Desde el pasado mes de febrero, quizás desde hace años, quizás desde hace décadas, se enseñorean por la Europa ocupada y destruida, una horda de miserables psicópatas sedientos de sangre. Ahora, a estos vampiros les gusta beber sangre rusa
Nunca se preocuparon por las vidas destrozadas en Donbass, Siria o Irak, en Afganistán o Palestina, en Libia o Serbia, en Eritrea o Mali, en Yemen o en el Sáhara, en las selvas de África o en los altiplanos americanos, en las estepas de Asia o en los desiertos del Oriente Medio. Nunca. La razón es sencilla, Esos millones de vidas las segaron ellos, los miserables que ahora, sintiéndose a salvo en su degenerada fortaleza, llaman a que corra la sangre rusa para que puedan seguir siendo los “amos”, los de “arriba”, los “buenos”, los del “mundo libre”, el “lado correcto de la Historia”, el “Destino Manifiesto”, el “Pueblo Elegido” … en definitiva, los poderosos. Y, por supuesto, que puedan seguir los que sirven a los poderosos, los carneros de la oligarquía en palabras de Evita, los vendepatrias, los caniches de los poderosos, personajes ridículos que repugnan a los que en Europa todavía son capaces de levantar la cabeza con dignidad.
La horda de los miserables se esconde en despachos de palacios y audiencias, de parlamentos y ministerios, de grandes empresas y redacciones, de cuarteles e iglesias, de universidades, clubs y puticlubs… Ellos, entre buenas viandas, amantes pagadas, vinos caros y polvos blancos, nos dicen que debemos sufrir e ir a la guerra para matar rusos, porque “los de Putin” son los “malos de la película”, los “comeniños”, el “imperio del Mal” que pretende quitarnos todo… lo que no tenemos. Porque lo “nuestro” también lo tienen las castas que nos mandan a la guerra y quieren que seamos nosotros los que luchemos por sus privilegios.
No hace falta dar nombres. El lector los conoce bien. Están en Madrid y París, en Londres y Bruselas (allí muchos), en Berlín y Varsovia, en Kiev y en Riga, en Helsinki y en Oslo, en Roma y en Viena, en Ámsterdam y en Praga… y especialmente en Washington y Nueva York.
Ellos llaman a la guerra y a llenar de sangre y ruina los campos de Europa porque tienen mucho que perder: sus riquezas, su poder, sus influencias, sus lujos… Pero, eso sí, que la guerra la hagan los demás, porque, sobre todo, lo que no quieren perder es su miserable vida. Por eso quieren que a la guerra vayas tú, ciudadano español, ciudadano europeo. Y que sufras las consecuencias de la guerra tu, tu familia, tus compañeros y tus amigos. Que veas al ruso como enemigo al que hay que exterminar. Y que el tributo de sangre que haya que pagar sea la tuya.
Al fin y al cabo, nosotros, los de abajo, no tenemos nada que perder. ¡Qué más da que perdamos la vida! Porque para la horda de miserables, nuestra vida no vale nada. Y arrastran a los pueblos a la catástrofe usando sus instrumentos preferidos: la mentira y el miedo. Y ya es hora de que el miedo cambie de bando.
Lo dramático es que su soberbia y supremacismo moral les impide ver que ya están derrotados. Sí, Rusia alcanzará la Victoria, ahora o en el futuro, porque para los rusos, esto es una lucha existencial.
Vosotros, horda de miserables, solo lucháis por el poder y el dinero, aunque lo adornéis con la monserga habitual de “libertad”, “democracia”, “derechos humanos”, todo con buena guarnición de lenguaje inclusivo, progreso, sostenibilidad y resiliencia…
Pero nunca dejara de impresionarnos la caradura que tienen estos miserables psicópatas al pretender que a los frentes de batalla vayamos los demás, ellos no. Y que los sufrimientos de la retaguardia los padezcamos los pueblos, ellos no…
Ellos tienen mucho que perder y además… son cobardes. Los cobardes no van a la lucha ni están dispuestos a sufrir las consecuencias de la guerra. La horda de los miserables no irá nunca al frente, ni sus hijos, ni sus sirvientes, ni sus gorilas, ni sus caniches.
Si, así es. La diferencia entre nosotros y las castas privilegiadas es que no tenemos nada que perder. Absolutamente nada.
Pero vosotros, poderosos, honorables, ilustrísimos, excelentísimos altos dignatarios de la política, la empresa, los medios, la justicia, la academia, la milicia, el clero… ¿Cuánto tenéis que perder? ¿Y estáis dispuestos a perderlo? Por supuesto que no. No sois como esos diputados de la Duma rusa alistados y presentes en los campos de batalla del Donbass. Vosotros no.
Dejaros de palabras grandilocuentes, que solo demuestran lo patéticos que sois. Queréis la derrota del otro… porque estáis acojonados, porque hasta vosotros presentís la derrota, porque sois unos cobardes muertos de miedo y la única “gloria” que merecéis son los versos que os dedicó el gran poeta Miguel Hernández hace 85 años.
Nunca un poeta pudo describiros con mayor acierto…
Vuestro miedo exige al mundo batallones de murallas, barreras de plomo a orillas de precipicios y zanjas para nuestra pobre vida, mezquina de sangre y ansias. (…) Para salvar vuestra piel las madrigueras no os bastan, no os bastan los agujeros, ni los retretes ni nada. (…) Solos se quedan los hombres al calor de las batallas, y vosotros, lejos de ellas, queréis ocultar la infamia, pero el color de cobardes no se os irá de la cara. (...) Ocupad los tristes puestos de la triste telaraña. Sustituid a la escoba, y barred con vuestras nalgas la mierda que vais dejando donde colocáis la planta. * (…)
* Poema “Los cobardes”. Miguel Hernández. “Vientos del Pueblo”. 1937
De creer a los medios de comunicación occidentales las fuerzas rusas estarían siendo diezmadas mientras el ejército ucraniano avanza inexorable hacia la victoria. Sin embargo, una visión más sobria de la realidad muestra una situación diferente.
Rusia nunca es tan fuerte ni tan débil como parece, y en este sentido la guerra entre EEUU y Rusia que se libra sobre territorio ucraniano, en la que Ucrania pone los muertos y Europa el suicidio económico, puede resumirse como la guerra en que ambos bandos infravaloraron al enemigo.
El primero en infravalorar al enemigo fue Rusia. En efecto, su blitzkrieg inicial, cuyo objetivo nunca fue conquistar Ucrania sino quebrantar la voluntad de lucha ucraniana e intimidar a su gobierno para lograr una rápida capitulación, fracasó al encontrarse con una resistencia insospechada. La mayor sorpresa fue una Europa beligerante que facilitó la entrega masiva de armamento y acordó sanciones disparatadamente autolesivas. Sin duda, Putin no contaba con el suicidio de la UE (ni con el de Ucrania).
Como se deduce del escaso número de efectivos iniciales, la estrategia rusa no se centraba en consolidar ganancias territoriales sino en debilitar la capacidad ofensiva del ejército ucraniano y procurar su rendición con la menor lucha posible (Sun Tzu: “el arte supremo de la guerra es someter al enemigo sin luchar”).
Inicialmente la capitulación ucraniana probablemente implicaba no entrar en la OTAN, respetar los Acuerdos de Minsk suscritos bajo los auspicios de Francia, Alemania y la OSCE sobre la autonomía del Donbass (incumplidos por Ucrania, con el apoyo estadounidense) y aceptar como fait accompli la incruenta anexión de Crimea por parte de Rusia. Recordemos que en los últimos 250 años Crimea siempre perteneció a Rusia y sólo pasó a Ucrania en 1954 como regalo administrativo de Kruschev dentro de la propia URSS.
Putin contaba – y quizá siga contando – con un cambio de gobierno en Ucrania. Para ello era clave distinguir entre el pueblo ucraniano y el “régimen de Kiev” y minimizar las bajas civiles de un país eslavo tildado de “hermano”, evitando bombardeos indiscriminados o la destrucción de núcleos urbanos en la medida de lo posible.
Así, contrariamente a lo que afirmaron los medios occidentales, Rusia nunca entró en Ucrania a sangre y fuego ni con una estrategia de conmoción y pavor – como sí hizo EEUU en Irak y Afganistán, por ejemplo, o la propia Rusia en la segunda Guerra de Chechenia.
Incluso ahora que ha empezado a mostrar que puede destruir en pocos días una parte importante de la infraestructura civil del país (y que si no lo había hecho hasta ahora era porque no quería), Rusia ha seguido utilizando bombardeos de precisión. No lo hace por humanidad, sino por estrategia.
Si Rusia infravaloró a su adversario al comienzo del conflicto, EEUU ha infravalorado la capacidad de resistencia rusa a su batería de sanciones.
En efecto, las sanciones impuestas por USA (United ‘Sanctions’ of America) y por la UE, en su obediencia perruna al amo americano, no han propiciado el desplome de la economía rusa. A pesar de la ilegal congelación de sus reservas de divisas (un peligroso precedente), Rusia prevé tener una recesión de sólo el 3% del PIB, su inflación se mantiene en el 12% (inferior a la de la mitad de los países de la UE), su tasa de desempleo ronda el 4%, su déficit presupuestario previsto es del 2% del PIB con una deuda pública del 12% del PIB y el rublo sigue más alto que al comienzo de la guerra.
Estos daños pueden ser calificados de leves y el arsenal de sanciones está ya agotado: Rusia sigue vendiendo sus materias primas al resto del mundo que no ha apoyado a Occidente en este conflicto (90% de la población mundial), y las empresas rusas están comprando a precios de saldo los activos que las empresas occidentales se ven obligadas a abandonar por imperativo político.
El otro objetivo era debilitar a Putin y provocar un cambio de régimen, una especialidad tan norteamericana como la hamburguesa. Sin embargo, Putin sigue siendo enormemente popular en Rusia, donde el apoyo a la “operación miliar especial” supera el 72% aun tras la movilización[1]. La xenófoba rusofobia puesta en marcha por Occidente parece haber servido para galvanizar dicho apoyo.
En conclusión, tanto las sanciones económicas (que han hecho mucho más daño a Europa que a Rusia) como la esperanza de que el autócrata ruso fuera defenestrado han fracasado.
¿En qué situación bélica nos encontramos ahora? Las cifras de bajas reconocidas por uno y otro bando no son fiables, y las “estimaciones” de bajas rusas provistas por las autoridades occidentales deben tomarse con escepticismo, pues se ofrecen exclusivamente a efectos propagandísticos.
Esto no es nuevo. Cuando durante la II Guerra Mundial Alemania arrolló a las tropas inglesas en Yugoslavia y Grecia en 1941, los periódicos británicos quisieron atenuar el efecto de la derrota en la opinión pública dando a entender que los alemanes habían pagado un elevadísimo precio por su victoria.
Así, “calcularon” las pérdidas alemanas en más de un cuarto de millón de hombres, mientras el gobierno británico reducía la cifra a “unos 75.000”. Las estadísticas mostraron posteriormente que los alemanes habían sufrido escasamente 5.000 bajas[2]. Así de basta es la propaganda en tiempos de guerra.
Con el mismo escepticismo tenemos que tomar la retahíla de afirmaciones grotescas de los medios: las manifestaciones masivas en Rusia contra la guerra, la extrema debilidad del ejército ruso (que contradice la también ridícula afirmación de que Rusia pretendía conquistar media Europa del Este tras Ucrania) o el cáncer y el Párkinson de un Putin desequilibrado por el aislamiento covid (¡un gélido coronel de la KGB perdiendo la cabeza por “aislarse” entre el Palacio del Kremlin y sus dachas!).
También entrarían en la misma categoría pueril la caracterización siempre malvada de los rusos frente a la santidad de los ucranianos, la posibilidad de usar armas químicas o nucleares, y un largo etcétera, una sarta de tonterías que, precisamente por serlo, logran el apoyo entusiasta de los periodistas.
El potencial uso de un arma nuclear “táctica”, recientemente reciclado, no encaja. Antes veríamos bombardeos sistemáticos y la reducción a escombros de ciudades enteras para minar la voluntad de lucha ucraniana.
Además, los misiles nucleares no suelen tirarse justo al otro lado de la valla, es decir, al lado de tu frontera, ni contra un pueblo “hermano”, ni donde están tus propias tropas. Son armas disuasorias frente a enemigos lejanos y contra ataques que supongan un peligro existencial para el país, y son mucho más útiles como amenaza que como realidad.
En Ucrania los amplios frentes obligan a dispersar las fuerzas y permiten efímeras victorias si un bando las concentra adecuadamente. Aún así, se han mostrado más o menos estables desde hace meses, con la excepción de la pírrica “contraofensiva” ucraniana en el norte, que logró ganar unos pocos kilómetros de profundidad a costa de sufrir graves pérdidas, y el repliegue de Rusia al otro lado del río Dniéper en Jersón, adelantado ya hace semanas por el nuevo comandante en jefe ruso en Ucrania, general Surovikin[3].
Da la sensación de que Ucrania quiere ganar la guerra de la propaganda más que la guerra en sí misma. Rusia perdió la iniciativa hace meses, pero parece haber adaptado sus objetivos tácticos a una nueva estrategia más realista. En este momento no tiene prisa y parece aceptar el trueque de perder un poco de territorio a cambio de preservar sus tropas y “triturar” (sic) metódicamente las unidades ucranianas atacantes enviadas al matadero.
Con una estrategia defensiva el ejército ruso es imbatible. Además, se acerca el invierno, que en esa zona implica máximas inferiores a los cero grados durante casi tres meses[4], y Rusia siempre ha tenido al general invierno de su lado. ¿Quién tiene el fuel? ¿Cómo van a afrontar los ucranianos el frío estepario?
El fracaso de la estrategia inicial rusa y su lentitud en reconocerlo son cosa del pasado. Rusia ha llamado a filas a 300.000 reservistas, aunque la cifra real sólo la saben ellos. Se ha hablado en Occidente de la lógica impopularidad de esta leva, pero ¿creen ustedes que en Ucrania los jóvenes corren a alistarse en los centros de reclutamiento? ¿Qué porcentaje de la diáspora ucraniana ha vuelto a su país para defenderlo?
Al valiente le gana el temerario; al temerario, el impredecible; y al impredecible, el implacable. Resulta imposible creer en una derrota rusa definida como una retirada a las fronteras anteriores a febrero: si el implacable Putin no puede permitirse perder, no perderá.
Rusia goza de la ventaja de la proximidad, tiene una población tres veces superior a Ucrania, está considerada la segunda potencia militar del mundo (Ucrania era la número 22[5]), posee muchas mayores reservas que Ucrania y tiene mucha mayor motivación que su verdadero adversario, Occidente, que ya sufre el cansancio de la guerra.
Además del general invierno, Rusia también cuenta con el general inflación y con la fragilidad de las mentiras en que se ha apoyado la intervención occidental. En definitiva, Rusia es menos débil de lo que aparenta y Ucrania menos fuerte de lo que nos hacen creer. El ataque al puente de Crimea es un ejemplo de la debilidad ucraniana: no pudo atacarlo con misiles, cohetes, aviones o helicópteros, sino con un patético camión bomba.
Contemplemos por un momento un hipotético escenario alternativo. Hace tiempo que el pico de ayuda militar occidental ha quedado atrás y una parte de las armas enviadas se ha perdido en el cenagal de corrupción ucraniana para acabar en manos de delincuentes y terroristas, como ha denunciado Finlandia[6].
Las tropas ucranianas están exhaustas y habrían llevado todas las reservas al frente para lograr una mínima victoria que les permitiera mejorar su posición negociadora y continuar cultivando una fatua esperanza de victoria en la opinión pública occidental.
En su propio país, el gobierno ucraniano, probablemente tan corrupto como los precedentes, se encontraría entre la espada y la pared. En un lado estarían los que quieren la paz, horrorizados ante la destrucción causada por la inmoral insensatez del gobierno, peón de EEUU. En el otro estarían los fanáticos partidarios del “victoria o muerte”, cuyo pasado o presente neonazi quizá explique que Israel se haya negado reiteradamente a ayudar a Ucrania.
Las nuevas tropas rusas, frescas y bajo un nuevo mando, podrían estar concentrándose para realizar una contraofensiva invernal que extenuara al ejército ucraniano doblegando su voluntad de lucha y definiendo las nuevas fronteras. Probablemente el río Dniéper marcaría la frontera en el sur (dos tercios de la región de Jersón quedan al este del Dniéper).
EEUU sería consciente de la posibilidad de un colapso del frente ucraniano en este escenario y estaría presionando a los ucranianos para negociar. Simultáneamente podría estar amenazando a los rusos con enviar tropas a Ucrania si su contraofensiva es demasiado exitosa.
Para justificar ante su propia opinión pública una involucración directa tan peligrosa, los norteamericanos necesitarían de un empuje propagandístico como el de Bucha. Tienen mucha práctica, desde el hundimiento del Maine para la guerra de Cuba al incidente del Golfo de Tonkin para la de Vietnam o el “descubrimiento” de armas de destrucción masiva en Irak.
Así cobraría sentido la denuncia preventiva de Rusia ante la ONU sobre la supuesta preparación de un atentado ucraniano de falsa bandera con una explosión con materiales radioactivos del que se culparía a Rusia con la habitual algarabía mediática.
