La última reunión de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Tianjin parece, a primera vista, una cumbre más: apretones de manos, retratos familiares y declaraciones preconcebidas. Pero la reunión, que tendrá lugar del 31 de agosto al 1 de septiembre, es más que un simple teatro diplomático: marca el fin de la era unipolar dominada por Estados Unidos y el auge de un sistema multipolar centrado en Asia, Eurasia y el Sur Global.
En la mesa estaban el presidente chino, Xi Jinping, su homólogo ruso, Vladimir Putin, y el primer ministro indio, Narendra Modi, que juntos representan más de un tercio de la humanidad y tres de los países más grandes de la Tierra.
Xi presentó una amplia Iniciativa de Gobernanza Global, que incluye la propuesta de un banco de desarrollo de la OCS, cooperación en inteligencia artificial y apoyo financiero a los países en desarrollo. Putin describió la OCS como "un vehículo para un multilateralismo genuino" y abogó por un modelo de seguridad euroasiático que escape al control occidental. La presencia de Modi —su primera visita a China en años— y la poderosa imagen que generó su reunión con Putin indicaron que India está dispuesta a ser vista como parte de este orden emergente.
Lo que acaba de pasar (y por qué es más importante que una sesión de fotos)
El discurso: Xi promueve un orden que "democratiza" la gobernanza global y reduce la dependencia de las finanzas centradas en EE. UU. (por ejemplo, menor peso del dólar y más instituciones regionales). Putin calificó a la OCS como un vehículo para el "multilateralismo genuino" y la seguridad euroasiática. Al considerar a China un socio en lugar de un rival, Modi indicó que Nueva Delhi no se verá atrapada en la agenda antichina de Washington.
La audiencia: Más de 20 líderes no occidentales estuvieron en la sala, con el Secretario General de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, respaldando la organización del evento: no una reunión de club en las sombras, sino un marco centrado en la ONU en un foro liderado por China.
Traducción: “Queremos que se recupere la Carta de las Naciones Unidas, no las normas internas de otros”
La postura de Pekín es contundente: rechazar los bloques de la Guerra Fría y restaurar el sistema de la ONU como única base jurídica universal. Esto supone una crítica directa al "orden internacional basado en normas" posterior a 1991 , redactado en Washington o Bruselas e implementado selectivamente.
No es difícil encontrar ejemplos. El bombardeo de Yugoslavia por la OTAN en 1999 se llevó a cabo sin mandato de la ONU, justificado bajo la "responsabilidad de proteger". La invasión de Irak liderada por Estados Unidos en 2003 se lanzó a pesar de la falta de aprobación del Consejo de Seguridad, una guerra que posteriormente incluso funcionarios occidentales admitieron que se basaba en premisas falsas. En 2011, una resolución de la ONU que autorizaba una zona de exclusión aérea sobre Libia fue utilizada por la OTAN para impulsar un cambio de régimen radical, dejando atrás un Estado fallido y abriendo un corredor de miseria hacia el corazón de Europa Occidental.
Para China, Rusia y muchos Estados del Sur Global, estos episodios demostraron que el "orden basado en normas" nunca se basó en el derecho universal, sino en la discreción occidental. La insistencia en Tianjin en que se restablezca la Carta de las Naciones Unidas como único marco legítimo busca cambiar el guion: argumentar que la OCS, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y los nuevos miembros Egipto, Etiopía, Irán y los Emiratos Árabes Unidos, además de Indonesia) y sus socios defienden las normas vigentes del derecho internacional, mientras que Occidente las sustituye por coaliciones ad hoc y estándares cambiantes para su propia conveniencia.
Tanto Xi como Putin dejaron claro este punto, aunque en tonos diferentes.
La línea de Xi: denunció el “hegemonismo y el comportamiento intimidatorio” y pidió una “democratización de la gobernanza global”, enfatizando que la OCS debe servir como un modelo de verdadero multilateralismo anclado en la ONU y la Organización Mundial del Comercio (OMC), no en “reglas” ad hoc ideadas por unas pocas capitales occidentales.
La línea de Putin: Fue más allá, afirmando que Estados Unidos y sus aliados eran directamente responsables de la escalada del conflicto en Ucrania, y argumentando que la OCS ofrece un marco para un auténtico orden de seguridad euroasiático, uno que no esté dictado por la OTAN o por los estándares impuestos por Occidente.
La arquitectura que sustituye a la unipolaridad (ya está aquí)
Columna vertebral de seguridad: La Organización de Cooperación de Shanghái reúne a Rusia, China, India y los países de Asia Central para coordinar la seguridad, la lucha contra el terrorismo y la inteligencia: el marco de poder duro que hace posible el resto.
Salas de juntas económicas: Los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se expandieron en 2024 para incluir a Egipto, Etiopía, Irán y los Emiratos Árabes Unidos, seguidos por Indonesia en 2025.
Con su Nuevo Banco de Desarrollo y un impulso al comercio en monedas nacionales, ahora actúa como contrapeso del Grupo de los Siete (G7).
Peso regional: La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), un bloque de diez miembros que configura el comercio y los estándares asiáticos, se alinea cada vez más con los proyectos de la OCS y los BRICS.
