Alfredo Jalife-Rahme
La derrota del comediante jázaro Zelensky y la asunción de Trump 2.0 catalizaron el arranque de un nuevo orden mundial tripolar Estados Unidos/Rusia/China [1] y otorgaron la razón triunfal al ya histórico discurso del zar Vladimir Putin hace 18 años en la Conferencia de Seguridad de Múnich, cuando abogó por la creativa “multipolaridad” [2].
Desde 2007 aprecié la profundidad del pensamiento geoestratégico de Putin [3], un año antes de la quiebra de Lehman Brothers en Wall Street, que la dupla Obama/Biden intentó endosarle a China, nación que finalmente se percató de la perversidad de su relación subterránea con la familia Biden (padre Joe e hijo Hunter).
Fue el momento culminante cuando nolens volens se inició un G2 que hoy parece más indisoluble que nunca entre China y Rusia y que dejó a Estados Unidos sembrado y aislado geoestratégicamente.
Una frase de Putin, quien ya pasó a la historia como uno de los máximos geoestrategas del siglo XXI, es prospectivamente indeleble: «el potencial económico de los nuevos centros del crecimiento económico global inevitablemente se convertirá en influencia política y fortalecerá la multipolaridad».
A los 10 días en el poder de Trump 2.0, su secretario de Estado, el cubano-estadounidense Marco Rubio, en una entrevista con Megyn Kelly, 18 años después de la prospectiva de Putin, admitió la «ineluctabilidad del nuevo orden multipolar» donde descuellan China y Rusia, al unísono de Estados Unidos [4].
Marco Rubio criticó acerbamente a «la administración de Biden de haber sobrextendido su momento unilateral, al haber subestimado a Rusia» y «haber iniciado su guerra por encargo en Ucrania creyendo que Rusia era débil».
Con la humillante derrota de Ucrania a cuestas, la Conferencia de Seguridad de Múnich, 18 años más tarde, opta por abordar tímidamente la “multipolarización” [5] cuando el «poder se mueve a un mayor número de actores que tienen la habilidad de influir en los temas globales claves».
La Conferencia de Seguridad de Múnich no oculta su consubstancial rusopatía y su grotesca narrativa rusofóbica para negar mentalmente el triunfo de Rusia en Ucrania y prefiere la opción de «China como el más prominente y poderoso proponente del orden multipolar, como abogado de los países del Sur global».
La Conferencia de Seguridad de Múnich se pasa cómicamente por el arco del triunfo el indisociable G2 entre Rusia y China que conforma la columna vertebral del BRICS+, grupo que ha dejado atrás la mediocridad geoeconómica del G7.
Justamente, ahora en la Conferencia de Seguridad de Múnich, nada menos que Wang Yi, el responsable de la política exterior china desde el Politburó, alabó el «consenso alcanzado por Estados Unidos y Rusia» en referencia a Ucrania [6].
En espera de la suprema Cumbre Tripolar en Moscú de Putin/Xi/Trump para festejar el Día de la Victoria, el próximo 9 de mayo [7], se ha anunciado la celebración de negociaciones entre Estados Unidos y Rusia en Arabia Saudita la semana entrante, con la escalofriante cuan notable ausencia de Europa en su conjunto –y en espera también de la derrota electoral de los regímenes globalistas adictos a los banqueros Rothschild y a George Soros en Alemania, Gran Bretaña y Francia–, que resultó el gran perdedor de la guerra de Ucrania.
Vale la pena destacar el posteo del geopolítico y filósofo ruso Alexander Dugin: «Aquí ya estamos. Fin del globalismo. Fin de Ucrania. Fin de Canadá. Fin de la Unión Europea» [8].
El desprecio de Estados Unidos a Europa es dramático: ya sea de los neoconservadores straussianos jázaros, como Vicky Nuland –su frase de «fuck Europe!» en 2014, cuando intrigó el cambio de régimen en Ucrania [9]–, ya sea la filípica del vicepresidente J.D. Vance en la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde expuso la censura a la libertad de expresión, así como las prácticas antidemocráticas de la Unión Europea en Rumania [10].
Las equivocaciones, como las derrotas, son dolorosas. ¿Qué advendrá de Europa en lo que resta del siglo XXI? La ignominiosa derrota de Biden en Ucrania será el triunfo tripolar de Trump.
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