Ignoro si éste será el estado real de las cosas, pues “el arte de la guerra se basa en el engaño” (Sun Tzu). En tiempos modernos, al engaño en la batalla se une la mentira constante de la propaganda, así que, como libertad y verdad van unidos, si queremos conservar nuestra libertad tendremos que mantener un escepticismo axiomático frente a las versiones oficiales del poder y los medios. Después del covid, ¿aún necesitan convencerse?
Últimamente se ha puesto de moda en este gigantesco montón de guano que es Occidente, que unas pandillas de niñatos tarados, muestren su insolencia de pijos malcriados, atacando obras de arte en los más importantes museos de Europa.
No debería sorprendernos que acciones de este tipo se hagan comunes en medio de una sociedad degenerada y enferma, presa de una especia de totalitarismo social basado en un supremacismo moral repugnante, donde los más putrefactos residuos humanos pretenden imponer al resto sus chaladuras, algunas de ellas, claramente criminales.
Además de tener que aguantar a unos activistas esperpénticos, los ciudadanos deben soportar igualmente a toda una tropa de facinerosos que les ríen las gracietas, los justifican o resaltan su “capacidad” para llamar la “atención del grave problema del cambio climático” ocupando el foco mediático, sobre todo después de que dos “activistas” de la organización 'Just Stop Oil' arrojaran sopa de tomate contra el cuadro 'Los girasoles' de Van Gogh a mediados de octubre en la Galería Nacional de Londres y fijando sus manos a la pared con pegamento, amenazando al único obrero que había en el museo con denunciarle si les hacían daño al “despegarlas de la pared”. Este era el percal “progre” de las dos mamarrachas. Pero…
¿Quién está detrás de estas “organizaciones”?
Pues aparece el apellido de un viejo conocido: Getty. Aileen Getty es nieta de J. Paul Getty, y como recoge ArtNews, fundador de Getty Oil, una empresa estadounidense de comercialización de petróleo. La heredera nunca ha trabajado en la industria petrolera y es una activa “filántropa” que en 2019 participó en la fundación del Fondo de Emergencia Climática, que proporciona subvenciones a grupos de protesta -entre otras a la conocida “científica” del clima Greta Thunberg- que buscan disminuir el uso de combustibles fósiles, recurriendo para ello incluso a eso que ellos llaman desobediencia civil y que no es más que puro vandalismo, que luego tienen que limpiar obreros sacrificados y ponen en peligro obras de arte de un valor incalculable..
Unos meses antes del incidente del Museo de Londres, la ricachona heredera donó un millón de dólares al fondo, después de lo cual su perfil de patrocinadora climática, junto con otra magnate del petróleo de “ilustre apellido” también, Rebecca Rockefeller Lambert, fueron aireadosen agosto de este año por The New York Times.
Tras el incidente con la emblemática pintura del artista neerlandés, ocurrido el 14 de octubre, Getty publicóun artículo de opinión en la revista británica The Guardian en el que reconocía su papel en la financiación del activismo climático y solicitaba un cambio sistémico enfocado hacia las energías limpias. En este sentido, recalcaba que apoya la labor de los jóvenes que se dedican a la desobediencia civil “legal no violenta". No es para reírse… que un personajillo cuyo único valor es su cuenta corriente heredada, considere que es “legal” atentar contra una obra de arte, perjudicar a los ciudadanos que visitan un museo, generar gastos por los daños causados y dar una penosa imagen del movimiento ecologista, diga que eso es “legal”, solo denota que es un homínido sin educación, soberbio y acostumbrado a hacer sus caprichos sin tener en cuenta las consecuencias. Es decir, un detritus social, un residuo humano, un gólem…(*)
El artículo publicado por The New York Times este pasado mes de agosto revelaba que detrás de muchas de las organizaciones ambientalistas se encuentran herederos de las dos familias estadounidenses que se hicieron ricas gracias al petróleo: los Rockefeller y los Getty. No sabemos si hijos y nietos de estos millonarios petroleros quieren lavar su conciencia por el daño provocado al medio ambiente por sus antepasados. O bien, simplemente quieren hacer negocio y han encontrado en el “ecoactivismo” una gran oportunidad, siguiendo la tendencia familiar. Y para ello financian dos grandes estructuras “sin ánimo de lucro”: el Fondo de Emergencia Climática y la Campaña Ecuación.
A su vez, estas dos organizaciones, sostienen docenas de asociaciones ecoactivistas que actúan principalmente en Estados Unidos, Canadá y Europa, sustentadas económicamente con el dinero de los hijos de estas dos grandes familias petroleras de Estados Unidos.
El Fondo de Emergencia Climática, fundado en California en el año 2019 ha recibido, como ya hemos señalado, hasta un millón de dólares de parte de Aileen Getty. Por su parte, la Campaña Ecuación se fundó en el 2020 y brinda apoyo financiero y defensa legal a las personas que viven cerca de oleoductos y refinerías. Esta asociación nació con el salvavidas financiero de nada más y nada menos que 30 millones de dólares, que se irán distribuyendo a lo largo de 10 años, entregados por dos miembros de la familia Rockefeller (Rebecca Rockefeller Lambert y Peter Gill Case), herederos de John D. Rockefeller, fundador de Standard Oil allá por el año 1870 y primer multimillonario de los EEUU.
Realmente, no hay de qué sorprenderse. Ya denunciamos en su día los intereses detrás del “consorcio” Greta Thunberg, el chiringuito que se montó Al Gore o las maniobras financieras siniestras de los Bill Gates y su banda.
Lo novedoso es el salto cualitativo que significa pasar de la manifestación, la sentada o la protesta, al vandalismo contra lo más sublime que han dado las sociedades civilizadas, como es el Arte. Ya sentíamos estos nubarrones siniestros cuando se extendió la “cultura de la cancelación” (vamos, la censura y la destrucción de símbolos y estatuas) o la eliminación del arte y la literatura rusa por parte de los grandes criminales de la Humanidad como consecuencia del conflicto en Ucrania.
Pero en el pozo de la ignominia y la infamia siempre es posible bajar una planta más. Y los gólems la han bajado, llevándonos a todos un poco más cerca del Averno ante la casi nula capacidad de reacción de unas sociedades zombis, acobardadas por unas piltrafas humanas que solo tienen valor para empuñar un bote de sopa de tomate. Realmente, da asco ser testigo de todo este espectáculo ridículo tan lleno de podredumbre y miseria moral.
La parte más infernal de toda esa puesta en escena de los seres oscuros que atentan contra la obra de arte es su proclama: “¿Qué es más importante, el Arte o la vida?”.
En una sociedad de eunucos mentales como la posmodernidad occidental, una gran mayoría clamará de forma histérica e irracional que la vida es lo más importante, casi lo único importante, podría decirse. Es una muestra de la incapacidad para concebir nada más allá de una miserable existencia condenada a una muerte segura, por mucho que la técnica intente alargar unos procesos biológicos que se agotan en su finitud material.
Las taradas de la sopa de tomate parecen no ser conscientes que en un instante de tiempo que es menos que un chasquido de dedos a escala cósmica, estarán pudriéndose bajo tierra. Pero la obra de arte que simbólicamente intentaron destruir seguirá impactando en las almas que quienes la sigan contemplando.
El último hombre de la posmodernidad es ya incapaz de captar en nuestra cultura el sentido de la obra de arte como expresión de lo Sagrado. Una de las condiciones fundamentales de la felicidad es saber que todo lo que uno hace tiene un sentido eterno; pero ¿quién puede todavía concebir, hoy en día, una civilización en la que todas las manifestaciones vitales se desarrollen «a imagen del Cielo»? Por eso, el hombre actual es un infeliz metafísico.
El Arte, al recapitular la creación en sus obras, demuestra la naturaleza simbólica del mundo, y de este modo libera al espíritu humano de su adhesión a los «hechos» brutos y efímeros. Toda obra de arte es realizada por imitación de lo Sagrado, «ya se trate de un elefante de barro cocido, de un objeto de cobre, de un vestido, de un objeto de oro o de un carro de mulas» dice la tradición hindú.
El artista realiza en su obra ciertos aspectos de sí mismo; los proyecta, por decirlo así, fuera de su ser. Ahora bien, en la medida en que esta objetivación refleje el trasfondo de su ser, adoptará un carácter puramente simbólico. El artista sabe: esta forma soy yo mismo, y sin embargo yo soy infinitamente más que esto, sabe también que es Dios quien Se expresa a través de su obra, de modo que ésta a su vez está por encima del ego débil y falible del hombre.
El Arte es ante todo la manifestación de lo Sagrado en la belleza y la regularidad del Cosmos, que se refleja en la armonía de lo múltiple, en el orden y en el equilibrio. Llegar a lo Sagrado a partir de la belleza del mundo es la sabiduría. Por ello, se puede afirmar que el Arte se fundamenta esencialmente en la sabiduría, o en la ciencia, que no es otra cosa que el depósito formulado de la sabiduría. La finalidad del Arte es hacer participar al hombre, al mundo en la medida en que está formado por el hombre, en el orden que manifiesta lo Sagrado. El arte clarifica el mundo, ayuda al espíritu a desapegarse de la multitud turbadora de las cosas para remontarse hacia lo espiritual. Todo ello hace que la obra de arte sea mucho más que el artista, ser humano, limitado y finito. La obra de arte, en cambio, es eterna.
¿El Arte o la vida? Sin duda, el Arte.
* Un gólem es una personificación, en la mitología judía de tradición asquenazi, de un ser fabricado a partir de materia inanimada (normalmente barro). En hebreo moderno, el nombre proviene de la palabra "guélem" (???, gélem), 'materia'.
La sociedad culta rusa, atónita por la noticia, respira con dificultad, como si le hubieran dado un puñetazo en el plexo solar. No puede pronunciar una palabra, le faltan palabras. "Movilización", "ley marcial", "saqueo", "deserción", "incumplimiento de una orden"… conceptos olvidados del pasado, palabras de antiguos pergaminos han regresado nuevamente.
A pesar de que Rusia nunca ha dejado de luchar (las guerras de Chechenia, la CTO del Cáucaso, Georgia, Siria, 8 años de Donbass, las expediciones africanas de Wagner), para la gran mayoría de los rusos esto simplemente no existió.
No existía hasta tal punto que "no servir" en el ejército para los niños urbanos se convirtió en la norma. Y la llamada se volvió exótica, algún fracaso grave en la educación, problemas en la familia…
Pero ¿por qué engañarse a uno mismo? La guerra es como la muerte. No importa cuánto te prepares, siempre estarás desprevenido. La guerra simplemente llega y dice en un tono que no deja lugar a dudas: "¡Adelante!".
Rusia se prepara para la guerra
Durante muchos años el mundo global ha estado esperando una catástrofe, un colapso en grandes regiones por las contradicciones sistémicas del unipolarismo y el globalismo. En los próximos 5 a 7 años, el recurso clave será la seguridad, la capacidad de protegerse y brindar protección a sus aliados/vasallos, lo que no requiere dinero, sino ejército, marina y complejo militar-industrial. Tal desarrollo de eventos en el mundo es una oportunidad para Rusia, una oportunidad para devolver todo lo que ha perdido en las últimas décadas y aún más. A la luz de esto, el paso dado por Vladimir Putin hoy era necesario y oportuno para un contexto estratégico más amplio.
La movilización en el contexto de las tareas para liberar Novorossia y convertir las partes restantes de Ucrania en un territorio salvaje, era cada vez más evidente. El verdadero efecto en las operaciones de combate se verá en unos meses, cuando los llamados sean entrenados y se levanten como una segunda capa de defensa, liberando otras unidades de combate más ofensivas. Agreguemos a esto una instrucción para desplegar capacidades adicionales en el complejo militar-industrial, que es un proyecto a largo plazo.
Hay que esperar un punto de inflexión cualitativo y obvio en los eventos en Ucrania a fines del otoño de 2022. Por un lado, el régimen de Kiev se verá privado de la mayor parte del equipo acumulado y las tropas entrenadas, el ejército ucraniano ya ha superado el punto máximo de sus actividades de despliegue y movilización con el actual suministro de armas de Occidente, en el contexto de la crisis económica que se desarrolla aquí. Por otro lado, el ejército ruso, que está mucho más equipado, se desplegó formando el segundo y tercer nivel de defensa estratégica, con unidades experimentales de combate liberadas para la ofensiva y comenzando a movilizarse el complejo militar-industrial.
En 2023, en su mayor parte, la lucha será operativa, despejando y separando Novorossia de Kiev, rompiendo al enemigo con pérdidas mínimas. Está claro que los militares siempre van a lo seguro y lo hacen con margen, pero la escala de los hechos supera las necesidades. Lo que está sucediendo es la preparación para eventos en otras regiones potenciales: Kazajstán/Asia Central y Transcaucasia. En tal situación, Rusia tiene suficientes fuerzas militares para todas las tareas.
Uno tiene la sensación de que Rusia no acelerará la derrota final de Ucrania y los mercenarios e instructores de la OTAN que acuden en su ayuda, alargando los acontecimientos para todo 2023, porque el principal objetivo estratégico es crear un ejército listo para el combate capaz de realizar simultáneamente operaciones en varios frentes durante los próximos años.
En Rusia también deben supervisar la situación interna, ya es hora de pasar a la movilización interna y comenzar a depurar liberales (siempre traidores).
Y, sí, Ucrania ha dejado de ser un objetivo estratégico, pero se ha convertido en una de las tareas para resolver el objetivo real: entrar en el nuevo mundo de la realpolitik y empezar a crear su propia pan-región, ahora militarmente...
Putin nuevamente ha sido muy claro:
“Nuestro país también tiene varios medios de destrucción, y en términos de componentes individuales, más modernos que los de los países de la OTAN.
Con una amenaza a la integridad territorial de nuestro país, para proteger a Rusia y a nuestro pueblo, utilizamos todos los medios a nuestro alcance, esto no es un farol.
Los ciudadanos de Rusia pueden estar seguros de que la integridad territorial de nuestra Patria, nuestra independencia y libertad serán aseguradas con todos los medios a nuestra disposición.
Aquellos que intentan chantajearnos con armas nucleares deben saber que la Rosa de los Vientos también puede girar en su dirección”.
El ministro de Defensa ruso no se ha quedado atrás: "No estamos en guerra con Ucrania, sino con el Occidente colectivo": los principales líderes Rusia declaran oficialmente por primera vez lo que hemos estado escribiendo en este medio durante meses.
Lo primero que destaca significativamente en el discurso del Presidente y el Ministro de Defensa de las declaraciones del 24 de febrero es que ya nadie habla de la desmilitarización y desnazificación de Ucrania, la máxima dirección de Rusia admite oficialmente que hay una guerra con la OTAN, aunque sea híbrida.
También se ha escrito repetidamente sobre el hecho de que todos los servicios y sistemas de inteligencia de la OTAN están trabajando para Ucrania, que en el conflicto moderno es muchas veces más importante que las armas.
Aparentemente, en un futuro cercano, el término “operación militar especial” pasará a un segundo plano. Los juegos han terminado. Rusia está en guerra, en guerra con el Occidente colectivo, no con Ucrania. Ha llegado el momento de la sobriedad y la toma de conciencia que una parte importante de la sociedad trató de retrasar hasta el final.
Ya no habrá tantas caras sonrientes en el metro de Moscú. Rusia finalmente está comenzando a actuar en serio.
Algunas reflexiones de Scott Ritter, el experto estadounidense
Uno de los analistas más agudos de lo que viene sucediendo es el oficial norteamericano Scott Ritter. Hace unas horas decía esto sobre el decreto de movilización “representa una nueva fase en el conflicto ruso-ucraniano, es decir, el hecho de que Rusia está luchando contra la alianza de la OTAN y no solo contra Ucrania.
Para responder a esta amenaza, Rusia está creando una nueva realidad propia, a saber, la transición de una lucha en la que Rusia trabajaba con aliados y operaba en suelo extranjero, a Rusia defendiendo la patria. La movilización parcial se lleva a cabo en paralelo con los referéndums políticos que verán el Donbas y otros territorios ucranianos absorbidos por la federación rusa.
Esta absorción alterará fundamentalmente los fundamentos jurídicos del conflicto. Si bien los referéndums que se están considerando actualmente solo afectan las tierras bajo la actual ocupación rusa, Putin habló de la necesidad de liberar a toda la “Novo Rossiya” del yugo de la tiranía ucraniana.
Creo que la absorción del territorio ucraniano se ampliará en algún momento para incluir Odessa y Kharkov.
Creo que veremos una pausa estratégica mientras Rusia completa su movilización parcial. Esta pausa estará marcada por intensos combates, ya que Ucrania intentará interrumpir los referéndums y alterar la geografía del campo de batalla. Pero una vez que Rusia consolide políticamente el nuevo territorio y acumule la capacidad militar necesaria, creo que estamos considerando la destrucción física de la nación ucraniana como el final de este conflicto.
También creo que no hay nada que la OTAN pueda hacer para alterar esta realidad”.