Apalancamiento energético: El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), compuesto por seis monarquías árabes, coordina políticas a través de la Organización de Países Exportadores de Petróleo Plus (OPEP+), lo que les da control sobre flujos petroleros clave.
En conjunto, estos organismos ya funcionan como un sistema de gobierno paralelo que no necesita el patrocinio ni el poder de veto de Occidente.
La irrelevancia de la UE
La Unión Europea (UE) está ausente en Tianjin, y esa ausencia es reveladora. Antaño promocionada como el segundo polo global, Europa ahora está vinculada a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en materia de defensa, depende de la energía externa y está fracturada internamente. Incluso su emblemático Mecanismo de Ajuste en Frontera de las Emisiones de Carbono (CBAM, por sus siglas en inglés) ha deteriorado las relaciones con India y otras economías del Sur Global. En Tianjin, Europa no participó en las decisiones, solo fue una espectadora.
Después de las conversaciones, los tanques
La cumbre de la OCS precede al desfile militar del Día de la Victoria de China en Pekín el 3 de septiembre, en conmemoración de los 80 años de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Xi, Putin y el líder norcoreano Kim Jong-un, con quien Moscú tiene un pacto bilateral de seguridad, permanecerán juntos mientras Pekín exhibe misiles intercontinentales, sistemas de ataque de largo alcance y formaciones de drones.
El espectáculo probablemente demostrará que la multipolaridad no es sólo una forma de lenguaje diplomático, sino que está respaldada por el poder duro que se exhibe.
Por qué Tianjin importa más allá de Tianjin
Un conjunto de reglas rivales con instituciones: desde un banco de la Organización de Cooperación de Shanghai hasta el financiamiento de los BRICS y la posible coordinación entre la ASEAN y el CCG, existe ahora un camino procesal para actuar sin supervisión occidental.
Encuadre que da prioridad a la ONU: al anclar la legitimidad en la Carta de la ONU, el bloque posiciona los marcos occidentales “basados en reglas” como partidistas.
El cálculo de la India: los apretones de manos públicos de Modi con Xi y Putin han normalizado un triángulo euroasiático que Washington y Bruselas no pueden fracturar fácilmente.
El poder de veto de Europa se reduce: las regulaciones de la UE como el Mecanismo de Ajuste Fronterizo del Carbono ya no marcan la agenda en Eurasia, donde la energía, el comercio y la seguridad se coordinan en otras partes.
El resultado final
La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái en Tianjin se centró menos en discursos formales que en simbolismo. Señaló el fin del mundo unipolar. Desde los bancos de desarrollo hasta los corredores energéticos y los desfiles de misiles, un nuevo orden multipolar está tomando forma, y ya no necesita la aprobación de Occidente.
La OCS adopta una estrategia de 10 años para un mundo multipolar
La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) adoptó
una estrategia a 10 años destinada a "defender la colaboración mutuamente beneficiosa y el éxito compartido, y contribuir en mayor medida a la
construcción de un mundo multipolar",
anunció este lunes el ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi.
"Ese documento rector marca la pauta y aclara la dirección del desarrollo de la OCS durante la próxima década", declaró a los periodistas, calificándolo como uno de los resultados más importantes de la 25.ª cumbre del bloque regional, que acogió la ciudad de Tianjin entre el 31 de agosto y el 1 de septiembre.
La estrategia se pone en marcha en un momento de escalada de tensiones geopolíticas, lo que supone una amenaza cada vez mayor para la seguridad, según reconoció la organización en una declaración conjunta,
recoge South China Morning Post.
"Un llamado común a la equidad frente a la intimidación"
El jefe de la diplomacia china calificó la reunión, que contó con la participación de más de 20 países y 10 organizaciones internacionales, como la más fructífera hasta la fecha, señalando que se transmitió un mensaje unificado contra las acciones unilaterales, en referencia a las políticas arancelarias de EE.UU.
"Ante el resurgimiento de la intimidación unilateral, la cumbre emitió una declaración que apoya claramente el sistema multilateral de comercio, con la Organización Mundial del Comercio como eje central, y que exige la eliminación de las acciones unilaterales que violan las normas de la OMC", indicó, añadiendo que se hizo "un llamado común a la equidad frente a la intimidación, y al compromiso de mantener una economía mundial abierta".
Además, Wang anunció que se acordó establecer cuatro nuevos ejes de seguridad, centrados en contrarrestar las amenazas y desafíos a la seguridad, combatir el crimen organizado transnacional, así como el control de drogas, y reforzar la seguridad de la información.
Gobernanza global
Las afirmaciones del canciller hacen eco a las declaraciones previas del líder del gigante asiático, Xi Jinping, quién reafirmó su visión de un nuevo orden mundial que desafíe el dominio occidental, pidiendo un sistema global multipolar más justo. La OCS debe "oponerse conjuntamente a la mentalidad de guerra fría, la confrontación entre bloques y los comportamientos intimidatorios", subrayó.
La visión de China para la reforma de la "gobernanza global" implica una mayor representación y voz para el Sur global, indicó, instando a la aplicación "igualitaria y uniforme" del derecho internacional, sin doble rasero ni dominio por parte de unos pocos.
