nombramiento, a su pariente e incondicional colaborador Alberto Saiz como Secretario de Estado Director del CNI, frente a cualquier otra sugerencia política más razonada y razonable, decisión que se formalizó por el Real Decreto 607/2004, de 19 de abril. Aquella falta de consenso motivó que el líder de la oposición, Mariano Rajoy, arremetiera contra su nombramiento por ser la “primera vez en la democracia” que se elegía para ese cargo a un “político de partido”, recordando que “nosotros sí hablamos con el Partido Socialista cuando nombramos al director del CNI”, en referencia a Jorge Dezcállar…
|
|
|
|