Lo más triste: Ucrania se sacrifica en interés de la OTAN
En los meses anteriores, el mando operativo de las tropas rusas permitió detener todos los contraataques de Kiev, mostrando claramente la tendencia a aplastar al enemigo con fuerzas limitadas y profesionales, sin permitir que los ucranianos tomaran la iniciativa. Cerca de Kharkov, se reunieron más fuerzas de las que las reservas rusas podrían eliminar en un tiempo limitado. El enemigo fue a por todas, pero descubrió cuánta mano de obra se necesitaba para derrotar la defensa rusa con sus cuerpos.
Creo que la "estrategia del sacrificio", que es la guerra hasta el último ucraniano, se convertirá en el sello distintivo de Kiev/Occidente. Rusia necesita hacer que tal volumen no tenga sentido estratégicamente, de modo que las pérdidas de Kiev cada vez sean mayores que el beneficio de tal estrategia.
No era realista para Rusia reducir el campo de lucha, ya que Kiev y Occidente han demostrado claramente que no hay restricciones para ellos, el bombardeo sistemático de la central nuclear de Zaporizhia era un claro indicador. Se hacía necesario llevar más recursos al teatro de operaciones.
Hasta ahora, solo un 10% de las capacidades militares rusas estaba directamente involucrada en las operaciones. Era necesario no solo aumentar el contingente, sino también reconstruir la economía, para finalmente depurar a las élites, especialmente a las que sabotean. No solo había que hablar de movilización militar, sino de sacudir a la sociedad ...
Hay tres opciones estratégicas: acumular recursos, ampliar el espacio estratégico o atacar en otros lugares y devaluar los éxitos del enemigo. La ampliación del espacio estratégico se dio con el anuncio de la adhesión de las repúblicas populares y las regiones liberadas a Rusia.
A continuación, habría que esperar un fuerte golpe a mediados de otoño, cuando caiga la vegetación, lo más probable es que hablemos de Nikolaev y Odessa, y este es el golpe más fuerte: aislar a Kiev de su salida del mar. Y después del referéndum, Zaporozhye puede ser completamente liberada y Dnepropetrovsk no está muy lejos.
Aparentemente, los países clave de la OCS son conscientes y dan su apoyo.
El complejo militar-industrial ruso ya recibió la orden de desplegar capacidades adicionales, lo que significa que nos estamos moviendo hacia 2023 y entrando en un período de inestabilidad militar en todo el mundo. Más todavía...
Hoy nos despertamos en un mundo nuevo. Las medidas que tomó Rusia eran previsibles, pero nosotros mismos teníamos miedo de decirlo. En Ucrania, Rusia luchó con una mano atada a la espalda, tratando de lidiar con un gran estado industrial apoyado por todo el Occidente con la ayuda de voluntarios y milicias. Esta lógica ha seguido su curso. La lucha ya no es por unos kilómetros cuadrados, sino por la existencia misma de un mundo nuevo.
Despertar en un libro de historia sigue siendo un placer. Y ya no hay vuelta atrás.
Fui niño de los sesentas, de aquellos que los padres, con todo su cariño, dejaban torrarse al sol de Benidorm mientras se iban a comer su arroz a banda. Que deliciosa vida aquella tipo “día de la marmota”. La piel se nos caía a jirones a todos, año tras año, a la vuelta del verano, pero aquello era lo de menos. La familia era siempre ese refugio sublime, eterno y tremendamente humano, esa estructura sólida donde se nos reían las gracias, se nos alababa a la vez que se forjaba en nosotros una educación en valores, esfuerzo y honra a nuestros padres, antepasados y a España.
Han pasado muchos años. Crece la sabiduría y van sobrando las canas, pero el espíritu que nos inculcaron entonces permanece y nos hace tan fuertes que a veces me pregunto si mi mente se ha enterado de que pasan los años, porque lo que es mi cerebro, nada de nada. El poder de la intención de muchos de nosotros prevalece y nos hace sentirnos veinteañeros. Es a la luz de ese poder infinito que me atrevo a afirmar que es hora de hablar claro y de plantarse. Esta no es nuestra guerra. La Unión Europea sigue, sin pestañear, lo que el binomio angloamericano le dicta, alimentando de armas y atizando el conflicto para hacerlo perdurar. Continúa introduciendo sanciones que sólo pueden destrozar la competitividad de toda la industria europea, ante el resurgir económico y competitivo de Estados Unidos con sus nuevos mercados de exportación y su ahora garantizada venta de armas. Pero también ante el orgullo lógico de Rusia y de todo un pueblo admirable que se ve cada vez más parte dinámica de un conglomerado de potencias emergentes que representan a una mayoría de la población mundial. Ante esta situación, la paz debe imponerse ya en Europa si no queremos sumirnos en ese caos que tanto le atrae a las mentes globalistas pervertidas de Davos.
Me temo que ya no basta con escribir o leer más artículos y divagar mientras todo arde a nuestro alrededor. No crecimos para someternos a amenaza totalitaria alguna, venga de donde venga. España y Europa están en llamas y los españoles no podemos seguir tapándonos los ojos mientras otros escriben nuestro futuro. La Unión Europea muestra, hoy más que nunca, su debilidad más cruenta y, como en el juego de la gallinita ciega, esa Europa que alguna vez fue proyecto ilusionante, da vueltas y más vueltas al ritmo que le dicta un maldito poder unipolar angloamericano en decadencia que se transforma día a día en tumor maligno de la sociedad occidental. El conflicto en Ucrania demuestra claramente que tenemos al enemigo angloamericano en casa y nadie se atreve a hacerle entrar en razón. ¿Nos habremos vuelto cobardes, o es que la estupidez digital ha hecho demasiada mella en nosotros? Porque si no reaccionamos, se nos viene todo a abajo de un plumazo.
Es cada vez más evidente que la hiper-globalización que tan alegremente abrazamos a finales del siglo XX está fracasando. Concentración acelerada de beneficios en grandes conglomerados, desaparición de la clase media y creación de una inmensa bolsa de humanos con salarios cada vez más exiguos, candidatos a renta mínima, o sin esperanza en encontrar trabajo alguno. Es necesario reconsiderar los pilares de nuestro sistema capitalista liberal y repensar la globalización en un mundo que inevitablemente se desplaza hacia la multipolaridad. El nuevo “Bretton Woods” deberá ser algo muy diferente, con una visión más amplia y bajo una óptica de mutuo beneficio entre naciones que no deben considerarse enemigas, sino parte de un todo que debe elevar a los seres humanos del planeta a una vida mejor. Es éste el paso crucial que debemos dar cuanto antes para evitar el caos.
Antes de ese paso crucial, debe darse otro más urgente aún, porque esta sembrando de muerte y desesperanza todo lo que toca. Se trata de la visión unipolar angloamericana en decadencia que desarrolla en occidente una ingeniería social despiadada de manos de sus esbirros globalistas. Estos últimos, carentes de legitimidad democrática alguna, privatizan las instituciones y todo lo público a nivel nacional e internacional. Se trata de una visión que se nos ha impuesto definitivamente a los europeos. Ante el pavor de disentir, de tratar de hacerla más multipolar y sembrar un camino de paz, la asumimos como propia con todas sus nefastas consecuencias.
No vale ya argumentar que nuestra defensa nacional, a través de nuestra pertenencia a la OTAN, se pondría en peligro si no seguimos ese maldito Diktat. La OTAN acaba de sellar en la Cumbre de Madrid su más vergonzosa actuación, llevándonos a declarar definitivamente a Rusia el enemigo número uno, a señalar a China como el siguiente en la cola y a algo que jamás, como economista y hombre libre pensaría que esa organización podría afirmar: que la maquinaria militar de la OTAN intervendrá allá donde los “intereses económicos” de los países miembros se vean amenazados. ¡Bravo!, Esto representa, ni más ni menos, que el fin de la competencia en el sistema capitalista global. Si usted ve que sus productos pierden competencia en algún mercado, pues no se preocupe que la OTAN irá a destruir, asesinar o provocar cambios de régimen manu militari. Está claro que si todos los países, y en particular Rusia y China, hicieran lo mismo, ya habría desaparecido la humanidad. No, los mercados se conquistan con el conocimiento y las ventajas comparativas, no a fuerza de misiles ni de supuestas “exportaciones de democracia” allá donde peligran los mercados. La OTAN fue ideada como maquinaria de defensa de aliados ante agresiones militares externas. Nunca debería haber pasado a considerar el mundo como su jardín particular, ni a convertir las artes bélicas en fuente de competitividad de las naciones.
Paremos esto ya. Bruselas debe cambiar su prioridad y buscar la paz cueste lo que cueste. Si no quiere hacerlo, que sean, una a una, las naciones que la integran las que se levanten e impongan lo que exige su pueblo soberano: paz, crecimiento y bienestar. Estoy convencido de que vale la pena reducir el sometimiento al control angloamericano, si con ello se puede llegar a la paz de la OTAN con Rusia y a un futuro entendimiento en el marco de un nuevo mundo multipolar. Si se mantiene la situación actual de guerra de facto de la OTAN con Rusia, perderemos todos, pero sobre todo Europa. Por el contrario, buscar la paz a toda costa traerá la estabilidad inmediata de los precios de la energía y reducirá la inflación. Europa se salvará y podrá emprender un camino de paz y equilibrio con sus vecinos, y en especial con Rusia, China y África. Su posición geoestratégica así lo exige y su ambición económica tiene ante sí las puertas abiertas al potencial inmenso del futuro mercado euroasiático y de una energía a costes razonables. ¿Rechazaremos esto a cambio de arrodillarnos ante el camino a ninguna parte del tandem angloamericano? Nosotros, el pueblo español y europeo, como hombres y mujeres libres, tenemos la última palabra.
En un artículo aparecido el pasado marzo en la revista norteamericana de asuntos políticos The Hill, la autora, Ellen Mitchell, se preguntaba por qué Estados Unidos se estaba volviendo cada vez más descarado en su ayuda militar a Ucrania en su guerra contra Rusia. Y el militar retirado y analista político Craig Roberts ha observado recientemente, en la misma línea adoptada por el artículo, que la tibieza de la respuesta de Putin ante las provocaciones occidentales en Ucrania puede desembocar, antes o después, en una guerra mucho más devastadora.
En efecto. Existía una gran incertidumbre inicial acerca del tipo de reacción que ordenaría Putin ante las provocaciones ucranianas en el Donbass. Se esperaban acciones contra los convoyes y líneas de suministros. También sobre infraestructuras básicas de energía y comunicación. Sin embargo, lo que terminó produciéndose fue una “operación militar limitada” que ha puesto sumo cuidado en no dañar las infraestructuras críticas de Ucrania y en minimizar las bajas entre la población civil. Vladimir Putin no quería entrar a sangre y fuego en Ucrania. Ha preferido una acción lenta, paciente y quirúrgica. Aplaudida por algunos como muestra de finura estratégica envolvente. Por otros —como Craig Roberts— criticada, sin embargo, por las consecuencias imprevistas que puede acarrear.
En efecto. La muy medida —para algunos incluso pusilánime— respuesta militar de Rusia ha envalentonado a la coalición anglonorteamericana, que, a la vista de que Putin no desataba una ofensiva devastadora, ha ganado en confianza y optimismo, atreviéndose a un apoyo militar masivo cada vez mayor. El convencimiento en los Estados Mayores británico y estadounidense, y en la cúpula de la OTAN, es que Rusia no va a embarcarse en una guerra a gran escala y utilizando todo su arsenal. Ahora bien: justamente al haberse conducido Rusia de una manera tan medida y circunspecta, los anglonorteamericanos piensan ahora que pueden mantener la guerra en Ucrania de manera indefinida, y con un armamento cada vez más sofisticado y destructivo.
La muy medida respuesta militar de Rusia ha envalentonado a la coalición anglonorteamericana
Los rusos no van a responder con acciones devastadoras. Tal vez hasta que se vean exhaustos, rodeados y acorralados. Y si entonces lo hacen —piensa la OTAN—, pues tantomejor.
La guerra en Ucrania ha colocado a Vladimir Putin ante un dilema muy difícil, si no casi imposible de resolver. Si se muestra prudente y ordena una operación militar de alcance limitado —como ha hecho—, los anglonorteamericanos se envalentonan e intensifican y prolongan la guerra, utilizando a Ucrania como ariete, campo de batalla y proveedora de carne de cañón. Ello conduce a un esfuerzo bélico sostenido para Rusia sin que esté a la vista una verdadera victoria. La sociedad rusa puede irse cansando. Puede ir creciendo la contestación interna contra el liderazgo de Putin. Este escenario no es nada halagüeño para el presidente ruso.
Ahora bien, ¿cuál es la otra opción? Según explica Craig Roberts, lo mejor habría sido haber actuado mucho antes, incluso inmediatamente después de que, en 2014, Estados Unidos propiciara una de sus revoluciones de colores en Ucrania. No permitir que Ucrania fuese armada hasta los dientes por los americanos. Sin embargo, esto no se hizo.
Bien, otra posibilidad. Llegamos al 24 de febrero de 2022. Dice Roberts que Rusia tendría que haber desencadenado una ofensiva mucho más intensa y ambiciosa. Más destructiva, golpeando duramente a Ucrania en el corazón de sus infraestructuras. Eso habría mandado a la OTAN y a los países de la UE un mensaje contundente. Finlandia y Suecia se habrían pensado mucho más el solicitar su ingreso en la Alianza. Atemorizados, los gobiernos europeos no se habrían lanzado alegremente a enviar material militar a Zelensky. Entonces, Estados Unidos tal vez habría dado órdenes al presidente ucraniano de que se sentara a negociar.
Por supuesto, criticar a toro pasado resulta muy fácil. Y, además, existe algo que no debe olvidarse, y que Roberts parece no tener en cuenta. Si Rusia hubiese atacado a gran escala —con la consiguiente multiplicación, entre otras cosas, del número de víctimas civiles ucranianas—, tal cosa en realidad habría correspondido a los deseos occidentales y hubiese entrado enlos planes de la OTAN. Porque ésta quiere que se desate en Europa una guerra a gran escala contra Rusia. Aunque ello implique, incluso, el uso de bombas nucleares tácticas. Estados Unidos quiere destruir a Rusia. Balcanizarla, a la vez que extenúa (con la colaboración de unos gobiernos europeos que están traicionando a sus respectivos pueblos) a las economías de la Unión Europea para beneficio estadounidense. Así que se abren dos caminos para acabar con Rusia: o bien una guerra larga y de provocaciones crecientes contra Rusia (incluidos atentados terroristas como el que mató a Daria Dúgina), o bien una reacción muy violenta de Putin que justificase un ataque masivo de la OTAN contra Rusia, lo que desencadenaría la guerra total en Europa, muy probablemente con uso de armamento nuclear de uno u otro tipo. Hoy estamos asistiendo a la primera opción. Pero la finalidad perseguida por Estados Unidos con ésta es acabar desembocando, antes o después, en la segunda.
Craig Roberts advierte a sus lectores norteamericanos que él no desea la victoria de Putin. Lo que desea —les explica— es que se minimice el peligro de una guerra nuclear entre Estados Unidos y Rusia sobre suelo europeo, la cual produciría consecuencias desastrosas en todo el mundo. Por eso abogaba por esa respuesta contundente de Putin tras el 24 de febrero: para atemorizar a Occidente y alejar el fantasma de una futura guerra nuclear. Sin embargo, Roberts debería darse cuenta de que esa dura respuesta militar rusa que preconiza también podría haber sido utilizada por la OTAN para justificar la apertura general de hostilidades entre Estados Unidos y Rusia.
De modo que, si soy prudente, malo (mi enemigo se envalentona y me provoca cada vez más, como ha sucedido). Y si no soy tan prudente y ordeno un ataque devastador contra Ucrania, incluido el bombardeo masivo de Kiev, entonces seré llamado monstruo sanguinario y criminal de guerra y la OTAN, en vez de moderarse, podrá justificar ante la opinión pública occidental una guerra a gran escala contra Rusia. De manera que no existe para Rusia ninguna solución realmente buena. Y no la hay —entiéndase esto bien— porque la OTAN no tiene intención alguna de negociar la paz. La OTAN quiere, sí o sí, la guerra contra Rusia en Europa. Incluso si eso conduce al uso de armas atómicas. Es que eso también está en elplan.
Es decir, la OTAN está decidida a provocar la guerra. Por su parte, Rusia quiere a toda costa evitar esa guerra total. Como en una partida de ajedrez donde el adversario te acorrala, el presidente ruso se ha quedado sin opciones. Estados Unidos necesita la guerra en Europa a toda costa. Vladimir Putin no quiere tal cosa en absoluto, pero ya tampoco la puede evitar. Roberts cree que Putin tenía una salida. Pero desgraciadamente esa salida nunca ha existido en realidad.
Nos golpea la noticia del asesinato de Darya Dúgina en un atentado terrorista que, como afirmaba María Zajárova, la portavoz del Kremlin, lleva el sello del SBU ucraniano. El destinatario de la bomba era, probablemente, Aleksandr Dugin, el padre de la joven Dasha, pero la fatalidad quiso que él no se subiera al coche después de un festival al que había acudido con su hija. Es probable que los dos tuvieran planes distintos al acabar la celebración, por eso Darya tomó el auto paterno y Dugin la siguió en el coche de unos amigos. En la carretera que conducía a Moscú, el Toyota de Dasha estalló y se convirtió en una bola de fuego. La hija de Dugin falleció en el acto ante los ojos de su padre.