Así, Xi anunció una serie de esfuerzos concretos para enfrentar los desafíos, lo que incluye 100 "pequeños y hermosos" proyectos de subsistencia en los Estados miembros de la OCS y más de 2.000 millones de yuanes en ayuda (unos 280 millones de dólares), así como 10.000 millones de yuanes (unos 1.400 millones de dólares) adicionales en préstamos al Consorcio Interbancario de la OCS durante los próximos tres años. Además, comunicó planes para acelerar el establecimiento de un banco de desarrollo de la organización y para fortalecer la seguridad y la cooperación económica entre sus miembros.
Análisis: Adiós Occidente: La OCS lanza su propio Banco de Desarrollo
Giuseppe Masala
Uno de los puntos prácticos más importantes de la cumbre de la OCS en Tianjin, China, es la creación del Banco de Desarrollo de la organización. A primera vista, podría parecer un trámite burocrático dentro de la organización, pero en realidad, es una decisión que podría tener consecuencias estratégicas muy significativas, tanto a nivel financiero como geopolítico en general.
En primer lugar, existe un problema fundamental relacionado con los pagos transfronterizos entre los países miembros de la OCS. De hecho, el comercio entre los países de la OCS supera ya los 2 billones de dólares en total, pero la gran mayoría de los pagos aún están vinculados a infraestructuras controladas por Occidente. Esto crea una vulnerabilidad estratégica crítica, ya que, en un contexto de guerra de sanciones donde incluso las sanciones secundarias se discuten abiertamente, podría suponer un riesgo sistémico para la propia supervivencia de la organización.
Es importante destacar de inmediato un concepto fundamental: para este autor, el Banco de Desarrollo de la OCS no fue concebido como un análogo del FMI, ni, por lo tanto, en competencia con él. El FMI es, sin duda, producto de una era que ya está en sus últimos años, tanto por su base en el dólar como por su enfoque en el concepto de equilibrio comercial y de balanza por cuenta corriente. Estos son conceptos fundamentales, pero, aplicados rígidamente, han cercenado el camino del desarrollo en los países del Sur Global.
Es evidente que, en esta coyuntura histórica, estos países, gracias a las iniciativas de sus organizaciones (como la OCS), pretenden trascender el sistema de Bretton Woods, que se centraba en las reformas y la reducción del gasto público como herramientas clave para reducir la demanda interna en países con déficits estructurales y, por lo tanto, como medio para reequilibrar las finanzas nacionales. Esta lógica, si bien impecable desde una perspectiva puramente económica, se basa en el principio de que «a largo plazo, sin embargo, esos flujos de capital deben revertirse fisiológicamente: las deudas de algunos deben pagarse y el dinero acumulado por otros debe gastarse.
Si, por el contrario, los movimientos son unidireccionales, alimentan desequilibrios persistentes y se convierten en síntomas patológicos de un crecimiento canceroso» (cito los diarios de Keynes donde se recogen sus reflexiones previas a la conferencia de Bretton Woods). Sin embargo, es evidente que, desde un punto de vista político, sus préstamos se transformaron en instrumentos de control político neocolonial que a menudo condujeron a privatizaciones y a la apertura de mercados a las multinacionales occidentales. El resultado final fue una trampa de deuda y la pérdida de soberanía para todos los países del Sur Global, que acabaron atrapados en las reformas estructurales exigidas por el FMI a cambio de préstamos de emergencia. Es evidente que, a largo plazo, los países del Sur Global quieren liberarse de esta trampa que los ha condenado al subdesarrollo y a una "minoría" política en comparación con los países occidentales, quienes impusieron recetas tras la pantalla "técnica" del FMI (pero también del Banco Mundial); pero el camino aún es largo y, en mi opinión, no existe un corpus teórico en el ámbito económico capaz de ir más allá del Consenso de Washington.
Creo que es justo destacar que los países de la OCS son plenamente conscientes de las dificultades para superar Bretton Woods a corto y mediano plazo y, con prudencia, están estableciendo metas más alcanzables. Sin duda, con la creación del Banco de Desarrollo de la OCS, uno de los principales objetivos es construir una arquitectura financiera alternativa para los pagos transfronterizos. Esto podría significar, a mediano plazo, su propia cámara de compensación para gestionar los pagos de importación y exportación entre los países de la organización, e incluso la creación de un sistema SWIFT no occidental, independiente de Bruselas y Washington. China ya cuenta con el CIPS, Rusia con el SPFS y la India con el UPI. Sincronizar estos sistemas bajo el paraguas de la OCS permitiría realizar pagos directamente en monedas nacionales sin intermediarios. Y lo que es más importante, el comercio estaría protegido de las sanciones financieras secundarias occidentales, eliminando así una de las armas más importantes de Occidente.
Según la destacada analista geopolítica rusa Elena Panina, «incluso la transferencia del 30-40% del comercio mutuo (equivalente a aproximadamente 700-800 mil millones de dólares) a una plataforma independiente como el recién creado Banco de Desarrollo de la OCS creará un poderoso imán para los países que buscan liberarse de la dependencia occidental. Además, según Panina, todo esto generará miles de millones de dólares en ahorros en comisiones para los bancos occidentales, con un impacto económico significativo para los países del Sur Global, que se liberarían de lo que se percibe como una auténtica «tasa de protección».
Otro objetivo plausible que podría perseguir esta nueva entidad financiera es financiar el desarrollo de los países asiáticos actualmente desfavorecidos. Esto podría lograrse tanto financiando infraestructura como reubicando empresas de bajo valor añadido que actualmente tienen su sede en China. De hecho, China ya no es un país subdesarrollado que prospera gracias a la explotación laboral, por lo que las empresas de bajo valor añadido (por ejemplo, los fabricantes de ropa) necesitan nuevas ubicaciones para establecerse. Es evidente que un banco que pueda financiar reubicaciones, por ejemplo, a Kirguistán o incluso a un Afganistán finalmente pacificado, es absolutamente esencial.
Finalmente, la pregunta fundamental que se plantean todos los observadores es si esta nueva entidad financiera puede funcionar. Obviamente, todos recuerdan el Banco de Desarrollo de los BRICS, creado hace una década con gran entusiasmo y aplausos, que hasta ahora no ha estado a la altura de las expectativas debido a la burocracia, los desacuerdos entre países y una dependencia casi inercial del dólar y otras monedas occidentales. En este caso, la situación podría mejorar, ya que la OCS parece ser mucho más homogénea geográfica y políticamente que los BRICS. Esto permite un pensamiento más concreto y pragmático que el que se puede desarrollar dentro de los BRICS.
Finalmente, una curiosidad: los países miembros de la OCS también acordaron la creación de una red independiente de centros analíticos para promover la cooperación en el ámbito financiero. Una prioridad aparte es la independencia de las calificaciones, en comparación con los mantras de las agencias de calificación occidentales. Casi al estilo Gramsci, los países de la OCS parecen afirmar que la ideología de las agencias de calificación es la de los países dominantes que las albergan y que, por lo tanto, es necesario dotarse de estas herramientas si realmente queremos liberarnos de Occidente.
Análisis: El Show de Tianjin: bailemos al ritmo multipolar
Pepe Escobar
¡Qué espectáculo! Un espectáculo panasiático y paneuroasiático, que cruzaba el Sur Global, con la brillante y dinámica Tianjin como telón de fondo, disfrutado como tal por la abrumadora mayoría del planeta, mientras que, como era previsible, generaba una oleada de envidia en el fragmentado Occidente, desde el todopoderoso Imperio del Caos hasta la Coalición de los Chihuahuas Desdentados.
La historia registrará que, así como los BRICS finalmente cobraron protagonismo en la cumbre de Kazán en 2024, la OCS replicó la misma decisión en la cumbre de Tianjin en 2025.
Entre un festín de momentos destacados, difícilmente superable por la presencia de Putin y Modi de la mano, este fue, por supuesto, el baile de MC Xi. La RIC original (Rusia, India y China), tal como la concibió el Gran Primakov a finales de los 90, finalmente volvía a la palestra, unida.
Pero fue Xi quien personalmente estableció las directrices principales, proponiendo nada menos que un nuevo y amplio modelo de gobernanza global, con ramificaciones importantes como un banco de desarrollo de la OCS que debería complementar el NDB de los BRICS, así como una estrecha cooperación en inteligencia artificial en contraste con el tecnofeudalismo de Silicon Valley.
La gobernanza global, al estilo chino, abarca cinco principios fundamentales. El más crucial, sin duda, es la igualdad soberana. Esta se conecta con el respeto al estado de derecho internacional, y no con un orden internacional basado en normas que se modifica a voluntad. La gobernanza global promueve el multilateralismo. Y también, inevitablemente, fomenta un enfoque centrado en las personas, muy elogiado, alejado de los intereses creados.
Putin, por su parte, detalló el papel de la OCS como "vehículo para un multilateralismo genuino", en sintonía con esta nueva Gobernanza Global. Y, crucialmente, abogó por un modelo de seguridad paneuroasiático. Esa es precisamente la "indivisibilidad de la seguridad" que el Kremlin propuso a Washington en diciembre de 2021, y que fue recibida con una respuesta silenciosa.
En conjunto, los BRICS y la OCS están totalmente comprometidos a enterrar la mentalidad de la era de la Guerra Fría, un mundo dividido en bloques; y al mismo tiempo son lo suficientemente visionarios como para pedir que se respete el sistema de las Naciones Unidas tal como fue concebido originalmente.
Esa será la madre de las batallas cuesta arriba, que incluirán desde sacar a la ONU de Nueva York hasta reformar por completo el Consejo de Seguridad.
La danza del Oso, el Dragón y el Elefante
Si Xi establecía las directrices en Tianjin, el invitado estratégico de honor debía ser Putin. Y esto se extrapoló a su reunión individual del martes en el Zhongnanhai de Pekín: muy privada, ya que solo se celebran conversaciones especiales en el antiguo palacio imperial. Xi saludó a su "viejo amigo" en ruso.
Cuando Putin destacó el papel central del Programa de Desarrollo de la OCS para los próximos 10 años, lo hizo a la manera china, en lo que respecta a todos esos sucesivos y exitosos planes quinquenales.