Esto sucede cuando el Capitolio americano debate si hay que declarar a Rusia un estado “terrorista”. Esto pasa cuando la muy anunciada ofensiva de agosto ucraniana, en la que un millón de soldados iban a recuperar los territorios perdidos en febrero, se ha demostrado un bulo, ha quedado en agua de borrajas, en fanfarronada de cocainómano, en exabrupto tabernario de los gángsters de Kíev.
El asesinato de Darya Dúgina, el bombardeo de la central de Energodar y los ataques a la población civil de Donetsk son los únicos “éxitos” recientes que Ucrania puede exhibir en una guerra que tiene perdida. Mientras, la metódica, lenta y cauta acción de las armas rusas libera cada día una cuadrícula del mapa del Donbass y sangra a las tropas de Zelenski de manera implacable y continua. El ejército ucraniano cada vez se parece más a la Wehrmacht del 44 en vísperas de Bagratión.
Aleksandr Dugin era un blanco fácil, desprotegido y famoso, la víctima ideal para un rufián de la catadura de Zelenski, siempre tan atento al impacto propagandístico. Dugin no pertenece al círculo dirigente de Rusia, por más que la prensa atlantista se empeñe en ello, y es bastante crítico con Putin, pero la caricatura imperante en Occidente de “Rasputíndel Kremlin” e “ideólogo” de la campaña de liberación del Donbass lo volvía un blanco perfecto para el histrión que rige los tristes destinos de Ucrania. El FSB ya había desarticulado varios intentos del SBU para asesinar a personajes públicos rusos, el más conocido de los cuales fue el que pretendía acabar con el periodista Vladímir Soloviov; pero la sensación predominante en el interior de Rusia era de seguridad completa: los rusos no tienen conciencia de estar en guerra, la vida cotidiana sigue igual que siempre, sin ningún cambio. Sin embargo, se temía que pudiera pasar algo como lo que sucedió esta noche.
Filósofo, ensayista y geopolítico de fama mundial, Dugin era un objetivo evidente y fácil para el terrorismo ucraniano y es extraño que no se tomara ninguna medida para su protección, como las que se adoptan con un general, un diplomático o un alto cargo. Además, los intelectuales con gran presencia pública siempre han estado en el punto de mira del régimen del Maidán: en abril de 2015, Olés Buziná, un brillante escritor y periodista ucraniano, partidario de mantener los lazos con Rusia, fue secuestrado, torturado y asesinado por los escuadrones de la muerte de Poroshenko; su caso no era sino uno más en una cacería de periodistas y editores “prorrusos” de la que ningún medio occidental se preocupó. El caso de Buziná es célebre por la condición intelectual de la víctima y porque sus asesinos fueron identificados y hasta detenidos, para ser enseguida puestos en libertad por la misma fiscalía que dio carpetazo al proceso por crímenes económicos de Hunter Biden. Ese es el régimen que rige en Kíev y que defienden las democracias liberales de Occidente.
Pero las potencias atlantistas ya son más que veteranas en el uso del terrorismo contra Rusia: en los años 90 Gran Bretaña y Estados Unidos estaban detrás de los atentados de los salafistas chechenos (el idilio de los anglosajones con el extremismo islámico viene de Afganistán, donde nació su criatura predilecta: Al Qaida). Vladímir Putin, al frente de la inteligencia rusa en aquellos años, no sacó las conclusiones necesarias hasta 2007. Nada nuevo bajo el sol: como en Afganistán, en Irak, en Siria y en Libia, América y sus satélites matan, torturan, bombardean y hambrean a sus oponentes, pero los “terroristas” son siempre los otros.
Darya Dúgina ha sido asesinada de una forma especialmente cobarde, que nos recuerda a las bombas lapa de ETA. Desde aquí enviamos nuestro cariño y nuestro pésame a Aleksandr Dugin, pensador al que admiramos, y también hacemos votos para que este crimen no se quede sin una justa retribución.
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, fue objeto de una broma de los dos conocidos bromistas rusos, Vladímir Kuznetsov y Alekséi Stoliarov, apodados 'Vován' y 'Lexus', que se hicieron pasar por su homólogo de Kiev, Vitali Klichkó. En esa “entrevista” Almeida se mostró como un auténtico canalla, ofreciendo un espectáculo patético y lastimoso, que abochorna a cualquier madrileño y español.
Y no, no hay disculpa. No hay disculpa, porque no ha sido una expresión desafortunada o un “calentamiento de boca” puntual. Ha sido una sucesión de afirmaciones que descalifican a este señor para ejercer el más mínimo cargo representativo. Veamos…
En primer lugar, después de tantos y tantos episodios de bromas telefónicas de estos humoristas a presidentes de gobierno, dirigentes políticos, alcaldes y personajes públicos, incluido el monumental ridículo que hizo su compañera de partido cuando era ministra de Defensa en 2017, María Dolores de Cospedal, a la que aseguraron ser miembros de Ministerio de Defensa de Letonia para advertirla que Carles Puigdemont era un espía ruso (alias “Cipollino”), cuesta trabajo pensar que Almeida sea tan tonto y tan “pregonao” de sí mismo, como para tropezar de nuevo en la misma piedra y provocar la hilaridad de la concurrencia.
En segundo lugar, Almeida, alcalde de la capital de España y portavoz oficial del principal partido de la oposición hasta el pasado mes de febrero, ha demostrado ser un completo ignorante. Confundir a Stefan Bandera, líder del nacionalismo ucraniano, colaborador de los invasores alemanes a la URSS durante la II Guerra Mundial y agente de la CIA hasta su muerte, con un icono gay contemporáneo, solo tiene una lectura… este señor no lee ni los periódicos deportivos, políticamente es un analfabeto, ideológicamente para la derecha es una calamidad y para todos los españoles un impresentable. Demuestra una ignorancia muy superior a la de sus adversarios políticos, lo cual, hay que reconocerlo, tiene mucho mérito.
En tercer lugar, hay que ser muy ruin, demostrar muy poca sensibilidad humana y ser muy rastrero ante las imposiciones políticas de los cabecillas belicistas de la OTAN y del régimen liberticida de Zelensky, como para asentir ante el falso Klichkó que está de acuerdo con deportar a los hombres ucranianos en edad militar refugiados en España. ¿Se da cuenta de la barbaridad que dice? ¿Ha pensado que muchas de esas personas pueden estar luchando por sacar adelante a familias con niños pequeños o padres enfermos? ¿O quizás que son pacifistas concienciados y no quieren empuñar un arma? ¿O que, posiblemente, muchos de ellos sean prorrusos u opositores al régimen de Zelensky y no están dispuestos a entregar su vida por una Ucrania que aborrecen? ¿Se da cuenta este personaje que lo que dice puede que esté incluso en contra de las leyes españolas y europeas vigentes? ¿Pero de dónde ha salido o quién ha fabricado este homúnculo?
En cuarto lugar, Almeida demuestra ser un completo miserable al afirmar textualmente que "es necesario castigar a los bastardos rusos aquí en España y en Madrid". Vamos a ver Almeida, Kalikatres Sapientísimo (nada que ver con el auténtico, aquél que decía «No mintáis, dejadlo para los políticos»)… ¿No es Vd, abogado del Estado? ¿No conoce Vd el artículo 510 del Código Penal vigente en España sobre delitos de odio, penados con uno a cuatro años de cárcel? ¿Qué potestad tiene Vd ni nadie para castigar a cualquier persona por su nacionalidad? Vd es solo una figura patética, una más de la clase política española, una fatasmagoría que solo puede provocar pesadillas, mandando sobre un montón de guano y formando parte de unas “élites” que alimentan un régimen moralmente derrumbado y sostenido por un aparato de propaganda totalitario, conformado por unas furcias mediáticas que no han tardado en salir a justificarle con los más disparatados y ridículos argumentos.
Hay que recordar que no hace mucho fue el propio Almeida, “El Miserable”, el que rogaba a la Embajada de la Federación de Rusia traer a Madrid el Museo del Hermitage de San Petersburgo. ¿Entonces no eran bastardos, Excelentísimo Señor alcalde?
¿Y ha pensado su miserable Excelencia que con esas palabras ha ofendido Vd a muchos madrileños y españoles que tenemos relación de hermandad con Rusia o que mantenemos legítimamente una postura equidistante o favorable a Rusia en un conflicto complejo, que viene de años y que ha llegado a este punto porque la Unión Europea, la Gran Puta, ha demostrado no ser otra cosa que una construcción cipaya al servicio de la OTAN y los Estados Unidos? Solo puedo hacerme eco de las palabras que un compañero de su mismo partido dijo tras escuchar sus barbaridades: “Muchos estamos hartos de politicastros del montón. Hartos. Y, ojo: el término "bastardos”, podría ser, ay, notoria injuria. ¿Habría delinquido, entonces, el tal Almeida? Al parecer, me dicen, el tal Almeida ostenta el cargo de alcalde de Madrid: la Capital del Reino de España. Cosa seria. Gravísimo. Mal vamos en el PP con demasiadas personas con poca cabeza. Por último: El tal Almeida habla un pésimo inglés. ¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza!”.
Y en quinto lugar lo peor, lo más grave… darnos cuenta, una vez más, que toda la parafernalia que utilizan los políticos en sus apariciones públicas no es más que una burda fachada. Bonitas y escogidas palabras, poses moderadas de personas serias, enteradas, bien formadas, circunspectas, elegantemente vestidas de marca y recién peinadas… todo falso, cartón piedra, polichinelas de los poderosos que, cuando hablan entre ellos, “en la intimidad”, muestran su verdadero rostro, el de chulos de algarada, macarras de la política, puteros de los intereses, comediantes de salón, tahúres de taberna,… Almeida El Miserable es un arquetipo, un ejemplo, una joya que nunca debe dimitir porque, en sí mismo, es una enseñanza para que los ciudadanos podamos aprender de qué va esto y que la ciudadanía entienda lo que Federico Fellini afirmó hace ya mucho tiempo: “La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural”. Cuando ese pueblo despierte y se de cuenta que el Rey va desnudo, el vendaval arrasará todo este patio de Monipodio en el que nadan, como peces en el agua, personajes de tan baja estatura moral y política como Almeida El Miserable.
No puedo acabar sin recordar un poema de Aleksandr S. Pushkin (que no era un jugador del Real Madrid, Excelentísimo Sr. Alcalde). Se titula "A los calumniadores de Rusia" (1831), dirigido a los diputados de la cámara francesa y a los periodistas franceses, quienes desafiantemente expresaron su simpatía por el levantamiento polaco de 1830 y pidieron la intervención armada en su ayuda. Entonces, como hoy, decía Puskhin: "Europa enojada está atacando a Rusia por el momento no con armas, sino con calumnias diarias y frenéticas". Pero el poeta siempre confió en la disposición del pueblo ruso para defender a su Patria, una lección para todos los rusos sobre cómo amar a su país y creer en su gente. Estos son algunos de sus versos:
¿Por qué os preocupáis, libertinos populares?
¿Por qué amenazan a Rusia con una maldición?
¿Qué les enoja? ¿Los disturbios en Lituania?
Dejadnos en paz: es una disputa entre eslavos,
Una disputa familiar y antigua, ya sopesada por el destino,
Una cuestión que no resolverás.
(…)
Ustedes son temibles de palabra,
¡Pruébenlo en los hechos!
(…)
¿Acaso somos pocos? De Perm a Taurida,
De las frías rocas finlandesas a la ardiente Cólquida,
Del estremecido Kremlin
A los muros de la China inmóvil,
Con sus relucientes cerdas de acero,
¿Acaso no se levantará la tierra rusa?
Así que, libertinos, enviadnos a sus porfiados hijos,
Hay lugar para ellos en los campos de Rusia,
Entre los ataúdes hechos a su medida.
Aplíquese el cuento, Excelencia. Y tenga preparada una mansión en Miami, no sea que un día de estos, el Viento del Este le arrastre al fango del pantano y en los cielos de España brille una Z como señal de liberación de tanta inmundicia.
Ya has entrado en la Historia, Almeida, El Miserable…
La elección de Donald Trump como presidente de EE. UU. en noviembre de 2016 marcó el final de más de cuatro décadas de relativa estabilidad en las relaciones entre EE. UU. y China. Desde entonces, ha sido cuesta abajo todo el camino con apenas una pausa. Han pasado cinco años y hemos visto dos presidentes estadounidenses. Sería una exageración sugerir que las relaciones están en caída libre, pero ahora es evidente que la relación está desquiciada. La previsibilidad ha sido reemplazada por la incertidumbre. La confianza se ha evaporado. Es imposible predecir cuál será el estado de la relación después de las elecciones al Congreso de EE. UU. en noviembre, o después de las próximas elecciones presidenciales en 2024. La enorme incertidumbre en torno a la muy comentada visita de Nancy Pelosi a Taiwán esta semana resumió la naturaleza altamente cargada e intensamente volátil de las relaciones entre Estados Unidos y China.
Ésta es una situación muy peligrosa. La relación ha perdido toda previsibilidad. Donde anteriormente la relación entre Estados Unidos y China se basaba en un entendimiento mutuo profundo y bien establecido y en el respeto por la posición del otro, ahora hay muy poco, a veces aparentemente nada. Las barandillas que impidieron que la relación se desviara repentinamente de su curso ya no están en su lugar, como hemos visto tan dramáticamente durante la última semana más o menos. Lo que hace que la situación sea aún más peligrosa, aterradora de hecho, es el creciente vacío de poder en Estados Unidos. Biden, hasta el último minuto, no parecía saber si su colega demócrata Pelosi iría a Taiwán. Como hemos visto, en dos ocasiones diferentes sus ayudantes intervinieron para tranquilizar a los medios que debían reinterpretar su sugerencia de que EE.UU. vendría a Taiwán.
Es imposible predecir quién podría ser presidente de EE. UU. en 2024. No es difícil, por ejemplo, imaginar el regreso de Trump o alguien peor. Mientras tanto, lo que impulsa el proceso de polarización y fragmentación en los EE. UU. es el declive estadounidense. Es esto, sobre todo, lo que es responsable del creciente desmoronamiento del orden global. Hemos entrado en la era del desorden y la inestabilidad, tanto en los propios Estados Unidos como, por supuesto, en el resto del mundo. Representa una amenaza mortal para la paz mundial. En tan solo unos pocos años, el lenguaje de la guerra, la conquista y el conflicto ha reemplazado al lenguaje de la cooperación y la paz. La idea de guerra se va normalizando progresivamente. Eso significa que hay una probabilidad creciente de que realmente suceda.
No es casualidad que el punto crítico sea Taiwán. Una de las primeras acciones de Trump como presidente fue recibir una llamada de Tsai Ing-wen, la primera vez desde 1979 que un presidente estadounidense habla con un líder regional taiwanés. Incluso comenzó a cuestionar la política de Una China, aunque cabezas más sabias lo disuadieron de seguirla. Uno de los grandes logros del acercamiento Nixon-Mao fue una serie de entendimientos que durante los siguientes 40 años informarían y sustentarían la relación entre Estados Unidos y China sobre la cuestión de Taiwán. Una vez que la relación entre Estados Unidos y China comenzó a desmoronarse después de 2016, era inevitable que la cuestión de Taiwán volviera a convertirse en un tema candente.
Para China, nada es más importante que la devolución de los territorios perdidos y la reunificación de China. Para China esta es una cuestión existencial. A pesar de esto, la República Popular China ha demostrado una gran paciencia desde la ocupación ilegal de la isla por parte de Chiang Kai-shek en 1949. Mao le dejó claro a Kissinger que China sería paciente siempre que se observara estrictamente la política de Una China y que el gobierno taiwanés hiciera lo mismo, no declarar la independencia. Según Kissinger, Mao dijo: "Podemos prescindir de Taiwán por el momento y dejar que venga después de 100 años".
Durante los últimos cinco años, EE. UU. ha estado invadiendo estos entendimientos aumentando las ventas de armas a Taiwán, aumentando las patrullas militares en la región y brindando respaldo diplomático a la isla a través de visitas de políticos estadounidenses. La visita de Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, eleva el listón de la provocación. Desde 1997, una estadounidense de su talla no visitaba la isla. Después de Pelosi, ¿entonces qué o quién sigue? Un patrón está tomando forma constantemente. A medida que la relación entre China y EE. UU. se vuelve cada vez más impredecible, Taiwán se ha convertido, con mucho, en la fuente más peligrosa de tensión y conflicto.
La visita de Pelosi solo servirá para aumentar las tensiones, aumentar las sospechas y aumentar el peligro de un conflicto militar. Pero incluso si la visita no se hubiera producido, no detendría el incipiente proceso de escalada. Los dos países deben reafirmar los principios básicos de su entendimiento compartido y de larga data sobre Taiwán. El peligro de un conflicto militar por Taiwán es ahora mucho mayor que en cualquier otro momento desde la década de 1970. Cualquier conflicto de este tipo sería mucho más grave que si hubiera ocurrido anteriormente porque China ahora es igual a Estados Unidos y un adversario militar mucho más formidable. Es un conflicto que ambas partes deben tratar de evitar a toda costa.
Por Martín Jacques
Miembro senior del Departamento de Política y Estudios Internacionales de la Universidad de Cambridge.
Las Grandes Naciones nacen con verdadera creencia y entusiasmo. Mueren en la incredulidad y el cinismo.
Discurso a los estudiantes en 1939, de Alfred Noyes, escritor inglés (1880-1958)
Bojo the Clown ha dimitido, aunque no se ha ido del todo. Aun así, solo tres días antes de su renuncia el 7 de julio, esta figura autoengañada había declarado que seguiría siendo primer ministro del Reino Unido en la década de 2030. Cada vez que se veía obligado a enfrentar la verdad, comenzaba a jugar al payaso y se escondía detrás de las mentiras.
Es notorio que en los últimos días de su reinado ya no contaba con un asesor de ética, pues había renunciado. Eso fue simplemente porque Johnson no tenía ética, porque no se le aplicaron reglas, es un mero oportunista. Al renunciar, no mostró humildad ni se disculpó por su vida de mentiras flagrantes. Hasta ahora, este colegial narcisista, matón y snob, nacido en el privilegio de la élite británica, que siempre puso su ambición personal por encima de todo, solo ha prometido dejar su cargo en algún momento impreciso en el futuro. Por lo tanto, el Reino Unido está paralizado.
La anarquía se avecina. Por ejemplo, ¿en nombre de quién sofocará la policía del Reino Unido las próximas protestas, huelgas y disturbios por alimentos? Los alborotadores les responderán: '¿Por qué deberíamos detenernos? Johnson no lo hizo'. ¿Quién es el responsable de esta irresponsable situación? No solo Johnson. No solo sus ministros y miembros del parlamento, quienes hasta hace unos días seguían defendiendo ardientemente sus mentiras y amoralidad en nombre de sus propias carreras. No solo todos los ingenuos que votaron por Johnson en las elecciones de 2019, aunque, como dicen, si votas por un circo, debes esperar un payaso. Todo es mucho peor que eso. La pregunta es: ¿Cómo fue elegido el payaso Johnson? Es simplemente porque los líderes de otros partidos políticos eran aún más payasos. No había elección, porque otros eran aún más incompetentes.
Legado
Las Naciones de los hombres existen por lo mejor que hay en el hombre, y son destruidas por lo que hay de diabólico en él.
Gallipoli, 1916, de John Masefield, escritor inglés (1878-1967)
Johnson obtuvo tantos votos y ganó las últimas elecciones en el Reino Unido simplemente porque prometió 'terminar con el Brexit', después de tres años de resistencia del establishment, titubeando y negándose a obedecer la voluntad popular de abandonar la UE, tal como se expresó en el tan esperado referéndum de 2016. La UE siempre fue un proyecto elitista, muy recomendado por el Partido Tory (supuestamente de derecha), que lo vio como una nueva estafa para hacer dinero para reemplazar al Imperio Británico anterior. Y de hecho fue una estafa para hacer dinero para el establishment, como también lo fue para la élite en todos los países de la UE, pero no para la gente. Por eso la gente votó por el Brexit. Irónicamente, la gente se opuso al elitista Partido Laborista (supuestamente de izquierda), el mismo Partido que se había opuesto al proyecto Tory original en la década de 1970. Esta es la razón por la que Johnson ganó: porque vio el avance de su carrera personal al hacer lo que la gente quería. La gente, incluido un gran número de votantes laboristas tradicionales, votó por Johnson porque prometió el Brexit y los laboristas no. Pero votar por el Brexit no fue un mandato para Johnson a largo plazo. Es cierto que Johnson logró el Brexit, pero lo hizo mal, la forma en que lo hizo dejó una crisis política grave y sin resolver en Irlanda del Norte y agrió las relaciones con la UE. ¿Dónde está su logro aquí?
Johnson, supuestamente un 'libertario', afirma que la segunda parte de su legado es la forma en que lidió con el covid. De hecho, sus bloqueos y mordazas ("máscarillas"), torpe y escandalosamente aplicados por el intimidante Estado policial, endeudaron al Reino Unido en unos 400.000 millones de libras esterlinas. Johnson culpó al covid de esta enorme deuda: la deuda nacional total del Reino Unido supera ahora los 2,6 billones de libras esterlinas, la mayor parte acumulada en los últimos veinte años. Es impagable, pero sigue siendo inferior al nivel catastrófico de la deuda nacional de EE.UU. Esto es una mentira. Esta deuda sobre todo no fue causada por covid, sino por sus bloqueos. Johnson también se jacta de que su rápido lanzamiento de un programa de vacunas fue un gran éxito. Sin embargo, ahora sabemos que las vacunas contra el covid, a pesar de algunos efectos secundarios desagradables, solo funcionan (si es que funcionan) durante unos tres meses. Después de eso, pierden su eficacia. Es por eso que millones de ciudadanos del Reino Unido, la mayoría de ellos ya vacunados tres veces, se han contagiado de covid durante el último mes. Todo lo que podemos decir como justificación es que las actitudes de otros partidos políticos eran aún más totalitarias que las de Johnson. ¿Dónde está su logro aquí?
Johnson reclama como tercera parte de su legado su ciego e ignorante apoyo a 'Ucrania'. En realidad, su apoyo político y militar a la banda de Kiev no solo es inmoral, provocando aún más muertes ucranianas, sino que también ha provocado una crisis económica dentro del Reino Unido. La inflación del Reino Unido se encuentra ahora en un máximo de cuarenta años del 10% y sigue aumentando, de la cual los expertos del Reino Unido afirman que las tres cuartas partes se deben a las sanciones contra Rusia de Johnson y, en menor medida, a los miles de millones de libras de los contribuyentes del Reino Unido que ha donado a la junta de Kiev y a sus fuerzas armadas que trabajan como la Legión Británica de la OTAN dirigida por Estados Unidos. Además, esta crisis económica, empeorada enormemente por los intereses que deben pagarse por la deuda acumulada por los cierres de Johnson, apenas está comenzando. Los precios en espiral de los combustibles, el petróleo, la electricidad, el gas, los fertilizantes, el pan y otros alimentos básicos ya están provocando colas muy largas frente a los bancos de alimentos en todo el Reino Unido. ¿Dónde está su logro aquí?
Conclusión: una cosa mucho, mucho peor y una cosa mucho, mucho mejor
Pero todo es mucho, mucho peor que eso. No solo Johnson, su Partido Tory, las élites de todos los partidos políticos del Reino Unido y los votantes zombificados por los medios son responsables de la situación a través de su irresponsabilidad. El hecho es que ningún partido político o líder de la UE puede afirmar ser mucho mejor que ellos. Toda la UE está llena de Johnson. Es Johnsonlandia. Porque Johnson no es el único que vive de acuerdo con las mentiras de un vacío moral, al igual que casi todo el establishment de la UE, con raras excepciones que confirman la regla. El mayor enemigo de la élite de la UE, el presidente Putin, un hombre que tiene fe real, ya ha dicho que el problema de países como el Reino Unido es que han sido golpeados por su propio boomerang. En bancarrota, esclavizado por enormes deudas, ganando dinero en gran parte a través de servicios o simplemente imprimiéndolo, pocos países de la UE tenían alguna esperanza de sobrevivir, y eso fue incluso antes de que comenzara la liberación rusa de Ucrania. Y aquí llegamos a la conmoción que aún no ha penetrado en la conciencia del mundo occidental engañado, que todavía vive en la negación de las consecuencias de la guerra que comenzó en Europa.
El 7 de julio de 2022, el mismo día en que Johnson se vio obligado a dimitir, el mismo presidente Putin declaró ante los parlamentarios rusos que Rusia “todavía no ha comenzado nada en serio en Ucrania”. Dijo que si Occidente quería luchar contra Rusia, entonces debería provocarlo. Declaró que Rusia no ha rechazado las conversaciones de paz, pero que 'cuanto más dure la guerra, más complicado será llegar a un acuerdo con Rusia'. Continuó: 'El llamado Occidente colectivo, liderado por los EE. UU., se ha estado comportando hacia Rusia durante décadas de una manera exclusivamente agresiva... ha apoyado el terrorismo, el separatismo, las fuerzas destructivas internas y la quinta columna en Rusia'... 'Ellos dicen que comenzamos una guerra en el Donbass. No, fue este mismo Occidente colectivo el que lo desató'. Mencionó el golpe de estado de 2014 y el genocidio en el Donbass.
Agregó que la operación militar en Ucrania significa 'una ruptura cardinal con el orden mundial estadounidense, el comienzo de la transición del globalismo liberal del egocentrismo estadounidense a la realidad de un mundo multipolar... un mundo fundado no en reglas egoístas, hecho por algunos para sí mismos, detrás de la cual sólo existe el deseo de hegemonía, no sobre hipócritas dobles raseros, sino sobre el derecho internacional, pero fundado en la auténtica soberanía de los pueblos y civilizaciones, en su deseo de vivir según su destino histórico, su valores y tradiciones, y organizar la cooperación sobre la base de la democracia, la justicia y la igualdad de derechos. Y debe entenderse que ya es imposible detener este proceso”.
Aquí quiero subrayar que tenemos muchos seguidores, incluso en los mismos EE. UU. y Europa y aún más en otros continentes y en otros países y crecerán en número cada vez más. Repito, incluso en aquellos países que todavía son por el momento satélites de EE. UU., crece la comprensión de que la obediencia ciega de sus élites gobernantes al Suzerain generalmente no está de acuerdo con sus intereses nacionales y en su mayoría los contradice directamente… Occidente… hoy está degenerando al totalitarismo». Rechazó el 'modelo de liberalismo totalitario' de Occidente, con su censura, prohibición y cancelación de todo lo que se le opone, que está tratando de imponer en todo el mundo. Claramente, esta vez la incredulidad de Johnsonland West no ha creado tanto un enemigo como un suicidio ante una fe real.
¡Ya está aquí! El circo ha llegado a la ciudad con sus únicos y característicos artistas para deleite y satisfacción de las élites del globalismo, de esas que venden consejos que para ellos no tienen ni mucho menos aplican. Son más de no practicar lo que, para ti, predican. Las consignas, restricciones y recomendaciones son para el populacho.
Los países miembros de la OTAN y sus delegados invitados al sarao de Madrid de estos días son contorsionistas de una realidad elástica y flexible a sus ingentes intereses, no a los tuyos. Tú eres más de normas, de leyes, de imposiciones y de moverte al sonido de su flauta o según mecen la cuna de la indignidad.
Son grandes escapistas de esta distopía a la que, desde el inicio de la pandemia, han dado una vuelta de tuerca para apretar las libertades del ciudadano medio, haciendo uso de sus grandes dotes de magos y, así, intentar convencerle de esa falsa bonanza de los perversos dictados del Nuevo Orden Mundial (NOM) y sus rastreros adláteres institucionales.
Con España en el 40 aniversario de su adhesión a la OTAN y Pedro Sánchez como maestro de ceremonias y titiritero mayor del Reino, alea iacta est. Nada puede salir mal. Para eso está el CNI. ¡Que Dios nos pille confesados!
Nosotros, acostumbrados a la dureza de estas tan continuas funciones circenses, al trabajo sucio y los minutos de la basura, a hacer de tragafuegos o tragasables, nos hemos convertido en forzudos y curtidos acróbatas en una existencia cada vez más compleja a pesar de tener tablas como equilibristas, saltimbanquis, trapecistas y malabaristas en tantos y tan diversos frentes a los que diariamente acudimos como monociclistas, sin la estabilidad necesaria que nos permita albergar esperanzas en este profundo abismo en el que intentamos dar torpes y oscuros pasos de inexpertos zanqueros, sin zancos ni pértigas que nos permitan evitar los innumerables obstáculos del jefe de pista para dotar de mayor renombre a su gran aventura, la del infame negocio de esta farsa.
Y el pueblo y sus gentes a actuar de mimos, con o sin disfraz, imitadores de una falsa armonía, de un inexistente equilibrio, en el escaparate de promesas, programas y mentiras que aúpen a sus gobernantes a una poltrona rebosante de ese poder coercitivo propio de la represión del Establishment y los medios. Estos, serviles, se abonan a la mainstream imperante como voceros y ventrílocuos del sistema que les paga por hacer de hombres bala contra la verdad, la coherencia y el sentido común que, ingenuos payasos, parecen haber olvidado prostituyendo lo más sagrado de su profesión: la ética.
Fin de la función. Gracias por haber acudido a este derroche de contradicciones, a las ilusorias 72 próximas horas de comitivas, delegaciones y caravanas interminables; el dispositivo de seguridad de diez mil agentes velando por una cumbre sin techo ni efecto; las ocupaciones hoteleras de tronío; los aterrizajes y despegues a troche y moche; las exhibiciones personales y del séquito de acompañantes –familiares incl.– en una barra libre de 50 millones de euros que tú pagas.
Entonces, de camino a casa con las carpas y los camerinos ya recogidos, pensarás en la "espectacular gala" de tu realidad, en los pocos días que faltan para que Hacienda te facture el primer pago, el banco te pase la cuota hipotecaria o la de autónomo, el precio de la luz de mañana, la compra del fin de semana, la precariedad laboral y la gasolinera en la que piensas llenar el depósito para, si las deudas y circunstancias te lo permiten, salir de vacaciones en julio y temporalmente huir de tu triste y cruda realidad.
En la imagen. No, no son Macarena Olona y otros dirigentes de Vox en las recientes elecciones andaluzas. Son Pepe Isbert, Manolo Morán y Lolita Sevilla, junto con otros actores, en 'Bienvenido, Mister Marshall', la emblemática película de Luis García Berlanga
Como sabrá el lector de EL MANIFIESTO, la OTAN viene a Madrid. Se trata de la más alta ocasión que vieron los siglos: Sánchez va a hacerse una foto con Biden y se va a exhibir en la motorcade del achacoso mandamás yanqui, igual que Jarabo hacía por la Gran Vía en el haiga descapotable de la inglesa con la que fornicaba.
Los chulos siempre han tenido a una vieja que les paga los caprichos, desde la corbata Hermès hasta el tirito de farlopa. Jarabo era un rumboso semental que por culpa de un empeño, un sablazo y unos cuernos acabó en asesino múltiple. Pero hasta que le delató el elegante y señoritil prurito de llevar el traje ensangrentado al tinte, nadie paseó con más garbo Red de San Luis abajo con un mono tití al hombro. Aquel era el Madrid de Ava Gardner y de Chicote. Otro mundo. Hoy ya no hay jarabos que paseen con ademán de jaque hembras de tronío bajo los rascacielos enanos de la Villa y Corte; la Gran Vía ha quedado en sumidero de franquicias, zahúrda de guiris con tirantas y feria de semovientes de género ambiguo. El escenario perfecto para mostrar las glorias del Nuevo Orden Mundial.
Todavía algún castizo se acuerda de la visita de Eisenhower, cuando Madrid entero gritaba “¡Ike, Ike, Ike!” (pronunciando “¡Ique, Ique, Ique!”) ante un pasmarote yanqui acostumbrado a que le llamasen “Aik”. Franco sacó al penco sajón por la Gran Vía en coche descubierto y sólo le faltó pararse en Pasapoga para que el americano abrevara. Sánchez no tendrá los redaños del general para repetir la gesta. Sólo faltaría que un Oswald ibérico les atine con un tomatazo. Tampoco sabemos si los honores militares al sucesor de Trump los dirigirá la generalísima Robles, amazona sobre un unicornio, al frente de un batallón arcoiris.
Un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo… Sánchez personificará la política exterior española de los últimos cincuenta años durante estas solemnes jornadas: obedecer a Washington sin rechistar y pedir árnica a Bruselas cuando Marruecos, Argelia o vaya usted a saber qué otra potencia del Tercer Mundo nos arree un buen soplamocos. Nadie quiere acabar como el almirante Carrero. Y Sánchez el que menos. ¿Dónde ha quedado el antiamericanismo de nuestros rojos de antaño? Rita Maestre, musa de la izquierda caviar, famosa en su tiempo por asaltar capillas a pecho descubierto, afirma que es un orgullo y un placer que Madrid sea la sede de la junta de matarifes atlantistas. Me cuesta entender lo del orgullo, pero eso del placer… Mira que hay gente rara. En fin: Rocío Monasterio no lo podría decir mejor. Son estos detalles los que demuestran que aquí nadie juega con las cosas de comer.
América ha sido muy desagradecida con España, ha castigado mucho a esta exnación que, como la proverbial furcia, pone la cama, se revuelca por los rastrojales y, de propina, se lleva una buena tunda: recordemos nuestra épica bajada de bragas saharianas ante Marruecos, el protegido de los americanos, y la bofetada bien merecida que nos propinó Argelia, nación que debería ser nuestra aliada permanente. Y Madrid no ha hecho más que obedecer perinde ac cadaver, como la criada para todo que es, a Washington y a Bruselas. Incluso fuimos a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles en calidad de monarquía bananera, no se sabe muy bien a qué —quizá de zombis—, cuando faltaban naciones que sí pintan algo al otro lado del Charco, como México o Cuba.
La única política exterior que ejerce Sánchez es la que mantiene tratos con Cataluña de poder a poder, por no hablar de los lendakaris, caciques, primates, régulos y cabecillas de las diversas taifas y cabilas que trocean el cadáver de lo que fuera España, que lleva camino de convertirse en otro sultanato del Magreb... «¿España?», dijo. «Un nombre».