Estas hojas de ruta son esenciales para definir estrategias a largo plazo. Y, en el caso de la OCS, esto implica organizar su transición progresiva desde un mecanismo inicialmente antiterrorista a una plataforma multilateral compleja que coordine el desarrollo de infraestructuras y la geoeconomía.
Y aquí es donde entra en juego la nueva idea de China: la creación del Banco de Desarrollo de la OCS. Es una institución espejo del NBD, el banco de los BRICS con sede en Shanghai, y paralela al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), el banco multilateral con sede en Beijing.
Una vez más, los BRICS y la OCS funcionan entrelazados, ya que su objetivo principal es abandonar progresivamente la dependencia de los paradigmas occidentales y al mismo tiempo combatir el efecto de las sanciones, que no por casualidad golpean duramente a los cuatro principales miembros de los BRICS y la OCS: Rusia, China, India e Irán.
Y, por supuesto, entre toda la camaradería en Tianjin, Modi estuvo en China por primera vez en siete años. Xi fue directo al grano: «China e India son grandes civilizaciones cuyas responsabilidades van más allá de los asuntos bilaterales». Y el MC Xi volvió a la pista de baile: el futuro está «en la danza del dragón y el elefante». Esto dio pie a que los Tres Amigos de Eurasia charlaran amistosamente en los pasillos.
La Declaración de Tianjin –no tan extensa como la de Kazán del año pasado– aún logró enfatizar los puntos clave que se aplican a Eurasia: soberanía, por encima de todo; no interferencia en los asuntos internos de los estados miembros; y rechazo total de las sanciones unilaterales como herramientas de coerción.
Fundamentalmente, esto debería aplicarse no solo a los Estados miembros de la OCS, sino también a sus socios, desde las petromonarquías árabes hasta las potencias del Sudeste Asiático. Las estrategias de desarrollo de diferentes naciones ya cooperan, en la práctica, con proyectos de la BRI, desde el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) hasta el Parque Industrial China-Bielorrusia, extrapolando al comercio electrónico transfronterizo, la IA y el big data.
La asombrosa escala geográfica de la OCS, combinada con la mitad de la población mundial, conlleva un enorme potencial en todos los ámbitos, por ejemplo, en comercio, infraestructura de transporte, inversión transfronteriza y transacciones financieras. Este potencial está lejos de materializarse.
Pero los trenes de alta velocidad ya están en marcha: los imperativos geopolíticos están guiando una creciente interacción geoeconómica pan-eurasiática.
Shanghai Spirit destripa la “Guerra contra el Terror”
Así pues, esta es la principal conclusión del Show de Tianjin: la OCS se consolida como un sólido polo estratégico que une a gran parte de la Mayoría Global. Y todo ello sin necesidad de convertirse en un gigante militar ofensivo como la OTAN.
Está muy lejos de un pabellón en un parque de Shanghái en 2001, tan solo tres meses antes del 11-S, que el Imperio del Caos promocionó como la piedra angular de la «guerra contra el terrorismo». Esa otra piedra angular, inicialmente modesta —con Rusia, China y tres «stanes» de Asia Central—, fue el «espíritu de Shanghái»: un conjunto de principios basados en la confianza y el beneficio mutuos, la igualdad, la consulta, el respeto a la diversidad de civilizaciones y el énfasis en el desarrollo económico común.
Cómo el espíritu de Shanghai realmente sobrevivió a la “guerra contra el terrorismo” nos deja mucho para reflexionar.
En su brindis en el elegante banquete ofrecido en Tianjin a los invitados de la OCS, Xi tuvo que citar un proverbio: “En una carrera de cien barcos, aquellos que reman más fuerte liderarán”.
Trabajo duro. Sus resultados son visibles para cualquiera que observe el espectacular desarrollo de Tianjin. Esto no tiene nada que ver con la "democracia" —tan denigrada por sus supuestos practicantes como lo es en todo Occidente—, opuesta a "los autócratas", "los villanos", el Eje de la Convulsión o cualquier otra estupidez. Siempre se trata de trabajo duro por el bien común. Por eso luchan los BRICS y la OCS.
Análisis: Occidente tuvo su siglo. El futuro pertenece ahora a estos líderes.
Farhad Ibragimov*
La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai en China ya se ha convertido en uno de los acontecimientos políticos decisivos de 2025. Subrayó el papel creciente de la OCS como piedra angular de un mundo multipolar y destacó la consolidación del Sur Global en torno a los principios de desarrollo soberano, no interferencia y rechazo del modelo occidental de globalización.
Lo que le dio a la reunión un simbolismo adicional fue su conexión con el próximo desfile militar del 3 de septiembre en Pekín, que conmemora el 80.º aniversario de la victoria en la guerra chino-japonesa y el fin de la Segunda Guerra Mundial. Este tipo de desfiles son una rareza en China (el último se celebró en 2015), lo que subraya lo excepcional que es este momento para la identidad política de Pekín y su afán por proyectar tanto continuidad histórica como ambición global.
El invitado principal, tanto en la cumbre como en el próximo desfile, fue el presidente ruso, Vladímir Putin. Su presencia no solo tuvo un peso simbólico, sino también estratégico. Moscú sigue sirviendo de puente entre actores clave de Asia y Oriente Medio, un papel aún más relevante en el contexto de un orden de seguridad internacional fracturado.