No cabe duda de que el anciano gángster de la Casa Blanca se va a divertir. Todos sus vasallos europeos acudirán a besarle los pies y podrá disfrutar con la actuación de dos genuinos bufones: Zelenski (que aprovechará para pasar la gorra y dar otro sablazo) y Sánchez (que no tiene gracia, pero hace muy bien de don Tancredo). Con semejante circo enfrente, Putin lo tiene muy fácil.
El pasado 24 de mayo, en el foro de usureros de Davos, el soi–disant filántropo y evidente agiotista George Soros hizo un llamamiento a la guerra contra Putin, con el fin de salvar al planeta del cambio climático y del “caos” con que parece que nos amenaza Rusia. Elogió al gobierno ucraniano por no sentarse a negociar la paz con Moscú y también tuvo su momento de emotivo recuerdo a los países de la Unión mal llamada “Europea”, que han optado por el suicidio energético antes que por un arreglo diplomático, todo a mayor gloria y beneficio de los Estados Unidos. El nonagenario Harpagón tiene sus motivos: recordemos que la diferencia esencial, lo que hace incompatibles a Rusia y Occidente, es que, en Rusia, la nación hace desaparecer a los oligarcas y, en Occidente, los oligarcas han hecho desaparecer a las naciones. Para Soros, está claro que la “civilización” —es decir, el control del mundo por unos cuantos multimillonarios— depende de la derrota de Rusia en el Donbass, evento a día de hoy muy poco probable; por lo tanto, su “civilización” cada vez corre mayor peligro.
Suponemos que, para el cacique global y exhúngaro, “civilización” debe de ser casi sinónimo de “Occidente” y, en este caso, tiene hartos motivos para defenderlo, ya que lo ha comprado y lo ha reformado a su capricho. Sí, el Occidente del siglo XXI ya no es la civilización heredera de las catedrales góticas, las madonas renacentistas y los palacios barrocos. Tampoco lo es de sus pueblos y naciones, que conformaron una sola cultura europea gracias a la variedad de sus tradiciones locales y a la herencia grecorromana. No es la actual Europa la de Ulises y Don Quijote, sino la de Popper y Shylock. Todo nuestro legado tradicional ha sido hecho trizas —deconstruido— y tirado a la basura por universitarios e intelectuales de todo pelaje, que han desarrollado en los últimos cincuenta años la industria de la culpa y enseñan desde las cátedras y las televisiones, todas subvencionadas por Soros y sus compadres, que las creaciones de nuestra cultura son el fruto del machismo, el sexismo, el racismo, el imperialismo, el militarismo, el fanatismo religioso y el nacionalismo, todo lo cual culmina en un “ismo” definitivo, máximo, auténtica abominación de la desolación del liberalismo totalitario que nos domina: el supremacismo.
Si usted disfruta del teatro de Calderón, de los lienzos de Caravaggio, de los acordes de Haydn o de los alardes arquitectónicos del divino Borromini y le parecen las cumbres de una civilización excelente, entonces usted es un supremacista. Si considera que Colón, Cortés, Vasco de Gama y Magallanes fueron unos héroes y su obra benemérita, ha subido en un grado su maldad: ya es un racista. Y si piensa que la familia y la religión tradicional daban un lugar en el mundo al hombre, que lo integraban orgánicamente en una comunidad orientada hacia el bien común y unida por lazos de fe, linaje e historia, entonces ya es usted peor que Putin, Shoigú y Kadyrov juntos.
La cárcel global, el panóptico informático al que nos han aherrojado los ricachones de Davos, se cimenta precisamente sobre la destrucción de los lazos orgánicos que han formado toda cultura que haya existido en la tierra: la familia, la religión y la patria deben diluirse en el Nuevo Orden Mundial, dictadura malthusiana que exige la reducción de la persona a la categoría de mónada sin nación, sin Dios, sin hijos y hasta sin sexo:
Un simple individuo, un número que consume, produce, enferma, obedece y cree en lo que haya que creer: en la nueva pandemia que nos promete Bill Gates, en los armagedones climáticos y climatéricos de la niña Greta, en las aberraciones de género de las universidades americanas, en la culpa colectiva del hombre europeo, en los metaversos del charlatán de feria Zuckerberg o en las “verdades” de las falaces verificadoras que ellos pagan. A eso, a un creyente sin alma ni cerebro, ha quedado reducido el hombre occidental: un consumidor de tratamientos médicos que espera delante de una pantalla su inevitable sustitución por mano de obra más barata. Por primera vez en la historia, el europeo ya no trabaja por sus hijos, por su descendencia, sino para la progenie de otros.
Occidente hoy
¿Qué es Occidente hoy? Un club de millonarios. De megamillonarios, para ser más exactos. Los pueblos y las naciones de Europa están en pleno proceso de extinción y amalgama, todo para configurar un melting pot sin tradición, sin patria, al que sólo liga la idolatría del mercado. Sin sangre, sin pasado, sin raíces, como un Hong Kong o un Singapur a escala continental. Todos iguales por el rasero más bajo, todos semejantes y nadie diferente. El sueño húmedo de la socialdemocracia europea. Y, ante todo, el culto del vacío, de lo estéril: la ligadura de trompas como seña de identidad del Occidente plutocrático; el biocontrol como próxima meta del capitalismo desencadenado y rabioso que padecemos.
El Occidente de Soros y de sus sayones de la OTAN es una gran clínica de abortos, es una avenida llena de chusma celebrando el Gay Pride, es una turba de feminazis con las bragas enrojecidas, es el derribo de las estatuas de Colón, de Junípero Serra, de Cervantes.
El Occidente de Bruselas son los niños a los que cambian de sexo, pero a los que no les dejan ir a los toros. Occidente es la iglesia vacía y la mezquita que se construye en nuestro barrio. Occidente es la destrucción y condena de nuestros antepasados y de sus creaciones. Occidente es el puente histórico de Rotterdam, que se derriba para que pase el yate faraónico de Jeff Bezos, Trimalción moderno y enterrador del pequeño comercio. Occidente es el tongo ucrogay en el pandemónium de cacofonías, horteradas y dislates de Eurovisión. Occidente son los monigotes políticos como Macron, Trudeau o Sánchez, empleados de la oligarquía cuya función es sacrificar el interés nacional ante la cuenta de resultados de los cresos de Davos. Occidente es la empresa familiar que cierra y la franquicia multinacional que abre. Occidente es una ciudad llena y los campos vacíos. Occidente es el culto del cuerpo y la muerte del alma. Y Occidente es usura y es Soros, la hacienda yerma que esquilman los que, como dijo Pound, “han traído putas para Eleusis”.
¿Y por este cortijo de unos cuantos señoritos apátridas vamos a pasar frío y puede que hambre en un invierno que cada día está más próximo? Si la antítesis de esta “civilización” es Rusia, entonces tenemos motivos de sobra para desear la victoria de Putin.
El 9 de mayo se celebra la victoria de la Unión Soviética contra la Alemania nazi. Otro bulo de Putin. Todos sabemos que la Segunda Guerra Mundial la ganaron los americanos y que los soviéticos fueron unos cobardes a los que les libró de la derrota el frío y la inmensidad de sus espacios.
No, no es una broma: se lo he oído decir sin pestañear a los blasdelezos ibéricos, y sus plumíferos lo expresarán sin sonrojarse en periódicos y televisiones. Que el ochenta por ciento de la Wehrmacht pereciera en el Frente del Este y que los soldados alemanes se tomaran como un permiso el ser destinados a los campos de batalla de Italia y de Francia se debe a que eran muy frioleros. Fueron las pulmonías y la falta de ropa de abrigo, no los T–34, quienes acabaron con la máquina de guerra nazi entre 1941 y 1945. No lo olvidemos, a nosotros (incluso a los neutrales españoles) nos “liberaron” los anglosajones. Lo que hacen los rusos al celebrar su victoria es “privatizarla”, robársela a quienes de verdad derrotaron a Hitler. Para el blasdelezo ibérico —estratega de café que no ha leido ni a Clausewitz, ni a Jomini, ni sabe lo que fue la doctrina Sokolovskii..., ni le importa—, apellidos como Kóniev, Rokossovskii o Zhúkov le suenan a futbolistas del Dinamo de Moscú; y Kursk, Stalingrado, Budapest o Berlín son batallas que no se habrían podido ganar sin la ayuda esencial del soldado Ryan.
Curioso personaje nuestro blasdelezo, patriota que brinda con versos apócrifos de los Tercios, que se envuelve en la bandera de la Cruz de Borgoña y que grita que Gibraltar es español a grito pelado. Sin embargo, este heroico vástago de la España imperial —aquella en la que sus antepasados fueron unos pobres destripaterrones—, este sublime guerrero con coche alemán y contabilidad dudosa, es el primero en desfilar, como la inevitable cabra de la Legión que lleva en el alma, cada vez que los anglosajones meten al resto del mundo en una pelea que ellos pagan, pero en la que no luchan. Por algo son “nuestros” libertadores. Y allá va blasdelezo, a defender la noble causa de los que aún siguen mangoneando y pirateando desde Gibraltar.
Ya hemos visto al blasdelezo mayor del Reino afirmar todo orgulloso que su héroe es Zelenskii, el de los millones de dólares de los Papeles de Pandora en paraísos fiscales; el gauleiter de Biden y jefe de uno de los regímenes más corruptos del mundo, al nivel de Níger y Malí, según la Organización para la Transparencia Internacional. ¿Recuerda alguien el Informe Especial 23/2021 del Tribunal de Cuentas de la Unión Europea sobre los desmanes financieros del régimen ucraniano? ¿Nadie guarda memoria ya de los repetidos fracasos del Servicio Europeo de Acción Exterior para frenar los atracos al erario público de los gángsters de Kíev? ¿Saben los blasdelezos que Zelenskii es el testaferro de Igor Kolomoiskii, al que el 5 de marzo de 2021 el Departamento de Estado americano le prohibió la entrada en el país por ladrón (estafó 5.000 millones de dólares a sus cuentacorrentistas) y que fue quien pagó la campaña electoral del arlequín del Dniéper? ¿Para qué cuentan los blasdelezos con tres eurodiputados? Esta gente sólo se parece al Blas de Lezo histórico en una cosa: en que son medio hombres; su parte espiritual, su intelecto, es una despensa vacía: ¿esta gente piensa? Ladran contra las agendas mundialistas y cargan contra Putin, que es el enemigo público número uno del globalismo. Es decir, para acabar con la plutocracia global atacan al único gran poder que la desafía.
¿Sabría decir cualquier blasdelezo ibérico el nombre de un poeta ucraniano? ¿Sabría colocar el mar de Azov en el mapa o nombrar más de dos ciudades rusas? Cosas de intelectuales y masonazos: basta con que alguien se asome al balcón y grite “¡Rusia es culpable!” para que los reflejos de perro pavloviano del blasdelezo patrio se activen. El recuerdo del Oro de Moscú hace bombear la negra sangre del corazón avaro de la derechona española. Entre Torquemada y Shylock, blasdelezo pide su libra de carne rusa mientras prostituye a su patria en el burdel de la Alianza Atlántica. ¿Cómo es posible que la carcundia nacional sea tan sanguinaria con un país con el que nunca hemos tenido un conflicto serio y en cambio oficie muy gustosa de felatriz de los anglosajones, con los que sí debemos de ajustar cuentas pendientes? ¿Será por la influencia de las hienas meapilas de Varsovia, dispuestas a trocear Ucrania una vez que Rusia haya soltado su cadáver? Pensemos un poco: ¿es Rusia quien nos obliga a traicionar a los saharauis y a entregar una baza triunfal a Marruecos? ¿Es Rusia quien arma a Rabat? ¿Es Rusia quien coloniza Gibraltar, quien impone la ideología de género y la religión del cambio climático? ¿Es Rusia la creadora de Gayropa?
Da igual, blasdelezo sigue en sus trece: Rusia es culpable porque atacó a la inocente Ucrania. Nadie le sacará de ahí; ni los ocho años de agresiones contra la población rusa del Donbass, ni el rechazo público de Zelenskii a cumplir los acuerdos de Minsk, ni el plan de ataque a Donetsk y Lugansk preparado por Kiev para el uno de marzo, ni nada. Londres y Washington ordenan y blasdelezo obedece. Blasdelezo ya pontificaba el 24 de febrero que a Putin ya no le quedan misiles ni gasolina ni víveres, que en cuatro semanas la economía rusa colapsaría y que el rublo dejaría de cotizar. ¿Ya no nos acordamos de esas profecías? ¿Y de los diez generales aniquilados por los francotiradores ucranianos? Uno de ellos, Gerásimov, ya ha sido matado dos veces. ¿Y lo de Kramatorsk? ¿Y lo de Bucha? De repente ya nadie habla de ello. ¿Por qué será? A estas alturas, y según los expertos militares de ABC, El Mundo y demás medios defensores de la Constitución del 78, los ucranianos deberían de estar cercando Moscú, donde un Vladímir Putin, al que le han diagnosticado cáncer, párkinson y depresión, agoniza como el Borís Godunov de las tragedias rusas. Un enigma que nunca he comprendido es cómo un ejército tercermundista, mal armado, hambriento, dirigido por borrachos, es capaz de tomar por asalto el ochenta por ciento de Mariúpol (400.000 habitantes) en poco más de diez horas frente a catorce mil bien armados ucranianos. ¿Y cómo es posible que gocen de una insultante supremacía aérea frente al Fantasma de Kíev? ¿Y por qué han desertado la inmensa mayoría de los mercenarios occidentales que iban a Ucrania a divertirse matando rusos? ¿Y por qué las milicias del Donbass disponen de cantidades ingentes de armas occidentales, de esos míticos javelins? ¿Se las compran al enemigo? ¿Y por qué cuando se toma una posición ucraniana se encuentran siempre verdaderos alijos de anfetaminas, en especial de Captagon, la droga del yihadista? En definitiva, si los estándares profesionales del ejército ruso están tan bajos, ¿por qué no interviene la OTAN y acaba en un par de semanas con el régimen de Putin? Para gente tan preparada y valiente como los americanos, esto es cuestión de coser y cantar. Al menos, eso es lo que piensa blasdelezo en la terraza de su café, mientras deleita su espíritu con los patrióticos compases de Manolo Escobar, su Wagner.
Cada vez que los imperios se derrumban, surge la pregunta de qué se puede salvar de ellos. Así, después de la Segunda Guerra Mundial, todos los imperios coloniales de Europa Occidental colapsaron.
Por ejemplo, la caída del Imperio francés, especialmente en Indochina, que condujo, entre otras cosas, a la invasión estadounidense de Vietnam y a la no menos trágica guerra franco-argelina, pero también dejó una masa de dependencias y líderes africanos "independientes", para ser derrocado por el ejército francés y asesinado por espías franceses. Al mismo tiempo, el Imperio Británico en bancarrota se derrumbó, dejando a Israel a cargo de Palestina, la sangrienta tragedia de la Partición India, el 'Commonwealth' y, más significativamente, el Commonwealth Blanco, ahora llamado Anglosphere, pero bajo el control de los Estados Unidos. Esto es lo que The Saker llama con razón 'El imperio anglo-sionista'.
En 1991, el Imperio Soviético colapsó, dejando el caos en Eurasia, que el yeso adhesivo de inspiración occidental de la CEI (Comunidad de Estados Independientes) no hizo nada para remediar. A diferencia de los imperios coloniales de Europa Occidental, el vacío dejado por la URSS cubría una masa de tierra contigua. Además, el espacio desocupado tenía historia, que se remontaba cientos de años atrás hasta el Imperio Ruso, caído en el golpe palaciego organizado por los británicos en 1917. Como la naturaleza detesta el vacío, estaba claro que tal vacío y su caos no podrían prevalecer por mucho tiempo. Después de los años ebrios y enloquecidos por los gánsteres de Yeltsin, titiritero en Harvard, y el subsiguiente genocidio y suicidio de millones en la antigua Unión Soviética, en la década de 2000, el sentido, el orden y la esperanza comenzaron a resurgir lentamente.
Llegó al concepto bastante antiguo de 'El mundo ruso' ('Russky Mir'), que se utilizó oficialmente por primera vez en su sentido moderno en 2007, cuando el presidente Putin decretó el establecimiento de la 'Fundación Russky Mir' patrocinada por el gobierno. A partir de aquí, este término se hizo cada vez más común y, en particular, es ampliamente utilizado por la Iglesia Ortodoxa Rusa multinacional. Sin embargo, ¿qué significa realmente este término?
Para algunos, el término 'El Mundo Ruso' significa dondequiera que vivan los rusos. Si solo significa eso, entonces este es un proyecto puramente nacionalista. Significaría que los oligarcas elitistas restantes dentro de Rusia, los euroatlantistas, que como quintacolumnistas cooperan con los agentes de la CIA dentro y fuera de Rusia, pertenecen a 'El Mundo Ruso'. Significaría que los aristócratas/oligarcas corruptos y traicioneros que después de 1917 se mudaron principalmente a París y desde 1991 se han mudado principalmente a Londres, Tel Aviv y Nueva York, también pertenecen a 'El Mundo Ruso'. ¿Ellos pertenecen al mundo ruso?
Para algunos, el término 'El mundo ruso' significa el mundo de habla rusa. Si solo significa eso, entonces este es un proyecto puramente lingüístico. Y, sin embargo, hay muchos en todo el mundo, desde China hasta Venezuela, desde Nueva Zelanda hasta Escocia, que se identifican fuertemente con Rusia y sus objetivos, pero que no hablan nada de ruso. ¿Están entonces excluidos?
Para algunos, el término 'El Mundo Ruso' significa dondequiera que vivan los cristianos ortodoxos. Si solo significa eso, entonces este es un proyecto puramente religioso. Dados unos 500 intelectuales marginales y pseudointelectuales, que pertenecen formalmente a la Iglesia Ortodoxa y que compilaron una Declaración sobre la Enseñanza del 'Mundo Ruso' el 13 de marzo de 2022, calificándola de "ideología", "herejía" y "una forma de fundamentalismo religioso” que es “de carácter totalitario”. Entonces, ¿pertenecen a 'El Mundo Ruso'?
Para nosotros, 'El Mundo Ruso' significa algo más, mucho más amplio. Significa dondequiera que vivan aquellos que se oponen a la ideología y el proyecto explotador y manipulador occidental/anglo-sionista/nazi/OTAN/globalista/capitalista. Aunque vivimos principalmente en Rusia, China, India, África, América Latina, el mundo musulmán, Indonesia y Kazajstán, existimos en todo el mundo, incluso en el corazón conquistado del Imperio del Mal, en los EE. UU., Canadá, el Reino Unido, Israel, la UE, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. Somos los que resistimos la campaña cuidadosamente orquestada de difamación de la élite, que con arrogancia se autodenomina 'la comunidad internacional'. Para aquellos que viven en el mundo virtual y que enarbolan la bandera inventada en la Baja Austria de la Ucrania inventada, de cuya historia y geografía no saben nada, las mentiras de esa élite parecen reales.
Desde el 24 de febrero de 2022, cuando los pueblos de la Federación Rusa, Bielorrusia y Donbass se vieron obligados a defenderse de la agresión de la OTAN, sabemos que el mundo nunca volverá a ser el mismo. La 'victoria' del mundo occidental sobre el comunismo occidental en 1991 ha resultado ser una derrota autoimpuesta. Porque en su arrogancia del 'fin de la historia', el mundo occidental excluyó la realidad.
Si puedo trazar un paralelo tolkienesco, nosotros, la verdadera comunidad internacional, es decir multipolar, de los pueblos de la Comarca, somos muy felices juntos. Y por lo tanto rechazamos los intentos del Unipolar Mordor, con su insaciable necesidad de nuestro capital, mano de obra y recursos, para destruirnos.
La guerra de Ucrania no es sólo una guerra material, también es un enfrentamiento entre dos concepciones del mundo antagónicas, como bien indicó Aleksandr Dugin hace poco en un breve artículo. Y en ese campo, la guerra le ha permitido a los rusos librarse de varias plagas que en este matadero de las naciones que es la Unión llamada “Europea” padecemos sin esperanza de remedio. Sí, de un plumazo, sin comerlo ni beberlo, Rusia se ha liberado de Netflix, Disney, Spotify, KFC, McDonald’s, Pizza Hut, Ikea, Amazon, la CNN, la BBC, Bloomberg y toda una serie de parásitos, virus y treponemas que han causado la muerte cultural de Europa. Uno no puede sentir sino una sana envidia por los rusos, que han tenido la fortuna de ver cómo se extinguen en cuestión de días, casi como por milagro, esos chancros culturales, esos patógenos sajones.
Rusia se ha desinfectado por arte de magia de Facebook (que llama ahora a la matanza de rusos: cuando se trata de instar a la degollina de un pueblo blanco y cristiano, las redes sociales no se autocensuran), de Instagram, de Twitter y de toda la basura que licúa cerebros, corrompe entendimientos y prostituye intimidades. Hasta la gran usura mundial ha roto sus lazos con Moscú y se va a quedar sin cobrar su libra de carne. Tampoco la feliz y santa Rusia comerá insectos, ni degustará los tumores pseudovacunos del señor Gates, ni le obligarán a comprar carísimos coches eléctricos para salvar al planeta, ni la africanizarán e islamizarán para abaratar la mano de obra, ni corromperán a sus menores los poderes públicos. Rusia ha quedado en manos de los rusos. Las posiciones que esta zombi Gayropa, fámula y furcia de Estados Unidos, pierda en Rusia, ya no las volverá a ganar. Y no sólo hablamos de gas, petróleo, minerales estratégicos, trigo y metales preciosos que serán para otros mercados, no para un suburbio colonial de América. Se trata de algo más sutil.
Por desgracia, nosotros hemos quedado en el lado malo de la trinchera, con la apisonadora de identidades, con los travestidos del liberalismo global, con los bolcheviques a la violeta de nuestras universidades. El Occidente friendly predica el odio a Rusia, “cancela” el ballet ruso y maldice a Dostoievski, a Gógol, a Chaikovski, a Rubliov. No es de extrañar en una “cultura” en descomposición, que también ha hecho lo mismo con el legado de los odiados y proscritos dead white males; con su música clásica, con el ideal helénico, con Kipling, con Goethe, hasta con Joseph Conrad. Y con Colón, con el bueno de fray Junípero Serra y con los héroes de nuestra épica; y con todo lo que nuestros abuelos y padres consideraban digno de perdurar en estatuas, que han sido derribadas por esa escuela de barbarie que es la educación progresista. Porque el bando occidental no es el nuestro: es el de Kamala Harris, el del papa Francisco, el de la niña Greta, el de Soros, Zuckerberg y Gates, el de las feministas radicales, el de Black Lives Matter, el de los que atacan las estatuas de Colón y maldicen el nombre de España; y el del lobby LGTBIQ+ y el de los de la industria de la culpa. Es el partido de los que vituperan a nuestras naciones y a nuestra cultura y pretenden islamizar y africanizar Europa a paso de carga. ¿Vamos a mover un dedo por ellos, por las rabizas de Bruselas, por los gángsters de la OTAN, por los sucios negocios de la familia Biden?
El Occidente nihilista, bastardo y descastado dice que ha convertido a Rusia en un paria. Se equivoca: Rusia tiene la ocasión de restaurar la primacía del espíritu, del arraigo, del ser con atributos: del Dasein. Al vomitar la ponzoña ilustrada, se produce la posibilidad edificar un Cosmos con sentido, con orden, en el que se puede adquirir la condición de persona, miembro de una colectividad orgánica, frente al individuo occidental: atomizado, anómico, sin alma, hipersexual, simple número indiferenciado e indiferente, encargado sólo de producir y consumir. Para eso, la política del Kremlin debe ir más allá del pragmatismo bismarckiano de Putin, debe entender que su causa es santa y que su misión es mantener viva la scintilla Dei de la Sabiduría Perenne, del espíritu tradicional (no sólo cristiano) en el mundo maquinizado, animalizado, embrutecido y desarraigado del nomadismo global. Una patria en medio de un caos apátrida. El mayor error que puede cometer Rusia es volver al estado de cosas que había hace menos de un mes. Esta ruptura cultural, que ha sucedido por verdadero milagro, debe consolidarse; un muro más poderoso que el de Berlín, un cordón sanitario espiritual, una fosa séptica civilizatoria debe aislar a la Santa Rusia de las mefíticas miasmas de Gayropa. Moscú será entonces la referencia y el refugio de las fuerzas de la Tradición, como fue la esperanza de los pueblos ortodoxos de los Balcanes bajo el dominio otomano. Ahora, bajo el yugo de los nuevos turcos del capitalismo global, la historia vuelve a repetirse.
¿Por qué Putin no podía hacer lo contrario? ¿Y por qué todo este público liberal corrupto miente o se equivoca, todos los "durmientes" despiertos y la mayoría de los habitantes de Ucrania, afirmando que "Rusia comenzó la guerra"?
¿Alguien tiene alguna duda de que las Fuerzas Armadas de Ucrania lanzarían una invasión a gran escala del territorio de la LPR-DPR? Más de 120 mil efectivos, 345 tanques, 2160 vehículos blindados de combate, 820 piezas de artillería y morteros, 160 sistemas de cohetes de lanzamiento múltiple, incluidos lanzadores Smerch de 300 milímetros, estaban listos para la invasión.
El 20 de febrero, en vísperas de los hechos, las Fuerzas Armadas de Ucrania crearon pasajes en campos minados con la ayuda de instalaciones de desminado. Lanzaron DRG, y no solo en el territorio de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, sino también en Rusia. Ataques organizados. El Ministro de Defensa de Ucrania, Reznikov, era un gran admirador de la operación croata "Oluya", viajó a Croacia para estudiar la experiencia, invitó a especialistas relevantes de Croacia a Ucrania.
Los planes con fechas para una invasión de Ucrania están respaldados por documentos obtenidos por la inteligencia rusa.
¿Y qué, en opinión de los representantes muy inteligentes del público liberal, debería haber hecho el presidente Putin? ¿Esperar hasta el comienzo de la agresión de Ucrania para crear una imagen de las víctimas, la destrucción y la prueba de los crímenes de Ucrania? Los batallones nacionales no estarían de acuerdo con la población local, actuarían como los estadounidenses en Irak: destrozarían los edificios residenciales y las comunicaciones, independientemente del número y la composición de las víctimas.
¿Estaría satisfecho el público liberal? ¿"Nosotros no atacamos"? ¡No, señores! El público liberal habría lanzado un desgarrador aullido de que "las autoridades rusas no han hecho nada para proteger a sus conciudadanos", aunque ninguno de ellos escuchó un sonido sobre el destino de quienes fueron aterrorizados en el Donbass por Ucrania durante 8 años.
Y las fechas del comienzo de la "agresión rusa", por supuesto, eran conocidas por Londres y Washington; no dudaron de la respuesta inmediata de Rusia. Sin embargo, parece que no asumieron las acciones preventivas y la escala del golpe de represalia.
¿O tal vez fue necesario detenerse en las fronteras de la LPR-DPR dentro de la línea del frente antes del inicio de la operación, como cree el glamourista de TikTok?
La esencia terrorista del régimen de Kiev no habría cambiado. Como no habría cambiado en caso de alcanzar las fronteras de la LPR-DPR, indicadas en las constituciones de las repúblicas, correspondientes a las fronteras de las regiones de Luhansk y Donetsk dentro de Ucrania. Rusia recibiría un conjunto completo de sanciones actuales, el territorio de Ucrania continuaría siendo ocupado por los países de la OTAN. Según la información publicada en la prensa, la OTAN planeó la ocupación real de Ucrania: desde diciembre de 2021, Rusia ha recibido información sobre los planes de la OTAN para desplegar 2 brigadas terrestres, 1 naval, 1 brigada aérea (brigada aérea con la posibilidad de equipar aviones con ojivas nucleares) en el territorio de Ucrania.
Occidente se habría hartado de lo que quedaba de Ucrania: en el sur, en Ochakiv, la base de la flota británica, en todo el país, bases de la OTAN, misiles dirigidos a Rusia en la frontera con Rusia, y un mono con una granada: Zelensky con una bomba nuclear.
Las víctimas y los daños sufridos durante la liberación de la LPR y la RPD no tendrían sentido sin la limpieza de toda Ucrania de la ideología nazi, que se introdujo en el estado.
Cohetes en las regiones de Chernihiv y Sumy con un tiempo de vuelo de 4 minutos a Moscú, con todo un abanico de sanciones internacionales, no son la mejor forma de acabar con un conflicto que no se habría acabado.
Gracias a las sanciones y la ausencia de la necesidad de que Rusia cumpla con las condiciones impuestas desde el exterior desde 1991, las condiciones para el funcionamiento de la economía nacional se han vuelto posibles para restaurar la soberanía económica. No hay necesidad de seguir las reglas del FMI, la salida de capital finalmente se detendrá, será necesario cargar empresas nacionales, invertir directamente con rublos en I + D, restaurar la fabricación de aviones y la electrónica nacionales. Lástima que no empezó en 2014. La transición a una nueva economía no solo es posible, es una amplia ventana de oportunidad. Y tenemos todos los recursos para tal transición. No se trata de elementos químicos únicos ni de un clima especial. Estas son decisiones administrativas correctas respetando los intereses soberanos del estado.
Y todo lo demás está ahí: excedentes de recursos naturales, disponibilidad de tecnologías o de una base científica para su desarrollo, recursos financieros suficientes, incluso a pesar del robo de parte de las reservas de oro rusas por parte del “Occidente civilizado”. Además de esto, hay socios que no participan en las sanciones contra Rusia: China, India, Brasil, Argentina, Irán, Pakistán y muchos otros países con sus tecnologías, recursos, mercados.
La operación militar en Ucrania terminará tarde o temprano. Las heridas y los agravios sanarán gradualmente. Las empresas ucranianas que no hayan sido rematadas por las reformas europeas restablecerán gradualmente los lazos con los proveedores y compradores. Los residentes del territorio actual de Ucrania regresarán a sus hogares y a su trabajo. Las perspectivas serán completamente diferentes: en lugar de una degradación estable, desindustrialización y despoblación, habrá oportunidades para un desarrollo rápido.
Sí, Estados Unidos ha logrado ciertos objetivos: con la ayuda del conflicto y la presentación de Rusia como agresor, lograron unir a Europa en un solo frente antirruso; infligir una herida en las relaciones entre ucranianos y rusos que no será fácil de curar; obtener una razón interminable para las sanciones contra Rusia. Sin embargo, las sanciones se habrían impuesto con cualquier otro pretexto. Su tarea es infligir daño a Rusia y hacer descarrilar la economía de Europa, derrotarla y hacerla nuevamente dependiente del próximo Plan Marshall estadounidense.
Lo principal hoy es detener las hostilidades por parte de Ucrania. Esto era muy temido en Ucrania por quienes esperan la liberación de la ocupación de Bandera - están seguros de que cualquier congelación del conflicto en cualquier parte de Ucrania conduciría a operaciones punitivas y purgas contra la población que no es lo suficientemente leal al régimen.
Es casi imposible esperar una llamada de las autoridades ucranianas para salvar la vida de sus ciudadanos. Y si los habitantes de Ucrania quieren culpar a alguien por las víctimas y la destrucción, que dirijan sus acusaciones a las autoridades de Kiev, Londres y Washington. Está en sus manos la sangre de los que mueren en Ucrania.
Un vehículo militar ucraniano conduce en el centro de Kiev el 24 de febrero de 2022. Las sirenas de ataque aéreo sonaron hoy en el centro de Kiev cuando las ciudades de Ucrania fueron atacadas con lo que los funcionarios ucranianos dijeron que eran ataques con misiles y artillería rusos.- AFP
"El agresor estratégico es la potencia que impulsa al propio adversario y lo obliga a convertirse en agresor operativo. La agresión estratégica comienza antes de la guerra, mientras que la agresión operativa marca el paso inicial"
Von Lohausen.
Esta guerra se podía haber evitado. No se ha querido. Desde hace años Rusia viene advirtiendo que su seguridad como nación y Estado está en peligro. Es más, los dirigentes rusos definen la situación como de crisis existencial de su país. De que EEUU y la OTAN querían esta guerra, no hay ninguna duda. Los últimos meses han significado para la dirección rusa que sus intereses estratégicos no iban a ser tenidos en cuenta y que iban a continuar el cerco y el acoso. Sin tener en cuenta esto no se puede entender lo que está pasando.
Respeto. Cuando vienen tiempos como estos, hay que poner mucha atención a lo que dicen los militares. El jefe de la Marina alemana, vicealmirante Kay-Achim Schonbach, hizo unas declaraciones, no hace mucho tiempo, que le costaron el cargo. Lo que dijo fue de sentido común y de realismo político militar: lo que necesita Rusia es respeto entendido en un sentido amplio; reconocimiento de sus intereses estratégicos y de seguridad. La paradoja es que todo el mundo asume que no hay seguridad en Europa si no es con el concurso de Rusia, pero, a renglón seguido, no solo no se reconocen estos intereses, sino que se la va aislando, cercando y poniéndola a la defensiva.
La percepción del Kremlin es que Occidente no la reconoce ni como Estado, ni como civilización, ni como potencia político militar. Por esto, es bueno explicar los hechos históricamente. Durante años Rusia ha sido demonizada y Putin criminalizado. La razón es que se puso fin a la época de Yeltsin y se reconstruyeron de nuevo las estructuras estatales e institucionales de la Federación Rusa, se recompuso la economía y se fortaleció el aparato militar, tecnológico y de seguridad. Hay que hacer la pregunta: ¿cuál es el objetivo político de la estrategia militar de la OTAN y de Biden? El mismo objetivo que con China; es decir, aniquilar al actual equipo dirigente y poner otro más favorable a los intereses hegemónicos de los EEUU.
¿Cuál es el signo de la época, la tendencia de fondo? La transición a un mundo multipolar que pone en cuestión la hegemonía de EEUU y sus aliados europeos organizados en la OTAN. Dicho de otro modo, vivimos la rebelión de Oriente. El conflicto de Ucrania es parte ya y la señal de profundos cambios en la estructura de poder mundial. No tener en cuenta esto es perderse definitivamente y hacer el juego a los intereses de la Administración Biden.