En su discurso, Vladimir Putin subrayó la importancia de adoptar el Programa de Desarrollo de la OCS hasta 2035, una hoja de ruta destinada a fijar el rumbo estratégico de la organización para la próxima década y convertirla en una plataforma completa para coordinar iniciativas económicas, humanitarias y de infraestructura.
Igualmente significativo fue el apoyo de Moscú a la propuesta china de establecer un Banco de Desarrollo de la OCS. Dicha institución podría ir más allá de simplemente financiar proyectos conjuntos de inversión e infraestructura; también ayudaría a los Estados miembros a reducir su dependencia de los mecanismos financieros occidentales y a mitigar el impacto de las sanciones, presiones que Rusia, China, Irán, India y otros países enfrentan en distintos grados.
Beijing destacó que la visita de Putin tenía un peso tanto práctico como simbólico: Moscú y Beijing están señalando su determinación de defender juntos la verdad histórica y la justicia internacional, basándose en un recuerdo compartido de la Segunda Guerra Mundial.
La llegada del primer ministro indio, Narendra Modi, a Pekín subrayó la flexibilidad estratégica de Nueva Delhi y su disposición a restablecer los lazos con China. En un contexto de presión incesante por parte del presidente estadounidense Donald Trump, la visita representó una clara declaración de la autonomía de la India.
El momento culminante de la jornada inaugural fueron las conversaciones de Modi con Xi Jinping, su primer viaje a China en siete años. A pesar de una persistente disputa fronteriza, ambos países, afectados en 2025 por la ofensiva arancelaria de Washington, manifestaron su disposición a estrechar lazos. Xi recordó a su homólogo que la normalización comenzó en la cumbre de los BRICS del año pasado en Kazán, donde ambos acordaron retirar sus tropas a las posiciones previas a la crisis. «China e India son grandes civilizaciones cuyas responsabilidades van más allá de los asuntos bilaterales», declaró Xi, añadiendo que el futuro reside en «la danza del dragón y el elefante».
Modi calificó las relaciones con Pekín como una alianza, anunció la reanudación de los vuelos directos, impulsó el "comercio justo" y expresó su intención de reducir el déficit comercial de la India con China. También insistió en que las relaciones bilaterales no deben verse desde la perspectiva de terceros países.
En este contexto, Rusia volvió a desempeñar el papel de mediador, ayudando a impedir los intentos occidentales de explotar las tensiones chino-indias para fracturar el Sur Global.
Para la India, la prioridad reside en los marcos multilaterales que fomentan un sistema policéntrico de gobernanza global. Nueva Delhi ha defendido sistemáticamente su derecho a una política exterior multidimensional, considerando la participación en las iniciativas del Sur Global —desde la OCS hasta los BRICS— como fundamental para fortalecer su soberanía e influencia global.
Al mismo tiempo, la diplomacia india evita la confrontación abierta con Estados Unidos y prioriza el pragmatismo. Sin embargo, el mensaje es claro: Nueva Delhi no aceptará dictados externos, especialmente en asuntos que afectan las prioridades nacionales y regionales.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, también viajó a China. El líder de un estado miembro de la OTAN que asistía a la cumbre de la OCS envió una clara señal sobre el esfuerzo de Ankara por imponer una política exterior más soberana. Durante varios años, Turquía ha buscado ampliar su papel dentro de la organización, medidas que han generado irritación en las capitales europeas, que las consideran una desviación de la solidaridad euroatlántica .
Ankara se está diversificando deliberadamente, posicionándose como un centro de poder euroasiático independiente, más allá de los compromisos tradicionales del bloque. Esto refleja el concepto turco de "flexibilidad estratégica", según el cual la OCS se considera no solo un foro de cooperación regional, sino una plataforma para extender la influencia turca y asegurar el acceso a activos clave de la integración transcontinental, desde corredores de transporte hasta mercados energéticos.
La cumbre de Pekín reunió no solo al núcleo de Asia Central, sino también a los presidentes de Bielorrusia, Irán y Pakistán, con Malasia, Armenia y Azerbaiyán manifestando su interés en la membresía plena. La diversidad de participantes demostró cómo la OCS está trascendiendo Eurasia y convirtiéndose en el núcleo de una globalización alternativa, basada en la diversidad de sistemas políticos y modelos de desarrollo.
Uno de los resultados clave de la cumbre fue la Declaración de Tianjin, que estableció los principios que unen a los estados miembros de la OCS: no interferencia en los asuntos internos, respeto a la soberanía, rechazo del uso o la amenaza de la fuerza y oposición a las sanciones unilaterales como herramientas de coerción.
Igualmente reveladora fue la ausencia de cualquier mención a Ucrania. Para el Sur Global, este tema simplemente no es una prioridad; su atención se centra en cuestiones más amplias del futuro orden mundial. Como lo expresó el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, el resultado clave de la reunión fue la «orientación de los países de la OCS+ hacia la defensa de sus legítimos intereses».