Hay diseñados dos escenarios operativos o de decisión geopolítica. El principal está en el Mar de China. El otro está situado en Europa y los que tienen el poder han decidido que se debe resolver en Ucrania. Ser ingenuos con los EEUU es inadmisible y supone cerrar los ojos ante la reciente historia de Afganistán, Irak, Libia, Siria… Cuando tiene el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU, EEUU interviene militarmente; cuando no, también. Las razones son las de siempre: la puesta en peligro de los intereses estratégicos de los EEUU que virtualmente es todo el mundo. Desde el punto de vista político militar, el único imperio existente es el de EEUU con más de 700 bases militares en 80 países y gastando, junto con la OTAN el 60% del gasto militar mundial. Frente a eso, Rusia es poca cosa, pero no está dispuesta a ser un aliado subalterno de una superpotencia que lucha desesperadamente por su hegemonía.
Desde hace años vengo señalando que el mundo que hemos conocido está cambiando radicalmente y que en su centro está el declive relativo de EEUU. Mi temor era que lo que se conoce como la "trampa de Tucídides" llegara y lo hiciera pronto. Como se sabe, con esta denominación se hace referencia a los procesos de conflictos y guerras que va unidos a la decadencia de las potencias hegemónicas y su sustitución por otras emergentes. En eso estamos ya.
Insisto, esta guerra se podía y se debería haber evitado. ¿Dónde está la clave? En que la Unión Europea no es un sujeto autónomo en las relaciones internacionales que sepa definir con claridad sus intereses estratégicos y que construya una alianza sólida económica, política y militar con Rusia. Retorna la guerra a Europa y vuelve la prodigiosa habilidad de EEUU para crear conflictos militares siempre lejos de sus fronteras.
Para terminar, una idea. EEUU sigue siendo una superpotencia y, con mucho, la más fuerte desde el punto de vista económico, político y político-militar. Lo que estamos viendo son diversos movimientos operativos de una estrategia preventiva a nivel global cuyo objetivo último es China. Este conflicto que comienza es solo el principio.
¡Queridos habitantes de la República Popular de Donetsk! En las últimas 24 horas, la situación en la República se ha vuelto crítica.
Ucrania está llevando a cabo un bombardeo masivo de nuestro territorio. Sólo en los últimos días, la artillería de las fuerzas armadas ucranianas ha disparado más de 1.700 obuses y proyectiles contra zonas residenciales. Estamos siendo atacados con artillería pesada, morteros, lanzagranadas y tanques. La gente está siendo asesinada. Las escuelas nº 105 y nº 56 de la capital han sufrido graves daños.
Las fuerzas ucranianas siguen bombardeando Zaitsevo, Horlivka, Donetsk, Yasynovata, Kominternove y Dokuchaievsk.
La situación en la dirección de Mariupol se ha agravado considerablemente. Miembros de la 36ª Brigada atacaron posiciones de unidades de la Milicia Popular cerca de Kominternove. Hay combates cerca de la frontera con la Federación Rusa.
Como resultado de los bombardeos de mortero y artillería, un miembro de la Milicia Popular ha muerto y varias personas han resultado heridas.
Los grupos de sabotaje ucranianos, cuyas acciones están dirigidas a realizar actos terroristas contra la población civil y las infraestructuras vitales, se han vuelto más activos en las ciudades y pueblos. Ha quedado fuera de servicio una estación de bombeo de agua, se han evitado los intentos por destruir un depósito de petróleo en Olenivka y un acto terrorista en la planta de Stirol.
Sólo por feliz coincidencia, nadie resultó herido en el intento de acto terrorista cerca de la estación de ferrocarril, el saboteador mismo fue eliminado.
¡Ciudadanos de la República!
Debemos unir nuestros esfuerzos. Hago un llamamiento a toda la población masculina -a todos los que sean capaces de llevar armas en sus manos- para que acudan a las comisarías militares y se levanten para defender a sus familias, a sus hijos, a sus esposas, a sus madres y a nuestra Patria.
¡Juntos defenderemos el Donbass y a todo el pueblo ruso! ¡Juntos lograremos la victoria!
Estimados lectores, ya de entrada les aviso que tengan mucho cuidado con lo que voy a decir. Mi gran ‘pecado’ es que soy ruso, quien nació y vive en Moscú. Pero, lo que es más grave aún, es que trabajo para el medio gubernamental ruso que se llama ‘Sputnik’. Una agencia que los grandes medios españoles califican como un “arma de desinformación en manos del régimen de Vladímir Putin”. Ahora que dejo ese hueso a roer a quienes así etiquetan a los periodistas rusos, y hasta parece que llegan a formar un rechazo generalizado hacia toda la nación –una práctica que evoca en la memoria las políticas antisemitas de la Alemania nazi, las de etiquetar a los judíos con la estrella amarilla–, me dirijo a los que tienden a mirar más allá de las etiquetas y centrarse en la esencia de lo que se dice, en vez de en quién lo dice.
El motivo para escribir este artículo es mi perplejidad ante la cobertura que se da en los principales medios españoles –y no sólo españoles– en torno a la presente escalada entre –llamémoslo así– Occidente y Rusia. Una escalada que, según los medios ‘mainstream’, se debe, entre otras explicaciones, al resurgimiento del ‘imperialismo ruso’, donde el objetivo del Kremlin es, tras hacerse con Ucrania, ir a por el resto de Europa. Se explica que es por ello que está fortaleciéndose militarmente, al tiempo que se afirma que la reincorporación de Crimea a Rusia –un hecho que se califica en Occidente como “anexión”– fue un ‘coming out’ de Moscú que dejó al desnudo sus planes expansionistas.
Pero basta con echar tan sólo un vistazo al mapa para descubrir que quien padece el expansionismo es la OTAN, al tiempo que un breve repaso de sus actividades –entre ellas las agresiones contra Yugoslavia e Irak, sin ni siquiera contar con autorización de la ONU– permitirá diagnosticar que también padece un fuerte belicismo.
En contra de la promesa que se le dio al exlíder soviético Mijaíl Gorbachov –quien aceptó la reunificación de Alemania a cambio de que la Alianza Atlántica no se expandiera hacia el Este–, el bloque militar siguió su avance, a punto tal que sus soldados, sus armamentos y sus infraestructuras casi que están tocando las puertas de Rusia.
Desde el golpe de Estado de 2014 en Ucrania –la toma violenta de poder protagonizada por personalidades como Victoria Nuland, en aquel entonces asesora del Departamento de Estado norteamericano, quien repartía bollos y galletas entre los manifestantes de la llamada ‘revolución de la dignidad’–, se instalaron en Kiev unas autoridades brutalmente antirrusas. Esta fue la causa del surgimiento de lo que se conoce ahora como las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, así como de la separación de Crimea de Ucrania. Unos hechos que obedecen al rechazo de la población de estos territorios a seguir las políticas de ruptura y enemistad con Rusia, en contra de las relaciones de buena vecindad y de beneficio mutuo que existían entre las partes desde la independencia de Ucrania en 1991.
El nuevo Gobierno golpista planteó, asimismo, el ingreso del país a la OTAN, algo que creaba el riesgo de que la Alianza Atlántica se instalara en Crimea, la península que alberga la Flota rusa del mar Negro desde que la emperatriz Catalina la Grande ganara este territorio al Imperio Otomano en el siglo XVIII. Este riesgo lo denunció el presidente Vladímir Putin, cuyas palabras de que los misiles de la OTAN, en caso de que sean colocados en territorio ucraniano, ni siquiera necesitarán 10 minutos para alcanzar el Kremlin, son la mejor explicación del porqué de la extrema preocupación de Moscú por el avance del bloque.
Ante esta preocupación, se le responde a Rusia que, primero, la OTAN es una estructura pacifista que, según su secretario general, se dedica a difundir “la libertad y la democracia”. Los mencionados casos de Yugoslavia e Irak, así como muchos otros, entre ellos Siria, constituyen una excelente ilustración al respecto.
Segundo, se le dice a Rusia que la OTAN en ningún momento se comprometió formalmente a no expandirse más allá de la Alemania reunificada, ridiculizándose este argumento de la parte rusa. Bueno, si no cumplir la palabra es ridículo para Occidente, esto dice mucho de sus valores. Y como queda demostrado que sus promesas verbales no valen nada, el mandatario ruso acaba de invitar a EEUU y la OTAN a firmar los documentos que garanticen la seguridad de todas las partes. Los planteamientos de Moscú, cuyo objetivo es justamente rebajar las tensiones y evitar un enfrentamiento directo, están expuestos en los borradores del tratado y el acuerdo sobre garantías de seguridad, unos documentos que envió, tanto a Washington, como a la Alianza Atlántica. Su revelador silencio ante estas propuestas rusas es otro hecho que lo dice todo respecto a las intenciones ‘pacifistas’ de Occidente.
Por último, se le dice a Rusia que, sea como sea, Ucrania es una nación soberana que tiene el derecho a decidir sus alianzas militares sin tomar en consideración las preocupaciones de Moscú. Y esto es otra falacia, al igual que los demás argumentos citados. Y es que su ingreso a la OTAN significaría violar lo acordado en el marco de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, un enorme organismo que incluye a todos los países de Europa y más allá, donde entre sus integrantes también está EEUU. Entre otros compromisos, sus miembros acordaron que nadie fortalecerá su seguridad a expensas de la seguridad de los demás.
Estas cosas tan simples y tan obvias son las que no encuentro en las portadas internacionales, donde lo que sí encuentro es el cuento sobre la inminente ‘invasión rusa a Ucrania’. Los artículos de la prensa occidental al respecto parecen unos auténticos reportes de guerra, donde sus corresponsales hasta muestran las infraestructuras subterráneas de Kiev que salvarían a sus habitantes ante la inevitable agresión rusa.
Lo que a mí me impacta desde Rusia es que este discurso de pánico y de histeria contrasta brutalmente con lo que encuentra en los medios nacionales un ciudadano ruso. El mejor resumen del mensaje central de la prensa rusa para sus ciudadanos son las recientes palabras de la Cancillería rusa, que calificó como "inaceptable el mero hecho de pensar en una guerra con el pueblo" de Ucrania.
De manera que el discurso de guerra sólo existe en la prensa dominante. Un discurso que crea la sensación de una guerra inevitable y necesaria contra Rusia. ¿Irán los periodistas que lo promueven a los campos de batalla? ¿O, al igual que sus políticos, se quedarán en casa, al tiempo que todo el peso caerá sobre los ciudadanos de a pie, a los que parecen ver como carne de cañón en sus aventuras bélicas?
Ojalá no se llegue a estos extremos, pero me sentí obligado a terminar así de duro para que la gente empiece a pensar quiénes realmente están desinformando, y con qué objetivos.
Estimados lectores, ya de entrada les aviso que tengan mucho cuidado con lo que voy a decir. Mi gran ‘pecado’ es que soy ruso, quien nació y vive en Moscú. Pero, lo que es más grave aún, es que trabajo para el medio gubernamental ruso que se llama ‘Sputnik’. Una agencia que los grandes medios españoles califican como un “arma de desinformación en manos del régimen de Vladímir Putin”. Ahora que dejo ese hueso a roer a quienes así etiquetan a los periodistas rusos, y hasta parece que llegan a formar un rechazo generalizado hacia toda la nación –una práctica que evoca en la memoria las políticas antisemitas de la Alemania nazi, las de etiquetar a los judíos con la estrella amarilla–, me dirijo a los que tienden a mirar más allá de las etiquetas y centrarse en la esencia de lo que se dice, en vez de en quién lo dice.
El motivo para escribir este artículo es mi perplejidad ante la cobertura que se da en los principales medios españoles –y no sólo españoles– en torno a la presente escalada entre –llamémoslo así– Occidente y Rusia. Una escalada que, según los medios ‘mainstream’, se debe, entre otras explicaciones, al resurgimiento del ‘imperialismo ruso’, donde el objetivo del Kremlin es, tras hacerse con Ucrania, ir a por el resto de Europa. Se explica que es por ello que está fortaleciéndose militarmente, al tiempo que se afirma que la reincorporación de Crimea a Rusia –un hecho que se califica en Occidente como “anexión”– fue un ‘coming out’ de Moscú que dejó al desnudo sus planes expansionistas.
Pero basta con echar tan sólo un vistazo al mapa para descubrir que quien padece el expansionismo es la OTAN, al tiempo que un breve repaso de sus actividades –entre ellas las agresiones contra Yugoslavia e Irak, sin ni siquiera contar con autorización de la ONU– permitirá diagnosticar que también padece un fuerte belicismo.
En contra de la promesa que se le dio al exlíder soviético Mijaíl Gorbachov –quien aceptó la reunificación de Alemania a cambio de que la Alianza Atlántica no se expandiera hacia el Este–, el bloque militar siguió su avance, a punto tal que sus soldados, sus armamentos y sus infraestructuras casi que están tocando las puertas de Rusia.
Desde el golpe de Estado de 2014 en Ucrania –la toma violenta de poder protagonizada por personalidades como Victoria Nuland, en aquel entonces asesora del Departamento de Estado norteamericano, quien repartía bollos y galletas entre los manifestantes de la llamada ‘revolución de la dignidad’–, se instalaron en Kiev unas autoridades brutalmente antirrusas. Esta fue la causa del surgimiento de lo que se conoce ahora como las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, así como de la separación de Crimea de Ucrania. Unos hechos que obedecen al rechazo de la población de estos territorios a seguir las políticas de ruptura y enemistad con Rusia, en contra de las relaciones de buena vecindad y de beneficio mutuo que existían entre las partes desde la independencia de Ucrania en 1991.
El nuevo Gobierno golpista planteó, asimismo, el ingreso del país a la OTAN, algo que creaba el riesgo de que la Alianza Atlántica se instalara en Crimea, la península que alberga la Flota rusa del mar Negro desde que la emperatriz Catalina la Grande ganara este territorio al Imperio Otomano en el siglo XVIII. Este riesgo lo denunció el presidente Vladímir Putin, cuyas palabras de que los misiles de la OTAN, en caso de que sean colocados en territorio ucraniano, ni siquiera necesitarán 10 minutos para alcanzar el Kremlin, son la mejor explicación del porqué de la extrema preocupación de Moscú por el avance del bloque.
Ante esta preocupación, se le responde a Rusia que, primero, la OTAN es una estructura pacifista que, según su secretario general, se dedica a difundir “la libertad y la democracia”. Los mencionados casos de Yugoslavia e Irak, así como muchos otros, entre ellos Siria, constituyen una excelente ilustración al respecto.
Segundo, se le dice a Rusia que la OTAN en ningún momento se comprometió formalmente a no expandirse más allá de la Alemania reunificada, ridiculizándose este argumento de la parte rusa. Bueno, si no cumplir la palabra es ridículo para Occidente, esto dice mucho de sus valores. Y como queda demostrado que sus promesas verbales no valen nada, el mandatario ruso acaba de invitar a EEUU y la OTAN a firmar los documentos que garanticen la seguridad de todas las partes. Los planteamientos de Moscú, cuyo objetivo es justamente rebajar las tensiones y evitar un enfrentamiento directo, están expuestos en los borradores del tratado y el acuerdo sobre garantías de seguridad, unos documentos que envió, tanto a Washington, como a la Alianza Atlántica. Su revelador silencio ante estas propuestas rusas es otro hecho que lo dice todo respecto a las intenciones ‘pacifistas’ de Occidente.
Por último, se le dice a Rusia que, sea como sea, Ucrania es una nación soberana que tiene el derecho a decidir sus alianzas militares sin tomar en consideración las preocupaciones de Moscú. Y esto es otra falacia, al igual que los demás argumentos citados. Y es que su ingreso a la OTAN significaría violar lo acordado en el marco de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, un enorme organismo que incluye a todos los países de Europa y más allá, donde entre sus integrantes también está EEUU. Entre otros compromisos, sus miembros acordaron que nadie fortalecerá su seguridad a expensas de la seguridad de los demás.
Estas cosas tan simples y tan obvias son las que no encuentro en las portadas internacionales, donde lo que sí encuentro es el cuento sobre la inminente ‘invasión rusa a Ucrania’. Los artículos de la prensa occidental al respecto parecen unos auténticos reportes de guerra, donde sus corresponsales hasta muestran las infraestructuras subterráneas de Kiev que salvarían a sus habitantes ante la inevitable agresión rusa.
Lo que a mi me impacta desde Rusia es que este discurso de pánico y de histeria contrasta brutalmente con lo que encuentra en los medios nacionales un ciudadano ruso. El mejor resumen del mensaje central de la prensa rusa para sus ciudadanos son las recientes palabras de la Cancillería rusa, que calificó como "inaceptable el mero hecho de pensar en una guerra con el pueblo" de Ucrania.
De manera que el discurso de guerra sólo existe en la prensa dominante. Un discurso que crea la sensación de una guerra inevitable y necesaria contra Rusia. ¿Irán los periodistas que lo promueven a los campos de batalla? ¿O, al igual que sus políticos, se quedarán en casa, al tiempo que todo el peso caerá sobre los ciudadanos de a pie, a los que parecen ver como carne de cañón en sus aventuras bélicas?
Ojalá no se llegue a estos extremos, pero me sentí obligado a terminar así de duro para que la gente empiece a pensar quiénes realmente están desinformando, y con qué objetivos.