La cumbre en China arrojó más que decisiones programáticas; ofreció la confirmación de un orden mundial multipolar, un concepto que Putin ha promovido durante años. La multipolaridad ya no es una teoría. Ha cobrado forma institucional en la OCS, que se expande constantemente y gana autoridad en el Sur Global.
En la actualidad, la organización está revisando solicitudes de unos diez países que buscan obtener el estatus de observador o socio de diálogo, lo que evidencia directamente el creciente interés en la OCS como centro alternativo de poder en la política global.
Igualmente significativo es el creciente interés del mundo árabe. Baréin, Egipto, Qatar, Kuwait, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos ya son socios de diálogo de la OCS, estados clave para la arquitectura energética y de inversión de Oriente Medio. Su participación activa subraya que un nuevo eje geoeconómico que conecta Eurasia y Oriente Medio se está convirtiendo en una realidad, y que la OCS se perfila como una alternativa atractiva a los modelos de integración centrados en Occidente.
Hoy en día, la OCS ya no es una estructura regional, sino un centro estratégico de la política global. Reúne a países con diferentes sistemas políticos, pero con la determinación compartida de defender la soberanía, impulsar sus propios modelos de desarrollo y exigir un orden mundial más justo. Lo que antes se consideraba un club regional informal se ha convertido en una plataforma geopolítica para el Sur Global: una institución que desafía la hegemonía occidental no con retórica, sino con un número creciente de miembros, una influencia económica creciente y una visión política común.
Desde Pekín, el mensaje resonó con fuerza: la era de la hegemonía occidental ha terminado. La multipolaridad ya no es una teoría, sino la realidad de la política global, y la OCS es el motor que la impulsa.
*profesor de la Facultad de Economía de la Universidad RUDN, profesor visitante del Instituto de Ciencias Sociales de la Academia Presidencial Rusa de Economía Nacional y Administración Pública.
Análisis: Rusia, India, China: el fin del poder occidental
Aleksandr Dugin
Rusia, China e India constituyen un bloque fundamental que está cambiando el orden mundial ante nuestros ojos. Los globalistas han intentado en repetidas ocasiones atraer a la India hacia su bando, aprovechando sus contradicciones fronterizas con China. Rusia, por su parte, siempre ha mantenido excelentes relaciones tanto con China como con la India. Tras la introducción de aranceles del 50 % por parte de Estados Unidos, las relaciones de la India con Rusia han mejorado aún más y, al mismo tiempo, ha comenzado una distensión en las relaciones de la India con China. Esto es lo que se conoce como multipolaridad.
A Occidente solo le quedan el dinero y la especulación monetaria con pirámides financieras, en las que se apoyan BlackRock y Larry Fink, el nuevo director del Foro Económico de Davos.
Tan pronto como Rusia, China e India salgan de la zona del dólar, el coloso occidental con pies de barro se derrumbará.
Y ahora es importante trasladar todo lo acordado entre los tres líderes históricos (Putin, Xi Jinping y Modi) a la ideología, la estrategia y la filosofía de la multipolaridad. Esto va mucho más allá del nivel de las personalidades, por muy grandes que sean. La multipolaridad, la soberanía civilizatoria, el rechazo a reconocer la universalidad de Occidente (occidentalismo) deben convertirse en el eje de la política, la industria, la economía, la educación, la geopolítica y el sistema financiero de estos tres países, cuya alianza será a partir de ahora la base del orden mundial.
Estos tres países deben iniciar reformas multipolares profundas.
Rusia, China e India están llamadas a crear un mundo completamente nuevo.
El Occidente, por su parte, tendrá que cambiar y encontrar su lugar en la multipolaridad, o se derrumbará como la Torre de Babel.
Análisis: Irán y la SCO: un giro medido en la geopolítica asiática
La 25ª cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO), celebrada en Tianjin, China, simboliza un momento significativo para Irán y su estrategia regional.
Incorporado como miembro pleno en 2024, durante el mandato del fallecido presidente Ebrahim Raisi, Irán aparece consolidado en un foro que está redefiniendo el equilibrio de poder en Eurasia. A pesar de las sanciones y presiones occidentales, Irán ha encontrado en la SCO una plataforma para expandir sus horizontes económicos, consolidar su influencia política y mejorar sus perspectivas de seguridad.
La SCO, con sus miembros fundadores como China, Rusia, India y Pakistán, además de los países de Asia Central, funciona como una coalición donde no hay hegemonía absoluta y prima un pragmatismo de intereses compartidos más que alineaciones ideológicas inflexibles. La aceptación plena de Irán, que tardó años en concretarse debido a sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, muestra además la voluntad de los miembros de ampliar la influencia de la organización hacia la región de Medio Oriente, traduciéndose en un puente entre el este y el oeste. La participación activa de Irán en este foro presenta un símbolo geopolítico que no solo es diplomático sino también económico y estratégico.
Economía: oportunidad y desafío
Desde una perspectiva económica, Irán enfrenta un contexto complejo. Por un lado, la adhesión a la SCO abre puertas a inversiones y comercio en sectores estratégicos como energía, infraestructura y tecnología, especialmente con China y Rusia. La participación en proyectos emblemáticos como la Nueva Ruta de la Seda permite posicionar a Irán como nodo clave en las rutas comerciales eurasiáticas, facilitando conexiones por tierra y mar que aliviarán ciertas limitaciones impuestas por bloqueos y sanciones occidentales.
Irán también tiene abundantes recursos naturales, especialmente petrolíferos y de gas, que pueden atraer inversiones y reforzar su rol energético dentro del bloque. Sin embargo, esta oportunidad trae consigo la necesidad crucial de reformas internas: mejorar el clima de negocios, modernizar infraestructuras y reforzar la estabilidad macroeconómica. El solo acceso no garantiza resultados; es indispensable que Irán optimice su capacidad para aprovechar estos beneficios y para integrarse eficazmente en iniciativas económicas multilaterales.
Adicionalmente, la cooperación en energías renovables, impulsada por la SCO en el marco de la agenda de desarrollo sostenible, ofrece otro campo de expansión para Teherán, que puede alinear sus políticas ambientales con las demandas globales y las fortalezas tecnológicas de países como China. En suma, la membresía en la SCO es una oportunidad para diversificar la economía iraní y superar ciertas limitaciones estructurales, aunque también requiere gestión política interna eficaz y visión estratégica a largo plazo.
Política y seguridad: un bloque pragmático
La faceta política de la SCO se caracteriza por su marcada voluntad de respeto mutuo y soberanía nacional, principios irreductibles para Irán. La cumbre en Tianjin reforzó esta postura, expresando una condena conjunta a las agresiones israelíes, en particular contra territorio iraní, que genera inestabilidad y amenaza regional. Esta solidaridad política, aunque no unitaria en todos los temas, ofrece a Teherán respaldo diplomático relevante frente a un bloque occidental hostil.
En materia de seguridad, Irán aprovecha el foro para fortalecer coordinaciones antiterroristas y combatir problemáticas transnacionales como el extremismo y el narcotráfico, en especial en Asia Central y Medio Oriente. El SCO no es un entramado militar ni una alianza de defensa colectiva estricta, lo que beneficia a Irán al permitir equilibrio entre cooperación y autonomía. La relación con Rusia y China en estos temas potencia la capacidad iraní para incidir en escenarios conflictivos sin comprometer decisiones clave.
Hay también que destacar el acercamiento pragmático entre China e India, tradicionalmente rivales, que en el marco de la SCO avanza como respuesta a las políticas proteccionistas y los aranceles impuestos por Estados Unidos durante la era Trump. Este cambio de dinámica amplía las posibilidades de comercio y cooperación para todos, incluyendo a Irán, que observa con interés esta nueva relación que podría facilitar su integración en mercados asiáticos y mejorar su inserción geopolítica.
Multipolaridad flexible sin estridencias
Es importante notar que el multilateralismo del SCO no es un bloque monolítico opositor a Occidente ni una coalición cerrada. En contraste con interpretaciones simplistas y a menudo propagandísticas, la organización se caracteriza por la convivencia de estados con diferentes regímenes políticos, intereses económicos diversos y estrategias variadas. Para Irán, este formato es una ventaja, pues puede cosechar beneficios específicos sin perder su identidad.
Irán exhibe una diplomacia pragmática que equilibra la resistencia ante presiones externas con la búsqueda de alianzas y acuerdos funcionales. Este equilibrio delicado le permite avanzar sin exponerse a conflictos directos ni situaciones de dependencia que comprometan sus prerrogativas nacionales.
La SCO, a su vez, prolonga su misión como foro para la cooperación regional, el desarrollo conjunto y el mantenimiento de la estabilidad, funciones que en el contexto geopolítico actual cobran especial relevancia para países como Irán, que navegan entre presiones internacionales y necesidades domésticas cada vez más urgentes.
Desafíos y futuro
La membresía de Irán en la SCO constituye un paso estratégico de gran alcance, que abre la puerta a nuevas dinámicas de cooperación y a la consolidación de su papel como actor clave en Eurasia. La ampliación del foro, con países de perfiles y prioridades diversos, naturalmente plantea la necesidad de coordinar intereses y de diseñar mecanismos flexibles de concertación. En este contexto, Irán puede aprovechar su experiencia diplomática para convertirse en un puente de entendimiento entre posiciones distintas, fortaleciendo así su capacidad de influir en la agenda regional.
Más que un obstáculo, los retos asociados a la diversidad del bloque representan para Teherán una oportunidad de proyectar su iniciativa política y de afianzar vínculos económicos con socios estratégicos. La SCO ofrece un espacio privilegiado para ampliar rutas comerciales, atraer inversión, promover proyectos de infraestructura y consolidar alianzas energéticas que fortalezcan la autosuficiencia y la resiliencia de Irán frente a presiones externas.
En el plano geopolítico, la presencia de Irán en este marco no debe interpretarse únicamente en clave defensiva. Por el contrario, abre la posibilidad de desempeñar un papel constructivo en el diseño de proyectos comunes que aporten desarrollo, seguridad y estabilidad a la región. La apuesta iraní por una integración más profunda en Eurasia, sin renunciar a su independencia ni a su identidad estratégica, coloca al país en una posición singular: la de contribuir activamente a un orden multipolar más equilibrado y representativo de las realidades actuales.